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—No entiendo porqué todo me parece tan conocido. —le murmuré a Minho, analizando la habitación en el que nos encontrábamos.

—Quizás de pequeña te refugiaste aquí antes de que te capturara C.R.U.E.L. —supuso.

No le respondí, me quedé detallando una vez más su imagen en mi cabeza.

—No sé cuántas veces te he dicho que dejes de estar mirándome como una acosadora. —rió Minho, sonreí de manera pícara.

—Te aseguro que no es mi culpa, es una mala costumbre qué tengo. —me excusé.

—Ni cuenta me había dado. —dijo cómo siempre de sarcástico, lo empujé de broma y me reí.

Después de traernos los hombres misteriosos a este cuartel, nos dejaron en un comedor con una larga mesa llena de comida que no dudamos en devorar. Pero habían pasado los minutos hasta convertirse en una hora, cuando finalmente abrieron la puerta dejando pasar a un hombre canoso y con un ligero sombreado de una barba canosa. Fruncí el ceño al tener un dèjávu.

—¿Están todo bien? —preguntó el hombre, analizando de pies a cabeza a cada uno de nosotros. Nos acercamos casi corriendo al señor —. Disculpen tanto ajetreo. Había una multitud.

—¿Usted quién es? —pregunté bruscamente. El hombre canoso me sonrió como si estuviera encantado de verme.

—Soy la razón por la que siguen con vida. Y pretendo mantenerlo así. Ahora, vengan conmigo. Los llevaremos a instalarse. —comentó, retrocediendo unos pasos antes de salir de la habitación sin nosotros seguirle.

—¿Soy la única que todo esto le parece muy falso? —cuestioné, Thomas me miró y se encogió de hombros. Él también dudaba de todo esto.

—Serán los únicos. El hombre solamente está siendo amable. Nos salvó la vida. —dijo Newt, antes de seguirle los pasos al hombre junto con los demás.

Alcanzamos al señor y nos comenzó a guiar por todo el lugar.

—Pueden decirme el señor Janson. Dirijo este lugar. Para nosotros es un santuario...a salvo de los horrores del mundo exterior. Tomenlo como una parada de descanso. Así como un hogar temporal. Tengan cuidado. —presentó Janson, señaló las chispas que producía una máquina que estaban arreglando. Les tenía miedo a las chispas de la soldadura por lo que sin dudar evadí.

—¿Nos llevará a casa? —preguntó Thomas, Janson lo miró por encima de su hombro y sonrió.

—A una especie de hogar. Por desgracia no queda mucho del hogar de dónde vienen. Pero tenemos un lugar para ustedes. Un refugio, lejos del desierto, dónde CRUEL no los volverá a encontrar —respondió—. ¿Les gusta la idea?

Ninguno le respondió esa pregunta, a excepción de Minho que lo hizo con otra pregunta: —¿Por qué nos apoya?

—Digamos que el mundo exterior está en una situación precaria. Todo cuelga en un hilo extremadamente delgado. El que hayan sobrevivido a ese virus los convierte en la esperanza de toda la humanidad para evitar su extinción. Por desgracia, también los convierte en un blanco...cómo seguramente, ya lo han notado. Cruzando esta puerta está el comienzo de su nueva vida. —indicó Janson, abrió la puerta con una tarjeta que deslizó por un aparato que también se podía abrir con un código.

Al abrirse la enorme puerta había un largo pasillo iluminado, pero solitario.

—Primero lo primero; hagamos algo con ese mal olor.

A los chicos los enviaron a una ducha exclusivamente para ellos, a Teresa y a mí a otra, donde una señora nos entregó una ropa muy cómoda y cosas para el aseo personal. En todo ese rato Teresa y yo intercambiamos muy pocas palabras, ella era bastante reservada como yo.
Supongo que no se sentía en comodidad conmigo. Recuerdo que en el pasado, cuando ambas trabajábamos para CRUEL, fuimos amigas por un tiempo, pero poco a poco sentí que ella cambió. Simplemente no le volví a prestar atención después de la muerte de Marlene.

Al salir de los baños un señor nos esperaba fuera para guiarnos a un laboratorio donde estudiarían nuestras capacidades, no estuve cómoda. Me traía malos recuerdos cuando empezaron a sacarme la sangre.

—¿Ya? —el doctor negó con la cabeza—. ¿En serio, Larry? Ya me has sacado como dos litros de sangre. De vaina y no me he desmayado.

—Mi nombre no es Larry. —respondió fríamente el señor, sacando otro tubo para enfrascar más sangre.

—Tienes cara de Larry. Cámbiate el nombre entonces. —bufé, cruzando mis piernas y observando desde lejos a mi novio trotando en una máquina para ejercicio, caminadora. Él devolvió mi mirada, seguido de guiarme un ojo.

Un hombre uniformado se interpuso en nuestras miradas.

—¿Karma? —preguntó. El doctor al ver al agente sacó la jeringa de mi brazo y colocó un algodón.

—¿Qué se le ofrece? —respondí.

—Acompañame, por favor. —pidió amablemente, asentí confundida.

Me levanté de la silla, pero comencé a sentir un ligero mareo a lo que miré al doctor de pésima manera. Pude ver un bisturí en una mesa que se encontraba al lado de mis pruebas de sangre, aproveché que el doctor Larry estaba de espaldas a mi y robé el bisturí guardándola en el bolsillo de mi chaqueta color marrón. Lo hice ya que al llegar al cuartel me quitaron todas mis armas.

Me sentía vacía sin tener algo con qué defenderme en caso de un ataque.

—¿A dónde se la llevan? —preguntó Minho al agente, bajandose de la caminadora.

—El señor Janson la solicita. —fue lo único que respondió antes de salir del laboratorio conmigo más atrás.

El agente me guió a una habitación de interrogatorio, la cual no dudé en analizar en caso de que todo fuera una trampa. Había una cámara que me observaba, alcé las piernas y las coloqué sobre la mesa, crucé los brazos.

Janson entró a la habitación y se quedó de pie frente mío, sonrió amargamente al ver que tenía mis pies sobre la mesa.

—Gracias por venir. Disculpa las molestias. Solo quería que pudiéramos hablar en privado...sin tus amigos. —disimuló su amargura con una sonrisa víbora (dulce).

—Vaya al grano, ¿quiere? —bufé, siendo fastidiada por su sonrisa. Él soltó una risilla.

—Eres bastante directa. —murmuró, agarrando una silla y sentándose frente mío.

—Sí, lo soy. —reconocí.

—No te quitaré mucho tiempo, Karma. Solo tengo una pregunta...¿Qué recuerdas sobre CRUEL?

Sentí un escalofrío envolver mi cuerpo por su pregunta. No era algo que esperaba escuchar, quité mi mirada sobre él y la coloqué sobre la cámara.

—¿A qué viene esa pregunta, Janson? —pregunté, llevé mis manos a los bolsillos de la chaqueta sintiendo el bisturí dentro de este.

—Señor Janson —corrigió, ladee mi cabeza restando importancia—. No estás en problemas.

—Es lo que menos me importa. —confesé, interrumpiendo su patética excusa.

—Solamente estamos conversando, solo intento entender. Ya hablé sobre esto con Thomas.

—Entonces debe de bastar su conversación con él para saciar su curiosidad. —respondí, sin ánimos de tocar el tema.

—Solamente intento entender de qué lado está cada uno. —explicó, al borde del enfado. Fruncí el ceño al escuchar su comentario, bajé los pies sobre la mesa y me acomodé en el asiento.

—Estoy del lado de mis amigos. —rezongué.

—Eres muy interesante, Karma. Fuiste su agente más preciado, pero te despreciaron enviándote al Laberinto, ¿por qué te harían algo así? —cuestionó—...al menos que lo hayas hecho tú misma. Lo cual dudo que haya sido así, ¿no? Ya que escuché que eras su agente más leal.

—Que lo haya hecho yo misma o no, no es de su incumbencia. —farfullé, apreté los puños ignorando el hecho de tener el bisturí entre mis manos y el ardor que me causé al apretarlo.

Exhalé intentando contener el enojo, tal y como me enseñó Minho por mi problema de ira. Solté el bisturí, más no saqué mi mano del bolsillo ya que sería extraño que tuviera la mano ensangrentada.

—Espero que disfrutes tu estancia. Ya me dijiste lo que necesitaba saber —caminó hacia la puerta y lo seguí con mi mirada—. Tú y tus amigos ya se pueden reunir con los demás. En unos días estarán en un lugar más agradable.











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