Los preparativos de la boda habían empezado casi un mes después de esa charla. Rosé se sentía feliz otra vez.

Jennie se mostraba más cariñosa, no se despegaba de Rosé cuando volvía del trabajo y no le reclamaba por nada. Tal vez ella también estaba feliz.

Pero no todo el color de rosa en la vida.

- ¿Jen? - pregunta Rosé mientras ven una película en su habitación.

- Dime.

- ¿Cómo sabías... que Yoorim estuvo aquí esa vez?

Jennie se tensó, Rosé lo notó.

- ¿Por qué te interesa? - Muy bien, Jennie, hazte la idiota.

Espera, lo eres.

- Curiosidad.

- Bien...- Jennie apagó la película, sabía que luego de sus palabras probablemente iniciara otra discusión.- Instalé cámaras en casa.

- ¿Qué? - Rosé no podía creerlo, ¿hasta ese punto estaba obsesionada con el control de todo?

- Lo hice hace algún tiempo, puedo ver todo desde mi oficina.- lo peor era el descaro y la tranquilidad con la que lo decía.

Rosé se enojó, comenzó a gritarle que no tenía porqué controlar su vida y que merecía algo de privacidad. Jennie, por supuesto, no estuvo ni cerca de sentirse culpable.

La tomó del cabello y caminó hasta la salida de la casa, golpeando una que otra vez a Rosé para que se quedase quieta.

Luego la tiró afuera y cerró la puerta.

- ¡Vete a la mierda sí tanto te molesta!