━ chapter twenty three: protection

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༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐓𝐑𝐄́𝐒 ༺
──────────────
' PROTECCIÓN '
˖⋆࿐໋₊


˖⋆ ✧ ˖⋆

LO PRIMERO EN LO QUE pude reparar fue en el temblor de mis extremidades. No sabía si era el insoportable frío que invadía a Queens aquella noche, o si quizás el interior de mi estómago se había agitado por culpa del vuelo previo. Poner un dedo en la respuesta, sin embargo, se hizo demasiado complicado en aquellas circunstancias.

Uno de los trajes vacíos de Tony Stark se había precipitado en el lago que se extendía a la distancia, donde mi novio había caído segundos atrás. Por otra parte, no solo los nervios me mantenían al borde de mi asiento, sino el trayecto, el peculiar recorrido hacia el lago, en el cual pude sentir lo que era volar en carne propia. El traje de Tony —o tal vez él mismo, no sabía con exactitud quién se encargaba de manejar esa cosa— había sido lo suficientemente cuidadoso como para que mi cuerpo no saliera disparado en la dirección contraria durante el vuelo, pero la corriente de aire helado chocando contra mi piel y la sensación de que mis pies colgaban en el vacío no hacían más que ponerme los vellos de punta.

De cualquier forma, a pesar de los eventos que se llevaron a cabo en la casa de Liz Allan, pude hallar un poco de calidez cuando Tony finalmente sacó a Peter del lago. Al tenerlo allí, sentado, abrazándose a sí mismo con el cabello empapado y una mirada de chiquillo arrepentido, la temperatura no parecía ser un problema. Aun así, quizás era la impotencia la que se encargó de brindarme aquella súbita oleada de calor.

Una vez más, Peter Parker se había puesto en peligro, y entre todo lo que estaba sucediendo apenas me quedaban fuerzas para ayudarlo.

—¡Y entonces fue cuando salió de la nada, como un monstruo! ¡Y me atrapó, subió como trescientos metros y me dejó caer! —explicaba Peter con un tinte de emoción escondido bajo el temblor de sus labios helados.

—Sí, y precisamente por eso te he pedido que no te involucres en esta clase de cosas, idiota —gruñí sin siquiera poder medir mis palabras. Supe que Tony había soltado uno de sus ocurrentes comentarios mientras yo fulminaba a Peter con la mirada, pero no le presté atención.

El castaño tragó en seco, señalando mi rostro con una expresión preocupada: —Rae, tus ojos–

—Oh, sí, lo siento —murmuré. Hasta entonces no me había dado cuenta de que un calor abrasador se había apoderado de mis ojos; no me quedó más que asumir que habían comenzado a brillar. Respiré, apretando los puños y concentrando todo el ardor en esa área para domar mis emociones—. Yo... es que a veces siento que disfrutas de esto, ¿sabes? Ponerte en peligro.

Peter se quedó callado, observándome con una pizca de remordimiento en sus ojos; sin embargo, sabía que una parte de él no se arrepentía de lo que había hecho, ni mucho menos se preocupaba de que el agua helada de aquel lago le provocara un resfriado. Por mi parte, sentí mi expresión caer, debilitarse y suavizarse en las cenizas de lo que segundos antes había sido un intento de enojo.

Solo quería que él estuviera a salvo, sobre todo en aquel momento, que me veía incapaz de brindarle mi protección. Peter, en cambio, seguía empeñado en demostrarle a los demás —incluso, quizás, más que a sí mismo— que podía ser algo más que un simple chico genio.

—Oh, por favor, ¿pueden dejar las miraditas para otro momento? Enfóquense. —La voz de Tony interrumpió el pequeño momento. Juré haber escuchando un matiz de diversión en su voz, mas pareció camuflarlo tras una capa de frustración y desagrado burlesco—. Ahora, ¿me puedes explicar por qué demonios pensaste que nadar en el lago a estas horas sería buena idea, Parker?

—¿Cómo me encontró? ¿Puso un rastreador en mi traje?

—Le puse de todo a tu traje, incluyendo calefacción —Con una señal de su mano robótica, el traje de Peter comenzó a emanar un cálido pavor—. Al tuyo también, niña, pero no entremos en ese tema.

—Mucho mejor. Gracias. —Peter soltó un suspiro aliviado, acurrucándose en su lugar

Silenciosamente, deseé contagiarme de aquella fuente de calor. Por primera vez en mucho tiempo añoré, con todo el valor de la palabra, haber estado usando mi traje y activar ese maldito calentador, si es que las palabras de Stark eran ciertas. Me abracé a mí misma, sintiendo que una abrumadora ventisca se calaba en mis huesos, bajo la tela de mi vestido.

—Anda, ve a abrazar a Parker antes de que te congeles aquí afuera.

—¿Perdone? —Me giré hacia el suplente de Tony con una pequeña sonrisa en el rostro—. Creí que había dicho que no quería más miraditas.

Se quedó callado por un par de segundos, como si desde su verdadera ubicación estuviese escudriñándome con la mirada. Fue entonces cuando mis mejillas se tornaron rosas al percatarme de mi repentino atrevimiento.

«Quizás no debí haber bebido aquella cosa que Betty me ofreció antes de la fiesta», pensé, dándome cuenta de que mi filtro mental prácticamente había desaparecido desde aquel momento.

—No hagas que me arrepienta de haberte traído. —amenazó, señalándome con el dedo índice.

Me disculpé con una sonrisa avergonzada y me acerqué tímidamente a los brazos de Peter, quien no tardó en acogerme con la mayor delicadeza posible. Sus movimientos fueron un poco torpes, seguramente por la atenta mirada del señor Stark, y los míos tensos, ya que todavía se "suponía" que estaba enojada con él. Aun así, eso no me impidió terminar acurrucada en su pecho por pura obra del instinto.

—De acuerdo, no sé si verlos así es mejor o peor, pero ya estaban tardando demasiado —masculló Tony—. Bien, continuando, ¿cómo se te ocurrió que esto era una buena idea?

—El de las alas obviamente es el origen de las armas, ¡debo sacarlo de las calles!

—¿Sacarlo de las calles, eh? Cálmate, sheriff, hay gente entrenada para estas cosas.

—Tiene razón —acoté para mí misma. Peter me miró como si estuviese ofendido, mas no tardó en enfocarse nuevamente en Stark.

—¿Los Vengadores?

—No, no, no, a ellos les pagan un poquito más.

—Como sea, señor Stark, no tenía que venir hasta acá. Lo mismo contigo, Rae. —Peter volteó hacia mí; yo no hice más que enarcar una ceja de manera acusatoria—. Ya iba a salir, estaba bien.

—Quizás podías solo, sí —contraataqué, separándome un poco de su cuerpo para poder mirarlo a los ojos—. Quizás. No era seguro, no puedes jugártela de esa manera.

—Lo mismo digo. Ah, y no estoy —La máscara del traje de Tony se abrió, dejando ver que en su interior no habían más que un par de circuitos y un espacio vacío. Peter lo observó con una mezcla de confusión y, me pareció detectar, una pizca de decepción— aquí. Dale gracias a Dios que tenemos aquí internet o estarías flotando boca a abajo. Y de paso, a Ganesh. —Hizo una pausa, pronunciando sus próximas palabras como un padre cansado de lidiar con su hijo adolescente— Ya, olvida al buitre volador, por favor.

—¿Por qué?

—¿No entiendes por qué? ¡Porque yo lo digo! —exclamó. Peter agachó un poco la cabeza, avergonzado—. Perdóname, hablo con un adolescente —comentó al otro lado de la línea—. Quédate cerca del suelo, agarra práctica ayudando a la gente común. Como la viejita que te compró el churro. ¿No puedes ser un amigable —Se detuvo un momento, aparentemente bebiendo algún tipo de líquido— Hombre Araña del vecindario?

—¡Pero ya estoy listo para más que eso!

—No, no lo estás.

Peter infló el pecho con orgullo: —No dijo lo mismo cuando le gané al Capitán América. Con la ayuda de Rae, claro.

La sombra de una sonrisa se dibujó en su rostro ante el recuerdo; en el mío, en cambio, solo quedó una disimulada mueca de desagrado. Sentía un especial respeto por Steve, un tipo de admiración diferente a cualquier otra, pero eso no significaba que al recordar la batalla de Berlín mis ánimos no caían al suelo, sino todo lo contrario.

—Confía en mí, si Cap los hubiera querido noquear lo habría hecho. —A pesar de que no disfrutaba de aquel tema, no pude evitar que la desilusión se apresara de mis facciones. Cuando Peter y yo mantuvimos los puños en alto ante el Capitán América, parte de mí se había sentido bien, poderosa, pero lo que dijo Tony tenía mucho sentido; no éramos lo suficientemente fuertes. Y a juzgar por la silenciosa reacción de Peter, pude deducir que él había sentido lo mismo—. Escúchame, si te vuelves a encontrar con esas armas, llama a Happy. —Giró en mi dirección—. Y Rae, ponle los pies en la tierra, ¿quieres?

Asentí vagamente, dejando que mi mente divagara en todo lo que había sucedido aquella noche. El haber descubierto que Jonas trabajaba para los malos, los verdaderos motivos de Adler, la marca de mi cuello y Peter poniéndose en peligro; todo parecía haber impactado contra mi mente de un solo golpe.

Supe de inmediato que dormir sería una tarea imposible, al menos por un par de días.

Sin embargo, mi trance no duró demasiado tiempo, y no supe si agradecerlo o si simplemente quedarme callada. El característico sonido de un auto proviniendo del traje de Stark me despertó, dejándome con una expresión confundida.

—¿Está conduciendo? —preguntamos Peter y yo al mismo tiempo. Inmediatamente me buscó la mirada con una sonrisa divertida, pero yo solo la aparté, manteniéndome firme.

Se suponía que seguía enojada, si me atrevía a responderle la sonrisa mi intento por probarle que lo que había hecho estaba mal se hubiera quedado en eso, en un simple intento.

Fue extremadamente complicado, pero pude lograrlo a duras penas.

—Y oigan, creo que ya están en edad de pensar en la universidad. Tengo influencias en el MIT. —continuó Stark sin prestarnos atención—. Colgando.

—No, no, no, ¡no tengo que ir a la universidad, señor Stark! —exclamó Peter, apresurado.

—Oh, eso me recuerda... —murmuró—. Niño, ¿nos dejas un momento a tu novia y a mí? No te preocupes, será rápido. —Peter lo miró dudoso, quedándose estático y sin apartar sus brazos de mi cuerpo. Yo, en cambio, había estado esperando durante toda la conversación a que Tony me reprimiera por no haber cumplido la promesa que le había hecho meses atrás—. ¿Acaso tengo que decir que es algo privado? ¿No se sobreentiende? —preguntó luego de soltar un suspiro exasperado.

—Oh, sí, lo sien-siento. Ya me voy. —balbuceó Peter mientras se levantaba tan rápido como le permitieron sus piernas. Quise soltar una carcajada al verlo tan nervioso ante los comentarios de Tony, pero me limité a ocultarla con una sonrisa de labios cerrados—. Rae, te esperaré por... —Giró en diferentes diversiones, buscando un lugar de manera torpe. Finalmente, se decidió por una zona y la señaló con ademanes hiperactivos—... allá, te esperaré por a-allá. Hasta luego, señor Stark.

Un silencio que se me antojó incómodo inundó el ambiente mientras Peter se alejaba, murmurando para sí mismo. Estaba tensa, tiesa, como una tabla de madera. Simplemente no sabía qué esperar. Llevaba mucho tiempo sin enfrentar al señor Stark a solas y, aunque confiaba en él más que en mi propia madre —si es que alguna vez lo hice antes de que se marchara de casa—, no sabía si me felicitaría por haberlo llamado cuando Peter estaba en aprietos o si me reprendería por no haberlo mantenido a salvo por mi cuenta.

—Hiciste bien con haberme llamado, niña. Un poco inconveniente tomando en cuenta que estoy de vacaciones, pero te felicito. —Solté un suspiro aliviado, escondiendo una sonrisa —. Oh, vamos, ¿pensabas que iba a regañarte? —preguntó con diversión—. Le pongo más presión a Parker porque sé que eso es lo que necesita. Tú no, a ti te estoy... enseñando de una manera diferente o lo que sea.

—Gracias, señor Stark —respondí. Una parte de mí sabía que mis palabras abarcaban más allá de los sucesos de aquella noche. Sin embargo, no sabía si estaba siendo demasiado exagerada o emotiva para el gusto de Tony; la vergüenza reflejándose en el rubor mis mejillas—. Por atender el teléfono, quise decir —corregí con rapidez.

—Sí, sí, claro, no hay de qué —dijo como si estuviera restándole importancia. Aun así, supe que lo decía con buena voluntad, con verdadero interés, porque el simple hecho de que uno de sus trajes estuviera ahí me demostraba que Peter y yo realmente le preocupábamos—. Buenos, tengo que irme, así que vamos al grano. —Se aclaró la garganta—. Quiero que recuerdes tu promesa, Rae. No puedes dejar que el traje lo consuma.

» Si no lo haces tendré que quitarle el traje. Y de paso, a ti también. No quiero que se piense que tengo favoritismos o algo por el estilo, ¿comprendes?

Pensé entonces aquella ocasión, en el Complejo Vengadores, cuando juré proteger a Peter del deseo de convertirse en alguien más. Asentí, murmurando la misma promesa, pero esta vez con el presentimiento de que jamás sería capaz de cumplirla. Sentía que el Peter que tanto quería se estaba alejando cada vez más de mí a pesar de que siguiera físicamente mi lado, brindándome su calor y sus caricias, porque cuando llegaba la hora no tardaba en cubrirse con su traje y arrojarse a las calles.

Internamente, aunque temía admitirlo, presentía que aquel juramento no tardaría en romperse.

Peter Parker se convertiría en la sombra de aquello que tanto quería ser, y a mí no me quedaría más que sentirme culpable por no solo haberle fallado a él, sino también al señor Stark, a la tía May y a mí misma.

—¿Hay algo más que quieras decirme? —preguntó Tony con un tono de voz más suave; quizás fue mi impresión, pero sentí que Stark sabía que algo más allá del asunto de las armas extraterrestres estaba sucediendo. Inconscientemente, una de mis manos voló hacia la marca que se asomaba por mi vestido de manera discreta, en un intento por esconder la inseguridad que me causaban mis propias mentiras. No respondí, solo sacudí la cabeza—. Bien, entiendo, adolescentes, no quieren decir las cosas a la cara —murmuró con fastidio—. En fin, intentaré confiar en que puedes resolverlo sola.

» Solo recuerda que no eres invencible; ya sabes, lo que sucedió en Berlín. Demuéstrame que estás lista, pero solo... no mueras en el intento. —El motor del auto volvió a resonar a través de la línea. Se mezcló con un suspiro pesado; uno que, quise creer, irradiaba preocupación—. Tendré un ojo puesto sobre ustedes dos. Ah, y Parker no tiene que saber eso, guárdatelo.

«Oh, señor Stark, lo sé», pensé mientras se despedía, viendo cómo el traje se elevaba en el cielo nocturno y se perdía en la distancia. «Si tan solo supiera...»

✧✧✧

—Rae.

Seguí caminando, mordiéndome la lengua para tragarme cualquier comentario. Inflé el pecho con la intención de poner a mi orgullo en un mayor pedestal, pero el cálido departamento de los Parker no hacía más que arrastrarme a todo aquello que conocía, llevándome a mi estado más vulnerable: la pequeña habitación de Peter, sus brazos, el sofá de la sala de estar e incluso el taburete de la izquierda en la mesa de la cocina, un puesto ocupado por mí y nadie más.

Sin embargo, debía recordar que estaba molesta. Quería demostrarle a Peter que no podía poner su vida en peligro, tal y como lo había hecho apenas minutos atrás; que eso le traería consecuencias. El problema estaba en que era demasiado difícil mantenerme lejos de él, sobre todo teniendo en cuenta lo inmadura que seguramente me veía y lo atormentada que se hallaba mi mente después de mi encuentro con Adler y la repentina aparición de aquella extraña marca en mi cuello.

Mis instintos rogaban que me arrojase sobre Peter y me enterrara en su pecho hasta que todos los problemas se marchasen. Mi consciencia, en cambio, siempre había sido un mundo completamente diferente.

—Rae... —repitió, persiguiéndome hasta la cocina, donde me dispuse a servir tres vasos de agua: uno para Riley, otro para Peter y el último para mí.

Sí, se suponía que estaba enojada, pero eso no quitaba el hecho de que desde que conocí a Peter Parker el instinto protector que siempre llevé tatuado en el alma se había potenciado. No podía permitirme que algo malo le sucediese; cuidar de él era un deseo, una necesidad física y mental que no podía controlar.

«Te comportas como una madre», recordé que Michelle me había dicho alguna vez. Y quizás tenía razón, pero era parte de mi código.

—¡Rae, sabes que detesto cuando no me hablas! ¡Solo mírame!

Prácticamente me derretí en mi lugar al escucharle hablar como un niño pequeño. Me negué a verle a sabiendas de que aquello acabaría con mi firme fachada y, sin embargo, pude imaginarle con los labios fruncidos en frustración y a sus alocadas cejas enmarcándole aquella mirada de cachorro mimado.

Por su parte, Riley se hallaba en el sofá mientras observaba la escena. Fácilmente entendí lo que quería decirme. "No copies mis tácticas, Rae. Soy la única que puede aplicar la ley del hielo", pude escucharla sin que siquiera abriese la boca; su voz haciéndose más fuerte mientras enarcaba las cejas de manera acusatoria.

—Por favor, Rae, escúchame. —Peter finalmente jaló con suavidad uno de los tirantes de mi vestido y me dio la vuelta. Sostuvo mi cintura, manos aún cubiertas por la tela roja de su traje, y automáticamente mis rodillas comenzaron a flaquear ante el puchero que había dibujado en su boca—. Sé que me equivoqué, lo sé, y créeme que quería pasar tiempo contigo en la fiesta, pero... Hice lo que tenía que hacer, ¿sí? Hay armas allá afuera, tú misma las has visto y yo–

—¿Armas? ¿Hablas de las cosas raras que salieron en las noticias?

Inmediatamente, Peter y yo giramos hacia el sofá, pero aún sin separarnos. Riley nos miró expectantes, levantándose poco a poco para posteriormente acercarse y tomar uno de los vasos de agua que llevaba en la mano.

—Um, sí, eso. —Peter me miró de reojo, como pidiendo mi aprobación para continuar hablando del tema; no me quedó más remedio que asentir. Riley ya sabía una pequeña parte, estaba involucrada: sacarla de allí, con aquel afán que tenía hacia todos los asuntos relacionados con el crimen, sería imposible—. Rae y yo estamos tratando de resolverlo.

—Tú eres el que se está involucrando, Parker, no yo. —murmuré para mí misma. Peter no pareció escuchar. Mi hermana, en cambio, me miró con escepticismo, asomando un par de ojos curiosos por sobre el vaso.

De pronto, un matiz de temor recubrió su expresión: —¿Tiene que... que ver con lo que me sucedió el otro día?

—No, no, no. Eso... estamos tratando de averiguar qué pasó, pero te aseguro que este es otro tema. —Me agaché a la altura de mi hermana para intentar tranquilizarla. Tragué el nudo que se ató en mi garganta al recordar aquel episodio—. No volverá a pasar, ¿de acuerdo? Me haré cargo de ello, Riles.

Nos haremos cargo de ello.

La calidez que irradiaba Peter se hizo más fuerte cuando se agachó a mi lado. Le sonrió a Riley y me dedicó una mirada de soslayo; juró, silenciosamente, que no dejaría toda la carga sobre mis hombros, que ambos cuidaríamos de Riley, porque lo que me importaba a mí le importaba a él, y lo que era suyo siempre sería mío.

Éramos un equipo, después de todo. Amigo y amiga, novio y novia, siendo o no el Hombre Araña y la Chica Fuego y fuera y dentro del traje, éramos uno solo.

Y entonces, cuando comprendí el trasfondo de aquella promesa, la tarea de estar enojada se hizo cien mil veces más complicada.

—Bueno, em... —Aclaré mi garganta, rompiendo el momento con incomodidad—. Venga, es mejor que vayas a dormir. Ya es tarde y–

—¿Es en serio, Rae? ¡Yo quiero escuchar lo de las armas alienígenas!

—Asunto de Vengadores, pequeña demonio. Es confidencial —me respaldó Peter con una pizca de diversión.

—Ustedes dos ni siquiera son Vengadores. El tío Tony me lo dijo cuando estábamos en Berlín. —Las mejillas del castaño se tornaron de un color carmesí tan intenso como el de su traje; la vergüenza haciendo un adorable contraste entre la tela y su rostro. Tenía razón, pero eso no quitaba el hecho de que aquella era una de las más grandes fantasías de Peter—. ¡May estuvo cuidando de mí como si fuera una bebé durante toda la noche! ¡Tengo doce años!

—Pues ahora te estás comportando como si tuvieras ocho añ–

Riley interrumpió mi frustrado intento por calmarla con los brazos cruzados: —¿Lo dices tú, que has estado evitando a Peter durante toda la noche?

Silencio.

Esa nada abrumadora que puedes tocar con la punta de tus dedos, te quema y te enfría a la vez, pero no pareces poder hacer nada al respeto; ni abrir la boca y cortar el silencio, ni cerrar los ojos y dejar que las luces se apaguen.

Sentía la mirada de Peter quemándome el perfil mientras dejaba que mis ojos vagaran en un punto indefinido, cansados, tratando de recuperar aquella porción de orgullo que mi propia hermana me había arrancado del pecho. Sabía bien que no tenía por qué sentirme así, frustrada y agotada, que no eran más que palabras rebeldes, de esas que Riley solía soltar por montones. Sin embargo, especialmente aquella noche, me encontraba en un estado que fácilmente podía definirse como el epítome de la vulnerabilidad: Riley se negaba a aceptar mis esfuerzos por cuidarla, aún cuando yo misma era quien la había puesto en peligro, y nuevas amenazas parecían escurrirse alrededor de cada esquina por la que me paseaba.

Pero antes de que siquiera intentase asumir mi derrota, desechar mi dura fachada y entregarme a los brazos de cualquier ser que estuviera dispuesto a sostenerme, el peso de ciertos ojos claros cayó sobre la herida de mi cuello. La mirada de Riley se suavizó inmediatamente; un destello de preocupación que pocas veces me había dedicado claramente reflejado, mas no cuestionó nada.

Y aunque necesitaba que alguien cuidase de mí, agradecí el silencio.

—Lo siento. —murmuró, jugando con sus manos en un intento por ocultar la preocupación—. Ya me voy. Buenas noches.

Quise abrazarla mientras se perdía en el pasillo que daba con las habitaciones, pero mis manos habían comenzado a tiritar, temerosas de activar otro episodio como el del día anterior. Una cobija invisible se instaló sobre mis hombros, dándome un poco más de calma; seguía helada, con las puntas de los dedos congeladas, pero con el único consuelo de que el día ya casi acababa.

—Te quiere.

Salí de mi pequeño trance, me abracé a mí misma al sentir unas súbitas ganas de verme envuelta por algo más que el vestido que, recordé, debía devolverle a Liz Allan. Peter me sonrió con dulzura, acercándose entre titubeos, e inmediatamente supe que ya no tenía caso seguir enojada.

—¿Sí? Pues yo también la quiero, pero le estoy arruinando la vida. —Reí con ironía—. Son los poderes, Pete... lo arruinan todo y hoy...

—¿Qué ha pasado, Rae?

Una expresión preocupada invadió su rostro. Matices de alerta y una pizca de dureza se asomaron por sus facciones, como si mis palabras hubiesen activado una palanca en su interior.

Me sentí protegida, como si aquella cobija que antes se había depositado sobre mi cuerpo se hubiera convertido en un soporte de vida. Entendí entonces que había pasado demasiado tiempo preocupándome por los demás, poniendo un ojo sobre Peter para que no hiciese locuras como el Hombre Araña y otro sobre Riley, los peligros que corría y el paradero de Jonas.

Aquella noche, a diferencia de las demás, había procesado un trozo de información que me dediqué a congelar en el tiempo. Corría peligro, el riesgo de morir era inminente. No era solo un sueño, ni mucho menos otro de los episodios de ansiedad y alucinaciones que el estrés postraumático me hacía vivir de cuando en cuando a raíz de la batalla de Berlín; tenía miedo, y necesitaba pedir ayuda si pretendía seguir adelante.

