𝐝𝐢𝐞𝐳

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En los días más grises.

En los días más grises, era donde siempre parecíamos estar unidos, solo porque la tragedia nos entrelazaba de alguna manera. Lo supe, porque en un día nublado como este, todos yacíamos aquí parados, frente a la misma tumba. Me mantenía cabizbajo, con mis manos en el bolsillo y en silencio, como todos los demás, leyendo la lápida que marcaba el nombre de esa niña. Por más que lo releyera, parecía irreal el que allí marcara su nombre. Sasha era una persona importante para todos de alguna manera, y ahora más que nunca lo sabía, cuando la tristeza decaí en todos ellos. Lleve mi mano al hombro de Connie, lo apreté con fuerza. Yo entendía ese dolor más que nadie, el perder un compañero, un amigo, era un hueco que pesaba. Él estaba inclinado, llevando esas flores al suelo, me miró con sus ojos opacos, para luego volver a bajar la cabeza. Lo lamentaba, lamentaba el hecho de que desde que te ves forzado en entrar a esta legión, te ves obligado a ver cómo pierdes algo cada día, siempre hay costo, sea alto o bajo, el cobro igualmente duele. Pero eso ya lo sabíamos, ya sabíamos que siempre habrá un día en donde debemos decir adiós, no importa de quien se trate, hay que despedirse. Las gotas de lluvia cayeron, levante la mirada al cielo, el cual opaco mi vista por la iluminación escondida del sol en esas grisáceas nubes que decaían la tristeza esa que estábamos sintiendo.

Me distancié, todos me miraron, buscaban una manera de entender mi expresión, pero incluso en el peor de los casos, parecía ser que podía buscar la manera de relajar mis emociones. Lo que no entendían, que para mi era difícil asimilarlo. Llevo un largo tiempo sosteniendo las manos de estos chicos, un largo proceso en el que les he inculcado la disciplina y el respeto, pero por alguna razón, intente no cambiar lo que eran. Llevo peleando con ellos desde hace cuatro años, no era un tiempo alargado, pero era el suficiente para entablarlos en mi interior, como personas apreciadas que deseaba ver teniendo una larga vida. Ahora, debía asumir que esta no sería la primera tumba que cavaría, está era la primera de las más dolorosas que haría. El límite de tiempo de Eren, se estaba decayendo en su horizonte, y el de Armin, ya empezó a retroceder. ¿Qué debería hacer cuando me toque verlos morir? ¿Realmente no había manera? Maldita sea, ahora entendía porque Adeline parecía estar yéndose en la locura buscando una manera de salvarlos, si los guiamos hasta aquí, ¿debíamos aceptar que murieran sin más? Lleve mi mano a mi cabeza, tapando mi vista en si, quería bloquear estas amargas sensaciones, pero era inevitable. Deje que la lluvia siguiera cayendo, hasta que dirigí mi vista a esa imagen estruendosa de como Grace bajo la lluvia, agarraba la mano de un Elian de tres años, detenido en la tumba de su padre. Me quede aturdido, porque estaba fallando, aún te estaba fallando Erwin.

—¿Ya te vas?—me giré, observando a Leandra, ella estaba humedecida por la lluvia, con un rostro opaco y friolento.—No quiero volver sola.—aclaro, cabizbaja.

—¿No te gustan los funerales?—le pregunté, viendo como ella se paraba a mi lado.

—¿A quién si, Levi?—me cuestiono, mientras que observaba detenidamente cómo Grace se inclinaba en la lápida, y Elian tan solo observaba.—Seguimos siendo unos espectadores. Nada ha cambiado.—expresó, por lo cual le mire de reojo.

—Andando.—le pedí, alentándola para que caminara junto a mí en la acera, dirigiéndome a esa carroza, para abrir la puerta y que ella se sentase.

—Creí que Onyankopon estaría aquí. ¿Donde está?—se preguntó ella, ante la ausencia de aquel hombre en los alrededores, hasta que afligida pareció observar algo por la ventana.—Es Niccolo.—murmuró en un hilo de su voz, pero por bien mayor, cerré la cortina para no ver más.

—Hange está inmovilizando a todos los voluntarios. Cree que tuvieron algo que ver con que Eren se colocara de rehén en Marley.—le comenté a ella, mientras me cruce de brazos, sintiendo como la carroza se movía.—Realmente no me importa lo que le hagan a esos cerdos.—masculle, viendo como ella estaba cabizbaja.

—Pero, Niccolo era diferente con Sasha. Él la quería.—añadió afligida, por lo cual observe cómo ella suspiró gruesamente.—Este mundo no es tan diferente al de la ciudad subterránea. ¿No es así?—me preguntó, levantando la mirada para mostrarme sus apagados y azulados ojos.

—No, no lo es... —afirme, mirando por un hueco de la cortina como aún las gotas de lluvia bajaban por la ventana de la carroza.—Se están haciendo cargo, y no me refiero a los que están más allá de las murallas.—expresé, viendo como ella levantó la mirada para observarme.

—¿Crees que Zeke y Yelena manipularían a Eren?—se preguntó esta.—Yo, siento que Eren no es capaz de esto. ¿Por qué quisiera que fuera así?—se preguntó, por lo cual suspire, acomodándome en el asiento.

—En este mundo, están los asesinos y los desesperados, te convertirás en este último en el momento en que te desenfoques.—musité, viéndola asombrarse por mi respuesta.—No sé si Eren está siendo manipulado, solo se que mi objetivo sigue igual, mataré al titán bestia.—afirmaba, viéndola en silencio.—Ese maldito bufón.—masculle.

—¿No lo estás custodiando?—me preguntó, por lo cual denegué.—¿Por qué?—volvió a cuestionar.—Solo es cuestión de tiempo para que la gente de Marley acabe con Paradis.—añadió.—No podemos confiar en ese hombre, lo sabes.—decía, por lo cual asentí.

—De mañana en adelante lo custodiaré. No sé cuánto tiempo tome eso, espero no enloquecer.—le conté, viéndola asentir.—Leandra, es por eso necesito que me hagas un favor.—la miré fijamente a los ojos, viendo como ella me escuchaba.

—No tienes que pedirlo.—musitó, interrumpiéndome.—Si yo me encontrara en esta situación, recogería las cosas de mi esposa e hijo, e huiría, huiría muy lejos.—esbozó ella.

—¿Eso es lo que querías hacer con Eren cuando se fue? ¿Huir con él?—le pregunté, viéndola tensar, fue como un balde de agua fría, porque apenada me giró la mirada, buscando bloquearme visualmente.—¿Quieres vivir esta vida, siempre asustada del dolor?—volví a preguntarle, viendo como ella continuaba evadiéndome.—Has crecido Leandra, nuestra propia gente se está muriendo todos los días, y miramos aún lado mientras es así. Estoy cansando, luchando por dentro y por fuera.—le decía, con un frío tono.—Guíe a Eren, con la esperanza de que podría salvar a la humanidad, pero ahora, ¿de qué se trata todo esto?—me pregunté en un tono alto.—No sé cuán importante es Eren para ti, lo único que se Leandra, es que debes seguir avanzando, porque Eren ya tomó la delantera.—culmine en decir, viendo como su pecho pareció estallar, pues esbozó un fuerte sollozo que me heló por completo.

—¡Yo no quiero que Eren muera!—expresó en aquel sollozo, lleno de impotencia.—¡Yo solo quiero que tenga una larga vida! ¡Sea a mi lado o en el de Mikasa, yo solo quiero que Eren esté vivo!—ella restregó sus ojos, con sus manos temblores, dejándome anonadado, porque ella no era una persona de expresar sus emociones, era nula casi igual que yo.—¡Me enamore de él, y ahora... ! Ahora debo verlo morir... como a todos los que me importan, es por eso que, aquí o en la ciudad subterránea, aún hay días grises... —susurro, con las lágrimas escurriendo por sus rojizas mejillas, mientras que la carroza se detuvo.—No importa lo que vayas hacer, solo vuelve con vida.—me pidió, levantándose del asiento para abrir la puerta de la carroza.

Me quede en silencio, viendo como ella se bajo, caminado sutilmente. Me levante, y de igual manera me baje, cerrando la puerta atrás de mi, mientras que alenté al conductor en continuar. Fríamente, bajo esa lluvia observaba mi casa. Las flores que crecían, estaban decaídas por las gotas que aplastaban sus pétalos. Camine lentamente, hasta abrir la puerta, encontrándome con un gran silencio. Me adentré, secando mis zapatos mojados, para quitarme la chaqueta verdosa y dejarla tendida en el sofá. Todo estaba limpio e impecable, todo. Observe en la mesa delante del sofá, una copa de vino, la cual aún tenía líquido, con esa botella aún lado. La sostuve en mis manos, estaba vacía. Abrumado ante eso, la dejé en el mismo lugar, igual que la copa de cristal. Suponía que ese lujoso vino traído de Marley, era reclutado por la policía militar de alto rango, pero, de seguro ante Adeline tener el poder en sus manos, no pareció ser imposible para ella beberlo. Lo dejé ahí, tenía un olor escaso y amargo. Suspire, subiendo los escalones de la casa con sigilo, evitando hacer ruido, solo había un motivo para que hubiera silencio, mientras que las gotas de lluvia caían, camine por aquel pasillo. La puerta de aquella habitación con rastros azulados y blancuzcos estaba abierta, por lo cual observe que en aquella cuna, que nos obsequió Historia por la llegada de su sobrino, estaba vacía.

Cerré la puerta con delicadeza, caminando al otro lado del pasillo, para adentrarme a la próxima puerta abierta, pudiendo observar desde el margen, la cama en donde me recostaba siempre plácidamente en días arduos, donde mi mente quería descansar del exterior, pero esta ves, solo me resto observar aquella imagen. Me recosté del margen, viendo como Adeline estaba acostada del lado izquierdo, su cabello estaba revuelto, y su mano estaba colocada encima de ese pequeño cuerpecito, el cual tenía sus manos estrechadas moviéndolas. En ellas, sostenía aquel blanco pañuelo que me pertenecía, podía ver cómo lo estrujaba desde aquí. Me asome, él tenía su cabello negro revuelto, con esa pegada bata azulada y un chupete del mismo color en su boca. Levantaba sus piernas, moviéndolas, pero no podía removerse ante el agarre que Adeline tenía en él, hasta que Liam con sus grisáceos ojos pareció verme, porque empezó a balbucear altamente. Me acerqué, con precaución, estrechando mis brazos para recogerlo por debajo de sus hombros. Con un poco de brusquedad, se removió la mano de Adeline, para yo poder sujetar en mis brazos a mi bebé, a quien aferré contra mi cuerpo, acariciando su espalda. Tenía un olor, un olor único que me hacía no despegarlo de mi. Esto era una parte de mi, una parte de mi vida en otra vida, mi hijo, era mi bendición de este cruel mundo.

—Levi.—baje mi mirada, observando cómo Adeline soñolienta me miraba, ella bajo la sabana, mostrando que llevaba puesta una camiseta mía, la cual lucía hermosa.—¿Qué pasó?—me preguntó, restregando sus ojos, ella estiró su mano para sostener los pies de Liam, los que no parecía dejar de mover.

—Solo fue un funeral, nada fuera de lugar.—musité, dejando en la cama sentado a Liam, quien gateó hasta Adeline, poniendo sus manos en el rostro de su madre, a quien veía como una luz.

—¿Qué pasa? ¿No quieres seguir durmiendo?—le preguntó ella, peinando su cabello revuelto, aquel tan lacio como el mío.—Maldición, tanto dolor en el parto para que te parecieras a tu papá.—musitó, sonriendo de lado, por lo cual tan solo bufé, acercándome a Liam para recoger el pañuelo que sostenía en su mano.

—No sabía que te gustaba el vino.—indique, viendo como ella se acomodaba en la cama, quedando sentada, para bloquear que Liam pudiera caerse en la esquina de esta.

—Grace lo trajo. Tampoco sabía que le gustaba, pero sabe muy bueno.—indicó, observándome.

—¿Ella bebió también?—le pregunté, viendo como Adeline asintió.—Estupendo, dos borrachas cuidando niños.—hablé sarcásticamente.

—No digas eso, no es verdad.—justificó.—Yo no haría nada para descuidarlo, lo sabes.—decía, viendo a Liam sentado aún lado de ella, hasta que recostó su pequeña cabeza en el pecho, jugando con sus dedos.

—Lo sé... —afirme, observándolo detenidamente.—Es por eso, que te mantendrás fuera de esto.—dije, viendo como ella levantaba la mirada, denegando.—Adeline... —la llame, restregando mis ojos, y es que una parte de ella, era igual de impulsiva que la de Eren.

—¿Cómo puedo confiar que volverás?—me preguntó, mirándome detenidamente.—Dime Levi, ¿por qué debo quedarme y esperar a que regreses?—cuestionaba.—Sabes que Historia está embarazada, y que ya no podrá ser un recipiente para el titán fundador, o incluso el titán bestia. Ahora, seré yo quien formalice como uno. No tengo otra opción que aceptar, lo que no voy aceptar, es pelear a muerte con mi hermano.—expresó.—Así que por favor, dime que volverás.—musitó, por lo cual yo observaba cómo Liam se había quedado dormido aún lado de Adeline.

—Historia dijo que se haría cargo de heredar el poder del titán bestia.—expresé yo.—Hicimos un acuerdo Adeline, acordamos que aunque tuvieras sangre real, no ibas a ser recipiente de ningún titán. ¡Mucho menos mi hijo!—exclame, viendo como se sobresaltó ante mi repentino grito.

—Durante todo mi vida, creí que ser la hermana mayor, salvaría a mis hermanos de sus crueles destinos.—musitaba, cabizbaja.—Como tú, cargo con promesas que no quiero romper. Se que ahora todo es diferente, pero, ¿qué ha cambiado?—se preguntó.—Seguimos luchando, y aún no hemos encontrado la verdad. Por favor, Levi, no puedo abandonar a Historia, mucho menos a Eren.—decía afligida.—Llevo acostada en esta cama todo un día, porque acabamos de perder a Sasha, y no puedo asimilar que mi hermano se ha convertido en un monstruo, pero se me está escapando de las manos y ya no puedo hacer nada para atraparlo.—miré sus humedecidos ojos, la tristeza que se reflejaba en ella, no podía cesarla, pero me dolía verla así.

—Adeline, no puedo perderte.—dije, girándome mientras le di la espalda.—No puedes hacerme esto. No puedes hacerlo, no tienes derecho.... —comente impotente.—Yo tampoco quiero renunciar a Eren, pero él nos ha dejado sin opciones. Dejo a Sasha sin opciones.—expresé, mirando aquella mesa de noche, donde yacía un retrato tomado en Marley, un retrato que enmarcaba a Adeline sosteniendo a Liam, mientras que ella estaba sentada en mi falda.—Todos estos años, creí en Eren, pero ahora, todo se desvaneció.—musitaba, frustrado.

—Quiero que conozca a Liam.—expresó ella, haciéndome girar de reojo, para observarla.—Después de todo, merece conocerlo, aunque sea una vez.—añadió.

—Está bien.—afirmé, levantándome de la cama, pero sentí como Adeline apretó mi brazo con fuerza, impidiendo que me moviera.

—Levi, se que estás molesto, pero, necesito que confíes en mi.—me pidió ella, encaminando en la cama hacia mi, mientras que se aferró a mi espalda y me abrazó.—Confía en mi, por favor.—volvió a pedirme.

—¿Cuando no lo he hecho?—le pregunté.—Pero no puedo hacerlo esta vez.—afirme, tensando el ambiente.—Tu no puedes verlos, pero yo si. Aún veo a todos esos compañeros que consagraron sus corazones para que nosotros llegáramos aquí, gracias a sus sacrificios, estamos viviendo, olvidando porque se sacrificaron. Ellos creían en un mundo idealizado sin titanes, y aún estamos en guerra con el exterior. No puedo dejar que haya sido en vano, ellos consagraron sus corazones delante de mi, no puedo olvidar eso, y es por eso que decido egoístamente.—le decía, seriamente.—Esta vez decido por ti y mi hijo. Por nadie más, ni siquiera por esos chicos que confían en nosotras. Así que no desistiré de mi decisión, aunque eso implique ver morir a Eren.—expresé, escuchando un suspiro agotador de su parte, un suspiro en un hilo de tristeza que se reflejaba ante mi comentario.—Lo lamento, Adeline, pero es porque te amo que decido esto. Cuando me case, era para vivir una larga vida, no para verte morir en el camino.—esbocé, mirándola de reojo, pero ella misma se distanció.

Me levante, con delicadeza me solté de su agarre, para suspirar gruesamente. Era un momento de colapso donde solo quería romper algo, pero todo era diferente cuando había un bebé durmiendo en la cama. Agarre aquel retrato, viendo como Adeline estaba sentada en la cama, cabizbaja. Llevo sus manos a su rostro, para sollozar, escondiendo su dolor. Lamentaba que la hiciera sentir así, contra la espada y la pared, pero ya no estábamos en una posición donde debíamos elegir. Y, como deseaba que esto no fuese así, una parte de mi, no podía abandonar a lo que creímos como la esperanza de la humanidad, porque la mayoría de mis compañeros que murieron consagrando sus corazones, lo hicieron porque creían en Eren, porque confiaban en que él podía restaurar la esperanza que perdimos, y ahora, él nos estaba llevando a un abismo que desconocía. Frustrado me senté en aquel sofá, solitaria mientras que llevaba ese retrato a mi pecho. Mi familia era el centro de mi corazón, y aunque Adeline desistiera de eso, no podía perderla, antes de perderla, sería capaz de acabar con todo a mi alrededor, aunque eso me cueste a mi, y estoy seguro que esos pensamientos son los mismos que Eren. Lo único que deseaba en este momento, era volver a esos días donde él se sentaba a mi lado, dejando toda su confianza en mi, porque creía en que podía guiarlo, y a este punto, ¿hasta donde lo guié que no me di cuenta que lo estaba perdiendo? Eren, maldita sea, fallé contigo también. A pesar de que prometí en aquella corte que te mataría si fallabas, no puedo hacerlo, no puedo acabar con el niño impulsivo a quien obligue a crecer.

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Próximo capítulo: ¿Quién es el enemigo?
Mientras el gobierno inmoviliza a los voluntarios de Marley, Levi y Adeline se preparan para enfrentar sus miedos.

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