𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

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El viejo cuartel de exploración.
Eren Jaeger
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Año 850
Días después del juicio.
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Me veía detenidamente en aquel agrietado espejo. Mi cabello estaba humedecido. Había pasado todo el día limpiando arduamente este bueno cuartel de exploración. Fue construido cuando la legión se estrenó, en aquel entonces, habían grandes expectativas. Este cuartel estaba lejos de las murallas, incluso rios. Se creía seguro para retener a una aberración como yo, o eso, creían. Estaba exhausto, jamás alguien me había insistido limpiar tanto, como lo había hecho aquel hombre tan sombrío que se responsabilizaba de mi vida. Mis manos dolían, el haber estrujado aquel pañuelo contra el suelo para dejarlo esplendido, fue agotador. Respire hondo, mi torso estaba al descubierto. La noche había caído, con una ventisca fría que me helaba la piel, hasta erizarla. Estaba lejos de lo que conocía, ahora tenía que soportar lo que vendría. Apreté mis nudillos, me sentía impotente. No sabía lo que había en mi, era difícil aprender a conocer la aberración que se mezclaba con mis músculos. A este punto, ni siquiera sabía cómo podría regenerarme en ese poder titánico que tantos temieron ver. Baje la cabeza, ya no me miraba en aquel lavado. Tenía desesperanza, no solo por mi, por todo lo que no conocía.

Muchas personas estaban contando conmigo, cada decisión que tomara, ahora involucraría la vida de muchas personas que contaban con mi salvación. No sabría como hacerles creer, que podían confiar en mi, solo se que deseaba no fallarles, como el mundo me falló a mi desde el día en que nací y supe, que mi libertad fue privada. Escuché unos pasos, por lo cual asombrado me giré por la presencia de alguien. En aquellas regaderas, noté que no había una manera de distinguir el género, solo se que la vergüenza me abrumó en cuanto visualicé a esa joven de cabello rubio mirarme detenidamente. Ella tenía sus pantalones, el cual mantenía su botín abierto, haciéndole ver su marcado torso. Pero en si, no tenía camisa. Mis mejillas se calentaron cuando visualicé como ella no mostraba ninguna expresión, sus pechos estaban cubiertos por un sostén, mientras que su cabello yacía amarrado en una coleta alta y despeinada. Avergonzado maldije, cubriendo mi rostro después de haber tenido el atrevimiento de examinarla, pero me fue inevitable no hacerlo, ella era hermosa, tanto en mis sueños, como aquí, lo era.

—Lo-lo siento.—me disculpe, recogiendo mis cosas con prisa, apenado por el hecho de haber entrado al lugar incorrecto, proseguí en irme.

Ella no me dijo nada, pase por su lado, sintiendo su mirada encima de mi. No me detuve para girar y verle, tan solo huí sin saber como si quiera podía interactuar con alguien tan fría como ella. No me quedaba más remedio que ducharme en ese lugar, dormía en el sótano y me privaba de las libertades que habían al menos en las plantas superiores, pero de seguro una que otra habitación debían tener una regadera privada, de seguro la de ella, no era esa excepción. Camine, abotonando mi camiseta para la noche. Había un gran silencio en estos extensos pasillos, pero dentro de alguna amplia sala, deberían estar reuniéndose los cadetes de este escuadrón de operaciones especiales. Contaba con veteranos extraordinarios como lo era el capitán Levi. Entre ellos, se encontraba una dulce chica llamada Petra Ral, su amabilidad era la más que resaltaba entre los demás. A diferencia de ella, Auruo Brossard no era para nada amigable, mucho menos cuando quería imitar todo el tiempo al capitán Levi, era muy molesto. Gunther Shcultz era más liviano y simpático como Erd Gin, pero eso tampoco quitaba que eran maliciosos con mi juicio. Me adentré en aquella sala donde estaban reunidos, sentados en un comedor, sentí sus miradas presionarme en cuanto me senté junto a ellos.

—Eren, te estábamos esperando. Toma, una taza de té.—asentí honrado por la manera tan suave en la que Petra se dirigió a mi, sirviéndome un extraño té negro que olía bastante fuerte.—Pruébalo, te va encantar.—artículo, por lo cual tímidamente probé precavido la cálida sustancia.

—Gianna ya se ha tardado mucho.—el joven rubio de coleta amarrada miraba a la nada, Erd tendido en su silla absorbía de esa taza de té.

—Si, esa mocosa se cree superior.—masculló Auruo, con su voz tan alta y firme, queriendo demostrar sin duda una actitud auditaría.

—Gianna a diferencia de ustedes, se esforzó en limpiar los establos donde descansaron sus caballos hasta dejarlo impecable.—musitó el capitán, cruzado de piernas mientras Auruo se quedó en silencio.—Y debo admitirlo, su manera de limpiar es muy exquisita.—añadió, fríamente.

—Ella, es muy extraña.—murmuro Gunther, quien fue observado detenidamente por el capitán Levi, se veía que difería de ese pensar.

—No lo es.—infirió Petra, como si estuviese ofendida.—El hecho de que no sean como las mujeres tan extrovertidas que a ustedes les gusta, no hace que ella sea una persona extraña. Solo es, distante, pero no es una mala persona. Ella, ha tenido que pasar por mucho para ser así.—decía ella, la joven de cabello cobrizo miró de una manera intensa a su compañero, quien asintió.

—No me gustan las personas extrovertidas, de hecho, me conformo con que sean altas.—expresó el capitán Levi, quien le hizo escapar un bostezo a Petra, por un momento pensé que ella se examinó, como si se sintiera ofendida.

—Asumo que nos quedaremos aquí unos días más, pero escuché que los superiores planean una misión de exploración dentro de treinta días. Y tendremos que llevar con nosotros a todos los cadetes recién graduados.—contaba Erd, mirando a los demás.

—¿Eso es cierto Erd? Me parece algo apresurado. Sin embargo los novatos combatieron bastante bien en el último entrenamiento con los titanes.—expresó Gunther, mirando detenidamente a Erd.

—Apuesto que ellos mojaron sus pantalones del susto.—comentó Auruo, de una manera hostil.

—¿Todo eso es verdad capitán?—Petra, con sus grandes e hermosos ojos, miró a Levi detenida.

—Yo no planeó estrategias, eso no me compete, pero conozco a Erwin. Debe estar considerando varias cosas.—le respondió él, cortantemente.

—Es un hecho, que nos encontráramos en una situación sin precedentes, por una parte perdimos la única ruta que nos facilitaba tomar la muralla María que tantas vidas nos había costado... pero ahora también tenemos un nuevo rayo de esperanza.—la mirada de Erd en mi, me dio un escalofrío, un fuerte escalofrío que me hacía entender el temor que tenía por fallarles a estas personas.—De hecho, yo tampoco puedo creerlo. ¿Qué es lo que tienes que hacer para transformarte en un titán, Eren?—se preguntó.

—Los recuerdos de ese día son borrosos, pero me sentía como si estuviera en un transe. Debo lastimarme para detonar mi transformación.—respondí, anonadado por percatarme de ese conocimiento que ni siquiera sabía que conocía.

—Todos están al corriente, ¿no? No podemos preguntarle nada que no esté en los informes. Aunque, ya saben quien seguirá insistiendo.—el capitán Levi se dirigió a nosotros, sosteniendo su taza de una manera extraña.—Más te vale no morir durante los experimentos, ¿oíste? Cuídate Eren.—la manera tan intensa que me miró, me hizo preocuparme y alterarme.

—¿¡De quién habla!?—pregunte en el fijo momento que la puerta cerrada retumbó tres veces, de una manera brusca, provocó que Petra se levantara para abrirla, mostrando a esa alta mujer de anteojos y cabello castaño.

—Buenas noches, miembros del escuadrón de Levi.—saludó ella, dándole paso a la joven de cabello rubio quien venía con un atuendo casual y cómodo.—Gianna, buenas noches. ¿Por qué la cara tan larga?—le preguntó esta a la joven, pero Gianna de una manera vaga la miró e ignoró, sentándose en si aún lado de Petra, dejando a Hange incómoda.—Bueno no importa, ¿qué tal vivir dentro de este castillo?—se preguntó ella, desviándose hacia nosotros, mientras que la miré.

—Llegaste temprano.—artículo el capitán Levi, con una voz hostil hacia la teniente.

—Si lo sé, estaba ansiosa por verlo. Lamento la demora Eren, en este momento estoy a cargo de estudiar a dos titanes que fueron capturados dentro de la ciudad y me gustaría que me ayudaras con los experimentos de mañana. Vine hasta aquí para pedírtelo.—ella precipitadamente se paró aún lado de mi, me miraba emocionada.

—¿Experimentó? ¿Me necesita? ¿En qué cosa podría ayudarle?—le pregunté curioso.

—¡Te va encantar! Es la cosa más increíble de todas.—exclamó, sobresaltada en la emoción.

—Disculpe, no estoy en posición de tomar ninguna decisión señora. No tengo derecho sobre mi persona, no puedo decir que si.—le indique.

—Levi, ¿tienes planes para Eren mañana?—ella se giró, mirando al capitán Levi quien con sus ojos decaídos en una forma sombría, la miró.

—Debe limpiar el jardín. Y baja la voz, a Gianna le duele la cabeza.—expresó, haciendo que examinara como la joven sentada aún lado de mi, estaba cabizbaja y con su ceño fruncido.

—¡¡Es perfecto!! Está decidido.—Hange apretó mis manos con la suya, emocionada sin acceder al comentario del capitán.—Eren, cuento contigo mañana.—afirmó.

—Claro, pero, ¿podría decirme de que tratan los experimentos, por favor?—me pregunté curioso.

—Oye no sigas, no preguntes, es por tu bien.—infirió Auruo, cruzado de brazos y con un semblante decaído, de por si, parecía un hombre mayor e amargado.

—Lo sabía, puedo ver en tu rostro que te mueres por saber todo.—ante eso, observe cómo cuando ella se sentó, todos se levantaron de sus respectivas sillas, a excepción de Gianna quien se quedó sentada y cabizbaja.

—Gianna, ¿te vas a quedar?—le preguntó el capitán Levi, ella en silencio, asintió.—Bien, buenas noches.—deseo él, algo desconcertado.

—¿En serio tienes tanta curiosidad? Bueno, te dire todo acerca de estos pequeños que acabamos de recuperar.—musitaba ella, con emoción en su voz.—Gianna, ¿estás lista?—le preguntó Hange a Gianna, quien recostó su cabeza en la mesa y se encogió de hombros.

No sabía si había sido bueno que me quedara, tampoco si fue malo. Solo se que esa noche, donde la madrugada se convirtió en amanecer, aprendí de cosas que desconocía sobre los titanes. La teniente Hange era una mujer lista. La manera tan detallada e organizada en la que me explico absolutamente todo su conocimiento, fue sin duda una referencia a su gran inteligencia. Mis párpados estaban caídos, el intolerable sueño que tenía, derivado por el cansancio no me permitía mantener la cabeza alta por mucho tiempo. Cabeceaba, pero ella continuaba hablando. Fue como si toda su energía se regenerara en cada palabra, no acaba y eso, no parecía tener fin, pues de una teoría, había otra. En la misma mesa, aquella joven yacía dormida. Su cabeza estaba recostada, con su cabello envuelto alrededor. Parpadeaba, mirando su manera tan angelical de dormir. De un momento, pareció empezar abrir sus ojos con pesadez. Había cometido el error de quedarse y no irse a descansar, pero una parte de mi sentía que ella se había quedado con el fin de estar a mi lado. Abrió sus ojos, dándome un vistazo del azulado tan intenso que tenía. La poca iluminación les quitaba la claridad, pero estos me miraron detenidamente, como si fuese lo único que quería.

—Por esa razón en estos experimentos no hemos conseguido información nueva, pero estoy segura que todo esto lo estudiaste durante tu entrenamiento de cadete. ¿Ya lo sabías verdad?—me preguntó ella, soñoliento asentí, dirigiendo mi miara hacia Hange, quien me hablaba.

—Si. Ya sabía toda esa información.—volví articular, con el cansancio apoderarse de mi.

—En ese caso, abundare en el tema con mi punto de vista personal.—decía ella, por lo cual abrumado e inquieto, intentaba interrumpirle hasta que la puerta fue abierta bruscamente.

—¿¡Aquí se encuentra la teniente Hange!?—un desesperado hombre nos alertó, Gianna levantó la cabeza para ver cómo aquel subordinado encontró con la mirada a Hange.—Los titanes de prueba, ¡fueron asesinados!—indico, haciendo que la teniente Hange se levantara a mi lado de una manera brusca y fulminante, estaba molesta.

—¡Esto debe ser una broma de mal gusto!—exclamo, apretando sus nudillos.—¡Andando, no se queden aquí! ¡Dejaremos la charla para otra ocasión!—decía, en un tono desesperante, ella se había ido detrás de aquel hombre, yo apenas no me podía levantar.

—Oye novato. ¿Seguro que puedes resistir otro rato sin dormir?—me tense, su voz tan fría y de un tono bajo se dirigió a mi, mis ojos se abrieron con impresión cuando vi cómo Gianna se levantó de la silla, mirándome fijamente.—Creo que no debiste ser tan flexible. Una ves le das la confianza, ya no hay vuelta atrás.—decía ella.

—¿Tú hablas?—me pregunté tembloroso, viéndola bajar la mirada apenada, era la primera ves que Gianna Galliard se dirigía a mi, que inclusive escuchaba su sutil voz en el lugar.

—¡¡Gianna, Eren!! ¡¡Andando, tenemos orden de ir a ver qué sucedió!!—la voz del capitán Levi sobresalió del pasillo, él se adentró, lanzándonos aquellas verdosas capas, de un momento un silencio se esclareció nuevamente, como si Gianna solo hubiera tenido intenciones de hablarme a mi.—Vamos, dense prisa moscosos.—me colocaba la capa verdosa por encima, al igual que Gianna, quien camino detrás del capitán.

—Capitán, ¿por qué debemos ir a ver qué pasó?—le pregunté curiosamente, acomodándome la capa, mientras que esbocé un largo bostezo.

—Esto ocurrió en las instalaciones que la legión de exploración tiene en custodia.—musitó, mientras que al salir, la luz del sol me opaco.

—Niño, te dije que por tu bien no debiste haberle preguntado.—parpadeando, visualicé como Auruo se dirigió a mi, apenado le mire, se notaba en mí el gran cansancio por mi falta de descanso.

—¡¡No puedo creerlo!!—levante la mirada, montándome en mi caballo como todos, visualizando a la teniente Hange hacer lo mismo de una manera desesperada y con prisa.

Todos nos apresuramos, la magnitud de la situación era grave, pero era algo que no podía entenderlo por mi mismo. Mi rostro estaba decaído en el cansancio que se apegaba a todo mi cuerpo, no podía ni siquiera levantar la mirada sin sentir que el sol por un momento me cegaba. Era intenso, la mañana estaba soleada y hace mucha que no veía una así, no desde que había estado solitarias semanas en aquella cárcel. Sostuve fuertemente las sogas de aquel caballo, quien cabalgaba a toda prisa junto a los demás en una fina formación que nos hacía tenernos cerca. En medio de esa cabalgata, podía ver cómo Gianna Galliard tenía su mirada enfrente. Aún no podía creer que se había dirigido a mi como por primera ves. Había imaginado su vos, pero jamás se acercó a lo perfecto que se escuchaba en ella. Se mantuvo en silencio por todo el camino, era como si eso no hubiese pasado. Luego de haber llegado al lugar concordado, noté su expresión abierta. Era extraño verla denotar una expresión más allá de la seriedad, pero como los demás, Gianna se veía desconcertada por lo que se veía frente a ese gran bullicio de soldados. Camine, de una manera sigilosa y cansada, a pesar de que la teniente ya se encontraba arrodillada frente a la bruma del vapor, gritando desconsolada los nombres de esos titanes. Era una mujer extraña.

—¡¡No es cierto, díganme que es mentira!!—Hange lloraba de una manera desconsolada, todos la miraban, pero no apenados.

—Eran experimentos importantes. ¿Crees que haya sido un soldado?—expresaba Gunther, aún lado de Erd, quien le escuchaba frente a mi.

—Si, pero no se sabe quien es el culpable. Mataron a los dos titanes antes del amanecer, cuando los vigilantes se dieron cuenta, el culpable de había ido con sus equipos de maniobras tridimensionales.—respondió Erd, contándole detalladamente lo que debió haber escuchado de algunos cadetes establecidos aquí.

—Entonces esto fue una acción premeditada por al menos dos personas.—musitó Gunther, le escuchaba, analizando la tediosa situación que nos acorraló a plena hora de la mañana.

—Mírala, la teniente Hange se volvió completamente loca.—esbozó Auruo, cruzado de brazos con un tono de burla que duró hasta que Petra le clavó su codo en el estómago.

—¿Como fue qué pasó esto?—me pregunté desconcertado, visualizando al capitán Levi aún lado de mi y de Gianna, quien se mantenía en silencio como usualmente suele hacer para todo.

—Vámonos Eren, esto es jurisdicción de la policía militar ahora.—me indicó el capitán Levi, girándose en sus talones por lo cual asentí.

—Si, entendido.—musité, sin aún girarme, viendo la caótica escena de la teniente Hange ante los demás.

—¿Qué es lo que estás viendo niño?—me tense, escuchando la voz del comandante Erwin Smith, quien se recostó de mis hombros, hablándome en un tono bajo.—¿Tú quien crees que es el enemigo?—me preguntó, dejándome tenso.—Lo siento, no le hagas caso a mi pregunta.—pidió, distanciándose de mi, me giré para ver cómo él caminaba detrás de Levi y Gianna, quienes me miraron de reojo. Todo ese tiempo, ellos siempre estuvieron un paso adelante y yo, nunca lo supe.

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