⠀⠀⠀⠀⠀⠀O12.

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𝖢𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖽𝗈𝖼𝖾.𝅄✦⸱࣭
𝖠 𝗆𝖾𝗇𝗎𝖽𝗈 𝖾𝗅 𝗌𝖾𝗉𝗎𝗅𝖼𝗋𝗈
𝖾𝗇𝖼𝗂𝖾𝗋𝗋𝖺, 𝗌𝗂𝗇 𝗌𝖺𝖻𝖾𝗋𝗅𝗈, 𝖽𝗈𝗌
𝖼𝗈𝗋𝖺𝗓𝗈𝗇𝖾𝗌 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗆𝗂𝗌𝗆𝗈 𝖺𝗍𝖺𝗎́𝖽.
▬ 𝖠𝗅𝗉𝗁𝗈𝗇𝗌𝖾 𝖽𝖾 𝖫𝖺𝗆𝖺𝗋𝗍𝗂𝗇𝖾.




Toc, toc, toc.

Escuché cómo tocaban la puerta de mi habitación a lo que permití que pasaran, la cabeza de mi abuelo se asomó por detrás de la puerta con una gran sonrisa por lo que tuve un ligero presentimiento sobre lo que se trataba.

— ¿Qué noticias traes? —pregunté dejando el bolígrafo sobre el cuaderno.

El abuelo me extendió una invitación con un sello floral, fruncí el ceño al suponer de quién provenía.

— ¿Para eso pidió tanto dinero, para su boda con el drogadicto? —gruñí, tirando la carta a la basura —. No iré, ustedes verán si van.

Koinu, por favor, ve con nosotros así sea a la ceremonia. —pidió, sentándose en la orilla de la cama mientras yo lo observaba desde la silla del escritorio.

Miré al suelo, dudosa ante lo que tenía qué hacer, no podía jamás decirle que no ante una petición de mi abuelo: el señor que me lo había dado todo, que era mi figura paterna más cercana y quién me ponía a mí antes que a él. Siendo sincera, tenía más cariño por obaa chan que por la abuela.

— No lo sé abuelo, no creo que sea buena idea. Sabes que Leslie y yo nunca nos hemos llevado bien...Ella cree que soy de mal augurio. —suspiré mirando al abuelo.

— Pero ya maduró. Ella me llamó por la mañana diciéndome que quería que fuéramos a su boda, incluyéndote. —confesó llenando de sorpresa todo mi cuerpo.

Leslie nunca antes me había invitado a ninguno de su cumpleaños, ni siquiera cuando éramos seres llenos de inocencia. Su padre siempre fue un bastardo que sintió envidia por el mío —solo por atraer más a las chicas y por tener talento—, por ende Leslie también era así conmigo, solo que ella prefería humillarme y hacerme sentir menos. Me extrañaba mucho que ella haya decidido invitarme a su boda, desde que éramos adolescentes ella hablaba sobre su gran boda y que nunca me invitaría, ¿Porqué cambió de opinión?

— No lo sé, abuelo. Ella debe de estar planeando nada bueno para mí. —hablé, mirando la tarjeta floreal.

¡Nos casamos y estás invitado!

LESLIE
Y
  LEONARDO

Es un día muy especial para nosotros,
nos hace mucha ilusión que
estés ese día acompañándonos.

Te esperamos el
18 DE OCTUBRE DE 2009
—a las 14:00pm—
EN LA PARROQUIA SAN FRANCISCO

A continuación, lo celebraremos
en el hotel DoMour.

VALIDO PARA (2) PERSONAS.

Volteé el sobre y me encontré con mi nombre escrito con la letra cursiva de Leslie.

PARA MI PRECIADA PRIMA
MIRANDA SATŌ.

— Quiere hacer las pases contigo e invitarte a su boda demuestra de que es así. Vamos, niña, sé que tu prima no planea algo malo. Olvida el pasado y vive el presente. —dice el abuelo.

No sabía qué hacer, no creo poder olvidar tan fácil las burlas que me había hecho Leslie Satō. En esos momentos no podía darle una respuesta positiva al abuelo, estaba confundida y en mi mente solamente divagaba los recuerdos humillantes.

— Lo pensaré.

Determiné lanzando la tarjeta sobre el escritorio, agarrando el bolígrafo y dándole la espalda a Obaa chan para continuar con el trabajo, dando a entender que no continuaré con el tema de la boda.



⠀⠀⠀⠀⠀⠀— ¡ASH! ¡CUÁNTO ODIO LAS semanas de exámenes! —farfulló Dalilah, tirando los tres libros gordos sobre la mesa de la cafetería.

— No eres la única. —dijo Augustus dándole una mordida a su empanada sin despegar la mirada de su cuaderno que estaba repleto de resaltadores.

—  Ash, me duele la mano de tantos apuntes que hice. —dije, soltando mi bolígrafo y abriendo y cerrando mi mano para pasar el calambre que estaba teniendo.

— Deberías de tomar un descanso. Llevas ya tres horas estudiando y sin parar. —dijo Augustus, finalmente despegando la mirada de su cuaderno y teniendo los ojos llenos de ojeras oscuras e irritados.

Por un momento me había quedado sin palabras, observé a cada uno de mis amigos y me di cuenta cuán demacrados nos veíamos, estábamos peor que los zombis que describen en las películas.

— Creo que todos necesitamos un descanso. Podemos sufrir un colapso como lo tuvo Valentine Baek el semestre pasado.

Valentine Baek llegó a convulsionar en pleno examen final por sobre exigirse, aunque bien la materia que estaba presentando lo exoneró del parcial no todas hicieron lo mismo y tuvo que repetir las materias.

Todos estuvieron de acuerdo después de recordar la tragedia de Valentine por lo que fuimos a la cafeterías del campus, la cuál se encontraba casi que vacía, ya que la mayoría de los estudiantes se encontraban en la biblioteca matando sus cabezas para los parciales.

Erika fue por unas bebidas mientras Dalilah, Augustus y yo nos acomodamos en las meses.

— No he dormido en dos días por intentar hacer el maldito edificio que pidió Alejandro. —se frustró Dalilah, tirando su cabeza sobre la mesa.

— Yo ando igual. He puestos las cuadrículas en todas las posiciones posible y siempre termina el dibujo con el mínimo error. —bostecé al finalizar.

Al minuto llegó Erika con una bandeja llena de pura cafeína, chocolate y todo lo que nos podría brindar energía por más tiempo.

— Casi que le pido a Amelia que me entregue la cafetera. —comentó dejando la bandeja sobre la mesa y repartiendo a cada uno su café.

— Yo no quiero, recuerden que el café me da más sueño todavía. —rechazó Augustus, aún así aceptó el chocolate.

No tardamos mucho en tomarnos el café, yo me encargué de tirar la basura mientras ellos se adelantaban a la biblioteca. Dejé la bandeja a un lado y mientras me daba vuelta me tragué un grito de susto.

Frente mío se encontraba Alice Cullen, acompañada de su aura oscura y pesado, cosa que poco a poco hacia sentirme mareada y débil.

Su piel pálida se convirtió en viscosa con partes de la piel desprendida de sus huesos, sus sienes tenían quemaduras como si hubiera recibido electrochoques en esa aérea, mantenía una sonrisa amplia como si su mente no estuviera estable.

— ¿Qué necesitas, Alice? —me armé de valor para preguntarle.

— Nada, solamente quería hablar contigo. Eres muy linda, pero me imagino que ya lo sabes. Mi hermano es muy afortunado al estar a tu lado. —comentó, con una sonrisa en su rostro y con cierta inquietud en su cuerpo al hablar.

— Gracias. —respondí, con una mirada gélida y evitando el contacto visual.

Intenté rodearla, pero inmediatamente me lo impidió como si fuera algo que ya veía venir.

— Solo quiero que seamos amigas —confesó con su característica voz dulce—.  Espero poder verte el domingo y ya no huyas más al verme.

Asentí antes de retirarme y esta vez ella no lo impidió.

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