※Prólogo※

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El inframundo es un lugar que dista mucho de la imagen tenebrosa y desolada que a menudo se nos ha pintado. Lejos de ser el reino de seres aterradores y espíritus malignos, su naturaleza es más compleja y sutil.

Puede considerarse, en cierto sentido, como un reino donde las almas perdidas carecen de esperanza, pero esta descripción apenas raspa la superficie de su diversidad. La muerte, en su papel de guía de las almas, las conduce hacia el inframundo, pero no todas comparten un destino similar.

Lo que realmente distingue el destino de estas almas es el tipo de vida que llevaron en el mundo mortal. Para aquellos que se adentraron por un camino de maldad y crueldad, su castigo se encuentra en el foso de las almas, un lugar de penitencia donde deben enfrentar las consecuencias de sus acciones negativas. Aquí, el sufrimiento es el precio a pagar por los males cometidos en vida.

Sin embargo, para aquellos que llevaron una vida virtuosa, se les brindaba la oportunidad de cruzar hacia lo que se conocía como "el otro lado". Este lugar era un misterio incluso para la mismísima muerte, ya que su función se limitaba a transportar las almas hasta la entrada de ese enigmático destino.

El rey del inframundo no podía cumplir con todas sus responsabilidades por sí solo, por lo que contaba con la ayuda de almas especiales. Estas entidades eran conocidas de diversas maneras según las creencias, pero su propósito era unánime: llevarse las almas cuyas vidas habían llegado a su fin.

Estos seres desempeñaban un papel crucial en la manifestación de la idea de almas en pena. Aunque ahora estaban bajo el dominio del rey del inframundo, en algún momento de su existencia, también fueron personas que habitaron el plano terrenal como cualquier otro ser humano. La diferencia radicaba en que, al enfrentar el momento de su propia muerte y el cruce hacia el más allá, se les ofrecía la opción de convertirse en agentes de la muerte y, de esta manera, prolongar su existencia en este lado.

Aunque pueda sonar sorprendente, había personas que aceptaban esta singular oferta, sin importar cuán extraña pudiera parecer.

Kim Taehyung personifica esta realidad de manera única, ahora conocido como Vante. Al asumir el papel de La Muerte, se ve obligado a dejar atrás todo lo que una vez fue en vida, conservando únicamente sus recuerdos.

En el caso de Vante, el concepto del tiempo se ha vuelto borroso desde que adoptó esta nueva identidad como muerte, o mejor dicho, sabe cuánto tiempo ha pasado, pero prefiere mantenerlo en el olvido. La sola idea de que, a pesar del transcurso de los años, aún no haya superado su miedo es verdaderamente aterradora.

Por esta razón, ha optado por sellar sus recuerdos y evitar reflexionar sobre lo que lo retiene en este lugar.

Hoy se presenta como un día rutinario, Vante ha recibido la encomienda de guiar a un alma, una tarea que lleva a cabo con la misma meticulosidad de siempre. Desde lo alto de su torre, donde puede observar el plano terrenal a través de su ventana, observa pacientemente.

Por lo general, las asignaciones de almas vienen con un margen de tiempo, y su función es vigilar hasta que el momento adecuado para llevarse el alma de la persona llegue. En esta ocasión, su atención se centra en una anciana que se prepara para acostarse. Su hija mayor, como lo ha hecho en innumerables noches, la arropa con cuidado, le da un tierno beso en la mejilla y la deja descansar.

La rutina es la misma que ha presenciado en repetidas ocasiones, pero hoy, después de aquel beso y el susurro de un "te amo" por parte de la joven, La Muerte decide que ha llegado el momento adecuado para llevar a cabo su tarea.

Vante se envuelve en su túnica negra, extendiendo su mano para que su guadaña aparezca a su lado en un instante. Con un corte en el aire, crea un portal que lo transporta directamente al cuarto de la anciana.

La Muerte se queda observándola por un momento, y la anciana, sintiendo el repentino frío en el ambiente, abre los ojos. Frente a ella, distingue la figura vestida de negro, pues su alma ya se encuentra más del lado de lo sobrenatural, lo que le permite percibir con claridad todo lo que la rodea.

—¿Es hora? —pregunta la anciana, su voz cargada de cansancio. La Muerte asiente con solemnidad. La contraria cierra los ojos y esboza una leve sonrisa, mientras una lágrima solitaria recorre su mejilla al pensar en el dolor que su partida causará a su hija. Sin embargo, comprende que su tiempo en este mundo ha llegado a su fin.

—Lee Misuk, 79 años... —comienza a recitar la figura de negro, como es su costumbre antes de llevarse un alma. —¿Has tenido una buena vida? —pregunta, y la anciana abre los ojos para mirarlo. Sin dudarlo, asiente con determinación.

La Muerte le ofrece su mano y ella la toma, con facilidad para ponerse de pie, algo que le sorprende, ya que normalmente solía ser un esfuerzo mayor. Observa con detenimiento cómo la figura vestida de negro hace un gesto en el aire con su guadaña, y en un instante, un portal se abre ante ellos.

Antes de seguir a La Muerte, la anciana se vuelve hacia la cama donde momentos antes yacía su cuerpo, ahora en un reposo eterno, sin vida. Sin más demora, se gira nuevamente y centra su mirada en su propia mano, que sostiene firmemente la de La Muerte. Se da cuenta de que las arrugas han desaparecido de su piel, y al observar el portal frente a ella, su reflejo le revela una imagen de juventud.

Le sorprende ver que, del lado de la imponente figura de negro, se encuentra una joven de veintiséis años. Sus ojos se abren en un gesto de profundo asombro, incapaz de comprender lo que está sucediendo.

—Al morir, regresas a la edad en la que más disfrutaste —aclara el ente de negro, notando la confusión en la expresión de la anciana, como siempre suele ocurrir en estos momentos de transición entre la vida y la muerte.

La mujer asiente comprensiva ante la explicación y le regala a Vante una cálida sonrisa. El guía de almas, se sumerge en los recuerdos de Lee Misuk de aquellos momentos pasados. Cuando transporta el alma de una persona, se establece una conexión íntima entre ambos, lo que le permite acceder a los recuerdos y emociones del individuo en cuestión.

Vante es consciente de que el calor que siente en su pecho no le pertenece, y aunque experimenta una oleada de felicidad que recorre su cuerpo, comprende que esa alegría no es suya en realidad.

Con suavidad, guía a la mujer hacia el portal, y este se desvanece una vez que ambos lo atraviesan.

La Muerte sostiene con firmeza la mano de la mujer, consciente de que si la soltara antes de cruzar el río Aqueronte, el alma podría perderse irremediablemente en la oscuridad eterna. El trayecto transcurre en silencio y en poco tiempo, llegan al otro lado, donde se llevará a cabo el juicio para determinar el destino de la mujer.

Vante permanece junto a ella durante todo el proceso, y una vez que concluye, la conduce hacia los Campos Elíseos, donde se encuentra el arco del traspaso. Una vez que llegan, La Muerte libera la mano de la mujer y espera mientras ella se prepara para cruzar por el arco. Misuk se voltea hacia la figura vestida de negro. Aunque no puede ver nada detrás de la túnica, ella le brinda una leve sonrisa.

—Gracias —murmura con gratitud antes de entrar por el arco, desvaneciéndose finalmente en el destino que le aguarda.

El ser se queda de pie frente al arco del traspaso, una pregunta recurrente cruza su mente: ¿Qué aguarda al otro lado?

Existen innumerables teorías sobre lo que podría haber más allá. Algunos sostienen que es un lugar de paz donde te reúnes con tus seres queridos, otros creen que es la puerta que te conduce a tu siguiente vida, mientras que también están aquellos que afirman que no hay nada, que todo llega a su fin en ese punto.

Sin embargo, él no desea conocer la respuesta.

Exhala un suspiro profundo y, con un gesto fluido de su guadaña, despliega un portal que lo transporta de vuelta a su imponente torre. Allí, aguardará su próxima encomienda con paciencia.

En el inframundo, el concepto de tiempo es inexistente. Todo permanece inmutable y estático, sin el paso de días ni noches, en un perpetuo presente.

Aquí, todo lo que existe se encuentra en un estado de constante inmovilidad. Nadie envejece, todos mantienen una edad promedio, ni tan jóvenes ni tan viejos. Esta peculiar característica es esencial para interactuar con las almas, sin importar la edad que estas posean.

Sin embargo, después de cada tarea, Vante siente como si un fragmento de su propia alma se desvaneciera. A pesar de la promesa de que como entidades de la muerte no morirían, la realidad era ambigua. No estaban vivos en el sentido convencional, y tampoco totalmente muertos. Permanecían en un estado intermedio que les permitía prolongar su presencia en este plano.

Vante se acerca a la ventana de su torre y contempla el horizonte. Aunque no puede experimentar el cansancio físico, tiene la sensación de que su mente está agotada. Cierra los ojos por un instante, deseando sumergirse en el silencio que lo rodea, pero un repentino aleteo interrumpe su momento de calma.

Sabe exactamente lo que eso significa.

Abre los ojos con lentitud y se encuentra con la mirada de una figura conocida. —Sana.

La criatura, con una sonrisa coqueta, responde a su saludo. —Vante —murmura con su peculiar encanto mientras se mantiene suspendida en el aire frente a él. —Pareces cansado —observa con preocupación, y Vante se encoge de hombros.

—No podemos cansarnos —responde en un tono que denota más resignación que certeza.

Sana revuelve los ojos y se acerca al marco de piedra para sentarse junto al joven.

—Sabes a lo que me refiero —insiste ella. —¿Demasiado triste? —pregunta, y él suspira profundamente antes de negar con la cabeza.

—Diría que todo lo contrario... —murmura con un atisbo de pesar en su voz.

Sana asiente con comprensión y vuelve a dirigir su mirada hacia el horizonte, ese vasto e interminable horizonte que se pierde en el infinito.

Había conocido a Vante durante un tiempo considerable, lo había visto convertirse en una figura de la muerte y renunciar a su antigua vida. A lo largo de esos cientos de años, había llegado a conocerlo en profundidad. Las Muertes, por lo general, encuentran satisfacción y disfrutan cuando el alma que transportan parte en paz. La capacidad de sentir sentimientos de tranquilidad y calma en esos momentos es un regalo que aprecian, ya que ellos mismos ya no son capaces de generar tales emociones.

Sin embargo, Vante era diferente. No sabía cómo experimentar esa cálida sensación, y, de hecho, le provocaba cierta molestia. Para alguien como él, que había optado por permanecer en este plano con tal de evitar su propia muerte, resultaba incomprensible cómo algunas personas podían marcharse con una sonrisa en el rostro. Esa aparente satisfacción solo le generaba un profundo sentimiento de vacío.

Mantuvieron un breve silencio hasta que finalmente, el joven decidió romperlo.

—Supongo que no has venido aquí para charlar.

Sana lo miró durante un momento y asintió con solemnidad. —El rey ha solicitado tu presencia.

—Entendido.

La convocatoria del rey solo podía significar una cosa: más trabajo. Para Vante, eso no representaba un problema en absoluto. Prefería mantenerse ocupado observando la vida de otros en lugar de reflexionar sobre la suya propia, que había quedado atrás hace mucho tiempo.

La chica extendió su mano y Vante la tomó sin dudarlo. En un parpadeo, se encontraron en el castillo donde El Rey residía. Caminó junto a ella, que volaba a su lado. En el interior del castillo, se encontraban otras muertes acompañadas de los asistentes, seguramente recibiendo sus propias encomiendas de almas.

A pesar de que había otros encargados de esta tarea, El Rey prefería dar personalmente sus órdenes a Vante. El joven había permanecido en este plano durante más tiempo que cualquier otro, y aunque no le molestaba, El Rey no podía evitar sentir cierta preocupación. Vante se acercaba al punto de no retorno, y si eso sucedía, estaría atrapado aquí por la eternidad.

Es por eso que El Rey le asignaba las almas más especiales, en un intento de influir en su decisión y llevarlo a cambiar de parecer. Pero, ¿cuántas veces habían pasado por esta situación sin que surtiera efecto? Esta sería la última oportunidad de reconsiderar su elección, de lo contrario, se vería condenado a ser una Muerte por siempre.

