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Sana y salvo.

Ethan Martínez.

El día dejaba ver lo que hace días no se veía, una luna llena con aquel cielo estrellado. Una luna que transmitía un nueva noche, una noche lleno de paz. Estaba sentado en aquel balcón de aquella casa donde convivía junto a una extraordinaria y pequeña familia, estaba sentado en una vieja silla de madera, mirando las estrellas. Limpio y oloroso, pensaba y admiraba aquel cielo que no veía tan estrellado desde días atrás. Había pasado un día, un día donde no pudo conciliar el sueño pensando en aquella testaruda mujer que se encontraba en descanso. Sus hijos no habían podido compartir con ella, la líder del lugar ordenó descanso absoluto para ella, quien descansaba en la enfermería junto a su otra compañera; quien había sufrido un golpe en la cabeza y aún se encontraba inconsciente. Suspire, mientras que alzó su mirada para ver cómo por aquellas aceras caminaba su hermano menor, Connor. Él había sido el más que se había acoplado, a diferencia de Michael quien era un adolescente, también se acoplaba con facilidad pero yo aún no me sentía como en casa.

—¿Piensas en la chica?—veía como mi hermano quien mostraba un semblante de cansancio, subió aquellos escalones para llegar cerca de mi.

—¿Fue un buen turno?—le pregunté curioso, este con una sonrisa asintió, a lo que me hizo sentir menos despreocupado.—Natasha hizo el favor de venir y cocinar, alisto a los chicos para dormir y se fue. Date una ducha y cena algo.—le aconseje, viendo cómo este miraba a través de la puerta abierta, giré mi mirada y observé a aquellos pequeños jugar y correr por los pasillos junto a Michael.

—Creo que se llevan bien.—opinó Connor, mientras que continuábamos mirando a aquellos pequeños niños.—Son bastante inteligentes y tiernos, es lo que me agrada de vivir aquí.—me comentó este, y sabía que era cierto ante esa sonrisa.—Creo que deberían dejarles ver a su mamá, por más mal que ella este, ellos han estado preocupados.—añadió a su comentario, dejando ver en su semblante algo de preocupación por los pequeños.

—Ayer durmieron en mi cama.—le conté, viendo cómo este me miró.—Dicen que se sienten seguros conmigo.—Connor ante este comentario me miro algo curioso.

—¿Qué pasó allá afuera con la chica?—me pregunto este, de una manera curiosa y atento, me sorprendió su pregunta pues no sabía en qué modo lo preguntaba.

—Ya te dije. Los caminantes.—de manera cortante le respondí, viendo cómo este alzaba una ceja y me miraba de manera fija.

—Sabes a lo que me refiero.—rodee los ojos, mirando nuevamente el cielo estrellado.—Ethan, han pasado años. Mereces continuar, es lo que Caroline hubiese querido para ti.—evadí la mirada de Connor ante ese consejo, un consejo innecesario.

—No se a que viene todo esto.—le dije algo confuso, no estábamos en el mismo plano. Lo miré, viendo cómo él se acercaba a la puerta principal para entrar al hogar, y este sonrió, llevando su mano a mi hombro.

—Te preocupaba la chica como ninguna otra te ha preocupado estos años.—llevo su mano a mi espalda y la palmeo, sonriendo y entrando al hogar, mientras que pude escuchar la emoción de los niños ante este llegar, pero sentí un pequeño cosquilleo minutos después y a mi lado, una sonrisa.

—¿Qué haces?—Caleb me miro curioso, este tenía una pijama puesta de color azul oscuro, su cabello estaba húmedo y veía en él algo de cansancio.

—Veo las estrellas.—le dije, para invitarlo a sentarse en mi falda y este con comodidad, se sentó. Lo alce un poco y lo acomode, viendo cómo él miraba fijamente las estrellas.

—Mi mamá siempre las ve también.—me comentó Caleb, señalándolas, la noche resplandecía su belleza.—Ella se sienta aquí y llora, ella piensa que duermo pero yo la observo llorar hasta que se calma y ahí es que decido dormir.—escuchaba atento las palabras de Caleb, mientras que a mi lado pude ver en el margen de la puerta a Alanna con su pijama y detrás de ella, Michael, mirándome.

—No puedes coger sereno, debes entrar, órdenes de tú mamá.—Michael se acercó a Caleb, para cogerlo en sus brazos y elevarlo para sacarlo de mi falda y este con una sonrisa traviesa se fue corriendo de Michael a dentro de la casa, mi sobrino algo juguetón le siguió el juego.

—Quiero ver a mi mamá.—Alanna desde el margen de la puerta me miro, con un semblante de tristeza.—¿Ella está bien?—me pregunto, se veía bastante entristecida.

—No me arrepentir de esto.—comenté para mi mismo, levantándome de la silla de madera y mirando adentro de la casa, silbándole a Michael.—Caleb, busca un abrigo para ti y tu hermana, iremos a ver a tu madre.—dije en voz baja pero esto causó entre los niños un grito de emoción, lo que me hizo mantener un semblante serio para que bajaran su tono.—No, niños, bajen la voz.—les pedí y estos sonrientes asintieron, mientras que vi como Caleb corrió por las escaleras hasta la segunda planta.

—Michonne dijo que no.—me hablo Michael, acercándose a mi, mientras que por el margen de la cocina con un plato de comida en manos, Connor me miraba.

—Te lo dije Michael, Ethan quiere ser padrastro.—mi hermano y mi sobrino se miraron de manera burlona, lo que me hizo continuar manteniendo un semblante lleno de seriedad ante sus comentarios.

—¿Eso es malo?—Alanna aún lado de mi los miro algo confusa ante no entenderlos, Michael y Connor negaron ante esto, mientras que pude ver a Caleb bajar las escaleras con dos abrigos en sus manos.

—Pónganselo.—les pedí a ambos niños, quienes asintieron ante mi petición y se pusieron los abrigos con rapidez.—Bien niños, debemos ir en silencio, es de noche y no tenemos permiso en visitar a su mamá, deben seguir mis órdenes.—ellos me miraron y asintieron, acercándose a mi y tomándome de la mano, fue una sensación inexplicable pero no les negué el gesto.—No cierren la puerta, volveré en un rato, y recojan lo que desorganicen.—les pedí a mi sobrino e hermano, quienes me miraron y asintieron.

Los pequeños se agarraron de mi mano y como les pedí, iban en silencio. Bajamos los escalones del balcón, mientras que sentí algo de frío pegarse en mi piel. Sus manos eran pequeñas y suaves, pero sentir su tacto con el mío fue una sensación emocionante. Nunca pude imaginarme como hubiese sido mi papel como padre pero era algo que intentaba evitar pensar, no era de mi favoritismo sentirme triste. Caminaba por las aceras con lentitud, mientras que los niños iban a mi ritmo y se veía en sus semblantes algo contentos. Podía ver ahí la hermosa conexión que tenían con ella, que tenían con Aliana. Esperaba que esto los hiciera sentir bien, que los hiciera sentir conforme porque era un riesgo que me podía costar muy caro y era algo adulto para llevarme regaños con gente con la que aún no tengo un lazo de confianza. Aunque podría decir que desde que llegue, Michonne me hacía sentir con comunidad pero eso no me afirmaba o creaba un lazo. En cambio, en ese hogar en donde estaba establecido me sentía cómodo, me sentía al menos contento con la presencia de estos dos que estaban agarrados de mi mano. En ellos podía ver la inocencia, podía ver la manera tan inteligente que se expresaban, eran unos pequeños genios con un corazón puro.

Continuábamos caminando, teniendo en cuenta que la enfermería estaba cerca. Iba a un paso lento porque quería continuar sintiéndolos junto a mi, sintiendo como ellos parecían sentir seguridad conmigo. Ayer en la noche, se establecieron en mi cama como si no me temieran, solo se acostaron y me dejaron saber los asustados que estaban sin su mamá en el hogar pero que al tenerme, se sentían seguros. No dormí en toda la noche velándoles el sueño, viendo cómo dormían con tranquilidad y sin ninguna preocupación, la única que tenían era que su mamá no estaba en su hogar y se encontraba totalmente mal. Pude sentir como Alanna apretó su mano con la mía, mientras que baje la mirada viendo cómo sus ojos azules conectaban con los míos, ella me transmitió una sonrisa y pude sentir su emoción por estar acercándose por la enfermería. Aunque no tarde en reaccionar cuando pude ver salir de la puerta de la enfermería a aquella mujer de tez morena, a Michonne. No tarde en esquivar la acera, para jalar a los niños con cuidado y meterlos detrás de los arbustos, estos confundidos me miraron pero no tarde en pedirles que guardaran silencio.

—¿Ethan?—había avanzado lo suficiente para meterme en la acera, mientras que Michonne me veía curiosa.—¿Qué haces aquí? Es algo tarde.—me pregunto.

—Solo quería ver si Aliana estaba bien, los chicos se durmieron preguntándome por ella, les dije que estaba bien pero quería venir a ver su recuperación.—dije, mirándola fijamente mientras que ella parecía creer lo que decía.

—Claro.—me dijo.—Lo agradezco mucho, ella esta despierta pero te pido que solo sean unos minutos, debe descansar. Aliana debe estar activa y más con las situaciones que estamos enfrentando, no hemos hallado rastros de Eugene.—me dijo ella, bastante preocupada.

—¿Rosita aún no reacciona?—pregunté y esta no tardó en negar.—Iré a avisarle que los niños están bien, luego volveré.—le dije y esta, asintió, mientras veía como se alejaba de mi.

—Buenas noches.—me dijo ella, dándome la espalda y continuando por las aceras con algo de prisa.

No podía continuar y dejar a los niños ahí, así que fingí mirar las estrellas mientras esperaba a que esta desapareciera de mi campo visual. Giré mi cuerpo un poco, mirando a los niños quienes me miraban sonrientes y con ansias de reírse detrás de los arbustos. Los miré y con rapidez les hice un gesto de silencio, observando cómo Michonne aún caminaba por las aceras. Sentí como su cuerpo giró y en ese instante alce mi mirada, fingiendo mirar las estrellas. Fue ahí que justamente pareció irse por uno de los callejones y con rapidez, alenté a los chicos a salir y avanzar. Nuevamente estos se acercaron a mi, para darme su manos y caminar con algo de velocidad junto a mi. En silencio, proseguimos en acercarnos más a la enfermería y a través de aquellas cortinas podía ver a Aliana recostado y leyendo un libro. Me acerqué con sigilo a la puerta, soltando las manitas de aquellos pequeños quienes habían hecho caso a mis órdenes y se mantenían en silencio, mientras que abrí la puerta con sigilo y me adentré a la enfermería, prohibiéndole pasó a los pequeños para observar los ojos verdosos de Aliana mirarme fijamente.

—¿Ethan?—ella me miró, me miró fijamente y podía ver en ella algo de brillo ante mi presencia, extrañado ante ese comportamiento solo permití que sus ojos se asomaran y ahí fue que observe el verdadero brillo de un amor puro.—Mis pequeños alguaciles.—está algo emocionada abrió sus brazos mientras que sus hijos en silencio se acercaron a ella, pero pude ver ese abrazo que alumbró la habitación, el destello de amor que se reflejaba en ellos.

—Con cuidado.—les pedí a los niños, acercándome a ellos al ver cómo Aliana mostró una expresión algo adolorida ante estos apretarla con fuerza.—¿Como estás?—le pregunté de una forma algo cortante a la chica, mientras que sus pequeños se subían a la camilla y por ambos lados la abrazaban.

—Pudo haber sido peor.—me dijo ella, acariciando los cabellos de sus hijos quienes nos observaban.—Gracias.—ella, algo distante y de manera fría me agradeció, asentí.

—Estaré afuera, les daré espacio.—me aleje de la camilla, pero mi brazo fue apretado fuertemente por ella. Giré mi rostro, observando sus ojos mirarme fijamente, mientras que veía a sus pequeños mirarme con esa misma mirada.

—No te vayas, por favor.—fue ella quien me había pedido obtener mi presencia, fue una mirada que nunca había visto, una sensación que nunca había sentido.—Quédate.—pidió ella, soltando mi brazo de una forma extraña ante su acción y pareciendo bajar la cabeza algo avergonzada.

—Ayer Ethan nos leyó un cuento, mamá.—Alanna acostada aún lado de su mamá le comento allá anécdota de anoche, mientras que opté por sentarme en la silla que había presente aún lado de la camilla.—Y nos permitió dormir en su cama.—añadió Alanna con una sonrisa, mientras que Aliana me miró con un semblante serio pero no demostraba incomodidad.

—No queríamos dormir solos.—opinó Caleb, quien bostezaba y arrugaba sus ojos, acomodándose aún lado de su mamá.

—Si, y hoy fuimos a visitar al abuelo con Michael. Abuelo dijo que él sería un gran soldado y que era muy inteligente, que los Martínez lo eran.—veía en Alanna la emoción de narrar los sucesos de sus días vividos, pero ver cómo Aliana la miraba y la escuchaba con atención era un gesto bondadoso, un gesto puro de amor.—Él está preocupado por ti.—Alanna cambió su semblante a uno de tristeza, haciendo un puchero, mientras que abrazaba a su mami con delicadeza.

—¿Fuiste a verlo también?—Aliana giró su mirada, observándome fijamente. No tarde en asentir, había compartido hoy con Negan, él había sido para mi un gran líder sin importar lo problemático que fuese.

—Mhm... —a través de las cortinas se escuchó un ruido, un ruido totalmente extraño, un quejido. Mire a Aliana fijamente, mientras que sus ojos en silencio estaban notando la extraña situación.—¡Eugene! ¡Eugene!—me levante de la silla bruscamente, para jalar la cortina aún lado de Aliana, mostrando a la chica que yacía aquí hace dias inconsciente.—¡Lo deje!—ella al verme abrió sus ojos grandemente, levantándose y quedando sentada en la camilla, Rosita parecía alterada y confundida.

—¿Mamá?—Alanna y Caleb reaccionaron temerosos ante la tensa situación de Rosita, estos parecían asustados, me miraban fijamente y abrazaban a su madre quien tenía los ojos abiertos como platos mientras que yo sonaba los hombros de Rosita y intentaba hacerla entrar en razón.

—¿Qué pasa?—la puerta de la enfermería se había abierto, mientras que Rosita miraba a todos lados confundida, Michael miraba la extraña situación y se veía también algo asustado.

—Llévate a los niños, ahora. No dejes que nadie los vea, avísale a Connor y trae a Michonn.—le pedí, mientras que Aliana accedió a mi orden y con esfuerzo bajo a los niños de la camilla quienes corrieron a los brazos de Michael y este con rapidez, salió por la puerta de la enfermería.—Rosita, necesito que te calmes, estuviste inconsciente unos días.—mis brazos aguantaban con fuerza a Rosita quien se quejaba y gritaba en desesperación el nombre de su amigo, ella estaba asustada.

—¡Aliana, ellos hablaban, nos acorralaron!—veía la desesperación en Rosita, expresándole a su compañera aún lado el trauma que había sufrido allá afuera, él mismo que Aliana había sentido y él que yo también sentí tiempo atrás cuando me topé con ellos.—¡Dijeron que nos matarían!—mire a Aliana y veía como ella parecía estar asustada, entendía su reacción ante el desespero de su amiga. Los minutos pasaban, pero Rosita no parecía entrar en razón.

—Rosita, necesitamos que te calmes y así podemos entendernos.—Aliana parecía intentar de calmarla.—También estoy asustada, muy asustada.—el tiempo pasaba lento, se veía en ambas chicas el desespero y el miedo de lo que habían vivido fuera del bosque.

—Ellos iban por mí y vendrán por nosotros.—Rosita temblaba y no dejaba de mirar a todos lados, ella estaba horrorizada.

—Ethan, nunca la había visto así, no sé qué hacer.—Aliana me miro, recorriendo a mi ayuda pero tampoco tenía conocimiento de cómo pudiese calmarla.

—¡Rosita!—algo intolerante le grité a aquella chica, viendo cómo ponía sus ojos en mi, como me miraba fijamente.—Necesito que te calmes, eres la única que puede ayudarnos a encontrar a Eugene antes de que ellos lo hagan.—le dije, tenía una voz pasiva, o al menos eso intente. Pero veía como ella bajaba sus tensiones.

—¿Quienes?—giré mi mirada, viendo en aquel margen de la puerta de enfermería a Michonne, en su mano traía una espada filosa y veía detrás de ella él mismo hombre que me intentó de intimidad ayer, Daryl y a su lado, Connor.—¿Quienes irán por él, Ethan?—me volvió a preguntar Michonne, un silencio se había formado en esta habitación, ella entró al igual que los demás pero fue mi hermano quien dio la confesión.

—Susurradores.—Connor cesó la curiosidad de Michonne, mientras que Rosita a mi lado respiraba con más tranquilidad. Michonne confundida, al igual que todos excepto yo, miraban a Connor esperando más información.—Fue la misma manada que atacó a Aliana y a Ethan ayer, la misma que atacó a Rosita y a Eugene. Son una horda, son un número imparable, rodean las zonas.—continuó explicando Connor.

—Pero son caminantes.—Aliana le hablo, mirándolo confundida mientras que esta giró su mirada en mi y pude notar en ella la preocupación.—¿Evolucionaron?—pregunto Aliana, confundiéndose más aún.

—No se lo que sean pero se esparcen entre ellos, usan cuchillos, nunca vi que usaran armas.—hablé yo, explicándoles de una forma sencilla quienes eran esas cosas.—Desde hace un tiempo atrás hemos intentando de seguirles el rastro, de averiguar quiénes son. Solo encontramos su área, donde se detienen y puedo llevarlos ahí, pero es más seguro encontrar a su amigo.—les dije yo, levantándome del lado de Rosita quien parecía estar aturdida igual que Aliana.

—Todo esto es confuso, parece irreal.—opinó Michonne, mirándome a mi y a Connor.—¿Caminantes evolucionando?—pregunto ella con algo de sarcasmo, llevando su mano a su rostro y restregándolo.

—No es irreal. Me atacaron y acorralaron, ellos lo hicieron y me seguían el rastro.—Aliana a mi lado hablo, con una voz cortante y entrecortada, veía en ella el miedo al recordar.

—No es de ahora, ellos como un tornado arrasaron mi campamento, quizás hace tres años o cuatro, acabaron con todo y desde ahí los buscamos.—Connor aún lado de Michonne y Daryl les hablaba, les explicaba.

—Quiero descansar, por favor, quiero irme de aquí. Quiero irme a mi casa.—Aliana aún lado de la camilla se levantó, mientras que me acerqué a ella y la retení, incidiéndote el paso.

—Debes descansar.—le dije yo, mientras que ella se cohibía y se levantó de la camilla, haciendo un quejido y sosteniéndose de sus brazos.—Aliana.—la llame, pero ella se sostuvo de mí mientras que todos observaban la situación.

—Llévala a su casa, yo me quedaré aquí con Rosita y pasaré la noche. Connor, acompáñalos.—Michonne dio el permiso ante ver a su casi hija en un transe de desperdicio n y trauma.—Mañana hablaremos de esto, más calmados y coherentes.—asentí, observando en la otra camilla a Rosita quien parecía estar aún ida.

En mis brazos tome a aquella chica, quien parecía asustada ante la situación que pasaba. Ella me parecía una chica fuerte, arrogante y desafiante pero en ella, en ese fondo había una chica rota que también tenía debilidad. Su cabeza se acorraló en mi cuello, mientras que sus brazos lo rodearon. Sentí su respiración y eso me erizaba la piel. Empecé a caminar con su peso, aún lado de Connor, saliendo de la enfermería. En silencio y algo tenso por lo que sucedió, camine por la acera con algo de prisa y con ella en mis brazos. Continuamente sentía su respiración, sentía ese frío plasmarse en mi cuello y como ella se apretaba a mi. Lamí mis labios, mientras que Connor iba más adelante de mi, iba algo pensativo. Suspire ante el frío de la noche, viendo la casa de Aliana cerca, así que adelante un poco más mi paso, llegando hasta sus escalones. Subí los escalones del balcón de Aliana con algo de cuidado, no quería lastimarla y había caminado lo más rápido posible para traerla. Connor me hizo el favor de abrir la puerta, mientras que la sala parecía estar despejado pero las luces encendidas, aunque escuchaba voces provenir desde la segunda planta.

—No dejen que los niños salgan, por favor, deben irse a dormir ya.—Aliana hablo, y pude ver a Connor desde las escaleras asentir, para así subirlas con cuidado.—Llévame a mi cuarto, por favor.—su voz erizaba mi piel, y obedecí a su orden. Subiendo las escaleras con cuidado.

—Niños, es hora de dormir. Su mamá está bien, Rosita solo estaba asustada, pueden dormir con Michael y quizás leer algunos cuentos.—pude escuchar a Connor desde arriba, mientras que me asomé por el primer pasillo, viendo a mi hermano mirarme fijamente.—Descansen.—asentí ante su despedida, viendo cómo la puerta de Michael en la cual estaban los niños, se cerraba al igual que la de Connor.

—Creo que mis hijos no dormirán.—sentí la sonrisa de Aliana, mientras que con cuidado le di un delicado toque con mi hombro a su puerta para que esta se abriera, mostrando una cama bastante cómoda y grande, bastante recogida.

—Bien.—con cuidado no tarde en bajar su cuerpo, para acostarlo en su cama, viendo cómo Aliana se recostaba mientras que esta traía su cabello suelto y había pasado por todo mi rostro.—Hace frío, toma.—le pase una sabana envuelta que ella tenía en su cama, abriéndola y colocándosela encima, mientras que esta me miraba fijamente. Encendí la luz de su habitación, bajándole la intensidad.

—Gracias, otra vez.—ella me agradeció y por primera vez, ella me demostró una sonrisa, corta pero había sido atractiva. Asentí de manera cortante, para girar mi cuerpo con intención de irme.—No te vayas, por favor.—me detuve en seco, sintiendo ese ambiente lleno de química que sentí en la casa de la urbanización, sentía ese calor.

—Dame una razón para quedarme.—le dije, girando mi cuerpo, y viendo a Aliana algo cansada y con unas grandes ojeras pero eso no le eliminaba lo hermosa que se veía, ella se veía algo coqueta.

—No hagas que me levante de la cama.—su voz se hizo seria, mientras que sus ojos me miraban, ella pareció retarme y lo sentí, sentía esa tensión física y emocional, ver cómo ella lamió sus labios fue una indirecta muy directa hacia mi.

—Pruébame.—la rete, acercándome al borde de su cama y viendo cómo ella bajo su cabeza y sonrió, alzando su mirada nuevamente y cautivándome con esos ojos verdosos.

—Ganas no me faltan.—me sentí algo tenso, me llenaba de calor y esas palabras me afirmaron lo que ella deseaba, lo que yo quería también.

—Solo tenias que decirlo.—le dije, llevando mis manos a la puerta, poniéndole seguro y viendo en ella una sonrisa atrevida que me pedía que me acercara, para de una manera cuidadosa me tumbara en la cama, encima de ella para sentir sus brazos rodear mi cuello.

La química que había en el aire desde el día en que la conocí, había explotado hoy. Mis labios rozaron con una necesidad los suyos, un beso apasionado que libero todas mis tensiones y hormonas, quería probarla. Me besaba de una manera que me atrapaba, sus manos recorrían mi espalda, llevando sus manos debajo de mi camiseta, llenándome de más escalofríos, más de los que ella me causaba. Quería ser cuidadoso, no quería lastimar sus heridas pero esta noche, valía la pena intentar. Ella intentó incorporarse y algo atrevido lo hizo, mientras que vi como alzó su camiseta, dejando ver que no tenía por dentro, no tenía una ropa interior que sostuviera sus pechos. Me sentía con más calor, sentía perfección en su cuerpo y quería recorrer cada curva. Besaba sus labios, para luego llevar mis besos hasta su cuello, sintiendo ese punto débil para ella y como se tensaba ante mi tacto de mis manos en sus pechos. El atrevimiento que ambos cometíamos nos llevaría a una sola cosa que nosotros disfrutaríamos, algo que queríamos y que sin duda algún, aprovecharía.

Sentí como ella me detuvo, como ella llevo sus manos a mi camiseta, como la alzó y la ayude en quitarme la prenda de arriba, quedando ambos en par. Sus ojos, sus pupilas dilatadas demostrando que ella quería esto. Mordió sus labios, y se acercó a mi cuello para besarlo, creando que mis bellos se erizaran, pero no era lo único que se levantaba. Sostuve su cabello con algo de cuidado, y la acerque a mi, saboreando nuevamente sus labios, mientras que sus manos acariciaban el bulto de mi pantalón y desabrochaba el cinturón. Llena de atrevimiento, metió su mano y tocó mi parte íntima, debilitándome. No quería quedarme atrás, quería tener el control. Así que solo con cuidado para no lastimar su herida, la cual estaba vendada ni su tobillo, el cual también estaba vendado; la tumbe en la cama para atrás. Nuestras respiraciones aún no se escuchaban agitadas, pero era lo más que quería sentir. Lleve mis manos a su pantalón corto, era algo suelto y atrevido, deslizándose y quitándoselo, llevando sus únicas dos piezas, dejándola completamente desnuda. Veía en ella algo de sonrojo, pero no veía que se avergonzara de su cuerpo y eso, me cautivó aún más. Quería que quedáramos en par, así que sin temor y sin inseguridad, baje mi mahón y mi otra prenda, quedando igual que ella. Viendo cómo me miraba fijamente.

Veía sus curvas, veía perfección en aquel cuerpo. Veía su cabello algo revuelto pero quería más, quería tocarla, quería experimentarla. Me acerqué a ella y bese sus labios, llevando mis manos a sus muslos y acariciándolos con su avidez. Tocando su parte íntima con delicadeza y sintiendo conos sus piernas se tensado. Mi miembro abultado rozaba con su parte íntima, mientras que sentía su corta respiración en mi, mientras que ella no dejaba de besarme y con su mano libre, tocaba mi parte íntima como yo lo hacía con ella. Me retenía a gruñir ante el tacto de esta mujer pero ella me estaba volviendo loco, ella estaba causándome estas emociones, ella me causaba esta química de probarla. No quería esperar más, la había tocada y ella a mi, así que simplemente miré su rostro lleno de lujuria y como ella me accedió a introducir mi parte íntima en ella. Con cuidado sus piernas estaban abiertas, y vi como ella me miraba deseosa, su boca estaba entre abierta mientras que daba embestidas con cuidado.

—No quiero que te detengas.—me pidió, ambos teníamos las mismas ganas de probarnos, no significaba nada pero ella me estaba volviendo loco con esa mirada que me daba.

—Tú serás quien lo pida.—mi ego fue quien hablo, y en ese instante la embestí de una manera increíble, y pude sentirlo cuando éramos solo ella y yo, pero nos habíamos vuelto uno.

Mi mente estaba en blanco, solo pensaba en ella y miraba como sus ojos estaban abiertos, desafiándome a que prosiguiera. Mordía sus labios y gemía en un tono bajo, pero gemía de una forma que me causaba un sin fin de escalofríos. Sus labios rozaban los míos pero ella no los besaba, jugaba conmigo. Continué embistiéndola, sintiendo la satisfacción y el placer de sentirnos, de sentirla a ella. El calor continuaba en esa habitación, y continuó por horas. Sus gemidos no cesaban pero ella me retaba a más, y a mi no me faltaban las ganas de llevarla a su punto máximo. Beso mis labios, los beso con necesidad y me acercaba a su cuerpo, mientras que yo no me detenía. Su respiración agitada y la mía habían llegado, ambos nos desafiábamos a disfrutar y a conocer más nuestros cuerpos pero después de esa noche nada volvió a ser igual, porque Aliana Grimes nunca más volvió a salir de mi mente.

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