𝐝𝐨𝐜𝐞

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❛La vida que vivimos.❜
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Año 853; cinco meses después.
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Los dientes de aquel titán crujían, crujían tan fuerte que la sangre de mi madre se desvanecía en el suelo por charcas. Quede inmóvil, me sostenían tan fuerte que mi brazo estirado no pudo hacer nada más y lo único que fui en ese momento, fue ser un simple espectador. Las pesadillas seguían, seguían hasta que lograba abrir mis ojos de manera soñolienta, acostumbrándome a la luz de la mañana que alumbraba desde la ventana. Estire mi brazo buscando la calidez del cuerpo de Gianna y cada vez que no lo encontraba, me levantaba temeroso de lo peor, pero ahí estaba ella, mirándome desde el margen de la puerta. Sonreía de una manera que hacía lo imperfecto, perfecto. Quede sentado en la cama, viéndola mirarme de una manera coqueta y atrevida. Me era inevitable no enamorarme de ella cada día que pasábamos aquí, más de lo que ya me había enamorado desde que vi su vientre abultado en los últimos meses. Me levante de la cama, estirando mis brazos para retenerla conmigo. Este era un largo sueño, uno del que no quería despertar, pero pronto el sueño se acabaría.

Y era en estos momentos donde me sentía más que vivo, donde buscaba una manera de detener el tiempo en cada beso que Gianna me daba. La acaricie y embestí con suavidad en la ducha, donde nos veíamos sonrojados, pero sin pudor. Era la confianza, el amor que brotaba por nuestros paros. Ella entendía mi sufrimiento, me acariciaba en las noches abrumadoras donde el aire se me iba con las pesadillas que me perseguían. No se asustaba, me abrazaba en medio del sudor y el pánico que detenía mi corazón por leves segundos, me moría y era inevitable poder evitar que me fuera. Deseaba irme de la manera más pacífica, como la brisa de las mañanas y con las flores envolviendo mi cuerpo. Quiero irme sabiendo que hice lo correcto, aunque me repudien y me odien, el ciclo interminable de odio no acabaría hasta que este suelo acabe y cuando acabe, cuando pueda irme para seguir avanzando, me aseguraré que a quienes deje atrás puedan tener una larga vida. Secaba mi cuerpo para vestirme, mi cabello se alargaba cada día que pasaba y me parecía demasiado vago tener que picarlo.

—Zeke.—nombre cuando llegue a la sala de estar, viéndolo a él sentado con su uniforme de Marley, mientras que Gianna yacía en la silla del comedor cabizbaja.

—Marley se adentrara próximamente a una guerra contra el Medio Oriente. Aún no partiré con ellos, pero recrearé las líneas de Guerreros que irán.—contó, acomodando sus queridos anteojos.

—Estoy en desacuerdo con que los niños tengan que ir a esa guerra.—masculló Gianna, aún cabizbaja.

—¿Y cuando Marley no ha utilizado a niños por sus bienes políticos, Gianna?—le preguntó con sarcasmo.—¿O debo recordarte los cinco años que pasaste en Paradis?—cuestiono.

—Basta.—le pedí a él, mirándolo detenidamente.—No es necesario recordárselo.—masculle.

—Por supuesto, Eren.—afirmó, levantándose del sofá para verme.—Demos un paseo hermano, quizás podamos traer algo para que puedan comer.—sugirió, para así asentirle.

—No cocinaré hoy. Cocínense ustedes.—emitió Gianna, levantándose de la silla con brusquedad.

—Ya se le pasará. ¿Nos vamos?—me preguntó, saliendo por la puerta abierta.

—Gianna.—la llame, buscando su mirada.—Volveré en seguida.—avise, viéndola asentir para así cerrar la puerta a mis espaldas.

—Vaya, las flores se ven relucientes. Gianna ha hecho un excelente trabajo.—comentó, encendiendo un cigarro mientras que recogí una lanza con algunas riendas.

—Es su nuevo entretenimiento.—recite, mirando el hermoso patio que había en la cabaña, encaminándome como Zeke hacia el bosque.

—No quise ofenderla—dijo él, exhalando del humo.—Se que se le ha hecho difícil aceptar que ya no puede hacer nada por las personas que dejó atrás. Como ella, desearía que no tuvieran que utilizar a esos niños, pero hay cosas en las que no puedo intervenir.—contó, mirándome.

—No puedo exigirte. Has hecho mucho por nosotros, lo entenderá.—respondí, oyendo a las ardillas, las cuales se escabullían con nuestros pasos.

—Nuestro abuelo está muriendo Eren.—me comentó, con un tono de voz sutil.—Quisiera que pudieras ir a verlo, solo por una ocasión.—sugirió, pero me mantuve en silencio un momento.

—No lo sé.—fue lo que respondí de manera vaga y sin interés, los recuerdos de mi padre esclarecían el injusto hombre que fue mi abuelo.

—Si, suponía que dijeras algo así.—recitó Zeke, sosteniendo el cigarro entre sus dedos.

—Gracias por las pinturas que le trajiste a Gianna, las ha estado utilizando bien.—dije, sosteniendo la lanza mientras oías cascada del lago.

—He visto el boceto que hizo de tu rostro. Supongo que la han estado pasando bien, cuando llegue oí un escándalo.—dijo en un tono bufón, el cual me hizo sonrojar.—Sin contar la barriga de embarazo que tiene.—afirmo, riendo.

—Lo lamento.—respondí apenado, sabiendo que no debía ser agradable oír los gemidos de la mujer de tu hermano menor.

—No tienes que hacerlo.—negó.—Pase toda mi vida buscando una manera para restaurar el mundo, así que no tuve tiempo para amores y disfruto que al menos tú puedas tener esa dicha.—musitó, deteniéndose frente al lago junto a mi, viendo la cascada caer.

—El mundo será restaurado, amando a alguien o no, cambiare todo.—interrumpí, cabizbajo.

—Hay algo que me ha estado molestando desde que recibí tu carta meses atrás, donde me pedías una pausa a nuestros planes por estos acontecimientos con Gianna.—comentaba, pausándose.—En la carta me pedías que no le dijera a Gianna sobre nuestro plan, sobre la restauración de los eldianos y el asalto contra Marley. ¿Estás haciéndola vivir en un cuento de hadas antes de que todo se desmorone?—pregunto cuando me metí al lago, con la lanza en mano.

—Moriré.—afirme, de una manera fría.—No quería morir sin saber lo que se sentía vivir esto. Huir fue lo primero que se me vino a la mente desde siempre, pero sabía que era la única persona que podía salvar a las personas que amaba y aunque suene egoísta, no quería irme de este mundo sin al menos estar con ella.—contaba, viendo a los peces.—Cuando muera, quiero que Gianna se olvide de mi y viva, pero mientras yo siga aquí, no quiero que haya alguien más en su corazón que yo. No puedo darle la vida que ella quiere, pero puedo darle todo el amor que merecía con nuestro bebé.—detalle, lanzando la lanza contra aquel pez.

—Aún así Eren, no entiendo la razón por la cual no puedes contarle a Gianna lo que pasará.—se cuestionó él, aún curioso.

—Si le decía sobre mi plan, Gianna se sacrificaría por mi y no es lo que quiero. Le causaré mucho sufrimiento cuando me vaya, así que aún no estoy preparado para decirle.—añadí, viendo al pez en la gran estaca de la panza.—Cuando supe que la humanidad vivía fuera de los muros, yo estaba decepcionado.—recite entristecido.—Porque nos habían quitado la libertad y me juré, que cualquiera que intentara quitarme mi libertad o la de las personas que amo, moriría. Si Gianna supiera eso, ella me detendría como todos, porque no querrían que me sacrifique y es por eso, que no puedo contarle.—culmine.

Y no estaba mintiendo. No podía contar con Gianna, tampoco con la legión de exploración. Eso no significaba que no pudieran resguardarme, pero intentarían detenerme a toda costa y por eso, debía avanzar solo como lo estaba haciendo. Ni mi hermano, ni las personas que podían asegurar conocerme, me conocían en este momento, porque los pensamientos qué pasaban por mi mente eran demasiado sombríos. Todo el tiempo estaba enredado y mezclado en mi cabeza, me hacía enloquecer y lo único que mantenía mi estabilidad, era levantarme cada mañana y ver a Gianna dormir a mi lado. No tendré esos recuerdos para siempre, pero al menos me los llevaré conmigo el día que me vaya. Me quede ahí, Zeke también moriría y aunque a él no le importara tanto partir, le parecía importar que yo si me iría al igual que él. Me ayudó a pescar, de hecho, él me había enseñado y pensaba mientras tanto que si hubiéramos convivido cuando niños, nos llevaríamos mejor. Supongo que mi padre no tenía culpa, no sabía lo que hacía cuando decidió encadenarnos a ambos por un bien mayor. Quizás, con Zeke aprendió lo que conmigo no debió hacer y por eso, me sentí más amado por él que mi hermano.

—Es un gato.—dije al descubrir un maullido.—Está atrapado.—comente, inclinándome ante el felino de colores naranjales que estaba atascado debajo de un tronco.

—Si ya lo sé, déjalo.—me pidió Zeke, pero empujé poco a poco el tronco, dejándolo libre.

—Se lo llevaré a Gianna.—afirme, notando su patita y cómo cojeaba hasta a mi, era bastante pequeño.

—No me jodas.—masculló en un tono sarcástico cuando me levante del suelo, sosteniendo al pequeño gatito.

—Creo que le gustará.—conté, acariciando su pelaje, no dejaba de maullar.—Vamos.—incite.

—¿De verdad lo llevaras con ustedes?—me preguntó, mientras que se oía el maullido.

—Siempre quise tener uno.—respondí, viéndolo reír.—¿Qué?—le pregunté, seriamente.

—¿Como te sientes ahora que serás padre?—mire adelante, siguiendo el camino a la cabaña con el atardecer cayendo sobre nosotros.—Digo, si no hubiera sido un titán, quizás hubiese tenido una hermosa familia y muchos hijos.—contó, sonriendo.

—No sé como ser un padre.—indique, justificándolo.

—Solo se necesita amor Eren. Eso es todo.—respondió Zeke, llevando las manos a sus bolsillos.—La dejarás sola Eren. Te sacrificarás y tú hijo no podrá verte cuando crezca, le darás el mismo patrón que nuestro padre nos dio.—argumento.

—Será diferente.—indique agrio y abatido.—Será libre entonces cuando ya no esté, con eso me basta.—afirme.—Querías practicar la eutanasia y no permitiría que le quitaras a Gianna el privilegio de ser madre.—añadí.—El capitán Levi de seguro hubiera sido un gran padre si no le hubiesen arrebatado la posibilidad.—dije, mirando a Zeke bufar, cuando noto que cambie el tema.

—Mi error fue subestimar al capitán Levi antes de conocerlo.—contó él, negando.—Admití que tuve suerte, mucha suerte de no haber sido asesinado por él, porque pudo haberlo hecho.—añadió, avergonzado.

—Estoy seguro que uno de sus propósitos de vida es matarte. La próxima vez, no lo subestimes.—indique, mirando a Zeke mantener un semblante serio.

—Falló una vez, puede fallar nuevamente.—decía, de una manera sutil.

—No lo vería de esa manera.—interferí.—El capitán Levi es el soldado más fuerte que tiene la humanidad, puede derivar a los nueve titanes si se lo propone. La única fibra que no debes tocar, es matar a sus camaradas y tú no solo mataste a sus camaradas, mataste a un hombre que era importante para él.—conté, recordando el cuerpo sin vida del comandante Erwin en aquel tejado donde se debatió sobre su vida.

—Supongo que ese hombre es con quien recreó un vínculo. ¿No es así?—me preguntó, por lo que fruncí el ceño.

—No sé de que estás hablando.—respondí, para verlo sonreír de una manera burlona.

—Hay muchas cosas que no sabes sobre los Ackerman, pero prometo contarte pronto. Son un clan muy excepcional que me encargue a estudiar luego de que conociera a Levi.—comentó.

—¿Por obsesión, o miedo?—le pregunté, notando como bajo la mirada afirmando, pareció haberle dado gracia mi comentario, pero yo tenía mis propias respuestas.

Él no respondió en lo absoluto, fue como si ambos decidiéramos silenciar el tema por un bien mayor, porque aunque pudiera estar aquí de su lado, no podría olvidar lo que hizo aquel día. Sabía sobre la existencia del clan Ackerman. Fue una sorpresa que el capitán Levi compartiera lazos sanguíneos con Mikasa, pero lo que no era sorpresa, era que fuera igual que fuerte que ella. Lo único que sabía sobre dicho clan, es que nunca fue visto a los ojos de los demás, pero jamás tuve claridad de saber la verdadera razón. El capitán Levi era fiel a las creencias e ideologías del comandante Erwin. Siempre lo seguía y defendía sin vacilar, no importaba si estaba mal, el capitán Levi afirmaba sus arriesgadas propuestas. Jamás vi al capitán Levi entristecido como el día en que tuvo que cargar con el cuerpo del comandante Erwin, fue la primera vez que detalle en su semblante una expresión diferente a la atípica y reacia que siempre suele llevar. Zeke y yo continuamos caminando, viendo así la cabaña y un silencio que venía con una brisa fresca. El pequeño gatito yacía en mis brazos, sereno y tranquilo, no parecía tener recelo por estar en un lugar desconocido, realmente se veía seguro en mis brazos como si fuera lo único que quisiera.

—Me quedaré aquí. A Gianna no le gusta que fume.—dijo.—Además, ese gato apesta.—añadió.

—No tanto como tú cuando estás en tu faceta del titán bestia. De hecho, pareces tener pulgas.—comente, oyéndolo bufar y en negación ante eso.

—Ya veo que coger en las mañanas te alegra el día. Tendré que ponerlo en práctica, quizás así sea menos amargado.—sonreí apenado y sonrojado, hablar sobre eso con alguien que no fuera Gianna, era demasiado penoso.

—Gianna.—la llame suavemente, adentrándome a la casa, para así bajar al gatito con delicadeza.—He traído algunas cosas. Creo que te gustarán.—comente, hasta asonarme a la sala y abrir mis ojos grandemente.—¡Gianna!—grite cuando la ví en el suelo, tirada, lanzándome frente a ella.

—Traeré alcohol.—aviso Zeke, dirigiéndose al fondo del pasillo, donde había un botiquín.

—Gianna, despierta.—pedia, acariciando su rostro para verla demasiado pálida.—Mi amor.—musitaba cuando vi abrir sus ojos, dando un brillo que me lleno de escalofríos.

—Si quieres salvar a Armin, Mikasa y Gianna, debes cumplir con tu misión.—me quede aturdido, viendo a Gianna mirarme con unos ojos que no eran suyos, alguien más hablaba por ella.

—Ponlo en su nariz.—musitó Zeke, mientras que mis mano temblaron, el alcohol hizo que Gianna se removiera para verme confundida.—Gianna, ¿te encuentras bien?—le preguntó, de cuclillas.

—Berthold, Berthold... —murmuraba ella de manera agitada y temblorosa, sosteniéndome para caer en cuenta de que estaba aquí.

—Cálmate. Estás a salvo Gianna, ya pasó.—le dijo Zeke, mirándola detenidamente.—Berthold se ha ido.—afirmó, viéndole sus ojos humedecidos.

—Si, es cierto. Lo lamento.—dijo, buscando mi mirada para hacerme sentir culpable por ese amargo recuerdo que la atormentaba.

—Vamos a llevarte para la cama.—aconseje, sosteniéndola en mis brazos.—Recostémonos un rato.—musité, viéndola confundida con la mano en su cien.

—Eren, yo me iré. Cuando pueda, me comunicaré con ustedes.—indicó Zeke, a quien vi mirar hacia afuera la carreta que lo traía había vuelto.

—Mantenme al tanto de todo.—le pedí para verlo asentir y así, oír al gato maullar.

—¿Qué fue eso?—me preguntó ella confundida cuando la dejé tendida en la cama, viendo al pequeño gato perseguirnos curioso.

—Es un gato, lo encontré en el bosque.—respondí, sentado en el borde de la cama con ella.

—Es muy bonito.—musitó sonriendo para agacharse y cogerlo, sacudiendo la tierra de su pelaje naranja.

—Ven, ya pasó.—le dije, llevando mi brazo por su hombro para acercarle a mi y besar su frente.

—Tengo miedo Eren.—dijo, aferrada a mi cuerpo para ambos ver por la ventana el atardecer caer, mientras que coloqué mi mano en su vientre y suspire.

Yo también lo tenía, pero asegura que pudiéramos vivir con lo que teníamos. Me contó todo lo que no sabía de ella en los próximos días. Todo aquello que no pudo explicarme aquella vez e incluso el más mínimo detalle de lo que era antes de conocerme fue descrito por ella. No dejo de verse hermosa en ningún momento y toda esa oscuridad que me cegó, desapareció frente a ella con su hermosa verdad. Nunca había oído a Gianna hablar tanto, recuerdo que ni siquiera le gustaba hacerlo, pero entendí la razón ese atardecer donde nos acostamos en el césped y vi su sonrisa mientras que su dedo señalaba las hermosas nubes pintadas en el cielo. Entendí que Gianna nunca tuvo a alguien que pudiera acompañarla en su duelo y yo lo hice. Fue el único enamorado que pudo hacer que ella se desprendiera de todo. Por eso Gianna confiaba en mi. Por eso Gianna se enamoró de lo que era y aprendió a esconderse detrás de mí cuando lo necesitara. Yo le di esa mano que nadie le dio, la salve, pero Gianna no lo sabía. No sabía que la rotunda verdad era que... ella me salvo a mi.

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