𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Ya nada es lo que era antes.

Me miraba en aquel reflejo del lago que habitaba cerca del pequeño cuartel donde nos estábamos quedando. No sabía con exactitud cuántos días habían pasado, solo se que el tiempo no se detenía. Mis ojeras estaban enmarcadas abajo de mis ojos, mientras que por alguna razón, mi sonrisa se había vuelto una línea fina seria. Me veía, diferente. Las facciones de mi rostro, no eran como antes, ni siquiera mi cuerpo. Con suavidad, lleve las manos a mi caballo para arreglar lo que había sido una alta coleta que decayó, de seguro por la constante movilidad en las arduas pruebas de Hange. Estás, con el fin de que Eren en su forma titánica, pudiera desarrollar la habilidad de endurecimiento que podría copiar de Annie Leonhart. Terminando de arreglar mi coleta, aún inclinada metí las manos en la tibia agua, distorsionando la imagen para refrescar mi rostro con ella. Inclinada, veía los tonos naranjales, mientras que la ventisca fresca removía las ramas de los árboles verdosos. Sacudí mis manos, suspirando hondo. Opte en sentarme, aunque no estuviera exhausta físicamente, en mi mente, había un desastre. Escuché pasos, por lo cual me giré de reojo para ver a Mikasa acercarse a mi, veía envuelto en su cuello aquella bufanda roja, era parte de ella.

—¿Estás bien?—me preguntó, quedando parada a mi lado, por lo cual vagamente asentí.—Armin está preocupado por ti, yo también lo estoy.—añadió, suspire hondo, no quería preocuparla.

—Si algo me pasa, estoy segura que ambos lo sabrán.—le dije, intentando de insistir en mi bienestar decaído.—¿Qué pasó con los exámenes de prueba?—le pregunté curiosa ante verla aquí.

—No continuaremos el examen de prueba.—artículo.—No sé que está pasando con Eren.—añadió preocupada, inclinándose a mi lado.—Tampoco contigo.—musitó, mirándome, Mikasa me conocía, no creía mi insistencia.

—Siento que le estamos exigiendo mucho a Eren y estamos olvidando que estamos en el mismo barco.—respondí en un tono de voz neutral.—Se siente como si ha pasado tanto, pero no es así. Olvidamos que, Eren quería mucho a Thomas e incluso a Mina, como a Marco. Que quizás, fue de los pocos que se llevó bien con Annie y sin duda, tenía un fuerte afecto por Reiner y Berthold. El hecho de perder a Hannes, le ha dado mucho peso y nosotros, hemos sido egoístas.Como nosotros, Eren sigue siendo solo, un niño.—añadí, sabiendo que debía estar analizando lo que ha pasado, Mikasa miraba a la nada.

—Tienes razón.—admitió apenada, bajando la cabeza mientras se envolvía en esa vieja bufanda roja.—Lo he olvidado por completo. Soy sumamente egoísta, porque lo único que me esfuerzo en hacer, es proteger a Eren, pero proteger y apoyar, sin duda son temas diferentes.—decía, con sus pequeños ojos de un grisáceo azulados mirando el césped verde y frondoso.

—Eren nos necesita más de la cuenta.—musité, arrancando el césped de la tierra, para flotarlo en la palma de mis manos.—A este punto, todos nos hemos necesitado.—añadí, entristecida.

—Estoy aquí para ti, Ainara.—me dijo, llevando su mano a mi hombro, dándome un leve apretón.—Iré a ver si Eren está bien, ¿vienes?—me preguntó, levantándose de mi lado.

—Iré en un momento.—expresé, quedándome sentada para ver cómo ella se iba de mi lado, de una manera lenta, me quede cabizbaja, aún mirando el césped que había arrancado.

—Que buena manera de escapar de tus tareas.—me sobresalte de momento, viendo como aquella joven de cabello cobrizo se inclinaba frente al lago, restregando en su rostro el agua.—¿No?—me preguntó Laia, mientras que la miraba.

—Lo lamento.—me disculpe, levantándome del suelo.—Estoy segura que ninguno de los chicos ha limpiado correctamente como el capitán Levi ordenó.—articule, limpiando mis manos.

—Nadie mejor que tú puede guiarlos para esa tarea tan importante, Levi no debe tardar en llegar.—me decía, por lo cual asentí.—Espera, ¿por qué luces tan mal?—pregunto, examinándome.—No estás comiendo.—dijo.

—Solo, no he tenido hambre.—esclarecí, notando la falta de apetito que había en mi en estos días.

—¿Crees que eso es correcto para un soldado?—pregunto, ella me había detenido en seco, en medio de aquel hermoso lago donde las aves merodeaban, no sabía qué contestar.

—¿Es correcto para tantos soldados morir por una causa que creemos justas?—ella se quedó atónica con mi pregunta, lamió sus labios sin saber que responder, hasta que llevó sus manos a mis hombros con fuerza, para mirarme fijo.

—Ninguno de mis compañeros ha muerto en vano.—me esclareció, en un tono neutral.—Se que duele ahora, pero habrá un día donde no duela más, porque podrás soportar la carga. Escuché lo que dijiste ahí. Es cierto, aún son unos niños, pero lamentablemente nacieron en este mundo y a veces eso no es justo, pero les hace especiales.—musitaba, alentándome.—Ustedes, son diferentes a tantos que he conocido. Es por eso que ahora serán parte del escuadrón de operaciones especiales, porque creen en un mañana en donde puedan vivir.—con suavidad, deslizó sus manos para abrazarme, haciéndome sentir algo que nunca había sentido con nadie, estaba siendo protegida, como desee con mi madre.—Eres hermosa, no importa como sea el mundo, debes seguir teniendo esperanza.—añadió, distanciándose de mi.—¿Entiendes?—me preguntó, por lo cual asentí, mirándola.

—Gracias.—agradecí, apenada por haber hablado de una manera incoherente hacia ella, una persona con bastante madurez y experiencia.

—¿Se quedarán ahí?—desvíe las mirada, visualizando cómo la hermana menor de la capitana que estaba delante, pasaba cerca de nosotras hacía el lago, de seguro a refrescarse.—Esos niños, son unos idiotas. No puedo creer que tenga que hacer equipo con una glotona como lo es esa, ¡campesina!—exclamo Jana, aventándose agua de manera brusca en su rostro.—¡Y ese idiota de Jean! ¡Se cree tan perfecto, pero sin duda prefería besar a un caballo... —dijo, por un momento, levante la ceja, viéndola mirarnos con seriedad.—Ay no, el parece un caballo. ¿No es así?—nos preguntó, por lo cual sonreí de lado.

—No le diré que dijiste eso.—le dije, viéndola más calmada mientras parecía analizar lo que dijo.—Jean es un buen chico, solo ha pasado por cosas horrendas.—musité distanciándome de ellas.—Iré a ver qué necesitan.—avise, viendo a Laia a sentirme, mientras se acercaba a su hermana.

Era extraño que compartiera con Jana, de hecho, eso casi nunca pasaba. El que ahora perteneciéramos a un escuadrón de operaciones especiales, nos haría aliadas y compañeras. Su actitud no era la mejor, era una persona algo fría y distante, pero siempre que se expresaba, parecía haber bastante carisma en ella. De seguro, como todos nosotros, ella debió haber tenido una vida difícil. No me moví, viendo como ambas hermanas se quedaban paradas frente al lago. No tengo la hermana que deseo, pero estoy rodeada de amigas que se sienten como una. Me abracé a mi misma, viendo como Laia empujaba a Jana al lago, empachándola de agua. Sonreí. Ella era una mujer extraordinaria, me daba un refugio tan acogedor del que no quisiera irme nunca. Su mirada, su aura me daba armonía. Aunque, sus ojos también desbordaban una tristeza y agonía dispensable. Desconocía sus orígenes, o como habían llegado hasta aquí, lo único que conocía, es que eran hermanas y nunca estaban lejos de la una o la otra. Suspire, distanciándome de ellas para darles la espalda. Caminando por la colina vagamente, mientras la ventisca de la brisa chocaba en mi rostro, podía ver el pequeño cuartel allí, en la bajada.

Me detuve en seco, llevando mi mano al bolsillo, donde sentí aquel pañuelo. Lo saque de mis manos, visualizándolo detenidamente. Era pequeño, pero también acogedor, era parte de mi, como esa bufanda rojiza que Mikasa envolvía en su cuello. Esto, era personal y especial. Aunque ya nada es lo que era antes, por alguna razón no podía dejar de cargar con este pañuelo. No importa lo fuera de línea que este, debía estar conmigo y si algún día ya no lo tengo, por alguna razón sentiré que habré perdido algo más que mi esencia. Esto era de mi madre, la mujer que me dio la vida y aunque esté resentida por su abandono tan misterioso, tener este pañuelo, era como si tener a la mujer tan deslumbrante que detallan los que tuvieron la suerte de conocerla. La lleve a mis labios, dándole un corto beso. No se donde estés, si en un lugar donde pueda encontrarte o quizás no, pero espero algún día poder volverte a ver. Mamá, hay muchas cosas que necesito entender y si quizás te necesito, y aún no llegas, entonces que alguien llegue por ti, porque hoy más que nunca, necesito de una madre que me diga que todo estará bien. Quería mentirme a mi misma porque esto estaba doliendo como el infierno y aún, no pasaba ni la mitad de lo que pasaría dentro de unos años.

—Oye mocosa.—levante la mirada, visualizando al capitán Levi saliendo del pequeño cuartel, me examino con su vista tan sombría.—¿Te vas a quedar ahí parada?—me preguntó.

—Iba ayudar a limpiar.—musité, guardando el pañuelo en mi bolsillo, el cual el capitán vio.

—Bueno, petición denegada, concluimos que continuaremos con los experimentos.—indicó, dejándome algo desconcertada.—Andando.—me acerqué a él, también a su caballo, por lo cual el capitán Levi me ayudó a subirme.

—¿Mi papá aún sigue en Trost?—le pregunté curiosa, viéndole subirse junto a mi, para sostener las cuerdas del caballo al que incitó a cabalgar.

—Si, nos estamos preparando.—levante una ceja ante su comentario.—Erwin cree que la policía militar querrá desestimar la custodia que la legión tiene sobre Eren.—me contaba, con su misma actitud fría y sería.—Quería que te lo dijera.—añadió.—No sé que vaya a pasar, pero en todo momento, te mantendrás conmigo. ¿De acuerdo?—me preguntó, por lo cual asentí.—Y otra cosa. De ahora en adelante, entrenarás conmigo. No permitiré que sigas sintiendo que eres débil.—musitó, mientras que con delicadeza acoste mi cabeza en su espalda, mirando los árboles.

—Muchas gracias, capitán Levi.—agradecí, sabiendo que intentaba buscarme de reojo con la mirada, pero me quede recostada de su espalda.—Tú también pasaste por esto, ¿no?—pregunte, viendo que habíamos llegado a los exámenes de prueba, todos estaban aquí.

—Vamos mocosa.—se bajo sutilmente del caballo, ayudándome en si, para cuando me bajo, se quedó frío mirándome detenidamente, hasta chasqueo la lengua, molesto.—He visto esa mirada un sin fin de veces en la ciudad subterránea. Verla en ti, me causa escalofríos.—musitó, mientras que levantó su mano para llevarla a mi cabeza.—No importa. Le hice una promesa a tu padre y la cumpliré.—masculló, palmeando mi cabeza para distanciarse de mi.

—¡¡Bien, daremos inicio!!—gritaba la teniente Hange, aún encima de la colina, podía ver abajo de ella a Eren, quien era supervisado por Mikasa y Laia.—¡¡Como la última ves, cuando estés listo, Eren!!—seguía diciendo ella, sutilmente me senté en el césped, escuchando pasos.

—Hola.—levante la vista, viendo como Armin se inclinaba ante mi, por un momento toda la frialdad de mi rostro, se llenó de calidez.—Iba ir a buscarte.—musitó, su mirada tan detenida me causaba un rubor, un fuerte sonrojo.

—Ya estoy aquí.—le dije, mirando sus azulados ojos, tan brillantes y perfectos, Armin posicionó su mano en mi hombro, acariciándolo.

—Y nunca más te irás.—expresó, haciéndome poder ver el rubor de sus mejillas.

—Oigan mocosos. ¿Están coqueteando en un examen de prueba?—levante la mirada, viendo al capitán Levi mirarnos de reojo.—Que imprudente.—añadía, haciendo que Armin se apenará y levantara por respeto al capitán.

—Vamos Levi, incluso en los días de expediciones, tú también te dabas tus... —la teniente Hange se silencio temblorosa automáticamente que el capitán Levi la miró fríamente, sus ojos sombríos se volvieron más pequeños, ella rascó su nuca y sonrió.

—Eres un fastidio, maldita cuatro ojos.—expresó el capitán, llevando la mano al cabello de la teniente el cual sostuvo.—Preocúpate por tus asquerosos fetiches y déjame por una ves, respirar del aire fresco sin que me lo abrumes.—le pidió, girándole la cabeza.

—Historia.—llame aquella chica quien tenía un rostro opaco, ella con su rubio y amarrado cabello, dejaban caer flequillos en su rostro que bloqueaban verle sus azulados ojos.—¿Quieres sentarte conmigo?—le pregunté, ella camino con vagues, quedando inclinada a mi lado, sostenía una mochila de suministros en su espalda.

—¿Como puedes?—me preguntó en un tono bajo.—¿Como puedes aún estar de pie? Si yo, a penas puedo sostenerme, pensando en que Ymir se fue.—musitó apenada, vi al borde de su ojo aquella tristeza inexplicable que ella sentía por Ymir.—No puedo hablar de esto con nadie. Lamento si te abrumo tan inesperadamente, pero ahora siento que no tengo porque vivir una vida en la que me enorgullezca, pues, con ella a mi lado todo parecía ser más fácil y claro.—musitó, con vagues.

—Historia, ese es un bonito nombre. No veo porque no puedas enorgullecerte de eso.—indique, viendo el horizonte y los tonos naranjas estar sobre nosotros.—Si empiezas a llevar tu nombre con orgullo, podrás contar la historia. Y si no lo haces, solo serás igual al montón que viven fingiendo. No creo que Ymir, haya sido el tipo de persona que fingía ser alguien que no era.—le dije, viendo como su expresión sería esclareció asombro, afligida a algo que no entendía.

—Ainara, muchas gracias.—me agradeció, bajando la cabeza, por lo cual suavemente lleve mi mano a su pierna y la palmeé, estaría ahí para ella, porque también era mi amiga.

—¡¿Qué te sucede Eren?! ¡De pie!—levantaba la mirada, intentando visualizar la razón del escándalo de Hange, quien parecía abrumada—¡Todo el destino de la humanidad depende de ti! Levántate!—me levante del suelo, con ayuda de Historia quien se quedó a mi lado.

—Cuatro ojos, parece que esta vez paso algo diferente. Ahora ni siquiera alcanzo los diez metros. En algunas partes le falta músculos, y la parte baja de Eren, está expuesta, en conclusión, se le ve el culo.—expresó el capitán Levi, con frialdad, veía al titán de Eren incompleto, era eso el reflejo de su cansancio físico y mental.

—¡Eren! ¿¡Todavía puedes moverte!? ¡Danos una señal de que estés bien!—pedía Hange, mientras veía cómo Mikasa se sobresaltaba de su caballo para dirigirse a Eren; el capitán Levi bufo.

—Oye, de nuevo actuó por su cuenta, es una mocosa muy terca. ¿Crees que debemos castigarla?—preguntó él, de una manera incómoda por la actitud tan impulsiva de Mikasa.

—No, no está reaccionando... ¡Eren!—la teniente se lanzó al vacío de la colina con sus equipos de maniobras tridimensionales, para examinar con más detenimiento a Eren.

—Creo que falta mucho por recorrer. Aún no podemos usar la habilidad de cristalización para restaurar la muralla.—comentó el capitán de manera pesimista, mirando de reojo a Armin.

—Si, por eso les dije desde el principio que sería algo casi imposible.—respondió Armin, en un tono suave, mientras que el capitán le examinaba.

—Siendo sincero, el plan no está mal. En ves de llevar suministros, solo debemos llevar a Eren ahí. Que podamos o no realizar este plan, dependerá de Eren.—decía el capitán Levi.

—¡Terminó el experimento, todos retírense de inmediato!—pidió Hange, sostenía a un inconsciente Eren en sus brazos, con su rostro todo empalado y ojos brotados, la sangre se derramaba en todo su cuerpo, me daba asco.

—Eren y tú irán en la misma carroza, ambos irán con Hange. Volverán a Trost.—pude visualizar como el capitán Levi se dirigió fríamente a Historia, quien con pereza asintió, dándose la vuelta.

—Ainara, ¿vienes?—me preguntó Armin, quien se detuvo en seco, examinando mi posición.

—No.—respondió el capitán Levi por mi, portando su pesado brazo en mi hombro.—Ella y yo, vamos hablar unas cuantas cositas.—artículo, con un poco de sarcasmo en su voz.—Puedes retirarte, Armin.—pidió el capitán, mientras que me inmovilizó junto a él, en esa colina.

De reojo observe cómo él se iba, pero antes, también de reojo me miró. Esa calidez de su mirada me daba armonía, desde que unió su alma con la mía, en nuestras mismas pieles, donde la calor nos pactó por la grandeza de nuestro amor, nuestras miradas parecían ser más expresivas que cualquier otra que nos hayamos dado. Nos habíamos entregado por amor y ahora, una parte de él era mía, como una parte mía, era totalmente suya. Levante mi mano, despidiéndome de él, para verle asentir. Pareció su semblante decaer con tranquilidad, veía la preocupación en su rostro, no lo estaba dejando ser por mi imprudencia constante. Se iba más seguro de mi lado, aunque jamás quisiera que se fuera, muchas veces tuve que verlo ir. Suspire hondo, mirando adelante, dejando de verle. El capitán Levi tenía su mano en mi hombro, mientras veíamos como la bruma de vapor que soltaba el titán de Eren, los demás partían. Me quede aún lado de aquel hombre que era capaz de dar su vida por mi, levante la mirada para ver la frialdad en su rostro. Alentó a moverme, no sé a donde iríamos, pero este tipo veía algo más en el horizonte que yo. Te seguiría, siempre lo haré. Confiaba en su palabra. El capitán Levi, es y siempre será, el soldado más fuerte de la humanidad.

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