⠀⠀⠀⠀⠀⠀OO4.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng











𝖢𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖼𝗎𝖺𝗍𝗋𝗈. 𝅄✦⸱࣭ ִֶ
𝖫𝖺 𝗀𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗉𝖾𝗋𝗌𝗂𝗌𝗍𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖼𝗈𝗆𝗂𝖾𝗇𝗓𝖺
𝗌𝗎 𝖾́𝗑𝗂𝗍𝗈 𝖽𝗈𝗇𝖽𝖾 𝗈𝗍𝗋𝗈𝗌 𝗍𝖾𝗋𝗆𝗂𝗇𝖺n
𝖿𝗋𝖺𝖼𝖺𝗌𝖺𝗇𝖽𝗈.
▬ 𝖤𝖽𝗐𝖺𝗋𝖽 𝖤𝗀𝗀𝗅𝖾𝗌𝗍𝗈𝗇








⠀⠀⠀⠀⠀⠀ME ENCONTRABA SENTADA en el césped del campus, observando con encanto las hermosas flores que habían despertado finalmente. Comencé a jugar con la manzana verde lanzándola de arriba abajo mientras la atrapaba en su descenso, me confundí al no volver a recibirla y miré hacia arriba en busca de la causa: era August que me miraba con una sonrisa traviesa.

— Adivina quién hará una fiesta en su casa el sábado. —habló con una emoción en su voz.

Sonreí de lado y atrapé la manzana cuando me la devolvió.

— El único que conozco que hace fiesta casi todos los fines de semana eres tú. —respondí, sabiendo lo fiestero que era August.

— Ay, tampoco, solamente lo hago de vez en cuando —rió entre dientes—. Pero sí, estás invitada a la súper fiesta del espectacular August Hart.

— No sé para qué la invitas si sabes que rara vez asiste. —comentó Dalilah llegando a nosotros junto a Erika.

Me levanté del césped para estar a la altura de los tres y no sentirme intimidada por la diferencia.

— Es cierto lo que dice Dalilah. Sin ofender, Miranda. Pero sabemos los tres que ella poco asiste a las fiestas. —habló Erika, para después estar bajo la atención de los tres chicos.

Me encogí de hombros aceptando la verdad de las palabras de las chicas. Era una chica que muy rara la vez asistía a la fiestas que organizaban los universitarios, más que todo por la pereza que me daba para arreglarme y trasnocharme, pero también porque mi abuela era nerviosa y las veces que asistía a una fiesta ella se quedaba despierta para esperarme; no me gustaba que mi nana se trasnochara por mi culpa.

— No estoy segura, chicos. Los tres saben cómo es mi abuela y que no me gusta hacerle pasar una mala noche por mi culpa. —dije, observando un destello de tristeza en sus energías. Resoplé y miré al césped.

Una parte de mí amaba bailar y pasar tiempo con mis amigos, sentir que estaba aprovechando mi juventud y cómo mi cuerpo se empapaba de buenas energías.

— ¿Y por qué no hablas con tu Nana? Quizás esa noche ella no te espere despierta. —supuso Dalilah.

— Intentaré hablar con ella —miré mi reloj plateado que tenía en mi muñeca y me di cuenta que se estaba haciendo tarde para ir a clases —. Los veo después, mis nenes. Llegaré tarde a Anatomía.

Los chicos se despidieron de mí y bajé la colina casi a tropiezos por andar corriendo. A lo lejos pude ver a Edward, quien me miraba divertido y me saludó con una mano, cosa que, sorprendentemente para ambos, devolví.



⠀⠀⠀⠀⠀⠀DEJÉ MI CUADERNO A un lado de Hachiko que dormía cómodamente en mi cama llenándola de su pelo dorado. Me coloqué mis pantuflas y llegué a la cocina para agarrar a tiempo el teléfono de pared que no paraba de timbrar.

¡Por fin contestan! —escuché decir a mamá del otro lado de la línea.

— Lo lamento, mamá. Estaba haciendo un trabajo de la universidad y no escuché el teléfono timbrar, pero hola para ti también, mami.

Escuché cómo mi madre suspiró; — Hola, cielo. ¿Cómo vas?

— Diría que bien para no preocuparte, pero mi sinceridad me mataría por mentirte así que te diré que mal porque últimamente los fantasmas no han parado de aparecerme.

— Sí, eso me contó tu abuelo, por eso te mandé unos objetos que te protegerán, creo que hasta más fuertes que te envié hace unos meses.

— Gracias, mamá. Estaré al pendiente para recibirlos.

— ¿Qué tal te va en la universidad?

— Bien, dentro de unos días harán la semana cultural. Ah, y August me invitó a otra fiesta.

— Ese muchachito sí hace fiestas, no entiendo cómo sus padres se lo permite. —escuché que gritó mi padre, a lo que supuse que tenían el teléfono en altavoz. Me reí por eso.

— ¿Vas a ir? —preguntó ahora mi madre.

— No estoy segura, ya sabes que la abuela se trasnocha cuando salgo a fiestas.

— Ella hacia lo mismo cuando tenía tu edad —resopló mi madre—. Deberías de ir, Miranda, ya sabes, para que te desestresarte. Yo hablaré con tu abuela para que se duerma temprano.

— Está bien, mami. Gracias. Espero verlos pronto.

Mi madre respondió con un “Yo igual” y enviarme el sonido de un beso antes de colgar.



⠀⠀⠀⠀⠀⠀PASÉ LA HOJA DE LA revista de moda, admirando cada detalle de un conjunto que amé, suspiré enamorada e intenté olvidarme de aquél conjunto floreado.

— Tienes unos excelentes gustos. A Alice y Rosalie les caerías muy bien. —comentó un chico que se sentó a mi lado, era Edward Cullen, mirando con sus grandes —y para nada comunes— ojos dorados.

— Lo sé, que sea de bajo recursos no significa que me vista mal o que tenga pésimos gustos. Lo lamento, la pobreza no es como se la pintan ustedes los ricos — respondí, estando en una defensiva que, ciertamente, me esperaba por la presencia de energía negativa. Edward arqueó una ceja estando confundido por mi comportamiento —. Lo lamento, no quería sonar así de grosera.

El cobrizo rió dándome la señal que no había problema alguno.

— ¿Qué haces aquí? —me preguntó, aligerando de, cierto modo por su voz y acento anticuado, el ambiente que había formado por mi culpa.

— Estoy acompañando a mi abuelo a su terapia. Supongo que tu padre te ha comentado que tiene un problema en la rodilla así que necesita tratamiento. —El chico Cullen asintió, confirmando mis palabras.

Edward estaba por hablar pero fue interrumpido por la puerta abriéndose de la oficina del Doctor Cullen, de ahí salieron mi abuelo y el guapo doctor, ambos riéndose.

— ¿Cómo te fue, obaa chan? —pregunté, llamándolo en japonés, ya que mi abuelo era nativo japonés.

— Tu abuelo mejora cada día, pero también espero que siga haciendo sus ejercicios en casa. —respondió el ángel médico.

Por un momento, cómo era usual, me quedé perpleja admirando la belleza del médico, milagrosamente, él era el único de los Cullen que mantenía un aura más suave a comparación de sus hijos, pero ligeramente también observaba la risueño —porque se estaba burlando de mí en ese momento— Edward.

Una vez que recuperé mi conciencia, hablé; — Sí, mi abuela y yo nos encargamos que cumpla con sus ejercicios matutinos.

— Pero también porque yo soy un anciano muy responsable, doc. —dijo el abuelo.

Carlisle sonrió, tenía una sonrisa genuina e inocente.

— Está bien, espero que así sea. Los veo la otra semana. Edward, acompaña al señor Satō y a la señorita Miranda a la salida. —pidió el doctor, Edward asintió.

— En realidad, no era necesario que nos acompañaras, Edward. —dije, yendo a unos pasos atrás que mi abuelo.

— Lo sé, pero quería pasar más tiempo contigo. —admitió Edward.

Sonreí de lado y sintiendo como mis mejillas se sonrojaban.

— Qué encantador. No sabía que eras tan bueno coqueteando. —Edward se rió entre dientes.

— Y no lo soy, Miranda, solamente estoy siendo sincero. —dijo, a lo que yo me encogí de hombros.

— Eso espero, porque sería muy descortés de tu parte coquetear sin conocerme. —hablé ahora yo con sinceridad.

— En ese caso esperaré a conocerte. —dijo, arrancando con delicadeza la flor más hermosa de un arbusto a la entrada del hospital y, posteriormente, entregarmela.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro