Capítulo V

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En cuanto los renegados escaparon, el grupo de caballeros salió al instante tras ellos para evitar cualquier movimiento que pudiera alterar el orden en la ciudad. Siguiendo el rastro de cosmos que dejó Ikki, fueron guiados al puerto, donde afortunadamente consiguieron rescatar cuatro fragmentos de la armadura, mismos que entregaron a Saori la mañana siguiente.

Aquella por su parte había sido atrapada en las redes de comunicación que buscaban la verdad de lo sucedido, luego de escuchar rumores falsos de que la Fundación era una completa farsa y que por esa razón habían arruinado el evento. Para la gente ordinaria era sólo un robo, pero para Saori y el resto de guerreros no era así; Ikki de Fénix podría haber hecho una infinidad de maldades si no hubiese sido interrumpido, y estaban seguros de que volvería a buscar lo que le arrebataron.

Seiya contactó con el personal de policía, pensando que podría ayudar a acelerar las cosas. En compañía de su fiel amiga, fueron en la búsqueda del undécimo caballero con el apoyo de un canino entrenado.

Los jóvenes estaban por adentrarse en un vehículo rumbo a los puertos cuando el perro comenzó a olfatear cierto aroma cerca del bosque que rodeaba la mansión, por lo que Hinata y Seiya se vieron obligados a ir atrás de él con la esperanza de hallar alguna pista sobre el paradero del Fénix.

Mientras tanto, en lo profundo del bosque, el caballero de Andrómeda vigilaba en solitario y en silencio, divagando en su mente sobre lo mucho que su hermano había cambiado. Pensaba que tal vez no debió dejar que él tomara su lugar aquel día, suponía que todo lo que sucedía era por culpa suya. De tanto pensar en los sucesos del pasado, llegó a aquel roble viejo y enorme en medio de entre tantos árboles, éste tenía viejas marcas de diminutos puños, que pertenecían a Ikki cuando recién fueron adoptados, solía entrenarse ahí con el propósito de sobresalir en el futuro.

No comprendía la razón de por qué todo estaba saliendo tan mal. Entonces, sin aviso previo comenzó a hacer mucho frío, como si una tormenta de nieve estuviera próxima a caer sobre él, las copas de los árboles se volvieron grises y el pasto se lleno de tela fría ¿acaso era Hyōga que le jugaba una broma? Si era así no le parecía divertido, era el único que dominaba las bajas temperaturas ¿qué le pasaba?

El inmenso árbol se quebró a sus espaldas, fue cuando se puso en guardia, por lo que tuvo que cubrirse apartándose del lugar. Intentó defenderse con la cadena de Andrómeda, de manera inútil pues la baja temperatura la había debilitado.
Detrás de él, un sujeto con armadura oscura como si fuese una sombra, apareció yendo directamente a atacarlo con técnicas que ya había visto antes.

El desconocido se parecía muchísimo a su amigo Hyōga, de manera física pues el verdadero jamás se atrevería a provocarle daño. Se trataba de un renegado, el Cisne Negro.

—¡Eres un cobarde! —le gritó —¡Por eso el amo Ikki te desprecia! —sin piedad siguió dando golpes al joven que no podía siquiera defenderse, era veloz y el clima no ayudaba en nada. —¡Vas a lamentar haberte cruzado en mi camino, Andrómeda!

Logró que su cuerpo chocara con un tronco, dejándolo débil al momento para usar su puño y destruirlo como un trozo de hielo, sin embargo, antes de que pudiera tocar a Shun, su mano quedó paralizada en el aire, para después ser cubierta por una gruesa cobertura de hielo blanco.

El impostor de las habilidades de hielo no tomó en cuenta de que su energía había logrado ser percibida por el auténtico guerrero del frío. Hyōga al notar el repentino cambio climático y una anomalía en el cosmos de Andrómeda, supo de inmediato que algo andaba mal. Apareció y detuvo al Cisne Negro antes de que pudiera lastimar más a su compañero.

—Las personas de tu tipo las aborrezco —demandó el muchacho tomando lugar frente a Shun que yacía adolorido— Escuché un rumor de que un caballero era poseedor de los emblemas del Cisne, pero me había negado a creerlo.

El renegado sonrió burlón, orgulloso de lo que era y satisfecho de ver a su clon frente a frente por fin.

—Finalmente nos encontramos,—habló aquel enemigo, retrocedió y con una llama de su oscuro cosmos hizo pedazos el hielo en su mano derecha—caballero Cisne. He ansiado por mucho tiempo el poder enfrentarte.

—Estás de suerte, porque en este momento pelearé contra ti. Quien sea el ganador será denominado como el auténtico y único Cisne del Zodiaco.

—¡Acepto el duelo!

Shun de Andrómeda estando débil y confundido por lo que veía, no tuvo de otra más que quedarse en su sitio, su energía no era lo suficientemente fuerte para poder ayudar a su amigo, Hyōga tendría que luchar solo. Más sino fuera poco, el sonar de pisadas y un ladrido le hizo saber que la ayuda ya había llegado.

Hinata y Seiya venían detrás de un pastor alemán, que al observar lo que sucedía no duraron en adoptar posturas de defensa hasta que él se cruzó en su campo de visión. La chica se arrodilló a su lado, al igual que Pegaso.

—¿Estás herido, Shun? —preguntó Hinata angustiada.

—Por fortuna no, tu hermano me ha auxiliado del caballero negro.

La chica suspiró aliviada para luego mirar a Pegaso, de esta manera comunicándose en silencio para que ayudara al Cisne.

—¡Descuida, juntos podremos vencerle, Hyōga! —exclamó Seiya obedeciendo el deseo de Hinata.

—No te necesito, muchas gracias pero me basto solo— gruñó Hyōga sin mirarle, la pelea era ya algo un poco más personal. Quizá lo hacía para afirmar el hecho de que no quería a Seiya cerca de él.

—No seas necio ¿acaso crees que te dejaré pelear solo? —el perro ladró. El guerrero Cisne le devolvió a Pegaso una mirada mucho más severa que la última que le dio de su parte—pensándolo bien, él puede hacerlo...

Hinata negó con la cabeza.

—Ve y ayúdalo...

—¡¿Que no viste que me miró feo?!—replicó su amigo.

—¿Le tienes miedo a mi hermano? —agregó sin creerlo.

El Cisne Blanco, que oía todo bajo los ojos malignos del renegado burlón, tampoco permitiría que ella se metiera. En primer lugar ¿por qué estaba aquí? De tantos sitios diversos que habían en la ciudad tenía que estar justo donde él, corriendo peligro.

Cisne Negro cerró el puño, de él salió una pequeña tormenta helada que cubrió con su hielo al guerrero rival, dejándolo como una escultura helada.

—¡Hyōga! —se oyó la voz de Nat, no llevaba su armadura y aún así se puso de pie para ir al rescate. Seiya la detuvo antes de que hiciera una locura.

Al instante, Hyōga se recuperó, hizo añicos su prisión y los trozos de hielo salieron dispersos en el aire. Seiya cubrió con su cuerpo a Hinata y ella a su vez a Shun.

—Ustedes dos llévense a Shun lejos de aquí. —entonó con fuerza de nuevo— Dije que me yo me encargaría. Sus trucos sucios no funcionarán en mí. Obedece, Hinata.

A continuación, utilizó el puño de Diamantes justo antes de dar oportunidad a la chica de contradecirlo. El renegado saltó para esquivarlo sin embargo, su pierna quedó inmóvil por el hielo claro que logró alcanzarlo. Enseguida que recuperó su libertad, una cadena negra interrumpió todo movimiento de los caballeros para que una segunda voz femenina se oyera entre las neblinas heladas que cubrían el bosque.

—Nunca se te puede confiar nada, Cisne Negro. —dijo la desconocida resoplando de mala gana. El mencionado gruñó al escucharla y le dio la espalda a Hyōga —No sé qué es lo que voy a hacer contigo.

—¡¿Por qué has venido a interrumpirme?! —gritó aquel por su parte, notablemente molesto.

—Contrólate, Cisne Negro— añadió otro de sus compañeros, los pasos entre la nieve se escucharon de mejor manera.

Cinco desconocidos portando armaduras oscuras se presentaron ante los guerreros del zodiaco, quiénes no podían creer lo que sus ojos veían.

—Al amo Ikki no le gustará esto—  gruñó quién tenía un enorme parecido a su amigo Shiryū (quién se hallaba ausente para emprender un viaje con tal de reparar su armazón y el de Pegaso) —Delfín Negro, tú estabas a cargo.

—Así era hasta que mi estúpido hermano me derribó y decidió escapar —se defendió la chica, aquella era tan parecida a Hinata, que quizá lo único que podía diferenciarlas era la manera arisca con la que hablaba y su color de cabello.

—Eso muestra que soy más fuerte que tú, hermanita —se burló aquel mientras la otra gruñía con rabia.

—Como sea, el amo Ikki quiere verte ahora, debemos irnos.

—Por ahora te has salvado —dictó Cisne Negro a Hyōga— pero nos volveremos a encontrar, y cuando llegue el día cumpliré mi palabra.

Los caballeros negros se marcharon enseguida, asimismo la nieve negra se desvaneció.

—Si tan sólo hubiese tenido mi armadura habría evitado que escaparan —bufó Seiya.

—Al menos nadie resultó herido—animó Hinata. No obstante estaba equivocada.

Hyōga se arrodilló adolorido sosteniendo su mano derecha con fuerza, el poder del Cisne Negro por poco lo debilitaba. Su hermana no demoró en prestarle atención y puso sus rodillas en el pasto junto a él.

—Ha logrado herirme, creí que no sería rival para mí.

—Debimos ser más precavidos— comentó Shun— los caballeros negros son muy peligrosos.

—Sin duda, Ikki está tramando algo, y no me gusta nada. —Nat fue distraída por su hermano al poner éste su mano buena sobre su hombro, en el segundo los colores de sus ojos se encontraron con sorpresa.

—¿Estás bien? —preguntó como si a ella la hubiesen lastimado.

—Sí, pero tú no tanto, hay que revisar tu mano, podría haber una lesión grave.

—Como digas— sonrió con dificultad. Seiya y Shun se miraron por instinto. Ya no sería sorpresa que Hyōga mostrara favoritismo por su pequeña hermana.

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Casi una semana sin noticias de Shiryū o Ikki. Seiya estaba muy preocupado por su amigo el caballero del Dragón, y Shun no dejaba de pensar en su derrota contra el renegado, si no hubiera sido por el Cisne habría complicado más las cosas.

En cuanto a Hyōga y a Hinata, —a pesar del mar de problemas que tenían— utilizaron el tiempo libre para seguir conociéndose como si no fuera su obligación recuperar las otras piezas de la armadura dorada. No es que no les importara, al contrario, al igual que todos los demás vigilaban la vivienda de la señorita Kido en caso de surgir un ataque sorpresa.

Mientras tanto, la santa solía acompañar a Saori de vez en cuando con tal de cuidarla pues sentía que se lo debía luego de darle un techo, comida y un espacio al cual llegar sin ninguna especie de problema. A veces se la podía ver ayudando a los empleados o llevando recados a las oficinas de correos u otras instituciones, con la intención de hacer algo útil por ella. Saori Kido lo agradecía de una enorme manera, pero le apenaba no poder expresarlo.

En una calurosa mañana, resultó que la señorita Saori recibió una carta con destinatario el caballero de Pegaso. Gracias a Hinata, no hizo falta un gran esfuerzo por querer localizarlo. Así que, en aquella silenciosa limusina, las dos jóvenes iban rumbo al departamento de Seiya para entregarle personalmente la misteriosa carta, de quién suponían se trataba de Ikki, por el sobre negro y las manchar rojas que lo adornaban

—Espero no ser una molestia —pensó en voz alta. Hinata del susto dio un pequeño salto en el asiento y volvió a pensar en lo que Saori acababa de decir. —¿Estás segura de que es el momento? ¿Qué tal y está ocupado en otros asuntos?

—En lo único que Seiya puede estar ocupado, es en luchar por levantarse de la cama— sonriendo apenas se dio la vuelta y la animó; bien ella pudo ofrecerse a entregar esa carta, pero entendía y respetaba que Saori quisiese acercarse a ellos pues su persona misma los convenció de meterse en ese enredo. —No le molestará, se lo aseguro.

—Gracias por acompañarme.

—No es nada, de verdad. A veces, Seiya es un poco testarudo, no me gustaría que dijera algo que no debería, de todas maneras no quiera tomarse sus comentarios muy a pecho.

—No sobre esto, bueno, sí pero...—Hinata quedó callada —Me refiero a lo que has estado haciendo por mí, me has ayudado mucho últimamente, gracias, Hinata.— La chica de cabello dorado se halló algo sorprendida, tenía la certeza de que Saori no era mala persona y sólo era callada, sin embargo esas pequeñas palabras la tomaron desprevenida por la ligera cuerda de confianza que ambas sostenían ahora.

—Gracias a usted por su hospitalidad—respondió en su lugar con algo de timidez —sentía que era lo mínimo que podía hacer para pagárselo, aunque un par de tareas no es suficiente para cubrir una vivienda, servicios y alimento.

—Créeme que eso no me es un problema, al contrario, disfruto de tu compañía cuando estoy a la disposición. Me gustaría saber si podrías seguir acompañándome en ocasiones. Que trabajes para mí sería la propuesta correcta.

—Me honran mucho sus palabras, señorita Saori. Acepto con gusto a ayudarla en lo que esté a mi alcance.

Saori le regaló una sonrisa diminuta, en otro corto silencio llegaron a los departamentos de la playa. Ambas bajaron de la limusina y comenzaron a subir por las escaleras del edificio, así hasta llegar a la última planta.

—Sólo espero que Seiya no esté dormido. —expresó Nat con cierta pesadez. La señorita Kido dudó ante sus palabras un segundo, si fuera el caso le daría muchísima pena tratar con el chico recién despertado.

—Tal vez debamos regresar más tarde, o si lo amerita, te dejaría que se la entregaras tú, Hinata. —Retrocedió un paso, Saori sacó de su bolso el dichoso sobre de papel y se lo extendió.

—Ya estamos aquí, señorita Saori, es posible que usted tenga otras cosas qué hacer, ya es tarde y no es momento para que Seiya siga holgazaneando— sin esperar una respuesta de su parte, Hinata se adelantó y tocó el timbre tres veces seguidas. Habría gritado pero resultaría molesto para los vecinos.

No menos de un minuto transcurrió y desde el interior de la vivienda una voz masculina exclamó desde adentro:

—¡Voy!

La santa abrió de más cuenta los ojos, ya que no esperaba escucharlo tan pronto.

—Parece que acertamos la hora— hizo reír a Saori, dándole un poco más de seguridad.

Lo que ninguna esperaba era la incomoda sorpresa del santo de Pegaso, quien en lugar de preguntar ¿quién es?, salió de una manera tan desarreglada, suficiente para cambiar el ambiente de la situación entre las mujeres: traía el cabello mojado y el torso descubierto, una pequeña toalla colgaba de sus hombros. Seiya al ver a su amiga y a la señorita Kido no pudo evitar asustarse. Saori desvió la mirada mientras sus mejillas se coloreaban. Hinata agachó la cabeza y sostuvo el puente de su nariz negando decepcionada. De inmediato, Pegaso las ignoró y cerró bruscamente la puerta.

—Tenía que ser... —murmuró la rubia—Ni por una vez en su vida puede dejar de ser tan imprudente.

Los leves ruidos de la aspiradora ocasionaron un resoplido de la santa. Tenía que ser sincera, viniendo de Seiya, de alguna manera lo esperaba, aunque quería pensar que estaba equivocada. Seiya no era exactamente una persona responsable u ordenada.

—Ya pueden pasar —dijo el muchacho luego de aparecerse vestido de una forma adecuada, ni siquiera se atrevió a mirar a las chicas a la cara por lo que sólo se dio la vuelta para guiarlas al interior de su morada.

Hinata dejó que Saori pasara primero, y ella cerró la puerta tras de sí. Se despojaron de sus zapatos para después comenzar con el motivo de la visita.

—Si te soy honesta, esperaba una habitación más desordenada —agregó Kido con un poquito de gracia para desaparecer la incomodidad. Seiya frunció las cejas mientras terminaba de secarse el cabello, Hinata no dejaba de reprocharle con su mirada.

—Espero que no hayan venido únicamente a revisar si mi habitación estaba limpia —respondió él a la defensiva.

—Yo sí. —reveló Hinata sentándose en la cama, aun resentida por el bochornoso momento que le hizo pasar a su ahora jefa.— En realidad es un milagro encontrar esta casa intacta y reluciente —Pegaso la observó mal pero se esfumó enseguida porque no podía enojarse con ella— pero ya no es importante. La señorita Saori tiene algo importante que decirte, Seiya.

—Esta mañana hemos recibido esto para ti.

A continuación, la mencionada le entregó al muchacho el sobre negro. Seiya lo tomó, y después se enfocó en leer el contenido de la espeluznante carta que lo tenía ya preocupado. Saori esperó paciente, Hinata viajaba su vista del chico a la ventana hasta que terminó y volvió a hablar.

—Es de Ikki— de inmediato la atención de las femeninas regresaron a él —quiere enfrentarme en los valles de la muerte donde él entrenó. En siete días, también desea que llevemos las piezas de la armadura dorada.

—No estarás pensando en ir ¿o sí?—cuestionó Hinata más angustiada que enojada. Pegaso volvió a mirarla, esta vez con firmeza.

—Tengo qué. Existe la posibilidad de que esté planeando algo más, pero si tengo la oportunidad de negociar con él y recuperar los fragmentos faltantes, iré sin dudarlo.

—Pero no tienes tu armadura —se levantó, de nuevo, Nat no podía evitar imaginarse desenlaces terribles —si vas, podrías morir.

—Todavía no hay noticias sobre Shiryū— informó Saori con sus manos sobre su vientre y la vista baja, igualmente preocupada —Espero que haya podido reparar las armaduras.

—Saori, Shiryū es un hombre fuerte y confío plenamente en él —Seiya se apartó de Hinata para apretujar el papel en sus manos— lo que menos me importa ahora es mi armadura, si puedo evitar que Ikki cometa más crímenes soy capaz de dar hasta mi vida por cumplirlo.

Definitivamente Pegaso era la persona más terca y testaruda que Hinata habría conocido nunca, su persistencia y perseverancia la llevaron a salir de Grecia, pues el le insistía y le insistía sin parar. Su enorme espíritu y valentía eran las cualidades más especiales de ese chico por el que velaba todas las benditas noches. Ella odiaba que fuera así, no pensaba en las consecuencias de sus actos.

—No me mal entiendas —continuó Saori— la armadura de oro tiene poca relevancia, en este momento eres tú quien me preocupa más Seiya. —el chico no emitió otra palabra con la confesión —Hinata tiene razón, si vas a luchar sin el armazón de Pegaso, pondrías tu vida en riesgo, y no podría permitir que eso te sucediera.

—Escúchala, Seiya. Es una locura, Shun, Hyōga y yo nos encargaremos.

—Agradezco la preocupación de ambas— siguió el chico —pero no lograran que cambie de opinión, he decidido aceptar el duelo de Ikki. Saori, quiero perdirte ayuda para darle a Shiryū esta información.

Saori aceptó. Hinata por supuesto que desaprobó la idea de Seiya, pero ya no tenía caso hacerle pensar lo contrario. Era rara la ocasión en la que él aceptaba que aquella tenía la razón.

—Oye, no pienses que te dejaré toda la diversión —Hinata alzó la cabeza, sus brazos cruzados y la línea recta en sus labios hacían evidente su disgusto.

—Más te vale no hacer nada insensato.

—No prometo nada. —la chica no cambió de expresión —Está bien, voy a tener cuidado, te lo prometo.

...

—Seiya parece preoparte mucho
—mencionó Saori al notarla muy callada, nuevamente se hallaban en la limusina con la intención de volver a la mansión.

Hinata, ahora que ya había aceptado la propuesta de la señorita, sin dudar la siguió para proceder a ayudarla de manera oficial como su asistente.

—Es que no piensa más allá de sus ideas, cree que todo va a salir al primer intento. —Respondió ella, apretó sus puños sobre su falda de tela blanca con una especie de ansiedad. —Si pudiera hacerlo entender, habrían otras opciones que podrían ayudarnos.

Si Seiya no veía muy a futuro las situaciones, Hinata lo hacía de forma exagerada de mil maneras posibles.

—Su idea es muy arriesgada, pero parecemos no tener otra solución. Hinata, confío en que tú y los otros podrán detener lo que sea que Fénix esté realizando.

—Tenga la seguridad, señorita Saori de que recuperaremos la armadura de oro.

—Me importa más que ustedes regresen con vida. —Por segunda vez, Nat se sorprendió ante las palabras de Saori— Por favor, sean cuidadosos.

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Era un silencio incómodo que daba escalofríos, lo único que podía hacer la diferencia era el ruido que el avión emitía desde afuera. El par de amigos compartía asientos, sólo uno de ellos portaba su respectiva armadura. La luz del sol resplandecía en el cielo y chocaba con su vista si se fijaban por ratos en las ventanas.

Hyōga echaba el ojo a la espalda de su asiento de vez en cuando, donde la pequeña separación de su silla y la de Andrómeda dejaba ver a los dos de atrás; estaba vigilando los movimientos de Seiya, que no dejaba de sonreír y miraba a Hinata. Shun no pudo evitar ignorar la inquietud de su compañero, y al descubrir que Pegaso era la razón —luego de un largo rato, por cierto— le era más dìficil entenderlo, entonces se resignó a tranquilizarlo cuando retomaba su posición sedente con la mirada fruncida con los brazos delante de su pecho.

Luego de un par horas en completo silencio, el piloto informó a la señorita Saori, que junto a Tatsumi les acompañaba, que estaban ya en la famosa Isla de la Reina Muerte. Debido a las terribles condiciones de la misma, les fue imposible poder aterrizar en tierra firme, por lo que los cuatro caballeros se vieron obligados a descender por una colina no muy elevada de la superficie, no si antes recibir cada uno una pieza del armazón de Sagitario para resguardarlo.

—Recuerden, nada es más importante que la armadura dorada— había dicho Tatsumi de mal humor como siempre.

—No es cierto —se apresuró a corregirlo su señora —lo único que les pido es que regresen sanos y salvos.

Y justo así, Seiya, Hyōga, Hinata y Shun partieron con la mente dudosa sobre la señorita Kido. Por supuesto cada uno tenía un concepto de ella pero como bien dicen, nunca terminas de conocer a las personas...

—¿Qué le hiciste a Saori, Nat?—preguntó Seiya cargando el brazo derecho del armazón.

—¿Yo? —respondió ella a su vez sujetando el brazo izquierdo, estando algo confundida por la extraña interrogante —No he hecho nada, no sé a qué te refieres.

—No sé si es idea mía o Saori se está empezando a preocupar por nosotros justo después de que empezaras a juntarte con ella ¿le dijiste algo acaso?

—Por supuesto que no, me parece absurdo que tengas esa suposición de mí. Sólo trabajo para ella. Yo no he sido responsable del interés de la señorita hacia nosotros.

—Tal vez se debe a lo que hemos hecho cuando mi hermano nos atacó —añadió Shun, igualmente sosteniendo su fragmento correspondiente —la señorita Saori debe sentir que es su culpa el darnos esta tarea.

—Siendo cualquier caso, ya estamos aquí —interrumpió Hyōga, pasando entre Pegaso y Delfín para separarlos de manera intencional—enfrentaremos a Ikki y recuperaremos la armadura. Seiya, ya que eres el único que no tiene su protección deberás ser muy precavido, no podremos estar cerca de ti para ayudarte.

—No te preocupes, hermano, si Shiryū no puede llegar a tiempo, yo iré con él por si me necesita— a Hyōga le dio un revoltijo en el estómago al escuchar aquello de los labios de Hinata.

¿Por qué siempre debía estar detrás de él? No era posible que todo el tiempo fuera así, tenía que pensar la excusa perfecta para separarlos; no deseaba que Seiya muriera pero la seguridad de la chica era primero, según su juicio.

—Es buena tu intención, Hinata— se le ocurrió algo, adoptando su voz neutra y calmada inventó— y la entiendo, pero si vamos en conjunto nos atrasaremos bastante, así sería más fácil para Ikki el atacarnos. Tenemos que tomar ventaja sobre él.

—Hyōga tiene razón, Nat— opinó Pegaso, para fortuna del Cisne. —Si nos separamos ocupamos más terreno. Debemos confiar en que Shiryū llegará.

—Y en caso de que uno de nosotros se encuentre en peligro, preparé esto... —Shun se acercó y les extendió a sus compañeros cinco campanillas. Entregó una al Cisne y la otra a Delfín. A Seiya le dio dos por si Shiryū aparecía —Así sabremos localizarnos, el enorme silencio y eco de este lugar nos ayudará.

—De acuerdo —exhaló la única mujer, totalmente nerviosa y asustada por los posibles problemas que todos ellos podrían presentar. Le temía al poder de Ikki.

Sabiendo el Pegaso de aquello último, pasó de largo a su compañero el Cisne para posicionarse frente a la rubia y dejar su mano bronceada sobre su flequillo para despeinarlo.

—Bien ¿qué esperamos? Entre más pronto iniciemos más pronto nos iremos de este lugar tan pestilente.

—¡Sean ustedes bienvenidos, caballeros! —exclamó un ajeno a ellos, no hizo falta adivinar de quien se trataba pues la furia de su cosmos era fácil de distinguir.

—Ikki...

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