𝐭𝐫𝐞𝐬

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Días soleados.

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La luz del sol me daba, haciendo que la calor se pegara en todo mi cuerpo, dándome un calor insoportable. Mis piernas estaban elevadas, y temblaban, pero ponía toda mi concentración en ese balance, impidiendo un movimiento para terminar cayendo. Espectadores y reclutas me veían, anotaban en sus libretas, mientras que una fina línea de seria expresión, se adueñaba de mi rostro. Sentía calambres, pero aún así, tenía la fortaleza para continuar unos minutos más. Frente a mi, tenía la fría mirada del sargento Keith Sadis, aquel quien nos dirigía y inculcaba la disciplina de ser un soldado. Su mirada era intimidante, y me recordaba sin duda a ese hombre más allá del mar, en mi nación, el mismo que nos educó y nos dirigió aquí. Borre su imagen de mi mente, intentando de tener una imagen clara de lo que estaba haciendo, creaba una gran concentración. Sabía que los demás se sentían abrumados ante mi perfección, pero entre ellos, Eren. Su mirada estaba puesta detenida en mi, sabía que intentaba de visualizar mis movimientos, estaba intentando de ver mis estrategias, y copiarlas de buena manera. Su tan detenida mirada me ponía nerviosa, porque me estaba observando de pies a cabeza, pero antes de que pudiera perder el balance por mi desconcentración, ya los minutos habían rendido.

Los halagos iniciaron, pero mi expresión seria se mantuvo cuando me quitaron esas pesadas correas de mi cuerpo, y me bajaron de la esfera que nos hacia estar en el aire para obtener balance. Mis pies tocaron el suelo, y sentí el calambre hacerse más fuerte, pero al menos, había pasado esta ardua prueba. Muchos me tocaron los hombros, y me alentaron, pero ante la multitud de gente; me sentí abrumada. Empecé a moverme entre ellos, incluso visualizando las miradas fijas de mis conocidos, pero continué; esto no era lo que quería, así que corrí. Sentí la brisa calurosa pegarse en mi rostro, deseaba agua, y restregármela, deseaba al menos sentir frescura. Visualicé las cabañas, las cuales debían estar vacías ante los entrenamientos de hoy. Abrí con brusquedad la puerta de la cabaña de descanso, era allí donde iban algunos reclutas cuando deseaban estudiar, releer algunos libros, o charlas. No visualicé ningún tipo de barril, así que nuevamente salí, enojada y tirando la puerta, para así, visualizar un barril aún lado. Suspire, y me acerque, estaba repleto de agua así que las palmas de mis manos se unieron y restregaron su agua en mi rostro, incluso en mi cabello, el cual solté.

-Amaya.-no giré mi mirada ante escuchar su voz, tan solo consumí y absorbí de aquella agua.-¿Qué tienes?-me mantuve de espalda, sin mirarle, sintiendo como cabello húmedo derramaba gotas en el suelo, y traspasaban mis telas en mi ropa, en la parte posterior.-Amaya.-me llamo Reiner, pero de manera brusca me giré cuando sentí su mano tocar mi espalda.

-No voy hacer esto.-le indiqué, visualizando como se aisló de mi, y me observó.-Me iré.-adíeme, hablando en voz baja, esperando que nadie escuchase.

-No puedes irte Amaya. Ya estás aquí, no hay vuelta atrás.-me decía, mientras que yo negaba.-Marcel murió, y perdimos ventaja. El que te hayan enviado, nos dio un fuerte respaldo.-argumentaba, dándome el recuerdo de aquel chico, con quien crecí.

-Esto no me tocaba a mi, le tocaba a ustedes.-dije agitada, y llevando mi dedo índice a su pecho, señalándole.-A ti, Berthold y Annie.-especifiqué.-Me enviaron aquí por su incompetencia.-justifique, molesta, pero Reiner tan solo suspiro, frustrado.-Yo no debía estar aquí.-volví a decir, frustrada.

-Pero ya estás aquí.-me indicó, mirando a varios lados cuando algunos reclutas pasaron por nuestro lado.-Esto no nos llevará mucho, encontraremos al titán fundador, y luego, nos iremos a casa.-me dijo, de manera pasiva.

-Reiner.-le llame.-¿Sabes que significa mi nombre?-le pregunté, viendo su seria expresión.

-"El principio del fin".-respondió, a lo que asentí.-Lo sé.-aclaro, suspirando.

-Este es, el principio, de un fin.-le decía.-Es por eso, que me enviaron.-esclarecí, quedándome en silencio cuando un fuerte bullido de felicidad se escuchó entre la multitud, más allá en la base de entrenamientos.

-Quédate, y ayúdanos.-me pidió, mientras que sentí mis músculos aflojarse, y tan solo baje la cabeza.-¿Eh, que ha pasado?-alce la cabeza, visualizando a Marcó, uno de mis compañeros, quien me sonrió de lado.

-Eren lo ha pasado, ha pasado la prueba.-dijo el chico, animadamente, mientras que abrí mis ojos grandemente ante eso.

-¿Lo pasó?-preguntó Reiner, asombrado, y Marcó a mi lado, volvió asentir.

-Sabía que lo haría.-confirme, manteniendo una seria expresión, pero dentro de mi, un orgullo ajeno prevaleció.

-Si, es un gran chico.-opinó Marcó, a lo que Reiner asintió a su opinión.-Llevarán al bosque a quienes hayan pasado, para probar el equipo de maniobras tridimensionales.-nos avisaba, y veía claramente a varios reclutas avecinarse por montón.-Es emocionante.-exclamaba.

-¡Bien, os sabía que pasaríamos!-la voz de Jean se escuchó, mientras que él se abalanzó encima de Marcó, sonriendo.-Incluso la chica patata.-dijo él, sonriéndole a la castaña chica a su lado.

-Me llamó Sasha, cara de caballo.-se defendió ella, y continuó caminando entre la multitud.

-Saldremos el bosque.-me quede pasmada ante sentir los brazos de Armin y Eren traspasar por mis hombros, haciendo que mis mejillas se calentaran.-Lo hemos logrado.-decía Armin, lleno de brillo y ternura, pero me quede en silencio, sin moverme.

-Venga, supérenlo.-la voz agria de Ymir, otra de mis compañeras, amargo un poco el ambiente, sus ojos y los míos se cruzaron, creando frialdad a diferencia de la dulce rubia chica a su lado, quien sonreía.-Ven Krista.-veía como la abrazó de lado, y la empujaba a caminar a su lado, Krista era muy diferente a ella.

-¿Listo?-Reiner se dirigió a Berthold, se abrazan, y se alejaron, dándome cuenta que las únicas personas a mi alrededor, no eran ni siquiera mis conocidos, si no, los desconocidos.

-Eh.-le llame, tocando su espalda y viendo como se giró ante mi tacto.-Felicidades.-le dije, neutral, viendo como sonrió; animado.

-Gracias, de verdad.-me agradeció Eren, mientras que él, continuó caminando, detrás de sus amigos, quienes sonreían por él; pero me quede quieta, cuando él se giró y me miró nuevamente.-No te quedes ahí, ven.-me pidió, a lo que nuevamente sentí mis mejillas más acaloradas.

No supe si caminar junto a ellos, pero su invitación me impulsó a caminar al menos atrás de ellos, escuchando sus sonrisas, sintiendo la exclamación de una felicidad pura. Bajo aquel día soleado, nuestros cuerpos se impulsaban con esas magníficas armas. Eran increíbles, tan increíbles que intentaba de no sonreír, pero me calentaba mis mejillas ante sentir esta sensación de estar en el aire. La brisa chocaba en mi rostro, y podía escuchar las risas de mis compañeros, exclamaban felicidad. Mi cabello estaba amarrado en un elástico, una corta coleta, pero deseaba soltarle y que bailara con el viento. Éramos muchos quienes lograron pasar la prueba, el bosque era gigante, y nos daba ventaja de enganchar s ganchos del equipo de maniobras tridimensionales en sus troncos, dándonos más impulsos de volar más lejos. Me detuve en seco en aquella rama, y respiré profundamente. Me sentía pesada, y la sensación de libertad que sentí por un momento, me agobio, sabiendo que más allá; yo si era libre, a diferencia de estos seres humanos que residían aquí. Me sentí hipócrita, y un zumbido de mi conciencia me alarmo, quitándome el ánimo. Baje la cabeza, avergonzada. Sabiendo que en esta estadía, me estaba encontrando con gente buena, como aquel trío, pero me era incapaz de sobreponerme a lo que me habían inculcado; mis creencias.

Estaba afligida a una misión que no me correspondía, que no deseaba realizar, yo no quería ser esto. Suspire, y restregué mi rostro. Me senté, sintiendo un poco de peso en mi cuerpo debido a mi equipo de maniobras. Solté mi cabello, y coloqué en mi muñeca aquel elástico. Se podía ver desde aquí el día, y el atardecer. Era un bosque repleto de pura naturaleza, una que no se veía mucho en mi ciudad debido a los edificios, o los campos de guerra. Fueron años combatiendo y entrenando, pero jamás pensé, volver a tener que empezar de cero. Si, seguía sintiéndose mi alma partida en dos, mi corazón estaba más allá de estos muros, con mi familia, una a quien echaba de menos, estar aquí; me hacía sentir sola. El sonido de un gas se plantó en mis tímpanos, alce mi mirada cuando escuché varios pasos, topándome con Eren Jeager. Me miraba curioso y confuso, como si descifrara que algo me sucedía, intente tener un semblante más cortante, pero su presencia ya no era tan incomoda ante las recientes comparticiones que hemos tenido. Se fue acercando de a poco, como si no se atreviese, dejándome ver timidez de su parte.

-Te dije que no te acostumbrarás.-le exprese, cuando vi como él caminaba a mi lado.

-No vengo a pedirte nada.-aviso, sentándose a mi lado, y acomodándose.-Solo quiero sentarme.-dijo.

-Ya lo has hecho.-comenté, visualizando como aún proseguía en acomodarse, estaba a mi lado, pero algo distante; dándome mi espacio.

-Si, lo siento.-se disculpo, avergonzado, a lo que me quede en silencio en aquella rama del árbol.-Eres muy callada, así que, no molestarás tanto.-expresó cuando visualizamos cómo frente a nosotros, con el equipo de maniobras tridimensionales, Jean pasó; mirándonos y riéndose, pero no de mi, si no de Eren.

-No tienes porque hacerle caso a Jean, es solo un mimado.-le sugerí, mirándolo y viendo como miraba hacia la dirección que se había ido nuestro compañero, algo molesto.-No ha visto lo que tú, así que, no le hagas caso; solo quiere hacerse el interesante.-le explique.

-Se ve cómo un imbécil.-expresó él, mirándome, y haciéndome encontrar con sus ojos.-Se comporta como un competidor, y todos aquí vinimos para ser lo mismo.-decía, arrancando una pequeña hoja de una rama, y tocándola con sus yemas.

-¿Por qué estás tan afligido en ser un soldado?-le pregunté ante su comentario, visualizando como él, dejó la hoja aún lado, y se quedó con la cabeza baja.

-Hace dos años, cuando el muro Maria cayó, el pueblo de ShingaShina fue el primer en recibir su impacto, con eso, la muerte de mi madre.-esbozó, con dificultad.-Nuestro hogar se desbordó debido a las piedras caídas, y la casa cayó encima de ella, rompiendo sus piernas, impidiendo que caminara; pero aún así, estaba atrapada.-me contaba, mientras que yo, sintiéndome avergonzada de que tuviese que contar esto debido a mi pregunta, deje de mirarle.-Hice lo que pude para sacarla junto a Mikasa, pero no fue suficiente, y me vi obligado a dejarla ir. Lloro, y me pidió que no me fuera, tenía miedo.-dijo, en una pausa, mientras que continúe evadiendo, y sintiéndome apenada.-Un titán ya había llegado, escarbó la casa y la sacó, la sostuvo en sus manos, le partió la espalda en dos, y se la comió. Ese día mi vida cambió, para siempre.-mis ojos le miraron detenidamente ante su narración, y como pese a todo, tuvo el jodido valor de contarme.-Decidí matarlos a todos.-afirmó, restregando sus ojos humedecidos.

-Lo siento.-me disculpe, sin saber cómo poder dejar que el ambiente fuera nuevamente neutral, y no tenso, o pesado.-Yo también perdí a mi madre.-le conté.-Solo me queda mi padre, pero esta muy lejos, de mi; así que se siente como si no tuviese nada.-le decía, a lo que él me miraba.

-A mi también.-me contó.-Se ha ido, y no sé donde pueda estar. Solo me queda sobrevivir junto a Armin y Mikasa, ellos son mi única familia.-dijo, mientras que ambos nuevamente miramos el horizonte.

-Entiendo, Eren.-dije fríamente, para mi, era sumamente difícil mantener un tipo de conversación; y más con alguien a quien desconocía.

-Eres muy bonita, te pareces a ella.-él toco mi coleta, a lo que me quede detenida sin asumir ninguna expresión.-A mi madre.-me aclaro.-Solo que las puntas de su cabello daban esa fina vuelta ondulada que da la tuya, y sus ojos eran color miel.-específico, a lo que le mire, viendo su semblante más relajado.-También ella era muy viva.-añadió.

-Yo vivo, pero, el dolor cambia a las personas; Eren.-le explicaba.-Cuando te toque sentir más allá del dolor, entenderás mi postura.-le dije, viendo como aún nuestros ojos se miraban detenidamente.-Ojalá no te cambie lo suficiente para que cuando te mires, ni te reconozcas.-musité, en un tono bajo.

-¿Puedo pedirte algo?-me preguntó, desviando el tema, a lo que le observé fulminante.

-Te dije que no te acostumbres.-le volví a recordar, pero él rasco su nuca tímido.-Ya que, pídelo.-le accedí, visualizando como sonreía de lado.

-¿Podemos ser amigos?-me preguntó, estrechando su mano, esperando una respuesta.

Mis mejillas se sonrojaban, se calentaban. Ese día, fue uno de los primeros que marcó el comienzo de algo que sería más que una amistad, si no, de un amor tan poderoso, que no sólo seria inquebrantable; si no que, imparable. Estreché mi mano, y ambos la apretamos. No sonreí, pero él sí. Se quedó ese día a mi lado, en el tronco, sin hablar mucho, aunque él no se callaba, y para todo, tenía una opinión. Su interior era un libro abierto, uno con muchas palabras que no sabía como leer. Su alma estaba llena de principios que lo guiaban a ser quien era, el deseo de superación le abordaba en cada una de sus extremidades, pero no podía ser el sin sus fieles acompañantes. Fue una de las cosas que conocí de él, aquel día, pero con el paso de los meses; nuestra amistad se hizo fuerte. Eran días de charlas cortas, de días donde comíamos. Al menos, ellos me hacían sentir que ya no estaba sola, pero me daba cuenta que me estaba metiendo más a este papel, que a lo que realmente era, y eso fue lo que desmoronó a Eren cuando supo realmente quien era. No tenía idea, de qué años después, me enamoraría fuertemente de él, tanto, que me opondría a mis creencias, pero eso no detuvo que le traicionara, y que le creara un dolor que no sabría manejar.

Recordaba ese día, su expresión y como estaba en negación al ver lo que realmente era. Cargaba un monstruo en mi interior que no quería sobrellevar, que deseaba expulsar, pero fue para esto que fui educada y criada, para poder ser reconocida y salvar a quienes amaba de los pecados de sus ante pasados. Entre mis errores, lo más que me dolió, fue perder a Eren, o al menos, una parte de él que creía en mi como nadie jamás lo había hecho. No me percaté cuando volví nuevamente al presente, y mi aire aún no regresaba, me había quedado agitada y llena de pánico al mirarle. Habían recuerdos que no olvidaba, cómo ese día tan eficaz. Nuestro amor nació imprevistamente, al menos el mío, porque Eren me miró desde el primer día que estuve en aquellas filas del reclutamiento. Sus ojos siempre me pertenecieron, y los míos, también, luego de nuestra primera mirada. Ambos éramos unos monstruos, pero teníamos un anhelo, ser libres, sin creencias, sin prejuicios; solo libertad. Él traicionarle, y dejarle ir, me dejo un vacío, y ahora, él estaba aquí. Años después, su amor me persiguió, pero ahora le miraba, y me preguntaba una sola cosa. ¿Era bueno, o era malo que Eren Jeager estuviese sentado frente a mi aquí en Marley?

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Próximo capítulo: Montaña de nieve.
Pasado el tiempo, Amaya sigue entrenando con los reclutas de Paradis, dándose cuenta que se entrelazaría demás con ciertos jóvenes.
Nota: Uf, ahora es que empezará lo bueno.

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