Y ahí estaba Peter, el único que podía hacerlo, el único que conocía la cara oculta de mi luna personal. Siempre había estado dispuesto a ayudarme, extendiéndome sus brazos a su propia manera, aunque fuese con un dispensador de telarañas de por medio. Tenía que hablar si quería salir de aquel pozo en el que me estaba hundiendo, y sabía, podía asegurar sin ningún tipo de dudas, que él estaría dispuesto a escucharme.

—Es Adler. Peter, tenías razón. —tartamudeé, apoyándome de la mesada de la cocina para poder recuperar un poco de confianza—. Antes de la fiesta, Elissa habló conmigo y me dijo quién era verdaderamente. Sabes que además de Flammae hay cuatro más de... de esas deidades, ¿no? —Asintió; la preocupación haciéndose cada vez más palpable en su semblante—. Pues él es uno de los herederos de la que está encargada del agua. Mencionó su nombre pero yo... no lo recuerdo. Solía estudiar en mi anterior escuela, en Brooklyn, pero nunca le vi nada... fuera de lo normal.

Peter se acercó a mí, posando sus manos sobre mis hombros. Suspiró, tratando de mantener la calma; quizás para intentar transmitírmela, quizás para él mismo: —No importa, ya le preguntaremos a Elissa, eso da igual ahora, ¿de acuerdo? —Apartó un mechón de cabello que caía sobre mis ojos y me dedicó una sonrisa—. Te escucho, aquí estoy.

—Él también está detrás de mí, Pete. Ya no es solo Flammae. —Tragué en seco—. Cuando te fuiste de la casa de Liz me acorraló en la cocina. Supo que Elissa me había hablado de él, no sé cómo pero lo descubrió, y creo que eso es lo que más me aterra.

» Además... esto, —Llevé una mano hacia la ardiente marca de mi cuello—, no es buena señal. Recuerdo que Elissa me amenazó hace un tiempo, me dijo que mi cuerpo no estaba preparado para soportar estos poderes. Y tenía razón, la fiebre y los mareos de los primeros días solo fueron la primera parte.

» Los poderes están acabando conmigo; Flammae ni siquiera tendría que hacer nada, solo esperar.

El rostro de Peter permaneció congelado, pero fue unos segundos después cuando la realidad de la situación pareció abofetearlo con todas sus fuerzas. Una mezcla de pánico y otro par de emociones que no pude comprender se apoderó de su mirada hasta convertirse en una cruda expresión que pude detectar como furia, impotencia, algo que jamás había visto en sus ojos.

—¿Te tocó? —No respondí. En cambio, lo miré confundida; de todas las reacciones posibles, no me esperaba aquella pregunta—. Por favor, responde, Rae, —Pidió con una combinación de miedo y seriedad—, ¿te puso una mano encima?

—¿Qué importa lo que hizo o no? ¿Acaso te estás escuchando? Estoy aquí, contigo, a salvo, pero quizás... quizás no por mucho. —Fruncí el ceño, un tanto molesta—. Eso es lo que importa: Flammae y lo que le sucedió a Riley, Adler es el menor de nuestros problemas.

—Lo sé, lo sé... perdón. —Peter pareció volver a la realidad en cuanto escuchó mis palabras. Sus manos cayeron de mis hombros, ubicándose a cada uno de mis lados, sobre la mesada, como dos sacos de peso muerto—. Es que sé que puedo salvarte de todo lo demás, Rae. Llevo meses trabajando con Elissa, creo que estamos preparados para enfrentar a Flammae. Tengo que estarlo. Salvarte nunca ha sido una cuestión de suerte; no puedo perderte, así de simple. —Mi corazón se suavizó al ver la determinación en su mirada—. Pero Adler... —Suspiró—, siento que a él no puedo controlarlo. No sé nada de él, no he visto qué es capaz de hacer y... y a veces sien-siento que es demasiado, ¿sabes?

» Tengo miedo, Rae, de no poder protegerte. —Sus ojos se vieron cubiertos por una capa de lágrimas. Mientras tanto, la angustia se hacía cada vez más palpable en sus palabras—. Prometimos que no volveríamos a tener miedo, ja-jamás.

Apoyé mis manos en su rostro, acariciando sus mejillas con mis pulgares a la par que él aguantaba la respiración. Nos quedamos así un par de segundos, en silencio, admirando las diferentes tonalidades de café que había en cada una de nuestras miradas. Latido y latido se sincronizaron; los temores aún presentes, pero puestos como cicatrices que nos hacían más fuertes, no debilidades.

—También tengo miedo. Pero he aprendido que es algo normal... hasta el señor Stark ha pasado por esto, ¿lo entiendes? —No asintió, no se movió, pero supe que lo había comprendido de inmediato. Sabía también, sin embargo, que una parte de él se negaba a aceptarlo; era testarudo, quizás tanto como yo, pero sabía que al menos me estaba escuchando—. Y sabes que aprecio que quieras ayudarme, no sabes cuánto pero... son mis batallas, Peter. Déjame ganarlas sola.

» Ya he hecho trampa demasiadas veces; siempre eres tú quien me salva, no yo, y no podré sobrevivir si no soy capaz de hacerlo por mi cuenta.

Peter tomó mis muñecas con sus manos. No las apartó de su rostro, sin embargo, sino que las sostuvo con firmeza, manteniéndolas en contacto contra su piel y acariciando con una pizca de duda, como si no estuviera seguro de si lo estaba haciendo correctamente. La sombra de una sonrisa quiso extenderse sobre mis comisuras, pero las circunstancias me lo prohibieron.

—Si quieres usar esa lógica, de acuerdo. —Fue entonces cuando Peter finalmente quitó mis palmas de su rostro—. Entonces lo de allí afuera, lo de las armas, es mi batalla. Ya no usas el traje, no tienes que formar parte de esto, ¿no? —Hizo una pausa, como esperando a que dijera algo, pero me quedé callada—. Te enojaste, y sé que es porque te importo y porque me puse en peligro, ¡claro que lo entiendo! —Titubeando, sujetó una de mis manos—. ¿Tú entiendes por qué quiero protegerte?

» Son nuestras batallas, Rae. En Berlín, aquí, siempre ha sido así.

Una vez más, guardé silencio, apretando los labios en una fina línea. Tenía razón, no podía recriminarle nada cuando yo era la primera que saltaba a ayudarlo cada vez que tenía un problema, o me escurría entre sus asuntos como el Hombre Araña, asegurándome de que no se dejase apoderar por un par telarañas y un traje. Fui yo la primera que, silenciosamente, se había encomendado a protegerlo en cuanto había decidido hablarle en la azotea de mi edificio, la noche en la que obtuvimos nuestros poderes.

No era una cuestión de quién cuidaba más del otro, o cuál de los dos llevaba más peso sobre los hombros. Era problema de ambos, como equipo, tal y como había recordado minutos atrás.

—Y lo seguirán siendo —aseguré, asintiendo para mí misma—. Lo siento, yo... solo quiero hacer algo por mi cuenta. Siempre intento cuidar de Riley, de los demás, y mientras tanto tú cuidas de mí. Siento que ya me acostumbré a ello y... y temo que eso se convierta en dependencia.

—May siempre me ha dicho que... —Se detuvo por un momento, como intentando recordar cuáles eran las palabras exactas—... que necesitar ayuda no es lo mismo que ser dependiente, linda. Y lo harás, acabarás con Flammae por tu cuenta, porque eres capaz de hacerlo sola. Eres maravillosa y-y creo en ti, pero tu vida está en riesgo, Rae, literalmente... —Tragó en seco—. No puedo fingir que nada está pasando cuando soy uno de los pocos capaces de ayudar. Aún tengo que hablar con Elissa sobre la nueva táctica que vamos a usar para atrapar a Flammae y yo–

—Gracias, por todo —interrumpí, colgándome de su cuello en un movimiento rápido. Durante los siguientes segundos sentí cómo Peter aproximaba sus manos hacia mi espalda baja para finalmente abrazarme con confianza, escondiendo su rostro en el hueco entre mi cuello y mi hombro—. Mañana nos preocuparemos por lo de Flammae, hablaremos con Elissa y...

—Y todo saldrá bien —completó contra la piel de mi cuello—, lo prometo.

—Todo saldrá bien —repetí en medio de un suspiro—. Solo... quiero descansar.

Cerré los ojos, enterré mis manos entre las suaves hebras del cabello castaño y me perdí en el momento, en sus brazos, con la fría mesada de mármol acariciándome la espalda y la tela del traje de Peter causándome cosquillas en aquellos huecos de piel que el vestido no cubría.

Me sentía en calma, con una paz interior que pocas veces había alcanzado a lo largo de mi vida. Una punzada de preocupación seguía atacándome el estómago, aquella que me recordaba que aún estaba ocultando el hecho de que había descubierto que Jonas trabajaba para unos traficantes de armas sobrenaturales y que, por otra parte, el chico que tanto quería se desvanecía poco a poco en una personalidad que no era la suya.

Sabía que no tenía la fuerza de voluntad ni la valentía suficiente como para sacarme ambas cosas del pecho. Sin embargo, mi alma reclamaba deshacerse de una de ellas, de hacer un avance en aquella red de secretos que, sentía, se había apoderando de mi día a día.

Y lo haría, aunque mi decisión no dejara en un completo descanso a mi consciencia.

—Sé que la razón por la que te fuiste de la fiesta no fue por lo de las armas, Peter. La explosión ocurrió después. —Sentí que Peter se tensaba ante mi tacto; la presión de sus dedos sobre mi espalda haciéndose más firme, su mandíbula apretándose cerca de mi cuello y su postura endureciéndose—. No tienes que demostrarle nada a nadie, ni a Flash, ni siquiera a mí... —Acaricié su nuca, logrando así que sus músculos se relajasen—. Eres asombroso con y sin el traje.

» Después de todo, —Sonreí antes de soltar las palabras—, soy la novia de Peter Parker, no del Hombre Araña.

