𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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El arco de la realeza.

La ventisca fría de la noche removía mi alta coleta. Estaba de pie, vigilando que no hubiese nadie fuera de esta zona de almacén donde estábamos. Estaba tensa, más que hace unas horas donde había desvanecido desmayada luego de haber perdido el control de mis emociones. Terriblemente, habíamos perdido a Eren e Historia, pero era algo que sabíamos que sucedería aún así nos arriesgáramos a cuidarlos. Suspire hondo. Mi ropa seguía manchada. Aún tenía la sangre seca de aquel hombre a quien despedace. Lo hice como una completa animal, aunque me estuviera mortificando por eso, no me arrepentía. Aún no estaba lista para morir. Yo no quería morir, no todavía. Y, no era por miedo. Realmente, no me daba miedo morir. Siempre he pensando que luego de que mueres, hay una paz cubriéndote por completo, lejos de todos los que se quedaron aquí, pero a lo que realmente le temía, era a que todo lo que hemos sacrificado fuera en vano, por eso, no moriría hasta descubrir la verdad de estos muros aunque luego, mi vida dependa de eso. Sostenía la pesada arma, escuché pasos y luego una puerta cerrarse, no miré. Sabía que todos la habían pasado igual, o peor que yo.

—Oye, ¿estás bien?—giré mi mirada, visualizando a Jana, ella tenía su cabello amarrado por completo, era extraño verla así.

—Eso intentó.—musité, con una fría voz hacia ella, estaba cortante, pero es que aún estaba procesando todo lo que había sucedido.

—Creo que deberías ir hablar con tu novio. Él está igual, o peor que tú.—aconsejo ella, aún lado de mi, sostenía un arma también, debía haber venido para sustituirme.

—No es mi novio, aún no.—esclarecí, sintiendo la calidez en mis mejillas por su insinuación.

—Aún así, creo que deberías ir.—artículo, haciendo una pausa en medio de un suspiro.—Es horrible, lo sé.—expresó, la miré, confusa ante no saber de qué hablaba.—Sientes que no puedes respirar. El pecho te duele, tanto que podrías perder el control.—decía.—La primera ves que mate a un hombre, tenía diez años. Vivíamos en Trost, había una banda de personas que hacían cosas horrendas con las mujeres que secuestraban. Era una mierda, vivíamos con miedo. En aquel entonces, solo éramos mi hermano y yo, bueno, siempre ha sido así. El punto es que, era matarlo o dejar que mi hermana... —se pausó, como si algo la perturbara.

—No tienes que contarme, si no quieres.—dije, siendo una persona con empatía por su leve pausa, parecía ser que un trauma de su vida se ocultaba detrás de esa historia.

—Yo, se como te sientes. Esto es horrible. Solo somos unos niños, pero ya no podemos depender de nuestras ideas infantiles en que tendremos un mundo libre. Lo siento, se que quisieras escuchar otras palabras pero, mereces más que nadie escuchar la realidad y este mundo, es muy cruel. Lo que nos queda, es seguir peleando. Ahora, más que nunca.—culminó en decir, más calmada.

—Jana, muchas gracias. Lamento todo lo que hayas tenido que pasar con tu hermana.—dije, agradecida por haberse tomado el tiempo de dirigirse hacia mi tan noble.—Por si nadie te lo ha dicho, eres muy valiente.—añadí, viéndola abrir sus ojos grandemente, mirando a agradecida.—Iré a ver si todo está bien.—le avise, girándome en mis talones para ir hacia la puerta media abierta.

—¿Qué ocurre? ¿Les da asco comer en un lugar tan sucio?—preguntaba el capitán Levi, sentado frente a los demás.

—No, señor.—miré a Armin, quien lucía abatido y apenado.—Jean, hay algo que aún no logro entender... —musitaba, mientras que Jean a su lado, se tenso por completo.

—¿Qué Armin?—le preguntó Jean, sutilmente.

—Cuando apunte el arma para salvarte, habría creído ñ que era demasiado tarde, perdón, pero ¿por qué fui yo el que disparó primero?—miraba a Armin, en medio del escándalo en el distrito, no había sido la única que se ensució las manos.

—Fue porque...

—El enemigo dudo en disparar por un segundo. ¿No fue así?—interrumpió el capitán Levi, notando que Jean no podía ni siquiera hablar.

—Armin discúlpame, yo debí haber disparado el arma contra esa enemiga.—comentó Jean, apenado.

—¿Entonces eso pasó?—se preguntaba Armin, bajando la galleta de suministros, como si perdiera debilidad; aún no notaban que les veía desde la puerta.—La mujer a la que mate, debió ser una buena persona. Apuesto que ella era mucho más humana de lo que soy yo. Jalé el gatillo sin ni siquiera pensarlo, fue automático.—decía.

—Escucha Armin, a partir de ahora tienes las manos manchadas de sangre. Así que no volverás hacer la misma persona.—expresó el capitán Levi, de una manera fría e insensata.

—¿Por qué le dice eso?—se preguntó Mikasa, incomodada por la frialdad del capitán.

—Debes aceptar en quien te has convertido. Si tus manos no se hubieran ensuciado con la sangre de esa mujer, tu amigo no estaría aquí para contarlo.—expresó, firmemente.—La única razón por la cual disparaste, fue para que no mataran a tu compañero. Armin, gracias a que te ensuciaste las manos, no perdimos a otro compañero del equipo. Así que gracias.—le decía.

—Capitán Levi, yo siempre creí que pelear contra otros seres humanos estaba mal. Y que usted se equivocaba al ordenarlos a hacerlo, tenía mucho miedo de herir a una persona. ¡Pero fui yo quien siempre estuvo equivocado, la próxima vez no dudaré en matarlos!—exclamó Jean, de una manera afirmativa, viéndose decidido.

—Nunca les dije que lo que yo hago, fuera lo correcto. No sé si matar este bien, o este mal. Por lo tanto, ¿aún piensas que tu pensamiento esté equivocado?—les preguntó, ellos pensaban una respuesta, pero abrí la puerta y les dejé verme.

—Ainara.—le llamó Laia, levantándose del cajón aún lado del capitán Levi, viéndome preocupada, tan solo cerré la puerta a mis espaldas y crucé de brazos, evadiendo sus miradas intensas.

—Bien soldados, es momento de escuchar lo que este hombre tiene que decirnos.—expresó el capitán Levi, levantándose del suelo para observar al obeso hombre amarrado que yacía sentado en el suelo. lo habíamos capturado, a él, y a su carreta para poder hacer el escape de los dobles que fracasó.

—Espere señor, yo solo soy un pobre viejo al que contrataron para conducir una carreta.—murmuró tembloroso aquel hombre cuando el capitán le quitó el vendaje que cubría su boca.

—Ah, ya te había visto antes. Recuerdo que en la ciudad unas personas te decían jefe.—expresó Mikasa, viéndole detenidamente.

—Ya se quien eres, eres Dimo Reeves. ¿Verdad?—le preguntó el capitán Levi, quien también le examinó, reconociéndole.

—Seguí las órdenes del primer escuadrón de la división interna. Pero fracase durante la operación, y ahora la compañía Reeves será confiscada en su totalidad. Por lo tanto, mi estúpido hijo, mis hombres y yo moriremos en supuestos accidentes.—comentaba, ni siquiera le habían presionado, lo soltó así sin más.

—¿Vas a dejar que te maten tan fácilmente? Escucha idiota, el distrito Trost a duras penas sigue en pie. Pero es gracias a la compañía Reeves, le da a su gente bastante trabajo. Por lo tanto, si ustedes y la compañía desaparecen, ¿cuánta gente sobrevivirá al invierno?—preguntaba el capitán Levi, a la distancia, había otro joven similar al hombre, amarrado y mirándoles preocupado, creo que es su hijo.

—¿Dices que, nos unamos a ustedes?—se preguntó aquel hombre, mirando al capitán.

—Lo único que quiero, es que nos digas dónde esta Historia y Eren —esclareció el capitán.—Si proveen a la policía militar, entonces podemos hacerlo.—decía, persuadiéndole.

—¿Estás bien?—levante la mirada, viendo detenidamente los azulados ojos de Armin mirarme, lucía menos abatido, más tranquilo.—Dímelo, por favor.—me pidió, sutilmente.

—No.—admití, sin temor a sentirme apenada, con Armin, era diferente.—Mate a alguien también. ¿Crees que soy una mala persona?—le pregunté en un tono bajo, viendo al capitán levantar al obeso hombre del suelo, mientras que Mikasa desamarraba a su hijo.

—Creo que siempre habrá maldad incluso en el corazón más puro.—murmuro, Armin levantó la manga de su camiseta, pasándola por mi mejilla, limpio la seca sangre.—Aún así, te amo.—me tensé, incluso él cuando supo lo que había dicho, mis ojos se abrieron grandemente, tanto que no pude responder ni siquiera a lo que había dicho.

—Armin, ¿acabas de decirme...

—Lamento interrumpirles, pero voy a iniciar un plan. Pueden dejar sus discursos románticos para después.—el capitán Levi nos hizo tomar distancia, mientras que Armin caminó distante a mi, realmente, se había apenado, pero, ¿habrá sido por qué no supe cómo responder?—Oye, mocosa.—me llamó el capitán, me detuvo en seco, apretando mi hombro fuertemente.—¿Estás bien?—me preguntó, así que asentí.—Bien. Es lo único que me importa.—artículo, alentándome a caminar.

—Capitán Levi, ¿cuál es el plan?—se preguntó Connie, tendido aún lado de Sasha quien le daba espacio a Jana, había entrado para escuchar como nos organizábamos.

—Laia, adelante.—pidió el capitán Levi, dándole autoridad a la mujer de cabello cobrizo a su lado en hablar, ella pareció sentirse en confianza.

—Nos organizaremos, primordialmente nos transportaremos con la carreta. Nos encontraremos en las afueras del distrito Trost. Hay un cuartel, en el flanco derecho. El señor Dimo Reeves y su hijo les convencerán que les dejamos ir. También, que creamos un plan para atraerlos hacia nosotros, tenemos que confundirles. Ellos creerán que los confundimos, así que podremos sin duda emboscarlos.—decía Laia, de una manera detallada, la cual todos asentíamos.—¿Entendido?—nos preguntó, para repetir nuestro asentimiento, pero extrañamente había escuchado un ruido afuera.

—¿Ainara?—me llamo Mikasa, notando como me distanciaba de su lado, dirigiéndome a la puerta, eran como pasos, alguien estaba por aquí.

—Creo que he escuchado algo.—musité a los demás, quienes me miraban curiosos.—Si... he escuchado algo.—les decía, segura de mi intuición.

—Oye mocosa, vuelve aquí.—me pidió el capitán Levi en cuanto me vio abrir la puerta, en si, un gran silencio se esclareció por todo el alrededor.

—Perdiste.—dijo una gruesa voz, cuando me giré, un fuerte golpe azoto mi cabeza, haciéndome desvanecer, hasta que unos fuertes brazos me sostuvieron.

—¡¡Ainara!!—escuché altamente a lo lejos, en una sonora de disparos, mientras me sujetaban.

Todo mi cuerpo estaba débil. La presión que sentía en mi cabeza, era infernal. No entendía que sucedía, solo se que veía todo rápidamente. Todo estaba moviendo rápido, por la persona que estaba sosteniéndome, utilizaba mucho gas, huía. Ya nos estaban observando, desde que llegamos aquí, ya estás personas estaban preparadas para luchar contra nosotros. Era de esperarse, que vinieran por mi, porque, de alguna manera u otra, yo era un objetivo prudente para ellos. Sentí delicadeza, alguien me tumbo al suelo frío. Escuchaba voces, pero seguían a la lejanía. Una mujer estaba parada frente a mi, por la luz de la luna, veía su cabello rubio y como se inclinaba. Me giró de lado, llevo mis manos hacia atrás, las amarró fuertemente con una soga que rasgaba mi piel. Quería hablar, pero no podía. Empecé a sentir un líquido deslizarse por mi mejilla cuando me sentaron. Mi vista se nublaba, así que parpadeaba, no quería quedarme inconsciente, debía aguantar el golpe. Tenía que ser fuerte. La misma mujer que ató mis manos, también lo hizo con mis pies, de una manera fuerte que me hizo jadear, pero no tanto cuando su talón pateo mi boca, haciéndome morderme la lengua. Caí de lado, mis ojos se humedecieron por el calentón repentino en mis labios.

No podía moverme, mucho menos cuando pateo mi estomago, al punto de que solté una bocanada de aire. Esto, era muy cruel. Quizás, me estaban castigando por lo que había hecho, ese hombre que mate, debía ser importante para alguien más, como así lo era Armin para mi, o el capitán Levi junto a los demás. No quería quejarme, merecía sentir esta agonía. Jalaron mi cabello fuertemente, llevando mi cabeza hasta atrás. Había una presión en mi cuello, mientras que una respiración freía chocaba en mi oído. Era escalofriante. Si no era por lo que hice, ¿por qué otra cosa sería? El comandante de la legión, me avisó como padre que debía cuidarme, pero como líder anunció que vendrían por mi. ¿Realmente era por que soy su hija? ¿O había algo más que me entrelazaba con Eren e Historia? Suspire gruesamente cuando una fría navaja rozaba mi cuello, hasta mi mejilla, llegando a la punta de mi ojo. No parpadeaba, no me movía en lo absoluto. La sangre empezó a caer, se derramaba por mi camiseta, mezclándose con la del hombre que mate. No estábamos lejos de los demás, pero estas personas eran peligrosas, ojalá, no hayan querido venir por mi. Levante mi mirada, el mismo hombre burlón que se avecinó en el medio día, estaba parado frente a mi con su sombrero cubriéndole la mirada sombría.

—Kenny, ¿estás seguro que es ella?—la mujer aún lado de mi se dirigía a él, pude ver como se subió el sombrero para que lo viera.

—De mirarla, la reconozco.—indicó él, no había burla en su voz, si no, frialdad.—Es la hija de Averly Smith.—murmuró, haciéndome parpadear varias veces, hablaba de ella, de mi madre.

—¿Cómo conoces a mi... a mi madre?—le preguntaba con una voz entrecortada, él se inclinó delante de mi, me examinaba.—Tú... ¿como te llamas?—continué preguntándole, curiosa por su cercanía tan segura hacia mi.

—¿Qué sabes de tu madre, niña?—me preguntó, podía verlo, su mirada era igual de sombría que la del capitán Levi, era como si viera sus mismos ojos.—No tengo mucho tiempo, el enano ya debe estar desesperado, él debe saber que estoy detrás de esto. ¿No es así?—continuaba preguntándome.

—Responde.—me pidió la rubia mujer aún lado de mi, sacudiéndome, pero intentaba analizar.

—No la conocí.—respondí fríamente, mirándole con detenimiento, por lo cual él, sonrió.

—Eso, se escucha más triste de lo que pensé, pero, es lo que pasa cuando las niñas son de papá. Siempre quieren protegerlas, del mundo exterior, yo te lo dire. Este mundo es igual de cruel, donde sea que lo veas.—artículo, estaba burlándose de mi.—No importa. Tú madre sabía algo que nosotros queríamos saber, esa es la razón por la cual estás aquí. Quizás quien sabe, aparezca por arte de magia.—decía, haciéndome tensar.—¿Has oído hablar de los Reiss?—me preguntó, haciéndome sonar el apellido de Historia en mi oído.—Niña.—me llamaba, pero me mantenía en silencio.

—Señor, no sé nada.—musitaba apenada, porque realmente, no sabía quién era la mujer que me trajo al mundo, o donde estaba.

—¿Ni siquiera que tienes una hermana?—abrí mis ojos grandemente, mirándole con detenimiento.—De hecho, ella vino hacia mi, hace poco. Creo que también, quería descubrir sobre la misma mujer que les dio la vida a ambas. Pero, su mayor objetivo, era encontrarte. Pienso que tú madre sigue merodeando por ahí. Así que, si no viene por la otra niña que abandonó, probablemente venga por ti.—indicó, levantándose del suelo para levantarme, poniéndome en su hombro, boca abajo.—Estoy sorprendido. Sabía que Averly era una caja de sorpresas, pero no creí que fuera tan insensible de abandonar a dos hermosas niñas a su suerte sin al menos decirles, de que se trataba todo esto.—indicó, dejándome sumamente fría.

—Señor, ¿qué haremos con ella?—pregunto la otra mujer, mientras que yo estaba aturdida.—No tiene información. No sabe nada, ¿es de utilidad?—continuaba cuestionándole a él, estaban caminando, nos alejábamos cada ves más, mis ojos se humedecían por lo que desconocía.

—Ya te lo he dicho mujer, Rod Reiss la quiere. Si su madre aún sigue viva, quizás vuelve por ella y si vuelve por ella, le dará a él lo que quiere.—le decía a ella, no entendía nada en lo absoluto.—Hay que salir de aquí, antes que el enano venga. Escuché que es bastante apegado con ella, puedo molestarlo un rato, me lo debe, después de todo, yo fui quien le enseñe lo que sabe.—musitaba.

—Entonces, el arco de la realeza, ha empezado.—articulo aquella mujer fríamente.—¿La lleváramos a donde están los otros niños?—preguntó ella, caminaba a su lado, fielmente.

—Si. Llevémosla ante Rod Reiss, que sea él quien le diga, la verdad.—artículo Kenny.—Por cierto, mi nombre es Kenny Ackerman, niña.—me dijo, para así, el apellido de Mikasa esclarecer en mi.—Prepárate, este camino, será el viaje de tu vida.—me dijo, para así, recibir otro golpe, que me dejó sumamente inconsciente, llevándome a una oscuridad, donde ni siquiera la más fría mentira sería capaz de resistir ante mi desolación.

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