05. ¿Te cuento 𝘂𝗻 secreto?

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𝐒𝐀𝐋𝐈𝐌𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐅𝐀𝐂𝐔𝐋𝐓𝐀𝐃 y nos dirigimos al lugar donde estaba aparcado mi coche. Casi a la altura del mismo,me giré hacia Dalton. Este me miró con el ceño fruncido. Se notaba que era retraído y le costaba abrirse a los demás. También noté que era nervioso y sensible por naturaleza y, sobre todo, solitario.

Jamás me había identificado tanto con nadie hasta que apareció él en nuestro cuarto compartido.

Puede que yo fuera más sociable pero también en muchas ocasiones me albergaba la inseguridad y el miedo social y pese al poco tiempo que llevábamos juntos noté que sus mejores amigos eran los auriculares y los dibujos.

Vivía en su propio mundo y me preocupaba que regresara de nuevo al Más Allá o a La Lejanía al poseer el don de tener viajes astrales porque temía que pudiera conectar de nuevo con esos seres del portal y alejarse de la vida real, de su familia, de sus amigos si es que tenía. E intuyendo lo que decían sus palabras, está claro que esos seres no eran ni son buenos.

Quería contarle lo que había soñado la noche anterior a su llegada y me debatí mentalmente mientras sacaba las llaves de la mochila sobre qué hacer, mejor dicho, qué decir al respecto.

—Dalton... —murmuré sin saberlo. Frunció más el ceño pero minimizó sus rasgos para dirigirme una pequeña sonrisa y tranquilizarme.

—¿Sí? —preguntó. En su voz noté cierta incertidumbre—. Oye, sé que todo lo que...

—No, no es eso —le interrumpí de inmediato con una pequeña disculpa de mano—. Es que yo también tengo que contarte algo. Un secreto, bueno, no; no es un secreto pero es importante que lo sepas.

Él asintió con la cabeza.

Debía decirle que soñé con su dibujo, debía de confesarselo, debía de hacerlo. Pero no podía, simplemente no podía hacerlo. Otra parte de mí me obligaba a callarme.

Sus ojos azules me miraban con curiosidad y con algo de temor.

«Soñé con tu dibujo la noche antes de tu llegada».

—¡No tengo carné de conducir! —exclamé moviendo las llaves de un lado a otro entre mis manos. El tintineo metálico nos produjo risa—. ¡Y voy a conducir!

Dalton esbozó una risita tímida.

—Estamos apañados. —Pese a ello, no había ni un atisbo de preocupación en su rostro, más bien de alivio—. ¿Qué probabilidades hay de que lleguemos sanos y salvos al pueblo?

—Un 99'9 por ciento —bromeé.

—Esperemos que ese uno por ciento restante sea bueno con nosotros y no nos quiera saludar por el camino —bromeó él a su vez.

Me sentía mal al mentirle pero también me gustaba ver su sonrisa. Estaba apagado y ver cómo poco a poco lograba sacarlo de ese bucle me alegraba por dentro.

¡Y decía una broma! ¡Por primera vez!

—¿He oído bien? ¿El mismísimo Casper de Dalton Lambert ha dicho una broma? —me burlé con afecto. Él sonrió. Me gustó haberle puesto el mote de Casper cuando dijo que flotaba por la casa y salía por la ventana cuando era pequeño. Tuve miedo de que se lo tomara a mal pero no fue así, a partir de entonces siempre que puedo se lo digo para sacarle una sonrisa—. Sea lo que sea, te prometo que no nos pasará nada, sé conducir pero todavía no he hecho el examen final.

No esperé su respuesta, di la vuelta al coche y me metí dentro. Dalton entró y se puso a mi lado.

—Estoy seguro de que aprobarás —dijo al fin—. Solo debes confiar en ti.

Se lo agradecí con la mirada y arranqué el motor.

El trayecto fue tranquilo pues las carreteras interurbanas suelen estar vacías a estas horas de la tarde por esta zona universitaria. Dejamos la facultad atrás hasta que su tejado fue desapareciendo poco a poco por los árboles robustos que crecían allí.

A veces miraba de soslayo a Dalton que estaba mirando por su retrovisor con la misma mirada perdida que ponía cuando se preocupaba, cuando recordaba.

—Sé que no estaba en coma. —Su voz era apenas un susurro pero era tan firme que rompió el silencio—. Sé que todo lo que recuerdo es real pero no alcanzo a comprender cómo me quitaron esos recuerdos... es raro. Fue como si hubiera pasado toda mi vida en un sueño para luego no recordar. Olvidar cosas que sucedieron y que poco a poco regresan a mí a través de...

—A través del arte y de los retratos —continué yo. Él se giró hacia mí, sorprendido. Sabía que era cierto—. ¿Por qué no olvidas esos recuerdos?

—Porque no debemos eliminarlos incluso si son recuerdos dolorosos, forman parte de nuestra vida, es inútil pensar lo contrario —afirmó él—. Cuando empecé a dibujar, yo... —paró en seco, sus dedos estaban jugando nerviosamente encima de sus rodillas como si quisiera dibujar algo o alguien, al darse cuenta de ello, sacó su móvil casi de forma autónoma y sus auriculares—. Disculpame... necesito... lo siento.

—Adelante, no te preocupes. —Sabía que si escuchaba música se relajaría en cierta parte así que lo dejé tranquilo pues también las canciones le servían para desconectar de todo un poco, así que lo primero que hice al llegar al pueblo fue ir a una tienda de música y discos. A mí también me gustaba la música, incluso cuando llegué a la facultad puse en mi habitación una radio para poder escuchar mis canciones favoritas.

Al aparcar —milagrosamente bien— en un aparcamiento, apagué el motor, quité la llave y Dalton se quitó los auriculares para decirme en apenas un murmullo como si fuera nuestro peligroso y pequeño secreto:

—¿Ves? Confía más en ti, llegamos a salvo.

—Por poco, casi me pierdo en el camino. —Lo cual era mentira y él lo supo porque se rió. Solo había una calle que llegaba al pueblo, lo demás era bosque, era imposible perderse por carretera.

Vi que Dalton se había quitado el cinturón y ya estaba haciendo ademán de bajar del coche pero lo detuve en seco.

Se volvió.

—Quiero... quiero hacer una cosa privada. ¿Podrías quedarte aquí?

Una sorpresa para él, en realidad.

—Está bien, esperaré —Se echó la cabeza hacia atrás para apoyarse en el respaldo—. Si necesitas ayuda... toma... este es mi número. —Me dio su número y lo apunté con dedos torpes en mi móvil. Que me lo diera me hacía sentir nerviosa y por asombro, él también lo estaba—. Avísame si ocurre algo. —Se colocó los auriculares y empezó a buscar canciones. Le gustaba la de los ochenta como a mí así que no me costó buscarle el género.

Al verlo con la cabeza en el respaldo temí que se quedara dormido y aproveché que no había puesto todavía la música para decírselo, sin embargo, justo cuando abrí la boca, me detuvo.

—Tranquila, no me dormiré.

Respiré hondo, guardé las llaves y entré a la tienda. Me llevé un ejemplar de Never Ending Story de la película "La historia Interminable". Tanto la película como Limahl y su letra me motivaban cada vez que escuchaba la canción. A pesar de no vivir en la década de los ochenta sentía un gran cariño hacia ella.

Antes de salir, escondí la cinta en mi mochila y me dirigí al coche. Por suerte, Dalton estaba despierto y no había cerrado los ojos. Cuando me vio, alzó la vista por la ventanilla.

—¿Te puedo ayudar ahora?

Le dije que sí y salió, colocándose a mi lado. Ahí, a su lado apenas le llegaba a los hombros y noté que me seguía poniendo nerviosa en su presencia pero no era una ansiedad mala, muy por el contrario. Estaba feliz con él, solo que tenía miedo de estropear todo y que me dejara de hablar.

Sobre todo, por lo que iba a hacer ahora.

Nos dirigimos a un supermercado pequeño, era un pueblo así que tampoco esperé que llegara a ver un centro comercial pero la sal era fácil de localizar. Sí, sal. Cuando entramos y fui al estante adecuado, la cogí sin dudarlo, sin tan siquiera mirar la reacción de Dalton aunque tenía miedo de imaginarla.

Era una locura pero todo esto era ya de por sí una gran locura.

—¿Sal? —No miré su expresión, solo seguí avanzando hacia delante pero solo por su tono de voz me dio a entender que pensaba que estaba de broma.

—Sal —musité y cogí valor para mirarlo a la cara, estaba sorprendido y anonadado a partes iguales pero no rebajé—. Pensarás que es una locura pero la sal ha provocado una industrialización que arranca desde la prerromanización, siendo potenciada después por los romanos. Por ejemplo, en las liturgias paganas y cristianas formaba parte de sus ritos sagrados, como el bautismo, la consagración de templos, la bendición de aguas. Lo que quiero decir con esto es que es un mineral es un elemento mágico cargado de significados esotéricos los cuales dicen que hace limpiar la negatividad. —Suspiré mirando el frasco de cristal. La sal dentro se veía limpia, pura, blanca. Comestible sobre todo. Pero mejor algo que nada—. Supongo que por algo debemos de empezar, ¿no?

—Sherlyn, la sal se usa en los casos donde los entes salen de fuera no de dentro. Esos mismos entes los traigo yo, dentro de mí, de mi cabeza. No son de fuera —me explicó él. No sabía qué decir, era verdad que solo era una superstición pero me sentía tranquila si lo compraba. Es esa misma sensación como cuando alguien tiene el presentimiento de que tiene que llevar una botella de agua en un campamento de verano si no quiere sufrir una insolación. Y si no se lleva, se siente inseguro por el camino, pensando y pensando sin llegar a nada.

—Lo que sea, no pasa nada si me la llevo. Mejor prevenir que curar. Nunca..., he conocido algo fuera de lo común en este mundo así que es normal que no tenga ni idea pero es lo primero que se me ocurrió para ayudarte, Dalton. No me lo desprecies, por favor.

—¡No...! —exclamó nervioso, pensaba que me había hecho daño—. No te lo estoy despreciando, solo que no me parece... mira, ¿sabes qué? No pasa nada, llevémoslo, yo lo pago.

—¡Para nada! Fue mi idea, así que pago yo. —Me adelanté a él e hicimos una pequeña carrera por el supermercado entre pequeñas risas, en medio del camino alguien llamó a Dalton.

—¡Hermano! —Era un chico de la edad de Lambert pero no se parecía en nada a él. Tenía el cabello corto y negro con pequeños rizos revoloteando por sobre su cabeza. Tenía un zarcillo en una de sus orejas. Sus ojos negros no paraban de mirarnos a mí y a Dalton con curiosidad—. ¡Veo que el friki de mi hermano ya se ha hecho una amiga! —exclamó y no había ni un atisbo de maldad en sus palabras al comprobar el tono con el que fueron dirigidas.

Dalton no respondió pero noté que estaba un poco sonrojado.

—Yo soy Sherlyn, un placer. ¿Tú eres el hermano de Dalton?

—Eso dice mi madre pero en realidad ni nos parecemos, yo soy mucho más guapo —bromeó él extendiendome la mano para saludarme—. Yo soy Foster; Foster Lambert. Es un placer, Sherlyn. —Llevaba un chándal con una camiseta roja y pantalones grises. Muy estilo americano. En cambio Dalton llevaba un pantalón vaquero corto con algunos bordados rotos y una camiseta gris casi negra sin mangas. Anudada en su cintura tenía una chaqueta de cuadros negros y rojos.
Su cabello castaño claro estaba recogido con una leve coleta desde atrás. No se parecían en nada, ni siquiera en sus formas de actuar pero ambos eran igual de agradables.

Extendí mi mano y acepté su gesto de saludo. Sonrió y Dalton se quedó mirando. Noté que se estaba mordiendo los labios, quería decir algo pero no podía.

¿Foster sabía todo lo que estaba pasando? ¿Recordaba lo vivido con su hermano?

—Foster. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está mamá? —preguntó finalmente con una súbita seriedad.

—Me trajo un amigo para hacer unas cuantas compras. —Luego dejó de mirar a su hermano para centrarse en mí y en el frasco de sal que estaba en mis manos—. Supongo que a vosotros os gusta la tensión subidita —bromeó, esbocé una sonrisa pero Dalton no respondió—. Mi hermano tiene un poco de mal rollito pero en el fondo es un buen chico. Solo que a veces el gato se come su lengua y no te habla durante un rato. Bueno, a veces no..., a nuestro padre no le habla desde...

—Ya basta, Foster —le interrumpió Dalton, cogió el frasco de sal de entre mis manos y se dirigió a la caja expendedora automática para pagarla.

Foster lo observó alejarse y yo no corrí tras él, si quería pagarla que la pagara, en realidad unos cuantos dólares menos en su cartera no iba a suponer un problema y más cuando yo le ofrecí a no gastarse nada desde un principio. Ahora su hermano tenía respuestas que podían ayudarme con Dalton.

—¿Qué pasa con su padre? —pregunté y me asombró ver que mi voz pusiera tanto empeño en saberlo. Él se giró hacia mí con una mueca de tristeza vislumbrando en sus ojos—. Es decir..., no quiero ser cotilla ni nada al respecto pero he visto a Dalton un poco... raro últimamente. ¿Tú sabes por qué? —Estaba claro que no le iba a decirle nada sobre el dibujo o sobre los acontecimientos, puede que a él también le hayan borrado los recuerdos. Era mejor callarse hasta saber qué sabía o qué no.

—Nuestros padres se separaron hace unos años, desde entonces, Dalton, yo y nuestra hermana pequeña: Kali, vivimos con nuestra madre. Nuestro padre a veces nos viene a ver pero la gran parte del tiempo, Dalton no quiere estar con él, es como si sintiera que por culpa de nuestro padre toda nuestra familia se ha distanciado poco a poco pero yo no entiendo el por qué. —Se quedó pensando detenidamente pero luego, esbozó una gran sonrisa—. En fin, no importa, yo sé que nuestro padre nos quiere si no, hubiera desaparecido sin más pero aún se preocupa y nos visita cada vez que puede hacerlo, eso es lo que importa. En fin, me tengo que ir pero espero que podamos vernos de nuevo, Sherlyn, serás una buena compañía para Dalton. Yo creo que lo que él necesita es volar un poco, alejarse de vez en cuando de su mundo o, al menos, darle una oportunidad a la vida que hay tras sus bocetos, lápices y dibujos.

—Muchas gracias, Foster. Haré lo que pueda, te lo prometo —le dije, con todas mis fuerzas para que mi voz sonara firme.

Un chico lo llamó desde la lejanía, Foster volvió la vista hacia él y luego hacia mí, tras oír mis palabras se relajó.

—Creo que esa fiesta de fraternidad que montarán los chicos de la facultad le vendrá bien. Mi padre me lo contó, él mismo le recomendó a Dalton que fuera pero este solo se limitó a arrugar el papel de invitación y tirarlo. —De repente, me acordé del dibujo, también había hecho lo mismo con él—. Yo creo que tiene miedo de las chicas, las fiestas y las luces. En fin, que se le va a hacer, solo sé que si vas tú, estoy seguro de que se animará e irá él. Ahora sí, me voy ya que si no mi amigo me mata, ¡hasta luego!

Me quedé pensando... la fiesta de fraternidad se celebraba esa noche... pero yo no tenía ninguna intención de ir pues no me gustaban las fiestas, aunque si convencía a Dalton para que fuera e iba finalmente... Me animaría mucho a ir. Y más si eso haría que él mismo se desconectará de sus pesadillas y de sus traumas pasados.

Fui con paso ligero hacia él, en parte animada por su respuesta y en parte asustada por la reacción que podría tener al respecto.

❤️ ¡Espero que os haya gustado! ❤️

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