Levantó la cabeza. Me miró, inundó mi alma como siempre lo había hecho. Se acercó, me acerqué, nos envolvimos en un beso a partir de un pequeño y tímido roce de labios, de aquellos que son sedientos y que tanto se necesitan, que te queman de la manera más dulce e inocente posible. Y en el sabor de su lengua, entre la suavidad de sus finos labios, supe que las nerviosas caricias que me proporcionaban sus manos no eran más que una silenciosa señal de que me agradecía por creer en él, pero que, a pesar de todo, no estaba convencido de ser suficiente sin su traje; sin esos dispensadores o la máscara que había dejado sobre la mesada, o sin las telarañas y los guantes.

No hablé, no dije nada. Ni siquiera sentí la usual decepción que me embargaba cada vez que Peter se negaba a escuchar mis súplicas  cuando le pedía que viera el mundo más allá del Hombre Araña. Solo necesitábamos protección, y romper aquel santuario que tanto habíamos tardo en construir me parecía algo más cruel que un simple pecado.

Aquella noche, Peter Parker y yo crecimos como nunca antes. Los errores, los secretos  y los miedos seguían presentes, pero éramos otros, diferentes a los niños emocionados y nerviosos que lucharon en aquel aeropuerto de Berlín. Pronto, quería creer, el crecimiento sería mayor, y todos aquellos defectos —si es que así podía llamárselos— desaparecerían de una vez por todas.

«Y estaremos a salvo», pensé, pero una parte de mí me decía que estaba equivocada.

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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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Quisiera saludarles, bellos lectores, pero después de ver Endgame no tengo ni idea de qué hacer con mi vida. Es el mejor cierre para esta era del UCM; es arte puro, y no puedo esperar a que más gente la vea para dar mi opinión.
(Por favor, no digan spoilers en los comentarios por el bien de quienes no han visto la película, de lo contrario me veré obligada a borrar esos comentarios)

En fin, ¿cómo están, bellezas? ¿Qué tal les ha ido en los últimos días? ¡Aquí les traigo un nuevo capítulo!

Este capítulo es un poco más relajado que los demás: una especie de relleno tierno, podría decirse. Cuando estuve releyendo las últimas partes de esta historia me di cuenta de que estaba metiendo demasiada trama a la vez; descubrimientos, secretos y muchas sensaciones, pero nunca me detuve a que Peter y Rae (cuya relación es uno de los mayores enfoques) desarrollaran su relación en base a eso.

«Superstición» es una historia de crecimiento, de fracasar en el intento pero luego dar cien mil pasos hacia la madurez, y se me estaba olvidando esa pequeña parte. Por eso me he inspirado y les he regalado una larga charla, además de una breve escena con mi amado Tony Stark (que además puede verse en Homecoming, aunque quise desarrollar un poco la relación de Tony y Rae).
Peter y Rae están pasando por un momento duro, apenas se están dando cuenta de la verdadera gravedad que trae el asunto de Flammae y tienen la cabeza metida en otras cosas. ¡Era momento de que abrieran un poco los ojos! Aunque, créanme, aún les falta mucho; son unos pequeños tontos, pero también son como mis bebés.

¿Les ha gustado? ¿Se nota demasiado que la inspiración me vino verdaderamente en la segunda parte del capítulo y que fue la primera que escribí? xd

Además, este capítulo está dedicado a florchuguzman, quien no falla en darme todo su amor en lo que a apoyo se refiere. Muchas gracias, linda.

He de decir también que he hecho una remodelación completa a «Superstition» y he añadido gráficos de los que trato de sentirme orgullosa. Llevo mucho tiempo trabajando en ellos (como los que puse en el principio del capítulo, por ejemplo) y me gustaría saber su opinión. Si gustan, échenle un vistazo rápido al apartado de los volúmenes, el epígrafe, la sinopsis y todas esas partes que no son exactamente capítulos, pero que contribuyen a completar la historia.
¡Díganme su opinión en los comentarios!

PREGUNTA:
Sé que ya les he preguntado esto antes, pero ahora que la historia está mucho más avanzada este asunto me está matando de la curiosidad. ¿Cuál ha sido su capítulo favorito de «Superstición» hasta ahora? ¿Por qué? ¿Por la escritura o por los sucesos?

Bien, eso es todo, linduras. Solo me queda agradecer porque ya estamos apunto de llegar a las cincuenta mil lecturas y hemos superado los cinco mil votos; no podría estar mas feliz (aunque sigo emocionalmente inestable por Endgame lmao) y... bueno, los quiero mucho, creo que para este punto justificar mi falta de actualizaciones y de atención a los comentarios (aunque los he leído todos, y siempre lo haré)es inútil: falta de tiempo, y el hecho de que ustedes me hayan brindado tanto apoyo con eso me hace más que feliz.

¡Hasta luego, linduras! ¡Muchas gracias por todo, absolutamente todo!

Es el cierre de esta etapa del UCM, pero a Peter y a Rae les espera mucho más.

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