𝐮𝐧𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

────────────────────────
❛Y mientras no estabas.❜
────────────────────────
Año 854; presente.
Muro Rose, distrito Trost; Paradis.
────────────────────────

Veía los escombros. Fue como aquel día, donde la mano de mi padre aplastó aquellos cuerpos tan inocentes y débiles. Los escombros caían encima de los niños que intentaban correr, la sangre se plasmaba en cada mural de los cimientos quebrados por mi fuerte detonación ante la transformación frente a ellos. Los gritos y el horror de las personas exclamando misericordia me hizo tomar una bocanada de aire en cuanto abrí mis ojos. Mi pecho subía y bajaba, haciéndome caer sentado en la camilla, donde veía las antorchas alumbrando las paredes de ladrillos que yacía en la celda donde estaba. Me encontraba sudado y mi alargado cabello se pegaba en mi frente, mientras que me coloqué en el borde de la camilla, mis pies tocaron el frío y mugriento suelo de aquel aislado lugar. Observe mi mano, colocada en el colchón para resistir mi peso, en la muñeca yacía aquella cinta azulada. Llevaba cuatro años ahí. No había manera de que alguien me hiciera deshacerla, se hizo parte de mi. Respire hondo, bajando la cabeza. Estaba exhausto, más que cualquier día, hoy lo estaba. Unas gotas se oían caer, haciendo un sonido hueco. Así me oía por dentro desde hace mucho tiempo atrás.

—Si quieres salvar a Armin, Mikasa y Gianna, debes cumplir con tu misión.—sus labios se removieron con el hilo de mis palabras, se detuvo confundido cuando realizó que no conocía a esas personas, fue ahí donde todo cayó en cuenta.

La voz de aquel hombre me perseguía, haciéndome restregar mis ojos para desvanecerlo, pero no podía, era como un presagio que mis hombros cargaban desde entonces. Creía en algún momento en que él era mi reflejo, pero verdaderamente Eren Kruger era un reflejo de lo que era mi persona. Su misión era mi deber, la misma que me hacía seguir avanzando con un propósito enorme para mi. Levante mi mirada para ver las gotas de aquella tubería rota caer al suelo, creando un charco. No había ventana, lo único que alumbraba esta celda eran las antorchas clavadas en las paredes. Me levante con pesadez, caminando descalzo en el suelo para acercarme al lavado, sosteniéndome de este mismo y mirando mi deprimente aspecto. Abrí el grifo, remojando mi rostro varías veces. No tenía camiseta, las flexiones de mis brazos habían crecido en los últimos dos años y eso me hacía ver ancho. Remoje mi cabello, el cual amarre con una liga que había ahí, para así eliminar rastro de los vellos faciales en mi rostro. No sé cuanto tiempo tuve que andar con este aspecto tab irreconocible, pero me veía tan vago que hasta se me había olvidado.

Continué mirando mi aspecto. Las gotas de agua se deslizaban por mi rostro hasta caer en el lavado, haciendo ese mismo sonido hueco. Mis ojos se veían decaído, las ojeras se hicieron denotar más con el peso de los años en mi, o quizás era porque simplemente moriría pronto. Baje la cabeza, aguantando el lavado para ver mis manos y en eso, la muñeca que tenía la cinta. Se veía desgastada, pero la había cuidado más que alguna que otra cosa desde que la custodie. Su color me hacía recordar al hermoso mar que había más allá, separándome de un infierno que pronto me seguiría, pero también a los azulados ojos que me enamoraron desde la primera vez que los vi. Yo no fui el único que cambió estos cuatro años, ni siquiera mis amigos, Gianna también. Más que cualquier otro que conocí, Gianna fue la que cambió drásticamente, como si una parte de nuestras almas se pudriera por completo. Pero a este punto, ya no importaba. Lo único que importaba era que debía seguir avanzando, sin importar las amargas consecuencias que eso dejaría y las represalias que continuarían con el paso de los amargos y fríos años.

—Si no peleas, nuca ganarás.—me dije a mi mismo, mirándome en el espejo; estaba limpio y con un mejor aliento.—Pelea. Pelea.—musitaba.

—Oye, dime qué haces.—me quede parado, viendo de reojo como la comandante Hange se ponía frente a los barrotes.—No entiendo. ¿Acaso le estás hablando al espejo? Dijiste, "pelea, pelea". ¿Por qué? Oye dijiste, "pelea, pelea". ¿No es así, Eren?—se preguntaba, mirándome.—"Pelea, pelea". Pero, ¿pelear contra que cosa?—continuaba cuestionándose, abrumándome con su imitación tan mecía.—"Pelea, pelea". Si lo dijiste dos veces, ¿significa que vamos a tener dos batallas? No puedo entender si no hablas. Así que Eren, no creo que sea normal que hables contigo de esa forma.—indicaba.—De hecho si soy sincera contigo, yo nunca he conversado con un espejo. Oye por cierto Eren, ese peinado luce genial. Creo que ese aspecto tan desarreglado que tienes te da un aspecto de estar muy abrumado y que no te preocupa...

—¡Dime a qué demonios pediste!—le pedí en un leve grito, exhausto de su charla innecesaria.

—¿A que vine? Pues a hablar contigo.—afirmó, de una manera serena, a diferencia de la mía. —Cuando nos conocimos pasamos toda la noche charlando sobre los titanes, ¿lo recuerdas? Aunque quien hablo en esa ocasión solo fui yo, y tú te limitaste a escuchar.—contaba, haciéndome recordar ese día, donde Gianna se quedó conmigo para oírla hablar toda la noche.—Estaba completamente segura de que tú nunca ibas a sacrificar la vida de Historia. Eren, sabes bien que yo siento la misma urgencia que tú, pero entonces, ¿por qué saliste de la isla y nos pusiste a todos en peligro con tus acciones?—pregunto.—¿Ya no te importa lo que pase con Historia? ¿O incluso con Gianna? Digo, una de las principales cosas por la cual te fuiste de la isla fue para encontrarla, supongo que querías protegerla, ¿o quizás destruirla? Bueno, después de todo Gianna ocasionó mucho revuelo.—fruncí el ceño, intentando mantener la calma ante lo que decía.

—Logre devorar al titán martillo de guerra.—interferí, en un tono cortante.—La habilidad que tiene es manipular el endurecimiento desde la tierra. Y crear todas las armas y objetos que quiera. Por lo tanto, es inútil que me encierren sin importar que tan profundo y resistente sea la celda. Puedo largarme en el momento que se me antoje. Y por supuesto, mientras tenga al fundador no podrán matarme, y aunque hayan manipulado a Zeke con matarlo, tampoco podrán hacerlo.—recite, alejándome del lavado para acercarme a ella.—En resumen, dime Hange, ¿qué demonios es lo que puedes hacer entonces?—pregunté para atraerla bruscamente contra el barrote cuando apreté su camiseta.—¡Vamos Hange, dime de lo que eres capaz si tienes un haz bajo la manga, dímelo en este instante!—grite, sintiendo la abrumadora sensación de mi poder, podía convertirme en este momento.

—¡Maldito pervertido! ¿¡Sigues en tu fase rebelde!? Descarado, mocoso, ¡idiota!—exclamo, soltándose de mi para respirar gruesamente ofendida.—¡No sabía que podía pasarle a una persona que dejaba de tener sexo!—añadió, buscando el aire mientras que me giré, dirigiéndome al lavado nuevamente.

—¿Y tú tienes sexo?—le pregunté con sarcasmo y burla, apretando ambos extremos del lavado para intentar calmarme, no quería oírla más.

—Que soberano imprudente eres Eren.—acusó, aún ofendida e incluso asustada, se arreglaba su atuendo del uniforme estándar.

—Si no tienes nada más que decir, lárgate.—masculle, colocándome cabizbajo mientras sentía la fuerte tensión entre al comandante y yo.

—Hay alguien que quiere hablar contigo.—indicó, sonaba más serena, pero aún enojada e incómoda.—No fue fácil poder buscar el permiso, pero el comandante supremo accedió a que viniera, aunque a este punto debería negarme por tu falta de respeto. No toleraré que me trates de esa manera Eren, no lo toleraré.—añadió, aún cerca de los barrotes.

—No me interesa ver a nadie. Lárgate.—le pedí, pero ella no se movía, me retaba.

—¿O que Eren?—me preguntó ella en un tono firme.—¿Vas a transformarte en titán? ¿Me devorarás?—cuestionaba, acercándose a los barrotes para buscar mi mirada.—Pusiste a las personas más apreciadas para ti en peligro cuando decidiste asaltar a Marley por tu cuenta. No permitiremos que muera alguien más, ¿o acaso no te fue suficiente con que Sasha muriera?—mis dientes entre chocaron ante eso.

El nombre de Sasha retumbó fríamente en mi mente y la imagen de su cuerpo pálido recostado en una camilla me perturbó por completo. La mención me hizo sentir impotente, más que cualquier otra cosa, fue su nombramiento que me hizo aflojar mis músculos por completo. Suspire. No quería recordarlo, recordar el momento donde oí la afirmación de su muerte y aún era el día donde no podía asimilarlo, fue tan reciente que pensar en eso me afectaba al punto de hacerse denotar en mi semblante. Al comandante logró tocar un punto débil en mi, porque Sasha era igual de importante que otros compañeros y saber que murió sin que yo pudiera hacer nada, me hacía sentir que estaba en el mismo lugar que al principio y eso era lo que me mantenía avanzando. Mire a la comandante de una manera fulminante, habían muchas cosas que quería decirle, pero me resistí, sabiendo que pase mis límites cuando la ataque físicamente y ella tenía razón, no tenía porque tolerar mis actitudes, pero jamás podría entender porque estaba en esta posición tan amarga y encadenada a un objetivo que mantenía vivo.

—No quiero volver a oír su nombre.—dije de una manera fría, viendo como al comandante se desanimaba, como cualquiera ella esperaría mi luto, pero no tenía tiempo para sufrir.

—Es inevitable. Hoy fue su entierro.—musitó cabizbaja.—Sin duda es una pena. Sasha era un soldado excepcional.—añadió, entristecida.

—Basta.—pedí, sabiendo que no tenía límites, que realmente estaba cansado.—Vete.—volví a pedirle, pero su masoquismo lo ignoraba.

—Me iré, pero con una condición.—indicó, para hacerme chocar los dientes nuevamente.—Y dime Eren, ¿dejarás que pase?—me preguntó, para así quedarme sin opciones.

Asentí, aunque quería encogerme de hombros, no demostré más una actitud infantil. Me quede en silencio para ver de reojo como al comandante se alejaba de los barrotes, ella se removió. La comandante se encaminó hacia la puerta, pues oí desde aquí el ruido crujiente que realizó cuando la abrió. Continué establecido en el lavado, respirando hondo. Los pasos se oyeron huecos, al igual que las gotas que continuaban cayendo al suelo. Un silencio se extendió en cuanto se detuvieron, haciéndome mirar cabizbajo como afuera de los barrotes yacía alguien y a la lejanía, los pies de al comandante, quien parecía tener todo su peso en la pared cuando levante mi mirada lentamente y me tense al ver esos azulados ojos. Reconocería su cuerpo donde fuera, cada parte de ella fue una pieza que recorrí con mis labios y era imposible no reconocerla. Mi corazón empezó a palpitar, con vida y energía, una energía que me quitó todas las pesadillas que me perseguían en las noches desde que se fue. Su hermoso cabello estaba amarrado en una coleta, mientras que portaba el uniforme estándar de la legión, no pude evitar soltar una bocanada de aire. Era ella, realmente era ella.

—Y mientras no estabas Eren, nos encargamos de buscar refuerzos. Nos dejaste sin opciones.—decía al comandante, buscando mi mirada.—Ten cuidado. Parece que no anda de buen humor el niñito.—comentó la comandante, recostada de la pared, cruzada de brazos.

—Gianna.—fue lo único que sobresalió de mi boca cuando vi cómo colocó sus manos en los barrotes, mientras que miré el anillo en su dedo, Gianna me miraba con detenimiento.

—No sabes cuanto estaba esperando este momento desde la ultima vez, Eren.—musitó, haciéndome acercar a los barrotes que sostuve fuertemente mientras la veía, Gianna estaba aquí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro