𝟎𝟔

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ᴀʀᴄᴏ ᴜɴᴏ ——— ❛Energía maldita.❜

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OMNISCIENTE

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Días después Nozomi continuó yendo a la biblioteca del colegio—, buscaba saber más a fondo la historia y el origen de los hechiceros—. Muchos usaban armas, otros técnicas y rituales como las de su familia. Se sentía fascinada por tales artes, al punto de sentirse especial por formar parte de dicha elite que en la realidad exterior muchas personas no eran capaces de presentir y menos entender. La joven estaba sentada en las gradas, no disfrutaba ver a sus compañeros jugar entre sí, tampoco a su hermano hacer del oído medio. Ella quería estudiar, quería ser capaz de entender lo que los demás entendían e incluso irse por encima de ellos. No tenía un propósito de venganza como su hermano, a diferencia de él, Nozomi solo quería convertirse en una buena hechicera. Jugando a quemados, Satoru disfrutaba sin duda ser el líder y poder acabar con todos. Aunque buscaba siempre por alguna razón la atención de la rubia.

Así que, volvía a observarla—, no era costumbre, por supuesto que no—. Él solo quería entender la extraña faceta de su nueva aliada y la razón por la cual leía de forma tan apasionada los libros que rebuscaba en la biblioteca, no entendía como aún le permitían el paso, parecía una ñoña, pero con esa carita no había manera de que fuera así. En el fondo tenía una actitud arrogante e inocente, mezclada en una genuina dulzura que hacía a Satoru detenerse en su mirada. ¿Por qué sentía que todo de pronto dependía de ella? Como si de una musa se tratara, no había pasado mucho, no la conocía y tampoco sabía sobre ella—, solo lo que los demás sabían—. Nozomi fue desterrada de un clan y vendida a otro, no tenía familia que la quisiera además de su rencoroso hermano. Ella era diferente, un aura que no pertenecía a donde estaban y que sin duda llevaría a Satoru al camino de la locura.

—Buen intento.—artículo Satoru al sostener de manera desprevenida la bola de quemados en la palma de su mano, mirando a Neo sonriente.

—Deja de mirar a mi hermana, depravado.—pidió dándose la vuelta con molestia, a Satoru le apenó solo un poco que Neo se percatara.

—Ay, pero que humor.—masculló Satoru, abrazando la bola contra su pecho y encogiéndose de hombros ante la actitud del rubio.

—¿Por qué te empeñas en hacerlo enojar?—le preguntó Suguru, acercándose a él de manera serena, hasta sentarse en el suelo.

—Parece que ya tengo reemplazo, ¿Suguru?—cuestiono Satoru, levantando la ceja para ver a su mejor amigo bufar.

—No te hagas el tarado.—pidió, empujándolo suavemente con su codo, para así levantar la mirada y ver lo mismo que Satoru.

—¿Por qué parecen dos acosadores?—pregunto Kento al pasar por el lado de ambos, haciendo que Satoru y Suguru se mirarán nerviosos.

—¡Vamos, aprovechemos lo que resta del almuerzo!—comento Yu, alentando al grupo a caminar fuera de la cancha deportiva.

—Shoko, espérame.—pidió Neo al sostener sus cosas, acercándose a la castaña que lo espero con cierta expresión emocionante en su rostro.

—¿Y estos dos que?—se cuestionó Satoru con curiosidad cuando los vio irse de una manera muy cercana, le parecía extraño.

—Satoru, ¿no vendrás?—preguntó Suguru al levantarse del suelo, mirando como Satoru se mantuvo en silencio para negar.

—Pasó, aunque podrías traerme unas sodas.—aviso Satoru, Suguru no supo sus intenciones así que asintió brevemente para marcharse.

Se aisló de su mejor amigo para con reveló verlo caminar hasta las gradas—, si algo debía admitir Suguru es que conocía y entendía cada una de las expresiones de Satoru, e incluso sus mínimas intenciones—. Pero si algo le parecía molesto es que no estaba entendiendo en lo absoluto a dónde quería dirigirse Satoru, caminó lentamente hasta la salida y se mantuvo de espalda. Si bien, Suguru también tenía cierto interés sobre Nozomi que no parecía hacerlo desviar la mirada para otro lado, ¿pero por qué sentía que le estorbaba a Satoru? En ningún momento Nozomi ha mostrado interés en el albino, menos en él, aún así, Suguru sentía que estaba siendo una piedra en el camino aunque estaba encargado de por igual cuidad y entrenar a Nozomi con Satoru. Frustrado cerró la puerta y caminó por el pasillo de la escuela, dejaría por ahora todo en manos de Satoru y que pudiera darle lo que necesitaba a ricitos de oro, incluso si fuera algo más allá que terminaría no agradándole por completo.

—Oye rarita, ¿el libro te quitará el hambre?—le preguntó Satoru al subir algunas gradas para llegar a Nozomi, quien lo ignoró.

—Es peor morir en la ignorancia que de hambre.—masculló Nozomi, intentando de no mirar los ojos de Satoru cuando levantó sus gafas de sol.

—Puedes estudiar todo lo que quieras, pero hasta que no practiques no rendirás frutos, graciosita.—opuso el albino, peinando su cabello.

—Si buscas llamar mi atención, hay mejores maneras para hacerlos, pero dudo que un egocenttico como tú pueda entenderlo.—indicó ella.

—¿Hay algo que al menos te agrade de mí?—le preguntó Satoru, cruzándose de brazos para sonreír con ironía.—Aunque con esa cara de amargada no creo que llegues a tener novio nunca.—añadió, haciéndola sonrojar.

—¡Yo... —tartamudeo y cerró su libro con enfado.—¡Para hombres como tú, preferiría quedarme sola!—comento, Satoru estalló de risa.

—¿Así? ¿Y quién me puso a mí de ejemplo?—Nozomi sintió que se quedó sin saliva, Satoru bajo algunas gradas; solo buscaba molestarla y alejarla de los libros que leía.

—Para pertenecer a uno de los clanes más importantes no tienes nada de modales.—artículo Nozomi, apretando su falda escolar para así Satoru verse impresionado ante eso.

—Vaya, así que no has perdido el tiempo leyendo como yo creí que lo estabas haciendo.—comentó él, quitándose sus gafas de sol y colocándolas encima de su cabeza.

—Eres heredero de una energía maldita impecable, ¿no es así?—le cuestionó ella, bajando las gradas para intentar llegar a él.

—Mal juego, no eres la única que sabe sobre clanes.—justificó Satoru, colocándose en medio de la cancha para sonreírle.—Deberíamos intentar pelear entre nosotros, ver si realmente merecemos nuestros apellidos.—invito.

—Me ganarás fácilmente, no tengo experiencia en combate.—desistió Nozomi cuando Satoru se quedó su chaqueta azul, dejándola aún lado.

—Pero sabes usar tu técnica maldita, ¿no es así?—le cuestionó, levantando su mirada para hacer que Nozomi se perdiera en sus ojos.

Satoru la miró, comprendió que ella no tenía miedo en enfrentarlo—, a diferencia del día en que la rescató, Nozomi se mostró insegura y tenía que incluso le hicieran daño—. Parecía ser que no le preocupaba salir lastimada, pero que otros sí era sin duda una debilidad suya que el albino pudo atar en los cabos sueltos de buscar entenderla. Nozomi esquivó uno de sus veloces golpes, aunque era evidente que Satoru no usaría su energía maldita de manera completa para no dañarla y derivarla. Era obvio, él era más fuerte que ella y capaz de derrotarla en un pestañeo, pero buscaba que ella practicara sus movimientos y sacará a pasear su energía. Neo era más atrevido y confiado, ella analizaba sus movidas, como si buscara una ruta de escape. ¿Cuántas veces intentó escapar de sus opresores sin fracasar? La respuesta era obvia, siempre fracasó. El destello azul en sus nudillos se vieron luego de ella percatarse que Satoru solo jugaba, no la tomaba en serio.

Fue algo que la hizo enfurecer—, porque conocía su ritual, también su técnica maldita—. La aprendió al mirar a su padre a escondidas, la copió como si quisiera haberlo enorgullecido, pero él solo la desterró y la tiró a la calle con su hermano como bolsas de basura. Recordaba el llanto de su madre y como fue tirada al suelo, golpeada por un fuerte nudillo de su padre. Nozomi siempre deseo tener el valor de ir con su madre y abrazarla por última vez, pero no pudo. Cegada en la ira expandió aún más su energía maldita, buscaba derivar a Satoru, darle un golpe. Ella no le rozaba ni siquiera una pestaña, era claro que él veía su esfuerzo e incluso a través de sus ojos la ira que se tenía atragantada en la garganta. Agitada y perdiendo el aliento, Nozomi cayó al suelo sentada, sintiendo como toda la ira de su energía la abrazó tan fuerte que se percató la pérdida de tiempo que le hizo pasar a Satoru, quien se arrodilló frente a ella.

—No eres tan fracasada como creí.—admitió él, mirando como Nozomi evadía su mirada y la mantenía pegada al suelo.

—¿Eso crees de mi?—le preguntó ella con algo de desilusión, levantando la mirada al notar la arrogancia del albino en sus ojos azulados.

—Parecías muy molesta, ¿de verdad querías hacerme daño?—con sarcasmo se dirigió a ella, sin darse cuenta que fue algo personal.

—No sería capaz de dañar a otros como me dañaron a mí.—masculló ella algo avergonzada, Satoru la miró y entendió que su energía solo tenía ira.

—¿De dónde viene tu energía maldita?—quiso saber, queriendo entender sus sentimientos y porque estaban tan atados a sus movimientos.

—De aquí.—indicó Nozomi con sutilidad cuando acercó la mano de Satoru a su pecho, haciéndole sentir los latidos de su corazón.—¿Puedes sentirla, Satoru?—le preguntó, admitiendo que no dividía sus sentimientos con la realidad.

—Debes aprender a dejar las cosas atrás y enfocarte en no querer volver ahí.—musitó, mirándola fijamente a los ojos, perdiéndose en ella.

—¿Y bien? Les traje algo de soda a ambos, así pueden refrescarse.—Nozomi y Satoru se separaron inmediatamente cuando Suguru entró a la cancha, mirándolos extrañados.

—En el momento más oportuno.—aviso el albino, recibiendo la soda para así pasarle una a Nozomi quien se quedó sentada en el suelo.

—¿Todo bien?—le preguntó Suguru, pues los ojos de Nozomi se humedecieron de una manera ajena que los hizo procurar por ella.

—Permiso.—pidió ella cuando se levantó, las lágrimas se desprendieron de sus ojos y no tardó en empujar a los dos jóvenes, dejando caer su cinta blanca al suelo.

—Satoru, ¿qué le hiciste?—el tono de Suguru se volvió serio, sin embargo Satoru no mostró sarcasmo o burla, estaba confundido, solo se inclinó al suelo y recogió la cinta.

El albino se quedó parado allí, no respondió, solo quedó más desconcertado por la acción de la rubia. Ella caminó hasta el pasillo que la guió al tocador femenino, se encerró allí y llevó sus manos al lavado. Empezó a limpiarse las manos, como si quisiera eliminar rastros de energía maldita que jamás podrían irse de sus huellas. Se sentía culpable, así que sus labios temblorosos se presentaron con las lágrimas que salieron hasta enrojecerle su nariz y rostro. El hecho de haber nacido con esa energía la hacía sentir así misma deshonrada, culpable de su destino y todo lo que debió sobrepasar. Desearía no haber nacido con su energía y tampoco tener la fachada de querer ser una hechicera, porque jamás enorgullecería a su familia, menos a su padre y madre, ellos habían dejado a sus ojos en el olvido. La tarde cayó y las clases culminaron, aún desconcertado Satoru caminaba por la acera con Suguru.

—¿Me dirás que pasó?—le preguntó Suguru, notando a Satoru pensativo con la cinta blanca en sus manos la cual acariciaba con las yemas.

—Parece tener una situación más complicada de lo que creí.—admitió el albino, no sentía pena por Nozomi, pero alguna fibra le tocó.

—No deberías poner a prueba los sentimientos de otras personas, Satoru.—aconsejó Suguru.—Menos si arrastran cosas del pasado.—añadió.

—¿Qué más sabes sobre el clan Kimura?—le preguntó Satoru con curiosidad, Suguru lo miró y bufo de lado ante eso.

—¿Y ahora te interesa? No me hagas reír.—pidió, masticando unas gomas de mascar con un sabor agrio que compartió con Satoru.

—Ay por favor, como si no te interesara.—expreso Satoru, colocando su mano encima del hombro de Suguru para ver a Shoko acercarse.

—Creo que Suguru tiene razón, no deberías poner a prueba los sentimientos de otras personas.—indicó ella con sutilidad, sentándose con ambos en un banco de madera.

—Si Satoru, hay mejores maneras de querer enseñarle a alguien, creo que deberías disculparte.—comentó Suguru, mirando de reojo al albino.

—Neo y Nozomi han pasado por mucho, pero te aseguro que si te tomas el tiempo de conocerlos no serías tan duro con ellos.—explicaba Shoko, usando su celular.—Ambos les dieron una segunda oportunidad cuando los rescataron, hagan que aún eso valga la pena.—añadió, sería.

—Lo dices porque te gusta el niño de papi.—bromeó Satoru, pero no logró molestar a Shoko, ella se vio calmada y no difirió de eso.

—Es un buen chico, solo quiere superar los límites que le opusieron, lo hace valiente.—esclareció ella, viendo a Satoru molestar a Suguru.

—Está bien, me disculparé con ella.—afirmó Satoru, cruzándose de brazos como un niño pequeño que acababa de perder su dulce.

—¿De todo lo que dijiste que es verdad?—le preguntó Suguru, por lo cual Satoru le pellizcó la mejilla e hicieron a Shoko reír.

Quizás la castaña tenía razón, merecían una oportunidad de pertenecer a ese mundo. Satoru debía entender que no todos avanzaban a un ritmo como el suyo y que no todos eran inferiores—, esa tarde llegó a su casa y se recostó en la cama—. Suguru pasaba la tarde con él, comerían cualquier estupidez que se les antojara pedir por a domicilio, pero él quiso tan solo sostener la cinta blanca en su mano y sentir que revivía un sueño del pasado. La cinta blanca como la nieve que cayó aquel día, acompañado de su abuelo y mirando a un alto hombre mirarles de manera intimidante, como si buscara pisarlos con la mirada. La niña, esa niña que Satoru miró y no volvió a ver le hacía sentir que era una gota reflejada de agua en Nozomi, ¿pero y si eran la misma persona? Estaban destinados de alguna manera, debía ser esta la segunda oportunidad que el destino le aparaba para tenerla en sus brazos. ¿Era eso o un castigo donde ambos se verían perder el uno al otro?

80 votos para el próximo capítulo.
Próximo capítulo: Supera tus miedos.

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