~•𝓘𝓷𝓽𝓸 𝔂𝓸𝓾𝓻 𝓪𝓻𝓶𝓼~•

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Minho sonríe.

El cálido tacto de Jisung le recuerda a su hogar. Lo hace sentir en paz, tan nostálgico y reconfortante.

Es la primera vez que se atreven a entrelazar sus manos en público, a caminar por la acera sin sentir miedo o temor alguno al rechazo, miradas ajenas o insultos. Recorren las calles bajo el hermoso cielo nocturno de un trece de septiembre iluminado por los faroles de los jardines y focos locales.

Es un día muy especial para ambos.
Se miran de vez en cuando y sonrien, no pueden evitar sentir sus estómagos revolviendose como si algún alimento les hubiera caído mal, como si fuera la primera vez.

Jisung siente como el clima fresco de la época lo envuelve y genera pequeños escalofríos en su cuerpo. No lo piensa mucho y se aferra al brazo de su mayor, su lugar seguro, su contención. Bastan tan sólo unos segundos para que olvide el motivo que lo acongoja y vuelva a sentirse cómodo.

Es increíble como algunas personas se vuelven indispensables en nuestro día a día, tanto que sientes que a su lado puedes lograr hasta lo imposible, cumplir metas o romper barreras. Pueden vencer al mundo.

Se sienten afortunados de tenerse el uno al otro, tanto que no parece real. Su afecto es tan inmenso que no existen palabras que abarquen toda su extensión, todo su terreno apendrentado o repleto de obstaculos que superaron juntos.

Sus mejillas enrojecen debido al frío que las acaricia mientras caminan. Las calles aún se ven bastante repletas, los negocios y bares llenos. Pero es evidente que no asistirían a aquellos antros en los que abunda el alcohol y todo lo relacionado a la vida nocturna, que ellos nunca frecuentan. Es un día importante en la vida de Jisung y Minho no se lo perdería por ningún motivo, al contrario él debe ser el primero en cantarle a su chico a las doce de la noche, mientras él cierra los ojos y luego apaga las velitas incrustadas en el pequeño trozo del pastel de chocolate.

Una campanita suena cuando abren la puerta del local. La iluminación provoca que los ojos del menor se entrecierren levemente debido al cansancio, pero es enseguida olvidado cuando el olor de las variedades de pasteles inunda sus fosas nasales.

Hay una inmensidad para elegir, un niño podría pasar horas decidiendose por un pastel para finalmente deborarlo en menos de cinco minutos.

Pero Jisung ya no es un niño, conoce sus gustos, Minho también lo hace, incluso mejor que él mismo.

Cruzan miradas y sonrien.

—Queremos el de chocolate —anuncia Minho a la mujer que se encuentra impaciente tras el mostrador, exhausta y ansiosa por acabar pronto su turno y volver a casa.

—¿Algo más? —pregunta, a lo que ambos jóvenes niegan.

Minho paga por el pastel y caminan ambos hasta una mesita de la pastelería. Miran la hora, faltan tan sólo diez minutos para media noche. Jisung está emocionado.

El mayor rebusca entre sus bolsillos y de ellos saca unas pequeñas velitas y un encendedor.

—No era necesario.

—Lo es, es muy necesario —comenta el más alto mientras enciende cada una de las velitas que había enterrado previamente—. ¿Te imaginas un pastel sin velas? O peor aún, ¿Un cumpleaños sin pastel? No es lo mismo.

Jisung sonríe, su mayor siempre sabía cómo sacarle una sonrisa, incluso si ese no es su objetivo.

Minho vuelve a observar la hora, aún falta para que un nuevo día comience, entonces esperan pacientemente a que los minutos avancen, mientras desde el mostrador la mujer los observa para matar el aburrimiento que le genera aquel turno.

[...]

"Feliz cumpleaños, Sunnie
Feliz cumpleaños a tí,
Feliz cumpleaños querido Sunnie...
Y que seas muy feliz"

—No era así —reclama Jisung entre risas.

—No recordaba la otra parte, bien ahora pide un deseo.

Jisung cierra los ojos tal como le dice Minho. Él no cree en eso de los deseos, nunca lo hizo ni mucho menos en su infancia, pero cuando se trata de Minho puede hacer lo que sea por verlo feliz.

Abre los ojos y sopla las velitas incrustadas en el pastel, aplausos de oyen luego llamando la atención de algunas personas que entran a comprar, pero a ellos no les importa.

O al menos no al mayor.

Minho saca su teléfono para indicarle la fecha a Jisung.

—Ahora eres oficialmente mi novio —comunica satisfecho con una amplia sonrisa, sujetando la mano de quien ahora es su pareja.

Varias personas voltean a verlos, aumentando la incomodidad del menor.

No lo malentiendan, él ama estar con Minho, pero también ve en las noticias como cientos de parejas son atacadas por el simple hecho de demostrar su amor en público.

Jisung no es ingenuo, mucho menos tonto. Él sabe que vive en uno de los países más homofóbicos y conservadores que aún quedan en el planeta y eso lo angustia. A veces dice que no le teme al mundo, finge valentía cuando entrelaza la mano de Minho con la suya para no desepcionar a su chico.

Pero en realidad está muy asustado.

Mira a Minho, él deslumbra una gran sonrisa en su rostro, y es que al parecer está más emocionado que el mismo cumpleañero, quien con su índice intenta hacer callar al mayor, sin éxito.

—Hey, Sunnie, ¿No estás felíz? —pregunta Minho al percibir el descontento del menor.

—No es eso, es más incomodidad —confiesa en voz baja.

Minho asiente y con tristeza suelta la delicada mano de Han para agarrar el cuchillo y dividir en dos el trozo de pastel.
Y aunque Jisung le pidió que lo partiera a la mitad quizás se pasó un poquito y sólo un poquito al entregarle el más grande al cumpleañero.

—Te dije que lo partieras a la mitad.

—Es tu pastel favorito —indica.

—Minho, sabes que no puedo ingerir demasiada azúcar.

—Ay, Sunnie, no seas aburrido, una vez no es nada, además es tu cumpleaños.

Jisung acaba aceptando, después de todo Minho es un testarudo chico que con sus encantos cautivó su corazón.

Ambos le dan una probada al pastel, luego otra, y otra. No pueden negar que está bueno, y no descartan la posibilidad de asistir ahí por segunda vez.

Siguen celebrando.
Minho intenta hacer que Jisung olvide a las personas que los rodean, y aunque por segundos lo logra, el menor no consigue desconectarse de su alrededor.

De repente alguien deja pequeños golpes en su mesita, ambos chicos voltean encontrando su mirada con tres jóvenes sentados en la mesa de al lado.

—Amigos, podrían ser más discretos —pide en voz baja uno de los chicos, los otros observan y asienten apoyando su comentario.

Jisung mira al mayor pero este no lo nota.

—¿Discretos?, ¿Con qué? —pregunta Minho con sinceridad, no comprende porqué debe ser discreto y al contrario de Jisung se mantiene firme en su asiento.

—No se hagan los tontos, saben lo que queremos decir —afirma otro de los chico.

—Minho, vámonos —pide en susurro, temeroso Jisung dejando golpesitos en el hombro de su mayor.

—Espera, Sunnie —ordena y vuelve su vista a los jóvenes que esperan impacientes una respuesta—. No queremos problemas, estamos aquí para pasar un buen rato, sigan con lo suy...

—Vinimos a una pastelería no a un Bar gay —pronuncia un tercero, con desagrado y disgusto en su mirar cada vez que cruza su vista con la de Minho o Jisung.

—Hey, amigo, nosotros no te hemos faltado el respeto de ninguna manera.

—Minho... —intiste el menor con la voz temblante siendo ignorado por Lee.

—Estás loco, no somos amigos. Mejor hazle caso a tu noviecita y lárgense —espetó el más alto de los jóvenes, los otros reían apoyando el comentario de su compañero—. Te recomiendo no meterte con nosotros.

Y esto último fue lo que colmó su paciencia. Minho podía soportar cualquier cosa, que difamaran en su contra incluso, pero con Jisung, no permitiría que nadie se meta con su chico.

—¡¿Qué te pasa, idiota?! —exclama levantándose con furia de su asiento, sus puños apretados y aquella voz asustan a Jisung. Los chicos de la otra mesa imitan la acción de Minho.

Los clientes observan, algunos se alejan, otros simplemente permanecen mudos. La chica tras el mostrador larga un rápido suspiro antes de salir de su lugar. En sus cortos veintitrés años ha presenciado tantos altercados que uno más realmente no la sorprende.

—Las discusiones afuera, chicos, me espantan a los clientes —pide con autoridad, sacandolos del local.

El fresco viento otoñal se apodera de sus cuerpos, es la una pasada la media noche y en vez de disfrutar el cumpleaños de Jisung, ambos se encuentran envueltos en una discusión que ninguno inició.

—¿Ven lo que provocan? —dice Minho molesto por no haber celebrado como corresponde el cumpleaños de Han. Este temeroso sujeta el brazo de su mayor

—¡¿Nosotros?! —eleva la voz un segundo—. Qué mierda dices, ustedes estaban haciendo cosas indebidas, lo peor es que arruinaron nuestra noche.

—Mejor vete y cuida a tu noviecita asustada —comenta en tono de burla el mismo del principio.

Minho ya no se contiene, no es capaz de hacerlo y sin importarle los llamados de Jisung, se suelta con fuerza de su agarre y a pasos firmes camina hacia los chicos para depositar un primer golpe en el rostro del mayor de ellos.

Este toca su nariz, un líquido rojo baja de ella.

—Que conste que te lo advertí —dice y sin esperar mucho le devuelvo el golpe.

—¡Minho! —Este cae y Jisung corre a su lado.

—Ahora —avisa el primero. Otro de los chicos saca rápido una navaja de su bolsillo y camina a pasos firmes dónde están Han y Minho en el suelo—. Las personas como ustedes deberían extinguirse —dice mientras los otros dos los inmovilizan, y bastan tan sólo unos segundos para que el arma quede incrustada en el abdomen del menor.

—¡Jisung! —grita desesperado Minho intentando librarse del agarre—. ¡No! ¡Jisung! —continúa con vehemencia. Mueve sus pies de un lado a otro y por más que intenta no logra escapar.

Sus ojos se llenan de lágrimas.

—Minho... —pronuncia débilmente el menor cuando recibe otra puñalada con el arma.

—¡No! ¡Sueltenlo! —ordena una y otra vez sin éxito.

La calle está desolada. Los gritos alertan, haciendo que los pocos que se encuentran en el local salgan a ver la situación.

—Chicos, vámonos —pide uno de ellos—. Llamarán a la policía.

No se sabe lo que hacen. Los clientes observan desde adentro a través del cristal. Nadie interviene y temerosos sacan sus celulares.

—¡Jisung! —continúa gritando y moviéndose con ímpetu.

—Déjenlos —grita aún con la navaja en sus manos— Fue suficiente, vámonos.

Ambos obedecen, y dejando caer a los chicos, comienzan a correr y se pierden entre las penumbras.

—Minho... —pronuncia débilmente el menor, llevando una mano a su vientre.

—No, no, Sunnie —se levanta como puede, aún con dolor en las zonas donde recibió un golpe y desesperado se aproxima al menor, tan débil e indefenso—. Tranquilo, todo estará bien —intententa animarlo sabiendo que no sirve de nada y recarga la cabeza de Jisung en sus brazos.

—¡Llamen a una ambulancia! —pide a los espectadores.

—Ay, Dios, a lo que hemos llegado —suspira la encargada de atender el local, y vuelve a su puesto para evitar ser involucrada en el asunto.

—Espérame, iré por ayuda —anuncia haciendo ademán de levantarse, pero es frenado en seguida por Jisung.

—No te vayas —pide con la respiración entrecortada—. Quédate conmigo.

—No, tengo que hacer algo, la ambulancia tardará en llegar.

—Estoy muy feliz de que seas mi novio —expresa por primera vez desde que el mayor se lo pidió varios minutos atras—. Esperé mucho este momento y que me lo hayas pedido en mi cumpleaños es mucho más hermoso.

Una sonrisa agrietada se asoma en el rostro de Minho, al igual que cada vez que está junto a Han. Hace frío. Sus cuerpos tiemblan por el viento mezclado con dolor una noche otoñal del catorce de septiembre.

—perdóname —habla Lee con los ojos cristalizados.

—Estoy en tus brazos, no me sueltes —pide en susurro, aferrándose aún más a Minho para soltar un lánguido respiro, y dejar su último latido en los brazos de su amado.

Minho rompe en llanto, se oyen sirenas a lo lejos pero ya es demasiado tarde.

—Te amo, Han Jisung —pronuncia para luego dejar un beso en su frente. El último que le puede dar, un catorce de septiembre.

Un pequeño regalito
por el mes del orgullo.💜

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