O1. 𝗧𝗵𝗲 𝗨𝗺𝗯𝗿𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗔𝗰𝗮𝗱𝗲𝗺𝘆

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𑁤.ᐟ. HABÍA SIDO UN DÍA PESADO. A primera hora, padre nos había enviado a una misión para evitar el robo de un diamante, y el resto del día lo dedicamos a entrenar, tanto física como mágicamente. Ahora, al caer la noche, todos nos encontrábamos exhaustos y adoloridos.

— Me duele la rodilla —se quejó Klaus, aplicándose con cuidado una pomada para el dolor.

— El sujeto del diamante te dio un golpe muy feo, hasta a mí me dolió verlo —recordó mi gemelo, Ben, lanzándole una mirada comprensiva.

— Y como si eso no fuera suficiente, papá nos hizo entrenar hasta el anochecer. —bufé, mirándolos desde mi tocador mientras acomodaba cuidadosamente mi cabello. A pesar del cansancio, no podía dejar de lado mi apariencia. Amaba verme bien, y sabía que a papá también le gustaba que luciéramos impecables, incluso para algo tan simple como una cena en familia.

Ben me observó en silencio, siempre atento, y pude ver en sus ojos el mismo cansancio que sentía yo. Sin embargo, había algo más, una chispa de determinación que siempre brillaba en él, y que se encendía aún más cuando estábamos cerca del otro, incluso en los momentos más difíciles.

— Mañana será otro día, y otra prueba —dijo finalmente, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros—. Tenemos que estar listos.

— No sé cómo logras mantener esa actitud positiva, Ben —comenté con una sonrisa cansada, pero sincera—. Aunque debo admitir que es contagiosa.

Klaus soltó una risa suave, a pesar del dolor que claramente seguía sintiendo. Su sentido del humor era una de las pocas cosas que parecía resistir el agotamiento.

— Bueno, si vamos a seguir adelante, más vale que nos cuidemos… especialmente por no recibir más golpes en las rodillas —bromeó, aunque su tono dejaba claro que lo decía en serio.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la rara calma que había en la mansión después de un día tan agitado, el silencio fue interrumpido por el sonido de una campanilla anunciando  la cena.

Klaus, que seguía medio recostado en mi cama, dejó escapar un suspiro exagerado antes de girar la cabeza hacia Ben.

— Benny, ayúdame a levantarme. —pidió, extendiendo sus largos brazos hacia él como un niño pequeño.

Ben rodó los ojos de la exasperación, pero no podía resistirse a la petición de Klaus, aunque fuera por el simple hecho de que sabía que nunca dejaría de oírlo quejarse si no lo ayudaba.

— Ándale, ¿no ves que estoy indispuesto? —insistió Klaus con una sonrisa pícara, aprovechando cualquier excusa para evitar el esfuerzo de ponerse de pie por su cuenta.

— Indispuesto, claro —respondió Ben con una sonrisa torcida—. Eso es solo una forma elegante de decir que estás siendo perezoso.

— Llámalo como quieras, pero igual necesito ayuda. —replicó Klaus, agitando las manos en un gesto que le decía a Ben que se apurara.

Con un suspiro resignado, Ben se acercó y le ofreció una mano, ayudando a Klaus a levantarse con un tirón rápido.

— Ahí está, el gran guerrero en pie otra vez. —dije, mientras observaba la escena desde el espejo de mi tocador, una sonrisa juguetona en mi rostro.

— No te burles, Aphrodite —se quejó Klaus, aunque su tono era más bien divertido—. A ver si después de un día como el de hoy no terminas tú en la misma situación.

— Imposible con lo excelente que soy en defensa. —dije con arrogancia, me coloqué de pie para alisar la falda del uniforme de la academia.

Los tres nos dirigimos al comedor, donde cada uno tomó su respectivo lugar de la mesa para esperar a que llegara papá y nos concediera el permiso para sentarnos.

Analicé el rostro de mis hermanos expresivos, encontrándome con el cansancio reflejado en cada uno, pero manteniendo una expresión seria.

— Pueden sentarse. —concedió el permiso papá, como si fuéramos unos soldados.

Cada uno le hizo caso y comenzamos a comer en silencio, el sonido de los cubiertos cesó por un instante cuando Número Cinco rompió el silencio, su voz cortando el ambiente pesado que se había asentado en el comedor.

— ¿Cuándo me enseñarás los saltos en el tiempo? —preguntó, su tono directo, casi desafiante.

Todos sabíamos que había roto una de las reglas fundamentales de papá: no hablar durante la cena. La tensión se hizo palpable mientras esperábamos la reacción de nuestro padre. Yo mantuve la vista baja, fingiendo concentrarme en mi plato, pero no pude evitar echar un vistazo rápido a Número Cinco. Como siempre, su expresión era desafiante, sin rastro de arrepentimiento por haber hablado fuera de turno.

Papá no levantó la vista de su comida, pero su voz fue un recordatorio frío de su autoridad.

— Número Cinco, sabes que está prohibido hablar durante la cena —le recordó sin siquiera mirarlo, su tono firme y cargado de advertencia.

Un silencio pesado cayó sobre nosotros de nuevo. Todos esperábamos que Número Cinco cediera y se callara, como solíamos hacer cuando papá nos ponía en nuestro lugar. Pero él no era como nosotros. Siempre había sido el más obstinado, el que menos temía cuestionar las reglas.

— No puedo seguir esperando. —insistió Número Cinco, su voz más baja, pero igual de resuelta.

Esta vez, papá dejó los cubiertos sobre la mesa con un movimiento deliberado, y finalmente alzó la vista para fijarse en Número Cinco. Sus ojos, fríos y calculadores, se clavaron en los de mi hermano.

— Esa es una conversación que tendremos en su debido momento, no durante la cena.  —dijo papá, su voz tan gélida que casi me hizo estremecer.

Cinco mantuvo la mirada un segundo más, pero luego, con una exhalación frustrada, asintió y volvió a centrarse en su comida. Sabía que había llevado las cosas tan lejos como podía sin enfrentarse a consecuencias más serias. El resto de nosotros continuamos comiendo en silencio, aunque el ambiente seguía tenso.

El resto de la cena pasó en un silencio casi sofocante. Sabía que esta discusión no había terminado, solo había sido pospuesta. Y mientras papá mantenía el control sobre la situación, algo en la forma en que Número Cinco había hablado me decía que no se daría por vencido tan fácilmente. La próxima vez que este tema saliera a la luz, las cosas podrían no resolverse de manera tan tranquila.

— ¿Hasta cuándo dejarás el tema de los viajes en el tiempo? —le pregunté a  Cinco mientras subíamos las escaleras hacia nuestras habitaciones. Aunque traté de mantener un tono neutral, no pude evitar que la preocupación se filtrara en mis palabras.

Número Cinco, siempre tan decidido, apretó los labios antes de responder.

— Quiero hacer más que solo teletransportarme, así que, hasta que ese viejo no me enseñe, no dejaré el tema. —determinó, su voz firme y sin rastro de duda.

Suspiré, sabiendo lo obstinado que podía ser cuando se le metía algo en la cabeza. Sin embargo, no pude evitar intentar razonar con él una vez más.

— Si Reginald dice que es peligroso, debe de ser por algo, Cinco. —comenté, intentando que mis palabras lo hicieran reflexionar. Sabía lo importante que era para papá el control en nuestros poderes, especialmente cuando se trataba de habilidades tan impredecibles como los saltos en el tiempo.

Pero él solo rodó los ojos, una respuesta que había esperado. Sabía que no era fácil hacerle cambiar de opinión, especialmente cuando estaba tan decidido.

— ¿Peligroso? Todo lo que hacemos es peligroso, Aphrodite —replicó, deteniéndose en uno de los escalones y girándose para mirarme—. Somos niños que juegan a ser héroes desde los 12 años, que se enfrentan a ladrones, incendios brutales y quién sabe qué más nos podrá hacer, ¿y crees que un simple salto en el tiempo es peligroso?

Su determinación era palpable, y por un momento, me quedé sin palabras. Tenía razón en parte, lo que hacíamos siempre tenía riesgos. Pero había una diferencia entre ser valiente y ser imprudente. Quería decirle eso, pero sabía que no lo escucharía. Número Cinco tenía una visión muy clara de lo que quería, y no dejaría que nada ni nadie lo desviara de su camino, ni siquiera papá.

Finalmente, asentí, resignada.

— Solo prométeme que serás cuidadoso. —le dije, suavizando mi tono.

Él me miró con desafío, y finalmente esbozó una leve sonrisa.

— Siempre lo soy. —respondió, aunque ambos sabíamos que su idea de "cuidado" y la mía eran bastante diferentes.

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