๑ O4 ┊ ❝ El asesinato ❞

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     Existen situaciones que terminan recordándonos a ciertas personas, incluso un aroma en particular o hasta un color; esa es la capacidad del gran cerebro humano, conectar una cosa con otra y así crear un recuerdo. Lian sentía un vacío cuando meditaba en algo como eso, llegando a la conclusión de que todo andaba mal con su cerebro en cuánto a los fragmentos de recuerdos, inconexos entre sí, con algunas memorias que eran piezas completas y a otras faltándoles un trozo.  Comenzaba a acostumbrarse a ello, diciéndose que entre menos recordara sobre su hermano, el dolor no sería tan intenso.

     Sin embargo, no siempre tenemos control sobre lo que pensamos o no. Esa mañana, las ganas de llorar se hicieron presentes sin saber con certeza la razón. Se sentía tan pequeña en su cama y pensaba quedarse todo el día recostada dejando que las mantas la volvieran parte de ellas hasta no sentir nada; el silencio era sepulcral y sobretodo su departamento se encontraba vacío, y esa profunda tristeza que se esforzó por ignorar le cayó una vez más como un balde de agua fría, y pensando en ello, se dio cuenta de la horrible resaca que la estaba torturando desde que abrió los ojos. ¿Cómo había llegado a su hogar? Desconocía la respuesta, aunque podía hacerse una idea de quién la había ayudado así que la inquietud desapareció enseguida.

     Lian observó su entorno y formó una mueca de disgusto al oler su propio aliento. Después de su encuentro con aquel hombre que le ayudó todo resultaba muy borroso e intentar recordar suponía un esfuerzo enorme en ese momento, por lo que decidió no pensar mucho al respecto y se levantó de la cama con especial cuidado, temiendo no estar en sus cinco sentidos aún.

     Pocas veces se había emborrachado, de eso sí que estaba segura, le gustaba pero prefería evitarlo a menos que quisiera perderse un poco, como fue el caso de la noche anterior con sus amigos.

     Se dirigió a paso lento hacia el cuarto de baño, masajeando sus sienes deseando poder ausentarse, pero antes de la fiesta, Volkov les advirtió que no habría día libre y tomó el riesgo sin importar lo jodida que estaría, y ahora sí que importaba porqué parecía que le martillaban la cabeza y solo ansiaba dormir el día entero, seguramente como quisieran hacerlo Gustabo y Horacio. Ah, sus amigos...

     Pensar en ellos le reconfortaba en sobremanera y agradecía que estuvieran dispuestos a cuidarla sin importar qué. Lian llegaba a sentirse mal al intentar recordar algo sobre ellos más allá del tiempo que estuvieron juntos en la mafia, si es que los conocía desde pequeños, o cómo llegaron a su vida o si fueron víctimas de su hermano porque si ese fuera el caso entonces no podría mirarlos a los ojos desde ese momento. Los dos hombres eran un cielo con ella ¿acaso lo merecía? La idea de preguntarles asaltó su mente mientras abría la llave para que el agua caliente cayera sobre su cuerpo, abrazándose a sí misma en cuánto la tristeza la invadió repentinamente.

     Fue como si hubiese tenido una epifanía que le provocó una punzada en el abdomen, un tirón en sus entrañas tan fuerte que sollozó al darse cuenta de que no merecía ni la mitad de la amabilidad que ahora le mostraban Gustabo y Horacio. ¿Qué tanto habían vivido gracias a ella? Y ¿por qué ellos actuaban como si nada?

    « Escuchaba cómo Gustabo le gritaba a Horacio que era un inútil y que debía esforzarse más por la mafia. A mi lado, Yun reía con total diversión y le miré molesta por la situación; estábamos espiando a los chicos al escuchar todos los gritos, pues parecía que el plan de mi hermano estaba resultando tal como él lo quería y eso me hizo sentir cómo una basura por formar parte de ello. Estaba destrozando la bella amistad de Gustabo y Horacio ».

     Se hipnotizó viendo el agua caer como si fuera lluvia, hacía frío y pensó que debería torturarse un poco aunque no fuera el equivalente a todo lo que debió haber sentido Horacio. Las cosas eran un poco más claras, como un foco de emergencia que se encendía para alertarle de lo urgente que era buscar respuestas a todas las preguntas que surgían conforme analizaba ese recuerdo desbloqueado. Tomó fuerza de voluntad para terminar de ducharse sin dejar de pensar en eso, haciendo el esfuerzo por recordar el contexto o alguna otra pista que ampliara el panorama de esa situación. Pero nada. Una vez más su memoria decía «hasta aquí puedes ver».

     Era frustrante.

     Por un momento pensó en desobedecer y quedarse en su hogar y meditar en todos los asuntos que la abrumaban, de no ser por el comisario Volkov que no se cansó de insistir por mensajes y le llamó. Ignorar un par de mensajes podría ser normal, una llamada ya resultaba preocupante, así que no demoró en contestar, no sin antes dar un largo resoplido.

¿Por qué no contestas mis mensajes? —Víktor se escuchaba molesto, podía imaginarlo con una mano en su cadera y el entrecejo fruncido.

—Estaba ocupada —respondió sin mucho ánimo esperando a que el comisario se diera cuenta y decidiera apiadarse de ella solo por esa ocasión.

Deja todo lo que estés haciendo, tenemos una situación más importante y necesito que acudas al lugar donde se ha hecho la llamada de entorno —Lian apretó los labios mientras le escuchaba hablar, sintiéndose orillada a decirle que no se encontraba de la mejor manera, pero tal vez era mejor estar fuera—. Acompañarás a Gustabo, seguro ya está esperándote así que no demores más.

—10-4.

     Y colgó.

     Terminó de vestirse, tomando su tiempo sin importarle si llegaba quince o veinte minutos más tarde, Gustabo era perfectamente capaz de encargarse un rato solo, aunque había algo en el tono de voz del comisario que le hizo pensar que se trataba de un asunto grave. La ciudad llevaba sumida en una aparente tranquilidad que resultaba inquietante, al parecer eso se había terminado, lo que significaba más trabajo para el CNP, sumando grandes sacrificios como renunciar a dormir en una cómoda cama y pasar un par de noches en un coche patrulla o en la misma comisaría para estar alerta de cualquier ataque, pues dicho edificio era como la fortaleza de la ciudad y sin ella entonces todo podría venirse abajo.

     El panorama no era nada agradable. A medida que se acercaba al bar podía ver patrullas, personas intentando pasar los cordones policiales y otros oficiales tomando nota de testimonios posiblemente útiles, o cuidando el área. Debido al poco personal, se solicitaron refuerzos a la comisaría del norte, quienes de inmediato acudieron al llamado de apoyo, por esa razón Lian no reconoció ningún rostro, probablemente la mayoría de sus compañeros se encontraban por las calles manteniendo el orden para no dejar que los ciudadanos sucumbieran al pánico por este ataque poco común. No se trataba de un asesinato cualquiera, era más como una nota de advertencia para el CNP.

     La mujer bajó del auto, mostrando su placa a los compañeros encargados de no dar acceso a desconocidos, y al pasar la entrada del bar pudo sentir cómo un nudo se formó en la boca de su estómago, las manos comenzaron a sudarle de igual manera ante la incertidumbre de no saber qué encontraría frente a ella, al fin y al cabo seguía siendo una alumna y no terminaba de comprender la razón de Volkov para enviarla a aquel lugar. El recorrido parecía largo y tortuoso, con cada paso que daba era como si sus pies andaran por arenas movedizas que hacían más lento su paso, así que decidió distraer su mente con la extravagante decoración del lugar pensando en que a pesar de eso resultaba más agradable con la luz del día.

     La expresión en el rostro del rubio le dejó saber que el problema acababa de volverse real. Gustabo aferraba sus manos al cinturón, donde portaba su glock y taser, en un intento por mantenerse sereno, pero cuando su mirada ubicó a Lian supo que por fin podía dejar de fingir una tranquilidad que no existía.

—Estamos jodidos —afirmó en cuánto ella se acercó a su lado y resopló rendido.

—¿Tan mal está? —cuestionó a su amigo con cierta preocupación, guardando la pequeña esperanza de que le dijera que en realidad no era nada malo.

—No he visto el cuerpo aún porque te estaba esperando para ello, pero a juzgar por lo demás, sí, está muy mal —Su diestra viajó hacia su rubia cabellera y peinó esta con los dedos en un gesto de frustración—. Todo iba tan bien.

—Tranquilo, te aseguro que esto se resolverá pronto —Su mano tomó la pistola de su propio cinturón y se puso en posición para entrar a explorar el área a pesar de que fuera obvio que el culpable no se encontraría en la escena —. ¿Entramos o qué?

—Venga, va —Gustabo le imitó y empujó la puerta del baño de caballeros, entrando él primero y enseguida haciéndole una seña a Lian para informarle que era seguro pasar. Aparentemente todo se encontraba en orden, nada fuera de lo común, hasta que Gustabo caminó a uno de los cubículos y en ese momento las piernas le temblaron y se preguntó si su compañera se estaría sintiendo de la misma manera.

     No era primera vez que veía un cadáver, de hecho, arrebató vidas inocentes cientos de ocasiones siendo policía o mafioso, incluso en inocentes bromas que terminaron mal. Pensó que tal vez ahora tenía un punto de vista distinto debido a sus sesiones semanales con el psiquiatra; Gustabo era casi como una persona nueva a la que aquel sórdido asesinato le traía recuerdos abrumadores que ansiaba desechar algún día. Por su parte, Lian adquirió una posición encorsetada al ver el cuerpo inerte de un hombre inocente, y lejos de sentir las náuseas que esperaba, obtuvo una preocupante sensación familiar que no podía significar nada bueno.

     « La mirada ominosa del pelirrojo le hacía sentir acorralada, claramente no era un momento muy agradable. Cuando vio el cuerpo de aquel oficial inocente reafirmó que estaba en medio de una guerra en la que no quería seguir luchando, con su corazón dividido en medio de dos bandos.

—No me importa a cuántos debamos matar para llegar hasta él, si es necesario deshacernos de cada madero, es lo que haremos ¿entendido? No quiero que dudes ni un instante ».

     Aquella víctima de pronto se convirtió en el alumno Leopoldo recién fallecido, de quién recordaba cómo suplicaba asustado, hablando por radio haciendo que la cuerda por la que colgaba su vida se aflojara más y más con el pasar de los minutos. La impotencia abrazó su cuerpo y le hizo tirar la pistola al suelo, ganándose la atención de Gustabo avisando por radio para que los forenses pasaran.

—¿Estás bien? —Se levantó del suelo y se acercó a sujetar sus hombros, dándole un ligero apretón para hacerle reaccionar.

—Tú...—Le miró con una repentina expresión de tristeza—. Estabas ahí ese día.

     Gustabo se notó sorprendido por su afirmación y antes de preguntarle a qué se refería el equipo forense entró. Tomaron fotografías del cadáver y la escena del crimen, buscaron cualquier cosa que pudiera ser una pista y mientras ellos realizaban su trabajo, el mayor la sacó del baño para hablar con calma. No sabía a qué día podía referirse, pasó tanto tiempo en The Union que tantas cosas sucedieron, podría estar seguro de que ella no recordaba nada hasta ese momento, así que esperaba no meter la pata.

—¿Qué te pasa?

—El día que murió Leopoldo —Gustabo pudo sentir una punzada en la cabeza al escuchar ese nombre después de tanto tiempo, ¿a qué venía todo eso?

—Sinceramente no comprendo qué tenga que ver aquí —Se cruzó de brazos, poniéndose a la defensiva.

—Es el motivo por el que mataron a ese oficial y lo que representa para mí —Ese segundo recuerdo en  el día le comenzaba a alterar. Era significativo al igual que el otro, y tal vez exponía una pieza clave en la muerte de su hermano.

—Estamos trabajando, no podemos hacer esto ahora.

—¿Entonces cuando? Dicen lo mismo cada vez que hago preguntas sobre lo que pasó tiempo atrás y ustedes simplemente las evaden —El tono de su voz se elevó conforme hablaba, siendo incapaz de controlar los abrumadores sentimientos que la golpeaban con rudeza—. Solo quiero saber qué pasó en ese incidente que tanto se esfuerzan por ocultar.

     Frente a él se encontraba una mujer indefensa que le recordó a Horacio hacía años, lo cuál le pareció triste y en tan solo un par de segundos consideró mandar todo a la mierda y decirle lo que tanto anhelaba saber, cuando una potente voz les impidió seguir hablando.

—Oficial Igarashi, vuelva a comisaría de inmediato —Ordenó tajante el comisario Volkov, ignorando aquellos orbes llorosos que le miraban con impotencia—. El subinspector Horacio le espera afuera, nos veremos en comisaría para comenzar a discutir este caso.

—10-4 —Sorbió su nariz y caminó hacia la salida del bar, pasando por un lado del peligris, quién la tomó del dorso de su mano para detenerla y le dio una gélida mirada.

—Ahora no podemos darnos el tiempo de lloriqueos ¿ha quedado claro?

     Lian no respondió nada, claramente le había dolido la manera en que le habló. Se soltó de su agarre y apresuró su andar para salir de ese asfixiante lugar en busca de su amigo Horacio.

—Eso estuvo mal, hombre —Le reprochó Gustabo, obteniendo la mirada del peligris al asegurarse de que la mujer abandonó el edificio —. ¿No te parece que fuiste un poquitín duro con ella?

—Estamos trabajando, no es momento para esas mierdas —Avanzó hasta quedar frente al rubio, y este suspiró rendido.

—Recordó algo y me preocupa que cierta persona haya aparecido en ese recuerdo.

[...]

     Horacio se mantuvo en silencio durante todo el camino, mirando de reojo a la pelirroja que se encontraba perdida observando el paisaje detrás de la ventana del auto. Gustabo le dijo por mensaje lo sucedido en el bar y de igual manera desenterró momentos que prefería mantener alojados en lo más profundo de su memoria, la tensión de ese día le sacudió y secó su garganta, por lo que carraspeó captando sin querer la atención de su amiga.

—Leopoldo —pronunció sin ánimo—. Estuvieron cuando eso pasó.

—Afirmativo —El nerviosismo sacudió a Horacio y aferró sus manos al volante, apartando la mirada de inmediato para concentrarse en el camino. Gracias al cielo se encontraban ya cerca de comisaría.

—Mi hermano estaba al frente de esa operación ¿verdad?

     «El que calla otorga» pensó Horacio. Sabía que si no contestaba su silencio significaría una respuesta afirmativa para ella; no quería pronunciar un sí, aunque tampoco deseaba llenarla con más mentiras. ¿Qué podría hacer? Finalmente cedió y le dijo lo que Lian necesitaba saber.

—Sí, lo estuvo —Horacio guardó silencio un par de segundos y tras relamer sus labios volvió a hablar—. Xiaomi no quería matarlo, pero siendo sinceros el inspector Brown hizo una pésima negociación, en ese tipo de cosas el tiempo es valioso.

—Lo entiendo.

—Con eso demostró su punto.

     Lian alzó una ceja en señal de confusión ya que muchos aspectos de su hermano como jefe de la mafia eran difusos. Le causaba curiosidad y al mismo tiempo el temor escalaba por ella como un escalofrío que la sacudía.

—¿Qué punto? —preguntó al intentar imaginar el escenario de esa situación.

—Que en la policía son capaces de sacrificar a cualquiera de los suyos, mientras que en la mafia todos se cuidan como una verdadera familia —El dolor vino a Horacio nuevamente y realizó un gran esfuerzo para no permitir que su voz se quebrara al sentir aquel nudo en su garganta—. Estuve en los dos bandos, y aunque es verdad que The Union era muy distinto al CNP, simplemente yo no estaba hecho para estar entre ese tipo de personas. Los motivos correctos no justificaban sus métodos cuestionables.

     Al parecer Lian había leído el pensamiento de Horacio, suplicando mentalmente no continuar la conversación, entendió de igual manera que por su reacción posiblemente esa época era una de las que prefería dejar en el pasado, y lo admiraba por ser capaz de eso. Si meditaba en ese punto, por lo que recordaba de apenas hacía un año, ella se sentía incapaz de soltar aquello que de algún modo la tenía sujeta del tobillo y ¿qué era eso? Daba la impresión de que alguien quisiese que indagara en el pasado y eso volvía más fuerte su secreta determinación en averiguar qué es lo que ocultan sus amigos y compañeros.

     Sin embargo, debía dejar de lado su objetivo por ahora, el asesinato que el CNP tenía por resolver debía ser su prioridad ya que por boca de los demás oficiales significaba un período nuevo de caos, sin saber que en realidad el caso se conectaba a ella.

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