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「 ϙᴜɪᴇɴᴇs sᴏᴍᴏs ɴᴏsᴏᴛʀᴏs 」




Cuando la noche cae y la luz del sol se esconde, las sombras de la oscuridad parecen tomar forma a nuestro alrededor y las palabras de Winston invaden mi mente, me atormentan y hacen caos en ella.

Los pasos se me vuelven pesados, el aire parece detenerse y siento que a mis pulmones les cuesta respirar. El peso sobre mis hombros es cada vez mayor. Las pocas lágrimas que he soltado se esfumaron hace horas y finalmente, echando la cabeza hacia atrás, me doy cuenta de que hemos llegado lejos. Más lejos de lo que nos proponíamos en un principio.

Observo a todo mi equipo, que caminan cabizbajos, apenados, desolados. Toda esa mezcla de infinitas emociones se reflejan en sus rostros y me siento terriblemente culpable; pienso en que si las malditas puertas se hubiesen cerrado más deprisa, las cosas habrían sido muy diferentes.

Winston estaría vivo, y aunque estuviéramos perdidos en esta arena maldita y eterna, al menos estaríamos todos juntos. Sin embargo, sin ánimos realmente de dejar caer a mis amigos por la desesperación y desolación, doy la opción de descansar y agradezco que todos me hagan caso.

Claro que, no me esperaba que del grupo de Minho, ellos pidieran la aceptación de mi mejor amigo. Sólo cuando asiente algo desganado, es que hacen caso a mi petición.

Se me olvida que probablemente la mayor parte del tiempo en los juegos, Minho se había convertido en su líder y que no pensaban hacerme caso a mí, al menos por el momento, solo por disponer de mi propio equipo.

Aprovechando entonces que el resto parece ensimismado en revisarse las suelas de los zapatos, en comprobar que no les sangran las plantas de los pies, o simplemente secándose el sudor de sus frentes, me devuelvo sobre mis pasos para comprobar que no hay moros en la costa. Que no nos sigue nadie, y que estamos a salvo.

Aunque eso era decir mucho en nuestras circunstancias actuales.

Pero ahí fuera, plantado enfrente de un montón de arena y de completa soledad, siento que mis hombros tiemblan. Me siento más perdido que nunca, y no sé qué demonios hacer.

¿Lizzy también estaba en los juegos? ¿Estaría ya muerta, qué habría pasado con ella? De solo pensar en lo dicho por Minho días atrás, mi corazón se estremecía con fuerza. Ella lo era todo para mí, incluso antes que mis padres. Mi deber era protegerla y si de verdad, por algún caso, la había perdido en estos juegos... Bueno, no me lo perdonaría nunca.

«Cuida de mamá», me invade de pronto la voz melódica de mi hermana. Eso me lo dijo una vez antes de los juegos, cuándo éramos más pequeños. Habíamos pasado una mala época, incluso con la ayuda de Minho resultaba difícil conseguir un pan para compartir entre los cuatro.., Mi hermana quiso hacer una locura. Me dijo eso cuándo planeaba venderse a los agentes de la paz y desparecer de nuestras vidas, según ella, para darnos una salida.

Obviamente yo no se lo permití. Le dejé en claro que si la perdíamos, no habría ninguna razón más en casa para sobrevivir un día más y, aunque algo me dijo que no se lo creía, no volvió a soltar nada parecido nunca más. Por suerte, días más tarde los del Capitolio mandaron ayudas a nuestro Distrito, con la excusa de que necesitaban a hombres y mujeres fuertes para recolectar más carbón y demás metalurgias de las minas.

Más que nada porque la gente de mi Distrito se moría en los lugares más oscuros y profundos de las minas y perdían gente por ello, así que suelo pensar que en realidad tuvieron algo de compasión. Aunque suene increíble hasta de solo imaginárselo.

Recuerdo sus rizos rubios y su pequeña sonrisa de ardilla y estoy seguro de que ella no podría soportar estar en los juegos. Me seco entones los rastros de lágrimas y mientras afianzo mi agarre alrededor de la insignia de oro que cuelga de mi camisa, me prometo a encontrarla. Sea como sea, tampoco voy a permitir que sigan haciendo daño a las personas que quiero.

Un silbido llama mi atención y al darme la vuelta, descubro que es Heather. Parece haberme dado espacio, quizás sabiendo que estaba aventurado en mis propios pensamientos y que no tenía realmente ánimos de hablar con nadie. Cuando asiento con la cabeza, se me acerca con algo en sus manos: es una muda de ropa.

Me tiende una chaqueta oscura y una bufanda, con una ligera sonrisa. Y ahora que la veo un poco mejor, me sorprende la facilidad con la que parece haberse acostumbrado bastante a la situación actual. Lleva el cabello suelto, con algunas trenzas caídas e imperceptibles. Algunas dagas en el cinto de su vaquero y una chaqueta de cuero (totalmente del estilo de Ethan y de ella) cubre sus finos hombros. Verla así, no relajada como en el "refugio falso" me hace cavilar un pequeño instante en que los juegos siempre permanecen con uno.

Nunca se podrán dejar atrás, por mucho que uno quiera.

Mientras dejo mi mochila en el suelo, me cubro con la chaqueta que me tiende —teniendo cuidado de no tirar la insignia por accidente— y la bufanda me la enredo lo mejor posible alrededor del cuello. Sin embargo, ella se ríe suavemente y mi ceño se frunce.

—¿Qué pasa? —pregunto, incapaz de entender a qué se debe su expresión infantil.

—De verdad que a veces no pareces el chico que salía en las entrevistas y que deslumbraba a todo el mundo. —Los recuerdos del juego me amargan, aunque si hecho en falta un poco al bueno de Caesar Flickerman.

Era bueno con los tributos de los distritos.

—¿Recuerdas la vez que nos encontramos en los primeros juegos y me hiciste un corte en el cuello? No te comprendía para nada en esa época, y no podía imaginarme siendo compañeros ahora. —Ella vuelve a dedicarme una de sus extravagantes sonrisas pero mantiene el silencio.

Y entonces, a sabiendas de qué probablemente no tenga otra momento para mencionarlo, suelto: —Tú me ayudaste en los primeros juegos. Ese silbido tuyo... Me ha salvado la vida muchas veces. ¿Por qué lo hacías?

Ella baja la mirada, la esconde tras esos mechones largos oscuros y de verdad que me pregunto qué podría haber visto esa chica en el que yo era hace tan solo dos meses atrás.

No insto a que hable, no la presiono.

Y entonces Heather lo agradece y finalmente descubre la verdad.

—No podía dejarte morir. Yo sabía que Thomas había pagado a Ethan para que te protegiera, pero... Eso no tenía nada que ver conmigo. Para mí siempre ha habido una razón de peso, siempre he visto algo en ti que me hace pensar que no todo está perdido si tu sigues de pie, ¿tiene algún sentido para ti?

Asiento con la cabeza, sin dudarlo dos veces. Puedo ver su honestidad y de alguna manera, no me siento esta vez presionado cuándo indirectamente me acaba de decir que todo depende de mí. Es más, me siento tranquilo porque sé que soy yo el que lleva esta carga.

—Pues... Muchas gracias por salvarme todas esas veces, Heathy.

Y ella sonríe, estirando sus mejillas e incluso en la penumbra oscuridad, puedo ver que sus ojos brillan con agradecimiento. Es suficiente para que me recomponga y de la mano, nos devolvemos con paso rápido con los demás.

Hablando de ellos, han hecho una especie de acampada alrededor de un fuego a base de alguna mudas de ropas y por lo que veo, acentuado con las cerillas de la mano de Rose. La chica pelirroja guarda la cajetilla en su propia mochila, mientras Vincent, el chico de cabellos claros, le suelta algo en su oído.

Esta se ríe y eso me hace pensar un poco en lo mucho que se parecen a Ethan y Heather, quien ahora mismo esta última, se ha ido a encontrarse con una Brenda que parece estar enfrentándose con Jace, el chico del Distrito 4 (por lo mencionado anteriormente). Minho no parece estar realmente interesado en esa pelea de gallos ya que está echado en una esquina y mordiendo un poco de cecina. Pero por lo que a mí respecta, no puedo dejar que haya tensión en los grupos.

No si la única manera de sobrevivir para nosotros es permanecer juntos.

Heather agarra el brazo de Brenda, justo en el momento en el que Jace se inclina sobre ella. Yo me acerco por detrás, fijándome en que la mayor parte de los chicos o no ponen atención, o no les interesa realmente. Como le pasa a Minho, o a Madi que está entretenida acariciando el colgante copia de la insignia parecida a la mía.

—Primera regla que aprendéis de mí. —Y Brenda le sonríe, atrevida como ella sola—. Mantened la boca cerrada. No estoy para escuchar vuestras estupideces sobre quién debe mandar aquí, o no. Si Minho o Newt no lo hacen, el siguiente soy yo, por supuesto.

Brenda parece estar a punto de responderle con algún comentario mordaz, pero Heather se adelanta con una mano en su cadera.

—A mí me parece que la siguiente sería yo. Tengo más experiencia que cualquiera de aquí, guapito de cara. —Entonces el chico amigo de Minho muestra una sonrisa llena de sorna, y nos sorprende Ethan.

Sale de la nada y su rostro es serio cuando se dirige a la chica del 4.

—Si llega ese caso, sólo podrías en riesgo tu vida. Sabes que no podría verte así.

A mí me dan ganas de rodar los ojos de sólo pensar en lo fácil que les resulta imaginar que Minho o yo desaparezcamos de escena. De todas maneras, la tensión parece aumentar cuándo Heather adelanta a Brenda, y habla enfrente de Jace. Pero todos sabemos que se dirige hacia Ethan.

—No me importa tu opinión en respecto a este tema, Ethan. Si no estás de acuerdo, en caso de que llegue una situación similar y me toque ponerme delante del grupo... entonces no eres bueno para mí. —Y por la expresión que pone Ethan, además del tono grave de la chica, parece que de verdad le ha dolido.

Sin embargo, sé que el chico es exactamente igual a Heather, e intento detenerlos antes de que todo empeore o se hagan más daño.

—Chicos, venga. Esto es en un caso hipotético, porque no pienso desparecer hasta asegurarme de que estéis todos a salvo. Mantened la calma... —Pero Ethan no escucha y habla con el ceño fruncido.

—Entonces a lo mejor tienes razón. Si no soy bueno para ti por querer protegerte, no deberíamos seguir con esto más tiempo. —Y entonces sé lo que viene.

Heather le dice «Pues entonces se acabó», y regresa por dónde habíamos venido, seguida de una Brenda que me mira afectada. Entiendo que momentos estresantes como este, sólo hacen que las relaciones caigan, se fracturen y que desaparezcan. No voy detrás de ellas, porque hay que darles tiempo y conociendo a ambos como lo hago, sé que se arrepienten.

No tardarán en arreglarlo, lo sé.

—¿Te sientes mejor? —Escucho a Isabelle decirle a Ethan en un lado apartado y los miro, dándome cuenta de lo mal que se ve mi amigo en ese momento.

—No, la verdad es que no —dice el otro y decido retomar las riendas en todo este asunto.

Por eso, relajo los hombros y dándole una colleja a Jace para que se siente con la boca cerrada, comienzo a recoger los trozos de cecinas de las mochilas de todos para repartir una pequeña parte a cada uno. Es la mejor manera de distraer la mente y calmar el ambiente.

Minho no la toma porque antes había cogido una propia, por lo que paso a la siguiente persona que es Dayana, quien me la acepta con una ligera sonrisa. Sigo pensando en lo misteriosos que son sus ojos y en lo mucho que se parece a Violet, quién me lo agradece con una sonrisa de ardilla y que hace que me recuerde a Lizzy.

Eso me causa un repentino bajón, que por suerte puedo ocultar bastante bien.

Luego le pido a Madi que lleve esas dos raciones a Brenda y Heather, que siguen apartadas, y ella se dirige corriendo hacia allí. Me resulta muy dulce que entre todos se mantenga todavía una cría tan pequeña; ¿si me recuerda a Chuck? Por supuesto.

Cuándo llega el momento de dárselas a los chicos del 3, que son los más apartados del alrededor de la fogata, el corazón me sube a la garganta. Lo veo allí, al chico que últimamente me ha hecho cruces la cabeza y que hace que todo me dé vueltas.

Todavía no sé si en el buen sentido.

Teresa agarra su parte de la cecina un poco enfurruñada, y la mastica con movimientos más agresivos de lo normal. En cambio, cuándo paso a Thomas, descubro que este lleva mirándome desde hace rato.

Las manos me sudan cuándo le paso la parte de su comida. Nuestros dedos chocan, siento que un escalofrío me recorre de pies a cabeza, y no puedo evitar pensar en todo lo que ha pasado entre nosotros en los últimos días.

La pelea, el beso, el recordatorio de que pagó a Ethan para protegerme, el beso... Agh, maldita mente. Lo maldigo una y mil veces internamente al ver que me obliga a posar la mirada en esos labios que tanto recuerdo.

—Newt, eh... —Pero antes de que me hable, me largo en volandas.

No estoy listo todavía, no puedo hacer frente a esto ahora, pienso mientras me siento al lado de Minho y me niego a comer algo. Acaricio mi pierna izquierda, observando cómo todos comen en silencio y de verdad que no puedo dejar de cavilar ahora (borrando de la mente por el momento el tema con Thomas) en cómo voy a sacar a todos estos chicos de este miertero desierto.

Sigo acariciándome la pierna con cuidado, extrañado de que la molestia que apareció el día del derrumbamiento no se haya quitado todavía. No quiero preocuparme por eso, porque sería sumar otro problema a una lista demasiado larga.

Tal es el movimiento constante que reparto por ella que finalmente llama la atención de mi mejor amigo. Este coloca su mano encima de mí, calmándome al instante y vaciando mi mente. Siento el calor de su tacto al juntarlas encima de mi pierna izquierda, y aún me parece increíble que lo tenga a mi lado. Parece un sueño del que no quiero despertar.

De verdad que es cómo un soplo de aire fresco.

—Newt, ¿estás bien?

Y su voz, consigue entrar en el laberinto que es mi cabeza y ayudarme a encontrar la salida.

—No puedo estar bien teniendo en cuenta en dónde y cómo estamos ahora —admito un poco deprimido, y veo que me entiende más que cualquier otro.

No me dice nada, sólo afianza más nuestro agarre de manos y después sale Gally alrededor de la fogata, separándose de una Violet con quien parece haber hecho migas, para sentarse al lado de Minho. Eso me hace pensar por un momento en qué realmente ninguno de los dos ha tenido oportunidad de conocerse. Decido presentarlos aunque mi mejor amigo se niega a soltar nuestras manos todavía.

—Bueno, creo que de todos, sois los únicos que no he visto entablando ningún tipo de conversación. Así que, Gally —le menciono, señalando a Minho con mi mano libre y una sonrisa—, te presento a Minho, mi mejor amigo y la persona que me ha cuidado en el 12 desde... bueno, desde siempre por decirlo de alguna manera.

Minho y él estrechan manos (mi mejor amigo obviamente la que tiene libre) y se embarcan en una conversación amena en busca, sobre todo por el de descendencia asiática, de saber cosas interesantes del Distrito primero. Gally parece cómodo y habla abiertamente sobre qué en su antiguo hogar realmente no se solían ver cosas como hambrunas o gente muerta en las carreteras.

—Eras privilegiado entonces, Gally. Que lástima que la suerte se nos acabe a todos en algún momento. —Y por la forma en la que lo dice, siento que ese tono bajo y lastimero, deja mucho entrever sobre todo lo que sufrido desde la muerte de sus padres.

—Bueno, tenemos suerte ahora de seguir juntos. Yo nunca dejaré de agradecer a Newt por haberme dado una oportunidad. Si ese día en la tormenta no me hubieras dejado ayudarte, lo que era entendible... habría estado perdido. —Después ambos le contamos con todo lujo de detalles a Minho de lo que pasó aquel día.

Aunque por un momento llegué a pensar en que, al contarle que en los primeros juegos, habíamos intentado matarnos mutuamente, saltaría sobre Gally y lo ahorcaría —sabiendo claramente de su actitud impulsiva—. Pero no, se carajeó alegremente.

Yo le pregunté confundido del porqué de su reacción, y nos sorprendió a ambos cuándo dijo que era simplemente irónico todo. No dijo nada más.

Con el crepitar del fuego, Collete se encarga de patear las cenizas de la anterior fogata para no dejar prueba alguna de nuestra estancia allí. Nos preparamos para dormir. Todos se acomodan a una cercana distancia de los restos de las llamas, manteniendo las armas a un lado y alertas unas pocas horas. Pero después Minho decide tomar la primera guardia, y no tardan todos en ceder por el cansancio.

Todos, menos yo, por supuesto.

Temo que al caer dormido, las pesadillas vuelvan a incordiar. Es decir, para que molestarme en si quiera intentarlo si sé que no voy a pegar ojo.

Veo a Minho a una clara distancia, haciendo guardia sentado en plena arena y curiosamente, en mi dirección; eso me hace pensar en qué no quiere alejarse de mí y dejando la mochila en el suelo, camino hacia él sin pensarlo dos veces.

Mis piernas se sienten más pesadas de lo normal, levanto un poco de arenilla con cada paso y me acomodo mejor la bufanda para no resfriarme. Ya que tener un resfriado en estos momentos sería lo peor del mundo.

Él me nota llegar incluso antes de tocarle con mi mano su hombro derecho. Solo me sonríe unos segundos para después retomar esa expresión perdida.

Nuestros hombros chocan y nos apoyamos en el otro, casi sin darnos cuenta. Algo a lo que estábamos acostumbrados desde antes de los juegos, ahora resulta un poco extraño. Bueno, no del todo, pero temo que desaparezca. Es lo que tienen haber estado separado de su lado tanto tiempo.

Permanecemos haciendo la vigía en silencio durante un buen rato, hasta que dejo escapar un suspiro largo y tendido. Estoy cansado, me doy cuenta de eso cuándo vuelvo a acariciar mi pierna izquierda con delicadeza.

—¿Qué te pasa con eso? ¿Esperas seguir creciendo o algo así?

Ese tono humorístico vuelve a llevarme a tiempos pasados, en los que bromeábamos con moras y frutos del bosque tras la tienda de Sae La Grasienta; en los que jugábamos a ser tributos del Capitolio, carne de cañón y ahora..., Me sujeto el puente de la nariz con fuerza.

Respiro un par de veces, notando cada vez más mucha más tensión en los hombros.

—No es nada..., Es tensión, simplemente. No sé que hacer, Min. No sé cómo vamos a salir de aquí, cómo vamos a sobrevivir en esta mierda de desierto. No hay nada aquí, larcho. ¿Y qué pasa con eso de la revolución? Si ese refugio está confabulando con el mismo Capitolio, ¿los verdaderos no deberían de habernos buscado ya? —No me responde al momento.

Se dedica simplemente a mirarme, a afianzar su mano tras mi espalda repartiendo ligeros masajes circulares, y entonces también suspira.

—¿Cómo sobrevivimos tú y yo, Newt?

La pregunta me deja pensando largos minutos, hasta que cuándo no se me ocurre nada realmente por la presión y la ofuscación de todo lo que está pasando, que él responde por mí.

—Estando juntos, idiota. Así es cómo sobrevivimos tu y yo. —Y para mi sorpresa, se deshace de su chaqueta bajo mi atenta mirada.

No entiendo lo que viene, menos cuándo mantiene esa estúpida sonrisita de superioridad. Luego se quita la camisa y entonces ya entiendo lo qué me quiere mostrar.

Me deja plena vista de su espalda, de aquella con largas cicatrices que le surcan hasta casi la cadera, y que me trae amargas memorias de la vez que me protegió cuándo éramos más pequeños. Recibió una paliza por mí, y esas son las marcas que se quedaron a raíz de ello.

Se queda con la camisa en las manos, pensativo y sin mirarme, y lo tomo como mi propia señal. Mis manos se extienden hacia su espalda, y cuando se posan en esas marcas, imperceptiblemente tiembla bajo mi toque. O quizás me ponga yo mismo demasiadas ínfulas y me crea demasiado, a lo mejor sólo se estremece bajo de mí por el fresco de la noche.

Las acaricio de parte a parte, bajando hasta casi tocar el borde de sus pantalones y mis manos se arrugan, porque me invade la culpa. Porque sé que eso se debe por mí, solo por mí.

Sin embargo, me sorprende cuándo las sujeta con delicadeza; al abrir los ojos, lo encuentro girado en mi dirección. Pero no me mira, mantiene los ojos en mis dedos, bastante centrado en acariciármelos con dulzura; después estrechamos nuestras miradas.

Su voz es baja cuándo me dice: —Solo necesitamos quedarnos juntos para salir de esta, ¿me oyes? A nadie más. Juntos podremos con lo que sea, como siempre.

—¿Tú y yo? ¿Sin nadie más?

—Tú y yo, Newt, como siempre.

Y entonces, sé lo que viene ahora cuándo sus ojos bajan hacia abajo, hacia mis labios. No sé si se deba a qué es parecida a la situación con Thomas, pero... Sé lo que quiere hacer. No me muevo cuándo nuestros ojos no se apartan del otro, cuándo sigo sosteniendo esas manos que me dan repleta seguridad y que me hacen sentir en casa. Siento su respiración golpear contra mis propios labios, convirtiéndose en vaho helado. Quizás la culpa de todo lo que le he hecho pasar, porque todo es por mi culpa, es lo que me impide moverme.

Y cuándo él inclina la cabeza, siento el corazón en la garganta. Las manos me sudan, pero sigo sin moverme. Nuestros labios están próximos a tocarse, pero pienso en sus palabras, en lo último que me ha dicho y..., Al final termino por apartarme.

No puedo hacerle esto y no puedo hacerme esto tampoco, pienso, mordiendo mis labios con fuerza. Aún mantenemos cierta cercanía, y cuando hablo, sé que ya lo sabe.

—Pero Minho..., No podemos seguir siendo tú y yo como antes. Ya no estamos solos. No... No podemos seguir siendo tú y yo como siempre. Lo siento. —Y cuando cierro los ojos, espero cualquier cosa.

Que me grite, que me eche la culpa, que me odie o que me rechace por completo. Pero, nada de eso sucede. Y cuándo abre los ojos nuevamente, veo que aunque en ellos reposa un brillo triste, una enorme sonrisa surca sus labios.

—Me has hecho quitarme un peso de encima, Newt. De alguna manera... También lo pienso, pero sentía que si no lo intentaba, no podía dejar esto atrás. Qué no podría avanzar, ¿me entiendes? Dios... —Estrecha sus manos contra su rostro, algo frustrado y muerdo mis labios con más fuerza—. ¿La he cagado, verdad? Ya no podremos mirarnos a la cara nunca más. No cómo antes.

Y se queda unos largos minutos allí, haciéndose un ovillo y seguro que queriendo desaparecer por completo. Sin embargo, no le permito hacerlo. No puedo dejar que se avergüence, porque eso sería una marcha atrás en nuestra amistad y no creo que nada pudiera volver a ser lo mismo entre nosotros si lo dejo estar.

Agarro sus manos, apartándolas de su rostro y después coloco las mías propias en sus mejillas, que se sienten húmedas por las lágrimas. La visión me resulta tierna, porque por primera vez estoy viendo a mi mejor amigo dejar caer su muro de hielo, como la otra noche.

Hoy finalmente me muestra un poco más de él y por fin me deja ver que no es el invencible que me ha tratado de hacer creer durante toda mi vida.

—Minho, ya lo sabía. Desde hace tiempo en realidad, y no me preocupaba. ¿Sabes por qué? —Y cuando niega con un pequeño mohín en los labios, me rio—. Porque nada de eso cambiaría nuestra amistad. Eres mi mejor amigo, mi hermano mayor, mi familia. Una de las personas más importantes en mi vida, y que no pienso dejar atrás por nada del mundo.

»Nada va a cambiar entre nosotros. Te lo prometo.

Minho suspira nuevamente, algo más entrecortado y yo no le suelto hasta que él mismo me asegura que se encuentra mejor. Se coloca la camisa de nuevo, tomando una postura relajada cuándo le menciono: —Además, ¿crees que eras bueno ocultando ese enamoramiento por mí? Pareces un tomate siempre que me miras.

Y creo que me he pasado, cuándo me mira avergonzado, pero me golpea. Me da un empujón hacia atrás entre risas.

—¡Dios, Newt! ¡Cállate! —Y ambos reímos nuevamente, chocando nuestros hombros y sintiendo que el ambiente en el aire es mucho más relajado que antes.

En ese silencio frío, todo resulta más acogedor y mientras sigo haciendo la vigía con él, descubro que en ningún momento antes me había sentido más cómodo que nunca. Dejo caer mi cabeza en su hombro, siendo envuelto en su agradable y característico olor a bosque de siempre, mientras mi corazón se hinca. Por fin algo salía bien después de mucho.

—De verdad que te he echado de menos, Min.

—Yo también, Newt..., Yo mucho más.





No sé en qué momento he caído dormido, pero cuándo mis ojos se abren encuentro la misma oscuridad de antes, así que me supongo que no ha pasado mucho tiempo. Estoy en el regazo de mi mejor amigo, quién me da caricias en el cabello. Lo único sacado de lugar es que me parece ver el cabello castaño de Thomas devolverse a la acampada con los demás.

Cuando me incorporo con un quejido bajo, Minho deja de revolverme el cabello y al mirar a la distancia, descubro que tenía razón. Thomas se sienta con aparente frustración cerca de Teresa y no puedo evitar preguntarme si han hablado de algo.

—Has dormido una hora, Newt. Tienes que descansar más, larcho.

Ruedo los ojos ante la regañina de gallina de Minho, y cuándo me limpio un poco las ropas de la escasa arena que queda encima de mí, pienso en preguntarle sobre lo del chico del 3 y él —aún más cuando al mirarle, veo que tiene el ceño mucho más fruncido— pero algo me hace mirar a la derecha en el fondo. Y lo que veo, hace que se me seque la garganta.

Un helicóptero a la distancia, vuela dando rodeos cerca a nuestra posición.

Solo hace falta una mirada con mi mejor amigo para que todo lo que no importe se vaya a segundo plano. Nos levantamos a prisa para despertar a los demás, para seguir hacia adelante.

Los demás se levantan a prisa, algunos asustados, pero hablándoles en bajo no tardan en entender el mensaje. Thomas lo ha pillado enseguida y con sólo una señal de mi mano, se encarga de hacer levantar a Heather y Brenda.

Cuándo estamos todos listos, no tardamos en colocarnos las mochilas y en salir por patas.

Volvemos a emprender la caminata antes de lo previsto, pero no nos detenemos hasta que dejamos la silueta del helicóptero mucho más atrás.






Horas más tarde, el viento arrecia. Ha aumentado mucho más en la madrugada, pero es soportable. No nos impide avanzar, y aunque por mi parte la cojera es mucho más notoria que antes, como lidero el camino con Minho, me obligo a seguir aparentando que todo está bien.

Tengo que hacerlo por ellos, no puedo mostrar debilidad. No me lo perdonaría.

Es entonces que justo cuándo estamos subiendo una larga colina de arena, para seguramente al subir en todo lo alto encontrar más arena, se me acerca Dayana con paso rápido. Minho le dedica dos miradas largas. De arriba a abajo, y se me escapa una sonrisa. Es un atrevido como siempre.

—¿Crees que nos los volveremos a encontrar?

Violet se acerca por detrás, respirando forzosamente.

—Estoy muerta, ¡decidme qué vamos a descansar, por favor! —Dayana le dice que mantenga silencio, y ella acepta haciendo morritos.

Antes de responderle a la pregunta de antes a Dayana, doy una mirada de soslayo y me da nervios ver que todavía no se hablan Ethan y Heather. Están separados en ambos extremos, mezclados entre los grupos B y el resto del C.

—Espero que no, Dayana. De verdad. —Ella asiente, para dirigirle una interesante y tendida mirada a Minho.

Sin embargo mi atención se la lleva la voz exaltada de Violet se escucha por todo lo alto: —¡Eh, soy yo y ahí hay bosque, o estoy flipando! ¡Es alucinante!

Todos alcanzamos la cresta de la colina árida, y al mirar al frente, vemos lo más extraño y anormal del mundo. Un poco más abajo, la colina se convierte en una empinada de arena hasta que, finalmente, en un apartado especifico, la arena se interrumpe para darse paso un bosquejo enorme y que no parece tener final. Realmente parece increíble la vista, y cuándo pienso que a lo mejor es producto del cansancio, la caída de Minho imprevista me pone los pelos de punta.

Cae sobre sus rodillas, bastante afectado y soy el primero en llegar hasta él. Por mi lado baja un Jace, aparentemente bastante cabreado, y nadie le detiene. Casi todos los del grupo B parecen saber algo que nosotros los del grupo A y del C (como Violet o Collete) no, pero no sueltan palabra, por lo que pongo atención a mi mejor amigo.

Este aprieta un puño, mientras muerde sus labios. Sólo se pone de esa manera cuándo las cosas se ponen feas, o de alguna manera sabe que van a acabar pero muy mal.

—Min, Min, ¿qué ocurre?

Intento hacer que me hable, que me mire, pero antes de escuchar una especie de un silbido (no como el de Heather), algo más bien que desciende con un pequeño ruido metálico, sólo suelta una palabra.

—Juegos.

Y entonces, todo lo sucedido de antes, el refugio falso, la paranoia de Thomas, el cañón tras la muerte de Winston... Todo empieza a cobrar sentido cuándo una cámara del Capitolio se aparece ante nuestra vista y se enciende para mostrarnos un holograma.

Todos nos quedamos quietos, en silencio, absortos por lo que se nos muestra en pantalla e ignorando los gritos de pura rabia de Jace, más abajo de esa colina. Parece una especie de animal salvaje.

Siento que el aire frío se me cuela por los pulmones cuándo aparece el rostro sonriente y complacido del presidente Snow. Mis ojos se cierran y se abren, un buen rato, esperando que sea una ilusión... Pero cuándo Madi llora en la lejanía, abrazada por Teresa, es suficiente para decirme que es todo menos eso.

Abrazo a Minho por los hombros sin darme cuenta, justo en el momento en el que Snow habla. Su voz suena un poco mal, pero se entiende lo que dice.

—¡Saludos, tributos de los Quincuagésimos Quintos Juegos del Hambre! —Usa ese maldito tono de las altas esferas, un poco agudo y de verdad que parece más feliz que nunca—. ¿Esto es una sorpresa, verdad? ¿Realmente creíais que los juegos habían terminado así de fácil?

Parece que espera una respuesta, pero nadie es realmente capaz de hablar. Ni siquiera yo, por lo que vuelve a hablar esta vez mostrando un tinte de decepción en su tono de voz.

—Pues dejadme deciros que nunca salisteis de ellos. Todo desde el principio estaba hecho para afectaros, para daros esa pizca de esperanza que es efectiva en mentes tan productivas como las vuestras. Nunca habéis dejado de ser observados por el mundo entero, nunca habéis dejado de ser nuestro show. —Cada palabra se siente como una aguja o una astilla que se afianza con más fuerza en mi corazón.

Y cada cosa que dice, es terriblemente peor que lo anterior. Todo eso, todo eso causa que todos los recuerdos de los juegos regresen en forma de avalancha. La realización de haber seguido siendo peones de este maldito juego duele como el infierno, y pensar que realmente hemos seguido estando en los manos del Capitolio no lo hace mucho mejor.

—Por supuesto, las cosas no se suponía que tendrían que salir así. El plan principal era que permanecierais dentro del refugio por unos días más, pero que se le va a hacer. ¿No suelen decir que los jóvenes son hiperactivos y que no pueden permanecer quietos? Sobre todo vosotros tres, Thomas Stephen, Minho y Newton. Siempre queriendo saberlo todo.

Al momento los tres nos alertamos ante lo que dice, ya que estar bajo el ojo del mismo presidente no es bueno para nadie y de sólo recordar que en mis primeros juegos le lancé una cabeza de maniquí a la presidenta Ava, hace que mi corazón martillee más rápido.

Heather es la primera que parece reaccionar, bastante confusa.

—¡¿Y qué pasa con los demás tributos?! ¡Estaban experimentando con ellos, matándolos!

Pero Isabelle es la que la manda callar colocando su arma, que es básicamente un látigo de serpiente, sobre su pecho. También se puede volver una vara recta y no flexible. De todas maneras, detiene a Heather porque es consciente de que destacar es lo menos favorable ahora mismo.

De todas maneras, Snow se lo toma bastante bien. Toma una copa de oro, probablemente del que contenga algún licor caro, y responde con toda la tranquilidad del mundo.

—Era pura realidad virtual. Nadie realmente existía allí dentro, salvo Janson y Jane, por supuesto. Los tributos que compartían tiempo con vosotros, todos esos que parecían haber desaparecido o los que permanecieron allí dentro, todos fueron mandados desde antes hacía la Cornucopia. Es probable que el número se haya reducido bastante, porque en estos juegos sólo se permitirá un vencedor. No como en vuestros anteriores, grupo A. Sólo se tiene suerte una vez.

Y con eso hace que el peso del mundo se me venga encima. Porque literalmente está diciendo que los tributos que creíamos muertos en realidad habían salido mucho antes hacia la Cornucopia, y que los que quedaban (que tampoco eran un buen número) ya se nos habían adelantado. Probablemente éramos los últimos en llegar.

Y aunque me tiemblen las piernas, que el dolor en mi pierna izquierda aumente, me incorporo delante de todos, para hacerle frente a ese hombre entrado en edad, que mantiene en sus labios resecos una sonrisa bífida.

Sé lo que tengo que hacer, sé que debo ser fuerte frente al hombre. No debo perder los estribos, debo mantenerme firme. No debo...

—¿Cuántos días tenemos para llegar a la Cornucopia? —El hombre se ríe y por sus ojos cruza un brillo interesado.

—Habéis superado el limite de los días establecidos. —Y esa noticia me pone los pelos de punta porque eso significa que todo el limite fuera del establecido de la Cornucopia será destruido. Pero por la calma que mantiene encima, algo me dice que no debo perderme en el ruido de mi cabeza todavía.

—Si estás aquí comunicándonos esto, debe ser por algo. ¿No quieres que muramos todavía? ¿Quieres que sigamos haciendo reír a Panem? —Ese es Minho, quién parece haberse recompuesto del todo.

Apoya una mano en su cadera, y mira al frente con un rostro completamente distinto al de antes. Es uno mucho más calculador, molesto y severo. Verlo así, de esa manera, sólo me hace sentir peor porque, me confíe demasiado. Quise creer en la falsa ilusión que se formaba mi cabeza antes de poder ver la verdadera realidad.

—Ciertamente, tienes un punto, joven Khan. —Snow parece estar disfrutando de lo lindo con nuestro sufrimiento—. Se ha decidido por unanimidad que, en referente a los últimos acontecimientos, y teniendo en cuenta que gracias a vosotros, tributos, la audiencia está disfrutando más que nunca, se os ha concedido una prórroga de tres días.

»Ese es el tiempo del que dispondréis para llegar a la Cornucopia antes de que todo lo de detrás se destruya por completo. Sólo entrando ya en los limites del final, podréis centraros en mataros unos contra otros hasta que quede un único vencedor.

Trago grueso asintiendo, con la esperanza de que me vea bien. Me descuelgo la chaqueta de los hombros, bajo la atenta mirada de todo mi equipo, y dejándola caer dejo una buena vista de esa insignia que desde que la tengo, sólo me ha indicado que no estoy solo. Qué tengo una razón vital para luchar: ellos.

Todos los que esperan por mi camino tanto dentro de estos juegos, como los de fuera.

Esta se ilumina por los rayos del amanecer, un dulce tono rosado y me cruzo de brazos, negándome a mostrar miedo. No puedo dejarme afectar, y como una vez me dijo Haymitch «Uno nunca se baja de este tren», comprendo lo crueles que pueden llegar a ser el Capitolio y CRUEL; aunque este último no logro entender todavía qué es lo que quiere de todos nosotros.

Snow vuelve a sonreír bastante satisfecho, complacido o quizás curioso, de todas maneras, nos desea todos: —Y que la suerte esté siempre de vuestra parte, tributos. Qué gane el mejor.

Pero antes de abandonarnos con ese conflicto de sentimientos apachurrados en nuestro interior, hace una señal a su izquierda y después asiente con la cabeza. Vuelve a dirigirse hacia nosotros, y dice:

—Este mensaje es sólo para ti, Newton Grey. Nadie más puede verlo salvo los que te acompañan, así que escucha bien. —La tensión se palpa en el aire.

Eso enciende todas mis alertas y trato de no perder la cabeza con su estúpido silencio dramático. Después abre sus agrietados labios para mostrar una peligrosa sonrisa; de esas que dan miedo. De esas que debería temer.

—La esperanza es peligrosa, niño. Siempre que se controle puede utilizarse..., Pero tú la has tirado por completo por la borda. Por eso recuerda esto y atente a las consecuencias: las cosas que más amamos, son las que nos destruyen. Espero y esto te ayude a comprender que uno no siempre gana en batallas que desde el principio estaban perdidas.

Y entonces, la pantalla deja de mostrar su imagen. Pasan el símbolo del Capitolio y todo se apaga. Nos quedamos a oscuras, y las reacciones son inmediatas.

—¡Todo era una puta broma, han jugado con nosotros como monigotes! —Ese era Ethan.

—¡Van a pagar por esto, todos ellos! —Brenda y Heather gritan maldiciones hacia el cielo, quizás imaginándose que todo eso lo recibirían los del Capitolio.

Teresa abraza a una Madi que continua llorando, Rose se les une e Isabelle se tira al suelo. No puedo verle el rostro. Pero cuándo pasa un brazo por su rostro, sé que está llorando. Gally también está en el suelo, pero hecho un ovillo y buscando algo de su mochila.

Vincent, Violet y Collete no dicen nada. Pero sus expresiones oscuras lo dicen todo.

—¡No podéis meternos todos aquí dentro, cabronazos! —Dayana por una vez, pierde toda la compostura. Nadie la contradice.

Cuando Minho patea el suelo, y Thomas trata de dejar de pellizcar sus manos (acción que me resulta algo adorable), quizás tratando de despertar de esta terrible pesadilla. Sus pestañas están húmedas y el colgante de su madre brilla en su cuello. Algo quiere tirar de mí, probablemente para consolarle, pero permanezco en mi sitio de solo recordar que ahora sí está confirmado que seguimos jugando, que el mundo nos está viendo y que no puedo mostrar debilidad otra vez. Por lo menos, todavía no.

Entonces Jace sube con una expresión descompuesta, con la ropa hecha un lio y con un par de hojas verdes colgando de su cabello.

—He... He visto una luz. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estáis así?

Y al ver que realmente nadie tiene las fuerzas para hablarle, mi voz sale grave, llena de odio.

—Jace..., Los juegos han vuelto y es tiempo de enseñarles a todos lo buenos que somos en esta arena. Es hora de dejarles en claro quiénes somos nosotros. —Sus ojos se descomponen al entender lo dicho.

Y no miro a nadie y a ningún lugar en particular cuándo toco mi insignia con una sola mano, mientras que la otra toca mis labios para hacer el saludo tradicional de mi Distrito.

Lo alzo por todo lo alto mientras pequeñas lágrimas caen por mis mejillas. En ese momento, mientras los sollozos de Madi rasgan los cielos oscuros y se mezclan con los cánticos oscuros de Alec, mi pájaro muto, me prometo a demostrarles a todos que ya no somos peones que puedan mangonear en este maldito juego.

N/A → buenooo, actualización después de mucho ! pero estoy contenta, porque hemos cerrado bastante puertas y que finalmente me han ayudan a ver qué esto se está acabando. la puerta de minho se ha cerrado y cómo veis, este es el final del minewt del que hemos visto un poco.

;; quería haceros ver que su relación era más fraternal que nada, y que con esto, finalmente ambos pueden seguir adelante sin llevar ese peso más encima. ahora, lo importante viene. los chicos han descubierto que siguen en los juegos, ¿sabéis que significa? que se vienen muchas lágrimas, ya os lo advertí y hasta snow lo ha hecho.

;; no todos van a salir airados de estos juegos como la primera vez.

 sin decir nada más, nos veremos muy pronto con la siguiente actualización, tributos.

Se despide xElsyLight.

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