𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐮𝐧𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

────────────────────────
❛La luz en mi camino.❜
────────────────────────
Gianna Jaeger
────────────────────────

Parpadeé, abriendo mis ojos con pesadez. Intente moverme, pero desistí ante dos sensaciones en mi cuerpo. Una dolorosa, otra delicada. Levante la cabeza para ver cómo tumbado encima de mi pecho estaba la cabeza de Elian, su cuerpo estaba recostado a mi lado y su sabana lo envolvía con su chupón que caí babeado en mi camiseta. Note que esta estaba abierta, se veía mi sostén y un nuevo vendaje alrededor de mi abdomen. Restregué mis ojos, llevando mi mano luego hasta la espalda de Elian, acariciándola suavemente. Con delicadeza lo removí, notándolo fruncir su ceño cuando lo sostuve aún lado de mi. Intente sentarme, pero el punzado dolor que sentí me hizo desistir de moverme. Respire hondo. Mi cuerpo estaba demasiado mutilado, debía entenderlo, no soy invencible, aunque tenga la energía de los mueve titanes, no lo soy. Mire a Elian, él también tenía sangre Ackerman. Debía ser más espesa que la de Eren, sin duda, será invencible en el futuro.

—Despertaste.—giré mi mirada, viendo a Reiner mirarme soñoliento, estaba sentado en el borde de la otra cama.

—Veo que no soy la única.—esbocé cuando los azulados ojos de Elian se abrieron, sus manos rebuscaron rápidamente el chupón.

—No dejó de llorar hasta que lo dejamos ahí contigo, se te tiro encima y se quedó dormido.—comentó, mirando a Elian extender sus manos hacia mí para que lo sostuviera.

—Yo también te extrañaba demasiado.—musité, abrazándolo con cuidado para aislarlo de mi abdomen, él se retuvo con fuerza.

—Ma... ma... —recitaba, por lo que sonreí para besar su frente y sostenerlo contra mi cuerpo, tan lindo que era mi hijo.

—Ya estoy aquí.—afirme, sabiendo la agonía que debió haber sentido.—¿Te portaste bien con la señora Azumabito?—le pregunté, pero él solo balbuceaba, aunque algún día sin duda hablaría demasiado y sería como Eren.

—De ti no saco nada.—opinó Reiner, levantándose con pereza.—Solo los azulados ojos decaídos.—distinguió, estirando su mano para revolver el cabello de Elian.

—¿Cómo están los demás?—le pregunté, levantándome y ocultando mi expresión adolorida cuando lo hice, sosteniendo a Elian en mis brazos.

—Estaba apunto de ir a verlos.—expresó.—Aunque Falco sigue inconsciente, el capitán Levi está descansando de sus heridas y Armin también, sufrió unas muy graves.—explicó, mirando al suelo.

—El general murió.—anuncie, sintiendo la movilidad del barco donde estábamos, cuando recordé su mirada en mi.—Maldición. Esto ya parece un funeral.—añadí.

—Espero que sea el último. No quiero ver morir a más gente, no más de la que ya ha debido morir.—dijo, levantando su mirada para ver a Elian.—Estoy cansado.—admitió.

—Yo también.—añadí, vagamente.—Siento que no puedo seguir peleando, como si hubiera gastado mis energías. Si no tengo cuidado, voy a morir antes de detener el retumbar.—articule, notando los vendajes en mi muslo.

—Dudo mucho que vayas a morir y perderte toda la acción.—me giré viendo la puerta de aquel camarote abrirse.

—Connie, Armin.—los nombre cuando vi a Armin sostenerse del cuerpo de Connie, quien me miró y sonrió, bueno, a Elian quien empezó a balbucear cuando lo noto.

—¡Pequeño Eren! ¿Ya despertó el llorón?—se preguntó Connie, mientras que Elian soltó su chupete y empezó a reír cuando las manos de Connie le hicieron gracia.

—Connie, no es algo que debas decirle a un bebé.—pidió Armin, notándose lastimado y aún con sus heridas evaporándose.

—¿Por qué? ¡Eren era igual de llorón!—esbozo Connie, justificándose haciéndome suspirar ante la ausencia del nombrado.

—Si, así es.—afirme, acariciando a Elian quien seguía sonriendo ante Connie.

Se sentía bien que le hicieran gracia, que también lo cuidaran y protegieran. Los ojos azulados de Elian brillaban, estaba emocionado y feliz, aunque se veía soñoliento, seguía haciendo gracia con Connie y eso me hizo sentir un alivio. La preocupación que abrumaba mi juicio se había desvanecido, porque al menos ahora Elian estaba aquí conmigo, pero seguía faltando algo. Salimos del camarote, Reiner me sostuvo para que no me esforzara tanto, al igual de que Connie continuó sosteniendo a Armin. Nos apoyábamos entre sí. Elian me abrazaba fuertemente, también sostenía su cobija y la removía bruscamente. Por un momento que lo vi, noté que ha crecido. Seguía siendo un bebé, pero ya no era tan pequeño como antes. Era cierto, el tiempo pasaba demasiado rápido sin poder notarlo. Mire a mi lado, Armin estaba demasiado herido como para sostenerse, pero aún así, él continuaba avanzando hacia dónde oíamos las voces. Parecía que los demás estaban reunidos, porque podía ver el cuerpo de Jean asomado por el pasillo donde estábamos caminando. Se veía el día soleado y azulado fuera de las ventanas del barco.

—¿Chicos?—nombró Jean cuando nos asomamos, para así ver a Annie decaer en el suelo con Mikasa sosteniéndole la espalda para consolarla.

—Ir a Odiha, fue algo que Magath y nosotros decidimos. O mejor dicho, esa es la única opción que tenemos.—fue lo que oí de parte de Hange cuando me asome, para mirarla.—Nunca existió una forma de salvar su hogar, Liberio.—expresó, por lo que abrí mis ojos como platos ante esa afirmación.

—Si eso es cierto, entonces ya no tengo razones para seguir luchando. Bajare del buque.—musitó Annie en su afirmación, entre lágrimas con su voz entrecortada.

—Incluso aunque nosotros detuviéramos ahora el retumbar, tanto Liberio como Marley, ya están completamente destruidos. Magath era consiente de ello, a pesar de todo, se sacrificó para que nosotros pudiéramos continuar.—comentó la comandante, haciendo que me acercara a Annie, ella levantó su cabeza y abrió sus ojos grandemente cuando miró a Elian entre mis brazos.—Magath lo hizo, no para salvar a Marley o Liberio, si no, para que salvemos al mayor número de vidas posibles. Incluso si son extraños.—expresó ella, para así ver a Pieck al otro lado conjunto a Gaby.

—En ese caso, les preguntaré una ves más. ¿En verdad podrán matar a Eren?—se preguntó Annie, mirándome a mi y a Mikasa, fríamente entre sus lágrimas.—Si yo, intentara asesinar a Eren, ¿ustedes podrán observar en silencio?—volvió a cuestionar, dejando un ambiente decaído y tenso.—Ya no quiero pelear. No quiero pelear a muerte contigo, ni contra ustedes, ni contra Eren. Menos cuando... —ella hizo una pausa, mirando a Elian.—Cuando ese niño está aquí y no haya posibilidad de salvar a su padre.—un balde de agua fría cayó en mi, amargamente.

Quise decir tanto, pero me abstuve de hacerlo. Sostuve a Elian en mis brazos para darme media vuelta e irme. ¿Matar a Eren? No sé por que siguen hablando sobre eso, si a penas hemos logrado alcanzarlo. No quería que fuera una opción, me dolía, me quemaba tanto que no había otra manera de expresarlo como esa. Pero todos estábamos desesperados por bajar de este buque y volver a nuestros hogares, con la esperanza de recuperar todo aquello que perdimos. La brisa fresca azoto mi cabello suelto. El mar se veía hermoso, tan azulado como el cielo que se reflejaba en las olas. Lo más gratificante, era oírlas y también a las gaviotas volar sobre el barco donde estábamos. Muerte. Muerte. Y más muerte. Es lo único que he conocido que se ha mantenido retumbando alrededor de nosotros durante años. Siempre estará ahí, en algún rincón esperando para atacar de nuevo, pero no era lo único que quería recordar. Se que era ilógico y doble moral, porque he arrebatado muchas vidas, pero si no lo hacía, otros que no debían morir, morirían. Mis ojos se humedecieron, ¿Eren por qué tuviste que hacer esto? Apreté mis labios.

Maldición. Maldición. Maldición. Se que no soy la única que está sufriendo, se que ellos también están en duelo con sus pensamientos, pero estar aquí y saber que muchas personas están muriendo, me hace querer también acabarte. Respire hondo, quedándome detenida en seco cuando la mano de Elian se levantó y vi en su muñeca aquella cinta azulada. El recuerdo de mi hermano en aquel cuartel se avecinó a mi, cuando levantó su mano para mostrarme que no tenía la cinta. Un suspiro se me escapó. Los ojos de mi hermano menor y su sonrisa me abrumaron en un sin fin de recuerdos donde la cinta azulada conectaba con la mía, aquella que Eren tenía. Mi madre la hizo con el fin de que siempre estuviéramos unidos, en la vida del uno y del otro. Las lágrimas salieron de mis ojos para llevar mi frente hasta la de Elian. Incluso aunque no lo conociera, fue amado por Porco y le dejó el regalo de mi madre a nosotros, para que siempre estuviéramos conectados. Mi querido hermano, mi pequeño hermano. ¿Me estás viendo? Porque te extrañare demasiado.

—¿Puedo?—intente de retomar una respiración normal, girándome cuando la voz de Mikasa me interrumpió de mi leve duelo.

—Si.—indique, pasándole a Elian en sus brazos para ver cómo el cabello de este se revolvía con la brisa del oleaje.

—¿Como está Annie?—le pregunté curiosa, llevando mis brazos hasta el barandal, para sostener mi peso ahí.

—Quiere estar sola.—respondió, mirando el oleaje del mar junto a Elian, quien parecía demasiado asombrado.—Lamento que no podamos salvar su hogar.—indicó, con esa voz fría y cortante.

—No puedo exigirles. Ninguno hubiera decidido salvarlo, después de todo lo que hicimos, es mucho pedir.—respondí, de manera serena y liviana ante ella.

—Aún así, no dejo de pensar en las palabras de Annie.—comentó, sin mirarme.—Y se que no eres estúpida. Sabes que están considerando matarlo.—musitó, bajando la cabeza.

—¿Crees que podamos salvarlo?—le pregunté, visualizando en mi mente los verdosos ojos de Eren mirarme.

—Desde que era niña, Eren siempre corría. Me quedaba atrás, porque sabía que había una oportunidad para alcanzarlo cuando subiéramos al árbol de aquella colina, pero ahora se siente demasiado lejos como para hacerlo.—respondió, con pereza y tristeza.

—Entonces seré yo.—afirme de manera agria, mirando el suelo.—En caso de que sea nuestra última opción, ¿estás diciéndome que la única que puede alcanzarlo soy yo?—le pregunté, mirándola de reojo.

—Si.—respondió, mirándome detenidamente.—Eres la única persona a la que Eren siempre ha esperado.—añadió, lanzándome ese balde de agua fría nuevamente.

—No puedo hacerlo.—conté, apretando el barandal de madera.—¿Matar a Eren? Que estupidez, no me hagan cargar con eso.—pedí, para ver a Elian intentar de retener el corto cabello de Mikasa en su mano.

—Todos cargaremos con eso, Gianna.—interfirió ella, con sus ojos humedecidos, haciéndome sentir desconcertada por eso.—Pero solo es una suposición. Eren no tiene porque morir.—indicó, para así ambas girarnos bruscamente cuando una de las aves se sostuvo en el barandal aún lado de mi.

¿Por qué lloras?—me preguntó él preocupado, mientras que note su cabello amarrado.

—Mhm.—me queje, llevando mi mano hasta la cíen cuando una punzada me acorralo en cuanto el ave se fue.

—¿Qué sucede?—me preguntó Mikasa, acercándose a mi con recelo, manteniendo un poco la distancia.

—No es nada.—denegué, mirando el ave volar aún con poca altitud, como si nos estuviera siguiendo.

Esa imagen. Ya la había visto. Había visto a Eren frente a mi, cuestionándome el porque lloraba en aquella cabaña, pero había algo raro en ese recuerdo. Los planes cambiaron, el rumbo también. No llegaríamos a tiempo para salvar a todos, pero al menos llegaríamos para intentarlo. Me quede recostada de aquel barandal de madera. En la lejanía, se veía a Mikasa sostener aún a Elian, mientras que Armin quien parecía haber estado también afuera le hacía gracia. Ya no salía tanto vapor de su cuerpo, Connie también se acercó y Jean, cuando lo colocaron en el suelo. Elian ya se podía sostener de pie, pero caminar se le hacía aún difícil, aunque lo intento y todos le aplaudieron, haciéndolo sonreír. Jean lo sostuvo en sus brazos, para así mirarme. Deje de hacerlo, volviendo a retomar mi mirada en el mar. El peso de otros brazos se reflejaron aún lado de mi, haciéndome ver la mirada decaída de Annie, como también la de Reiner y Pieck. Los cuatro nos quedamos ahí, inmóviles para dejar decaer nuestra tristeza.

—¿Qué pasará luego?—se preguntó Pieck, aún vestida con el uniforme de la legión, para así mirarnos.

—Yo no tengo ni idea.—respondió Reiner en mi lado derecho, girando su cabeza para ver a Pieck en el lado izquierdo de Annie, quien tenía su cabeza baja.

—Al menos nos tenemos a nosotros.—artículo Annie con tristeza y pereza en su voz, la misma que siempre ha tenido.

—Si logramos sobrevivir al retumbar, ¿seguiremos juntos?—se preguntó Pieck, mientras que me giré para verla mirar el Mar afligida y entristecida.

—Tenemos que hacerlo.—afirmó Reiner, con su cabeza en alto.—Por Gaby y Falco, por Elian.—detalló, por lo que nos giramos para oír a Elian reírse con Jean.

—¿Le contaremos sobre esto?—se preguntó Pieck, quien tenía su mirada posada en mi, sonreí de lado para verla y asentir.

—Cada detalle.—respondí.—Él merece saberlo todo y a su manera, entenderá lo que fue correcto y lo que no.—expresé.—Es lo que hubiera querido el general.—añadí, recordando sus últimas  palabras hacia mi.

—Por favor, omitamos cuando Annie nos dio una paliza a mi y a Eren.—levante una ceja cuando oí a Annie sonreír por lo bajo.

—¿De qué hablan?—les pregunté curiosa, para ver cómo Reiner denegó sonriente y avergonzado cuando pregunté.

—En la base de reclutas, cuando conocimos a Eren, él estaba obsesionado con ser el mejor, así que quería aprender todo sobre mi, pero al menos lo intento.—contó ella.

—¡No olvidemos cuando Annie y Mikasa pelearon!—añadió Connie, pareciendo ser audible la conversación, abrí mis ojos para mirar a Annie impresionada.

—Ganaste, ¿verdad?—le pregunté a Annie, notando su expresión fría que me hizo desilusionar.—¿Te gano? Que patética Annie.—esbocé, mirando a Annie.

—Puedes darme la revancha por ella.—comentó Mikasa, mirándome desde el lado de Jean, pero baje la cabeza y negué.

—Que extraño, hubiera querido oír eso cuando me fui una a dos contigo y la comandante.—comente, de manera arrogante.—Y aún así, les gane.—añadí.

—Podemos intentar otra vez.—indicó Mikasa, por lo cual Connie abrió sus ojos grandemente denegando, pero era sarcasmo, realmente ya no estábamos en esa posición.

—No, ya no quiero pelear.—respondí.—Pero hubiera deseado haber estado ahí para verlas.—comente, mirando a Annie.

—Yo hubiera querido verte peleando con Mikasa y Hange.—esbozó Annie desanimada, para cruzarse de brazos.

—Fueron buenos tiempos.—indicó Reiner, a quien vi mirar al cielo y su cabello removerse con la brisa del viento.

Imagino que lo fueron, como también lo fue para mi. La brisa continuó removiendo mi cabello también con la luz iluminando mi camino. Eren, si te pierdo, sin duda ya no habrá sol que me alumbre y todo, todo para mi será una fuerte llovizna, pero al menos me quedare con algo. Porque ya lo descifre. Ya sé porque estoy aquí y no es para poder recompensar tu ausencia, si no para que viera y aprendiera que había una manera de antes poder confiar en ellos. Aunque las decisiones de mi pasado no ser reversibles y ya están marcadas para toda la eternidad, al menos ahora tengo la esperanza y el gozo de no estar sola nunca más, porque aunque no tengan esa cinta azulada que nos vincularían el uno con el otro, tienen mi respeto, admiración y lealtad. Eren si te vas, si me dejas y al final debo ser yo, se que la llovizna será eterna, así que por favor siempre crea un camino de luz en medio de mi tormenta para no perderme en el camino. Por el amor que tuvimos, por el amor que le tenemos a nuestro hijo, espérame, porque te alcanzaré en aquella colina y me recostaré en la sombra del árbol a donde solías ir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro