💋 ᎒᎒ 𝟎𝟎𝟏.

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𝑻𝑼𝑹𝑰𝑵 — 𝑰𝑻𝑨𝑳𝑰𝑨
𝘝𝘐𝘌𝘙𝘕𝘌𝘚 6 𝘋𝘌 𝘈𝘉𝘙𝘐𝘓, 2018

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Leandro mordió su labio mientras volvía a ver por cuarta vez las historias que Florencia había subido a Instagram. Desde que había caído en la tentación unas semanas atrás, no había conseguido quitarse a aquella rubia de la cabeza.

— Tienen que venir a visitarnos más seguido, me tienen acá re abandonado, amigo. Hasta Rodrigo me viene a ver más seguido que ustedes.

— Vamos a tratar de venir más seguido.— sonrió— Barbie quiere ver más a sus padres, así que seguramente nos vean bastante por acá.

— Amor, ¿me ayudas?— Barbara se acercó a su marido, dándole la espalda— ¿Me ajustas un poco el vestido de atrás?

Barbie nunca le pedía ayuda, prefería tardar más en lograrlo que dejar que él lo hiciera. Sin embargo, aquello no era lo más extraño, sino que se había pegado a él, rozando con su orto su pelvis. Barbara, quien nunca quería tener ningún tipo de contacto con él, había hecho eso.

— ¿Yo?— alzó sus cejas— ¿Me estás pidiendo algo a mí?

— Si, a vos.— asintió— ¿Me ayudas? Ajústalo un poquito.

Florencia, quién se encontraba en la cocina, observando desde lejos pudo evitar soltar un suspiro. Había algo en el comportamiento de la mejor amiga de su novio que no le gustaba, que no le gustaba absolutamente nada y le costaba mucho no soltar ningún comentario. Había prometido ser cordial y eso iba a intentar, pero no significaba que se quedaría a ver la escena.

— Paulo, agarrame la sartén, por favor, tengo que echarle el aceite.

— Ya voy, rubia...— se acercó, acariciando su cintura— Che, que rico huele eso. ¿Qué preparan?

Aquellos momentos, en los que Paulo se comportaba como un novio decente y le mostraba cariño con pequeños gestos eran sus favoritos. Una pequeña sonrisa adornó su rostro, pero justo antes de responder, la voz de Bárbara la interrumpió.

— ¿Ya está, amor?— miró al ojiverde— ¿Quedó?

— Si, ya quedó.— se levantó— ¿Qué están preparando de rico?

— Milanesa a la napolitana con papas asadas, ensalada césar y canelones.— sonrió— Los que te gustan.

Otra cosa que le ponía de los nervios cuando se trataba de la menor era que hacía de todos los lugares suyos. Había llegado a su casa y aunque había agradecido la ayuda para cocinar, no esperaba que decidiera todo el menú sola, sin consultarle, y pretendiera que simplemente la obedeciera. Sin embargo, no podía hacer nada más, había prometido paz.

— ¿Canelones?— Leandro sonrió— Que rico, amor...

— Te van a gustar, vas a ver.— la miró— Florencia, ¿necesitas que te ayude con algo más? Pareces muy atareada, te puedo ayudar un poco con algo.

— ¿Podés encargarte de la sartén?

— Dale, me encargo yo del sartén.— asintió, acercándose— Gordo, vigila la salsa, por favor.

— ¿Eh? Ah, sí. Yo la vigilo, amor.

— ¿A mí no me das de probar, Barbie?

—  Florencia, ¿le das de probar a Paulo? Yo estoy un poco ocupada con esto.

Por lo que había notado en el ambiente, Paulo había tenido alguna clase de discusión con la rubia, sino era imposible que le hubiera pedido eso. La Barbie normal se lo hubiese dado ella misma con una sonrisa enorme en su rostro. Aún así, no estaba dispuesta a quedar en el medio de sus peleas.

— No me dan las manos.– se agachó, metiendo la bandeja en el horno— Agarra una cuchara, amor.

— A ver, banca...— le pasó una cuchara a su marido, volviendo a lo suyo— Amor, toma, agarra. Pásale a Paulo para que pruebe.

— Bueno...— rió, pasándole la cuchara al cordobés— Acá tenés, Barbie me lo dió para que lo pruebes.

— Qué privilegio.—  rió— Barbie, esto está muy bueno.

Ni siquiera reconoce lo que preparo yo…

Flor suspiró, mordiendo su mejilla. Tampoco era tan importante, era un mísero detalle.

— La salsa la preparó tu novia, Paulo.— Barbie golpeó la mano de su pareja— Eu, metas mano en la comida.

— Bueno, meto mano en otra cosa entonces... —sonrió, abrazándola por la espalda— Flor, la salsa está riquísima.

— Gracias.— sonrió— Es una receta familiar.

Por lo menos él la había felicitado y no había ignorado por completo sus esfuerzos.

— Probá...— le extendió un tenedor a su marido— Un poco del relleno te dejo probar nomás.

— Que linda que sos...— sonrió, probándolo— Que rico... —miró al cordobés— Eu, ¿está todo bien? Estás muy callado vos.

— Si, todo bien, nomas me quedé pensando.

— ¿Seguro? —alzó su ceja— No tenés buena cara, Paulo.

En efecto, su novio tenía aquella expresión que ponía siempre que estaba frustrado o necesitaba desahogarse, pero sus respuestas indicaban que tampoco tenía especial interés en hablar de ello, por lo que decidió ayudarlo interrumpiéndolos.

— Barbara, ¿me pasas la espátula?

— Si, te la paso.— agarró la espátula, pasándosela— Toma, acá tenés.

— Sí, todo bien, aun tengo algunos dolores en la rodilla.

Con que aquello era lo que lo estaba importunando. Hacía unos meses que había sufrido una lesión en la rodilla y no se daba recuperado.

— Pau, si te sentís mal sentate.

Suavemente, acarició su hombro, dejando un beso en su mejilla.

— Y tomate las pastillas para los dolores, así se te calman.— Barbara se separó— Amor, seguí cuidando el relleno. Y no metas mano, aguantate a que estén los canelones.— señaló— Voy a buscar mi celu que lo deje en el auto.

— Dale, te cuido el relleno —sacó las llaves de su bolsillo, pasándoselas— Toma, amor.

— Gracias.— sonrió— Ahora vuelvo.

— Voy al living.

—  Ve, mi amor.— apretó su mano— Pero poné la pierna en alto, tenés que descansar.

En cuanto Paulo cruzó la puerta de entrada, se giró hacia Leandro quién se encontraba con un tenedor agarrando el relleno de los canelones para probarlo.

— Que rico que huele esto... Como me encanta el relleno de los canelones...

— Che, cuidadito... Deja de robar comida.

— No estoy robando comida, solo la estoy probando…

— Leandro, soltá ese canelón.

— Dale, es uno solo... —la miró— Nadie se va a dar cuenta que me comí uno... Déjame darme ese gustito aprovechando que Barbie se fue…

— Pero uno solo.

— Gracias.— rodeó su cintura, dejando un beso en su cuello— Che, ¿qué le pasa a tu novio? Anda raro hoy.

Inconscientemente, una sonrisa se adueñó de sus facciones al sentir como el porteño acariciaba su abdomen con pequeños círculos. Por lo que había descubierto desde aquella noche en la que se habían acostado, Leandro tenía dos versiones: podía ser un pajero calenturiento o podía ser tranquilo y tierno.

— Lleva medio de bajón todo el día.

— ¿Y eso? ¿Pasó algo entre ustedes?

— No, pero creo que tiene que ver con tu mujer. Discutirían.

— Ahora que lo decís, Barbie anda bajón, lleva así desde que dijimos de venir.— alzó sus cejas— No sé qué le pasa, pero está re sensible. Con decirte que ayer pasó casi todo el día en la cama, que hasta sesteo aferrada a mí y eso es raro en ella, porque generalmente no le gusta dormir abrazada conmigo…— dejó un beso tras su oreja— No como vos, que no me soltaste en toda la noche.

Sus mejillas adquirieron un tono rojizo mientras la imagen de aquella noche venía a su mente. Se había quedado profundamente dormida encima del porteño, quién había aprovechado aquella posición para despertarla llenando su rostro de besos.

— Paulo estuvo distraído también.

— ¿Pero solo eso?— revolvió la salsa— ¿Siguió siendo como siempre con vos, pero distraído?

— Y triste.– mordió su labio— Me pidió que le acariciara el cabello, nunca lo hace.

— ¿En serio?— la miró— ¿Y cómo te sentiste con eso?

— ¿Yo?

— Sí, vos.— asintió— ¿Cómo te sentiste con ese comportamiento de Paulo?

— Normal.

— ¿Normal?— alzó su ceja— ¿Normal te sentiste?

El morocho tenía claro que sí tan sólo fuera suya, Flor nunca diría que él la hacía sentir “normal”. Se merecía sentirse especial y no tan apagada como la había notado desde que había llegado con su mujer. La Florencia que había estado a solas con él era completamente distinta a aquella Florencia triste.

— No sé muy bien cómo sentirme al respecto, tampoco quiero ilusionarme si después va a volver a ser como siempre.

— Flor, eso no es lo que…— giró su cabeza al escuchar unos pasos, separándose de la rubia al ver a su mujer acercarse— ¿Encontraste el celu, amor?

— Mhm, lo encontré...— pasó su mano por su pecho, haciendo una mueca— Florencia, ¿te molesta si me sirvo un vaso de agua? Para tomarme una pastilla.

— ¿Te sentís bien, gorda?— frunció su ceño— ¿Qué te pasa?

— No, sí, estoy bien…— asintió— Solo me duele un poco el pecho, pero ahora me tomo una pastilla y se me pasa, no te preocupes...

— Servite.

— Gracias…

Un silencio incómodo adornó el lugar. Flor mordió su labio sin saber que decir, bajando los fuegos al mínimo para que los pimientos que acompañarían a los canelones acabarán de cocinarse. Por suerte, Leandro rompió la incomodidad.

— Bueno...— carraspeó— Che, esto creo que ya está. Podríamos ir preparando la mesa, ¿no?

— Yo la voy preparando.— murmuró— Lean, alcánzame tres platos si podés, gracias.

— ¿Tres?— se acercó— Amor, somos cuatro.

— Yo no voy a comer, se me fue el hambre.— agarró los platos— No me siento bien. Coman ustedes, ya más tarde cuando volvamos a casa como algo.— los acomodó en la mesa— Dybala, ya que estás parado y tu rodilla está mejor, ¿por qué no vas a ayudar a tu novia? Así haces algo en vez de estar parado como un bobo.

— Disculpa…—miró a la rubia— ¿Flor, necesitas ayuda?

— Ayúdala a Barbara con la mesa.

No sabía porque lo había echado cuando podía tenerlo para ella, pero no soportaba verlo triste y si eso significaba que aclarara todo con aquella mujer, que así fuera.

— ¿Te puedo ayudar en algo, Flor?

La mano del ojiazul rozó sus costillas, haciendo que un escalofrío recorriese su columna.

— Pará, van a vernos.— susurró, mirándolo— ¿Me bajas la bandeja?

— Cagona.— rió, alzando la mirada hacia el mueble— ¿La bandeja? ¿Esta bandeja?

— Sí, esa.

— Dale, te la bajo sí.— asintió, agarrándola— Che, no hago las cosas gratis. Si la querés, ya sabes que hacer.

— Lean, nos van a ver.

— Rubia…— rodeó su cintura con su mano libre, acercándose— Si bien que te morís por hacerlo. ¿O me vas a negar que no te pasa lo mismo que a mi, que lo necesitás?

— Lean…

Si en algo tenía razón el porteño, era que desde que habían iniciado aquel tira y afloja, nunca había podido contenerse. Algo en él la incitaba a pecar, a volver a traicionar a Paulo y probar aquellos labios de sabor prohibido.
Aún así, no dio el primer paso, sino que dejó que el atrapará sus labios con los suyos, ocultándola tras la una de las columnas que separaba la cocina del salón. A diferencia de Paulo, Leandro lo quería todo. No era suave ni delicado y eso le encantaba.

— Vamos a llevar la comida, linda.— sonrió, separándose— Nos esperan.

— Sos un…— mordió su labio, agarrando la bandeja con los canelones— Cuidado, esto quema…

Paulo se encontraba en el comedor, menos tenso que la última vez que había estado con ella, por lo que suponía que habían arreglado sus problemas. Leandro llegó poco después junto a una botella de vino, acomodándose frente al cordobés. Capaz aquella vez podía ser una comida tranquila.

— Para, dejá que te ayudo con eso.—  Barbie se acercó, agarrando la bandeja— Dale, siéntense, yo les sirvo.

— ¿Segura que no querés comer, amor? Se ve muy rico todo.

— Ya dije que no tengo hambre, después comeré algo.— negó— Dale, pongan los platos.

— Deberías comer, Barbara.

Aprovechando que su humor había cambiado, se acomodó en el regazo de su novio, dejando una mejilla. La comisura de los labios del porteño se elevó en una mueca divertida mientras la examinaba.

— No tengo hambre. Después más tarde como, ahora no se me apetece nada.— sonrió levemente, sirviéndoles— Buen provecho. Permiso.

— ¿A dónde vas, gorda? —la miró— ¿No te quedas?

Morocho careta, bien que la diafrutaste y ahora la llamas “gorda”

— No, prefiero estar en la cocina. Así aprovecho para hacer algún postre.— negó— Disfruten la comida.

— Que rara esta tu mujer.

— Sentate bien, Flor.

— Está muy rara, sí...— frunció su ceño— Y no es necesario que se mueva, Paulo. Si es por mi, no hay problema, a mí no me incomoda que estén así.

— Flor, sentate bien.

Poco le había durado la diversión. Apenas había estado sentada en su regazo antes de que volviera a echarla del lugar. De su lugar.

— Ya voy, ya voy.— se levantó, acomodándose en una silla— Listo

— Che, aprovechando que no está Bárbara...— rascó su nuca— Yo quedé de salir hoy con unos amigos, es una reunión tranquila, pero sabes cómo es Barbie con eso... ¿Te animas a cubrirme? ¿A decir que estoy con vos si pregunta?

— ¿Querés que me quede con ella para que no te diga nada? Dan tormenta y sabes lo nerviosa que se pone.

— Si te ofreces no me voy a negar.— bajó su mano, introduciendola bajo la pollera vaquera de la rubia— ¿Vos lo dejas? Mira que me debe un favorcito tu novio…

— Flor puede quedarse solita, ¿no, Flor?

— Mhm…

— Aguantala vos entonces.— sonrió— Si ella te llama, vos decile que estoy con vos, nada más.

— De verdad que no me jode, hacía que no la veía.— se levantó— Voy a por la bebida, ¿vos que querés?

— Tráeme agua, Pau.

— Para mí una birra nomás.

— Dale.

En cuanto el cordobés se fue de la estancia, el morocho subió sus caricias, jugueteando con la tela de su tanga

— ¿Sos boludo, Leandro? ¿Qué haces?

— Esa boquita.— coló su pulgar bajo la tela, acariciando su clítoris— Mira que calladita quedaste. Te hacías la novia buenita sentada encima de él, pero mira lo mojada que estás con un toque.

— Lean…— jadeó, mordiendo su labio— Lean, nos van a ver…

— No nos van a ver, pero si no te estás calladita nos van a escuchar.— sonrió, susurrando— Abrí las piernitas y guardá silencio. No quiero escuchar nada salir de esa boquita. ¿Entendiste?

— Sí…

Su voz había salido entrecortada y tuvo que morder su labio para evitar que varios gemidos escapasen de su boca a medida que el morocho la tocaba. Aquellas sucias palabras que murmuraba en su oído junto con el movimiento de sus dedos en su zona íntima hicieron que clavara las uñas en la silla.

— Mira como temblás, trolita…— dejó un beso en su cuello— Como me apretás los dedos. ¿Qué pasó? ¿Querés venirte?

No sabía si era la adrenalina del momento o las caricias en su clítoris junto a los movimientos que realizaba con sus dedos en su interior, cambiando de ritmo para no dejarla acostumbrarse en ningún momento, que hicieron que no tardase demasiado tiempo en alcanzar el clímax. Sus paredes se contrajeron alrededor de los dedos del porteño, quién unió sus labios para acallar su gemido.

— Que rico…— chupó, deslizó su lengua por sus dedos, sonriendo— Alistate después, salís conmigo, ya nos reservé hotel.

— ¿No tenías una reunión de amigos vos?

— Una mentira chiquita.— limpio su mano, apretando su muslo— ¿Ahora me vas a decir que no querés venir? ¿Preferís quedarte acá sola esperando a ese boludo?

— No, yo no…

— Entonces no me pongas esa carita.— subió su mano, agarrando su mentón— Si ellos se divierten solitos, nosotros más. No sabes las pajas que me hice imaginándote en cuatro, rogándome que te dé más duro, poniendo esa cara de trolita…

— ¿Muchas?— sonrió, inclinándose.

Justo cuando el morocho estaba a punto de responder, unos pasos hicieron que la soltase, acomodándose en su silla mientras Flor retocaba su pollera, que se había enrollado hacia su cintura. Bárbara entró al comedor, seguida de cerca por Paulo, quien cargaba una gran sonrisa en su rostro.

— ¿Estás mejor?— le pregunto a su mujer—  Digo, porque ahora estás muy sonriente comparando a lo que estabas hace un rato.

— Estoy mejor.— se acercó, dejando la botella sobre la mesa— Despejar mi mente haciendo el lemon pie ayudó bastante.

— La birra.— se la pasó— Acá tenés.

— ¿Y el agua?— frunció su ceño— Flor te pidió agua.

— Acá está.— enseñó la botella, sonriendo levemente— Tu agua, Florencia. Lean, movete, déjame cruzar para sentarme.

— Podés sentarte encima mío, Barbie. No es necesario que te sientes en la silla.— palmeó su regazo— No sería nada nuevo que me uses de silla.

Flor frunció su ceño, ante la propuesta de su novio, observando cómo acercaba a su amiga hacia él. Solo Paulo podía ser tan descarado para hacer aquello delante suya como si no le importase que lo viese. Como si buscase enojarla.

— Gracias, Barbara.

— No es nada…— miró al cordobés, negando— Bueno, dale, me siento.— se sentó en su regazo, agarrando una birra— ¿De qué hablaban?

— Boludeces.— negó, dándole un sorbo a su bebida— ¿Ustedes todo bien? ¿Pasó algo? Y lo pregunto porque ahora es este quién tiene mala cara.

— Todo bien, solo es Paulo siendo Paulo. Busca, provoca y empieza las cosas, pero después no se la aguanta, no deja que otro termine lo que empezó…— alzó sus cejas— Bueno, sigamos disfrutando de la comida, che.

— Amor, come algo.

— ¿Eh?— giró a mirarla— Si, ya voy.

No sabía si le había desconcertado más que no hubiese hecho ningún comentario, que lo hubiese llamado “amor” o que le hubiera hablado. Aún así, aquello era mejor que tenerlo mirando a Bárbara.

— Okey... —se acomodó— Buen provecho. Igual, guarden espacio para el postre.

— Mhm...— sonrió disimuladamente hacia ella— Unas ganas de comer ese postre…

Una tonalidad rojiza comenzó a apoderarse de sus facciones, haciendo que recolocase su cabello para disimularlo. No los iban a descubrir por su culpa. No los iban a descubrir porque a Leandro le gustase jugar con ella a ver cuanto aguantaba.

— ¿Cocinas mucho, Barbara?

— Suelo cocinar casi siempre, sí.— sonrió, asintiendo— Me gusta la cocina, de chica estudié por un tiempo gastronomía. Más o menos por... ¿Cuantos años, Lean?

— ¿A mí me preguntas? Yo que voy a saber.

— Cerca de tres años.— dió un trago a su bebida— Estudiaste cerca de tres años, más o menos.

— Más o menos por ahí, sí...— sonrió, asintiendo— Creo que más o menos tres años... Y desde ahí me gustó la cocina…

— Antes ya sé te daba bien, me hacías las tortas de cumpleaños.

— Me gusta dar detalles simples.— sonrió— Y Pau era amante de las tortas de chocolate, en sus cumpleaños siempre le hacía algunas. Hasta el día de hoy lo sigo haciendo, aunque el último cumpleaños tuvo otra torta diferente...

— Eso es verdad.— lo miró— Una torta de vainilla creo que era, ¿no? O una torta helada, no me acuerdo bien. ¿Por qué la habías cambiado? Casi ni tocaste esa torta.

Había intentado tener un detalle bonito con él, y aunque no la había preparado ella misma, había intentado que fuese perfecta. Y él… Él tan solo le había agradecido con un beso y ni siquiera la había probado.

— No la tocó, ni siquiera la probó.— alzó su ceja— Rodri fue quién comió más de la torta que el mismo cumpleañero.

— Flor es alérgica al chocolate.

— ¿Sos alérgica al chocolate?

— Soy alérgica, pero no al chocolate, al cacao.

— Bueno, creo que para el próximo cumpleaños voy a tener que prepararte una torta distinta, así Florencia también puede disfrutarla.

Barbara siempre era tan amable, tan servicial que a veces se le dificultaba no tragarla. Era la novia perfecta, la amiga perfecta…

— Eso estaría bien.— asintió— O Flor puede hacerle las tortas, bizcochos, esas cosas, ¿no?

— A Flor se le queman hasta los bizcochos, boludo.

— Estaba aprendiendo, Paulo.

— No todo sale a la primera, tenele un poco de paciencia.— frunció su ceño— Barbie puede enseñarle, así ya tenés a otra para que te haga las tortas para tu cumpleaños. Dos son mejores que una, dicen, aparte tiene más significado si esos detalles vienen de tu novia también…

— Los amigos también pueden darse ese tipo de detalles…

— Si, pero no todos los años. Ahora tiene a su novia, no creo que los cambios le molesten a Paulo. ¿O sí te molesta?

— No me molesta, pero era algo que siempre me hizo Barbie.— acarició la mano de la rubia— Y me gustaría que se mantenga así.

— Y vos acabas de decir que no te molesta, así que creo que eso puede cambiar. —sonrió— Barbie le enseña a Flor y listo, todos felices. Sino también, puede enseñarle y me hace las tortas a mí.

No sabía cómo le daba el rostro para decir aquello tan tranquilo sin importarle lo que ellos pensarán, pero así era Leandro y eso la calentaba.

— Puedo enseñarle a Florencia a hacer la torta que a Paulo le gusta, no tengo problema con eso.

— O podría seguir haciéndolas Barbie.— apoyó su mentón en su hombro— ¿Verdad que no te molesta, amor? Ella ya tiene experiencia. Y aparte, también está la opción de Lean, podés hacerle las tortas a él.

Tampoco entendía como a su novio podía importarle tan poco aquel detalle, pero no iba a ser ella quien se lo echase en cara. No si podía ver más al morocho que dominaba sus pensamientos.

— Claro…

— Bueno, eh...— rascó su nariz— Yo me voy volviendo a casa, no me siento bien. Ustedes sigan disfrutando de la comida y de su charla.— sonrió— Nos vemos.

— ¿Pero ahora que pasó?— frunció su ceño, levantándose— Bárbara, para... —la siguió.

Leandro tardó poco en volver, haciendo que Paulo se acomodara de nuevo en la silla con el ceño fruncido. Suavemente, acarició su brazo, rodando sus ojos ante la mirada que le dedicó el porteño, quien seguía en pie. La única que no se había levantado de la silla había sido ella, pero no iba a detenerla si se iba.

— Bueno, se fue nomás. —alzó sus cejas, sentándose— Qué mujer más complicada... Les juro que ya no la entiendo, no sé qué mierda le pasa... A veces está bien y de la nada se pone así, me da un dolor de cabeza... Me cansa cuando hace eso…

— Hay cosas que le sientan mal a Barbie, vos deberías saberlo bien.

— ¿Qué le va a caer mal? Si estaba perfectamente bien y de la nada le cambió la cara. Lo único que me dijo fue "no aguanto más, me quiero ir a casa", únicamente eso. Encima se llevó el auto...— suspiró— No sé qué mierda le pasa... Cada día confirmo más y más lo que vos decís, Flor... A veces es insoportable…

— Florencia…

— ¿Qué?— suspiró—  Sabes que no me la banco.

Nunca había ocultado su desaprobación hacia la rubia y aunque había iniciado por celos, ahora solo se trataba de indiferencia y desagrado. No le gustaban sus actitudes con su pareja y era consciente de que Barbara compartía su desagrado por ella.

— Paulo, dale, hasta vos lo debes pensar a veces. Bárbara se pone insoportable, a veces es imbancable.

— Yo no pienso eso.

— Eso porque no pasas el suficiente tiempo con ella, porque estoy seguro que sí la tenés una semana entera, te deja las bolas por el piso de lo insoportable que es... Encima con esa voz chillona que tiene...— sonrió ante la risa de la rubia— ¿Qué? Si es verdad... Cuando se pone con sus caprichos le sale una voz re chillona que te mata los tímpanos…

— Vos deberías respetarla un poco más, es tu mujer.

— Solo dijo la verdad.

— Es mi mujer y la respeto, pero tengo derecho a desahogarme. Aparte es como dice Flor, solo digo la verdad.— alzó su ceja— Es hermosa, es buena y todo lo que quieras... Pero esa voz chillona que tiene, sus caprichos, sus cambios de humor... Es algo que con el tiempo se volvió algo tan insoportable que a veces me da gusto cuando se va de casa y desaparece por todo un día... Hay tanta tranquilidad…

— Como si no tuviera razones para irse. Su marido parece más centrado en salir que en ella.

Cuando se trataba de Bárbara, Paulo no atendía a razones. Siempre se ponía de su lado aunque estuviera en lo incorrecto, pero él era así.

— Lo que no me dan en casa tengo que buscarlo afuera.— encogió sus hombros— Ella nunca quería hacer nada conmigo... Nunca tiene ganas, o le duele la cabeza o está muy cansada... —bufó— Si yo puedo salir a buscar afuera lo que ella no me da, lo voy a hacer. Total, si nadie se entera y ella tampoco lo sabe, está todo bien.

— Con eso no te banco, con ella no.

— ¿Vos me vas a mandar al frente?— frunció su ceño— ¿A vos que te molesta? Si es mi relación, no la tuya. Aparte es mi mujer, mientras ella no se entere de nada, está todo bien.— sonrió— Si un día llega a ponerse pesadita, le doy lo que tanto ella quiere y la dejo feliz, y así puedo seguir disfrutando nomás.

— Es mi mejor amiga de la que vos estas hablando.

— Paulo, es cosa de ellos.

— Escucha a tu mujer.— señaló— Es cosa de nosotros, no entiendo en qué te afecta a vos.

— Voy a cambiarme y voy a ver a tu mujer. Ya que a vos no te preocupa, yo quiero ver como esta.

— ¿Vas a dejar a Flor?

Realmente no quería escuchar aquella respuesta. Ya sabía que Paulo no iba a quedarse, por lo que agarró su celular, y tras susurrar un “con permiso”, abandonó el lugar.

— Llevale flores.

— No voy a disculparme con Florencia, no hice nada mal.

— No hablo de Flor, hablo de Barbie.

Si a Paulo le habían sorprendido sus palabras, Leandro no lo notó. El cordobés sólo se había quedado pensando, como procesando sus palabras y decidiendo si era buena idea hacerle caso.

— Llevale de esas que vos sabes que le gustan, disculpame bien. Capaz así ella mejora su humor y no me deje durmiendo afuera como perro.— palmeó su hombro— Vos consentila con esos detallitos y que me deje tranquilo esta noche.

— ¿Con quién te vas a juntar acá? Te dije que si antes, pero no tenés amigos en esta zona.

— No me voy con ningunos amigos, me voy con la rubia que te hablé. No quería decirlo frente a Florencia, pero te lo digo a vos para que me cubras. Voy a pasar la noche con ella, reserve un hotel, pedí que preparen la habitación, preparé una velada romántica para pasarla con esa rubia, pero no quiero que Bárbara la cague mandando mensaje, por eso ahí es donde apareces vos para cubrirme y distraerla para que no me joda.

— No entiendo como podés cagarla, tenés tremenda mujer.

— Como dije antes, lo que no tengo en casa, tengo que buscarlo afuera.

Lean y Flor... Flor y Lean... A los dos les gusta jugar con fuego, solo queda saber si se van a quemar.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué opinan de Flor?

Como siempre, recordarles de votar y comentar, me ayuda mucho.

Y aquí dejo mi perfil de ig. Siganme y así chusmeamos juntas sobre las historias  :)

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