𝟎𝟏: 𝐆𝐨𝐝'𝐬 𝐛𝐥𝐨𝐨𝐝

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La casa Todoroki se erguía en la plenitud de su fuerza. Aún con la ausencia de su amada reina, no existía poder en la tierra que pudiera interponerse a su extraordinaria omnipotencia.

Enji Todoroki había reinado por poco más de treinta años junto a lo que quedaba de su numerosa familia, media decena de príncipes y princesas en edad adulta destinados a gobernar hombro a hombro, todos temidos y admirados por el pueblo, aunque algunos más que otros.

Sin embargo, tras la muerte de su esposa, la línea de sucesión se desmoronó por completo y aún después diez años de la ejecución de Touya, no había un heredero designado para asumir el trono una vez que el rey muriera. Todo el reino y la corte especulaban y daban por sentado que Natsuo sería el rey, era obvio para cualquiera que tuviera ojos y sentido común.

Y fue así hasta que Enji simplemente decidió poner fin a los rumores y habladurías que asechaban a su familiar. La decisión no habría sido tan fácil si no tuviera una obvia e innegable predilección por su hijo menor, al que veía como su más grande triunfo, su obra maestra. Quizá habría dudado en escogerlo si no viera a sus otros hijos como meros fracasos, como un simple resultado de la obligación de mantener vivo el legado y preservar el apellido Todoroki.

Así pues, una vez que el joven cumplió la mayoría de edad, la ceremonia fue puesta en marcha una bella tarde de enero, miles de personas llegaron a la capital para celebrar la ocasión, desde las casas más ricas y poderosas del reino, hasta los campesinos más pobres. Pues el rey estaba a punto de nombrar a su heredero y todo el mundo quería conocer al que sería su próximo monarca.

Todos los presentes se quedaron en completo silencio, y no fue poca su sorpresa cuando la inconfundible cabellera bicolor del joven príncipe se adentró en el gran salón del trono. Con las manos temblando y el rostro llenó de pánico, Shoto parecía estar yendo directamente a su propia ejecución.

Nunca había disfrutado toda la atención y las preferencias que su padre le daba sin razón alguna, nunca esperó ser rey porque la tradición de sucesión se había encargado de mantenerlo al final de la lista y quiso saltar de la torre más alta del castillo cuando se enteró que sería nombrado heredero sin tener derecho a serlo. Shoto odiaba la idea de ser rey y creía ser la persona menos indicada del mundo para serlo.

Al igual que toda la población, estaba completamente seguro de que la monarquía debería recaer en su hermano mayor, Natsuo, quién a sus ojos era perfectamente capaz de gobernar, ya que además de ser hijo varón de mayor edad, también era noble y amable como ningún otro hombre en la tierra, pero él no contaba con la misma predilección del rey que Shoto.

Sentado en el trono y usando su pesada corona de oro sólido, Enji sonreía triunfantemente y sus intensos ojos azules brillaban de emoción, no había forma de ocultar el enorme orgullo que sentía.

Shoto terminó lo que le pareció la caminata más larga de toda su vida y por fin llegó al final del camino, se paró frente a su padre siendo incapaz de mirarlo a la cara y mantuvo los ojos en el suelo mientras se arrodillaba frente a él. Apoyándose sobre su rodilla mientras el peso de una nación entera caía sobre sus hombros.

El monarca se puso de pie, se apoyó en su pesada espada y todos los presentes bajaron la mirada ante él.

—Yo, Enji Todoroki— su grave y profunda voz resonó por todo el lugar, haciendo que Shoto sintiera un siniestro y doloroso escalofrío —Rey de los cielos y mares, señor de todos los reinos y protector de la tierra, nombro a mi hijo, Shoto Todoroki, como mi sucesor y heredero.

Así, posando el filo de su espada sobre los delgados hombros del bicolor entre cada palabra, selló el destino de todos sus hijos.

Shoto se puso de pie y junto a él todos los presentes, se dio media vuelta y observó detenidamente a los asistentes del evento, todos un montón de extraños que preferiría nunca haber visto, pero que estaban ahí para celebrar su condena. Un centenar de desconocidos, nada más que caras vacías, a excepción de sus hermanos que lo veían desde el público.

Llevó sus ojos a Natsuo y le gritó internamente que lo salvara de aquella condena de muerte, pero sabía bien que no había nadie que quisiera interponerse a las decisiones del rey, nadie estaba lo suficientemente loco como para enfrentarse al hombre que exilió a su propio primogénito después de que lo traicionara. Sin nada más que hacer, Shoto aceptó su destino y soltó un profundo suspiro antes de hablar.

—Yo... Shoto Todoroki, juro solemnemente gobernar con paz y armonía, proteger al pueblo de cualquier amenaza, defenderlos de cualquier enemigo y... Uhm velar por su... seguridad —dijo por fin, sintiendo como su voz temblaba de nervios en cada palabra.

La multitud aplaudió el forzado juramento de Shoto y a gritos pidieron por una larga vida para su próximo rey.

Uno a uno, los Lords y Ladies del reino así como los miembros más importantes de parlamento fueron llamados al frente de la multitud para jurarle lealtad y devoción al futuro rey, arrodillándose frente a él y repitiendo las mismas palabras con ligeras y apenas perceptibles variantes.

Para su desgracia, además de ser una princesa por derecho de nacimiento, Tetsudai era comandante de la guardia real, por lo que era una de las muchas personas que al representar una seria amenaza para el reino, debía declarar públicamente su fidelidad al rey.

En cuanto escuchó su nombre, Tetsudai miró a Natsuo y le pidió que por todos los dioses evitara que semejante humillación fuera llevada a cabo, pero él solo le regresó la mirada mientras se encogía de hombros y se deshacía de cualquier responsabilidad, ya que él había hecho lo mismo sin quejarse, como futuro Lord de la casa Himura, su lealtad era una pieza fundamental para el gobierno de su hermano.

La pelirroja rodó los ojos y maldijo internamente el día de su nacimiento, el día del nacimiento de Shoto y todos los días que habían pasado desde entonces. Ahogándose en coraje, no pudo hacer más que aceptar la humillación y caminó directamente hacia su hermano, quien tragó saliva de forma sonora en cuanto la vio acercarse.

Al estar en la primera fila del público, no hizo un gran recorrido y en menos de un minuto se encontraba frente al joven príncipe, teniendo más que claro que debió ahorcarlo cuando era niño. Shoto dudo si realmente debía extenderle la mano, ya que algo le decía que la pelirroja podría cortársela en cuanto tuviera la oportunidad de hacerlo.

Tetsudai sintió como toda su sangre hirvió en rabia al tener que arrodillarse frente a su hermano menor, no encontraba nada más degradante y repulsivo, sus ojos se clavaron en los de Shoto antes de apoyarse en su rodilla y sujetar la delgada mano del bicolor.

—Yo, Tetsudai Todoroki, como comandante de la guardia real, juro ser leal al Rey y a su heredero elegido, el príncipe Shoto. Juro ser completamente fiel y defenderlos de cualquier enemigo, con total honestidad y desde lo más profundo de mi corazón —sentenció con firmeza. Sin mentir, sintió como su almuerzo trató de escapar de su estómago.

Se consumía en una hirviente mezcla de rabia y vergüenza, su molestia era obvia para cualquiera que tuviera ojos, tensaba la mandíbula con fuerza y hablaba como si le doliera hacerlo. En cada palabra se podía apreciar el coraje que sentía y la forma en la que buscaba asesinar al príncipe con la mirada era simplemente siniestra.

Sin nada más que hacer, se puso de pie y después de hacer la reverencia más rápida que se había visto en la historia, regresó a su lugar en el público junto a sus hermanos.

—Me aterras —le dijo Natsuo en un susurro discreto en cuanto estuvo lo suficientemente cerca.

—Me dejaré caer sobre una espada si tengo que volver a hacer eso —declaró sin ironía.

Enji se había mantenido en completo silencio, sentado en su trono mientras observaba la ceremonia llevarse a cabo, juzgando si alguno de ellos se atrevía a mentir en su juramento, mirándolos detenidamente y hurgando bajo sus intenciones, esperando que el más mínimo rastro de duda se hiciera presente para poder sentenciar a cualquier posible traidor.

Shoto nunca había vivido nada que remotamente se pareciera a la ceremonia de nombramiento, nadie se había arrodillado frente a él antes, mucho menos tantos hombres y mujeres con tales niveles de poder e influencia.

Doce Lords y Ladies siguieron a Tetsudai en el juramento y la ceremonia por fin se dio por concluida. El rey se puso de pie y se acercó a Shoto, posando una de sus grandes y pesadas manos sobre sus hombros, sonriendo con orgullo mientras miraba a toda la multitud, haciendo que el bicolor se tensara por completo.

—¡La gracia de los dioses está con nosotros! —gritó— Este día marca el inicio de una nueva era para nuestro gran reino, el reinado del príncipe Shoto será uno de los mejores y más prósperos que nuestra historia haya visto —declaró con total certeza. Nuevamente su voz hizo que un doloroso y siniestro escalofrío recorriera toda la columna del bicolor.

La seguridad en sus palabras no hacía más que aterrar al pobre joven, pues con cada segundo que pasaba, la certeza de no tener escapatoria se hacía más grande.

—Por el honor que se nos ha concedido hoy, ¡Una gran celebración nos espera!— concluyó.

Un evento de tal magnitud no podía simplemente pasar desapercibido, y mucho menos cuando se trataba del hijo favorito del rey, la celebración duraría días enteros. Todos los habitantes esperaban con ansias el festejo, los banquetes y torneos.

Caballeros de grandes e importantes casas hacían fila para poder presumir sus habilidades como jinetes en el primer torneo, grandes e importantes nombres conformaban la lista de participantes, caballeros jurados al rey y valiosos miembros de la guardia real.

Mientras toda la familia Todoroki y algunos miembros del parlamento esperaban el inicio desde su palco especial, los gritos y la música resonaban por todo el lugar, el sol seguía iluminando con fuerza en lo más alto del cielo, todo el campo estaba decorado con banderas rojas y blancas, los colores del rey.

—¿Dónde está tu hermana? —le cuestionó Enji a Natsuo, quién no hizo más que encogerse de hombros, pues no había visto a la pelirroja desde que se deshizo en el aire al terminar la ceremonia.

Aunque Shoto quiso esperarla, el rey se negó y ordenó que el torneo diera inicio.

Bastante lejos del campo del torneo, Tetsudai caminaba con firmeza por las calles de la ciudad, haciendo resonar su pesada armadura con cada paso que daba. Salió disparada del castillo en cuanto el evento se dio por concluido, con el orgullo completamente herido y una sola idea dando vueltas en su cabeza.

Las trompetas y los tambores resonando por todo el lugar amenazaban con destruir su cordura, apenas si podía escapar de la enorme duda que se mantuvo en su cabeza durante toda la ceremonia, le impedía pensar con claridad y mantenerse atenta a su camino. La curiosidad de cómo se vería ella sentada ahí, qué tan pesada es la corona y cómo se sentiría ver a tantas personas importantes arrodilladas frente a ella, se sentía tan real que apenas y podía distinguirlo de la realidad.

No era nada más que una simple fantasía, una que estaba completamente dispuesta a llevar a la vida. Nunca había tenido tanta claridad como la tenía en ese momento, en ese preciso instante en el que decidió que haría hasta lo imposible para evitar semejante injusticia, el momento en el que vio el camino más claro que jamás había visto. Porque Shoto no tenía ningún derecho a gobernar antes que ella.

No tardó en llegar a su destino: la base central de la guardia real. El lugar que se había convertido en su único refugio fuera del castillo, el único lugar que le permitía tener el poder y la autoridad que necesitaba para vivir. Era una enorme fortaleza con una docena de pisos y cientos de escalones, tan vieja como el mismo océano, reforzada con enormes muros de concreto sólido.

El lugar estaba completamente vacío debido a las festividades del día, una celebración de tal magnitud requería atención especial del ejército, la mezcla de alcohol y euforia no solía resultar nada bien, además de que la mayoría de los altos mandos de la guardia participaban en el torneo de caballeros, por lo que se vio obligada a buscar por sí misma.

Si algo tenía claro, era que no podía permitir que Shoto se volviera rey, no le importaba en lo más mínimo si el anciano que tenía por padre moría, eso era algo que tarde o temprano pasaría, pero más temprano que tarde, tenía hacer algo para quitarle la corona al bicolor, haría cualquier cosa que fuera necesaria, humanamente posible o no.

Subió un centenar de escaleras y desempolvó decenas de libros antes de estar cerca de su objetivo, buscando torpemente sin tener ni la menor idea de por dónde empezar, así pasaron varias horas y la noche cayó por completo, tantas horas que quiso arrancarse todo el cabello pelo a pelo.

Y después de dar vuelta a todo el lugar, terminó encontrando lo que buscaba: un mapa. Un mapa viejo y desgastado que parecía brillar frente a sus ojos, que parecía gritarle que lo encontrara.

Estaba determinada a hacer lo necesario y sabía mejor que nadie que solo existía algo que le daría un reclamo al trono legítimo e innegable, completar aquella misión que había retado a la humanidad desde siglos atrás era lo único que hacía falta.

Ni el heredero elegido por el rey podría interponerse en su camino si obtenía aquella victoria.

Regresó al primer piso del lugar y después de acomodar decenas de velas a su alrededor, extendió el enorme mapa en la mesa de roble al centro, los lados caían por los bordes. El papel era viejo, tanto que las líneas comenzaban a desaparecer y el color era apenas perceptible, sin embargo, era el único mapa a su disposición que abarcaba más allá de las fronteras del reino, lleno de lugares desconocidos cuyos nombres apenas podía pronunciar.

Había escuchado esa leyenda un centenar de veces desde que tenía memoria, sin embargo, era más que un simple mito para niños. A cientos de kilómetros de la frontera del reino, se extendía aquel maravilloso y fantástico lugar, cuya existencia llevaba siglos desafiando a la humanidad, a la realeza y a todo el poder que creían tener.

Incontables hombres trataron de encarar esa peligrosa misión mucho antes que ella, un montón de fracasos cuya única utilidad recaía en ser un claro ejemplo de que no hacer. Pero Tetsudai no era un estúpido hombre con aires de grandeza, ella tenía el poder de los dioses corriendo en sus venas y no necesitaba nada más que eso para cambiar la historia.

Soltó un pesado suspiro lleno de exasperación y buscó una botella de vino para clarificar su mente, necesitaba pensar con claridad o no llegaría a ningún lado.

Se paró frente a la mesa nuevamente y después de analizarlo detenidamente por varios minutos, una revelación casi divina apareció en su mente, una solución, como si los mismos dioses le hubieran entregado la respuesta a absolutamente todos sus problemas. Así pues, el plan comenzó a trazarse por sí solo, un par de soluciones por cada posible obstáculo, tres ventajas por cada desventaja.

Estaba emocionada, ansiosa e inesperadamente optimista, estaba tan concentrada que no se percató de que comenzó a rayar el mapa y a anotar sus planes aleatoriamente por todo el papel.

Una estrategia perfectamente trazada, basada en nada más que un deseo egoísta y un cuento de hadas.

Pronto comenzó a escuchar pasos a lo lejos, sabía perfectamente bien a quién le pertenecían por lo que no se molestó en ocultar su desastre.

—Ah, con que aquí estabas— dijo Mirio en cuanto la vio, ella volteó a verlo y caminó directamente a él.

—¿Estás de mi lado?— cuestionó con total seriedad, mirándolo fijamente a los ojos mientras lo sujetaba por los hombros con firmeza, impidiendo que diera un paso más.

—Si, hoy y siempre— respondió sin dudarlo.

—Eso está bien por ahora— volvió a decir, soltó al rubio y regresó a donde estaba sin decir nada más, pretendiendo que él la siguiera.

Tetsudai siempre había sido extraña, por decirlo sutilmente, pero aquel día su nivel de extrañeza había alcanzado niveles que nunca había visto antes, el mapa rayoneado que estaba frente a sus ojos solo era una clara prueba de ello. Ella le sirvió una copa de vino y se la pasó, esperando que con eso estuviera suficientemente preparado para oír lo que estaba por decirle.

—¿Quién o qué es el otro lado?— preguntó con curiosidad mientras se paraba a su lado y observaba sus anotaciones con atención.

—Mi hermano— volvió a decir sin despegar la mirada del mapa.

—¡¿T-tú hermano el futuro rey?! Alto ahí, no podemos traicionarlo ¡Acabas de jurarle lealtad hace un par de horas!— gritó completamente indignado, volteando a verla con una enorme preocupación antes de sujetarla por los hombros y sacudirla con fuerza.

—No vamos a traicionarlo, imbécil. Vamos a planear una invasión.




¿Qué es esto, un au dónde Mirio y Tetsudai son amigos? claro que si.

Quería subir este ff desde hace varios días pero me entretuve armando un lego con mi novio y en efecto nos tomó literalmente DÍAS.
Lego: 1
Ingeniera + Médico: 0.

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