━ chapter twenty six: love

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༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐒𝐄́𝐈𝐒 ༺
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' AMOR '
˖⋆࿐໋₊


˖⋆ ✧ ˖⋆

SIEMPRE HABÍA SENTIDO UN particular recelo hacia los teléfonos; ya fuesen móviles o fijos, nunca los consideré como un medio de comunicación fiable. Quizás por el hecho de que habían convertido los encuentros cara a cara en algo menos necesario, prácticamente dispensable, o tal vez porque los primeros días después del abandono de mi madre estuve adherida a mi móvil, llamándola una y otra vez sin obtener respuesta.

Esa noche, al verme enfrentada al insoportable tono que salía del pequeño y descuidado celular, recordé que mi odio hacia aquellos aparatos aún no se había apaciguado. Comencé a plantearme si realmente los teléfonos funcionaban o si simplemente Jonas había perdido las ganas de comunicarse con Riley y conmigo, pero la primera opción, aunque para ese punto sonara ficticia, era más apetecible.

Decidí que lo más saludable para mi estado mental sería convencerme de que Jonas se hallaba ocupado. Sin embargo, teniendo una idea suficientemente clara de lo que estaba haciendo en su nuevo trabajo y con Riley mirándome desde la cama acompañada de un par de ojos esperanzados, no podía evitar alterarme conforme seguía llamando.

—Rae... —Dirigí mi mirada a Riley luego de marcar el número de Jonas una vez más—. Ya lo has llamado muchas veces, ¿no crees?

Me percaté de que la curvatura de su sonrisa no era sincera. Parecía rota, falsa, y demasiado similar a aquella que yo misma solía esbozar las primeras semanas después de mi accidente en Berlín. No solo el rostro de Riley delataba que estaba tan herida como yo, sino también su lenguaje corporal, alertándome de que había dejado descansar a la dura faceta con la que tendía a enfrentar los problemas y que todos sus temores habían aumentado desde el día que Flammae se apoderó de su cuerpo.

Sabía que tarde o temprano tendría que sincerarme con ella; explicarle el porqué de aquel episodio de locura que la impulsó a atacarme un par de noches atrás. Pero éramos demasiado similares: ambas habíamos tratado de evitar ese tipo de conversaciones a toda costa, indispuestas a vernos rodeadas de las consecuencias de cualquier realidad peligrosa.

La verdad era que jamás sabría cómo confesarle que el monstruo que fotografió en Berlín pretendía sabotear mi vida hasta extraer cada minúscula gota de seguridad, y si a duras penas podía creérmelo, no tenía ni idea de cómo reaccionaría Riley.

Lo que sí sabía era que, aunque era yo quien corría peligro de muerte, lo que más temía era dejar a Riley por su cuenta si el plan de Elissa no funcionaba. Ya ni siquiera sabía si confiar en que Jonas estaría ahí para cuidarla en el caso de que me tocase dar un último respiro, y, por cada vez que marcaba su número con dedos tremulantes, la incertidumbre aumentaba.

—Una llamada más nunca hace daño, Riles. Pero sí, ha sido suficiente por hoy.

Suspiré, decidiendo que ya era hora de dejar el teléfono a un lado. Me acerqué a Riley mientras le dedicaba un intento de sonrisa confiada. Quería pretender que lo tenía todo bajo control, pero al levantar a mi hermana de la cama y envolverla en un abrazo, sentí que quizás no solo lo hacía para animarla, sino para calmar la preocupación de mis propias entrañas.

—¿Cuándo va a volver Jonas?

—Volverá cuando tenga que volver. No hay mucho más que decir.

—Eso no tiene sentido. Yo quiero respuestas, no soy tonta.

—Lo sé, lo sé... eres demasiado lista para tu propio bien. Pero Jonas regresará, ¿cuándo no lo ha hecho? —Riley no respondió—. En algún momento... —murmuré más para mí misma que para mí hermana, ahogando un sollozo involuntario en la base de mi garganta.

No pronunciar las palabras de una promesa en voz alta se me hizo lo más adecuado. En cambio, acariciar el cabello de Riley parecía una manera implícita para jurarle que haría todo lo posible por traer devuelta a Jonas, pero atreverme a decírselo en voz alta era otra historia.

Lo más probable era que mis promesas terminarían igual que una caja de regalo vacía. Quizás podría decorarlas con purpurinas y un listón de sus colores favoritos, y si tenía suerte lograría que los ojos de Riley se iluminaran aunque fuese por un solo segundo. Sin embargo, cuando abriera el empaque no habría nada dentro, porque por más que quería no contaba con el poder de controlar al universo.

Por primera vez, no me atrevía a asegurarle que todo estaría bien. Y a la par que tomaba su barbilla para que me dirigiese la mirada, decidí mostrarle lo que verdaderamente sucedía conmigo, lo que era real, y no un simple y vano intento por conservar la calma.

Le di un regalo que probablemente no deseaba, pero que, quise creer, sí necesitaba. Una cucharada de verdad, una pizca de temor, un cuarto de advertencias y media taza de términos sobrenaturales, todo horneado con oraciones cuidadosamente medidas y palabras suaves, que apaciguasen el impacto. Era la receta perfecta para asustarla, mas también para ponerle los pies sobre la tierra.

Le hablé de Flammae, de Adler, de Elissa y de nuestro plan junto a Peter. Le expliqué el verdadero origen de nuestro universo mientras veía a sus pequeños ojos luchar contra una tormenta de supersticiones y dudas. Y sobre todo, queriendo que supiera que era lo suficientemente fuerte como para cuidar de sí misma y enfrentar todo lo que se avecinaba, le dije que yo siempre estaría con ella, en cualquier vida y en cualquier momento.

—No quiero perder a mis dos hermanos, Rae —murmuró con hilo de voz, elevando la cabeza para poder mirarme a los ojos.

Riley ya no era una niña. Lo confirmé en el preciso instante en el que inspeccionó la flamante marca de mi cuello cuando aparté la tela de mi suéter, con mirada seria y postura calmada; cuando le dio un apretón a mi mano, juntando los labios para no derramar ninguna lágrima; y lo comprendí mientras asentía con la cabeza y, silenciosamente, me decía que mantendría la compostura con tal de complacerme.

Amor, eso sentía hacia ella. De la clase pura, familiar, y lo suficientemente fuerte para traerme un poco de calma.

—Jonas sigue aquí. —Se me partió el alma al ver su labio inferior temblar, y a pesar de que sentí la tentación de explotar y quemar todo a mi paso, sabía que no debía perder el control—. Se sigue preocupando de que hagas todos tus deberes y de que comas todo el desayuno aunque nunca tengas hambre... piensa en nosotras aunque no esté cerca, trabaja para que podamos seguir adelante.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque así es Jonas. —Enredé mi brazo sobre sus hombros, atrayéndola a mi cuerpo para dejar un beso en su coronilla—. Siempre se preocupará más por los demás que por sí mismo.

—Creo que eso es algo que va en nuestra familia.

Solté un par de carcajadas, escondiendo una sonrisa agridulce detrás de mis dientes.

Tenía toda la razón.

Fue solo cuestión de minutos para que el tenso ambiente que se había creado en mi habitación se desvaneciera. Cuando un golpeteo insistente se hizo presente en mi ventana, no tardé en separarme de Riley para abrir las cortinas, reconociendo inmediatamente al dueño de aquel sonido. Y antes de que siquiera pudiera parpadear, el Hombre Araña ya se había colado a mi habitación, arrancándose la máscara con un movimiento rápido y luciendo prácticamente como un tornado desesperado.

Apenas me dio tiempo de sonrojarme mientras Peter depositaba un rápido beso en mi mejilla y arrojaba la máscara sobre la cama para después saludar a Riley con un ademán apresurado. No me sorprendí al verlo allí, moviéndose con un repertorio de pasos nerviosos que, como de costumbre, delataban que tenía mucho por decir. A pesar de ello, luego de despedirme de él con un par de besos —aquella misma tarde, durante las horas siguientes a su pequeña pelea con Adler—, no esperaba verlo otra vez hasta el día siguiente.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté con una ceja enarcada—. ¿Y por qué tienes puesto el traje? ¿No dijiste que hoy ibas a pasar la tarde con Ned?

No. Sí. —Gruñó por lo bajo al escuchar sus palabras enredándose en su propia lengua—. Quiero decir que , pasé la tarde con Ned, pero necesitaba venir rápido y el subterráneo tarda demasiado en llegar a tu casa así que... aquí estoy.

Señaló la tela de su traje con una pequeña sonrisa. No me quedó más opción que poner los ojos en blanco y una mueca divertida ante sus ocurrencias. Ni siquiera pensó en que llamarme por teléfono, aunque fuese un medio de comunicación que aborrecía, hubiera sido más rápido si lo que tenía que decirme era tan urgente.

Decidí no comentar nada al respecto, pero solo tuve que dirigirle una mirada a Riley para saber que ella pensaba lo mismo.

—¿Y entonces qué quieres decir? —Riley rió de manera disimulada, recogiendo la máscara de Peter para juguetear con ella—. Si es algo romántico avísenme para poder irme de aquí, por favor.

Peter entrecerró los ojos en un intento por fulminar a mi hermana, pero se le escapó una sonrisa divertida antes de decir nada. No tardó a la hora de volverse a centrar en mí; entró en una pequeña burbuja de la que excluyó a Riley sin darse cuenta, pero no pude culparle por ello.

—Necesito que vayas al decatlón de la escuela conmigo.

—¿Hablas en serio, Parker? —Me crucé de brazos después de soltar un bufido, incapaz de creerme sus palabras—. ¿El Decatlón Académico? —Peter asintió a cada pregunta sin pillar mi sarcasmo. Cerré mis ojos con fuerzas al sentir su mirada expectante sobre mí—. Creo que te has olvidado de que las ciencias y yo no nos llevamos bien, Pete. El señor Harrington ni siquiera me dejará participar. Además, ¿por qué quieres ir ahora si abandonaste el equipo hace semanas?

—Adler no irá al decatlón y no hay ninguna otra forma de que vaya a Washington, así que será una buena manera de mantenerlo alejado de ti por un tiempo. Es muy fuer-fuerte, Rae, y Elissa me ha dicho que es mejor que lo evitemos si es posible. Si terminamos lo de Flammae antes de que Adler te alcance, no tendrá más opción que dejarte en paz.

» Riley se puede quedar con May y estoy seguro de que el señor Harrington te aceptará en el equipo; está desesperado por buscar más suplentes.

En ese preciso instante, agradecí el haberle dicho todo sobre el tema de Flammae a Riley, en cuya presencia Peter no reparó a la hora de disparar sus palabras. Sin embargo, me centré más en que el castaño tenía razón: alejarme de Adler por un rato sería un alivio.

—De acuerdo, hagámoslo. MJ puede ayudarme a entrar al equipo, creo que es una de las alumnas favoritas del señor Harrington. Solo tengo que llamarla. —El chico asintió con efusividad y esbozó una sonrisa de labios sellados. Antes de que pudiera decir nada, me percaté de que Peter aún se estaba guardando algo, así que seguí hablando—. ¿Hay algo más que... que quieras decir?

—Eh... —comenzó, llevando una mano a su nuca con una mueca nerviosa—. Puede o no que los tipos de las armas alienígenas estén cerca de Washington.

«Aquí vamos de nuevo».

—¡Peter!

—¡Oye, no me mires así! ¡Mi principal motivo es mantenerte alejada de Adler! —Pude leer en sus ojos que decía la verdad. Aun así, una parte de mí seguía reacia a que Peter interviniera en ese asunto, sobre todo sabiendo que mi hermano formaba parte de ello—. Además... nunca prometí que no volvería a involucrarme.

—¿Armas alienígenas? —intervino Riley después de un buen rato en silencio, captando la atención de Peter. Las puntas de sus orejas se tintaron de rojo mientras buscaba mi mirada con rapidez; se dio cuenta de que había soltado toda la información sobre Adler y Flammae en su presencia, sin saber que ya le había hablado sobre minutos atrás— ¿A qué te refieres? ¿A los tipos que robaron la otra noche en el banc–

—Se me olvidó decirte esa parte. Lo siento, Riles; no es importante —murmuré entre dientes. Necesitaba guardarme el secreto de Jonas para protegerlo tanto a él como a Riley. La había obligado a tragar demasiada información en un solo día, sus oídos necesitaban un descanso—. Y Peter, está bien, está bien... sé que quieres salvar al mundo, lo entiendo, ¡pero ten cuidado! ¡No puedes viajar por todo el jodido país solo para detener a esos hombres!

—Rae quiere decir que sufres de un caso de complejo de héroe, Pete.

Peter frunció el ceño en dirección a Riley: —No tengo complejo de–

—No es el momento para esto, ¿de acuerdo? —La conversación adquirió un tono más serio ante mis palabras. El entorno se cubrió de silencio, dejando que las partículas de polvo flotaran con libertad sobre nuestras cabezas. Me dirigí a Peter después de un par de segundos—. Le he dicho todo a Riley.

—¿Todo todo o solo todo?

Todo todo.

Oh.

Peter tragó en seco, dejando que su mirada se perdiera en un punto indefinido de la pared. Casi pude ver los engranajes de su cabeza maquinando en todas las direcciones posibles mientras trataba de asimilar la situación, y Riley pareció tomárselo como una de las cosas más graciosas de la tarde.

Posteriormente, se agachó a la altura de Riley. Dibujó una sonrisa ladeada; uno de esos pequeños y dulces gestos que hallaban el punto perfecto entre la calma y la tormenta.

—¿Cómo lo llevas, pequeña demonio? —le preguntó, escurriendo brevemente los dedos hacia sus costillas para hacerle cosquillas.

Riley le miró con seriedad después de un par de segundos. Apoyó sus manos sobre los hombros de Peter, asegurándose de que toda su atención estuviera puesta sobre ella. Quise sonreír como desquiciada al ver dos de las personas que más quería juntas, pero me dije a mí misma que debía mantener la calma.

—¿Protegerás a Rae?

—Claro. Lo haré. Lo prometo. —Los ojos de Peter capturaron a los míos en menos de un respiro. Respondió sin dudas, sin titubeos, quizás más rápido de lo normal y demasiado seguro de sí mismo como para tratarse de Peter Parker, pero fue suficiente para hacerme sentir a salvo por el resto del día—. Pues, Riley... —Giró hacia mi hermana con un nuevo resplandor en el rostro; mis mejillas calentándose y mi cuerpo siendo recorrido por una corriente eléctrica, cálida y agradable—. Estas son las telarañas que usaré para atar al monstruo, son súper resistentes y a prueba de fuego. —Abrió uno de los dispensadores que se encontraban en su muñeca, mostrándole el pequeño tubo con la mezcla química—. Y Rae... Rae acabará con él, ella sola, porque es muy fuerte.

» Pero no dejaré que nada le pase. Estaré ahí para ayudarla, aunque sé que ni siquiera va a necesitarme para ganarle a esa cosa.

Supe entonces que lo que sentía en aquel momento también era amor. Un tipo de amor que no había experimentado hasta que conocí a Peter Parker. De esos que no se olvidan, porque se tatúan en tu alma sin importar el cuándo ni el porqué.

✧✧✧

El Decatlón Académico terminó convirtiéndose en una travesía compleja e incómoda, pero, de alguna manera, refrescante. Alejarme de Queens me resultó placentero al fin y al cabo, pues sentía que marcharme, aunque fuese solo por un par de días, pondría un alto provisional al peligro.

Cuando Michelle le preguntó al señor Harrington si me dejaría formar parte del equipo, no tuvo que rogar demasiado. Comprobé entonces que las palabras de Peter habían sido ciertas: Harrington estaba desesperado por asegurar que el equipo estuviese completo, incluso si eso significaba buscar miembros extras en caso de cualquier accidente.

Me conformé con obtener la posición de segunda suplente —después de Flash Thompson, quien tuvo que volver a la banca luego de que Peter anunciara su regreso—. No tendría que participar a menos que dos de los otros integrantes tuvieran algún percance, y lo agradecía, ya que no me vería obligada a poner a prueba mis escasas habilidades científicas. Flash fue el único que criticó mi presencia, pero ni siquiera el profesor le hizo caso, estando demasiado concentrado en entablar una conversación con el amargado conductor del autobús.

El viaje fue bastante ameno. Pasé el tiempo cambiando mi asiento con Ned cada media hora, turnándonos para estar al lado de Peter. Mientras no estaba junto a Parker, Michelle me hacía compañía con uno de sus libros. Me habló sobre algunos de los más grandes asesinatos de los noventas, tanteó el terreno antes de hacerme un interrogatorio sobre mi relación con Peter y me recomendó una gran cantidad de canciones alternativas que me propuse a escuchar cuando llegásemos a Washington, en la habitación que íbamos a compartir.

Elissa, por su parte, no me dirigió la palabra; incluso se rehusó a mirar a Peter cuando él se sentía tentado a preguntarle si sabía algo sobre el paradero de Flammae. Debí haber supuesto que ella formaba parte del decatlón —era excepcionalmente lista—, mas, sorprendentemente, su presencia no me incomodó. No era mi amiga; tampoco mi enemiga. Nos hallábamos en una especie cuerda gris, en medio del blanco y el negro, y aunque eran las circunstancias quienes nos obligaban a mantener una relación cooperativa, no podía evitar sentirme aliviada.

Pero aún cuando todo parecía fluir con tranquilidad, fue Peter quien se encargó de preocuparme. Estaba actuando de manera extraña: se limitó a responder con monosílabos para esquivar las preguntas de Happy cuando éste lo llamó en el autobús, hablaba en susurros con Ned, como si estuvieran guardando un secreto, y cuando todos los miembros del equipo nos dirigíamos a la piscina del hotel para pasar la noche previa al decatlón —a pesar de que yo tuve que quedarme en la orilla junto a MJ, ya que no podía permitir que se viera la marca de mi cuello— me lo encontré en el pasillo con una capucha sobre la cabeza y un par de excusas baratas en la punta de la lengua.

No me sorprendió cuando no se presentó al decatlón. Tampoco me decepcioné, pues tenía el presentimiento de que se estaba involucrando una vez más en el asunto de las armas alienígenas. Liz, en cambio, casi había tenido un ataque de ansiedad cuando Peter no apareció en el lugar. Aun así, a la par que veía cómo Michelle anunciaba la respuesta ganadora desde mi sitio en el público junto al señor Harrington, no podía evitar preocuparme de que los secretos terminaran consumiendo mi relación con Peter, que nuestra promesa de evitar las mentiras quedara en el olvido. Intenté no llegar a conclusiones apresuradas de todas formas, en especial porque yo tampoco estaba siendo cien por ciento sincera con él.

Así fue como comencé a sentir náuseas cuando tampoco hizo acto de presencia durante la visita del equipo al Monumento Washington.

—Peter es un chico raro, ya vendrá —MJ, quien había notado mi inquietud, me aseguró que todo estaría bien luego de comentarme que no subiría al monumento, aunque pude notar que tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no vomitarme la cruda verdad a la cara.—. ¿Acaso estás en ese punto de la relación en el que no puedes vivir separada de él? Porque eso es asqueroso y degrada tu independencia como mujer, pero no voy a juzgarte.

Logró arrancarme una sonrisa a pesar de la desaparición de Parker, y eso era todo lo que necesitaba.

Finalmente, Peter se manifestó con una llamada telefónica al teléfono de Ned, justo cundo estábamos a punto de pasar nuestras cosas por el escáner de rayos X para poder entrar al monumento.

—Peter, ¿estás bien?

—¿Peter? —le pregunté a Ned mientras depositaba mi mochila sobre la cinta eléctrica del escáner. Éste asintió, copiando mis movimientos—. Pregúntale que dónde demonios se ha metido y dile que voy a matarlo cuando aparezca.

—Uh, Rae pregunta que dónde has estado y... ¿Qué era lo otro? Ah, sí, que te va a matar. —Hizo una pausa para dejar que Peter hablara. No pude evitar que mi agudizado sentido de la audición tratase de husmear en las palabras de Peter al otro lado de la línea, pero la rapidez con la que Ned le respondía, sin siquiera detenerse a escucharle, solo me permitió percibir el tono desesperado de su voz—. Tranquilo, está a salvo, está en mi mochila. ¡Faltaste al decatlón! Rae y yo te cubrimos. Estamos en el monumento Washington y–

Ned fue interrumpido cuando Liz le arrancó el móvil. Parecía haberse convertido en una furiosa bola de fuego mientras comenzaba a reñir a Peter por su desaparición.

Entendía por qué se encontraba molesta; una parte de mí también lo estaba. La preocupación, en mi caso, era el sentimiento más fuerte en aquel momento. Sabía que Peter podía defenderse solo, mas no me gustaba el no tener ni una mínima idea de dónde estaba, o por qué diablos había pasado la noche rondando por las calles.

—Ganamos, Liz. No tienes de qué preocuparte. —Traté de no escucharme demasiado insegura o forzada a la hora de intentar calmarla; todavía no acostumbrada a su amabilidad, pero intentando adaptarme—. Ya haré pagar a Peter —bromeé.

—Gracias, Rae. Es que... me preparé para esto desde hace meses, aún no puedo creer que hayamos ganado, pero que haya desaparecido cuando era uno de los mejores del equipo fue una pesadilla, lo juro.

» Peter está raro, ¿sabes? Sé que no estabas en Queens el año pasado, pero ha cambiado mucho. Deberías preguntarle por qué desaparece tanto.

«Oh, créeme, lo sé», pensé a la par que entrábamos al elevador en el que subiríamos hasta la punta del monumento, ocultando mis palabras con un vago y tímido encogimiento de hombros.

—Señor Harrington, ¿puedo decirle a Peter que está expulsado? —intervino Flash una vez las puertas del ascensor se cerraron, abrazando el trofeo del decatlón como si se tratara de su objeto más valioso.

Con miedo a insultarle como verdaderamente quería, me limité a murmurar para mí misma: —Imbécil.

—¿Y yo puedo decirte que eres tan inútil que solo ayudaste a conseguir el uno por ciento de ese trofeo?

Abrí los ojos de par en par al escuchar a Elissa intervenir por mí. A decir por la mirada de reojo que me dedicó, me había escuchado. Flash elevó su dedo medio y el señor Harrington reprendió a ambos, no obstante, yo seguía sorprendentemente agradecida.

La mujer que se encargaba de guiarnos siguió hablando sobre las características del Monumento Washington sin reparar en el enfrentamiento. Quise prestarle atención, quizás aprender algo nuevo y salir de allí con algo que sonase inteligente al lado de las cultas palabras de MJ. Mi mente, en cambio, se había quedado estancada tratando de averiguar el paradero exacto de Peter Parker.

Y cuando un extraño rayo de luz violeta de disparó de la mochila de Ned hacia el techo del elevador, atravesando el metal y expandiéndose como una explosión de energía, supe de inmediato que aquella experiencia sería de todo menos educativa.

El suelo comenzó a temblar; los mecanismos del elevador chirriando y atacando ferozmente a mis tímpanos. El elevador se detuvo en seco tan pronto como mis latidos comenzaron a arremeter contra mis costillas, casi logrando que cayese de rodillas.

—¡Miren el techo!

—Conserven la calma...

—Ay, Dios, creo que vamos a morir aquí.

Me di cuenta de que las palmas me sudaban cuando las apoyé contra una de las paredes, desesperada por obtener un poco de equilibrio. Cerré los ojos, grité internamente, con mi estrés postraumático apuñalándome como una reacción en cadena y poniendo a mi mente en el aeropuerto de Berlín, sin importar que mis piernas estuviesen temblando —todavía estables, pero no debajo de una pila de escombros— en un continente diferente. Una ola de calor atacaba a cada nervio que me recorría el cuerpo, y al estar rogando desesperadamente por que mis poderes no decidieran descontrolarse en ese instante, ni siquiera me dio tiempo de preguntarme qué había sucedido exactamente.

Entre intentos de nuestra guía turística por asegurarnos que los sistemas de seguridad nos mantendrían a salvo, se abrió finalmente la pequeña puerta corrediza que había en el techo del ascensor. La mujer empezó a ayudar a algunos de nosotros a subir; me quedé entre los últimos, pues estaba demasiado aterrada como para moverme. Y mientras todo se seguía sacudiendo, con el sonido distante de los helicópteros de emergencia y trozos de cristal cayendo desde arriba, comprobé que ni siquiera ser la Chica Fuego era suficiente para darme la valentía de enfrentar una situación como esa.

Quedábamos Flash, Ned, Liz, el señor Harrington y yo cuando el primero decidió empujar a Liz para poder subir antes, aún adherido al trofeo. El elevador cayó un par de centímetros más, y aunque los guardias que se estaban encargando de sacar a mis compañeros de allí intentaron arreglar el asunto, el egoísmo de Flash terminó condenándonos al resto.

Las cuerdas que sostenían todo nuestro peso sucumbieron ante los movimientos de Thompson. Comenzamos a caer en picada, con la gravedad convirtiéndose en un factor casi inexistente bajo mis pies, los cuales, sentía, estaban a punto de elevarse del suelo, impulsados por el grito que quedó ahogado en mi garganta.

Fue entonces cuando una telaraña se adhirió al elevador. La caída se detuvo de golpe y me hizo chocar contra Ned. Agradecí con todas mis agallas a Peter Parker por aparecer en el momento preciso. Sin embargo, ni siquiera me dio tiempo de dibujar una sonrisa aliviada, pues la telaraña se quebró tan rápido como nos había sostenido.

El Hombre Araña se estrelló contra el suelo mientras seguíamos cayendo, pero Peter actuó rápido, lanzando otras telarañas y llevando su peso hasta los restos que habían quedado del techo del elevador.

—Eh... hola. —Peter se aclaró la garganta detrás de la máscara una vez detuvo el movimiento con su fuerza—. Hola, ¿qué tal? ¿Cómo están? No teman, ya los tengo —continuó con un tono de voz exageradamente grave.

—¡Sí, sí!

—Ned, no es momento para esto. —Tirité, evitando gritarle a mi amigo por festejar con movimientos tan exagerados.

—¡Ey, ey, ey! ¡Grandote! ¡Deja de moverte!

—Perdón, señor, perdón.

Peter logró subirnos poco a poco, sin siquiera soltar un gruñido por todo el peso que debía cargar. Los guardias de seguridad ayudaron a salir a los demás en cuanto llegamos arriba, empezando por el señor Harrington y siguiendo con Ned.

Mi campo de visión pareció adaptarse al escenario una película de terror cuando miré hacia arriba. Todo volvía a sacudirse, las telarañas de Peter se hacían cada vez más delgadas, más frágiles, y un sexto sentido me dijo que no todos lograríamos salir de ahí a aquel paso. Mis ojos se iluminaron por obra de mis poderes durante un breve segundo, cuando decidí poner mis reflejos a trabajar al empujar a Liz fuera del ascensor con todas mis fuerzas.

Justo en ese momento, el elevador se desplomó con el triple de intensidad, y sentí que todos mis órganos, desde mis intestinos hasta mis pulmones, caían junto a él.

Pero no sentí el impacto. No respiré, tampoco me dio tiempo de vociferar mis pensamientos, los cuales gritaban el nombre Peter de manera instintiva, a un solo paso de arruinar su identidad secreta. En cambio, un intenso dolor se instaló a lo largo de todo mi torso cuando quedé suspendida en el aire gracias al Hombre Araña y sus telarañas, que aprisionaron mi muñeca para evitar mi caída.

—Estás bien, estás bien —murmuraba Peter mientras colgaba del techo, pero yo apenas podía escucharle, pues mis sentidos habían entrado en una especie de estado de pánico.

Y de repente, antes de siquiera consentir el alivio de que todo hubiese acabado, los vellos de mi nuca se erizaron, la marca de mi cuello ardió como el infierno, el calor que había sentido previamente en el ascensor volvió a escalar desde mis piernas hasta mi garganta y Peter Parker quedó estático, como una estatua, sin importarle que mis pies estuvieran balanceándose en el vacío y que yo estuviera tratando de gritar de impotencia, sintiendo una corriente de fuego quemarme el estómago.

Peter se dejó caer conmigo. Apropósito, de manera intencionada, con movimientos prácticamente rabiosos. No veía ni una sola prueba que pudiera demostrarme que había sido un accidente, y eso fue lo que se encargó de destruirme hasta la última célula.

Solo podía escuchar los gritos distantes de mis compañeros, con mis latidos obstruyendo el sonido del mismísimo aire estampándose contra mi cuerpo. Los había perdido de vista; ahora solo quedaba un vacío acompañado por los restos de luz que venían de arriba y la sombra de un Hombre Araña que ni siquiera hizo el intento por detener la caída. Lágrimas quedando estancadas en mis ojos, sudor compactándose dentro de cada una de las capas de mi piel, haciendo que solo fuera capaz de sentir un abrupto corte de adrenalina cuando un par de brazos se envolvieron alrededor de mi cintura.

Pensé que Peter había recuperado la conciencia cuando me atreví a levantar la cabeza de su pecho, pero sus manos se clavaron con demasiada fuerza en el espacio que mi, ahora arrugada camiseta, dejaba a la vista. No me dio tiempo de plantearme de si realmente se trataba de una broma de mal gusto una vez paramos de precipitarnos, mas sabía que Peter sería incapaz de hacerme algo como aquello.

Ni siquiera estaba mirándome detrás de su máscara. Y ahí, luchando por calmar el temblor de mis labios ante la presión que sentía en la cintura, supe que no se trataba de mi chico, pues sabía que él nunca me tomaría del cuello con tal brutalidad, que no me azotaría contra una pared en medio de la nada y que nunca, jamás, intentaría quitarme la respiración como lo hacía en ese momento.

La única opción que me quedaba era rezar a una fuerza invisible, porque sabía que ni siquiera pensaría en atreverme a hacerle daño, incluso si eso significaba salvar mi vida.

—Peter, Peter, soy yo, soy Rae —murmuré sobre la presión de su mano contra mi cuello, intentando lograr que me mirase. Su agarre no se apretó, pero tampoco pareció inmutarse—. La loca que te habló en la azotea, la de los poderes de fuego. Soy... —Tuve que hacer una pausa al sentir que un nudo se atascaba en mi garganta. El dolor subió hasta mi rostro, llegó a mis ojos e impulsó a salir a las lágrimas, y aunque pensé que no podría continuar, seguí adelante—. Soy yo, Pete, soy yo. Tu amiga... tu no-novia —sollocé, llevando una de mis manos hacia la muñeca de su brazo derecho, con el que me mantenía aprisionada—. Y tú eres Peter Parker, el mejor chico que conozco. Tú no harías esto... tú no eres esto.

» Por favor... por favor, regresa

Tenía tanto para decir, tanto para recordar, tanto para hacerle entrar en razón, para recuperar al Peter que conocía, pero nada más salía de mi boca. Tan solo logré que su rostro se girara en mi dirección con una lentitud abrumadora, e incluso así su mano no aflojó el agarre.

Prácticamente pude sentir los moretones formándose en mi cuello mientras la mano que sujetaba su muñeca comenzaba a arder sin mi consentimiento, perforando la tela de su traje y dejándole la piel en carne viva. Chillé y chillé, sollocé un poco más y volví a gritar, consumida por la impotencia de no poder detener mis poderes. Después de todo, estaban hechos para atacar, para defender sin importar qué tan hostiles tuvieran que ser, y las circunstancias parecían haberlos desencadenado.

Le quité la máscara con el último rastro de energía que me quedaba. La arranqué de su rostro y la estrujé con rabia, sintiendo el agarre de Peter cerrándose aún más alrededor de mi tráquea.

Y vi sus ojos encendidos en llamas, un conjunto de líneas flamantes asomándose del cuello de su traje y subiendo hasta alcanzar diferentes partes de su rostro. Gruñó de manera gutural, acercó su rostro al mío por un breve instante, y reflejado en sus pupilas vi a Flammae, burlándose de mí y mi penoso estado.

Flammae había aprovechado aquella situación de peligro para acabar con mi vida de una por todas, dejándome en el camino el amargo recuerdo de la persona que más quería siendo poseída por sus fauces.

No planeaba seguir siendo vulnerable; no más, o por lo menos nunca frente aquel monstruo. Así que sonreí, envié el miedo hacia la otra punta de la torre e intenté pensar que todo era un sueño y que lo que estaba a punto de hacer solo era el paso correcto para poder despertar.

—Sé que estás ahí. No te has ido, no del todo —susurré con a penas un hilo de voz. Su malévola expresión se relajó de manera casi imperceptible, la intensidad de su fuerza disminuyó un poco, pero sus ojos seguían consumidos por el fuego—. Te amo, Peter Parker.

Permití que finalmente el fuego se apoderara de mi mano hasta dañar severamente —y con todo el dolor de mi alma— la muñeca de Peter. El ardor pareció distraer a su parte consciente por un instante, pues tuve tiempo de alejar su brazo, de arrancar aquella insoportable presión de mi garganta, y el vacío comenzó a carcomerme mientras caía, intentando llevarme conmigo el recuerdo del Peter que verdaderamente conocía.

No se me ocurrió pensar en lo mucho que temía abandonar la vida, ni mucho menos en los secretos que me llevaría conmigo a la tumba. Solo estaba enfocada en que Flammae se había salido con la suya y que, de igual manera, terminaría con el mismo destino que yo.

Riley, Jonas, mis padres, Tony Stark, Peter, incluso Elissa; ¿qué tan decepcionados estarían de verme perder de aquella manera?

¿De qué me serviría aferrarme a la máscara de Peter Parker antes de morir, si mi existencia quedaría como un simple recuerdo?

Al parecer no lo tendría que averiguar ni siquiera desde el otro lado, porque una potente cuerda de telarañas se envolvió alrededor de mi abdomen antes de que mi cabeza se estrellase contra el suelo de la torre.

Miré hacia arriba, al último as de luz que se asomaba desde la cima del monumento. Allí, entre partículas de polvo levantadas por el rayo que había salido de la mochila de Ned, Peter colgaba de cabeza, con ambas manos sujetando la telaraña que conectaba con mi cuerpo.

Estaba temblando tanto o más que yo; todo su esqueleto parecía un tornado de contradicciones. Solo la mitad de su rostro estaba cubierta por las extrañas venas que delataban la presencia de Flammae mientras que la otra mitad me miraba paralizada, con una expresión desgarradora. Sacudió la cabeza de manera desesperada, abrió la boca e intentó moverse, pero supe de inmediato que el temor le impedía hacer nada.

Peter Parker estaba luchando contra él mismo con tal de salvarme la vida. Y sonreí entre lágrimas a pesar de todo, rogando que aquello fuera suficiente para que el verdadero Peter pudiese ganar.

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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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ANTES QUE NADA, QUE SEPAN QUE LOS QUIERO MUCHO A TODOS, LOVES OF MY LIFE. CRÉANME QUE NO HICE ESTO PARA HACERLES DAÑO APROPÓSITO, PERO ERA NECESARIO xdxd

Así que, como siempre... ¡Hola, linduras! ¿Cómo están el día de hoy?

RAE HA SOLTADO LA BOMBA DEL "TE AMO" JAJAJA, ¿NO PODÍA HABER SIDO EN UN MEJOR MOMENTO?

Pero tranquilos, que esta no cuenta como verdaderamente especial, había demasiado miedo e impotencia involucrados. Es un comienzo xd

Pues he de decir que creo que parte de mi inspiración ha regresado, por lo menos hasta este y el siguiente capítulo. Me gusta mucho escribir este tipo de escenas dramáticas, y ya tengo planeado que en el próximo capítulo tendrán otra explosión de sentimientos (;

Espero que les haya gustado mucho este capítulo a pesar de ser de, por poco, seis mil palabras. Quise eliminar casi por completo las escenas previas al accidente del Monumento Washington en Homecoming, pero me pareció necesario dar un poco de información sobre lo sucedido en el decatlón (tenía planeado poner todo eso en un capítulo previo a este, pero lo vi dispensable y quizás un poco aburrido). Solo deseo que me digan sus opiniones y que dejen todo su apoyo en los comentarios como lo han hecho desde el principio.
También quise pasar a la acción directamente en este capítulo ya que el anterior fue una especie de relleno; sin embargo, al principio, intenté reflejar un poco de la relación de Rae y Riley porque la había dejado bastante abandonada.

Les pido que aquí dejen cualquier pregunta que tengan y que no haya podido responder en los comentarios de capítulos anteriores (pues saben que tengo dificultad para poder contestarlos todos, y no quiero ser injusta a la hora de pasar solo algunos por alto), pero los leo todos y, créanme, los adoro.
Y una cosilla más, ¿qué han sentido al leer este capítulo? ¿Se lo esperaban? ¿Creen que será el último ataque de Flammae antes de que Elissa, Rae y Peter ejecuten su plan, o tienen alguna teoría?

Eso es todo por el día de hoy. Les mando un beso enorme y espero que sigan disfrutando de esta historia

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