Llámame Yoongi, pequeño

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Yoongi salió de la sala de parto vestido como doctor, con las manos guantes y bata ensangrentados. No, no había ayudado en el parto si eso piensan. Él, él había asesinado a la víctima con un cuchillo que traía escondido. Vio a enfermeros, doctores y ayudantes correr hacia aquella sala de parto, mientras él se quitaba el tapabocas del rostro. Se quitaba todo lo que traía puesto y lo tiraba a la basura. Se puso los anteojos y caminó hacia el lugar donde atendían al pequeño recién nacido.

Thomas, quien ya estaba dentro de esa sala. Les apuntaba a las enfermeras y al doctor que atendían al pequeño. Yoongi entró.

—Thomas, baja el arma. —dijo él.

—¿Qué quieren con este niño? —preguntó el doctor.

—Soy su familia. Tengo derecho a verlo, ¿No, doctor? —le dijo Yoongi sonriente. —Se quedará en este hospital hasta que me lo pueda llevar, ¿Bueno? —sonrió Yoongi. —Cuando venga por él y no este... —Yoongi caminó hacia una de las enfermeras más jóvenes y la cogió el cuello. Le lamió el rostro. —Ella morirá. ¿Fácil? ¿No? Ustedes cuidan a esa criatura y yo cuido a esta otra. ¿Listo?

El doctor y la otra enferma asintieron. Yoongi dejó el cuello de la otra enfermera e hizo que Thomas se la llevara.

—Nos vemos queridos empleados. —les sonrió Yoongi. —Cuiden bien de ese pequeño.

Salió aquel consultorio y alcanzó a Thomas.

Tiempo después, cuando el niño empezó a crecer, a caminar y decir sus propias palabras. Yoongi no estaba para presenciar tal cosa. Dejó encargado a Thomas del bienestar del niño y él solo iba de visita a solo hacer preguntas y más preguntas. Pero, desde que el niño cumplió los dos años, Yoongi se apresuró para entrar en su vida lo más rápido posible.

—¿Tomará responsabilidades con el niño, señor? —preguntó Thomas, mientras que Yoongi veía a una empleada alimentar al niño.

—No, ese es tu trabajo y el de ella. Yo por ahora, seré el tío que odia al mundo. —sonrió Yoongi.

El niño miró a Yoongi y le sonrió, enseñando sus dientes. Lo saludó con la mano y le ofreció de lo que estaba comiendo. Yoongi casi sonreí.

—Iré por unos tragos al estudio. Dale un buen baño y llévalo luego a mi estudio. —le dijo Yoongi.

—Sí, señor. —contestó Thomas.

Yoongi salió de la cocina, haciendo que el niño borra su sonrisa y mira a Thomas.

—Iremos a darte un baño.

—¡No! —dijo el niño.

—Minji, es hora de tu baño. —le dijo Thomas.

—No. —se bajó de la silla.

Minutos después que Thomas atrapó al pequeño niño. Lo baño y lo vistió. Lo bajó hacia el estudio de Min, pero antes, tocó la puerta.

—Bien, Minji. Entra ahí, alguien quiere conocerte. —le dijo Thomas.

—No quiero.

—Oh, si quieres. Entra. —abrió la puerta y entró al pequeño al estudio de Min.

El niño sollozaba algo bajo, cuando vio a Yoongi acercársele con una sonrisa. Este, le extendió la mano y lo sentó frente a él.

—No llores, pequeño... —Yoongi le secó las lágrimas. —Me haces querer hacer cosas malas cuando las personas lloran.

El niño pasó saliva y pasó sus manitos en sus mejillas secando algunas lágrimas.

—¿Qué edad tienes? —el niño levantó dos dedos. —¿Tanto has crecido?

El niño no comprendió sus palabras.

—Thomas. —el niño señaló hacia afuera.

—Pronto estarás con él. —dijo Yoongi.

El niño se quería bajar de la silla, pero Yoongi lo volvió a sentar. El niño empezó a llorar.

—Silencio... —le dijo Yoongi al escuchar los fuertes llantos. —¡Cállate! —le gritó.

El niño le hizo caso y se abrazó el cuerpo, mientras lloraba en silencio.

—¿Sabes quién soy? —el niño negó. —¿Quieres ser mi amigo? —el niño volvió a negar.

Yoongi sonrió.

—¿Te gusta jugar? —el niño asintió. —¿Quieres jugar? —el niño volvió asentir.

Yoongi se levantó de la silla y le extendió la mano al niño. El niño la agarró y se bajó de la silla. Los dos salieron del estudio de Yoongi. El ultimo mencionado, guío al pequeño por la cocina y luego lo llevó hacia la puerta que daba al sótano.

—No, ahí no. —dijo el niño, tratándose de soltarse de Yoongi. Le daba miedo ese lugar.

Pero, ¿Por qué le daba miedo si nunca había bajado?

—Vamos, será divertido. Vamos a jugar un poco, habrá juguetes. —le dijo Yoongi sonriente, mientras engañaba al pequeño.

El pequeño sonrió y asintió. Yoongi abrió la puerta del sótano y apretó su agarre en la muñeca del niño. Los dos se sumergieron en la oscuridad, mientras bajaban las escaleras del sótano. Yoongi encendió la luz, antes de terminar de bajar las escaleras y cuando llegaron al último escalón. Él soltó al niño.

Yoongi, se separó del niño y se escondió para que no lo viera. El pequeño, conoció el lugar. Vio algunas cosas extrañas, cosas de metal, una camilla, una silla y muchos juguetes extraños que no conocía. Yoongi lo observó desde su escondite. Quería ver que reacción podría tener el pequeño al ver tales objetos. El niño, empezó a tocar cada objeto con total curiosidad.

Yoongi apareció de repente.

—¿Quieres jugar con ellos? —el niño asintió. —Bien, siéntate en esa silla. —Yoongi se la señaló y el niño corrió hacia ella.

Se agarró de los brazos de la silla y se subió ella, dejando estirados sus pies que no alcanzaban el suelo. Era tan pequeño y la silla era muy grande para él. Yoongi cogió un bisturí con su tapa y se acercó al niño.

—Tu brazo. —le dijo Yoongi y el niño lo extendió.

Yoongi pasó el bisturí con tapa en el brazo del niño.

—¿Te dolió? —el niño negó. —¿Lo hago de nuevo? —el niño asintió.

Yoongi volvió a pasar el bisturí y eso le causó cosquillas al niño.

—Lo haré sin la tapa, ¿Bueno? —el niño asintió.

Yoongi le quitó la tapa y acercó la punta en el brazo del niño. La sonrisa del pequeño se esfumó y empezó a sollozar cuando Yoongi lo puyó.

—¿Duele? —el pequeño asintió.

Yoongi no lo cortó, pero si le hizo una línea con el bisturí. —¿Duele? —el niño negó.

Alejó el bisturí del brazo del pequeño. El niño le extendió la mano para que Yoongi le diera el bisturí. Yoongi se lo dio. El niño no le pidió la tapa y Yoongi solo le enseñó su brazo. El niño, puso la punta del bisturí en el brazo de Yoongi y lo puyó.

—¿Duele? —le preguntó el pequeño. Yoongi negó. —el niño puyó más. —¿Duele? —Yoongi siguió diciendo que no.

Por último, el niño le sacó unas gotas de sangre a Yoongi. Sorprendido, el pequeño pasó su dedo por la sangre de Yoongi y la analizó en su dedo índice.

—¿Te dolió? —Yoongi negó.

—Si grita es porque les gusta. Si lloran, es porque también les gusta.

—No estás llorando. —dijo el pequeño.

—¿Cómo te llamas? —el niño negó. —Mmm, te pondré un nombre. ¿Te parece? —él asintió.

Yoongi pensó el nombre de la única persona que le hacía recordar ese niño.

—Minji. Park Minji.

—Minji. —señaló a Yoongi.

—No. Tu nombre es Minji. —le sonrió Yoongi. —Y yo, soy...

—Minji... —repitió el niño. Yoongi soltó un suspiro.

—Llámame Yoongi, pequeño.

—Yoongi... —repitió el niño. 



































































































































































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