—Saludos, Rey —el joven se inclina ante el monarca y mantiene su posición hasta que se le permita enderezarse.

Un chasquido de lengua es la respuesta que recibe.

—Taehyung, ya te he dicho que no es necesario que seas tan formal —El Rey le reprocha y el joven suspira con fuerza antes de enderezarse para enfrentarlo.

—Y yo le he pedido que no me llame así.

—Oh, vamos, Taehyungie, es un buen nombre, sería un desperdicio no usarlo —el contrario responde con una sonrisa.

—Con todo respeto, Rey...

—Namjoon —interrumpe. —Ya te he dicho que me llames así.

Vante conoce al Dios del Inframundo a la perfección. Sabe lo terco que puede ser, y está consciente de que podrían pasar siglos debatiendo sin llegar a un acuerdo. Prefiere evitar caer en una discusión sin fin que lo lleve a ninguna parte.

Niega con la cabeza y emite un bufido de resignación. —Está bien, Namjoon —declara finalmente, cediendo ante la insistencia del Rey, quien sonríe con satisfacción.

Nadie creería realmente que ese temido Rey de los muertos, conocido por su imponencia, posee una mirada suave y una sonrisa que resalta por sus hoyuelos.

La ironía no deja de sorprender.

—Tengo una tarea de gran importancia para ti, quiero que te hagas cargo de ella.

El joven asiente como si se tratara de una tarea más, como tantas otras que ha realizado en el pasado. Sin embargo, la forma en que la mirada del Rey se oscurece sugiere que este encargo tiene un peso mucho mayor.

—¿Y bien? —pregunta, alzando una ceja ante el inusual silencio del Rey. Este último, después de un momento, se levanta de su escritorio y se dirige hacia el ventanal de su oficina.

—Taehyung... —lo llama con seriedad, demasiada para el gusto del mencionado, creando una creciente incertidumbre en él. —Sabes que esta es tu última oportunidad, ¿verdad?

La joven Muerte procesa las palabras del hombre y, de repente, se siente inquieto al comprender a qué se refiere. Se remueve nerviosamente en su sitio, porque en realidad no estaba siendo consciente de su propia deriva. Hacía mucho tiempo que estaba llevando a cabo su tarea, una alma tras otra, y en un lugar donde el tiempo no transcurre, es fácil perderse en el flujo constante de la vida.

—¿Es así? — dice, aclarando su garganta. —No he cambiado de parecer.

Namjoon se voltea para mirarlo, su expresión revelando tristeza, ya que su naturaleza no consiste en retener, sino en guiar a los demás a encontrar su lugar de pertenencia. Puede asegurar que Taehyung no pertenece aquí. Sin embargo, no le dice nada ni le hace reproches, porque sabe que es inútil tratar de lidiar con el joven. En cambio, decide apostarlo todo en este último encargo, una alma que es sumamente especial.

—Ya veremos eso... —murmura entre dientes, luego se acerca a su escritorio y toma una carpeta entre sus manos. La abre y su mirada vuelve a posarse en el joven.

—¿Y bien? ¿Quién será? —pregunta con seriedad, sin mostrar ni la más mínima emoción. Namjoon realmente se pregunta si el joven se siente tan sereno como aparenta, o si solo es una fachada.

Él, como Rey, podría usar su poder para conocer los sentimientos de Taehyung, pero prefiere no hacerlo y dejar que todo siga su curso.

Un fuerte suspiro escapa de sus labios. —Seúl, Corea... —comienza a decir, tomando su tiempo para proporcionar la información a La Muerte, quien espera pacientemente. —Cáncer terminal.

Vante asiente. —¿Nombre y edad?

—21 años, Jeon Jungkook.

El Rey le entrega una placa con el nombre del joven grabado en ella, simbolizando así su nuevo papel como guardián de esa alma y otorgándole acceso al plano terrenal.

Vante extiende la palma de su mano y realiza un movimiento circular, dando lugar a la aparición de su guadaña. Con cuidado, toma la placa de madera y la coloca en ella. En ese momento, la unión está completa: el alma de Jeon Jungkook se encuentra ahora vinculada a la suya.

Tras hacer una reverencia, el ser agita su guadaña en el aire, creando un portal que lo transporta de vuelta a su torre. Una vez dentro, desaparece de la vista del Rey del Inframundo, quien, ahora solo, exhala un profundo suspiro.

Chasquea uno de sus dedos, y en un instante, Sana aparece ante él.

—¿Necesita algo?

—Encárgate del lugar, voy a dar una visita a la tierra.

Sana asiente en respuesta, y en un parpadear, el rey desaparece.

Vante tiene su propia forma de hacer las cosas. En primer lugar, prefiere observar a su persona designada desde su torre. En realidad, no tolera estar cerca de ellas ni lidiar con sus sentimientos. Mientras se encuentra en el Inframundo, es completamente ajeno a todo lo que su persona pueda llegar a sentir.

Ha habido ocasiones en las que ni siquiera ha abandonado su torre, excepto para recoger el alma cuando ha determinado que es el momento adecuado de marcharse. Las veces que cruza al plano terrenal para estar cerca de su persona designada son extremadamente raras y siempre están impulsadas por su curiosidad.

Al llegar a su torre, coloca su guadaña en una esquina y se dirige de nuevo a la ventana. Agitando su mano frente a él, crea un portal que le permite observar a su persona. Con atención, contempla la escena y logra ver a un joven postrado en una cama de hospital. Una intravenosa corre por una de sus manos, y una mascarilla de oxígeno cuelga de su cuello.

—Jeon Jungkook... —murmura con interés, enfocado en la imagen frente a él. —Eres demasiado joven.

A lo largo de su largo recorrido como entidad de la muerte, ha estado a cargo de llevar a muchas almas al otro lado. Demasiadas como para recordar a cada una de ellas, pero está completamente seguro de que esta es la primera vez que le toca llevar a alguien que se acerca a la edad que tenía cuando...

Bueno.

Examina al joven detenidamente. Lleva un gorro de lana en la cabeza, un indicio evidente de la pérdida de cabello debido al cáncer. Su piel, muestra una palidez inusual que refleja la lucha que está atravesando. Sin duda, este encargo se completará más rápido de lo que pensaba.

De repente, Vante observa cómo un grupo de chicos entra en la habitación de hospital donde se encuentra su persona. Lo que ve le desconcierta profundamente. En ese instante, una inmensa sonrisa ilumina el rostro de Jeon, y Vante no puede evitar sentirse intrigado y desconcertado al mismo tiempo. ¿Cómo es posible que sonría de manera tan radiante y llena de vida cuando... está muriendo?

Una extraña sensación se agita en lo más profundo de su ser. Este caso parece ser uno de esos que desearía evitar a toda costa.

No puede soportar seguir viendo esa escena, ya que de repente se siente abrumado por una sensación de miseria y cobardía. A menudo se ha preguntado cómo otros seres han encontrado la fuerza para abandonar sus vidas y partir en paz. Pero, sinceramente, no logra entenderlo, porque por más que lo ha intentado, nunca ha sido capaz de cruzar al más allá.

—Maldita sea... —murmura frustrado. Esta parece ser otra de esas ocasiones en las que tendrá que descender a la Tierra, y eso no le emociona en absoluto. Sin embargo, siente que necesita comprender.

Se enfunda en su túnica, extiende su mano, y su guadaña acude a ella de inmediato. Con un movimiento ágil, abre un portal y se adentra en él.

Y no tiene idea, de lo que está a punto de desencadenar.

¡Ya estoy aquí!♥ realmente estoy muy emocionada de subir esta historia nuevamente ya con su mejoras correspondientes c: espero que la lectura pueda ser más cómoda y comprensible c:

¿Esta es su primera vez leyendo o están releyendo? quiero saber:3 ¿qué les pareció? 

No tengo mucho más que decir al respecto, nos vemos más tarde para la siguiente actualización. Hasta entonces, manténganse sanos♥

𝐊𝐢𝐦𝐍𝐢𝐤𝐚𝐫𝐢.

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