𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

────────────────────────
Algo está pasando con Gianna.
Eren Jaeger.
────────────────────────
Año 850
Días después del atentado contra el
titán hembra.
────────────────────────

Estaba sentado en el borde de la cama. Inclinado mientras veía a través de la puerta abierta a varios soldados pasar con prisa. Aún no tenía mis equipos de maniobras tridimensionales, esperaban llegar a los cuarteles del muro Rose para equiparnos allí. La noche apenas había caído y mi cuerpo exhausto se recuperaba del gasto enérgico que hice en los días anteriores, aún así estaba dispuesto a irme para averiguar que había denotado la fractura en el muro Rose. El pánico se volvía desorganización entre los pasillos alumbrados por las antorchas pegadas en la pared, requería la presencia de mis allegados, pero ninguno se encontraba cerca para calmar mis tensiones por la situación derivada desde hace unas horas atrás. El mensaje había llegado tarde, aunque lo importante era que había llegado. Salí de mi habitación para encaminarme por el bullicio que había en los pasillos. Desde los más nuevos, hasta los que más tiempo llevaban, se veían desconcertados por lo que se estaba presentado fuera de este distrito. En medio del ajetreo, donde los soldados caminaban, solo mi vista se enfocó en una sola cosa. Fue como un susurro en el oído que me hizo incitarme a mi mismo para dirigirme hacia aquella habitación.

—¿Gianna?—sus ojos se dirigieron a los míos en cuanto me denoto en la habitación, ella peinó su rubio cabello en una alta coleta que me hacía ver todas sus facciones faciales con claridad.

—Deberías estar con los supervisores, Eren.—indicó ella, vi cómo aquel listón azul fue envuelto en su coleta, lo ajustó fuertemente.—Eres un objetivo firme para las misiones, el comandante Erwin debe estar requiriendo tu presencia.—añadió.

—Supongo que si no hubieses querido que te encontrara aquí también pudiste haberte ido con ellos, no creo que el capitán Levi te deje vagar por ahí aunque tenga la confianza.—respondí en un tono sereno, a diferencia del suyo que era frío.

—Yo no te pedí que me encontraras.—dijo, ella me miró directamente a los ojos, fría como la nieve, no mostraba signos débiles por ningún motivo.

—Ya es tarde para pedírmelo.—musité, recostando mi cuerpo en el margen de la puerta.

—Lo qué pasó hace un rato...

—No me arrepiento.—interrumpí, cerré la puerta a medias atrás de mi espalda, buscando privacidad lejos del bullicio que se presentaba.

—No dije que me arrepintiera.—indicó ella, mirándome con sus azulados ojos fue un alivio, uno al notar que su semblante se había aflojado de la amargura que vivía en ella.

—Temía que si.—musité apenado, recordando cómo sus labios y los míos rozaron de una manera desesperada.

—Solo, tengo miedo.—afirmó, su tono se volvió flojo, intentaba ser sutil, era como si ella quisiera dejar la coraza de hielo que la apartaba de la humanidad.—Tú, realmente no quieres conocerme. Soy, un monstruo.—dijo con tanta seguridad en sus cortantes palabras.

—Bueno Gianna, no estamos tan lejos de ser diferentes.—exclame, sonriendo de lado, era un titán, lo más que alguna vez odie o que aún odio, en el fondo de mi corazón.

—Es diferente.—infirió ella, evadiendo mi mirada para ver algún punto vacío de su habitación, aislada de la mayoría.

No espere un permiso, tampoco que ella lo hiciera, solo se que por un fuerte impulso como si me hubieran empujado por la espalda me hizo acercarme a ella para abrazarla fuertemente. Rodee mis brazos por su cintura, ella parecía analizar mi acción, tardó pero ablando su orgullo para corresponderme el abrazo que sobresalió de mi corazón. Era extraño. El hecho de que una persona que no conocía de mucho tiempo me hicieran sentir que estaba rendido a sus pies, o que por alguna razón calmara las tensiones que recorrían mis músculos. Era su olor, incluso el color de su cabello y las pecas que habitaban en sus mejillas conjuntó a los lunares, sin duda una muñeca que cualquier niña pediría a sus madres que tejieran por la belleza que habitaba en ella. Aún era un niño y por eso me conmocionaba más sentir estos sentimientos tab fuertes. Amor, enamoramiento. Era débil de emociones y no podía controlarlo, solo se que sin vacilar demostraba lo que me inquietaba y lo que no, eso me llevaba a ser lo que siempre he sido, un impulso que reacciona sin pensar. Me solté del abrazo, pasmado miré sus ojos azulados mirarme como si me mostraran el vacío de su alma.

—Vámonos.—pedí para abrir la puerta, fue una grata sensación ver cómo ella me siguió atras de mi como si le causara confianza y seguridad.

—Esto es un chiste.—comentó ella ante ver la desorganización de soldados en el lugar.—Parecen cerdos revolcándose en el fango. Patético.—masculló con frialdad en su voz, era como si lo escuchara a él, al capitán Levi.

—Creo que no nos esperábamos otro golpe de repente. Están... asustados.—fue lo que musité aún lado de ella, caminando entre los soldados.

—Si estoy en lo correcto, el capitán Levi los querrá a los tres juntos.—comentó ella en cuanto vimos mediados los pasillos la presencia de mis dos mejores amigos dirigirse a mi, con una mirada inquietante por nuestra cercanía, pero no era Armin, era Mikasa quien miraba así.

—Chicos.—los nombre en cuanto nos sujetamos los cuarto frente a frente, en medio del pasillo alumbrado por las antorchas.—¿Han oído algo más?—pregunte curioso.

—No, venía de prisa a buscarte para dirigirnos a las carretas de abajo. Me hace sensato pensar que el capitán Levi o el comandante Erwin nos hayan aclamado juntos para la salida.—expresó Armin.

—Concuerdo contigo, hongo.—afirmó Gianna, haciendo que Armin se pasmara por el apodo.—Andando.—fue lo que ella incitó, para irse delante de nosotros y guiarnos como una líder.

—¿Acaso sucede algo?—me pregunté en un tono bajo, mirando a Armin por notar una risa pícara provenir de él.

—Bueno Eren, además de que los titanes hayan entrado a la muralla Rose...

—Nada más sucede.—implantó Mikasa con actitud, se notaba fría y distante, al punto de interrumpir a Armin quien apenado silenció.

—¿Qué te pasa Mikasa? No interrumpas a Armin así.—exclamé en defensa de mi amigo para así notar de parte de ella silencio, no porque se sintió reprendida, parecía molesta.

Su semblante era incómodo. Podía notar la molestia que intentaba de ocultar con su silencio, pero era su mirada y los ojos que iban a la dirección de Gianna, ella quien iba delante de nosotros. Confundido observe su abrumadora actitud, esa que tensaba el ambiente. Había una línea próxima a cortarse para una confrontación, lo sabía por la manera en que Mikasa evadía mi postura cercana a ella. Continuamos caminando los cuatro, lo cual era extraño, pues siempre quienes caminábamos éramos tres y por primera vez en mucho tiempo alguien más nos acompañaba como si se hiciera parte de nosotros, pero verdaderamente la joven de cabello rubio se hacía más parte de mí que de cualquier persona, como si su alma trascendiera a través de la mía, como si yo hubiera nacido para encontrarla o ella guiarme a mi. Espera. ¿Por que tenía estos pensamientos? Se sentía como si alguien más me los susurrara al oído. Caminando, mirando hacia adelante vi cómo Gianna cayó recostada de la pared como si hubiese perdido todo el balance, lo que me hizo abrir los ojos grandemente para irla a socorrer con Armin quien quedó desconcertado por su repentina caída.

—¿Qué pasa?—le pregunté, Gianna mantenía sus ojos cerrados pero su ceño estaba fruncido, adolorido.

—Na... nada.—afirmó de manera entrecortada, el aire le faltaba en sus pulmones, ella se esforzaba por incorporarse y amargamente veía como denegaba mi ayuda.

—Ten.—giré la mirada para ver cómo Armin extendió su mano la cual tenía una galleta envuelta, Gianna lo miró con vagues y apenada, su orgullo prevalecía a su necesidad.—No lo quiero. Te lo regalo.—musitó él de manera insistente, como si supiera a qué se debía la repentina debilidad de ella.

—Te lo recompensaré, hongo.—fue lo que respondió ella de manera orgullosa, aceptando el trozo de galleta para afirmar que su debilidad se debía a la hambruna.

—No es así como funciona, limón.—musitó Armin, sonriéndole de lado para dirigirse nuevamente hacia la salida con Mikasa, mientras que yo miré detenidamente cómo Gianna miraba la galleta.

—¿Limón?—se preguntó desconcertada Gianna mientras sostenía el trozo de comida que Armin le había dado, yo reí por lo bajo.

—Es porque eres amarga como uno.—le esclarecí, note su rostro ofendido y como ella negó, pero fue la leve sonrisa que se esclareció en su semblante que me hizo derretirme por completo.

—Vaya, ¿así es él de bondadoso?—me preguntó levantando su mirada, yo asentí.—Entonces, tienes suerte.—afirmó para invitarme a caminar nuevamente, ella levantó su mano con la necesidad de que pudiera entrelazarla de nuevo y desconcertado por notar su suave actitud hacia mi, acepté.

—¿Por qué romperían el muro los titanes?—se preguntó Armin, denotándose pensativo en cuanto Gianna y yo le alcanzamos.

—No es la primera vez, ellos rompieron el muro María para entrar a nuestra ciudad.—dije, desconcertado por su comentario mientras que Gianna le miró de reojo.

—Solo derribaron la puerta de la ciudad, nada más.—musitó Armin, aún en su misma actitud.

—Oye Armin, ¿en qué estás pensando?—le preguntó Mikasa, deteniéndose para analizar lo que Armin intentaba de insinuar.

—En que los muros no tienen espacios abiertos entre las piedras, ni tampoco alguna grieta, nadie sabe cómo levantaron los muros.—respondió Armin, por lo cual me detuve igualmente para mirarle e intentar entender que decía.

—¿Titanes en los muros?—le pregunté, él me miró y pareció asentir, seguro de lo que decía.

—Gianna.—dirigiéndonos a las carretas, los cuatro nos giramos ante la presencia del capitán Levi, quien venía acompañado de Hange y con un extraño hombre vestido de pastor, arrinconado junto a ella.

—Siento el retraso, los preparativos nos han entretenido.—anunció Hange en medio de un soldado emocionante, pues sonrió ampliamente mirándonos conjunto al serio hombre a su lado.

—Vamos.—me incito Mikasa a caminar hacia la carreta, mientras que vi como Gianna se detuvo para encararse frente al capitán Levi, dando una conversación inaudible para mi.—Con cuidado.—me pidió ella para ayudarme a subir la carreta.

—Basta. Puedo hacerlo yo solo.—dije apenado, avergonzado de que ella tuviese que socorrerme a mi.—No soy un bebé.—añadí, subiéndome solo a la carreta pese a que sentí un leve dolor en el costado.

—No entiendo... —murmuraba Armin, viendo como el capitán Levi se adentraba a la carreta junto al pastor que acompañaba a Hange, quien culminó sentándose en la esquina frente a Armin. —¿Que hace aquí un pastor de la iglesia del muro?—pregunto Armin totalmente curioso.

—Ah, Nick y yo somos buenos amigos. ¿Ah que si?—dijo Hange, sosteniéndolo por los hombros y sonriendo.

—¿Qué buscas, Eren?—me preguntó el capitán Levi de una manera fría, pues denotó cómo veía a través de los soldados que iban alrededor de nosotros ante abrirse próximamente la puerta para salir del cuartel.

—Solo... veo que todos estén listos.—excuse, evadiendo la mirada del capitán Levi quien me hizo un levantamiento con su cabeza como si me dirigiera a una dirección y al hacerlo, vi a Gianna montada en un caballo, no muy lejos de nosotros.

—Hange, el niño no dejará de mirarte hasta que le espabiles lo que sabe.—comentó el capitán Levi, dirigiéndose a Hange quien era observada por Armin, esta suspiro mientras la carreta se abrió paso.

—Bueno, que más da... —suspiro ella, para así mirarnos.—El pastor Nick sabía que dentro de los muros hay titanes.—afirmó ella, dejándonos en asombro, pero más a mi.

—¿Él lo sabía?—pregunte.—¿Entonces, si hay titanes dentro de las murallas y él lo supo todo el tiempo?—cuestione, algo abrumado.

—Así es. Sin embargo, no ha querido decir una sola palabra.Por eso lo traje con nosotros, para que vea la realidad del mundo. Aunque quizás sus creencias son tan fuertes para mantenerse sin hablar, o verlo con sus propios ojos lo hará cambiar de opinión. Quien sabe, lo sabremos cuando lleguemos a Erhmich y vea el caos por si mismo.—indicó ella tan serena, pero fue mi impulsividad lo que me hizo levantarme en negación.

—¡No, no, no! ¡Esto es una maldita locura, una maldita locura!—dije, impotente sobre la carreta.—¡Si usted sabe algo no puede callarse así porque si, díganoslo! ¡Nada es más importante que evitar a costa la extinción de la humanidad, por favor!—dije con la bruma de cansancio encima de mi, haciéndome redimirme rápidamente.

—Tranquilízate Eren. Aún sufres los efectos leves de la transformación.—pidió Mikasa, sentándome de manera sutil a su lado.

—Hay muchas formas de obtener información, Hange. Quizás ahora soy un soldado herido e inútil, pero todavía soy capaz de vigilar a este hombre, lo saben. Y en serio espero que lleguemos a un acuerdo sin tener que dispararle, sería una lástima dejar sucia esta carreta.—dijo el capitán Levi, sosteniendo un arma y apuntando al pastor.

—Las amenazas no funcionan Levi, créeme, ya lo intente todo. Sin embargo, creo que este pastor es una persona razonable, o eso pienso. Por eso me preguntó que si la razón por la cual no habla, es porque sabe algo más importante sobre el destino de la humanidad a la que deseamos salvar.—comentó Hange, algo rendida para así visualizar detenidamente lo que había en su mano.

—¿Vas a seguir mirando esa roca?—desvíe la mirada, viendo como el capitán Levi se dirigía a la teniente Hange.—Oye maldita cuatro ojo, te estoy hablando. ¿Ahora te gustan las rocas más que los titanes?—le preguntó, sarcástico.

—¿Lo dices por esto Levi? Aunque no es una roca cualquiera cómo crees. Es un trozo de la coraza cristalizada que rodea a Annie Leonhart.—contó.

—¿No se evaporó?—pregunté, examinando la roca con la misma convicción que ella lo hacía.

—No, en cuanto Annie, ella volvió a su forma humana, pero este fragmento que le quite sigue intacto. Aunque lo alejen de Annie, no desaparece. Es inusual, por eso lo analice. Su composición y textura son exactamente iguales a las que presentan los fragmentos de las murallas. Esto indica que probablemente los titanes que están dentro de las murallas, actúan como pilares y que la superficie puede estar hecha de la misma coraza mineral. Si, eso debe ser.—detalló Hange.

—Significa que Armin siempre tuvo razón.—opinó Mikasa a mi lado, para así Armin intentar de hablar.

—¡No! Silencio, espera a que termine de hablar.—interrumpió la teniente, yéndose por encima de él.—Tal vez tengamos unos pequeños problemas para sellar la abertura de la muralla Rose, a menos que encontremos una roca del tamaño exacto para rellenarla. Pero, tal vez si Eren se transforma en titán y aprende la habilidad de endurecer su cuerpo, tal vez se consiga cerrar la abertura.—recomendaba.

—¿Quieren que yo cierre la abertura con un endurecimiento?—me pregunté, cargado.

—Si al transformarte en titán recreas el mismo material de Annie Leonhart en su forma de titán, la roca no desaparecerá aunque vuelvas a la normalidad. Ahora tenemos una nueva posibilidad, ¿no lo creen?—se preguntó Hange.

—Creo que vale la pena al menos hacer un intento, ademas, si hacemos que eso llegue a funcionar, podríamos recuperar la muralla María también. Con el método tradicional, sería necesario llevarnos una gran cantidad de materiales. Eso nos obliga a llevar carretas de suministros fuera de la muralla, pero si no hubiera necesidad de llevar suministros; llegaríamos a ShingaShina más rápido. Propongo que lo intentemos esta misma noche, ¿qué les parece?—se preguntó Armin, mirándonos.

—Comprendo tu punto Armin. Es verdad que un grupo bastante reducido podría llegar sin problema hasta la muralla María, incluso aunque parezca que no tengamos salida, siempre es bueno tener esperanza.—le decía Hange.

—Eso solo depende de si Eren será capaz de reparar la abertura de la muralla.—musitó él, para así mirarme como todos.

—Eren, yo sé que te estamos pidiendo demasiado, pero... ¿crees que podrás hacerlo?—evadí la mirada de Hange, la de todos, contaban conmigo como los que también murieron.

—Eren, esto no se trata de si puedes hacerlo o no, simplemente, no hay opción. Por más duro que suene, en esta situación tienes que hacerlo. Si la legión de exploración depende de este plan, es porque no hay otro. Así, que debes tener éxito.—planto el capitán Levi, fríamente, por lo cual asentí ante su golpe de palabras.

—¡Lo haré! Taparé la abertura de la muralla. Tengo que hacerlo. Tenemos que descubrir qué hay en ese sótano.—indique yo, afligido.—Si lo que menciono mi padre es verdad, entonces ahí deben estar todas las respuestas que necesitamos.—añadí, dejándoles satisfechos.

—Bien Eren, no podíamos esperar menos de ti.—anunció Hange con entusiasmo, la mirada de enorgullecimiento en ella me hizo sentir aliviado: al menos estaba haciendo algo bien, pues intentaba continuar, pese al límite de energía que gastaba, no me rendía y era algo que admiraba de mí mismo.

Sosteniendo la llave que yacía en mi cuello como un collar, me hacía recordar el propósito que me juré no olvidar aquel amargo día. Los destruiría, uno por uno y siempre me lo recordaría, en cada pensamiento, en cada caída tenía que recordar las cadenas que arrastraban mis pies con pesadez, aquella que brotaba la amarga ausencia de la mujer que me dio la vida. Si, la misma de cabello color oscuro como el mío y con unos ojos color ámbar, esa que aclamaba con temor mi insistencia de ser lo que hoy día soy. Una parte suya, donde sea que esté, debe vivir con la decepción de no haber seguido sus órdenes, pero era mi madre la que me cargó por nueve meses y supo que yo, no seguía nunca las reglas y que mis orejas se enrojecían por mentirle constantemente cuando me peleaba en los callejones por defender lo que creía defendible. Nunca me gusto ser parte del ganado, era por eso que pisaba fuerte mis talones en esta noche donde deberíamos emboscar a los titanes que rompieron el muro. Si mi vida y la de los titanes estaba conectada por algún motivo, lo descubriría en aquel sótano al que anhelaba llegar junto a todos esos que tienen sed de una verdad que desconocen.

—¿Qué sucede?—levante mi mirada cuando vi como el capitán Levi de manera amarga noto como la carreta se había detenido en seco.—¿Por qué se detienen estos vagos?—se preguntó.

—Algo pasó.—expresó la teniente, levantándose en la carreta para mirar ampliamente lo que sucedía lejos de nosotros.

—¿Será algo malo?—se preguntó Armin ansioso a mi lado, su rostro atemorizado se detonó como disgusto para el capitán Levi.

—Eh, mocoso. No orines la carreta, que tendré que usar la túnica de este idiota para limpiar tu desastre.—bufo mirando al pastor Nick quien mantuvo el silencio mientras que Armin bajo la cabeza apenado.

—Moblit.—nombró Hange ante parecer ver a su subordinado fuera de los caballos, dirigiéndose a nosotros.—¿El comandante Erwin ha detenido la excursión?—se preguntó ella, mirándolo.

—Es Galliard del escuadrón de Levi, Hange.—aviso él, impulsivamente me levante de la careta mientras Mikasa sostuvo mi mano, el capitán Levi se giró para verle.—Algo esta pasando. El comandante Erwin ha aislado a todos de ella.—anunció.

—Quédense aquí.—pidió el capitán Levi, mientras que la teniente Hange se bajó rápidamente de la carreta junto a él, este nos miró nuevamente.—Eren.—levantó su mano para detener mi movida, deteniéndome en seco.

—Yo también iré.—afirme atemorizado, algo malo debió suceder.

—He dicho que te quedes.—me pidió él, con un semblante serio y más firme que sus palabras.—Vigila a este idiota. O no sé si debería pedirle a él que los cuide a ustedes.—comentó con sarcasmo en medio de su mascullo, para así verle irse.

—Eren.—Armin me llamo, él me conocía, más que nadie sabía lo que haría.—Esto te costara una costilla rota de parte del capitán.—comentó, sentado, pero él estaba igual de curioso que yo.

—No irá. Ese enano dio una orden.—opinó Mikasa, mientras estaba desesperado.

—No creo que Eren haga caso a eso. Gianna le importa.—musitó Armin.—¿No es por eso que te estabas besando con ella en las duchas?—abrí mis ojos grandemente ante lo que Armin dijo mediante una sonrisa que desvanecía la tensión.

—¡Armin! ¿Qué acabas de decir?—se preguntó Mikasa en un tono eufórico, pero yo tan solo me levante de la carreta.

—Que sean dos costillas entonces.—fue lo que expresé cuando me baje de la carreta de manera brusca, cayendo al suelo para encaminarme hasta donde yacía la otra línea de soldados los cuales me miraban ante mi corrida y me alivié cuando entre algunos encontré rápidamente a Hange.

—¡Eren!—ella me llamó entre dientes, llevando sus manos rápidamente a mi pecho para detener mi paso.—Vuelve a la carreta.—pidió ella, mientras que yo veía a través como el capitán Levi sostenía en brazos a Gianna, aún él estando lesionado, tenía la fuerza para hacerlo.

—Déjalo Hange, lo he dicho una vez y lo vuelvo a decir, nunca podremos retenerlo.—expresó él, disgustado.

—Solo quiero saber que le ha ocurrido capitán Levi, ella me importa.—justifique, suavizando el tenso ambiente para ver a Gianna desmayada.

—Se cayó de su caballo, nada más.—anunció el capitán Levi, pasando entre los soldados.

—No, ¡ella decía cosas, se volvió loca y casi me arranca la mano con su hoja!—excusó un soldado, retenido por otro quien veía eufórico a Gianna.

—Estoy muy seguro que para Galliard reaccionar así, es porque se sintió provocada.—justificó el comandante Erwin en su defensa, mirando a Levi quien asintió, mientras que veía como él pasaba por mi lado para empujarme a caminar reprendido, escuché algo más.

—Algo está pasando con Gianna.—fue lo que murmuró Hange, dudosa para así, yo mirar detenidamente a Gianna, cuestionándome si eso era cierto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro