Tormented pretty girl

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El festival deportivo apestaba a desesperación y arrogancia pura.

Era la primera vez que perder no le traía angustia. Aún cuando podía ganar una medalla sin mucho esfuerzo, la derrota le había permitido escapar del teatrito que sus compañeros armaban para probar que eran válidos. Que eran fuertes. Para demostrar sus poder y establecer dominancia como lo haría cualquier animal.

Los estudiantes de tercer grado solían ser el blanco de los reflectores, con años de experiencia y nombres conocidos, eran lo más cercano a los profesionales dentro de la academia. Era el último empujón que necesitaban, la última oportunidad de brillar frente a las cámaras aún siendo estudiantes. La competencia era feroz, pues ya no eran desconocidos como en primer grado, todos sabían dónde golpear, dónde empujar para que su oponente no se levantara.

El evento había iniciado a mediodía, las horas habían pasado lentamente entre las etapas preliminares y los descansos programados, para ese momento el sol comenzaba a ocultarse, Tamaki estaba cansado y aburrido.

Los gritos de emoción y los aplausos le fastidiaban.

Ver a Nejire dando vueltas en el aire o sentir los destellos y ráfagas de electricidad que mantuvieron a su cabello más desordenado de lo habitual no le emocionaba, aunque esbozó una sonrisa cuando tuvieron que llamar a una docena de intendentes para limpiar todo el metal acumulado en la arena después de una pelea que irónicamente resultó en empate. Aún cuando esa demostración de poder era un maravilloso espectáculo para los asistentes, no era nada del otro mundo para él, los conocía a todos y difícilmente le causaba la mitad de emoción que al resto. Eran ideales para los civiles comunes mientras para Tamaki no eran más que compañeros ruidosos y molestos.

Yoshioka Hayato era el más claro ejemplo, aunque no superó la tercera ronda seguía siendo un príncipe encantador y aceptó la derrota con dignidad, ganándose una ovación de compasión del público y arrebatando unos cuantos suspiros de señoritas enamoradizas. Mientras veía como sonreía y saludaba a las cámaras de forma coqueta, Tamaki podía recordar claramente cuando lo vio sacándose los mocos en plena clase de cálculo, nunca olvidaría el asco que sintió y deseaba que todos los espectadores lo vieran de la misma forma.

Veía a la mayoría de sus compañeros como simples adolescentes con aires de grandeza, a los que la definición de héroe les quedaba grande.

Aunque el heroísmo era visto como una profesión sobrepoblada, la verdadera élite seguía siendo escasa. Para empezar, la UA tenía un nivel de aceptación particularmente bajo, muy pocos entraban y eran muchos menos los que llegaban a graduarse, para tercer grado apenas la mitad de la generación tenía suerte de seguir ahí.

Aún así, los pocos que quedaban desperdiciaban un día entero en una desesperada búsqueda de reconocimiento y demostración de superioridad.

Tamaki estaba evidentemente harto, pero ¿Por qué no simplemente irse? nadie se lo reprocharía ni cuestionaría sus motivos. En contra de su propia voluntad, se encontraba sentado en las gradas junto a Nejire, que perdió en la penúltima ronda pero logró llevarse un aceptable tercer lugar, apoyando la barbilla en su mano mientras veía a su mejor amigo ganar un enfrentamiento tras otro sin esfuerzo alguno.

Las nubes cubrían el cielo y la temperatura comenzaba a bajar junto al sol cuando Mirio venció al último oponente que lo llevó a la final del festival.

Por fin había llegado el momento que mantuvo a todos los espectadores pegados a las gradas, a pesar del agotamiento de gritar y animar a sus favoritos, lo que realmente importaba era la final. El enfrentamiento de los verdaderos gigantes. Cuando sus nombres aparecieron en las pantallas, los gritos de emoción sacudieron el lugar.

Si bien Mirio era el vencedor y el orgullo de la academia, aún quedaba otra preciosa estrella que parecía brillar con la misma intensidad y un poder más llamativo... Mientras él desaparecía en el suelo y dejaba caer su ropa al suelo, ella brillaba de una forma mucho más elegante, lograba maravillar y aterrar a los espectadores al mismo tiempo. El fuego que emanaba de su piel junto al drástico aumento de temperatura que llevaba a todos lados eran imposibles de ignorar

Mirio fue el primero en aparecer, ya que sus enfrentamientos solían terminar en escasos minutos y no le tomaba mucho tiempo recuperarse, seguía tan fresco como una lechuga aún después de llevar a todos sus oponentes a sus límites físicos.

Estaba de pie en medio de la arena y no podía dejar de sacudir los puños en el aire una y otra vez de forma infantil y torpe, Tamaki conocía ese gesto a la perfección, lo hacía cada vez que la emoción en su cuerpo era demasiada para contenerla o disimularla, como un niño esperando un helado.

Cuando ella por fin decidió aparecer, todo el lugar cayó en un abrumador silencio, siguiendo cada unos de sus pasos con la mirada. Aún cuando su cuerpo no ocuparía ni una mínima fracción de todo el estadio, todos los presentes sintieron su llegada como una ardiente bofetada.

Tetsudai Todoroki se paró frente a Mirio, con la mirada fija en su rostro. Sus ojos lo recorrieron tan mal que solo se podía interpretar como un asco profundo.

Aún con las obvias diferencias en sexo y edad, Tamaki vagamente podía ver el rostro de Endeavor en las finas facciones de Tetsudai y le resultaba fascinante, parecía que la genética de su madre simplemente decidió no participar en ella. Era una versión femenina y más agraciada de un héroe temido y respetado por el mundo entero y con cada victoria demostraba tener un futuro igual de brillante que el de su padre.

La sonrisa de Mirio iluminaba el lugar, los aplausos y vítores de los aficionados lo habían seguido en cada etapa con una devoción impresionante. Sin embargo, incluso con todo su encanto, la atención de la multitud parecía dividirse por completo, como si un halo invisible rodeara a la chica que se erguía con determinación en el centro del campo.

Tamaki pensó que sería poéticamente justo que ella ganara, aún cuando era obvio que no lo haría.

Ella era extraña, inexplicable. A pesar de que su quirk le permitía derretir el metal más sólido, ella parecía ser la personificación del hielo, nunca se relacionaba con nadie más allá de lo estrictamente necesario, siempre había una aplastante distancia física y emocional entre ella y cualquier otro ser humano. Aún después de los años en los que habían sido compañeros, Tamaki nunca la había visto llorar o reír, incluso dudaba que fuera físicamente capaz de hacerlo.

Tamaki se encontró disfrutando de la ironía y la contradicción, Tetsudai y Mirio. Aún con todas las cosas que tenían en común, estas se veían opacadas por las muchas otras en las que eran todo lo contrario, cómo dos caras de la misma moneda.

Mirio era la representación más pura del sol. Su presencia era sofocante de todas las formas posibles, brillante y cálida, todo el mundo lo amaba, sus chistes sin gracia y esa voz chillona siempre hacían de las suyas para conquistar el corazón de cualquiera, porque no había forma de mirarlo y no sonreír junto a él. Tamaki lo veía como un lunático, no entendía como podía ser tan simple.

Pero ella era impecable, dolorosamente hermosa e intocable como las llamas que emanan de su piel. El cabello rojo fluía sobre su espalda como una cascada de fuego acompañada por un suave toque de nieve. La gente huía de ella y su aplastante mirada de la misma forma que se huye de un incendio.

Ellos intercambiaron un par de palabras completamente inaudibles para el público y la cuenta regresiva llegó a su fin. Aún con la distancia y solo viendo su espalda, Tamaki podía notar que ella estaba completamente tensa, rígida como una jodida estatua.

La cuenta regresiva por fin terminó, no había pasado medio segundo cuando una de las manos de Tetsudai se iluminó y su quirk se desató por completo.

Una imponente ola de fuego invadió el estadio entero, fue repentino e inesperado, era el punto más alto de quirk, aún cuando parecía un plan maestro, no era más que una medida desesperada. Todo el mundo se quedó perplejo, con una extraña mezcla de fascinación y sorpresa. Ella no había hecho nada mínimamente parecido a lo largo del festival.

¿Realmente tenía ese nivel de reacción o simplemente hizo trampa?

Él no lo tenía claro, aunque dudaba de si ella tenía ese nivel de poder o no, no podía negar que fue impresionante. Lo único que tenía claro es que el quirk de Tetsudai no representaba amenaza alguna para Mirio.

Como era de esperarse, el rubio simplemente se dejó caer dentro del piso, evitando por completo el devastador movimiento de Tetsudai, aunque su ropa se hizo polvo en el suelo.

Tamaki se levantó de su asiento como un resorte, solo para sorprenderse a sí mismo al darse cuenta de que en realidad estaba poniendo más atención de lo que creía.

Tetsudai no tuvo tiempo de reaccionar, apenas se estaba recuperando del doloroso ataque de alto calibre que se forzó a hacer y no pudo ni meter las manos cuando Mirio apareció detrás de ella y sintió como su puño se estampaba en su cara, haciendo que unas cuantas gotas de sangre cayeran de su nariz.

Algunos no soportaron y simplemente apartaron la vista, muchos otros soltaron gritos de emoción y le aplaudieron a Mirio, fue un destello fugaz. Tamaki apenas alcanzó a mirarlo y cuando volvió a abrir los ojos ya había terminado, ella perdió cuando sus pies salieron de la arena, él le dió un puñetazo en la cara y aprovechó la distracción para simplemente empujarla.

Al menos fue rápido. Si algo podía reconocerle a Mirio era su gentileza, él podía usar a Tetsudai como a una muñeca de trapo y todo el público disfrutaría verla correr de un lado a otro para tratar de hacerle frente.

Era tan decepcionante y sorprendente ver a la hija de Endeavor perder en menos de treinta segundos. Aunque más de la mitad de la audiencia estaba ahí por Mirio, aún quedaban unos cuantos que, en contra de cualquier sentido de lógica, deseaban ver a la pelirroja robarle el oro de las manos y hacerle justicia a su apellido.

La victoria de Mirio no debía ser una sorpresa, era obvio para cualquiera que tuviera ojos y sentido común, aún no nacía nadie que pudiera hacerle frente a su quirk y a la técnica que había pulido por años. Ver a su amigo ganar era reconfortante para Tamaki, aún cuando los gritos le fastidiaban y los flashes le hacían arder los ojos, Mirio brillaba y el mundo seguía girando a su alrededor.

Aún así, era doloroso. Especialmente cuando el fracaso tiene nombre, apellido y la miseria es evidente en su mirada. Tamaki se encontró dividido entre el orgullo y la pena, un extraño sentimiento de culpa hacia ella le impidió pensar con claridad, porque no eran amigos y no había razón alguna para aquella sensación tan desagradable.

No tenía razón alguna para sentirse mal por ella... Era un simple evento escolar, no estaban en primer grado y ella no necesitaba ganar para conseguir pasantías, incluso habría hecho lo mismo si estuviera en el lugar de Mirio. Era obvio, objetivamente obvio, aún así...

Podía ver sus rostros a través de las enormes pantallas de la arena, aún cuando ella trataba de disimularlo o simplemente no podía hacerlo, sus ojos estaban ligeramente cristalizados y apretaba la mandíbula con fuerza, remarcando las venas de su cuello.

Mirio le sujetó la mano y le besó los nudillos suavemente, el público aplaudió ese ridículo gesto de compasión y ella rodó los ojos, incapaz de aceptar su lastima. Con la humillación atorada en la garganta y la misma expresión de hastío de siempre, Tetsudai Todoroki soltó su mano y se fue sin decir más.

Imbécil— susurró para sí mismo mientras se sentaba nuevamente.

Aunque Tetsudai tenía el mismo quirk que uno de los mejores héroes del país y quizá del mundo entero, no era suficiente y a ninguno de los dos le servía para quitarse el número dos de la frente. Tamaki la siguió con la mirada, con nada más que curiosidad como excusa y siendo incapaz de despegar los ojos de su espalda mientras ella salía de la arena.

Pasaron largos minutos en los que Tamaki seguía debatiéndose internamente, tratando de encontrar alguna explicación razonable para que el festival deportivo siguiera llevándose a cabo. No entendía la razón de su existencia y si bien al inicio simplemente le daba igual, comenzó a sentir una extraña repulsión por la UA y su necesidad de demostrar que siempre serían lo mejor de lo mejor.

Mirio estaba ocupado sonriendo frente a las cámaras y respondiendo preguntas, no tenía ni tiempo ni cabeza para pensar en cualquier otra cosa, había ganado y merecía disfrutar de la victoria. Tamaki al menos tenía el consuelo de que esta farsa de evento escolar solo se hacía una vez al año y no tendría que volver a hacerlo otra vez, una vez que se graduara se mantendría tan lejos de las miradas como pudiera.

Sin nada más que hacer y con el estómago revuelto, simplemente se levantó y se fue. Su mente empezaba a sentirse cansada y nublarse, podía notar el comienzo de un dolor de cabeza, le ardían los ojos como si hubiera leído el libro más largo del mundo en una sentada.

Mientras se alejaba del estadio, todo el tumulto de gritos y vítores comenzaba a hacerse polvo en el aire, como si la sofocante manta de ruido que cubría su cabeza comenzara a deslizarse por sus hombros, su mente se sentía más ligera con cada paso que daba. Aunque sus piernas aún le pesaban por las horas que pasó en medio de la multitud.

¿Qué sentido tenía todo ese alboroto? ¿Acaso algo cambiaría gracias a ese fastidio de evento?

Él sabía que no, tenía claro que en un par de días la novedad habría terminado y el único recordatorio tangible serían las medallas, de las cuales no tenía ninguna.

Soltó un pesado suspiro cuando tuvo que comenzar a subir el centenar de escalares, odiaba que su estúpido salón de clases estuviera tan arriba, poco le faltó para dejarse caer en el suelo y simplemente esperar a que su mente se sintiera menos agobiada, pero pensó que hacerlo sería demasiado humillante para soportarlo. Además, nunca había visto los pasillos tan vacíos y silenciosos, lo que le resultaba perfecto.

El salón estaba tan vacío que incluso se planteó dormir una siesta rápida como lo hacía en las largas horas de historia o biología, sin embargo, no había dado ni tres pasos dentro cuando se quedó completamente quieto.

Tetsudai estaba sentada en el suelo, abrazando sus piernas contra su pecho y hundiendo la cara entre sus brazos, él se quedó en blanco. Sus píes se rehusaron a moverse y sus músculos se tensaron por completo, aún con la certeza de que debería irse, no pudo hacerlo, se quedó de pie en a medio salón y simplemente la miró en silencio.

Él nunca la había visto llorar, o expresar alguna emoción remotamente humana, ella siempre era impasible. En contra de sí mismo y de su propio sentido de culpa, Tamaki encontró reconfortante verla sufrir de esa forma y se quedó para seguir viéndola, escuchando sus jadeos y suspiros que apenas eran perceptibles. Porque ella era un ser humano y la derrota le sabía miserable como a cualquier otra persona.

Sintió como su propio fastidio y exasperación se disiparon en el aire, hacía apenas un par de minutos esas sensaciones parecían estancadas en su cabeza, atadas de forma dolorosa. Aún así, repentinamente fueron reemplazadas por una extraña sensación de náuseas y pánico.

Dio un paso hacia atrás y una de sus manos chocó con un escritorio, ella levantó la mirada rápidamente y sus ojos se encontraron, una ligera capa de maquillaje negro cubría sus mejillas rojizas y la intensidad de aquellos ojos azules parecía deshacerse en pánico y vergüenza. Tamaki sintió como sus mejillas se calentaron y trato de encontrar alguna excusa pero las palabras no le salían, por que no tenía forma de defenderse, no pudo hacer nada más que quedarse de pie esperando que ella le gritara a la cara por ser un entrometido.

Sin embargo, así como él, ella no supo qué hacer. Lo miró por unos largos segundos sin decir nada, él no soportó la intensidad de sus ojos y apartó la mirada.

Ellos se conocían, claro que se conocían, aunque no eran amigos por el simple y sencillo hecho de que ella no soportaba a Mirio y Tamaki venía en paquete con él, eran uña y mugre, el orden natural de las cosas.

Cuando la curiosidad fue demasiada como para mantener la mirada en el suelo, se sorprendió al notar que el golpe que Mirio le estampó en la cara aún era visible en su mejilla, incluso podía ver los nudillos perfectamente alineados sobre su pómulo, ella lo miró con una ceja alzada por los largos segundos que pasó analizando su rostro, él se sonrojó ligeramente cuando fue consciente de sus propias acciones.

Tetsudai se limpió la cara como pudo, un suspiró escapó de sus labios y se puso de pie sin decir más, Tamaki dio un paso al frente de forma instintiva, haciendo que sus hombros chocaran con algo de fuerza.

Ambos regresaron a verse una vez más. Amajiki tragó saliva de forma sonora cuando creyó que ella le quemaría la cara con sus anillos por atreverse a tocarla, pero solo rodó los ojos y se fue.

Pudo respirar nuevamente cuando escuchó la puerta cerrándose detrás de ella, aunque no podía moverse, simplemente no podía hacer que sus piernas se movieran, aunque tampoco tenía prisa por irse.

Después de unos minutos de reflexión, tomó su mochila y se dispuso a irse nuevamente, confundido por la extraña interacción con ella y su estatus como ser humano recién descubierto.

Ni siquiera pudo terminar de abrir la puerta cuando se vio atrapado dentro del salón una vez más, tratando de ocultarse del hombre cuya aplastante existencia podía sentir acercándose, podía escuchar sus pasos y se congeló cuando sintió que él estaba parado justo al otro lado de la puerta. El aire se volvió aún más denso cuando apretó los dedos alrededor del pomo y su respiración se agitó levemente cuando se preparaba para escuchar en contra de su voluntad.

La imponente presencia de Endeavor era imposible de ignorar, además del sofocante aumento de temperatura que llevaba a todos lados, su personalidad y reputación tenían más peso que cualquier palabra que pudiera salir de su boca, las cuales de por sí no eran muchas. Su fama y prestigio no eran una ilusión, merecía y exigía respeto solo con la mirada.

—Es una broma ¿Verdad? ni un minuto, Tetsudai, ni un solo minuto— la profunda voz de Endeavor resonó por todo el lugar, con una evidente molestia en su voz haciendo que Tamaki se llevara una mano a la boca de forma instintiva para tratar de acallar cualquier mínimo sonido que pudiera salir de su boca.

La curiosidad era demasiado grande, quería verla, ver su cara y su expresión, pero no era lo suficiente estúpido para asomarse y retar los agudos sentidos que ambos Todoroki seguramente tenían. Ella no respondió, pasaron varios segundos de sofocante silencio en los que nadie dijo nada más.

¿Estaría asustada? ¿Qué podría decir?

Casi podía palpar la tensión del aire, y estaba a punto de asomarse cuando escuchó el inconfundible ruido sordo de piel contra piel además el ligero suspiro de sorpresa que escapó de los labios de Tetsudai, ese desgarrador sonido solo se podía comparar con el azote de un látigo

¿Le había dado una bofetada por perder contra Mirio? Eso no tenía sentido... era imposible para cualquiera ganarle, no era culpa de ella ¿Verdad? simplemente fue mala suerte, no había nada que ella pudiera hacer, habría vencido a cualquiera... menos a él.

Él no era estúpido y honestamente ella no le importaba lo suficiente para tratar de defenderla.

—Directo a la casa, ¿Entiendes? Nada de responder preguntas— ordenó el mayor con ese tono severo y profundo antes de darse la vuelta a irse.

La temperatura comenzó a descender nuevamente y Tamaki por fin se atrevió a abrir la puerta apenas unos centímetros, Tetsudai siguió mirando al suelo como cualquier niño regañado hasta que se recompuso y simplemente comenzó a caminar, justamente en dirección contraria a Endeavor.

Tamaki se quedó congelado en su lugar, con la espalda pegada en la pared, las palabras atascadas en su garganta y una extraña sensación de pánico recorriendo todo su cuerpo. No podría decir que estaba triste porque sabía que no tenía derecho a estarlo. Se sentía.... Se sentía extraño, confundido, no le alcanzaban las palabras para describir lo que sentía, incluso dudaba que existiera alguna tan específica.

Le daba curiosidad, quería hacerle tantas preguntas que la pelirroja fácilmente podría pensar que Nejire y él compartían las mismas neuronas, se descubrió a sí mismo deseando ser su amigo. Aunque pronto se sintió como un completo idiota por pensar que algún día llegarían a ser lo suficientemente cercanos para que ella pudiera contarle todos los detalles de su extraña familia con confianza, era estúpido y le parecía básicamente imposible.

¡Dai!— gritó Nejire, haciendo que Tamaki saliera de la burbuja de desesperación en la que se había encerrado.

Le tomó un par de segundos regresar a la realidad y nuevamente retomó el plan de irse que ya había sido interrumpido lo suficiente. En ese momento, se cuestionó internamente porqué tenía tan mala suerte.

Caminaba por los pasillos cuando se sintió confundido cuando por milésima vez en el día, vio que Hadou estaba abrazando a Dai, claro, eran amigas. Nejire no era una persona particularmente alta o bajita, aún así, se veía extrañamente pequeña al lado de Tetsudai, su delgado cuerpo casi parecía desaparecer entre los brazos de la pelirroja.

—Vamos por tu medalla ¿Si? — cuestionó la más baja mientras se apartaba ligeramente del abrazo, su tono de voz era tan dulce y alegre que siempre podía sacarle una sonrisa cualquiera, Tetsudai no parecía ser la excepción, por lo que asintió y ambas se fueron sin darse cuenta de que Tamaki seguía ahí.

Mientras las veía caminar juntas, Tamaki se descubrió a sí mismo extrañando la ruidosa y sofocante presencia de Mirio, quién seguramente estaría firmando autógrafos y presumiendo sus bíceps frente a las cámaras.

—¿Con qué aquí estabas, huh? ¿Crees que simplemente puedes desaparecer así cómo así?— gritó el rubio mientras aparecía detrás de él por arte de magia, haciendo que Tamaki descubriera que en realidad no lo extrañaba tanto.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le pasó un brazo por los hombros de forma cariñosa y un tanto brusca, Tamaki no hizo nada para quejarse, simplemente siguió caminando mientras uno de los fuertes brazos de Mirio estrujaba sus hombros.

—¿En dónde tienes la cabeza?— el rubio se burló de él mientras lo miraba con una ceja alzada, aunque Tamaki no volteó a verlo.

—En medio de la lava— respondió con simpleza mientras sus ojos seguían perdidos a la distancia. 


¿Vieron la ilustración del inicio? Es un remake, la primera vez que la hice fue hace 2-3 años y me encanta la diferencia que hay. Pronto haré un espacio para presentar a mis otros OC's que son personajes secundarios. 

También quería contarles que tengo un canal de difusión dónde hablo de mil cosas, subo mis wip's, sketchs y otras cosas. Si alguien quiere entrar díganme por dm o ig para que les pase el link uu.  

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