𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Guerreros y soldados.
Parte uno.

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La fría brisa me abrazaba en aquella noche, una noche estrellada y con una luna resplandeciente. La fogata estaba encendida, mientras que un grupo de personas que jamás creí presenciar unidos, se acoplaban al calor. Estaba cruzada de brazos, sintiendo el aire decaer en mi, deseando que se llevara todas esas impurezas de tristeza que abundaban en mi corazón, pero era mucho pedir a una luna tan brillanté como esa. Mi cabello estaba suelto, mi ropa estaba algo sucia, pero aún así estaba aquí, parada y pensativa, sabiendo que este día no era uno de los que sanaría las heridas, si no, que las recordaría. Escuchaba esas voces, una de ellas que jamás creí volver escuchar, pero la escuchaba y creo que por eso, estaba tan distante. Algunos arbustos me tapaban, pero podía escuchar nuevamente a Annie Leonhart hablar, y debo admitirlo, se sentía irreal que estuviera aquí luego de tantos años ausente, pero no podía culparla, fui de las muchas que la obligaron a estar encerrada en esa coraza de endurecimiento, sin nada más, solo en una pesadilla de la que anhelaba despertar. Me preguntaba si así se sentía Eren, en una pesadilla de la que no podía despertar, porque su único costo era el mismo, morir.

Me giré, observando la fogata. Entre medio de todos ellos, veía a ese niño desolado y cabizbajo, repleto de una gran tristeza que no podía quitarle. Sus ojitos color avellana estaban perdidos, ver a Falco tan quebrado me hacía carcomerme por dentro. Desee tanto haber podido hacer más. Todo había sido tan de repente, todo había pasado en un pestañeo, un corto lapso de tiempo que pareció arrebatar todo lo que se tardó en recuperar o incluso, construir. Deje de mirarlo, estaba segura que la misma luna que miraba, Historia también, deseando que su pueblo fuera el salvador del mundo, porque aquí estábamos, queríamos salvar el mundo; queríamos salvar el alma de Eren, o incluso su vida, pero creo que soy la única pensando que Eren murió en aquel desprendimiento de nuca que Gaby le hizo. El aire me faltó ante ese pensamiento, no había una memoria mía pensando en que Eren muriera realmente. Siempre temí por su vida, le di la espalda a todos esos que creían en mi, por él y ahora, estaba aquí con un pensamiento de dolor y miedo, no podía estar muerto, debía haber una manera para que él volviera aquí, con todos nosotros. No importa lo que haya pasado, una parte de mi, le pertenece a Eren, y si él no está, sentiré que siempre me faltará algo.

-¿Debería pedirle un deseo a alguna estrella fugaz?-preguntaba, observando el cielo esperanzado.-¿Debería hacerlo?-volví a preguntar, sintiéndome estúpida.

-Amaya.-no me giré ante escucharle, ya había escuchado sus pasos, pero me mantuve distante, mientras observaba la luna.-Esta hermosa, ¿no crees?-me preguntó, a lo que asentí.

-Nunca había visto una noche estrellada así de brillante.-contaba.-Quizás es una señal de esperanza, de que todo estará bien.-decía.

-Nunca te había escuchado con tanto optimismo. Es la primera vez que es así.-expresó él, mientras que se quedaba a mi lado, y podía sentir su hombro rozar con el mío.-Dicen que las estrellas fugaces cumplen los deseos, ¿estás esperando una?-me preguntó, a lo que sonreí cortamente de lado.

-Como dices, estoy bastante optimista hoy, Armin.-respondí, observando más a fondo las estrellas.-Pero, mientras mas esperas algo, menos llegará.-comenté.

-Solo si lo haces llegar.-interfirió él.-¿Qué estás esperando tú, que tienes miedo de hacerlo llegar?-pregunto, mientras que suspire gruesamente, él me conocía demasiado.

-¿Qué va pasar con nosotros Armin?-le pregunté, sintiendo como él llegaba a mi lado.-¿Crees que sobreviviremos? Siento que Eren, siento que él ya no está más.-musité, aún cruzada de hombros.-Dios, mi padre aún sigue en Marley. Temo no llegar a tiempo tampoco.-baje la cabeza, en negación, sabiendo lo aturdida que me sentía.

-Eren sigue ahí. Yo sé que sí.-opinó él, con esa voz neutral.-El problema es, si estaremos dispuestos a combatirlo o salvarlo.-esclareció, entre medio de un suspiro buscaba mi mirada.-Y no sé si soy lo suficiente valiente para combatirlo. Porque ni siquiera se si lo correcto es salvarlo, o dejarlo morir. Ya no sé qué es correcto, solo se que otra vez nos puso en una situación complicada, pero esta vez parece no haber salida.-decía él, mientras escuchaba de fondo algunas voces.-Lo que si necesito saber, es, ¿qué va pasar contigo y conmigo?-se preguntó, mirando a las estrellas, mientras que yo lo miré a él.-Lo qué pasó fue muy real para mi. Tanto, que no he podido pensar en nada más.-añadía.

-¿Estamos en posición de querer escoger una vida que no sabemos si tendremos oportunidad de vivir?-le pregunté desconcertada, pero él negó.

-La posición es que, no importa si hay oportunidad o no, te escojo a ti hasta el final. A eso me refiero.-musitó.-Si debo morir con alguien, que seas tú.-me miró con sus azulados ojos, penetrando mi mirada.-Este es el momento en donde escoges por ti y para ti, no por alguien más, no por complacer a nadie, toma esto como una oportunidad de redimir todo.-pidió, mientras se giró pero apreté su brazo, impidiendo que se fuera.

-¿Por qué no viniste a decirme lo que sentías años atrás?-le pregunté.-Todo sería tan fácil... -musité en un susurro, él podía sentir mi peso, pero sonrió entre medio de esas palabras.

-Amaya, también fue difícil para mi.-expresó.-Pero si no hubiera sido difícil, no estuviéramos aquí. ¿O no?-me preguntó, quedándose delante de mi, mientras que apretó mis brazos.

-¿Qué hago entonces?-le preguntaba, sin saber que era lo correcto, pero ante su mirada, mi corazón no podía dejar de palpitar con fuerza.

-No puedo pedirte que hagas algo que no deseas hacer.-indicó.-Haz lo que tengas que hacer, no importa que sea, pero hazlo.-musitó, así que simplemente lleve mi rostro al suyo, para plantar mis labios en él.

Esa sensación de besarlo era tan suave y mágica como la de aquel día. Ese roce de labios, esa transmisión de emociones y sentimientos que solo él y yo sentíamos. Mi piel se sentía conectada con la suya en un verso de melodía que solo él y yo escuchábamos, así que pude entenderlo y saberlo. Desde siempre, había sido yo para él. Desde ese día que llegue a la base de reclutas por primera vez, cuando pase por su lado y se quedó mirándome asombrado, como si no hubiese visto a nadie igual. O esos días, donde éramos él y yo, sentados y preparados para estudiar, sin que nada nos molestara. Su mano siempre estuvo para ayudarme, podía recordarlo. Ambos caminando en el atardecer de esa base, aunque no hablara, él lo hacía sin temor, y yo siempre lo escuchaba. Esa cafetería, si, esos dos asientos en donde estábamos sentados uno al lado del otro, comiendo y charlando. No había un recuerdo de esos días, donde Armin estuviera conmigo. Nunca lo noté, o quizás si, pero era difícil esclarecer un sentimiento cuando sentías que le pertenecías a alguien más, pero me di cuenta que nunca le pertenecí a nadie, aunque mis partes sintieran que estaban clavadas en otras almas, mi esencia era solo mía, no de nadie más, y a eso se refería Mikasa. Sonreí entre medio del beso, ese beso con tanta necesidad. Para sentir sus brazos apretarme con fuerza en ese abrazo tan acogedor.

-Debo admitirlo Armin, nunca creí que fuera Amaya la persona de la cual me hablaste estos últimos cuatro años.-ese abrazo se volvió tenso, e incómodo, Armin podía verla, pero yo le daba la espalda; en cuanto me giré, su mirada y la mía conectaron.-Entonces, ¿me evadirás toda la noche?-su mirada aún estaba clavada en mi, mientras que Armin permaneció a mi lado.

-No hay mucho de que hablar.-indique yo, era extraño como Annie y yo nos mirábamos, como si fuéramos desconocidas, pero era así; a este punto, no me conocía en lo absoluto.

-¿Tener un hijo no es nada que contar?-pregunto, a lo que Armin me miró para yo asentirle.-Gracias.-agradeció ella, viendo como Armin pasaba por su lado, dejándonos solas.-Parece que ninguno de nosotros envejeció.-halago, observándome de pies a cabeza.

-Annie, si estás esperando unas disculpas de mi parte, no van a llegar.-musité, en un tono bajo y neutral, notando como ella continuó mirándome.

-Entiendo.-expresó.-Pero para mi, este es el momento que estaba esperando. Aunque no como esperaba realmente.-insinuó, mientras observó alrededor.-Creo que fue más difícil asimilarlo como si estuviera en un profundo sueño, que ahora. Saber que tantas personas se han ido, es algo que me fragmenta lentamente. Y me hace preguntar, si debí haberte seguido aquel día que peleamos y aceptar que, tenías razón.-musitó.-Míranos, terminamos perdiendo todo. Así como lo dijiste. Todo lo perdimos.-miré a otro lado, como si fuera recordando todo lo qué pasó en un segundo lleno de imágenes, por montones.

-Aún queda esperanza. Aún podemos salvar a Marley.-interferí yo, observándola nuevamente.

-Pero, ¿a qué costó?-me preguntó.-Aún tenemos que lidiar con Eren, ¿vamos a dejarlo morir?-me preguntó, como si estuviera desconcertada, y es que, ahora era donde ella dejaba sentirse, donde demostraba que siempre tuvo corazón.-No quiero que ese idiota muera. No lo merece, nada de esto fue su culpa.-decía.

-Pero es su camino.-dije yo, observando el cielo.-Es por donde ha conducido siempre, al igual que nos ha costado encontrarlo, a él le ha costado seguirlo. Estamos todos aquí, juntos; no tenemos opción, lo único que podemos hacer es avanzar como él lo ha hecho.-continué diciendo.

-¿Juntos?-me preguntó.-Que patético. Luego de que nos hayamos querido matar por años.-bufo.

-Annie, estuviste cuatro años hibernando, no sabes nada de lo que ha ocurrido aquí.-la miré desconcertada, ella no sabía ni la mitad de las cosas horribles que ocurrieron, quizás las sabía, pero lo sintió como era vivirlas.

-No solo dormí, Amaya.-musitó ella, negando.-Fue difícil estar en la oscuridad, llegó un punto en donde sentía que era parte de mi, no había luz, no había nada, solo un hueco hoyo del que no podía escapar. De alguna manera estaba pagando todo lo que hice en esa soledad que me consumía, el frío se pegó tanto a mi piel, que ya no me molestaba recibirlo.-contaba detalladamente, mientras que la brisa movía su rubio cabello.-Pero, mi curiosa compañera, Hitch, parecía saber lo que era estar sola cuando venía en algún punto del día a hablar conmigo. Siento que compadecí su dolor, y en cómo perdió a la persona que amaba, me dijo que lo espero, pero que él jamás llegó.-expresaba.-También Armin, siempre venía a verme. Me contaba todo, cada detalle. Lo dolido que estaba porque te habías ido, lo distinto que Eren estaba, las cosas nuevas que sucedían en Paradis. El día que conoció el mar, o el horrible momento en que cambiaron dos vidas por la suya. El comandante Erwin, y... -ella se detuvo, como si no pudiera decir su nombre.-Quería suponer que Reiner y tú no lo dejaron morir, pero así fue.-musitó, con sus labios temblorosos.

-Y vivo cada día de mi vida con la culpabilidad de haberlo dejado, Annie.-me excuse, sabiendo que realmente yo no podía olvidar que Berthold había muerto.

-Pague el precio muy caro. Y no me refiero a haber perdido a Armin, hay amores que no son y otros que solo están de paseo en tu vida para enseñarte. Una parte de mi se alegra que seas esa chica de la que él siempre hablaba y anhelaba ver, siento que lo sabía, pero hay cosas que es mejor comprobar en persona. Pero, a lo que me refiero es que tristemente pague el precio por lo que le hice a Marco.-expresó, mirando avergonzada a otro lugar.-Incluso estando en ese hueco, repetía ese día una y otra vez en mi cabeza. En cómo rogabas por su vida, y ahora, que otras vidas no están, puedo entender qué hay un costo para todo, y que siempre habrá un día en donde debemos decir adiós, no importa de quien se trate.-susurro, como si estuviera enojada consigo misma.--No te voy a pedir que me perdones, te pido que me entiendas.-me tense ante esas palabras, esas mismas que en algún momento le dije a Jean, hace cuatro años atrás.-Creí que no tenía opción, pero realmente las tenía. Solo temía enfrentar la verdad, y mírame, me perdí cuatro años de vida, perdí muchas cosas. Y entre ellas, se que perdí tu amistad aquel día, porque una parte de mi, quería simplemente volver a casa, como tú.-ambas estábamos frente a frente, observándonos detenidamente.

-Te entiendo, Annie.-musité, viendo como ella asentía.-Ya no es momento de pelear, es momento de unirnos.-indique, estrechando mi mano para ver cómo ella lentamente acercó la suya para sentir su tacto con el mío, mientras que ambas sonreímos.

-Entonces, ¿Noah?-me preguntó, a lo que asentí cabizbaja.-Vaya... ¿y a quien se parece?-me preguntó, a lo que fue ahí donde sentí un balde de agua fría caerme encima.

-Yo no puse nada... realmente es igual a Colt.-respondí en un hilo de voz, viendo como su expresión cambió, se entristeció.-Es idéntico a él. Y se que será como él, puedo sentirlo.-expresé, tocando mi pecho, dirigiéndome al sentido de la corazonada.

-Lo lamento tanto... -susurro ella, mirándome apenada, pero era como si también le doliera; yo sé que si, no fui la única que creció con Colt.

-Yo creó que todos perdimos algo hoy.-musité, con mis ojos humedecidos mientras la miraba fijamente, intentando de pasmar mis lágrimas, pero fue inevitable.

-Unos más que otros.-indicó, a lo que yo baje la cabeza, dejando caer mis lágrimas, sintiendo como ella se acercaba a mi.-Pero hoy a todos, nos hace falta alguien... -susurro cuando se aferró a mi en aquel abrazo, mientras que mis lágrimas caían en su camisa, podía ver la sombra de alguien caminar hacia mi, y apreté a Annie con fuerza cuando vi a Pieck en su forma humana acercarse a mi con lágrimas en los ojos y sus labios temblorosos.

-No puedo creer que haya muerto.-esbocé en un sollozo, apretando más a Annie, como si sintiera que sacar mi tristeza dependía de eso.-Murió.-dije, entristecida cuando veía a Pieck llegar hasta a nosotros, y Annie solo abrió sus brazos para que nos pudiéramos abrazar.

Pieck sollozo fuertemente en cuanto sintió el tacto de ambos brazos apretarla, hasta que poco a poco fuimos deslizándonos para sentarnos en el suelo, destellando nuestra tristeza. El pecho de mi hermana se quebraba en mil pedazos, reflejando el dolor de su corazón en cuanto sollozo el nombre de Porcco con suma tristeza. No dejaba de repetirse que sin él, no podía continuar. Se sentía ahogada en un vaso de agua que podía entender, que podía sentir por completo. Más sombras de personas caminando se acercaban a nosotros, primeramente pude ver a Reiner mirarnos con tristeza. Pero no dijimos nada, su mirada y la mía se afligieron, así que tan solo volví abrir mis brazos, porque sé que él también lo necesitaba, sé que él hace mucho tiempo había perdido a ese amigo, y hoy volvió a perder, dos más. Reiner se inclinó, avergonzado pero lo hizo y me abrazó, cubrió a Pieck, pero él también sentía la desesperante ruptura que ella tenía, en cómo no quería aferrarse a esa idea de tener que vivir una vida donde Porcco ya no estaría más. Él era su amanecer, su día y noche, era esa persona que estaba a su lado, que la amaba, que la cuidaba y acompañaba en cada andar, y ahora, se había ido sin más, pero se que valientemente se fue amándola como nadie más. Ella tosía, no podía respirar, pero así se sentir tener el alma vacía.

Solloce, mientras que todos teníamos la tristeza consumiéndonos, las miradas de Gaby y Falco se destellaron en nuestro abrazo, así que no pude evitar aferrar a ese pequeño niño que había parecido perderlo todo. Él me apretó, me apretó más fuerte que cualquiera, no sollozo y lloro en voz alta, porque quería ser valiente, quería demostrar que era fuerte, pero solo bese su frente y lo abrace fuertemente mientras que esos soldados nos observaban, observaban como esos niños que llegaron a este isla, se reunían nuevamente siendo unos adultos y perdonando sus pecados, esos que los hicieron separarse, pero que ahora en medio de una dura pérdida, se volvían abrazar. Primero habíamos perdido a Marcel, luego a Annie por unos años, Berthold murió horrible mente como Porcco, pero también nos tocó perder a Colt. Éramos esos niños de la colina que veíamos a personas entrenar, deseando convertirnos en ellos, y lo hicimos. Éramos los guerreros de Marley, aquellos que deslumbrarían junto a los soldados de la isla Paradis, ahí estábamos, en medio del dolor había una reconciliación. Abrazados, observamos a la persona que nos dirigió hasta donde estábamos, ese gran líder que respetábamos se paró frente a nosotros, a observarnos como los niños que habían crecido y escapado de sus manos. Lo observe, y en medio de la tristeza, le asentí agradecida de que aún estuviera aquí.

-Mira... -susurré en el oído de Falco ante observar esa estrella, esa que él pudo ver.-Pide un deseo... -volví a susurrar, mientras que él cerró los ojos, aún abrazándome.

-Ya está.-indicó, a lo que sentí, continuando en observar aquella estrella que se iba cómo apareció, sonreí, también pidiendo mi deseo, a lo que en el fondo podía observar a Armin mirarme con una sonrisa reconfortante que le devolví.

-Yo también pedí mi deseo.-le dije a Falco mientras acariciaba su cabello, y este se volteaba para continuar observando las estrellas, con la esperanza de que como un niño, pudiera pedir miles de deseos más a través de las estrellas.

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Próximo capítulo: Guerreros y soldados;
parte dos.
Mientras que el retumbar sigue avanzando, los Guerreros de Marley y los Soldados de Paradis, unen fuerzas para ejecutar un próximo plan que podría alcanzar el paradero de Eren.

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