1

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Donde estás ahora?

El viento azotaba mi rostro y en mi cabello mientras corría con rapidez a través del bosque, sintiendo las ramas raspar mi rostro. No tarde en llevar mis dos dedos a mi boca, creando un silbido más grueso y audible. Corrí con mucho más rapidez, esperando escuchar el relincho de mi caballo cerca. Miraba atrás, observando una pequeña horda venir detrás de mi, eran más rápidos de lo usual. Volví a mirar enfrente, viendo cómo varios caminantes parecieron acorralarme. En un pestañeo mis balas habían provocado un gran hoyuelo en sus cráneos, llevándolos a la muerte por completo. Justo en ese tronco del árbol pude ver la soga que sostenía el cuello de mi caballo, con mi larga espada no tarde en sacarla de su estuche para dar un fino corte en ella. Deslice mi pie por el estribo del caballo, alzando mi cuerpo y colocándome justo en la silla de montar, dándole una palmada para agarrar la soga y alentarlo a sacarme de ahí. No tarde en ver la vista de la carretera vacía, saliendo por completo del bosque, mientras que sentía el sol pegado en mi cuerpo.

Empezó a galopar hacia el norte, dirigiéndome de vuelta, de vuelta a mi hogar. Veía las flores relucientes en las redadas que habían alrededor de las barandas de metal que dividían la carretera con el bosque, las cuales parecían pudrirse en moho. El tiempo pasaba, pasaba sin detenerse y sin piedad. No se detenía y continuaba, obligándonos a todos a continuar, sin olvidar a los caídos; a los que perdimos y nunca vamos a poder recuperar. El tiempo nunca sano sus ausencias, no sano el dolor que su ausencia provocó, el dolor permanece, no hace ruido pero está ahí. Aún el tiempo nos recordaba las despedidas que nunca pudieron darse, recordaba como no pudimos impedir que se fueran, sólo dejamos que pasara y ahora vivíamos con eso. Continué en mi soledad galopeando, en seis años muchas cosas habían cambiado. Veía los letreros que marcaban las direcciones de las comunidades, comunidades de las cuales ya no somos aliados, ya no éramos aliados de las personas que caminaron con nosotros en esta batalla. Continué galopeando, hasta que pude ver en mi campo visual aquella gasolinera, abandonada y totalmente desalojada, no había ni una gota más de gasolina pero esa no fue la razón por la cual me hizo detenerme ahí.

Con cuidado disminuí la velocidad del caballo, acariciando su largo cabello y haciéndole sonidos con mi boca, para apretar la soga y prohibirle continuar. Mire fijamente con nostalgia aquella gasolinera, hace mucho no pasaba por esta ruta y creo que nunca la olvidaría. En mi mente se visualizaron las memorias que tuve aquí, no tarde en sentirme melancólica pero no procesé el sentimiento de tristeza que eso me había provocado. Era inevitable no recordarlo, no pensarlo. Lo visualicé allí, justo aún lado de mi, ambos siempre juntos y deseando ayudar a los demás. Baje mi mirada, sintiendo el sol nuevamente pegado a mi, era un día soleado y fresco. Alce mi mirada ante escuchar varias pasos de otras galopeadas, debía ser ella. Dirigí mi mirada al lugar donde el sonido provenían y no falle en mi suposición, mirando fijamente a Natasha venir hacia mi. Este era el punto de encuentro para ambas, aunque faltaba una, veía como mi hermana tenía un semblante de seriedad y la brisa movía su cabello corto. Veía en ella tristeza, desesperanza.

—No encontré ningún rastro de él.—ella llegó a mi lado, su voz se escuchaba cortante, reflejaba la tristeza y el cansancio que sentía.—Ni siquiera encontré rastro del perro.—añadió ella con su cabeza baja, no deseaba mostrar su tristeza ante mi, lo respetaba.

—Daryl es un hombre fuerte, él debe estar bien.—le alenté a sentirse bien pero ella parecía cansada, la podía comprender, no era la primera vez que teníamos que salir a buscar al padre de su hijo, de mi sobrino; Noah.

—¿Cómo explicarle a un niño de cuatro años que su padre suele salir cada cierto tiempo a buscar el cuerpo de su amigo muerto porque la conciencia no lo deja vivir?—cambie mi mirada ante la insensibilidad que mi hermana demostró ante la situación, pude sentir su suspiro, un suspiro de cansancio.—Lo lamentó.—se disculpó ella, mientras que el recuerdo de Rick Grimes se asomó en mi cabeza, pero al instante bloquee el sentimiento de tristeza.

—Me tope con otra pequeña horda, nuevamente tenían una gran velocidad. No creo que la teoría de Siddiq esté errónea, quizás empiecen a evolucionar.—comente, cambiándole completamente el tema a mi hermana.—Corrí bastante rápido, pero sentí incluso que me acorralaron.—añadí a mis comentarios, ella me miro curiosa y confusa.

—No tendría duda de que así fuera, no soy una mujer de ciencias, tampoco de tener tanta fe pero eso debe tener una respuesta.—me respondió ella, mirando a nuestros alrededores.—Michonne se ha tardado, deberíamos adelantarnos.—me dijo ella, desviando el tema pero yo rápidamente negué.—Aliana, Noah me espera, no puedo dejarlo solo todo el día.—me dijo ella, observándome.

—También tengo a dos niños a quienes cuidar.—le dije, intentando convencerla a esperar a nuestra líder, quien no tardaría en llegar.—Jayden esta con ellos, nada malo les pasará.—añadí para evitar sus preocupaciones.

—Ya llegó.—ella miró detrás de mí y no tarde en verla, en ver a Michonne con la cabeza en alto y mirándonos.—No creo que haya encontrado nada tampoco.—mi hermana nuevamente bajo su cabeza, mientras que ella le dio un leve toque con la soga a su caballo y continuó su paso, sola. Mientras que me quedé observándola y viendo cómo Michonne junto a su caballo llegaba, en silencio y sin decir una sola palabra.

Se veía con un semblante serio, uno que demostraba como si fuera un escudo, en donde no dejaba ver sus emociones. Así volvía cada vez que venía de ese lugar, del puente en donde no pudimos salvar a Rick, donde él se sacrificó por nosotros sin necesidad de hacerlo. En silencio y a su lado me mantuve, a su lado como estos últimos seis años. Creamos un lazo, creamos un vínculo tan fuerte que no creo que jamás se pudiera romper, jamás como el que yo rompí con Maggie Greene, de quien no sabía su paradero desde hace seis años. Después de la muerte de Rick, el dolor fue tanto que simplemente me desprendí de ella. Todos nos desprendimos y solo los que quedamos unidos, nos entrelazamos para cuidarnos y respetarnos entre nosotros, así como Rick hubiese querido. Le tenia un gran respeto a Michonne, incluso una gran admiración. Ambas en silencio nos mantuvimos una al lado de la otra, mientras que delante de nosotras se podía ver la tristeza de mi hermana en su soledad. El desespero de que su hijo empezara a notar la ausencia de su padre la sofocaba, le hacía recordar cómo había sido nuestra infancia, sin un padre y una madre que nos guiara o enseñara valores, nunca tuvimos ese amor.

Le agobiaba el hecho de que su hijo viera que sus primos (mis hijos) no tenían un padre que los hijos de Michonne tampoco tuvieran una figura paternal. Baje la cabeza ante sentir el sol pegado a mi, estos seis años fueron difíciles para mi, incluso para Michonne en tener que criar a esos niños solas, sin un apoyo paterno que les diera orden. Agradecía, porque siempre hubo respaldo de los varones cercanos a nuestras vidas. Se me hace difícil criar a Caleb y Alanna, pero no sería imposible. Mis pequeños eran lo más que amaba en este mundo, y quien diría que los amaría tanto, los amo más que a mi misma. Deseaba llegar, deseaba que sus brazos me acorralaran y me dijeran como les fue en su día, esas sonrisas y esos ojos azules me cautivaban todos los días. Habían crecido tan rápido, pero sin duda alguna me los disfrutaba como nunca. Aún no entendían por qué no tenían una figura paternal, aunque cuestionaban y preguntaban, siempre les he dejado claro que su padre nunca estaría presente por cosas que aún ellos no entenderían pero que él siempre los miraría. Desde pequeños les inculque de una forma sana que su padre era el sol para protegerlos en el día y que luego, era la luna para velarles sus sueños.

Era algo tanto y ilusionista, pero sé que cuando vayan creciendo poco a poco entenderán la ausencia de su padre. Veía los grandes muros de mi comunidad, la comunidad que yo lideraba junto a Michonne. Ambas éramos las lideres de la zona segura de Alexandria, cualquier decisión que tomaran, debían ser concedidas por nosotras. Ambas hacíamos un excelente equipo, un gran trabajo juntas y teníamos una comunicación inquebrantable, la confianza entre ambas había crecido a través de los años. Mire como mi hermana silbó, y no tarde en sonreír cuando noté la presencia de Eugene abriendo los portones, este con su gran coleta larga la cual le había crecido a través de estos años. Me baje del caballo, al igual que Michonne y mi hermana, quien bajo con cuidado para no lastimarse. Desde aquí pude ver cómo su pequeña barriga empezaba a notarse, si, otro bebé Dixon en camino. Esa era una de las razones por la cual Natasha se encontraba tan preocupada y sensible, por su nuevo embarazo. Empecé a caminar mientras acariciaba mi cabello, quien fue sostenido por uno de los residentes, al igual que el de Michonne y mi hermana, quien no tardo en irse justo antes de que volvieran a cerrar los portones.

—Natasha.—la llame, pero esta simplemente con su cabeza baja siguió, baje mi cabeza al sentir una mano en mi hombro.

—Déjala, ella estará bien.—me susurró Michonne, mientras que se paró justo a mi lado con una mochila, alce mi mirada viendo su semblante de seriedad y como también iba emprender una caminata.

—Michonne, hay algo que debo decirles antes de que... —mi campo visual se tornó lento en el momento exacto en que Eugene habló, pude presenciar a personas desconocidas cerca del parque de juegos de los niños, eran cuatro en total, quienes nos miraban en presencia de todos. No tarde con rapidez en sacar mi arma, cargándola.

—¿Quienes son estas personas y quienes le permitieron el paso?—alterada llame la atención de algunos residentes, incluso de los niños quienes estaban jugando en el área. A mi lado llego Aarón, este quien al ver mi escena no tardo en acercarse a mi pero su hija adoptiva Gracie lo detuvo.—¿Quienes los trajeron?—pregunté nuevamente, mientras que pude ver también cómo Michonne pareció llegar a mi lado, su espada en manos.

—Mamá.—detrás de esas cinco personas que me miraban de manera asombrada y fulminante pude ver aquel destello de luz para mi, los azules ojos de mi hijo varón me miraban con emoción y entusiasmo, con rapidez escondí mi arma para entablar una sonrisa en mi rostro y abrir mis brazos grandemente, recibiéndolo mientras esté corría.

—Mi amor.—apreté a Caleb contra mi cuerpo, alejándome de la escena y viendo a Michonne acercarse a esas personas, incluso a varios residentes más, armados.—Se supone que estes con tu abuelito, no aquí sin supervisión, conoces las reglas.—dije mientras que mis labios se plasmaban varias veces en su mejilla, mientras que sostenía a Caleb y este me abrazaba.

—Pe-Pe-pero es que te pasaste de la hora.—dijo tartamudeando, si, así reaccionaba a mi pequeño cuando se sentía nervioso.

—Dime amor, quienes son estas personas extrañas. Tú debes ser mis ojos cuando yo no esté.—le dije, mientras que Caleb escondía su cabeza en mi cuello y yo veía fijamente a Michonne, alrededor de algunos residentes y nuestros compañeros, no tarde en ver a Rosita y a Jayden en la escena, incluso, ese cabello largo castaño quien estaba delante de Michonne; la pequeña Judith Grimes.

—Llegaron hace un buen rato, según tío Jayden, los encontró Judith y los trajeron esperándolas a ustedes, pero no se quienes son.—me dijo él con rapidez, le sobé la espalda a mi pequeño.

—Muy bien amor, ahora, voy a bajarte y te quedarás un poco distanciado mientras averiguo que está pasando.—le dije, mientras que sentí como su cabeza asintió, no tarde en bajar a Caleb con cuidado al suelo, viendo cómo este se puso serio detrás de mi algo tímido.

—Son cinco residentes que encontramos, todos están limpios excepto uno que está en la enfermería.—escuche a decir al principal de seguridad, un residente de Alexandria. No tarde en acercarme y ser testigo de lo que sucedía. Mientras que veía cómo Michonne los revisaba, yo veía fijamente dos hombres y dos mujeres.

—¿Seguro que están desarmados?—pregunté, mientras veía aquella mujer pelirroja mirarme fijamente.

—Si, no tenían armas, ni mucho menos provisiones. Estaban indefensos allá afuera.—Eugene, quien se encontraba aún lado de Rosita, me miró; respondiéndome.

—¿Y por qué están aquí?–Michonne llamó la atención de todos ante esa pregunta, esperando saber quien los había traído, yo estaba igual de curiosa. Mientras que veía a Caleb aún lado de Judith, mirándola algo sospechoso.

—Yo decidí.—Aarón salió en respuesta a la pregunta de Michonne, bajando la cabeza y a su lado se encontraba Gracie, su hija adoptiva.

—No es tu deber hacerlo.—le cuestiono Michonne, Aarón sin más remedio, guardo silencio.

—Yo decidí.—dirigí mi mirada a la pequeña que llevaba un sombrero de alguacil en su cabeza, ahí entendí porque mi hijo la miraba tan sospechoso, él sabía que su tía Judith había sido la responsable.—Necesitaban ayuda.—defendió Judith su postura, mientras que la miré fijamente.

—Judith, conoces las reglas.—le dije con una voz pasiva, no solía reprenderlos, no me gustaba. Ella me miró algo apenada.

—Todos las conocen.—me añadió Michonne a mi comentario anterior, mientras que ella miró a cada uno de los residentes observándonos.

—La cosa es que ya están aquí.—le interrumpió Aarón.—Y quizás no sería mala idea tener un poco de esperanza en que podrían ayudar en la comunidad.—añadió Aarón a su comentario, defendiendo la integridad de esos desconocidos.

—Deberíamos esperar a mañana, ya oscurecerá y transmitiremos si se quedarán por votos.—Gabriel, el padre Gabriel fue quien se integró a esta conversación, dando una humilde opinión. Michonne me miró, esperando una respuesta de mi parte, le asentí dirigiendo mi mirada a Judith quien me sonrió.

—Está bien.—afirmó Michonne.—Llévenlos a las celdas, hasta que sepamos que haremos mañana. Llévenle comida, agua y ropa, que se den un baño.—les ordeno Michonne a los residentes que implantaban el orden en la comunidad, estos quienes no tardaron en aceptar.

—Vamos.—dijo uno de los residentes, tomando por el abrazo con suavidad a la chica pelirroja que me miraba pero esta, lo empujó y prosiguió a caminar.

—Ey, sin actitud. Porque me importaría un carajo votar a que te quedes.—le dije, reprendiéndola ante su actitud de mal agradecimiento. Me giré, dándole la espalda para caminar junto a Caleb.

—¿Crees que una mocosa va intimidarme?—me pare en seco, viendo cómo todos los demás también y observaron la escena, al igual que Michonne. Me giré en mis talones, hice un ademán con mi mano para que el residente no se la llevara.

—Esta mocosa puede decidir si sales viva de aquí o no, es mi comunidad y son mis malditas reglas, zorra.—estaba frente a frente sobre esta tipa, quien no me desviaba la mirada, me quería intimidar pero no podía pero yo tampoco podía causarle absolutamente nada.

—¿Eso es lo que le enseñas a tus hijos?—me pregunto ella, mirándome fijamente y hablándome a mi. No tarde en reír de una forma burlona, acercándome mucho más a ella, nuestras frente podrían tocarse.

—Mis hijos saben que su mamá es capaz de cualquier cosa.—masculle.—Si estabas buscando una confrontación a mano, te la daré con gusto, si quieres ser humillada delante de tu gente déjame decirte que eres valiente.—la amenace, esperando a provocarle intimidación pero ella no cedía, no flaqueaba.—Llévensela.—dije, para así, girarme en mis talones y ver cómo los demás me miraban.

Observe fijamente a Caleb, este quien estaba algo incómodo por la escena. No tardo en darme su mano, para entonces yo continuar a caminar con él. Si algo para mi era molesto, era que me desafiaran y más si mis hijos estaban presente. Las últimas personas que lo hicieron, están muertas. Veía cómo los residentes se iban mientras me observaban, muchos me respetaban y admiraban, otros me temían y me maldecían. Miraba la comunidad sin imaginarme que yo junto a Michonne seríamos quienes lideraríamos a Alexandria, aún recordaba a Deanna. Recordaba a aquella señora que nos abrió las portones de su comunidad, que nos brindó un hogar, seguridad y apoyo. Pudo haber perdido a su familia, pero nunca dejó de creer en nosotros. Con cansancio y viendo cómo pronto anochecería, no tarde en asomarme a aquella ventana con barandas, esperando una sonrisa que me alegraba o me alentaba a continuar. Caleb soltó mi mano, para sentarse en las escaleras de aquel apartamento pero no vi la gran sonrisa de mi hija.

—La mande temprano, tenía hambre.—vi como aquel rostro se asomaba por las barandas de aquella ventana, me miraba fijamente y no tarde en acercarme.

—Hola, papá.—lo salude, viéndolo por la ventana de su reja. Veía cómo me sonreía.—No encontramos nada hoy, perdimos el tiempo.—le dije, mientras que la poca luz de la tarde, me dejaba ver su rostro.

—Él volverá a su hogar.—me respondió Negan, sacando su mano por su ventana y tocando la mía.—Alanna se fue hace unos diez minutos a la casa, debe estar allí esperándote o quizás se adelantó para comer, cómo te dije tenía hambre. Caleb ya comió.—me dijo, acariciando mi mano.

—Gracias por cuidarlos hoy, de verdad.—le agradecí, viendo a Caleb sentado en las escaleras y parecía jugar con algún muñeco.—Llegaron unos desconocidos, son cinco en total, Judith los trajo. Mañana haremos un juicio de votos para decidir si se quedan o no, no me parecen de fiar pero es lo que elija el pueblo. Creo que podrás votar, intentaré que vayas.—le dije, vi como él asintió.—Mañana vendré, estoy cansada papá, me iré a la casa. Descansa.—él acarició mi mano, para luego apretarla y volver a asentir.

—Descansa mi niña, no te estreses.—me pidió y asentí, apretando su mano también.—Adiós pequeño alguacil.—Negan asomó su mano para despedirse de Caleb, quien no tardó en hacer el mismo gesto.

—Bueno, vámonos pequeño.—le dije, acariciando su espalda para que continuara a caminar mientras nos alejábamos nuevamente de ahí, mientras que observé cómo Negan se quedó con las manos fuera de la baranda.

—¿Cuanto tiempo debe estar ahí?—mire a Caleb, quien caminaba a mi lado y agarraba mi mano, Caleb era tímido y temía mucho a lo que había afuera de los portones.

—El suficiente para que aprenda de sus errores y haya capacitado el daño que hizo.—le explique a mi hijo de una forma tan sencilla, el algo ñoño apretaba mi pierna para poner toda su fuerza ahí y no caminar.—No seas vago, camina.—le reprendí con una sonrisa pero me tocó llevar a mi hijo en mi pierna, me pesaba.

—¡Mamá!—ese grito, ese grito de alegría que le daba vida a mi corazón no tardo en resonar en mis tímpanos.—¡Volviste!—no tarde en abrir mis brazos, al ver cómo mi pequeña castaña brincaba los escalones del balcón del hogar de Michonne, corriendo hacia mi para que la cargara, mientras que la oscuridad empezaba a reflejar la comunidad.

—Cuidado con Caleb.—le dije, recibiéndola en mis brazos y viendo cómo su hermano algo celoso se despegaba de mi pierna. No tarde en seguir caminando, para así sentir los labios de mi hija plasmarse en mi mejilla, dándome muchos besos.—Ay mi amor, que rico cuando me das mucho amor, gruñona.—ella me apretaba fuerte, a diferencia de Caleb, Alanna había sacado todas las características mías y de Natasha, era mal humorada y bastante seria, excepto con Judith y Gracie.

—Abuela estaba regañando a Judith por eso estaba en el balcón.—me comentó, mientras que baje a mi hija en el balcón de casa de Michonne, asomándome por la puerta y abriéndola, viendo así a la primera planta vacía.

—¿Y Rick Jr?—mire a Alanna quien entró junto a Caleb, no veía aquel bebé moreno por la casa, era una ternura y a quien más protegíamos.—¡Michonne estoy aquí!—grite, para alertarle que estaba en su hogar pero no escuché respuesta de su parte.

—Debe estar arriba.—me dijo Alanna, caminando con Caleb a la sala mientras que yo escuchaba murmuras provenir de la segunda planta.—Jayden hoy nos hizo pasta, estuvo deliciosa mamá, te dejamos a ti y a abuela un poco.—me comentó Alanna desde la sala.

—No todas las personas son de confiar Judith, muchas personas querrán hacerte daño, querrán aprovecharte de tu nobleza.—escuchaba desde arriba y como parecían acercarse a la planta baja. Me mantuve en el margen de la puerta principal.

—Se que Carl hubiese querido, al igual que papá. Me lo han dicho en sueños mamá.—me quedé atenta a la conversación, aunque no fuera de buenos modales empezaba a intrigarme.—Me dijiste que esto era lo que quería Carl, que quería paz.—miraba a Alanna y a Caleb, mientras que Judith mencionaba a su hermano mayor, al padre de mis hijos.—

—Judith... —vi a Michonne y a Judith asomarse por las escaleras, mientras que la pequeña niña las bajaba con un rostro entristecido, al igual que Michonne ante el conocimiento de cosas del pasado que Judith recordaba.

—Espero que no hayas olvidado sus voces aún.—sentí mis ojos humedecerse ante la voz de Judith, fue un estruendo en mi corazón que ella aún recordara sus voces.—Espero que Aliana tampoco las haya olvidado...—susurro, sabiendo ella que estaba yo presente en la sala,  mientras que yo me quede dolida por esas palabras con mi mirada puesta en cómo Alanna veía los libros, y a su lado había una pequeña caja.

—¡Mamá, ahora si tengo hambre!—escuché la tierna voz de Rick Jr, resonar por la casa.—¡Tengo hambre!—volví a escuchar, mientras que cambié mi mirada a mi hija, quien se veía concentrada viendo una caja. Decidí sentarme en el sofá de la sala.

—Hola pequeño.—Michonne acercó a su pequeño bebé a mi, para yo saludarlo y verlo sonreír, era el hermoso bebé que Rick y Michonne habían generado, era una pena que Rick Grimes no pudiese verlo crecer.—Alanna y Caleb, recojan sus cosas pronto nos iremos a casa.—les dije, para yo poder entablar una conversación con Judith pero una acción de Alanna me generó curiosidad.—¿A donde vas amor?—le pregunte, mientras que ella se levantó con la caja que había encontrado dejándola caer, observando cómo papeles y incluso laminas de fotografías caían al suelo. Me levante del sofá, observando cómo Alanna se quedó observándome, algo asustada.—¿Qué es eso?—pregunte, observando cómo Michonne se asomó en la sala de estar con RJ en manos.

Fui acercándome a las láminas, eran fotografías eran demasiadas. Observé cómo Alanna se quedó quieta en su lugar, ella estaba con la cabeza baja y sabía que intentaba de ocultarme algo. Me incline recogiendo una fotografía, al girarla observé el rostro de Maggie Greene y Glenn Rhee en la fotografía. Color blanco y negro, calidad más que buena y podía suponer cuando fueron tomadas esas fotografías. Me quedé observando la fotografía, observando el rostro de Maggie con una sonrisa mientras que Glenn a su lado sonreía. En mi mente se vieron las imágenes de cuando él falleció, cuando Negan lo mato. Me arrodillé en el suelo, dejando la fotografía aún lado y recogiendo varias en mi mano. La mayoría en blanco y negro, observando a las personas que estaban allí posando ese día en que Aarón decidió fotografiarnos después de la caída de la Torre, de los muros y de la infiltración de los caminantes a Alexandria. En la fotografía que había recogido se veía a Eugene y Tara sonriendo, incluso a Rosita atrás sacando la lengua como si interrumpiera la foto de sus amigos. Sonreí plenamente, yo estaba encima de Rosita también mientras que se veía a Glenn fingiendo como si estuviera bajándome de la espalda de mi amiga.

Pase otra fotografía, era Abraham y Daryl, ambos con seriedad, mientras que Abraham aquel amigo pelirrojo mío portaba un atuendo de sargento. Empecé a sentir esas imágenes en mi cabeza, ese día había sido de un ambiente lleno de felicidad para todos. Pase la fotografía, obteniendo otra y en esta no evite sonreír. Daryl Dixon con su toque de seriedad salía junto a mi hermana, esta quien sonreía a risas con su dentadura por fuera. Ella sonreía por Abraham, ese amigo de ambas pelirrojo la molestaba por el hecho de que se haya fijado en Daryl quien resultó ser un gran amor y salvación para mi hermana. Pase la imagen, observando así aquella imagen con cautela, viendo cada detalle y las facciones que mostraban esos rostros desconocidos. Ahí estaba yo, entre medio de Maggie y Glenn, quienes salían ambos dándome un beso en la mejilla mientras que sonreía con la dentadura afuera. Sonreí en ese instante, pues sentí sus voces y risas ese día en mi cabeza, mientras que mis ojos empezaron a humedecerse cuando quise revivir ese día una y otra vez en mi mente, pero eso jamás pasaría.

Pase la imagen, mientras que reí, limpiando mis ojos para evitar que alguna lagrima saliera delante de Caleb o Alanna. Quien aún tenía la cabeza baja como si quisiera esconder algo, incluso Michonne aún estaba ahí observando mis reacciones ante las imágenes que mis ojos veían. La próxima imagen que recogí en mis brazos mostró la sonrisa más hermosa de este grupo, observé a Sasha Williams estar posando con Maggie, mientras que atrás de ellas se veía a Tara abrazando a Rosita, incluso Natasha salía atrás con Carol observando la foto erróneamente. Sonreí al ver a aquella morena nuevamente ante mis ojos, esa mujer había sido un gran motivo para mi, ella me hizo tener fuerzas para continuar el día en que ella decidió marcharse. Observé varias fotos con una gran sonrisa en mi rostro, incluso con mis ojos húmedos hasta que mis ojos observaron esa fotografía. Mi corazón sintió un estruendo ante hermosa foto, en ese instante sentí un brillo en mis ojos y sabia que se habían humedecido. Mi sonrisa se esfumó, mientras que observé con mis ojos la foto que mostraba a Carl Grimes solo sonriendo, este señalaba algún punto y en ese instante recordé ese día en donde Carl me miraba y sonreía.

Mi alma sintió un estruendo, de un instante me sentí incompleta ante ver aquella dentadura mostrarse en esa fotografía, era la única foto que no era de blanco y negro, se veía ese bello color castaño y el bello color del día en esa foto. En mi mente se reflejo la imagen de ese día, en cómo observaba a Carl mirarme y cómo este me señalaba para que me acercara, él quería una fotografía conmigo. Sentí esa presión en el pecho, esa sensación de querer sentirlo o al menos escuchar esa sonrisa, tenía miedo... yo empezaba a olvidar cómo su voz sonaba. Mis lagrimas salieron, salieron corridas ante tanto aguantarlas y no tarde en ver con mis ojos borrosos como mi hija dejaba de esconder aquel papel algo manchado de amarillo que decía mi nombre con claridad. Recogí aquel trozo de papel con la fotografía aún en manos, esa había sido la carta que Carl Grimes había escrito para mí el día en que partió, el día en que pensó que no lograría despedirse de mi. No tarde en llevar esas dos preciadas cosas a mi pecho, sintiendo como los sollozo se me escapaban después de tanto tiempo, mientras que abraza eso con fuerza como si fuera él. Ay amor mío, te extrañaba como si nunca hubieses estado... ¿dónde estás ahora Carl Grimes?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro