𝐬𝐞𝐢𝐬

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El escuadrón ciento cuatro.

Me impulsaba en el aire, sosteniendo con fuerza aquellas hojas en mis manos. Buscaban un objetivo, pero no encontraba una maqueta de alta altura que pudiera fraccionar con mi espada. Habían pasado tres años. Tres jodidos años en los que creí no haber sobrevivido, pero el hecho de que me haya adentrado en una de las diez cadetes con alto rango, era más que suficiente para mi. Me sujete de aquel árbol, manteniendo todo mi peso en la rama. Respirando hondo. Me sentía bastante agitada, inclusive, las gotas de sudor bajaban por montón de mi frente. El sol estaba intenso, era una oleada de calor a la que era muy sensible, pero ya podían notarlo, el clima nunca estaba a mi favor. Decidí sentarme. A pesar de que el entrenamiento no había culminado, quería poder observar todo a mi alrededor desde esta altura. Podía ver desde aquí el atardecer, era hermoso, se sentía un aire de esperanza como cada amanecer en estos tres años, donde habíamos culminado con todo. Era irreal, el hecho de que mañana sería nuestra finalización, parecía ser un sueño que no creímos alcanzar, pero todos los que empezamos, lo terminamos hoy. No creía haberlo logrado, pero lo hice, y el hecho de haberlo logrado, ameritaba una gran sonrisa llena de alivio. Fue difícil, no solo para mi, todos nosotros del escuadrón ciento cuatro, tuvieron que lidiar con cosas que no entendían. Era como si, hubiéramos crecido como una familia y eso se sentía bien, se sentía bien porque nunca pude tener una familia ampliada, siempre fuimos mi padre y yo, y se que él estaría ansioso por ver a su hija llegar hasta su gran cuartel, con ese uniforme que brindaba como logo unas alas en la espalda. Las grandes alas de la libertad.

—¡Woooh!—levante la mirada, cubriendo mi cuerpo ante sentir que Eren por algún instante iba golpear el mío y tumbarme, pero logro tener el balance adecuado para sujetar sus pies con fuerza en la rama.—Maldita sea... —exclamó, respirando hondo, parecía fatigado.—Mikasa aún sigue habiendo más cortes profundos que los míos. ¿Como lo hace?—me preguntó, pero tan solo me encogí de hombros.

—Realmente no lo sé, pero debes admitirlo, Mikasa es muy buena en todo lo que hace.—indique, viendo a Eren bufar ofendido.

—¿Por qué te detienes?—me preguntó Eren, mirándome algo agotado.—Ya no falta nada. Es la última, y terminamos.—decía, sujetándose de sus rodillas mientras tomaba aire.

—Eren, lo hemos hecho muy bien. ¿No lo crees?—le pregunté, manteniéndome sentada, mientras que veía a los demás pasar por nuestro lado.—Han sido tres años. ¿No vas extrañar estos momentos?—le mire, viendo como pareció observar alrededor, queriendo examinar cada detalle de este lugar, donde crecimos de todas las maneras.

—Si, extrañare estos buenos momentos. De hecho, anhelaré por volver a ellos, pero nos queda avanzar.—me respondió, llevando su mirada a mi.—Lo hemos hecho muy bien.—afirmó, sintiéndome para así, estrechar su mano hacia mi.—¿Una última ronda?—me preguntó, pero era evidente, que no sería la última que tuviéramos, Eren y yo, nos veríamos cara a cara en el cuerpo de exploración.

—Eren, debo admitirlo. Eres muy masoquista.—musité sonriendo, para expulsarme en el aire, con mucha velocidad, más de la que él uso.

—¡Yo calificaría eso como trampa!—miré a mi lado, observando cómo Reiner estaba impulsado en el aire, con mi misma altitud, sonriéndome, me hizo sentir que me estaba retando junto a Eren.—¿Que pasa floja? ¿Ya te cansaste?—me preguntó, a lo que denegué, utilizando más gas.

—Tú tampoco pareces aprender Reiner, ¡los he superado a ambos!—exclame, girándome para perder altitud ante ellos dos, siendo lo bastante ágil de concentrarme en el ataque a esa maqueta, donde había un gran voltaje en su nuca, haciéndome destrozar en un profundo corte el relleno.—¿Así, o más claro?—les pregunté, viéndoles sonreír, éramos imparable cuando estábamos juntos.

—Presumida.—masculló Reiner, logrando ágilmente sobrepasar por mi lado, igual que Eren, y en cuanto mire adelante, un gran tronco se encontraba.

—¡Carajo!—grite fuertemente, hasta que mi cuerpo se apretó a otro, y sonreí.—¡Marcó, justo a tiempo!—exclame sonriendo, viendo como él me llevó hasta otra rama.

—¡Oye Jean! ¿Has visto? Así de ágil puedo llegar a ser.—exclamó este a mi lado, mirando como Jean bufaba desde el extremo de otro árbol, pero yo, solo denegué y evadí su mirada.

—¡Agh! ¿¡Cuando vas a parar de tratarme así!?—se preguntó, gritándome desde el otro lado, pero continué sonriendo aún lado de Marcó, Jean sin duda era alguien fácil a quien agitar.

—Mira, ya todos se están yendo.—me señaló Marcó, a lo que observe en el suelo a los demás, caminando todos juntos.—Lo han hecho muy bien.—musitó, pareciendo ser que no era la única que pensaba así, me detuve en cómo Mikasa caminaba aún lado de Armin, quien la miraba fijamente y charlaban, de un punto a otro, él había cambiado conmigo, pero jamás entendí la razón.

—¿Crees que tenga algo de malo?—le pregunté a Marcó, continuando en observar cómo la brisa removía el cabello del rubio a quien observaba, que por algún instante, levantó su mirada, conectando con la mía en varios segundos, porque el solo me examino y luego bajo la mirada penoso, Armin era uno de los chicos con una sonrisa genuina que alegraba cualquier ambiente, él era diferente a los demás.

—No, ¿por qué dices eso?—me preguntó Marcó a mi lado.—Ainara, eres una de las chicas más hermosas de este escuadrón. No tienes nada de malo. Aunque, eres un poco amargada, ¡pero eso nada más!—esbozo en cuanto lo miré con el ceño fruncido, ofendida por lo que dijo.

—No soy amargada.—excusé, viendo a Armin detenido, charlando con Berthold junto a Reiner y Eren, mientras que Mikasa solo les observaba, pero Jean parecía estar abrumándola, porque ella yacía aturdida.—Solo, no he tenido la oportunidad de sentir que soy feliz.—le dije.

—Y lo serás.—interfirió él, pareciendo mirar al suelo donde estaban los demás, igual que yo.—Pero, mira el lado bueno. En estos tres años, has podido hacer amigos. Has podido ser capaz de crear vínculos. Mírate, estás aquí hablando conmigo. ¿Hace dos años eras así?—me preguntó, y me quede en silencio, me sentía sonrojada.—Hace dos años comías sola en la cafetería, aún lado de Reiner sin hablarle a nadie. Tus entrenamientos eran de la misma manera. No parecías interactuar, no sonreías y mírate, tienes una hermosa sonrisa Ainara. Una muy única, estoy seguro que esa es la razón por la cual Reiner y Armin se han morido junto a Jean por ti en estos tres años.—abrí mis ojos grandemente, sintiendo mis mejillas calentarse, Marcó llevo su mano a mi hombro.—En el futuro, se que serás un gran soldado. Estaré ahí para verlo.—expresó.

—Gracias, pecas.—agradecí, sintiendo aún mis mejillas calentarse, tanto que me obligué a sonreír.—Parece que me has aclarado más de la cuenta.—indique, viéndole mirarme con esa sonrisa.

—Ustedes son mi familia. Lo menos que puedo hacer por ustedes, es ayudarlos como la han hecho conmigo.—musitó.—Y aunque nos separemos, se que los caminos nos conducirán al mismo lugar algún día. En algún cuartel, en un funeral. Una boda, quizás hasta en una reunión de élites. Se que la vida nos reunirá.—la brisa removía su cabello, él miraba al cielo, y sonreía.—Quiero seguir viviendo, y saber que pudimos cumplir nuestros sueños.—musitaba.

—Marcó... —murmure, quedando sin palabras por todo lo que había dicho, pero miré al suelo cuando sentí el golpe de una roca en mi pierna.

—¡Oigan, vámonos ya!—pidió Jean, cruzado de brazos mientras nos alentaba a bajarnos de la rama.

Marcó fue el primero en impulsarse, bajando de altitud para llegar al suelo. Jean y él se golpearon de una manera juguetona, abrazándose entre sí por los hombros. Ellos eran grandes amigos. He sido espectadora de eso desde que me ingrese. De igual manera baje de altitud, impulsándome a caer suavemente en el suelo, para seguirlos a todos ellos, adelantando mi paso para llegar aún lado de Mikasa, a quien le pase mi brazo por su hombro. Aunque ambas tuviéramos un semblante serio, y bastante tedioso, parecíamos entendernos hasta cuando había silencio. Junto a ella, observaba el atardecer caer, viendo a los demás seguir avanzando. Reiner y Eren charlaban, incluso a también jugaban bruscamente, golpeándose los hombros entre ellos. Entendía la manera en la que Reiner me ha mirado todos estos años, pero él parecía incluso acoplarse a la idea que lo veía como alguien a quien respetaba y admiraba. Un amigo, una mano la cual sostener en cuanto cayera al vacío. Sonreí, él me miró y guiñó un ojo. Reiner era simpático, a diferencia de Berthold, quien era más tímido como Armin. Si, Armin quien yacía adelante, caminando junto a todos nosotros. Él no me miraba, pareciera ser que yo no estaba ahí, y eso había cambiado de un tiempo a otro, pero nunca he cuestionado el hecho de que sea así, he dejado que continué de esa manera, aunque ahora pareciera hacerme algún tipo de efecto que no entendía. Pero, estaba bien. A pesar de haberle desarrollado socialmente estos años, no había podido acoplarme a otras personas, quizás como Annie Leonhart o hasta la misma Ymir. Éramos diferentes, no podíamos tolerarnos, ni siquiera mirarnos.

Estábamos sentados en la misma mesa de la cafetería, la misma por varios años y aún así, no nos mirábamos. Annie estaba en su mundo, y había empeorado luego de la gran pelea que tuvimos, multiplicándose de que días después Mikasa y ella también se confrontaron en un duelo más desastroso que el mío. Deje de observarla, ella era alguien distante y misteriosa, pero no estaba en mis planes el querer hacer las pases con Annie, ni siquiera entender porque era así, porque era de las pocas que no se había tomado el tiempo de entenderme desde que me adentré a la base de reclutas. Levante la mirada, todos charlaban y sonreían en esta gran sala de comedor. Era un gran bullicio que de seguro extrañaría, lo extrañaría tanto, que deje de comer para tan solo escuchar las voces intensificarse. Y era ahí que lo entendía. Marcó tenía razón, a pesar de ser una persona con carácter frío y distante, parecía aceptar el hecho de que me acoplara a personas tan diferentes a mi, incluso aunque me abrumaran lo suficiente para tener que ignorarlos con la misma mirada. Y a eso, me refería a como Jean a mi lado parecía recalcar sus grandes habilidades como cadete, que lo llevarían a ser parte de uno de los mejores soldados provienes a la policía militar que tanto anhelaba ir. Rodee los ojos, viendo como Eren era la única persona en darle lata, y es que, ambos se retaban entre sí, cada día, cada noche, en cada momento ellos dos siempre que podían, lo hacían y sabía que no había manera de que se detuvieran.

—Chicos, es increíble todo lo que hemos logrado en estos tres años.—musitaba Eren, mientras comía pasivamente aún lado de Mikasa, quien en silencio lo observaba con detenimiento, al igual que todos.—Es una pena que nos separemos, pero me alegra que nos hayamos cruzado.—indicó este, mirándonos a todos con nostalgia. 

—Al menos ustedes cuatro se irán al cuerpo de exploración. Estarán juntos.—opinó Berthold, mirándonos a nosotros, Armin quien yacía sentado aún lado de Mikasa, y a Eren.—Pero, podemos seguir reuniéndonos. Muchos soldados lo hacen.—decía sonriente.

—Ainara, ¿cómo te sientes?—me preguntó Reiner, quien yacía sentado a mi lado.—Luego de tres años, verás a tu padre. Será un orgullo para él, el que su hija haya podido estar entre los diez soldados más honorables académicamente.—expresaba, alegrándose por mi, mientras que me encogí de hombros en un suspiro.

—Yo, no sé cómo deba sentirme, pero creo que todos nos esforzamos lo suficiente para poder llegar hasta aquí.—expresé, viendo desde el exterior de la ventana al instructor Shadis.

—Claro, es curioso que lo digas tú. Siendo hija del comandante del cuerpo de exploración, no se me hace casualidad que hayas quedado entre las primeras diez.—me tense, esa provocación proveniente de Ymir, quien comía al otro extremo de la mesa me hizo sentirme evaporada.—Bueno, no soy la única que lo cree.—levante la mirada, observando a los demás a su alrededor, quienes me miraron repentinamente, para luego volver a comer.

—Ymir, no digas esas cosas. No es correcto, Ainara como todos se esforzó.—escuché a Krysta, quien a su lado con uno no más suave, se dirigió a ella.—Todos nos hemos esforzado. Y el que no haya llegado entre los diez, es porque no se esforzó lo suficiente.—afirmó.

—Concuerdo con Krysta. Lamento que tengas tan poca autoestima para querer arremeter contra alguien que supero todas tus capacidades.—expresó Reiner, con un tono suave y pasivo.

—Bueno, tampoco me extraña que la defiendas. Él que estés enamorado de ella, hace que te partas a su lado para defenderla. ¿No es así, Reiner?—se preguntó Ymir, mientras que yo, levante la mirada, y por un instante, me topé con Armin mirándome fijamente.—Pero bueno, solo es una opinión. No soy nadie para juzgar.—murmuro, con un tono sarcástico.

—¡Eres insoportable, siempre quieres dañar todo momento!—expresó Connie delante de ella, mirándola con detenimiento, y mucho enfado.

—Ainara.—me llamo Eren en cuanto me levante de la mesa, dejando mi plato abierto para que alguien pudiera comer, porque sabía que Sasha tenía la mirada puesta en él.—No le hagas caso, siéntate.—me pidió este, pero simplemente ante el ataque de miradas de todos, me obligué a salirme de la cafetería, cruzada de brazos, queriendo calmar mi enojo antes de estampar a Ymir contra la pared.

—¿Siempre tienes que ser así?—escuche nuevamente a Connie, desde el interior, pero respire hondo sintiendo la fresca brisa de la noche.—Mañana nos separemos, ¿no podíamos aguantarte?—volvió a preguntarle.—Bruja.—le acusó, por lo cual sonreí de lado.

—Veo, que a pesar de ser una estudiante excepcional, no has aprendido a trabajar bajo presión.—levante la mirada, observando al instructor Shadis a distancia de mi, con sus brazos bajados y manos entrelazadas detrás de su espalda.—Aunque, la mejor decisión ha sido esa. Levantarte y evitar el conflicto, porque, ¿a qué te hubiera llevado seguirle el juego?—me preguntó.

—A nada... —musité cabizbaja.—A una buena pelea.—añadí, levantando la mirada para observar cómo él asentía ampliamente.

—Y si eso hubiese sucedido, las hubiera sancionado a ambas, y no habrían podido asistir a la graduación mañana. Así que, te felicito. Has superado mis expectativas. Así como tú madre lo hizo.—abrí mis ojos grandemente, fue como una bocanada de aire se me escapara, él empezó a caminar, queriendo alejarse.

—Instructor, espere.—le llame, deteniéndolo en seco.—¿Usted conoció a mi madre?—le pregunté curiosa, viendo como me daba la espalda, pero me miraba de reojo.

—Averly fue un soldado excepcional, con una fuerza interior irreconocible.—me respondió, y era la primera vez en muchos años, que escuchaba el nombre de mi madre provenir de otra persona.—Puedo decirlo, ahora que te he visto crecer en estos últimos tres años, eres la viva imagen de ella. Tanto, que cada vez que te miro, la veo a ella. Y eso, me causa escalofríos.—expresó, con una voz fría.—Lamento que su vida haya sido tan insignificante para la policía militar, que no hayan podido encontrarla luego de su última expedición, fue como si la tierra se la hubiera tragado.—dijo, haciéndome sentir algo extrañada por el hecho de que conocía dicha situación.—Ve a dormir. Estoy seguro que mañana será un largo día para todos. De paso, te pido que le mandes saludos a tu padre.—me pidió, dejándome con la palabra en la boca, porque él tan solo se dedicó en continuar caminando a la distancia de mi.

—¿Quién más pudo haberla conocido?—me preguntó, llevando la mano a mi bolsillo, para sentir el tacto de aquel pañuelo.

—Ainara.—me giré, observando detenidamente cómo Armin quien bajaba los escalones de la cafetería se dirigía a mi, mirándome de la misma manera.—¿No vas a comer?—me preguntó curioso.—Si es así, puedo darte mi plato. Sasha ya se ha comido el tuyo.—denegué cabizbaja.

—No te preocupes, se me ha ido el hambre.—respondí, viendo como él continuó bajando los escalones.—¿Te vas a dormir?—le pregunté, viendo como él me asentía.

—Si, pero quería asegurarme que estuvieras bien.—me respondió, por lo cual simplemente me quede en silencio.—Buenas noches, Ainara.—se despidió, obligándome apretar mis labios ante ver como empezaba a distanciarse, pero por alguna razón, no podía moverme para detenerle, simplemente estaba dejando que se fuera.

—Oye Armin, espera un momento, por favor.—le llame, viendo como sutilmente se giraba, mirándome con detenimiento.—El día de la montaña de nieve, ¿sucedió algo que no recuerde?—le pregunté, viendo como pareció analizar la pregunta, estábamos frente a frente, con una diferencia de distancia, pero nos mirábamos.

—No.—respondió, con su tono suave y seguro, por lo cual asentí, esperando que retomáramos nuestros caminos, pero en cuanto me di media vuelta, no pude continuar caminando.—Ainara.—me llamo, haciendo que me girara para mirarlo.

—¿Si?—le pregunté, viendo como sus nudillos estaban cerrados, parecía nervioso.

—Solo hablamos sobre que queríamos conocer el mar juntos. ¿Lo recuerdas?—me preguntó, por lo cual sonreí de lado, asintiendo.

—Eso lo recuerdo muy bien, Armin. Buenas noches.—me despedí, viéndole quedarse parado, y sabía que él se había detenido a observar cómo me iba, aún lo recalco, pude haber cambiado la historia desde el inicio, porque yo sabía lo que Armin y yo sentíamos, pero, ¿como en una historia de terror cómo está esperaría un final feliz?

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