𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐮𝐧𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El día en que supe que el mundo era cruel.
Ainara Smith.

Veía el destello de un amanecer, de un nuevo y frío amanecer. Las marcas de aquellas sogas en mis manos, describían la intensidad de mis fuertes emociones reflejarse en desilusión. En cada cabalgata, mi corazón disminuía como si no tuviera fuerzas para continuar. Una pesadez en mi espalda, empezaba a esclarecerse como si me estuviera clavando una hoja a sangre fría. La ventisca se sentía igual, una brisa fría con un ambiente decaído en tensión. Mi cabello estaba en el aire, la coleta lo estaba, pero yo no estaba justamente donde debía estar, simplemente estaba continuando hacia el sur de la muralla Rose. Los titanes pronto empezarían a salir, se que debía estar preparada para eso, ¿pero acaso alguien me dijo que debía estarlo para mis amigos? Nadie me dijo que el mundo también me quitaría la lealtad de las personas que quería. Que amargo, era un sabor amargo que no quería sentir en mi paladar, mucho menos tragar. Se que, se estaban cuestionando qué haría. Las personas a mi lado que cabalgaban hacia el castillo Usgard, donde estaban nuestros objetivos, se preguntaban qué una frágil chica como yo pudiera hacer en contra de ellos. Era una lástima, ni siquiera podía saber que sería capaz de hacer. ¿Realmente esto estaba pasando? Lo que me perturbaba era lo que había visto ese día. Siempre lo supe, pero nunca dije nada.

Fui una cobarde, esa era la realidad de mi tensa situación en estos días. Me había comido tanto, que por eso estaba débil físicamente. No intentaba evadir el hecho de que alguien importante para mi había muerto, estaba intentando de olvidar que por alguna extraña razón, Reiner Braun logró zafarse de un agarre intenso del titán hembra y que sus heridas, se regeneraron en mi cara como si no fuese tan cínico de ver. Y aún así, me miró a los ojos como si no hubiera nada. Maldito, hijo de puta. Me dolía hasta los huesos de tan solo pensar en él. Mi confianza, mi cariño. Todo se fue por la borda. Él, era importante para mi. Ese idiota, era alguien a quien desearía abrazar en un día agotador. Trague saliva, limpiando mis humedecidos ojos. No podía volver a sentirme débil, ¿realmente era tan frágil para querer llorar? Pero, es que maldición, esto es difícil. Tanto él, como Berthold, fueron mis primeros amigos. Se sentaron conmigo, no me juzgaron, solo comieron y me acompañaron en mis entrenamientos. ¿Todo eso fue mentira? Respire hondo, levantando la mirada para visualizar los escombros de aquel castillo, el hecho de que estuviéramos tan cerca de ellos, me hacía temblar. Giré a mi izquierda, los azulados ojos de Armin hallaron mi agonía, él también se veía atónico. Olvide que ellos, que ellos también eran sus amigos. Era una maldita egocéntrica.

—¡Estamos llegando, prepárense y recuerden el plan al que debemos acatarnos!—exclamaba Hange, estando adelante de todos nosotros.

—Entendido, teniente Hange.—musité, visualizando una bruma de vapor entre los escombros del castillo.

—Ainara, ¿puedes hacerlo?—miré a mi lado derecho a Mikasa, ella posó sus ojos en mi, quería estar segura que me encontrara bien.

—Ya no puedo volver. Debo hacerlo.—le dije, viéndola asentir, amaba a Mikasa, podía decir que ella era la primera amiga a la que le sentía este sentimiento tan fuerte, no quería perderla.—Pero, quédate conmigo. ¿Está bien?—le pregunté, viendo como ella sin dudarlo dos veces, asintió.

—¡Línea derecha, dispérsense y cubran la línea frontal donde está cerca del punto de reunión de los titanes!—indicó Hange, estando en la línea derecha, me levante en mi caballo.—¡Buena suerte!—nos deseo tanto a mi, como a Mikasa.

—¡Chicas, con cuidado, por favor!—nos pidió Armin, en medio del leve bullicio de la cabalgata, le mire detenidamente y asentí, viéndole sonrojarse, maldición, no me hagas esto ahora.

—Hagamos esto.—me pidió Mikasa,  desviándome de los pensamientos sentimentales que tenía hacía su mejor amigo, Armin Arlert.

Asentí, manteniendo el balance, queriendo enfocar el agarre de mi gancho con alguno de los escombros. Tanto ella como yo, simplemente nos impulsamos con el equipo de maniobras tridimensionales. Nuestras verdosas capas flotaron con el viento, pero entre eso, noté que Mikasa tenía una gran fuerza de voluntad. Podía dividir fácilmente sus emociones, de lo que debía hacer. Era algo que admiraba, que deseaba aprender a copiar, porque estando aquí y ahora, sabiendo que no tenía la determinación para enfrentar este tipo de problemas. Ella se deslizó, hacia la nuca campante de un titán hambriento. Se que ellos estaban ahí, porque pude verlos. Me deslicé por el lado de Mikasa, ella se objetivo en aquel titán que parecía preparado para abrir su boca y alimentarse de nuestra compañera. La querida dulce chica que buscábamos para descubrir una verdad más allá del muro, pero, en este momento, ya no sabía lo que era cierto o no. Apreté mis hojas, utilizaba mucho gas, pero es que necesitaba sacar al menos esta tensión. Gruñí en medio del aire, deslizando mis hojas por la nuca de aquel titán, a quien le hice una abertura vertical, desprendiendo toda su piel. Subiéndome por su espalda, hasta llegar a su cabeza, me lance hacia otro, estaba enfadada. Lo remate, utilizando su hombro para desprender mi gancho hacia otro titán, dándome cuenta que Mikasa, estaba atrás de mi, ella se quedó conmigo. Conmovida, me detuve en el suelo, viéndola defender la línea central.

—Gracias, Mikasa.—murmuré, viéndola en si, ayudar a los otros cadete, mientras que decidí cambiarme de hojas, continuaría peleando.

—¡¡Oye floja!!—me tense, mi cuerpo se heló y no pude sostener la hoja sin sentir que el aire me faltó.—¡¡Floja!! ¿No vas a saludarme?—su voz retumbaba en mi oído, no sabía cómo fingir.

—Reiner.—levante la mirada, viendo su mano envuelta en un vendaje, la emoción en sus ojos, fue un balde de agua fría, más cuando se fue acercando a mi, con una gran sonrisa.

—¿Ya se te subieron los humos? Creí que ambos seríamos grandes cadetes.—me decía con burla, para así pararse frente a mi.—Ah, no sabes cuanto te estaba extrañando, Ainara.—me refugio en él, no pude evitarlo, aunque me doliera, lo abracé, solo quería que esto fuera una vil mentira.—Pero, es bueno saber que también me echaste de menos.—murmuro, poniendo su cabeza encima de la mía.—Me siento como la mierda, igual tú te ves jodida.—añadió, mi corazón estaba palpitando junto al suyo.

—No sabes cuánto te extrañé, Reiner.—musité en un hilo de voz apagada, sabiendo que mi corazón se empezaba a debilitar ante él.

—Tranquila floja, ya no me iré de tu lado.—me decía, haciendo que mi pecho se apretara, él no sabía la trampa que le teníamos, ni siquiera me atrevía a mirarle sin pensar en cómo lo arrinconaremos contra la pared con una espada.—Ya no me iré, Ainara.—musitaba.—Pero, si un día decido irme. ¿Irías conmigo?—me preguntó.

—¡¡Ainara!!—me distancié de él, visualizando como Berthold corría junto a Connie, se acercaban a mi, por lo cual corrí hacia ellos.

—¡¡Amigos!!—les abrace fuertemente a ambos, sintiendo la pereza de mis emociones decaer cuando el informe que le dieron a Hange, describía también el nombre de Berthold.

—¡¡No lo vas a creer, creíamos que moriríamos!! ¡¡Un mono gigante nos estaba acechando!! ¡¡Pero Ymir se lanzó, fua fua, se convirtió en un titán horrendo como lo es ella y nos defendió!! ¡¡Ah, y Eren mato a su primer titán!!—decía Connie, rápidamente con bruscas señas en sus manos.

—¿Ymir qué...?—pregunte desconcertada por lo que había dicho, él continuaba hablando, pero su detalle había sido más que claro.—¿Es cierto?—me volteé, mirando a Berthold quien asintió.

—Míralo por ti misma, Ainara.—visualicé a Eren caminando con pesadez, haciéndome una señal con la cabeza, donde podía ver más a fondo de los escombros, como Hange estaba inclinada junto a Krysta alrededor del cuerpo mutilado de Ymir.

—Ay, no me jodas. Lo que falta es que yo también sea uno.–musité, visualizando como todos me miraron.—Que obviamente no soy.—articule, sacándole de dudas, respiraron aliviados.

—Están como que muy pegadas, ¿no creen?—se preguntó Connie en un tono bajo, donde Sasha le dio un fuerte golpe en el hombro.

—Mi verdadero nombre, es Historia. Querida Ymir.—musito ella, haciéndome desconcertar, me giré en mis talones, retrocediendo de todos ellos, me miraron extrañados, pero me dejaron.

—¿Qué le pasa?—se preguntó Connie, mientras que tan solo me hice la misma pregunta a mi.

—Ainara, ¿estás bien?—me detuve en seco, lleve la mano a mi cabeza, me dolía, de tanto estresarme.—¿Está ocurriendo algo?—me giré de reojo, observando a Reiner mirarme curioso.

—Es solo que, han pasado muchas sorpresas. ¿No lo crees?—le pregunté, viendo como él giraba la mirada hacia atrás, visualizando a nuestros compañeros mirar aún la impactante escena.—En estos momentos, solo quiero irme a casa.—dije.

—A mi también me gustaría volver a mi querido hogar.—musitó, cabizbajo.—Me encantaría poder llevarte conmigo, para que lo conozcas. Quizás, entenderás mi historia, como nadie lo hará.—me tense, eso, había sido un mensaje subliminal; ¿llevarme? De seguro Eren también estaría invitado, ¿no es eso por la razón que Annie se lo quería llevar? Maldita sea, mi semblante cayo.

—Reiner, ¿por qué razón me proteges tanto?—le pregunté, notando como se tenso.—¿Es por qué somos amigos? ¿O hay algo más que no sepa?—detrás de él, la mirada de Armin nos seguía con recelo, pero Reiner titubeó, nervioso.

—¡¡Retirada, volvamos al muro Rose!!—exclamó Hange, a quien escuché a la distancia altamente, así, note cómo Reiner me dejó sin respuesta.

—Venga, vámonos. Ni siquiera puedes cabalgar así.—le dije, viéndolo cabizbajo, como si la conciencia se lo estuviera comiendo vivo.

Me monte en el caballo y el atrás de mi. Todos se organizaban, muchas miradas estaban encima de nosotros, pero solo era quienes sabían lo que yo. No me di cuenta que el cielo, estaba de un torno grisáceo. La oscuridad en las nubes reflejaba toda mi tristeza interior, mi disgusto y mi patética forma de camuflarme en la debilidad, porque yo sabía más que nadie, que no era débil. Apretaba mis dientes, intentando de calmarme por dentro. No sabía cómo Reiner podía mirarme a la cara y mentirme. Eso solo me hacía desear, que esto fuera una terrible confusión de la que luego tendríamos que pedirle disculpas. Solo es una mera coincidencia, ¿no es así amigo? Volveremos al cuartel de la legión, vacilaremos y reiremos hasta el amanecer. No importa que quizás estés molesto luego conmigo, lo enmendare comiendo a tu lado en la cafetería como hiciste conmigo el primer día en la base de reclutas. Entrenaremos juntos, nos desafiaremos y seremos más fuertes. Si, eso haremos Reiner, porque siempre hemos sido buenos amigos. Los amigos, no se mienten. No se dan la espalda, mucho menos se clavan una estaca tan fría como esa que acusan que harás. Estoy segura, que te conozco más que nadie. Se que no nos harías daño, nos has cuidado. Así que por favor Reiner, cuando vuelvas a mirarme, mírame de una manera en que me jures y perjures, que solo los han confundido.

Pensar eso, me hacía sentir patética e infantil, pero necesitaba darle una esperanza a mis ilusiones. Alimentarlas, me hacía sentir mejor. El mundo no podía ser tan cruel conmigo, no, por favor. Así fue mi camino hacia la muralla Rose, lleno de desesperanza y esperanza a la ves, envueltas en mi agonía, pero con convicción, seguía repitiéndome lo mismo una y otra ves. Bajándome del caballo, respiré hondo. Reiner se fue de mi lado en cuanto se bajo también, sin decir ni una sola palabra. Le mire, se fue acercando a Berthold, como si quisiera procurar que estuviera bien. Me recosté del caballo, estaba exhausta, solo necesitaba recostarme en mi cama y que nadie me molestara por semanas, pero en este trabajo, era imposible descansar. Veía los ascensores, empezaríamos a subirlos. La verdosa capa estaba envuelta en mi, volaba en la ventisca del aire, ese que estaba algo intenso. ¿El día quería decirme algo? No lo sé, pero se seguía sintiendo pesado. Empecé a caminar, visualizando como todos los soldados se ayudaban entre sí, pero entre ellos, buscaba una mirada que me diera esperanza. Pose mis ojos encima de Armin, él estaba ayudando a varios soldados, quienes bajaban el cuerpo inconsciente de Ymir. Por favor mírame, dame esperanza.

—Ainara, ven, subamos.—me pidió Reiner, y ante eso, pude notar que Armin levantó su mirada, buscándome en ella, me encontró, pero no había esperanza que me alumbrara este día gris.

—¿Estás bien? Luces exhausta.—me preguntó Berthold en cuanto me coloqué a su lado en el ascensor, pero seguí mirando a Armin.

—Si, lo siento. Estoy exhausta.—le respondí, mediante el ascensor empezó a subir, me percaté de cómo Eren sobresalía del borde del muro.

—Nosotros también, pero estamos contentos de que estés aquí con nosotros.—me dijo Berthold, a quien miré afligida, él me sonrió ampliamente.

—Ven, Reiner.—a diferencia de mi y Berthold, Reiner necesito la ayuda de Eren, quien le dio un fuerte estrechó, para atraerlo al muro.

—¿Estás bien?—le pregunté a Reiner, viéndole sentarse algo abrumado, se veía adolorido.—Reiner.—la llame, captando su atención.

—No, diablos, duele.–me contestó en medio de aquella acaricia a su brazo vendado, mientras que me fui acercando a Eren, para visualizar cómo Armin subiría el muro, por lo cual me incliné.

—¿Te sientes bien, Reiner?—Eren demostró su preocupación, mirando de reojo a Reiner.

—No. Por supuesto que no, un titán estuvo apunto de arrancarme el brazo, eso fue patético, muy patético. Creí que iba morir.—decía, mis manos atraparon fuertemente las de Armin, quien se impulsó con mi ayuda y la de Eren.

—Hola.—le salude, removiendo el cabello de su rostro, por lo cual note como se avergonzó por mi leve tacto en su rostro.—Luces guapo.—halague.

—Para alguien tan fuerte como tú, siempre hay una primera vez.—dijo Eren, levantándose de mi lado junto a Armin, quien miró a Reiner receloso.

—¿De qué hablas? ¡Esta es mi segunda vez, cuéntenle chicos!—Reiner agitado nos miró a mi y a Armin.—¿Si recuerdan cuando la titán hembra casi me aplasta con su mano?—nos preguntó, en una leve actitud de molestia.—Aquella vez estuve apunto de morir. Si sigo así, no tardaré en morir pronto, pero... este es el camino que elegí.—musitaba, frustrado.—Es difícil ser soldado, este trabajo acaba con el espíritu antes que el cuerpo, pero no hay tiempo para quejarse. Tenemos que reparar esta muralla.—su manera pasiva y neutral, me hizo notar el repentino cambio de actitud que Reiner tuvo.

—Es cierto, de lo contrario, ninguno de ustedes dos podrá regresar a su querido hogar.—comentó Eren, encaminándose a seguir hacia los demás, pero note cómo Berthold se tenso ante lo que Eren había comentando.

—¡Él tiene razón Reiner! ¡Nuestro hogar, regresaremos a nuestro hogar!—miré a Berthold, quien en medio de la exclamación demostró su emoción.—¿Acaso ya no quieres volver? Comparado con todo lo que hemos pasado, resistir esto no es nada.—le continuaba diciendo.

—Es verdad, ya nos falta muy poco para estar en casa.—respondió Reiner, levantando la mirada.

—¿Oigan, ustedes de que hablan?—se preguntó Eren, mientras que toque el hombro de Armin para señalarle la línea de soldados que venía desde el terreno, reconoceríamos a ese hombre donde fuera.

—Es Hannes.—expresé, haciendo que los demás miraran a los soldados que se lanzaban al muro para subirlo.—Vamos a ver.—pedí, curiosa.—Pero, ¿qué hace aquí?—pregunte, caminando con Armin, donde nuestras manos rozaron y nos miramos de reojo, deseábamos cogernos de la mano y entrelazar nuestros dedos.

—Vinieron a decirnos dónde está la abertura.—respondió Hange, inclinándose para ver cómo aquel hombre subía a la muralla con esfuerzo.

—No vimos ninguna abertura.—aviso Hannes en cuanto subió, dejándonos desconcertados, su rostro serio me dejaba saber que eso no era una vil broma de las suyos, era realmente en serio.

—¿Qué estás diciendo?—se preguntó Eren, siendo el primero en reaccionar, confuso.

—Estuvimos toda la noche buscando. Lo bueno, es que al menos entre Trost y el distrito de Krorva, la muralla está intacta.—detalló, afirmando nuevamente lo que había dicho.

—¿Como es eso posible?—pregunto Hange, mirándolo, esperando que dijera algo más.

—Nos encontramos con soldados de Krorva y retomamos nuestros pasos. Tampoco hemos visto ningún titán durante todo el camino. Fue una falsa alarma.—detalló Hannes, sin saber lo que había pasado más allá que hizo informar sobre la presencia de titanes, algo estaba mal.

—Pero, nosotros vimos a esos titanes de este lado de la muralla.—murmuraba Armin a mi lado.

—¿En verdad no los vistes? ¿Estás seguro que estás sobrio Hannes?—pasmada mire a Eren, quien se dirigió de esa forma tan irrespetuosa hacia Hannes, quien avergonzado le miró.

—¡No he bebido, Eren!—le respondió, ofendido, hasta que removió la cabeza y nos miró.—Un momento, ¿por qué ustedes están aquí?—nos pregunto, pero a esta altura, no lo sabíamos.

—Si no hay abertura, entonces no hay nada que podamos hacer. ¡Atención, volveremos al distrito Trost!—aviso Hange, moviéndose desconcertada.

—Escuchen chicos, no bajen la guardia. Nosotros nos adelantaremos.—aviso Hannes, quien me sonrió ampliamente y me guiño el ojo, yéndose.

—¿Como que no hay abertura en la muralla?—se preguntaba Eren, mientras que veía a Hannes irse, sentí un leve apretón, deseé que se hubiera quedado aquí con nosotros, sano y sobrio.

—¿Qué significa todo esto? No había pasado algo así desde hace cinco años, y ahora está pasando todo de golpe.—se preguntaba Armin, dándome la espalda mientras su mano volvió a rozar con la mía, él haría que realmente yo hiciera descubrir mis emociones, a esta altura, no importaba.

—Ainara, necesito hablar contigo.—visualicé a Reiner, quien se puso delante mío junto a Berthold, su mirada tan intensa me lleno de un frío que no pude entender.—Eren, también me gustaría hablar contigo, ¿tienes un minuto?—detenida en seco, veía como Eren se quedó a mi lado, de reojo me miró, como Mikasa lo había hecho apartándose en medio de la leve tensión.

—¿Sobre que quieres hablar Reiner?—le preguntó Eren, estaba pegado a mi, parecía querer protegerme, realmente lucía mal.

—Hace cinco años, Berthold y yo derribamos la puerta exterior y interior del muro María. Ahí, comenzó el ataque a la humanidad. Yo soy el titán acorazado y Berthold, es el titán colosal.—su neutral voz hizo que detonara una leve risa, era inevitable por la manera tan normal que lo había dicho, pero la seriedad en su expresión, empezó hacer que mi risa cesara.

—Reiner, ¿te golpeaste la cabeza?—le pregunté, intentando de volver a la normalidad, pero ya me estaba volviendo loca con tanto.

—Me preguntaste porque te protegía tanto, aunque no es un misterio que esté enamorado de ti, pero eres una de las razones por la cual estamos aquí.—todo se ceso, mi risa, incluso en el ambiente, había un gran silencio por eso.—Por eso, siempre he querido llevarte a mi hogar.—añadió, haciéndome entender su insistencia de querer que me vaya con él, incluso de equipo, ¿Reiner siempre lo planeo?

—¿Qué estás diciendo Reiner?—le preguntó Eren, confundido, igual que yo lo estaba, maldita sea, nadie se estaba riendo, esto no era un chiste.

—Parte de nuestra misión era exterminar a los humanos de este mundo, pero ahora, ya no es necesario. Eren, si vienes con nosotros y Ainara lejos de este lugar, nosotros ya no tendremos que destruir las murallas. ¿Lo entienden?—nos pregunto, miraba al suelo, ¿esto era en serio?

—Oye, espera. No sabemos que hablas idiota.—expresó Eren, intentando de procesar todo.

—Escúchenme, te estoy diciendo que van a venir con nosotros. Se que es repentino, pero nos iremos ahora.—afirmó él, mientras que mi respiración se empezaba a volver agitada.—Lo menos que quiero, es lastimarte Ainara. Ambos lo entenderán, pero que aquí no es el lugar.—dijo.

—¿En este momento? ¿Y a donde vamos a ir?—le preguntó Eren, le estaba siguiendo la cuerda.

—No puedo decírtelo.—musitó Reiner.—Bueno, vamos al pueblo donde nacimos. Bien, ¿qué dices Eren? No es mala propuesta, ¿no crees? Así evitarás que pase una tragedia.—le dijo Reiner, en medio de esa ventisca fría que nos daba.

—¡Oigan chicos ya tenemos que irnos!—la voz de Armin no evito que me quedara perpleja, yo estaba aturdida mientras que Reiner aún nos miraba con esa maldita convicción.

—Tranquilo Reiner, solo estás exhausto. ¿Verdad Bertholdt? Has pasado por tantas cosas que te estás volviendo loco.—dijo Eren, llevando su mano al hombro de Reiner, haciéndome mirar cómo esté me miró con sus ojos claros, pasmado.

—Ah, si. Reiner está demasiado cansado.—respondió Berthold, en un tono de voz tembloroso, él me miró también apenado.

—Ya te lo dije. Además, si fueras el titán acorazado que mato a tanta gente, ¿por qué demonios nos pedirías esto en primer lugar?—le preguntó Eren, algo sarcástico pero en si, neutral.—¿Qué creíamos que te diríamos? "Si claro, vamos a donde tú quieras". ¿O qué?—continuaba diciéndole Eren a Reiner, quien se quedó ido.

—Entiendo. Tienes toda la razón Eren, ¿qué rayos estaba pensando?—se preguntó Reiner.

—Andando, vámonos.—pidió Eren, tocó mi brazo, pero me quede en seco cuando la ventisca del viento sopló tan fuerte, que una de las banderas se desprendió, algo malo iba pasar.

—Claro. Eso es.—musitó Reiner, haciéndome girar para verle. —Llevo demasiado tiempo viviendo en este lugar, he pasado tres largos años rodeado de puros idiotas. Éramos unos niños, nosotros no sabíamos nada. Si no hubiera sabido de la existencia de esta gente, no sería el desgraciando que soy hoy. Es tarde para mi, ya no sé lo que es correcto o no, pero, la única opción que me queda es enfrentar las consecuencias de mis acciones.—mi corazón se fragmentaba, abriendo mis ojos grandemente cuando vi cómo Reiner delante de todos, con ese tono tan alto, se quitaba el vendaje de su brazo, haciendo que viéramos el vapor que salía de ahí.—Y como guerrero, debo cumplir mi misión hasta el final.—afirmó.

—Reiner, ¿lo hacemos, aquí y ahora?—le preguntó Berthold mientras que mis dientes empezaron apretarse, sentía furia, mucha.

—¡Si! Enfréntame si quieres, ¡estoy decidido a llevarlos!—levante mi hoja con valentía y dolor en medio de esa altanera afirmación, la enterré en su mano, viendo la impresión de sus ojos cuando Mikasa se abalanzó para atacarlos.

—¡¡Reiner!! ¿¡Por qué!?—le pregunté con mis ojos humedecidos cuando visualicé la joven de cabello negro y mirada fría pasar hasta Berthold, cortándole el cuello.

—¡Eren huye de aquí con Ainara!—pidió Mikasa, pero tanto como yo, Eren no se movía, viendo como aún con mi hoja incrustada en su mano, Reiner empujó fuertemente a Mikasa al otro lado del muro, ellos gruñían adoloridos con su sangre salpicando en el aire.

—¡¡Reiner espera, aún no hemos podido hablar!!—grite, desterrando mis hojas, pero él me empujó fuertemente de él, antes de que pudiera intentar detenerle, caí al suelo, abatida junto a Reiner, él abrió sus ojos grandemente ante eso, soltando un leve bostezo adolorido.

—¡Eren, Ainara, váyanse de ahí—nos pidió Armin en un grito estruendoso que no erizo mi piel, no como lo hicieron las dos personas que veía adelante.

El cielo, se volvió a tornar grisáceo para mi. Fue solo un momento, solo me bastó ver esto para entender que el mundo era cruel. Tumbada en el suelo, viendo como los rayos se fragmentaban en sus cuerpos, trascendiendo entre sus venas, sentí un temor que no había sentido antes, pero no era temor, era la grieta de mi espalda abrirse por su traición. La mirada de Reiner y la mía estaban detenidas, fijamente incluso cuando su cuerpo se regeneró frente a mi, a tal punto que el vapor me hizo rodar en el suelo del muro junto a Eren. Me apretó contra su cuerpo, ambos estábamos detenidos en el borde de la muralla donde la ventisca azotaba nuestra cara, hasta el minuto exacto donde pudimos ver el horror cuando se esclareció la bruma cálida que nos arropó. Ese titán, lo reconocí sin duda en un parpadeo como de seguro Eren también lo habría hecho. Que dolor, el hecho de que esté viendo esta imagen tan dolorosa que me hizo sufrir siendo una niña. Pero lo peor, era ver al titán que vi encima del muro de donde era mi hogar, quitándonos la armonía que tuvimos durante cien años. Todo este tiempo, el pasado se encadenó a nosotros, disfrazado de amigos, de buenos amigos. ¿Qué mundo haría ver esto? Que injusto, que pesadilla. El gruñido del titán colosal me erizo, Eren se desprendió junto a mí en el aire, intente incorporarme hasta que mi mano fue sostenida por una gran pesada y fuerte palma.

Mis ojos miraron detenidamente los ojos del titán acorazado. Maldito hijo de puta, que determinación, que actuación estos largos tres años. Me duele tanto el pecho, que no puedo ni siquiera respirar. Baje la cabeza, mis ojos estaban humedecidos por la gran tristeza que sentía. Los escombros se rompieron, él se deslizó con nosotros por la pared de la muralla. Nos íbamos, nos llevaba. Intentando de respirar, mis lágrimas se escapaban por la altitud contraria del viento en mi rostro. Mis manos no podían desajustar su agarre, solo se que solloce por lo bajo. Creí que desde ese día donde se sentaron a mi lado, lo hicieron porque creían que era diferente. Pensé, que cada ves que dormíamos hasta tarde viendo las estrellas, era porque les gustaba estar a mi lado. Todo este tiempo, solo fue un objetivo que deseaba alcanzar. Lloraba, porque jamás pensé que tendría que soportar algo así, a tal magnitud, porque esto es imperdonable. Creí que éramos amigos, que me querían tanto como yo a ustedes. ¿Como pudieron engañarme así? Nunca tuve nada, pero ustedes empezaron a dármelo todo. Me llevaron a conocer un mundo que no conocía, pero lo acaban de hacer añicos delante de mi. Me duele, me duele mi corazón. Mis amigos, Reiner, Berthold... ¿por qué tan solo no hablaron conmigo?

Esbocé una grito ante mi cuerpo tambalearse, podría jurar que sentí el calentón de los rayos fragmentarse en mi cuerpo. La bruma de vapor venía desde la otra mano, así que levemente sentí como la mano de Reiner que me sostenía, se aflojaba cayendo al vacío. Eren se transformó. No dudo, no lo pensó. Eren iba acabarlos, aquí y ahora. Me desprendí de la mano, enganchándome en la pared de la muro fragmentado. Respirando agitadamente, me tape el rostro cuando ellos cayeron con brusquedad al terreno que fragmentaron en pedazos. Empecé a verles, mis labios estaban temblando mientras mis dientes chocaban. Estaba sintiendo algo que no había sentido tan fuerte como hoy. Irá, impotencia, decepción. Era una mezcla de sabores amargos que no podía contener.—"¿Tú quien crees que es el enemigo?"—papá, perdóname, otra ves dude, decidí plantear que ese día que Reiner se zafó del titán hembra fue mera coincidencia, porque no quería sufrir. Pero ya no más, ya no sería débil. Ya no dudaría. Hoy ustedes rompieron mi confianza, mi manera de ver todo, ustedes lo han hecho pedazos y ahora, yo los haré pasar por el mismo infierno. Saque mis hojas, eran nuevas y afiladas. No me importaba morir defendiendo a Eren, a este punto, mi vida no valía nada.

—¡¡Maldito... hijo... de puta!!—gruñía entre dientes, visualizando cómo Eren lo tenía cautivo, lo iba aplastar y destronar como la escoria que era.—¡¡Te voy hacer pedazos, titán acorazado!!—grite de una manera salvaje, impulsándome hacia allá con una energía irreconocible.—¡¡No van a traicionarme, nunca más, nunca más!!—grite, mirando los ojos del titán acorazado mirarme, hasta antes de que pudiera cegarlo con mis hojas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro