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—¿Cómo se encuentra? —Tan pronto vieron al médico salir de la habitación, ambos chicos se pusieron de pie horrorizados.

—Él está bien. —Asintió. —Hace unos minutos despertó, pero por suerte logramos tranquilizarlo a tiempo.

—¿Todo esto le puede afectar? —Su voz tembló. —Usted ya sabe. —Miró rápidamente a Chin Hwa y tragó duro. —Que empiece a recordar.

—Usualmente hay pacientes que logran recuperar la memoria en tan solo unas semanas, en el caso de Han Gil; y lo que me ha platicado su abuela. Él no ha tenido recuerdos de su antigua vida. Hasta hace unos días.

—¿Podemos evitarlo? —Esta vez habló el rubio.

—El chico se enfrenta a varias situaciones, las cuales, en algún momento de su vida tuvo interacción. O simplemente con un golpe en la cabeza es suficiente.

Chin Hwa volvió a tomar asiento para asimilar cada una de las palabras del hombre. Aunque se trataba de un chico introvertido no podía negar que se preocupaba por sus amigos y mucho más por el pequeño.

—En este caso, su cabeza fue golpeada con bastante fuerza. Eso provocó que tuviera varias ilustraciones de una etapa muy dura de su vida. Lo podemos decir por su actitud; miedo y desesperación.

—Pobre de mi tigrecito. —Murmuró asustado.

—Ahora todo estará bien, deben cuidar un poco más de él. —Sonrió. Rápidamente asintieron.

—¿P-podemos entrar?

—Claro. —El hombre se hizo a un lado. —Sólo por unos minutos para que pueda descansar adecuadamente.

—Gracias. —Se despidieron y Min Ki realizó unas cuantas señas para que el mayor lo siguiera.

Ingresaron al cuarto en donde el chico descansaba en la enorme cama, por otro lado, la anciana doblaba un par de sábanas.

Yori levantó la mirada y sonrió cálidamente, era el único nieto de la señora Shou y por cuestiones de su salud; dejo a sus padres para cuidar de ella.

Pero desde la llegada de Han Gil, los gastos aumentaron un poco y el dinero era cada vez más requerido en aquella casa, por lo que fue necesario que ambos chicos buscaran empleo.

Pero hace algunos meses la anciana enfermó y dejarla sola en casa no era una de las mejores opciones. Por lo que la mayor quedo al cuidado de la vecina.

Ahora los papeles habían cambiado y todos estaban preocupados por el castaño.

Sus compañeros saludaron a la anciana y sonrieron al ver a su amigo respirando.

—Creo que lo mejor sería dejarlos solos. —Habló delicadamente y caminó hasta su abuela para tomarla del brazo. —Si necesitan algo, estaremos en la cocina.

—Con cuidado. —Murmuró Han Gil al momento de verlos salir del lugar.

—¿Cómo te sientes?

—Me duele un poco la cabeza. —Sonrió. —Pero aun así estoy muy agradecido con ustedes dos.

—Siempre estaremos para ti —comentó el pálido.

—Estaba muy asustado. —Se llevó la mano al pecho y respiró hondo. —¿No puedes fijarte por dónde vas? —Lo regañó.

—No creo que sea tiempo de regañarlo.

—Lo siento, hyung. —Bajó lo mirada.

—Ven aquí niño. —Se acercó a su amigo y le dio un fuerte abrazo.

Han Gil rió y paso sus brazos por la espalda del chico. Se sentía tan cómodo.

—Únete, Chin Hwa.

—No es una buena idea. —Negó. Pero rápidamente fue tomado de la mano y así, quedó entre los brazos del castaño, junto al menor.

—Al parecer Han Gil ya tiene su disfraz de noche de brujas —respondió después de unos segundos.

—¿De qué hablas? —El abrazo se rompió y ambos chicos lo miraron confundidos.

—Por esas vendas en tu cabeza. —Lo apuntó y todos rieron.

—¡Ay Hyung!

🌇

—Es hora de irnos. —Entró el hombre junto las maletas.

Dong Sun no despegaba la vista de los pequeños marcos de fotografías, los cuales, adornaban la repisa junto a unas plantas secas.

Se había prometido que en ningún momento volvería al pasado, en donde su felicidad estaba completa y cada mañana agradecía por estar con vida.

Lo quería recordar como un campo de flores, tan hermoso y natural. En vez de pensar en algo triste y doloroso.

Era el momento de cambiar, y lo haría por todos.

No más noches de pesadilla.

Subió al auto junto al mayor y segundos después se pusieron en marcha.

Los primeros minutos de viaje se mantenían en silencio, Jung Hee le pidió al chófer que encendiera la radio para que el ambiente se relajará un poco.

Pasaron por unas cuantas casas y locales, por lo que a Dong Sun le resultaba tan desconocido.

No podía recordar la última vez que había dado un paseo por la ciudad. Algunos de los lugares que solía ir eran totalmente diferentes, nuevos colores y letras.

Ni siquiera sabía que un nuevo supermercado se encontraba a seis cuadras de su departamento. Era como estar en otro barrio.

—¿Bonito no? —Habló por primera vez.

—Todo es tan diferente —respondió sin apartar la vista de la ventana.

—Te has perdido de mucho.

—¿Eso me debería de lastimar? —Preguntó con una mueca.

—Es lo que menos quiero. —Sonrió. —Solamente deseo que disfrutes del viaje.

—Japón te debe gustar mucho.

—¿A quién no le gustaría? También te encantará.

El peli-negro asintió y bajo la mirada, esperaba que las palabras del moreno se cumplieran o si no el paseo sería un desperdicio y eso era lo que menos quería.

—Tus padres te desearon buen viaje.

—¿Mis padres? —dijo sorprendido.

—Tu madre me contó que te llamó anoche, pero no contestaste.

Apretó los ojos y respiró hondo, era verdad, nunca responde el teléfono si se trata de sus padres. Pero ahora, algo de culpabilidad lo inundaba; por primera vez.

—A esa hora dormía. —Mintió.

—Entiendo. —Asintió—. Estaba tan emocionada.

A pesar de todo lo que ha pasado y su comportamiento con ellos nunca dejaron de apoyarlo y brindarle todo su amor.

Y apenas era capaz de abrir los ojos y darse cuenta que siempre ha sido un cobarde. Al no poder enfrentar su etapa más dura, e incluso; tratar a sus padres como algo tan insignificante.

Se sentía un completo idiota, o tal vez, más que eso.

Sin embargo, para poder cerrar esa etapa; lo primero que debió hacer fue pedir disculpas a todas esas personas que estuvieron para él.

Sí, lo haría.

HyunJack.

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