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Confrontar.

Mis pies se arrastraban por el suelo rocoso, no tenía una buena respiración y sostenían mis brazos con fuerza pero mi cuerpo estaba agotado. Mis párpados pesados, buscando a través de esa tela la iluminación para distinguir donde me llevaban, la cabeza me dolía ante un gran golpe que había recibido había perdido el conocimiento y en mi mente, solo estaba Henry. Escuchaba susurros, en cada parte, mis oídos podían confundirse ante tantos. Sentía como apretaban mis brazos, como mi espalda chocaba gruesamente con algo rasposo, era un árbol. Gruñí. No recordaba cómo habíamos terminado aquí, cómo el día nos ganó y nos dejó al descubierto, sé que mi cabeza dolía y todo estaba lleno de confusión. Intentaba buscar el aire pero no podía, lo que me tapaba el rostro era grueso, como una bolsa de maizal. Escuchaba quejidos, una respiración más gruesa y como otros pies eran arrastrado. No había duda, era Henry.

Intentaba calmarme pero temía por su vida, fue un error alcahuetearle. Mi respiración se entrecortaba, mientras mis brazos eran aplastados por unas sogas. Mi pecho, dolía. La ansiedad de volver a mi hogar con mis hijos, la ansiedad de sobrevivir con Henry o de incluso saber qué Lydia estaba bien, se había mezclado. Deje de escuchar otros pasos arrastrados pero aun escuchaba gruñidos, escuchaba susurros de voces que yo no conocía. Nos habíamos metido en la boca del lobo y ahora, no tendríamos salida de una manera tan rápida. El recuerdo de la noche llegaba a mi, en cómo Henry y yo corríamos ante toparnos con varios caminantes, corríamos en silencio siguiendo el rastro pero ellos nos siguieron primero. Intente de desprenderme pero las sogas estaban demasiado apretadas, no había duda, eran ellos. Deje de intentar sacarme del agarre o debilitarlo, no podía moverme.

—¿Donde está?—me quedé tiesa ante la gruesa voz de Henry sigo entrecortada, al escuchar como si él estuviese a mi lado, Henry debía  atado al otro extremo del árbol.—¿Donde está?—la voz de Henry resonaba temblorosa, agitada pero con mucho miedo, me cohibía a no pensar en que no saldríamos de aquí.

—¿Henry?—le llame a este, esperando respuesta, sintiéndome sin fuerzas.—¿Estás bien?—le pregunté, sin este aún responderme solo escuché un carraspeo de garganta.—Escucha, no tengas miedo, no digas nada.—le pedí, intentando de calmarlo ante sentir como mi soga se movía raspándome los brazos, estábamos amarrados por la misma soga.

—Esto es mi culpa... —escuche su suspiro, mientras que suspire gruesamente y sentía mi cabeza estallar, no tarde en soltar leves quejidos.—¿Aliana?—me llamo él preocupado, y en su voz se podía reflejar el miedo.—Aliana respóndeme, no pierdas el conocimiento, no lo pierdas.—continuó él alentándome pero no sentía fuerzas, no sentía nada y un rotundo silencio se formó.—¿Quien eres tú?—no tenía duda de que habían puesto al chico al descubierto y llena de preocupación empecé a buscar una forma de desprenderme de estas sogas.

—¿Como la llamaste?—me tensé ante escuchar una voz femenina, una voz femenina que no reconocía, que nunca había escuchado.—Repítelo.—la mujer le ordenaba al niño que repitiera su llamado a mi, confundida me quedé en silencio.

—Aliana.—dijo Henry en un tono bajo, escuche pisadas y luego un silencio profundo, era como si alguien se acercara a mi, a través del saco
que tenía en mi cabeza, pude distinguir qué alguien estaba delante de mi y más cuando su respiración chocaba con la mía.

La luz hizo mis párpados más pesados los mantuve cerrados un momento ante alguien desprender el saco de mi cabeza. Abrí los ojos, sintiendo aire y viendo aquella mujer delante de mi, llevaba aquella máscara de un caminante pero a través de esa máscara los hoyuelos que indicaban sus ojos, me dejaron ver unos ojos verdosos mirarme fijamente. Incomoda, intente remover mi cabeza cuando su mano llena de tierras se plantó en mi mejilla. Esta mujer veía mi rostro, aguantaba mi respiración ante el olor que tenia esta extraña mujer. Sus dedos se deslizaban por mi cabello, ella lo tomó en sus manos y con sus dedos lo tocaba. Intentaba de mover mi rostro para que dejara de tocarlo pero ella continuó mirándome, continúo examinándome. Me mantuve en silencio, sin decir nada, no buscaba pelea era lo menos que quería hacer. Debía salir de aquí, con Henry, vivos. Ella se echó un poco para atrás, dándome distancia y dirigió sus brazos atrás de su máscara para sacárselo con sus manos, desprendiendo su máscara al suelo y dejándome en tensión.

Era como un espejo, era como si estuviese viéndome. Aquella mujer me dejó ver su rostro, deteniéndome el corazón. Su cabello, lacio y corto, color negro azabache. Veía sus labios rosados carnosos y unas grandes ojeras debajo de sus ojos verdosos, sus pecas, eran demasiadas y veía como ella me miraba fijamente. Sentía como mi pecho subía y bajaba, como me sentía confundida en este momento. Veía mi reflejo a través de ella y no podía asimilar que esta mujer estaba aquí delante de mi, quería escapar, empecé a sentir como mi aire faltaba ante esta presencia. Ella sacó de su cinturón una hacha, una hacha de un mango rojo y lo espetó en el árbol, haciéndome saltar del susto. El hacha estaba a centímetros de mi hombro pero ella había picado de un golpe la soga. Empecé a respirar gruesamente cuando su mano apretó mi chaqueta y me sacó fuera del árbol, con total brusquedad.

Quedándome sin aire ante la confusión, mis rodillas de forma humillante tocaron el césped seco. Intente incorporarme pero el reguero de emociones me mareos tanto que sentí mi estómago revolcarse, al nivel que de mi boca había salido un buche de vomito. Sus manos con fuerza atraparon mi chaqueta nuevamente y me levantaron, humillada ante ser vista por pocos susurradores, pude ver a Henry mirarme mientras que este aún estaba siendo vigilado y incluso, amarrado de las sogas que ella había cortado con su hacha, la cual sostenía con sus manos. Pude ver como varios susurradores se acercaron y como ella con una sola señal, los alejo. No veía a la mujer a quien había confrontado ayer, incluso, no veía a Lydia. Las palabras no salían de mi garganta, no podía decirle a Henry que se calmara, yo no estaba calmada. Nuevamente aislada de todos caía en el suelo de rodillas por aquella mujer, a quien podía jurar que al verla me tembló el cuerpo. Intente incorporarme, mirando el lugar, mirando fijamente algo que mis ojos nunca habían visto, una cantera repleta de caminantes, sus gruñidos erizaron mi piel.

—Tú... —mis labios temblaban mientras esta mujer estaba delante de mi, no podía creerlo, parecía un sueño irreal, la vida otra vez me traía el caos.—Estás viva.—susurré, sintiendo las ansias de querer arrancarme los pelos.—No puede ser, no puede ser.—susurraba una y otra vez, intentando de evadir mis ganas de vomitar, el estómago me daba miles de vueltas.

—Si tú estás aquí... —ella también parecía sentirse en una escena irreal pero no la culpaba, no nos culpaba a ninguna.—¿Ustedes sobrevivieron?—me pregunto, ambas estábamos en una gran distancia.

—Sobrevivimos mucho antes de esta mierda, sin ti. Ella hizo que fuera posible, gracias a mi tía, a tu hermana; estoy aquí, por desgracia frente a ti.—le respondí, dándole el beneficio de su duda, viendo cómo ella negaba, viendo sus manos temblar.—Pero ella no lo logró.—le confesé, llevándome a muchas memorias del pasado sobre la persona en común que ambas algún día amamos con cada latido de nuestro corazón, de una persona que jamás olvidaría sin importar los años que pasen.

—No es posible, no puedo serlo.—me decía ella, negando, no dejaba de mirarme como si yo fuera un muerto pero ella ni siquiera procesaba bien lo que les decía.—Esto no puede estar sucediendo, no ahora.—su voz tembló, ella seguía dando vueltas en el mismo lugar y incluso miro al cielo, miro el cielo nublado.

—Al parecer tú y Negan fueron sentenciados a que sus hijo volvieran como un bumerán a ustedes por habernos abandonado, de la misma forma en la que me encontré con él; me encuentro contigo, como enemigos. Que bien.—hablé con una voz temblorosa, hablé moviéndome de un lado a otro, sentía que me estaba volviendo loca.—La vida les trajo a sus hijos de regreso, sin importar cuánto duraron escapando de ellos. ¿Como te sientes Alessandra?—le pregunté viendo cómo ella acumulaba las palabras que le decía.—¿O debería decirte mamá?—la mire fijamente a los ojos, viendo esos ojos verdosos mirarme con confusión.

—¿Negan está vivo?—me pregunto, ella estaba procesándolo todo a la lenta, a su paso mientras que yo estaba llena de miedo, de rabia. Verla ahí parada como si nunca nos hubiese necesitado me carcomía por dentro, el malestar que sentía era por su maldita presencia que jamás deseaba volver a obtener, después de todo nunca la tuve.—¿Están juntos?—volvió a preguntarme, y no dudaba que vinieran más preguntas, yo también tenia millones de preguntas, preguntas del por qué sus acciones.

—Esto no es bueno.—suspire gruesamente.—Cuando Negan apareció en mi vida, arruino todo, perdí todo y luego tuve que acoplarme a la idea de que era mi padre. ¿Que me traerás tu? ¿Dolor? ¿Muertes?—preguntaba con rabia, provocando que esta mujer se llenara mucho más de confusión, ella no entendía el dolor que estaba siendo ante verla. El miedo de volver a enfrentarme en una tormenta me mataba, todo era diferente ahora, tenia a Caleb y Alanna.—Adviérteme para irme lejos con mis dos hijos!—le grité fuertemente, sintiéndome angustiada, sintiéndome presa en este lugar con ella. Sus ojos se abrieron como platos. Los ojos azules de mis hijos llegaron a mi mente, mientras que evadí cualquier tipo de ilusión dañina que me creara, mi mayor miedo era perder a mis hijos, jamás me compondría de tal acto por eso no entendía cómo está mujer podía vivir en paz o como pudo vivir en paz después que abandonó a sus hijos como si no fuesen nada.

—¿Tienes hijos?—continuó preguntándome mientras que tragaba saliva, era capaz de arrebatarle su hacha y plantársela en su cráneo hasta que muriera, ella no era nadie.—Aliana, todo tiene una explicación. Absolutamente todo.—me dijo ella, algo más callada pero aún confundida, reí, reí sarcástica.

—Se lo que debo saber.—le afirmé, quedándonos distanciadas por completo.—Abandonaste a tus hijos y nunca mas volviste. No hay otra explicación que sea capaz de entender en estos momentos.—le añadí, viendo cómo ella me miraba fijamente lo que ella no veía era que detrás suyo estaba aquella mujer, la misma que confronté ayer mirándonos.

—¿Qué sucede aquí Alessandra?—aquella mujer nos miró a la distancia, mientras la que estaba frente a mí se giró y no tardó en bajar su cabeza.—¿Donde está tu máscara?—le pregunto.

—Alfa, tengo el mismo derecho que tú de quitármela. Ella quería venir al baño, no iba dejar que viniera sola.—la mujer frente a mi le respondió a quien sería la líder de ellos, Alfa.

—Estuvieron siguiéndonos toda la noche, algo querrán sabe o algo querrán aclarar. Ya que viniste con el chico, te cesaré la duda que desees, ven conmigo.—mire fijamente como Alfa me miraba, esperando que la siguiese, no tardo en hacer un semblante de firmeza y actuar neutral ante la situación.—Vamos.—me volvió a inculcar mientras que los gruñidos lejanos aún podía escucharlos.

—Esto no acaba aquí.—la mano de la mujer que me tuvo en su vientre, me apretó con fuerza, deteniendo mi paso. Evadí su mirada, evadí sus ojos verdosos que eran el reflejo de los míos.

—Esto ni siquiera empezó.—le musité en un tono bajo, desprendiéndome de su agarre y mirándola con un porte de firmeza.—Tú hijo varón murió, lo maté con mis propias manos.—vi como ella abrió sus ojos como plato ante mi horrenda confesión.

Me volteé, llenando mi mente de esa horrible memoria que nadie sabía, excepto Jayden que estuvo ese día y yo pero ahora, la mujer que tuvo a mi hermano en su vientre lo sabía. Sin temor a nada, continué caminando por el mismo lugar que Alfa lo hizo. La vida me estaba jugando nuevamente, me estaba dando por donde me dolió por muchos años, la ausencia de mi figura maternal y el amargo recuerdo de no tenerla a mi lado. Ella continuó detrás de mi de una forma sigilosa mientras que intentaba sentirme neutral ante el hecho de que ahora debía lidiar con que ella estaba viva, con que ella estaba en el bando enemigo y no tenía duda que tanto ella como yo, no tendríamos miedo en confrontarnos hasta la muerte. Proseguí en caminar, hasta que pude llegar cerca donde Alfa estaba y abrí mis ojos grandemente cuando vi a Henry aún lado de Lydia, esta quien tenía una navaja en su mano y le apuntaba, sin contar que habían dos cuerpos tirados, sin cabeza. La imagen perturbadora me carcomió los pensamientos.

—Tú compañero dijo que venían sólo y que venían por mi hija, nuevamente.—continúe mirando la gran charca de sangre debajo de esos cuerpos, no miraba al monstruo que hizo eso.

—¿Qué carajos les pasó?—pregunté aturdida, alzando mi mirada y viendo a Henry perturbado. Giré mi vista, mirando a Alfa, viendo cómo está ya me miraba fijamente.

—Las reglas crean el orden mundial, sin ellas no hay un balance. Si desobedeces, eres débil y aquí, sobrevivimos los fuertes.—me respondió ella con aquella voz neutral, sin actitud, era como si ella no tuviese ninguna emoción.

—Ya había escuchado esa basura antes.—comente de forma burlona ante su pensamiento.—¿Esa es tu forma de educar a tu hija?—le pregunté, mirando cómo Lydia apuntaba a Henry con su navaja en sus ojos veía como ella no deseaba hacer lo que hacía.

—Tú hijo Caleb es algo asustadizo, lo noté ayer cuando lo observé fijamente en las afueras huyéndole a un caminante, escondiéndose detrás de tus piernas, esperando que tú lo salvaras.—sentía como mi saliva faltaba, mi boca se seco ante esta mencionar el nombre de mi pequeño, en mi rostro la furia se notó.—No creo que tú quieras que tu hijo sea débil, ¿así es como quieres criarlos?—su pregunta me carcomió por dentro y sentía como enfurecía.

—No me interesa tu hija, solo quería saber si ella estaba sana. Cumplía el capricho del niño.—le hablé, molesta, observando cómo ella parecía alegrarse de intimidarme, mis hijos eran una gran debilidad para mi.

—Beta.—Alfa continuó mirándome mientras que llamó a alguien que a su lado se detuvo, a su izquierda estaba aquella mujer de ojos verdosos mirándome, con su máscara puesta nuevamente.—Sabes lo que tienes que hacer.—le dijo ella a él, vi como aquel grande hombre que pude distinguir por vestimenta, tenia también máscara de caminante, se acercó y miro fijamente la escena. Sacando de su cinturón, una navaja más grande.

—Vas a matarlos, a ambos. O los mataré a los tres sin piedad.—pude ver como Henry se tensó ante la gruesa voz de ese hombre enmascarado, mientras que Lydia se quedó aturdida ante lo que le pedían, yo tan sólo continué con un semblante de firmeza sin demostrar miedo.

—Alfa, no creo que sea correspondiente que esto suceda.—Alessandra, aún lado de Alfa hablo, sus ojos estaban estampados en mi.—Podemos usarlos, podemos sacarle información como le hicieron a tu hija, torturarlos.—sugirió ella, mientras que Henry me miraban tembloroso.

—Alessandra, no pido que lo entiendas pero esa mujer que está frente a ti, fue quien mato a Molly.—confundida, alce una ceja y negué, no comprendía que pasaba, solo se que la mujer de ojos verdosos bajo la cabeza, incluso Lydia me miro con los ojos abiertos y algo dolida.

—¿Qué puta broma es esta?—pregunté agitada, sin entender absolutamente nada.—¿Quien carajos es Molly?—pregunté, estaba molesta y me sentía en un laberinto sin salida.

—Molly era mi hermana, la mujer que mataste hace unos días atrás cuando ibas de camino en la carretera junto a tu compañero. Mis hombres lo hirieron con una flecha, a él y a tu caballo, y tú mataste a mis hombres pero entre ellos a mi hermana. Desde ahí decidí seguirte y conocerte, porque iba tomar venganza de ti. Y si no te mato ahora será pe... —un silencio se inundó en el momento en que parejo una ola de gruñidos interrumpir la situación, en ese momento un pitido qué precio un código alertó a las personas que estaban a mi alrededor—Llévenselos.—ordenó ella, señalándonos y justamente colocándose su máscara.

Henry fue empujado por Lydia a mi lado, confundida, alrededor de mí varios susurradores se colocaron y mi corazón latió fuerte cuando pude ver a caminantes reales salir del bosque. Estas personas actuaron en silencio y con rapidez, como si supieran ya cómo reaccionar, cómo actuar. Sintiendo como la saliva me faltaba en mi boca seca, apreté a Henry contra mi cuerpo mientras que sentía muchas manos empujarnos. Nos estaban adentrando a aquella horda masiva que nos había acorralado, no podía creer que estuviera repitiendo el mismo suceso de hace años, caminar entre los muertos. Apretaba a Henry, lo apretaba con fuerza mientras veía como este empezaba a respirar agitadamente. Sacudía su mano, y entrelace sus dedos con los míos. Estaba aterrada pero alrededor de mi, muchos gruñidos empezaron a resonar. Mi piel estaba tensa, en un abrir y cerrar, caminábamos entre los muertos y el enemigo.

Sentía como si en cualquier momento fuera capaz de perder el conocimiento, no podía estabilizarme y actuar como si fuese un caminante, sediento de sed y con ansias de arrancar pieles. Intentaba retomar aire pero me llevaba a los recuerdos de Alexandria, en donde Carl y yo nos mirábamos llenos de miedo, donde Rick hizo lo posible para mantener a todos con vida pero esa noche perdimos lo que todos perdemos a través el tiempo. Henry estaba abrazado a mi, su cuerpo aferrado con el mío y nos movíamos lentos, si, demasiado lentos. El día había sido el más movido, donde mis emociones fueron las peores, donde yo no estaba estabilizada mentalmente. Me aferraba a la idea de que debía salvar a Henry e incluso a mi, ahora más que nunca no deseaba separarme de mis hijos, ahora más que nunca debía protegerlos. Mi respiración entrecortada sintió un jalón, un estruendoso jalón y sentía mi vida irse en un aliento, continué jalando a Henry en un tipo de cadena cuando a través de esa máscara pude distinguir esos ojos y esa chaqueta con dos alas en su espalda, sentí el aire volver a mi.

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