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En busca de la salvación.

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Restregué aquella fría agua del lavado en mi rostro, intentando hacer que mi sueño desapareciera de una vez por todas. Me mire al espejo notando las grandes ojeras que llevaba, pero a este punto mi apariencia ya no me importaba en lo absoluto. Ni siquiera me preocupaba como podía verme ante los demás, ellos no eran nadie para juzgarme en nada. Me mire una última vez, ya no era la pequeña niña que Rick Grimes había encontrado en las vías del tren, ni siquiera me acercaba un poco a ser aquella niña que algún día fue. Empezaba a convertirme en una mujer, podía notarlo en la forma en que mi rostro cambiaba o incluso, en como mis pechos empezaban a crecer.

Negué con la cabeza, dejando de ver mi apariencia y enfocándome en coger aquel chaleco negro que tapaba por completo mis brazos. Me lo fui poniendo poco a poco, deslizándolo hasta mis brazos pero me fui enfocando en el izquierdo. Vendajes blancos cubrían mi muñeca izquierda, sentí una tristeza invadirme pero a la vez, una seriedad por el acto que había cometido semanas atrás contra mí misma. Suspiré con pesadez, cogiendo mi arma y enfocándome en salir de la habitación la cual ahora compartía con Arath, desde semanas atrás para que nadie tuviera que preocuparse por lo que yo podía hacer contra mi vida, o lo que quedaba de ella. Camine por los largos y oscuros pasillos que ya reconocía, llevo aquí más de seis meses, ya sabía todo.

Baje las escaleras de uno de los pasillos, para abrir la puerta y encontrarme afuera del santuario. Mi vista fue a las rejas, aquellas donde podía ver con claridad a los prisioneros que estaban encerrados y intentaban escapar de los caminantes. Era algo estúpido hacer eso, y más estúpido era mirar como ellos arriesgaban su vida haciendo un tonto juego que podría acabar con su vida; como aquel juego al azar que Negan lanzó aquella noche contra mi gente, contra Abraham y luego Glenn. Baje la cabeza, era una forma de respeto hacia ellos cada vez que los recordaba. Sentía tanto que yo haya terminado aquí, con el hombre que los acabo. Pero no estaba aquí por mi, estaba contra mi voluntad pero aún así, quizás estaba aquí por elección propia; pero lo peor de todo, es que no tenía respuesta a eso.

—Te levantaste un poco tarde.—hablo aquella femenina voz a mis espaldas, me quede en mi lugar mostrando un poco de seriedad como empezaba a hacer de costumbre.—Y estás aquí, viendo a estos idiotas jugar, como de costumbre.—comentó Arath, poniéndose aún lado de mi, la mire de reojo y asentí.

—Es interesante verlos.—conteste, con aquella voz apagada y gruesa, me había cambiado al igual que mi cuerpo lo estaba haciendo.—Además, no me levante tarde.

—Jayden te ha estado buscando hace unas horas, le dije que no has querido salir en todo el día, quizás deberías ir a buscarlo en vez de estar aquí.—me informó ella, mientras prendía un cigarrillo aún lado de mi; era increíble que aún existieran.

—No debe preocuparse mucho por mi.—conteste mirando a los prisioneros mientras que golpeaban a los caminantes y chocaban contra aquellas rejas.

—Lo hace y lo hará, has sido algo dura con él hombre desde que llegaste. Veo que ahora, te has aflojado solo un poco con él.—me dijo ella.

—Salvó mi vida.—la interrumpí, sin querer recordar lo que mis pensamientos me llevaron a hacer semanas atrás.—Y tú también.—susurre, recordando que fue ella quien me llevó a la enfermería, aquel horrible día.

—He sido dura contigo, lo sé pero tengo mis razones para serlo, sé que algún día me lo agradecerás.—asentí con la cabeza ante su comentario, no me dedicaría a sonreír; ya no era mi máximo estilo, ya no más.

—Arath, Negan ha informado que si alguien ve a Dwight le avisen que debe hacer guardia en la noche, turno doble.—escuche la voz de Nathan por el walkie-talkie de Arath, ella lo sostuvo en su mano y asintió como si Simón estuviera ahí viéndola. Comentó que si vería a Dwight le avisaría y luego ella llego sus ojos hacia mi, como si yo subiera. Escuchar la voz de aquel hombre me asqueaba.

—Donde se estará metiendo ese imbécil.—se preguntó ella misma en voz alta, dejando caer el cigarrillo al suelo y aplastándolo.—Se va sabiendo que tiene trabajo por hacer.—hablo ella algo molesta, también había notado que Dwight últimamente estaba ausente.

—Se toma su tiempo, nada fuera de lo normal.—comente, sin saber qué responder. Dwight era reservado en sus asuntos por esa razón no salía interferir en lo que parecía hacer a nuestras espaldas.

—¿Aliana?—mire atrás igual que Arath, encontrándome con el Dr. Carson quien llevó su mirada apagada hacia mi. Alcé una ceja sin saber porqué me llamaba, y pude ver cómo él señaló mi brazo para hacerme entender que debía ir a cambiarme los vendejas de mi muñeca izquierda.

—Nos vemos.—le dije a Arath, despidiéndome de ella mientras que ella me asintió con la cabeza alejándose de mi mientras que camine hacia Carson.

Él me sonrió de lado, mientras que solo baje la cabeza y me encaminé a caminar por los pasillos. Había un silencio inmenso, uno que siempre estaba en los pasillos o, quizás era yo. Carson estaba a mi lado, callado y caminando a mi pasó para llegar hasta la enfermería. No creo que sea algo riesgoso, ya mi herida debe estar un poco cicatrizada; han pasado dos semanas, pero la textura de la piel en esa parte es un poco débil y tarda un poco más en cicatrizar. Por eso estuve una semana entera durmiendo en la enfermería, para no intentar nada nuevamente o eso pensaba mi hermano, si es que le podía llamar a Nathan Johnson mi hermano después de todas las cosas horrible que me hizo. Ni siquiera quería pensar en todo lo que había hecho, en todo lo que había pasado estos meses estando yo a su lado y viendo las atrocidades que él cometía ante las personas, era un monstruo.

Suspiré algo impaciente esperando a que Carson abriera la puerta de la enfermería y al hacerlo entre rápidamente sin esperar instrucción alguna y me enfoqué en sentarme en la cómoda camilla que adornaba junto a otras más. Últimamente estaba prefiriendo estar sola, prefería permanecer en mi área sin que nadie me molestará, era paz mental para mi. Observe como él cerró la puerta y se sentó en aquella silla con ruedas que lo movió hacia mi, no sin antes buscar un botiquín de primeros auxilios por si debía ponerme otros vendajes por más días. No quite mi mirada de él, extendí mi muñeca y vi cómo él alzó el chaleco dejándome ver la muñeca envuelta de unos vendajes blancos.

—¿Como has estado?—me pregunto, quitándome él vendaje. Mire mi muñeca, viendo la fina línea recta formada en una cicatriz la cual antes, se veía horrible y rojiza.—Veo que con el pasar de los días se cicatrizo, estupendo.—sonrió él.

—¿Debo seguir poniéndome los vendajes?—pregunte, ignorando su pregunta anterior que la mía mientras veía como el botaba el viejo vendaje y solo se encargaba de ver mi cicatriz, la cual aún podía estar débil y podría abrirse.

—No, no al menos que vuelvas a hacerlo.—comentó con seriedad mientras me miraba.—Espero que no sea así, porque podría ser tarde y nadie quizás logre salvarte.—dijo en tono de seriedad mientras se levantaba de su silla y yo me encargue de levantarme de la camilla.

—Así será.—dije, pasando por su lado sin mirarlo o sin agradecerle que me cambiara los vendajes; ni siquiera sabía por qué yo empezaba a ser así, tan insensible.

Abrí la puerta, mientras que me acomodaba el chaleco y mi corto cabello que me llegaba a los hombros. Suspiré para caminar con lentitud por los pasillos, contemplando mi propia soledad la que siempre parecía llevar siempre. Camine por unos largos minutos que se hacían eternos, llegando a la sala principal en donde se encontraban todos; era como un comedor donde todos se encontraban y comían lo que Negan les ofrece o lo que le de la gana de darles. No hablaba con nadie, solo con Arath o Eugene y de vez en cuando con Negan. A veces lograba hablar con alguna que otra esposa de Negan, pero ya no era así ya que ya no debía hacerme pasar como una de ellas para que no me asesinen; ahora me tenían respeto.

—Vaya, la suicida está aquí.—rodee los ojos ante escuchar la voz de mi hermano resonar por sus pasillos.—Fue una broma, no lo lleves personal.—observe cómo él portaba un arma y me observaba con una sonrisa en su rostro, una sonrisa llena de falsedad.—¿No vas a dirigirme la palabra?—me quedé mirándolo fijamente, notando como su boca puso una fina línea eliminando la sonrisa que tenia.

—No estoy de humor, Nathan.—le dije calmada, no buscaba problemas, solo quería estar sola; como siempre.—Solo déjame en paz.—le pedí con el mismo tono, notando como el guardo su arma y intento acercarse a mi pero tan solo me distancié.

—¿Le temes a tu hermano?—pregunto él al ver cómo me distancié ante su cercanía, era más que eso. Negué ante su pregunta, vi cómo él tan solo bufo y se cruzó de brazos observándome.

—No te temo Nathan, solo no te reconozco.—conteste con toda sinceridad, le hablaba con tranquilidad, no me encontraba molesta ni agitada ante su presencia, cada vez que lo veía me sentía decepcionada al no reconocer quien se había convertido.

—Quien soy es a quien debes respetar, soy así porque es la forma en la que puedo sobrevivir, la forma en la que las personas me respetan y me temen, soy a quien no contradicen.—me habló, recostándose de la pared mientras tan solo lleve mi mano a mi rostro y negué.

—Me retuviste aquí, me mentiste, viste como me torturaron. Me echaste como carnada a los caminantes, no sé quién eres pero no quiero que te me vuelvas acercar porque yo no te respeto, puedo sentir incluso desprecio por ti.—en su rostro vi lo mucho que le choco mis palabras, habían sido sinceras y incluso me había dolido decirlas.

—Por más que me desprecies, odies o desees muerto, soy tu hermano; llevamos la misma sangre y me tendrás que ver siempre, cada día y cada noche que permanezcas aquí, no habrá un día que te liberes de mi Aliana.—me respondió él ante mis chocantes palabras.—Siempre seré tu hermano, el día en que ya no esté será el día en que me mates porque nadie logrará hacerlo excepto tú o Natasha.

Sacudí mi rostro, quedándome sentada en la cama mientras que lleve mi mano a mí sudorosa frente y respiraba con agresividad. Esas palabras de Nathan se quedaban plasmadas en mi mente y me torturaban en las noches cada vez que intentaba dormir. Sentí mis ojos humedecerse, pero no pude llorar ya que rápidamente limpie mi ojo evitando hacerlo. No sabia quien era él, no reconocía a ese hombre porque Nathan se había convertido en un hombre ya. Podía admitir que cuando se me acercaba me intimidaba, mi piel se erizaba y mi respiración me faltaba ante lo agitada que podía sentirme que él estuviera cerca de mi. Me causa miedo, le temía a lo que él es capaz de hacer. Una luz a mi lado se encendió, dandole claridad a la habitación. Mire a mi lado, observando cómo Arath se acomodaba en su cama mirándome con algo de seriedad mientras que intentó acostumbrarse a la luz. Deje de mirarla, llevando mis manos a mi rostro y restregándolo, quitando el sudor y calmando mi respiración y mis pensamientos. Restregaba mi rostro con mis manos, aún no podía acostumbrarme a dormir aquí, no podía acoplarme por más que pasaran los meses.

Lleve mis manos debajo de mi almohada, tocando aquellas fotografías que guardaba ahí; las que algún día Eugene logró darme ante este encontrarlas en una habitación del santuario pues esta gente nos vigilaba, nos tomaba fotos y por esa razón eran capaces de saber quienes éramos. Observe las fotografía, aquella en donde salía con Maggie y Glenn antes de que él se nos fuera. Cada noche me ponía melancólica ante recordar a mis viejos amigos, recordar a Abraham en la torra de vigilancia con ese porte de sargento, a veces soñaba con él y cuando despertaba me costaba entender que ya no estuviera. Con Glenn era más doloroso, a veces deseaba no olvidar su voz pero llega un punto en donde no recuerdo como solía ser esas facciones asiáticas de él, el tiempo era el peor enemigo cuando una persona ya no estaba más presente en la vida actual de las personas. Cada noche esperaba no olvidarlo y así era. Suspire, lleve la fotografía debajo de mi almohada mientras lágrimas bajaban de mis ojos y humedecían mis mejillas.

Cada noche mi tristeza se reflejaba ante el vacío inmenso que sentía, una soledad que me agobiaba. Mi crecimiento emocional me había afectado demasiado, tanto que había tenido por primera vez deseos suicidas ante sentirme cansada, sin deseos de vivir y sentirme pérdida en este infierno viviendo en donde estaba residiendo por la retención que Nathan y Negan tenían en contra de mi. Lleve mis manos a mi cabello, intentando de sujetarlo en con un pinche que había en la mesa de noche que sabía que le pertenecía a Arath. Llena de tristeza me quedé sentada en la cama intentando despejar mis pensamientos, cada vez que veía esa fotografía reflexionaba en todo lo que amaba y deseaba nunca perder, empezando por Carl Grimes. Mi corazón latía lentamente cada vez que pensaba en él, mi corazón se rompía al saber que no podía tenerlo cerca, que quizás no podía abrazarlo y que debería estar sumamente enojado por lo que había presenciado, por ver cómo me había ido e incluso amenazado antes de montarme junto a estas personas y irme de lo que era verdaderamente mi hogar. Limpie mis lagrimas mientras que a mi lado observe cómo Arath me miraba, aunque era difícil de creer, ella se preocupaba por mi.

—Estoy bien... ya reflexione.—le sonreí, observando cómo ella se sentó en su cama y me miró apenada ante mi situación, ella sabía que algunas noches solía hacer esto para sentirme bien conmigo misma.—Solo pensaba en algunas personas que he perdido, en personas que no quiero perder.—le comenté.

—Cuando todo esto empezó, solo tenia a mi hija, solo a ella.—observe a Arath con detenimiento ante esa pequeña confesión, no sabía que tenía una hija.—Era igual a ti, idéntica. La cuidaba, la protegía y siempre estaba pendiente de ella. Como tú teníamos una comunidad, teníamos a muchos hombres protegiéndonos, éramos felices aunque el mundo era una mierda. Ella tenía unos dieciocho años, no recuerdo y cruzamos con este grupo de hombres que querían someternos a unas reglas, someternos a compartir lo que teníamos con ellos. Mi comunidad se negó y ellos nos castigaron, mataron a cada uno de los hombres, no dejaron a ningún hombre vivo. Mi hija tenía el cabello corto, le gustaba porque no le debía preocupar peinárselo o amarrárselo. Ella era muy justa y cuando vio lo que sucedía, ella se levantó y le disparó a este hombre que no tuvo piedad con ella, la mato delante de mis ojos.—la observaba lamentada, observaba cómo sus ojos se humedecieron y derramaba lágrimas.

—Fueron ellos, fueron los salvadores y Negan, ¿verdad?—pregunté ante la descripción que me había dado, ella con lágrimas en los ojos asintió.

—No pude superar con el tiempo la pérdida de ella, así que decidí mezclarme con ellos y trabajar para ellos desde adentro. Cuando lo logre obtuve la mayor confianza de Negan, hasta el punto en que pude matar al hombre que mató a mi hija con mis propias manos, Negan nunca lo supo; todavía piensa que huyo pero eso nunca me devolvió a mi hija, no sanó el vacío que aún siento.—suspiro, intentando calmar su voz entrecortada ante parece recordar esos días.—Cuando llegaste aquí me recordaste a ella, por eso cuando Negan me asignó entrenarte lo hice, lo hice porque nunca pude enseñarle a ella a defenderse y cada vez que te veía caer, veía cómo te levantabas y así era ella, así era Laurel, ella se caí y se levantaba como tú.—sonrió ella ante el recuerdo de su hija en mi, mientras que limpio sus lágrimas.

—Lo lamentó, es lo único que puedo decirte.—lamente la pérdida de su hija algo sorprendida, pues Arath era mujer que parecía no importarle ni siquiera que el mundo se le estuviera cayendo encima, era bastante fuerte.

—Pensabas en tu novia también, ¿no?—asentí sonriente ante ver cómo ella decidió cambiar el tema anterior, trayendo un tema bastante complicado de explicar, pues la mayor tristeza era la ausencia de Carl.

—Si.—suspire.—Pienso mucho en él, aunque nunca llegamos a ser novios, bueno él tenía intenciones de pedírmelo formalmente cuando todo esto acabara pero parece no acabar nunca.—le respondí a ella, observando cómo me miraba detenidamente, ella realmente me prestaba atención.

—Los recuerdo a ambos.—susurró, logrando captar mi atención ante aquellas palabras.—Aquel día en donde murieron tus amigos, molidos a palos por Negan; recuerdo haberlos visto, tú estabas ahí junto al chico. Los mire toda la noche, observe cada movimiento que hicieron esa noche entera hasta que nos marchamos. Recuerdo que estabas arrodillada, con una mancha de sangre en la cintura. Pero lo más que me llamó la atención es que dos jóvenes estuvieran en esa situación, viendo cómo sus amigos morían y debo admitir que baje la cabeza cuando Negan mató a tu amigo coreano a palos. Estabas de espaldas, no podía ver tu rostro pero vi como giraste hacia la mujer a la cual él había nombrado, la miraste con tristeza y sollozaste cuando Negan siguió moliéndolo a palos. Pero el chico que estaba a tu lado, te abrazo y se mantuvo contigo todo el tiempo, lloro pero no demostró su dolor.—susurró ella, como si estuviéramos yendo al pasado en donde Abraham y Glenn murieron.

—Él si sufrió, pero es una persona que sabe cómo llevar esas especies de pérdida. Eran nuestra familia, y él sabe que la única opción para llevar un dolor de esa forma era seguir. Ahora, solo tiene un sentimiento de venganza.—comente, dejando saber que Carl Grimes no era una persona insensible por no haber llorado lo suficiente aquella noche.

—Quisiera saber que significaban esas personas para ti, esas personas que murieron ese día.—asentí ante su petición, no tenía problema en narrarle algunas cosas.

—El pelirrojo que Negan mató, se llamaba Abraham. Lo conocí el día que llegue al grupo de Rick Grimes juntos a mis hermanos, me daba miedo al principio pero era alguien protector. Me enseñó que aunque perdamos cosas importantes, siempre habrá salida o quizás una salvación. Era mi amigo, mi familia, solía molestarme y siempre hacía vigilancia en el día con él.—susurre, hablándole primeramente de Abraham y recordando aquellos días, no evitaba sonreír ante recordarlo.—Glenn, fue el coreano a quien Negan mató sin necesidad alguna delante de su esposa que espera un hijo de él. No fue mi amigo, fue como un padre para mí y su esposa, fue como una madre. Me cuidaban y me amaban, me protegían y me regañaban cuando hacía algo mal. Y aquella noche, sentí todo desmoronarse cuando vi como Negan lo molía delante de mi y de Maggie, su esposa.—cerré los ojos, intentando no llorar al recordar los sollozos de Maggie cuando Negan le golpeaba a Glenn Rhee la cabeza.—Desde ese día, solo quería pasar un poco de mi tiempo con ella. Pero el mundo es cruel, o las personas quizás lo son y por decisiones estúpidas me llevaron a irme de mi hogar y estar aquí. Por eso me duele, intente quitarme la vida porque el mundo ya no parecía estar de mi lado.—conteste su respuesta, observando cómo sus ojos estaban cristalizados; me encogí de hombros y limpie mis lagrimas quedándome en silencio unos varios segundos.

—Cuando te vi, parecías una niña indefensa. Tenias el cabello un poco largo, eres baja y alto delgada. Con el paso de los días, has cambiado. Tú voz ha cambiado, tu cuerpo también y tú, empiezas a tener otro punto de vista por la vida. Estás convirtiéndote en mujer y déjame decirte que ahora sufres, pero el dolor será sucesible algún día Aliana.

Así solía pasar algunas noches, a veces las pasaba llena de paz de una buena compañía. Arath era una persona amargada pero era sabía, a veces ella me hacía sentir bien y podía incluso descansar con ella a mi lado. Me quedé charlando con ella esa noche, había sido una noche larga para ambas, nos preparamos algunos refrigerios y recordamos viejos tiempos donde solíamos ser feliz. Aunque cada vez que llegaba el momento de dormir, de dejar todo lo qué pasó en el día atrás, los sentimientos me agobiaban. Los sentimientos de debilidad se reflejaban ante mis recuerdos más nostálgicos, recuerdos que deseaba vivir una y otra vez. Se me hacía difícil dormir cuando sentía nuevamente ese vacío, ese nudo en la garganta deseando estar en mi hogar donde dormir con paz, donde me sentía tranquila. Miraba la ventana de mi habitación, la ventana que me traía la luz de la luna y observaba las estrellas, recordando esas historias que Carl le narraba a Judith para descansar, deseaba a veces escuchar esa voz para poder descansar. Dormiría porque sabía que en mis sueños él ahí estaría.

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