17.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Jennie no pudo ni hablar porque ya tenía una Rosé jalándola del brazo a un lugar que ella no tenía ni idea, pero no se quejaba.
Sonrió mientras se dejaba guiar, viendo a la pequeña pelinegra que jalaba su brazo.

Rosé sólo la había jalado y la estaba guiando a su departamento porque eso que había pasado en la llamada le había dejado con ganas de más.
Quería probar por completo a la menor; después de que le dijo esas palabras y colgó estaba lista, más que segura, que Jennie estaba segura de tener sexo con ella en ese jodido momento.

Y sus sospechas aumentaron más mientras sentía que Jennie caminaba a su par, sonriendo, y susurrando algunas palabras que Rosé no alcanzaba a distinguir.

La pervertida pelinaranja iba diciendo algunas cosas para calmarse que eran; partes que necesitaba para armar su mecha de colección.
Pinzas, lentes, dinero, mecha, computador, dinero, más dinero, los mechas eran caros.

Arrugó su nariz cuando sintió que habían entrado a algún elevador, y volteó a ver a Rosé, que estaba frente a ella, viéndola ansiosa. Mordía sus labios, arqueaba sus cejas, y suspiró, hasta que notó cómo la mayor se estaba frotando contra su rodilla.
Pequeños gemido salían de su boca, sus manos aferrándose a su nuca, Jennie sintió cómo el bulto que sus pantalones se empezaban a formar ya dolía.

Sus manos se dirigieron a la cintura de la otra para verla fija, abrió sus ojos y relamió sus labios, lista para hablar.

—¿Tendremos sexo hoy?

—¿Por qué susurras? Sólo estamos nosotras dos. —la mayor sólo vio el elevador abandonado, y frunció su ceño.

—Ya llevamos mucho aquí, ¿No? Parece que estamos subiendo al piso 90. —sólo hizo que Rosé volteara a ver los números, y que luego riera algo nerviosa, riendo alto y separándose para volver a ella.

—Fue porque no presioné ningún botón, oh Dios, esto de estar caliente me pone algo estúpida. —sintió cómo la mayor se paró detrás de ella, la abrazó por la cintura, y sintió ese bulto duro en su trasero.

Se volvió a frotar.

—Creo que también me pasa a mi, quiero pensar en otra cosa pero el tenerte frotándote contra mi me hace volver a la tierra. —besó su mejilla y Rosé ladeó su cabeza para hacer que sus labios se encuentren, sintió la pierna de la mayor meterse entre sus piernas y sus manos en su cintura.

Iba a volver a frotarse hasta que las puertas se abrieron y tuvieron que separarse para poder parecer normales.
Jennie respiró con regularidad y se separó de ella, invitándola a pasar, y la pelinegra sólo pasó, sacando las llaves de su departamento para poder entrar lo más rápido posible.

Estaba sonriente hasta que notó que su celular comenzó a vibrar, y lo abrió viendo los mensajes, haciendo a la pelinaranja pararse detrás de ella y verla con curiosidad.
No iba a ver los mensajes porque era algo de Rosé, así que sólo la vio a ella con un rostro neutro.

Tiró el celular por ahí, tomó la mano de la menor, y fue casi a tirarla a la cama. Después de hacerlo, ella misma se quitó la camisa, el pantalón, se despojó de todas sus ropas y se acostó al lado de Jennie, que apenas se estaba quitando la camisa.

Sus manos que estaban temblando al desabrochar su bra y después bajar a su pantalón, Rosé se acercó y besó su espalda repetidas veces, frunciendo el ceño.

Bien, recibir un mensaje de su hermanito y su mamá al mismo tiempo no era algo que la prendía y menos, algo que le agradaba antes de tener sexo con la chica con la polla más deliciosa que haya conocido. Hizo un puchero mientras veía y sentía a Jennie acostarla en la cama, sonreírle, y meterse entre sus piernas.

Llevó dos dedos a su centro para revisar la humedad, poder dilatarla, así que tragó saliva y volteó a ver a Rosé.
—¿Tienes lubricante?

—Está en este cajón. —Jennie se acercó y en cuanto abrió el cajón, se sonrojo.
Varios vibradores de varios colores, lubricante, disfraces. Y supo, que tal vez Lisa estaba demasiado equivocada en confiar ciegamente en una Rosé inocente.

Sin saber que la neozelandesa fue la que le recomendó algún disfraz y uno que otro juguete.

Sus dedos se metieron de forma nerviosa al bote de lubricante, tragó saliva, y metió dos dedos en la menor, viéndola fija a esperar su reacción. Cierto, también tenía que estimular el clítoris y ciertas zonas, eso había leído.
Así que su pulgar subió a acariciar ese pequeño montículo rosado, haciendo quejarse levemente a Rosé y llevó sus labios al cuello de la otra, esperando buscar algún punto que le genere placer.

—Uhm... Rosie... ¿Te gustan las caricias en el cuello? —la otra asintió, intentando concentrarse en Jennie pero es que realmente tenía su cabeza en otros lados. No podía con eso. Gemía pocas veces, sólo estaba acostada, y la rubia lo notó, arqueando las cejas.

¿No lo estaba haciendo bien? Jennie se separó de ella y la vio, poniendo sus manos a cada lado de su cabeza.

—Rosie, ¿Todo está bien?

—Sí, sí, creo que ya puedes meterlo. —no podía. Rosé vio cómo Jennie la miraba fija, preocupada.

—Podemos parar cuando quieras, ¿Si?

—Ajá, lo mismo te digo. —no dijo nada más y con su mano comenzó a guiar su propio eje a la entrada de la otra que sólo veía el techo, hasta el punto que Jennie sólo la vio, esperando por aprobación.

Segundos después, la menor comenzó a negar y a ver a la mayor.

—¿Podemos parar? —la pelinaranja abre sus ojos y asiente repetidas veces, saliendo, sólo la punta, de la manor y camina por su ropa, sonriendo nerviosa.

—E-entonces yo...

—Quédate, por favor, ¿Puedes abrazarme? —su hermano menor queriendo escapar de casa de su madre para vivir con ella porque tampoco aguantaba a la señora, su madre diciéndole que no quiere que se acerque al chico.
Muchas cosas en la cabeza de la menor, que en cuanto abrazó a Jennie e inhaló su olor a gomitas rojas, logró calmarse un poco.

La mayor quería preguntar, era muy curiosa y de repente tener a una extasiada Rosé por tener sexo a una que estaba al borde del llanto.
No se quejaba por el sexo, no era eso, era que se preocupaba porque en cuanto la menor abrió su celular todo cambió y como una montaña rusa, en el momento de bajar todo podía salir mal.

Sus manos acariciando la espalda de la menor, la respiración ahora calmada de la otra.

—Gracias por quedarte.

—Me quiero asegurar que estes bien. —la pelinegra se acurrucó más contra ella, asintiendo.— ¿Quieres que te pase tu ropa?

—¿En qué momento te cambiaste, Jennie?

—Me puedo cambiar en menos de 20 segundos porque algunas veces me levanto tarde para ir a la escuela, es una técnica, calzoncillos en el pantalón y bra deportivo en la camisa. —una risita de la menor, y asintió.— Entonces, ¿Te paso tu ropa? —volvió a asentir.

En cuanto la menor se puso la camisa, su timbre sonó.
Y la abrió, y ahí estaba, su idiota.

—Mamá no me quiso pasar tu dirección pero yo la conseguí por Lalisa, ¿Tienes comida? Tengo mucha ham...

Ver a la pelinaranja en la cama de la pelinegra, cama que estaba destendida. JunMyeon la vio.

—Podemos pedir una pizza... —dijo Jennie, haciendo al castaño saltar alegre.

—¡Pizza! —la rubia sonrió y caminó con él para quedar frente a Rosé.— ¿Podemos? Tu novia también quiere.

Y la menor sólo camina a su celular y marca al establecimiento más cercano, viendo cómo Jennie se sonrojó por ser confundida por su novia.
Agradeciendo por tener el celular en su mejilla para ocultar que ella también lo estaba.




Voten!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro