𝐺𝑊𝐴𝑌𝑁𝐸 𝐻𝐼𝐺𝐻𝑇𝑂𝑊𝐸𝑅 ! 𝐅𝐀𝐍𝐅𝐈𝐂

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A HOUSE OF THE DRAGON BOOK

La vil lujuria de la paz en el pecado era una atrocidad para muchos y la calma para uno, decía siempre el culpable. La inocencia de hacer lo incorrecto por el gozo ajeno permitía que errar fuera menos pavoroso. Los gemidos, la humedad y la impureza de desacertar hacían que lo sucio tuviera un lugar en el paraíso. Un simple desliz de elección provocada por la emoción podía causar la perversidad en la pasión. El delirio de un amante y el arrebato entusiasmado de un suspiro placentero cuando los dedos rozaban con la piel; deleite en el lado más perecedero de un humano, que con constancia hacía lo honrado por la sociedad sin jamás recibir nada a cambio. ¿Qué era un descuido, sino un vicio? La adicción por la piel humana era inefable, tan indescriptible como la inmoralidad de ser licencioso en el exceso de un beso.

—Serás enviada a la Torre de los Hightower —dijo Aemond—. Ahora que sé que mi sobrino bastardo, Jacaerys, es un pretendiente, no voy a permitir que también me arrebaten esto de mí —le explicó. Se acercó a ella, que estaba hundida en la tina mientras lo miraba con sus agotados ojos rojos. El príncipe tomó asiento en un banco al lado de la princesa y llevó sus dedos a los mechones largos blancos del cabello de su esposa—. Toman lo que quieren por encima de todos. No dejaré que te aleje de mí o busque acercarse a ti —habló de modo cauteloso, como si le soplase al pétalo de una flor—. Gwayne cuidara de ti.

Eso extrañó a su mujer, Vhasenya, quien acostó su mentón en el borde de la tina y miró a Aemond con un par de ojos confundidos. Él continuó paseando sus dedos en el cabello de su esposa hasta ir bajando lentamente desde su cuello a sus hombros. La miraba como si fuese comida, como un dragón frente a un rebaño de ovejas. Pero Aemond sabía la cruda realidad: ella jamás sería del rebaño, mucho menos una oveja.

—¿Gwayne Hightower? —le preguntó ella—. ¿El hermano de Alicent, tu madre?

—Te estará esperando mañana en el desembarco de los Hightower.

—¿Barco? ¿Mañana? —inquirió, alejándose de Aemond al inclinar su cuerpo hacia atrás—. ¿Ya lo consultaste con mi madre?

—Eres mi esposa, mi hermana no tiene autoridad aquí —le dijo Aemond, levantándose de su asiento—. Viseryan y Lyonnal tienen más preocupaciones como la mano de Aenarya o que tu hermano está peleando en guerra.

—No soy tu dragón, Aemond —protestó Vhasenya—. No me iré mañana, no me iré jamás. No pienso dejar Red Keep.

—No estoy preguntándote. Ya está todo listo para que te vayas —le informó el príncipe tuerto. Ella negó.

Haberse rehusado con un movimiento de cabeza hizo que Aemond enfureciera, pues con fuerza la tomó del brazo y la hizo salir de la tina mientras la arrastraba hacia una sábana que secaría la piel de su mujer. La envolvió con brusquedad y comenzó a caminar hacia la puerta.

—¡Me estás lastimando, Aemond! —Vhasenya forcejeó en contra de su voluntad para no salir y espetó entre dientes su oración del enojo.

—¿Crees que jugarás conmigo como lo hacías antes? ¿Crees que voy a dejar que tengas amantes? —preguntó molesto. Se detuvo y continuó sujetando con sus largos dedos el brazo de Vhasenya, quien con menos fuerza luchaba por liberar su piel de aquellas garras—. No dejaré que hagas de Jacaerys otro amante más.

Y la conversación concluyó de tal modo en que el príncipe la miró con el ojo en lágrimas y rabia, molesto con ella. En cuanto la liberó, salió del baño de Vhasenya y la dejó sola. Ella sabía con certeza que Alicent Hightower no tomaría lugar a su lado para defenderla, mucho menos su madre. Y sabía más que nada que Rhaenyra Targaryen, su tía, tenía el poder de interferir, pero que no lo haría para no deshonrar a su hijo permitiéndole pecar más en contra de los hijos de Alicent.

—Malditos Hightower.

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