𝟬𝟮𝟳━━ El fantasma de la 𝗰𝗮𝘀𝗮 (+𝟏𝟖)

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❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘-𝓢𝐄𝐕𝐄𝐍 ❜
𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 👻☎️
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ The 𝗵𝗼𝘂𝘀𝗲 of the ghost

¡Dile a Ethan que lo amo y que
siento mucho no haberle dado un hijo antes de palmarla! 🔪

Evelyn...🔪


𝐔𝐍 𝐆𝐎𝐋𝐏𝐄 𝐌𝐔𝐘 𝐅𝐔𝐄𝐑𝐓𝐄 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐏𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐃𝐎𝐑𝐌𝐈𝐓𝐎𝐑𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐐𝐔𝐈𝐍𝐍 y mucho más predominante y cercano que los otros nos hizo reaccionar, dejando los móviles sobre la mesa y levantarnos del golpe, tirando las sillas al suelo.

—¡No, Tara, espera! —exclamó Chad cogiéndo a Tara del brazo, se había adelantado del grupo.

Un grito sonoro y muy horrible se oyó desde detrás de la puerta.

Pasaron segundos y el silencio se hizo presente, afuera era de noche y las calles estaban tranquilas y nosotros aquí, viviendo el infierno mientras mirábamos completamente asustados la puerta de Quinn entre respiraciones agitadas y los nervios a flor de piel.

—Corre. —Le oí susurrar a Mindy en los oídos a Anika.

La puerta se abrió de golpe y el cuerpo ensangrentado de Quinn voló precipitadamente hacia nosotros rompiendo el horrible silencio cargado de tensión que se forml segundos antes. Quinn impactó de lleno sobre mí y me ayudaron a quitarmela de encima, pude ver sus ojos abiertos y muertos observándome. Me sentí muy mal por inculparla y el pensamiento duró toda la noche, sobre todo cuando me llené de su sangre inocente, no solo el traje sino también, en toda la cara, las manos, las piernas y el cabello. Las paredes habían compartido el mismo destino que mi cuerpo. Ya no eran beige, eran rojas. El cuerpo de Quinn al ser empujado a una velocidad tan rápida desde su cuarto manchó todo lo que pilló en su corta pero frenética trayectoria.

—¡Oh, dios mío! Oh, dios mío. Oh, dios mío... —susurraba mientras me incorporaba.

—¡Oh, Quinn! —exclamó Mindy.

—¡Corred, corred! —Chad ayudó a Tara. Anika se cayó al suelo y miró el cadáver de Quinn, horrorizada.

Mindy, Sam y yo nos quedamos ayudando a Anika.

—¡Joder! —exclamó Mindy levantando la vista, seguí su mirada y me encontré con Ghostface que nos miraba detenidamente y con la cabeza ladeada en la entrada de la habitación de Quinn.

El enmascarado se acercó a ella y le hizo un corte en el brazo. Mindy se echó hacia atrás. Sam retrocedió y se tropezó con un mueble. Yo caí al tropezarme con la pierna de Sam.

Anika se quedó sola mientras intentaba incorporarse pero Ghostface la agarró por el cuello, intentó defenderse pero él era mucho más fuerte, puso sus dos manos alrededor de su pescuezo y la alzó del suelo sujetándola con una horrible fuerza, cortándole la respiración mientras volvía a ladear la cabeza hacia un lado, observándola detenidamente mientras veía cómo su vida se apagaba a través de sus ojos e intentaba a duras penas luchar por seguir con vida.

Vi de reojo que Sam fue a coger los cuchillos de la cocina pero Ghostface los había robado y no quedaba ninguno, no podíamos defendernos, esta vez, el enmascarado fue más listo que los otros dos suponiendo el caso que fuera un tercero.

Estampó sin apenas esfuerzo a Anika en la pared de la chimenea. Me levanté a duras penas y como me permitían mis piernas y el horror vivido, cuando estuve a pocos pasos, Ghostface apuñaló tan fuerte a Anika que su grito retumbó en mi cabeza varias veces. Vi cómo le retorcía el cuchillo en el lado del apéndice y lo subía poco a poco, firmemente, perforándole las tripas y rajándole el estómago. No paraba de subir el cuchillo y ya estaba llegando a la altura de su esternón, los gritos de Anika se multiplicaron.

Avancé hacia él y le lancé en la cabeza un plato de cristal que residía en la mesa más cercana, Sam hizo lo mismo con el cuchillero.

—¡Toma esa! ¡Aprendí a mejorar mi puntería gracias a Ethan! —exclamé mientras me acercaba a Anika para ayudarla a levantarse. Era una pena que Landry no estuviera aquí para ayudarnos pero en realidad era mejor así, no quería que le pasase nada malo. Era el más débil, el más asustadizo.

—¡Vamos, Vamos! ¡Corran! —exclamó Sam ayudándonos. Mindy y yo agarramos a Anika y esta posó cada brazo en nuestros hombros, urilizándolos a modo de soporte. Mientras tanto, Sam estaba detrás protegiendo nuestras espaldas. Ghostface ya se había recobrado.

Íbamos en dirección al baño cuando tropecé con una jarra en el suelo, le dije a Sam que ayudara a Anika y a Mindy pues al fin y al cabo ellas dos estaban heridas. Obedeció pero me lanzó una mirada de preocupación de igual forma le insistí que estaría bien.

Aunque estaba casi segura que no era así.

Cuando me levanté, vi de reojo una sombra veloz y negra como la estela de un fantasma y me di cuenta demasiado tarde que Ghostface se abalanzaba rápidamente hacia mí, poniéndose encima mía. Cogió el cuchillo, miré de un lado a otro buscando un objeto que me sirviera para darle y ralentizar su ataque pero el jarrón estaba ya demasiado lejos por mi impacto y no había nada, estaba perdida, estaba muerta.

Lo miré. Me observó varios segundos y sacó su cuchillo, intenté desesperadamente zafarme con pequeños movimientos pero él me sujetaba con fuerzas. Jadeé. Justo cuando tenía el cuchillo rozando la parte de la aorta de mi cuello, cerré los ojos. No lo miré, tenía miedo pero no noté un dolor fuerte sino, más bien, una caricia suave y aguda. Abrí los ojos y vi que me acariciaba con la punta de su cuchillo, la paseó por todo el contorno de mi pescuezo y fue bajando lentamente hasta dejarla en mi pobre corazón que estaba bombardeando a mil por segundos y me acarició brevemente los pechos por su paso.

Evelyn... —susurró con aquella voz modulada. Aproveché ese momento confuso para darle un rodillazo en sus partes. Era chico. Gruñó y se separó un poco pero se recobró rápidamente. Me levanté lista para correr pero vi que el enmascarado se me quedó mirando y no se movió, ni siquiera hizo ademán de atacarme. Me fijé en que esta vez, Ghostface era mucho más alto y fuerte que los otros dos. Sin duda, había un tercero. También era más peligroso, rápido y metódico.

Corrí hacia una de las habitaciones y Sam me ayudó a entrar, cerrando la puerta con fuerza detrás de mí, Ghostface ya estaba a nuestro lado y oí que clavaba el cuchillo en la puerta cerrada, lo clavó con tanta fuerza que el filo sobresalía en la parte contigua de esta.

Vi que estaba manchada de sangre. Era el cuarto de Quinn y a este se le unía la puerta del baño.

—Mindy, ve al baño —susurró muy bajito Sam mientras ponía todo su peso en la puerta de la habitación. Ghostface estaba dando empujones fuertes para abrirla.

No les conté nada de lo que había pasado entre él y yo, ni siquiera sabía el por qué me había dejado viva. Lo más probable es que me tomaran por loca.

Mindy obedeció aferrando el corte de su brazo que no paraba de chorrear sangre. Yo fui con Anika y la ayudé a sujetar su vientre abierto mientras la seguía. Sus vísceras se veían a simple vista pero ignoré ese hecho y apreté con fuerza la herida profunda con mis propias manos.

—¡Joder, está muerto! ¡Está muerto! —No sabía a qué se refería Mindy pero cuando entré al baño me di cuenta de la escena que había sido el motivo de su pánico. La bañera estaba llena de sangre como si alguien hubiera vertido en ella litros y litros de hemoglobina. Dentro de todo ese caos, los suelos y las paredes con tonos de carmesí esparcidos de aquí para allá había un hombre completamente desnudo dentro de la bañera lleno de apuñadas y cortes por todos lados. Tenía las piernas abiertas y una colgaba fuera, las venas estaban abiertas y cortadas de par en par.

Cerré los ojos y miré hacia la parte contigua pero en ese ápice de tiempo, Ghostface abrió la puerta más cercana. Mindy chilló, yo también. Sam apareció de nuevo y nos ayudó a bloquearle el paso, fuimos de nuevo a la habitación y la cerramos. Aproveché que había muchos muebles para mover la mesa de noche y una estantería con la ayuda de ambas.

Anika se sentó en la cama con los ojos cerrados, aguantando a duras penas el dolor. Ghostface se dio cuenta de la inmovilización y golpeó aún más fuerte, dando patadas, perdí el equilibrio en la primera porque lo hizo con mucha precisión y de forma violenta, pero pude recuperarme. Añadimos un libro en la encimera que ayudó como bloqueo para que no abriera el picaporte.

Me acerqué nuevamente a Anika, tubos a presión como mangueras de sangre salían a cántaros de su vientre abierto y de su boca. Miré al edificio de al lado porque me pareció oír gritos. Era un hombre que nos miraba horrorizados desde su ventana y no paraba de dar golpes para captar nuestra atención. Sam se acercó a nuestra única salida: nuestra propia ventana que antes era la de Quinn. La abrió y me di cuenta que se trataba de su novio: Danny.

—¡Eh!

—Mierda. —Oí susurrar a Sam dirigiendo su rostro hacia abajo cuando se asomó por la ventana, demasiado tarde me di cuenta que nuestra única salida era una salida demasiado suicida con más de veinte metros de altura.

—No te preocupes, voy a sacaros —dijo Danny sacando unas escaleras y pasándola por la ventana.

—¡Estás de la puta olla! —gritó Sam.

—¿¡Tienes una idea mejor!? —exclamó su novio sin detenerse.

—¡No! —exclamó Sam estirando el brazo hacia las escaleras, hicieron palanca y cuando la ajustaron, Sam se dirigió a nosotras—. Id vosotras tres primero.

—¡Debéis de hacerlo de una en una! —gritó Danny.

Los golpes en la puerta se intensificaron.

—¿¡Qué!? —exclamé—. ¡No te vamos a dejar sola!

—¡No, no! ¡Alguien tiene que ocuparse de la puerta, yo me quedaré! Luego van Anika y Evelyn. Al final yo. ¡Por favor, vamos, tira! —vociferó Mindy haciendo fuerza con su cuerpo en la puerta para detener los avances de Ghostface por entrar.

—¡Sam, venga! —exclamó Danny. Sam lo hizo y automáticamente cuando se puso a avanzar a gatas miró hacia abajo—. Mírame, guapa, mírame a mí —susurró este para calmarla. Sam le obedeció y avanzó. Las escaleras temblaron con su peso—. De aquí no me muevo, cariño, va a aguantar, te lo prometo —continuó diciendo al mismo tiempo que aferraba firmemente sus brazos sobre el soporte—. ¡Vamos, vamos, no te vas a caer, ya casi estás! ¡Venga, venga! —exclamó suavemente y al final la cogió y metió a Sam dentro—. Muy bien, muy bien, lo has hecho muy bien.

Sam se incorporó en el suelo y en el acto agarró con fuerza las escaleras. Danny la siguió.

—¡Venga, chicas! ¡Vamos!

—¡Estás perdiendo un huevo de sangre! —exclamó Mindy dirigiéndose a Anika.

—¡Di algo más... positivo, por favor! —dijo esta, asustada.

Vi cómo se aferraba más hacia su vientre que cada vez estaba más abierto, casi resbalo con el charco de sangre que se estaba formando.

—Os toca, chicas —continué yo—. Vamos.

—No, no. Tú primero —dijo Mindy—. ¡Tira ya! ¡Vamos!

—Yo... no. Tú primero —le contradije tirando de ella hacia la ventana—. ¡Vamos! —Coloqué mi cuerpo por delante de los muebles sin perder ni un segundo, las patadas cada vez eran más sonoras, más violentas. Ghostface en nada entraría de nuevo—. ¡Vamos, Mindy! ¡Por el amor de Dios! ¡Por el amor de lo que más ames! ¡Por el amor de lo que más odies! ¡Por el amor de...!

—Está bien, está bien —me cortó esta, dirigiéndose hacia Anika y dándole un beso—. Quiero que pases por esas escaleras y me devuelvas el beso, ¿me has oído? —Anika asistió, las miré con pena, ojalá todo esto acabara bien, se lo merecían.

Pero antes de que Mindy saliera, quería mandarle un mensaje porque no sé si saldría con vida de esta.

—Mindy. —Esta se giró hacia mí antes de cruzar la ventana—. ¡Dile a Ethan que lo amo y que siento mucho no haberle dado un hijo antes de palmarla! —continué y por una extraña razón, suspiré, muy aliviada tras contar la confesión.

Mindy me miró con cara de fastidio.

—¡Eso se lo vas a decir tú mismo porque eso va a ser posible! —exclamó ella y no perdió más tiempo, salió por la ventana—. ¡Y por el Espíritu Santo también con lo santurrona que eres!

Hice un puchero.

—¡Venga, vamos, Mindy! —exclamaron Sam y Danny. Mindy no tuvo tantos problemas para cruzar, era rápida y no pesaba mucho.

Cuando cruzó, llegó nuestra hora. Corrí hacia Anika, no teníamos mucho tiempo y mi peso ya no estaba junto con los muebles para ganar apenas unos segundos en el avance de Ghostface. Le cogí de la mano a Anika y la ayudé a incorporarse en el respaldo de la ventana pero esta se zafó de mi agarre y me miró.

—¿Qué estás haciendo? —Logré decir pero ella insistió con la mirada, no hacía falta las palabras para expresar lo que quería decirme—. Venga, Anika, vamos. Vas a salir tú primero. Estás herida.

Otro golpe. Y otro más. Vi de reojo la cara de Ghostface. La puerta ya estaba abierta unos centímetros más que antes.

Anika no paraba de mirarme y de sollozar. Estaba muy asustada pero decidida a partes iguales.

—Joder, venga, tía. Debes de hacerlo, yo estaré bien pero no podemos perder tiempo.

¿Dije una palabrota? Dije una palabrota.

—¡Venga, vamos, coño! —chilló Danny, desesperado.

—¡Iré detrás, te lo prometo! —Miré a Mindy que estaba horrorizada por la escena pero Anika ya lo tenía decidido y no podía rehusar porque solo perderíamos más tiempo, tiempo que no nos sobraba precisamente así que le agradecí con la mirada y salí lo más rápido que pude.

Me puse a gatas sobre las escaleras, el contacto de la barra metálica fue tan frío que me estremecí. Apoyé las rodillas sobre los finos escalones y agarré con firmeza los soportes. No miré hacia abajo porque sabía que iba a perder el equilibrio si lo hacía y mucho menos volví la vista atrás. Lo único que hice fue mirar hacia delante mientras avanzaba lo más rápido que podía pensando en Anika. Casi pierdo la movilidad de una pierna cuando esta avanzó un paso en falso pero pude recuperarme enseguida. Danny me sujetó de un brazo y las chicas del otro, ayudándome a incorporarme dentro del otro edificio y el piso de Danny respectivamente.

—¡Vamos, Anika! —chillamos todos en conjunto.

—Oh, joder... —murmuró esta mientras se ponía a duras penas en pie justo al lado de la ventana. Vi que Ghostface entraba, oí el sonido diabólico y característico del cuchillo al moverse de un lado a otro. Anika, desesperada puso las dos manos sobre el respaldo y se impulsó con las dos piernas, imitando un chillido de dolor espantoso. Ghostface empujó todos los muebles hacia un lado con una sola pierna y avanzó lentamente y a propósito hacia Anika, calculando todo, observándola.

—¡No puedo, no puedo... no puedo! —Lloró colocando la rodilla en uno de los escalones—. ¡Me duele mucho!

—¡Claro que sí puedes, tía! —exclamé para animarla—. Tú puedes con todo. ¡Vamos!

—¡Venga, cariño! —exclamó Mindy.

Sam y Danny aferraban con mucha fuerza las escaleras. Yo también.

Anika suspiró y volvió a avanzar entre sollozos.

—¡Venga, vamos! —exclamamos todos pero nos callamos cuando vimos a Ghostface justo en la ventana.

Anika se nos quedó mirando, confusa.

—¿Qué...?

—¡Anika! —chilló Mindy a mi lado. Estaba llorando—. ¡Tienes que correr ya!

—Joder... —murmuró Danny.

—Oh, dios mío —continué yo.

—Vamos, Anika, vamos —siguió Sam—. ¡Vamos! ¡Tú puedes!

Anika no miró hacia abajo y no se atrevió en absoluto a mirar hacia atrás, solo posó su mirada en nosotros, justo cuando estaba ya casi por la mitad, Ghostface clavó el cuchillo con tanta fuerza en el respaldo de la ventana que lo oí desde el otro lado. Ahora tenía las manos libres y empezó a mover las escaleras, de arriba abajo y de un lado para otro, tambaleando a nuestra amiga.

Perdió el equilibrio pero se recompuso. Estaba chillando, quería taparme los oídos. Quería desaparecer de allí. Quería bajar por las escaleras, tropezarme, darme en la cabeza, desmayarme y despertar pensando que todo esto fue una maldita pesadilla.

—¡Dios, no, por favor, no! —chilló Anika, suplicando—. Por favor, no.

Ghostface levantó las escaleras, tenía incluso más fuerza que todos nosotros.

O puede que demasiada rabia que estaba conteniendo durante mucho tiempo.

Anika volvió a perder el equilibrio y una de sus rodillas se resbaló hacia fuera pero se recobró de nuevo, estaba luchando por avanzar, por llegar hasta nosotros.

Ghostface volvió a dar golpes fuertes, la levantó y la bajó, a cada paso que Anika daba, más predominante se hacía su fuerza. Las escaleras chirriaban y era como una alborotada montaña rusa que no se podía controlar.

Era insaciable.

Era incontrolable.

—¡Anika! —exclamó Mindy a mi lado, estaba llena de lágrimas y sangre—. ¡Tienes que cruzar ya!

—¡No quiero morir! —chilló Anika—. ¡No quiero morir! —gritó con fuerzas y avanzó, ya casi estaba con nosotros.

—¡Ya queda menos, ya queda menos! —vociferé para darles esperanzas.

—Anika dame la mano. ¡Dame la mano! —Sam estiró el brazo hacia ella y Anika también lo hizo pero sabía que fue un grave error hacerlo porque Anika ya no poseía ambas manos para aferrarse y eso iba a hacer que perdiera el equilibrio con mayor facilidad. Debieron de esperar unos centímetros más porque a esa distancia solo llegaron a rozar los dedos.

Mindy y yo nos acercamos más al borde de la ventana para sujetarle de la otra mano pero Ghostface al darse cuenta de ello aprovechó la oportunidad y esta vez cambió la trayectoria de sus golpes y movió las escaleras hacia la derecha de modo que no pudimos agarrarle del brazo y Anika no pudo siquiera tocar la mano de Sam.

Anika cayó gritando los veinte metros, no pude apartar la mirada porque estaba completamente congelada, deseando desviar los ojos porque sabía que la imagen me acompañaría para siempre en el resto de mi vida pero no podía hacerlo porque estaba aterrorizada, mis músculos no respondían, mi cuerpo dejó de pertenecerme.

Oí un crujido fuerte de algo rompiéndose y me di cuenta horrorizada que se trataba del cráneo partido de Anika al partirse en dos con el filo del contenedor de la basura, luego, su cuerpo cayó en picado al suelo, formando un gran charco de sangre mientras sus vísceras caían en cascadas de lo que ahora era un completo vientre abierto.

Sam y Mindy estaban como yo. Mindy lloraba sin parar. Sam y yo miramos a Ghostface al otro lado que ya quitaba el cuchillo ensangrentado del respaldo de la ventana y nos miraba pero, sobre todo, sentí que me miraba a mí por alguna extraña sensación.

Sam y Danny ayudaron a incorporar a Mindy que estaba perdida mental y físicamente hablando mientras gritaba con la cabeza apoyada en la pared. Yo tenía sangre de Anika y de Quinn por todos lados y no quería perder a más amigos. Les dije a los tres que los seguiría y que llamaría a Ethan lo antes posible antes de que él mismo cometiera la estupidez de venir, el hecho de pensar también en su sangre sobre mis manos me provocaba puro pavor y eso es lo que ocurriría si venía y tocaba el timbre de nuestro apartamento pues solo allí y en este preciso instante se encontraba Ghostface y los encuentros con él cara a cara no eran nada recomendables.

Mientras tanto, ellos bajaron. Las escaleras se habían roto así que sabíamos que el asesino no podía cruzar.

Cogí el teléfono y marqué pero nadie lo cogió. Me pareció oír un móvil cercano, mi estómago se encogió al pensar que ya era demasiado tarde y Ethan ya estaba dentro, observando toda la sangre, horrorizado.

Pobrecito.

Llamé otra vez.

Intenté con todas mis fuerzas olvidar el sonido de aquella llamada cercana pero se volvió a oír.

—¡Vamos, Ethan! ¡Cógelo, maldita sea! ¡Coge el móvil ya!

Miré al frente. Ghostface estaba allí.

Y ahí comprendí que las historias de fantasmas son reales y yo tenía uno enfrente de la ventana, observándome.

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