~•𝓞𝓷𝓵𝔂 𝓵𝓸𝓿𝓮 𝓬𝓪𝓷 𝓱𝓾𝓻𝓽 𝓵𝓲𝓴𝓮 𝓽𝓱𝓲𝓼~•

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Separo con dificultad mis párpados que se sienten pesados, y un techo de un blanco brillante queda ante mi visión.
Los recuerdos son confusos y cruzan borrosos por mi mente.

Hago un gran esfuerzo para enderezar mi cuerpo y percatarme que no hay nadie en la habitación donde estoy. Giro la vista a la derecha de dónde proviene un molesto sonido una y otra vez.

Miro mis brazos, entonces caigo en cuenta de mi ubicación. Mi cabeza comienza a doler, tanto como si fuera a explotar, y emito un pequeño grito que llama la atención de algunas personas, las cuales entran corriendo donde estoy.

Y es ahí cuando te veo.

Luces triste, pero finjes una sonrisa cuando me ves, no comprendo el porqué.

Te acercas a mí y en silencio me abrazas, yo hago lo mismo. Los doctores miran desde la puerta con una libreta entre sus manos.

No comprendo nada.

—¿Qué hago aquí? —pregunto finalmente para salir de mi duda.

Te quedas unos segundos sin decir palabra y te separas para poder mirarme a los ojos. Dejas caer una lágrima pero la secas en seguida y muerdes tu labio inferior, como si evitarás decir algo que no deberías.

—¿Cómo te sientes? —Tomas mis manos, evadiendo mi pregunta.

Yo suspiro y te respondo.

Tú actitud es extraña como si me ocultaras algo, puedo notarlo muy profundo en la extrañeza de tu comportamiento.

—Me tenías tan preocupado —confiesas con la voz temblante—. Me alegra mucho que despertaras.

Yo quedo confundida. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? No logro recordar nada de lo sucedido antes de entrar a este hospital, y cuando intento hacerlo mi cabeza comienza a doler. Es frustrante.

—¿Qué me pasó? —te pregunto con total sinceridad, esperando esta vez una respuesta clara.

—Tuviste un accidente automovilístico -dices reteniendo algunas lágrimas y bajas la mirada—. Te golpeaste la cabeza, por suerte te trajeron en seguida al hospital.

Me dices lo obvio, yo esperaba algo más.

—No logro recordarlo —admito—. Ni siquiera lo que hacía antes del accidente.

Los doctores ya se han ido, sólo estamos los dos en la sala.

Dejas escapar un suspiro como si te sintieras aliviado y vuelves a tomar mis manos.

—Tus recuerdos volverán, Jichu —dices en un momento—, y yo estaré contigo aún así me rechaces, porque soy tu mejor amigo.

Una sonrisa se forma en mi rostro al oír que puedo contar contigo. Recuerdos de nuestra infancia llegan como el caer de las hojas en otoño, siempre fuiste tan lindo conmigo que me hace sentir mal todo lo que has pasado por mi culpa.

—Gracias, Taehyung —digo sincera, para luego darte un abrazo, el último de la noche.

Te quedas unos minutos a hacerme compañía y te despides, dices que debes irte pero volverás mañana. Yo no me preocupo, sé que tienes más responsabilidades que atender y está bien.

Ya no estás en la habitación y es tarde. Viene un enfermero y luego de hacer unas últimas revisiones me dejan para poder dormir.

El día es radiante porque sé que vendrás a verme. Dirigo mi vista a la hora:

13:23

Pero los minutos avanzan,

14:44

y desplazan mi esperanza de que vengas.

15:51

Pero finalmente te veo cruzar la puerta y sonrío, tu presencia me hace felíz, me reconforta verte.

—Disculpa el retraso —dices viendo la hora en tu reloj y me entregas un ramo de flores, son amapolas.

—Pensé que no vendrías, me había preocupado —digo observando las hermosas flores que me trajiste y acaricio con sutileza cada pétalos, como si fueran lo más preciado.

—Las pondré en agua. —Tomas con cuidado el ramo y lo dejas caer en un florero azul, predispuesto del hospital. Caminas hacia mi y te sientas a un lado en la cama, entonces comienzas tus preguntas en un tono sereno y preocupado que logro notar, muy en lo profundo aunque te esfuerces por ocultarlo—. ¿Cómo te has sentido?

—Creo que mejor, mi cabeza ya ha dejado de doler.

—¿Y has recordado algo? —Pareces intrigado por saberlo.

—Nada nuevo, pero no planeo darle más vueltas al asunto, dejaré que los recuerdos lleguen a mí —confieso con total seguridad. Siempre fuiste a quien le confié casi cualquier cosa que me pasara.

Tú asientes, pareces estar de acuerdo.

Tu visita llega a su fin, al igual que la semana que se desenvuelve igual todos los días, con tu presencia haciéndome compañía y uno que otro juego de mesa para matar el tiempo.

Es la noche del domingo cuando me dispongo a dormir, luego del chequeo diario del mismo enfermero bonito que viene a verme. Cierro con lentitud los párpados y me acurruco entre las sábanas como puedo, ya se me hizo costumbre la cama de hospital, ver el mismo techo blanco al despertar se desplazó al otro extremo de aquello que llega a molestarme.

Junto mis manos bajo mi mejilla y tu rostro se extiende en mis pensamientos, pero no es extraño que llegues a ellos justo al caer la noche. Recuerdo las veces que me hospedaba en tu casa y de regreso en la mía yo lloraba. «¿Por qué lo hacía?» Me pregunto sin llegar a entender el motivo. Al llegar a casa cada vez que te veía me encerraba en mi habitación a derramar lágrimas como si tú precencia me causara un profundo daño en el alma.

Y es una de esas visitar inesperadas que solía hacerte la que cambia las cosas. El recuerdo llega a mí y se esfuma como un rayo que cae a la tierra. Pero finalmente consigo evocar aquel hecho por más tiempo y me veo frente a tu casa, con un ramo de gerberas púrpuras para obsequiarte. Al parecer quería darte una sorpresa, porque utilicé la llave que me concediste en caso de alguna emergencia, y sin previo aviso entré.

Recuerdo perfectamente el olor de aquella habitación, pero no el motivo que me llevó hasta allí. Suspiro resignada a creer que mi vida continuará sin saber el porqué de mi accidente, pero es entonces cuando continúo recordando, con los ojos cerrados y acurrucado en la almohada del hospital, que se convirtió en mi refugio de recuerdos cada noche.

Recuerdo haber caminado hacia la sala con pasitos rápidos y entusiastas, pero me detuve de golpe al verte como si hubiera una barrera que en seguida me separó de tí, y mi sonrisa se borró, convirtiéndose de inmediato en una amarga expresión confusa. Las gerberas parecieron retumbar en el suelo cuando lo tiñeron del mismo sentimiento que recorría en ese momento mis venas.

No te vi solitario como prometiste cada noche que deseara pasearme en los alrededores de tu hogar. Sonreías genuino al despojarte en los labios de aquella mujer que solías observar en nuestros atardeceres juntos, pero que yo, bajo un extraño sentimiento de apego a tu persona, prefería ignorar.

No concibo recordar el momento en que mi percepción de tí como un mejor amigo dió un rotundo volcamiento. Te instalaste en mi memoria más del tiempo que se le puede permitir a un amigo y aunque intentara borrarte era inutil, porque más te aferrabas.

Una lágrima escapa solitaria del canto externo de mi ojo derecho y baja, para acabar colisionando con la almohada que ahora se siente fría y comienza a helar mis manos.

Es extraño, porque desde mi despertar en este lugar jamás logré verte de otra forma, o no recordaba alguna vez haberlo hecho, pero ahora me consume este sentimiento de soledad que me invadió el día que te vi acariciando un cuerpo ajeno. Y sé que tú me dejaste en claro tu sentir, pero yo me negaba a aceptarlo, a admitir que tú gozabas sentirte en los cielos con el tacto de los delicados y finos dedos de aquella mujer, o que disfrutabas el sonido rechinante que emitía la cama con cada vaivén, acompañado de melódicos gemidos.

Y prefiero no culparte, pero recuerdo tus palabras cuando me viste observar aquella escena, luciendo tan patética e ingenua. Pisaste sin decoro alguno, y con el torso aún desnudo las flores que pretendía adornaran tu hogar. Sujetaste mis muñecas como si fueras a atarme y clavaste tu mirada desvergonzada en mis débiles pupilas.

—Hace mal vivir engañada —me dijiste para volver tu vista a aquella mujer que permanecía muda, y retomar tus palabras que se afilaban en mi interior como un cuchillo y cortaban mi alma, mas ignorabas o le restaba importancia a mis orbes cristalizados—. Tú estás en mi corazón, ella vive en mi mente y cuerpo, no pierdas tu tiempo, amiga, o el tiempo te perderá y yo a tí también.

Y fue lo último, soltaste mis muñecas y evitaste mi mirar. Tal vez creíste que obedecería tus órdenes, yo también pensé que lo haría pero sin aviso surgieron las lágrimas y un intenso deseo de desaparecer. Salí dando un fuerte portazo a la puerta de madera que guardaba todos tus secretos, y consumida por la ira y tristeza inmensa, me arremetí en mi auto sin rumbo, y yendo en contra de las leyes de tránsito me sentí una criminal en pleno delito, pero un sentimiento de libertad vino a mí y al saltar la luz roja un fuerte estruendo fue lo último que recuerdo tras quedarme sin conciencia.

Abro los ojos dando con las penumbras a las que inexplicablemente siempre he temido, y me siento en la misma cama hospitalaria con los latidos intermitentes. Caen lágrimas sin yo predecirlo y me pierdo en el tiempo mientras los minutos avanzan, hasta que me dispongo a ver mi reloj y caer en cuenta que no he dormido nada hace más de un par de horas.

Bebo un vaso de agua que el enfermero dejó precavido en mi velador e intento retomar mi sueño, que sorpresivamente me atrapa sin mucho esfuerzo.

El día amanece y gracias a la falta de cortinas en el hospital, los rayos de un sol vivaz colisionan con mi piel. La revisión matutina se hace presente y unas fuertes ganas de pasear por el jardín aparecen de mi interior. El enfermero encargado no se niega y me ayuda a liberarme de las sábanas para pasar mi lugar a una silla de ruedas, la cual comienza a dirigir a nuestro destino luego de encargarse de algunos detalles.

—Luces entusiasta —comenta el jóven interrumpiendo su silencio, y sin detener el paso constante de sus zapatos blancos, pregunta—: ¿Algún motivo?

—Supongo que liberarme del blanco hospitalario me hace bien —digo inhalando profundo el aroma de la variedad inmensa de flores que adorna el jardín.

—Aún no te liberas del todo, pero tu estancia aquí tiene los días contados, no te preocupes.

—Supongo que voy a extrañarte —confieso y él suelta una dulce carcajada tras mi comentario.

—No sabes cuántos pacientes dicen eso cuando su libertad se acerca. Pero sabes, siéntete afortunada de no decirlo en serio porque contrario a otros, al final de esta dura experiencia tú no estás sola.

Y con esas palabras el enfermero logra mutearme como cuando se le entrega un dulce a un niño.

¿De verdad tengo a alguien a mi lado?

Mi familia está lejos y molesta conmigo por mi acelerada decisión de viajar tan jóven. Podría decir que hoy los entiendo pero jamás quise seguir sus pasos aunque eso suene cruel.

—¿Te parece si regresamos?

Asiento pues mis fosas nasales ya se impregnaron de fragancias y mi vista de colores que animaron mi alma dolida por los recuerdos.

Vamos feliz charlando hasta mi habitación, pero esa alegría se suspende al verte sentado en una silla, aguardando pacientemente por mi presencia.

—Por fin —dices aliviado acercándote a mi. Le brindas una sonrisa al enfermero acompañada de una seña para que nos deje solos, él entiende y sale—. ¿Dónde andabas?

—No te interesa —pronuncio intentando sonar distante, pero creo que mis capacidades para engañar ni se acercan a lo que puede ser considerado "bueno".

—¿Estás enojada?

—Recordé —hablo sabiendo que es en vano ocultar todo.

Tú te pones nervioso, como si hubieran preferido que viviera en una mentira.

—Ah sí, ¿y qué recordaste?

Yo te miro por unos segundos en los que permanezco muda. Tú estás expectante y ansioso por una respuesta.

—Hace mal vivir engañada. —Rompo finalmente el incómodo silencio que nos envuelve una vez más-. Tú dijiste eso el día de mi accidente, ¿Por qué dices algo que no eres capaz de hacer?

—JiSoo... —pronuncias débilmente pero no te permito continuar.

—Juraste que siempre estarías conmigo —reclamo sonando firme.

—Éramos sólo adolescentes...

—Juraste nunca herir mis sentimientos.

—No quería hacerlo, tú llegaste sin aviso.

—¿Cambiaría eso algo?, Habría vivido engañada. Juraste todo aquello que hiciste mal. Yo te dije que no lo hicieras, nunca sabes cuándo pensarás diferente y ese juramento quedará en el aire. Heriste mis sentimientos y no te importó.

—Pensé que habías borrado esa loca idea de tu mente.

—¡Yo te amaba! —aseveré sin más al notar tu indiferencia con mis palabras—. Lo sabías y no te importó.

—¿Qué iba a hacer?, era incapaz de considerarte algo más que un amiga, no me sale fingir, mucho menos por lástima, pensé que te había quedado claro.

—Ni siquiera conoces el motivo de mi visita esa noche. —Estoy en lo correcto, es imposible que lo sepas así que niegas con la cabeza.

Yo largo un suspiro atascado en mi garganta y comienzo a hablar.

—Gerberas, ¿recuerdas?, cortaste una y me la obsequiaste en el campo de tu familia, el mismo día que pretendíamos escaparnos a la ciudad. —Hago una pausa para evitar que mi voz se quiebre y juntando fuerzas continúo—. "Las gerberas representan la amistad y la pureza, significa que estaré contigo hasta el final sin importar qué, nunca lo olvides" dijiste y me abrazaste.

—¿Aún lo recuerdas?

—¿Tú no? ¿Olvidaste tus propias palabras?

—Jisoo, debes aceptar que crecimos, los cambios eran inminentes.

—Esa noche compré un ramo de gerberas azules, tu color favorito —proseguí—. No sabía que el amor podía doler tanto hasta que te vi con esa chica, mi mundo se vino abajo al igual que las ganas de vivir los años que me quedan.

—¿Q-qué quieres decir? —preguntas curioso, ya no confío en tu sinceridad.

—Pensé en tí como la primera persona a quien comunicarle mi realidad. Decirle a la persona que amo que pasaré mis últimos años a su lado no se oye tan mal.

—Sigo sin entender, sé clara, por favor.

—El día de mi accidente lo pasé sola en el hospital mientras tú estabas junto a esa chica. Ese día y los anteriores fui a hacerme unos exámenes pues me sentía mal, pero tú estabas cada vez más distante.

—Yo-

—Ese día me diagnosticaron insuficiencia cardíaca avanzada.

Me miras con sorpresa y caes a la silla que está junto a mi cama, no puedo negar que pareces realmente afectado, incluso más que yo al oír la noticia. Intentas decir algo pero nada más logras balbucear palabras sin sentido.

—Sabes, creo que habría sido mejor no haber despertado en este hospital, todo resultaría menos doloroso.

—Jichu, por favor perdóname.

—¿De qué sirve?, al final moriré sin saber que se siente un poco de tu amor.

—Jichu, tú sabes que te amo demasiado desde que éramos niños, pero no de esa manera, me es imposible sent-

—Vete. —Te pido casi como una súplica—, así como yo salí arrancando el día del accidente, vete y no desperdicies tu vida a mi lado, vuelve con la chica.

—Jichu, amiga, prometí que nunca te dejaría sola, menos en esta situación. Saldremos juntos de esto, debe haber alguna solución.

—La hay, pero, ¿crees que podría costearlo?

—Encontraré la manera, puedo trabajar el doble, haré turnos extras, buscaré otro trabajo si es necesario...

—¿Valdrían la pena más años a mi lado?

—Cualquier cosa contigo vale la pena, JiSoo, sólo no te des por vencida.

—Muy tarde, Taehyung, muy tarde —digo para comenzar a llamar al enfermero con fuerza, con la mirada borrosa y un sentimiento de culpa que ya se volvió parte de mi ser. El enfermero entra segundos después de mi llamado—. Podría sacar a este chico, necesito descansar.

Me hago la fuerte aguantando mis lágrimas, cuando por dentro estoy destrozada. El enfermero obedece y con palabras amables hace lo que le pido.

—No, Jichu, déjame quedarme más tiempo, prometo no causarte problemas.

No respondo.

—Joven, ya escuchó, debe retirarse —dice él y te toma del brazo, encaminandote a la puerta.

—Jichu, no te rindas, te traeré gerberas y estare contigo siempre, como cuando éramos niños.

Finalmente sales y ya no soy capaz de contener el llanto, así que exploto intentando liberarme de todo. El enfermero me observa como si pudiese entenderme y a través de sus ojos me brinda la paz que tanto necesito, sin decir ni una palabra.

Sólo el amor puede doler tanto como para ser capaz de querer morir por un rechazo. Será porque eres el único al que he amado y jamás pude confesarlo antes. Si tan sólo fuera un poco más fuerte tal vez ya habría superado el hecho de que mis sentimientos jamás serán correspondidos, pero creo que esta situación es más fuerte de lo que puedo soportar.

Sé que no es tu culpa que una chica tan ilusa como yo haya caído ante tus encantos, tampoco pido que me entiendas porque yo me negué a comprender que jamás te gusté aunque sea un poquito.

Podría decirme mil veces que no significas nada y aún no lograría convencerme.

Y es doloroso amar y no sentirse correspondida, pero es el dolor más dulce, que arde a través de mis venas. El amor es una tortura, y eso me hace estar segura de que...

Sólo el amor puede doler así.

Holaa!
Esta es una adaptación de un O'S que escribí hace unos meses con otro Shipp, ya que tenía altas ganas de publicar algo pero sólo me encontraba borradores inconclusos :<
En fin, mucho love para ustedes. 💜

Lina.
29/09/22

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro