037. rich man's world

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CHAPTER THIRTY-SEVEN
❝el mundo de los ricos❞
   cobra kai season four | act. four








CASSIE ESTABA recostada en la cama de Ethan. Se sentía un poco culpable ya que lo había abandonado un poco por Sam y ya no pasaban tanto tiempo juntos.

Ethan por otro lado, estaba haciendo tarea en el piso con cara de pocos amigos. La escuela lo había llenado de tareas y exámenes y su necesidad de validación académica no lo dejaba dormir tranquilo.

—¿Puedo poner música?

—Pon lo que quieras —murmuró Ethan concentrado.

Cassie se levantó y empezó a buscar entre los vinilos de Ethan. Luego de unos minutos, sonrió maliciosamente y sacó uno, subiéndole todo el volumen al tocadiscos.

I work all night, i work all day, i pay the bills i have to pay —cantó la pelirroja con un cepillo de pelo como micrófono.

—Eres mala —dijo cerrando el cuaderno—. Ain't it sad...

—And still there never seems to be a single penny left for me...

Cassie se subió de un salto a la cama mientras Ethan rodaba los ojos y le subía el volumen.

That's too bad —cantó lanzándose al suelo de rodillas—. In my dreams i have a plan...

If i got me a wealthy man, i wouldn't have to work at all, i'd fool around and have a ball...

—Money, money, money —gritaron los dos—, must be funny, in a rich man's world.

Los dos cantaron toda la canción como si su vida dependiera de ello. Una vez acabó, se dieron cuenta de que Sam estaba apoyada en la puerta con una sonrisa divertida.

—Me encanto el concierto —dijo—, pero ¿pueden bajar un poquito el volumen?

—Lo que tu quieras, mi vida —dijo Cassie guiñándole un ojo.

Ethan hizo una mueca de asco en forma de broma y empezó a reproducirse "Dancing Queen".

—Linda —llamó Cassie—, olvídalo. No puedo bajarle el volumen a esta obra de arte.

Johnny y Daniel habían llegado al acuerdo de enseñarse mutuamente sus estilos de karate y así poder enseñarle bien a sus alumnos.

Estuvieron mezclando estilos toda la tarde. Daniel invitó a la familia de Miguel, a Johnny y a la familia de Cassie a cenar ese día.

Ethan y Miguel estaban en la habitación del primero, Cassie y Sam estaban en la habitación de la castaña y Ethan suponía que Luca estaba jugando con Anthony.

—¿Le caigo mal a tu mamá? —preguntó Ethan recostado sobre el pecho de Miguel mientras hacía círculos invisibles sobre su brazo.

—Mi mamá te adora, Eth —contestó el latino riendo—. Yo soy el que debería estar preocupado.

—Mis padres también te adoran —levantó la cabeza y sonrió—. ¿Desde cuando tienes tantos músculos?

Miguel bajó la mirada a sus brazos y sonrió, a centímetros de los labios de Ethan.

—¿No te gusta?

—Oye, yo nunca dije eso —le dió un corto beso—. Solo estaba preguntando.

El moreno sonrió y lo volvió a besar, esta vez con más ganas mientras pasaba sus manos por la espalda del castaño.

—¡Chicos, a cenar! —gritó Amanda.

Ethan se separó de mala gana y Miguel rió. Se levantó y bajaron al mismo tiempo que los otros cuatro.

—¿Cómo va el negocio? —preguntó Carmen.

—Hace años que no nos iba tan bien. Cuando Sam y Ethan se hagan cargo debería funcionar sola, ¿no?

Sam y Ethan hicieron muecas al mismo tiempo. Luca le pasó la ensalada a Miguel con una sonrisa.

—Papá...

—¿Se harán cargo? ¡Genial! —dijo Miguel.

—En realidad... —empezó Ethan.

—Es un chiste interno —dijo Daniel riendo—. Cuando los chicos eran pequeños, actuaban como si fueran los dueños.

—Por supuesto, se criaron en la sala de exposición —dijo Amanda—. Casi nacen ahí.

—Lo que los niños quieran hacer con sus vidas depende de ellos —continuó Daniel—. Si deciden ir a una universidad cerca y sacar una maestría en negocios, mucho mejor.

—Miguel —llamó Amanda—, ¿cómo te ha ido en la escuela?

—Bien. Muy bien —rió nervioso.

—Tiene muy buenas notas —dijo Carmen con una sonrisa orgullosa.

—Sí, es todo un nerdo —dijo Johnny sonriendo.

Luca le dió un codazo a Miguel molestándolo. Cassie rió por lo bajo.

—Con esas notas puedes ir donde quieras —le dijo Daniel.

—Sí, me gustaría ir a Stanford.

—Es una gran escuela —dijo la mamá de Cassie, Molly.

—Sí, es la número seis del país —contestó Miguel. Ethan notó que sus ojos brillaban de la emoción.—. El campus es hermoso.

—Sí, es una gran opción. Pero la matrícula... Otra opción es Santa Monica, ¿no, Miguel? —el bajo la mirada—. Ahorrar dinero, vivir en casa y ver qué hacemos después.

—También es genial, esta junto a la playa —dijo Daniel tratando de subir su ánimo—. ¿Viste su campus?

—No, en realidad no... —Miguel estiró su brazo y botó una copa de vino—. ¡Señor LaRusso, mierda! ¡Digo, lo siento!

—No te preocupes, por favor —se empezó a limpiar con una servilleta—. Es solo un poco de vino.

—Cassie quiere estudiar en Columbia —dijo Molly cambiando el tema mientras Miguel volvía a sentarse preguntándose a si mismo por que era tan idiota.

—¿Columbia? —preguntó Sam confundida.

—Uhm... —Cassie sonrió un poco incómoda—, sí...

—Yo quiero ir a Harvard —dijo Luca viendo con incomodidad la mirada de Molly sobre su hija—. Tengo buenas notas, creo que puedo entrar.

—¿Ustedes a dónde quieren ir? —preguntó Carmen amablemente hacia los mellizos.

—A mí me gustaría ir a la Universidad de Chicago —respondió Sam dándole una mirada confundida a Cassie.

Habían planeado ir juntas a esa universidad, ¿desde cuando Columbia estaba en las opciones?

—No he pensado mucho en eso —dijo Ethan jugando con sus manos—. He estado un poco distraído últimamente, ya lo resolveré.

Un par de horas más tarde ya habían terminado de cenar y los LaRusso acompañaron a las dos familias a la puerta.

—¿Mañana me encargo de los Colmillos de Águila? —dijo Daniel dándole la mano a Johnny.

—Sí, yo mejoraré los ataques de tus chicos —apuntó a Miguel—. Que la defensa no te ponga blandengue.

—Mañana será genial. Mientras el sensei los devuelva a todos de una pieza.

—No lo prometo.

Ethan le dió un apretón de mano a Miguel que se veía decaído. El le dió una corta sonrisa.

—Tranquilos, chicos —dijo Carmen.

—Adiós, familia LaRusso —dijo Johnny y se acercó a Ethan para despeinarlo completamente.

—¡Lawrence! —le gritó antes de pegarle un manotazo.

—¡Oye respétame! —dijo sonriendo—. Mocoso.

—Fuera, viejito —respondió Ethan riendo por su cara de indignación.

—Hablo enserio —dijo Daniel con una sonrisa mientras cerraba la puerta—. No maltrates a mis Miyagi-Dos.

Ethan había ido a tomar agua y cuando volvió, escucho a Miguel hablando con los chicos.

—¿Y si creen que soy poca cosa? —preguntó Miguel.

—Amigo, eres El Serpiente, el campeón del All Valley —contestó Halcón—. Solo muestra de qué estás hecho. Superarás lo que sea que hagamos hoy.

Ethan bajo la mirada con confusión, ¿desde cuando Miguel se sentía insuficiente?

Volvió con el grupo cuando vió a su papá acercarse.

—¿Estás bien? —le preguntó Luca en voz baja a Ethan recibiendo solo un asentimiento.

—Me uní a Eagle Fang para no estar con mi papá pero supongo que prefiero esto a que peleen —murmuró.

—Luego de entrenar con el sensei Lawrence, lo de hoy serán vacaciones —dijo Mitch sonriendo.

—No estés tan seguro —murmuró Ethan cruzados de brazos.

—¿Quién se va de vacaciones? —preguntó Daniel.

—Nadie —contestó Miguel—. ¿Qué haremos, señor LaRusso?

—Vengan. Sé que les enseñaron a golpear primero. ¿Qué hacen cuando su oponente es más rápido?

—¿Son reales? —preguntó Mitch.

—Por supuesto —Ethan vio que el estanque estaba lleno de peces—. La lección es simple. Atrapen un pez. Pero como sé que les gusta la competencia, lo haremos interesante. El primero que lo logre tendrá el honor de liderar la clase toda la semana. Y de elegir el sabor de Gatorade.

—¡Eso es! Espero que les guste la de color azul.

—¿Dónde están las cañas?

—En mi garaje. Solo usarán sus manos, es todo lo que necesitan. En sus marcas. Listos. ¡Ahora!

Todos rodearon el estanque. Ethan sonrió y acercó con toda la tranquilidad del mundo. Miguel se cayó de cara al agua.

—Parece que te mojaste un poco —sonrió Daniel—. Bueno, vamos a secarte.

—Casi atrapo uno, definitivamente toqué una escama —dijo Mitch.

—Cállate, hasta yo estuve más cerca que tu y apenas metí las manos en el agua —se burló Luca.

—Conozco un restaurante con una gran pecera —dijo Halcón—. Podemos ir a practicar. ¿Vienes?

—No, mi mamá viene a buscarme —respondió Miguel decaído.

—De acuerdo, mantente seco, amigo.

Los chicos se fueron y Ethan se quedó con Miguel. Quería hablar con el pero no sabía como iniciar la conversación.

Antes de que pudiera si quiera intentarlo, el teléfono de Miguel comenzó a vibrar.

—Hola, mamá —saludó—. Sí, ¿ya vienes? Sí, sigo en Miyagi-Do. ¿Qué? ¿Estás bien? Bien. Sí, iré a casa en un Uber. Te quiero. Adiós.

—¿Todo bien? —preguntó Daniel.

—Mi mamá tiene problemas con el auto.

—Te podemos llevar —dijo Ethan.

—¿Qué problema? ¿Puedo ayudar?

—No, llamará a una grúa.

—Claro que no —negó Daniel—. Sé lo que cobran esos chacales. Llamaré a mis chicos.

—Eso no es necesario...

—Miguel, te va a insistir hasta que aceptes —sonrió Ethan.

—Gracias, señor LaRusso.

—No es nada, ¿de acuerdo? Vamos, te llevaré al garaje.



























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