𝟎𝟗

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ᴀʀᴄᴏ ᴜɴᴏ ——— ❛Lazos familiares.❜

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OMNISCIENTE

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El fin de semana había llegado, tanto Nozomi como su hermano Neo se había ausentado al colegio de hechicería—, por lo que el fin de semana sería más largo para ellos—. Desde su primera misión, los hermanos no habían hablado sobre lo que ocurrió. Por tal acción, se mantenían cada uno en sus habitaciones buscando respectivas actividades para huir de las respuestas que concluirían con sus preguntas tan desesperadas. La rubia miraba la ventana con detenimiento. Buscaba un recuerdo de su madre que no la hiciera sentir abrumada, pero cada vez que pensaba en ella y en algún recuerdo, la amargura y frialdad de su padre arruinaba por completo el fragmento de algún color brillante que había en su mente, convirtiéndolo en uno amargo y sumamente traumático. La imagen de su madre la hacía agonizar y sentirse impotente, era una maldición. ¿Estaba atrapada o había muerto? La pregunta era incierta y la respuesta en parte le atemorizaba.

—¿Te gusta Neo?—la sorpresiva pregunta de Suguru a Shoko, hizo que la castaña se sobresaltara y escondiera su celular.

En un cambio de escena y ambiente, Shoko se dirigía por la acera en el atardecer que veía junto a sus dos mejores amigos. Aunque Suguru se sentía curioso por la respuesta, Satoru quien iba más adelante con las manos en sus bolsillos iba sabiendo claramente los sentimientos de su compañera. Era fácil denotar el hecho de que Shoko había mostrado cierto interés en Neo—, no solo por empatía y compañerismo, si no por la personalidad del chico que la hacía sentir atraída—. Shoko tardó en responder, ella solo guardo su celular donde no lo vieran, pues le había estado enviando mensajes a su compañero, debido a que este se había ausentado durante dos días y eso la llenó de preocupación. Quería ser compasiva y comprender lo que ellos pasaban, incluso lo que sentían, no solo Neo, también Nozomi y por eso iban en dirección a los condominios donde residían. La castaña suspiró y rodeó los ojos, dejando de ver a sus mejores amigos y como Suguru esperaba respuesta.

—No es de su incumbencia.—articuló Shoko, con cierto desinterés para continuar caminando mientras masticaba un palillo.

—Vaya, ¿por qué alguien parece ofendida?—se cuestionó Satoru, girándose y cruzándose de brazos para verla de forma bufón.

—Concuerdo contigo Satoru, creo que Shoko se siente algo molesta por mi curiosidad.—añadió Suguru, sonriendo de lado.

—Sigue sin ser de su incumbencia.—masculló Shoko, para así Satoru encogerse de hombros y esperarle el paso, colocándose aún lado de ella.

—No es que no sea de nuestra incumbencia, es que parece ser muy obvio, querida Shoko.—expreso, notando como ella frunció el ceño.

—¿Y me van a condenar?—le preguntó Shoko, mirando a Satoru detenidamente.—Al menos estoy consiente de que no soy una arrogante o aburrida que no hace más que jugar videojuegos toda la noche.—añadió, victoriosa.

—¿Te lo decía a mi, o a ti?—se preguntó Suguru al detenerse en seco con Satoru, mirando a Shoko caminar plenamente feliz.

La brisa soltó una frescura por los cielos, removiendo las ramas y algunos árboles. Neo se mantenía en su habitación, mirando como afuera de su ventana lo cubría la sombra del árbol y evitaba que el poco sol se adentrara. Restregaba su rostro y oía de fondo su celular vibrar, pero prefería no verlo y seguir recostado. Se sentía deprimido, como si su cuerpo pesara y eso lo llenaba de frustración. Él se visualizaba como una persona con fuertes virtudes, alguien que quería superarse y sobrepasar cualquier tipo de obstáculo que la vida le presentara. Pues desde niño siempre se sintió agobiado por el hecho de no ser como su padre quería que fuera—, vivía con la culpa por ser desterrado de su clan conjunto a su hermana solo por nacer con él—. Quedó sentado y frustrado golpeó la mesa de noche con sus nudillos. No podía ser que su madre fuera una maldición, tampoco que muriera. ¿Cómo nadie les diría algo así? Era cruel y muy frío. Quedó agachado hasta que oyó ciertas voces que pudo reconocer.

Se asomó por la ventana, quedando algo estoico—, ¿sus compañeros habían venido a verle? Una parte en él sintió algo de calma, la misma que su hermana sintió cuando se asomó por la ventana y les miró. Neo sonrió ampliamente y mostró más calma en sus emociones, sin embargo, Nozomi no. La rubia se mantuvo seria y con una expresión de sorpresa al ver a ese trío frente a su condominio, esperando por ser recibidos. Ella solo miró con atención como Satoru en plena luz del día prefería mantener sus gafas de sol y evadir la mirada de todos en sus llamativos ojos azules. Ella dejó de asomarse cuando Satoru levantó la mirada y la vio. Él sabía que esa era su habitación y también que se ocultaba de ser vista, como una boba y tímida adolescente que Satoru no podía entender. Solo la veía como rara y débil, por eso le daba desinterés, pero a su misma vez, una atención especial que nadie más recibía de él. Abriendo la puerta, Neo observó a Shoko con sumo interés, una paz en él le recorrió al ver a su compañera presentarse allí.

—No respondían, así que nos preocupamos.—comentó Shoko al entrar a la casa, mirando la organización en cada rincón.

—¿En plural? Me suena a manada.—articuló Neo, mirando de reojo a Satoru, quien chasqueó la lengua y rodeó los ojos.

—Si, se ausentaron, queríamos saber si necesitaban algo.—expreso Suguru, golpeando a Satoru con el codo cuando no dijo nada.

—¡Por supuesto! Juguemos a los mejores amigos.—exclamó, sentándose de forma brusca en el sofá para así ver a Nozomi asomarse.

—No estabas obligado a venir, un tipo como tú no haría algo que no quiere, ¿qué haces aquí?—cuestiono, Satoru sonrió de lado y la miró en pijama, con su cabello peinado y recogido.

—Vamos, ¿que no éramos amigos?—Nozomi se cruzó de brazos, quedándose recostada en el margen de la pared para evadir a Satoru quien sonreía.

—El profesor y el director han tenido reuniones, según Kento, ustedes fueron mencionados. Entienden su relación con la maldición, ¿es por eso que se han ausentado?—preguntó Shoko.

—Es complicado.—asumió Neo, bajando la cabeza cuando se sentó en el sofá vacío de adelante, evadiendo la mirada de sus compañeros.

—Vinimos aquí. Todos fuimos partícipe de la misión, creo que estamos juntos en esto.—indicó Suguru, permaneciendo en una posición justa.

—Es algo familiar, no tienen porque ser partícipe de eso.—irrumpió Nozomi, mostrando una actitud estoica y distante con ellos.

—Dale un libro, así cierra el pico.—Satoru recibió otro codazo de Suguru, quien lo miró de reojo e intentó de mostrar un entorno pasivo.

—Nozomi quiere explicar que no queremos verlos involucrados en esto, más aún cuando no tenemos respuesta a lo que vimos.—indicó Neo, mostrándose más sutil.

—Pero dijeron que su madre era la maldición. Y escapó, dejamos que escapara, de una forma u otra, también nos compete.—explicó Shoko, mirando como Neo asentía.

—Fue nuestra culpa que escapara e intentaremos de asumir la responsabilidad cuando sepamos que ocurre.—musitó Neo, entrelazando sus manos.

—¿Perdieron comunicación con su madre luego de ser desterrados?—se preguntó Suguru, por lo que Nozomi miró a otro lado sin responder.

—Con todo el clan, tanto ella como otros miembros. No había forma de acercarnos ni aunque quisiéramos.—explicó Neo, fríamente.

—¿Y cómo creen que pudo terminar así?—Shoko se dirigía a Neo, esperando una respuesta.—Nos encargarán la misión, fracasamos y deberemos enfrentarla de nuevo.—añadió.

—¡No estamos listos!—exclamó Neo, dejando un gran silencio en la sala de estar donde estaban todos; inclusive Satoru mostró compasión y dejó el rostro bufón aún lado.—Fue un error precipitarnos con el colegio de hechicería y ahora con esto, nos deja más que claro que no estamos listos para enfrentarnos a la realidad... —añadió, más apenado.

—Mi madre nunca hizo nada para evitar nuestro destierro, pero aún así, no entendemos cómo nuestro padre permitió que ella terminara así.—indicó Nozomi.—Era una buena mujer, pero debió.—añadió, de forma fría.

Se veía la impotencia. También la frustración en los ojos de Neo—, sin duda él intentaba de vagar en unas aguas que no fueran turbulentas, pero esta situación era un hilo frágil que no quería verse quebrado—. Sus ojos verdes se humedecían y un vago recuerdo de la infancia se vio desencadenado con la voz de su hermana en el fondo, explicando y detallando sobre Nara Kimura. En la sala, todos oían, incluso Satoru. Él veía los labios carnosos de Nozomi moviéndose y como estos se veían humedecidos. Por alguna razón no podía dejar de mirarla, tampoco sus largas piernas y el cabello recogido que le permitía ver cada una de sus facciones. Debía admitirlo como otras veces, Nozomi era una adolescente de su edad bastante atractiva y con una belleza inigualable como si de un ángel se tratara. Ella podía aparecer en sus sueños más salvajes y Satoru la permitiría entrar sin tener que salir. Sin embargo, mediante Nozomi iba hablando y detallando, el trío sentía que se adentraba a la memoria de los mellizos.

En un gran terreno, con una plantación estupenda y unas flores llamativas en cada esquina—, una mujer de cabello oscuro y ojos verdes paseaba por los valles de su hogar—. Era joven y sumamente hermosa, con un rostro afinado que iba en juego con su nariz. Fue creada con un pincel, debido a eso muchos clanes la habían reclamado para sus herederos, pero el clan Kimura había obtenido tanto poder aquellos años que Nara no tuvo otra opción que casarse con aquel hombre que al ver por primera vez, hizo que su corazón latiera a un ritmo anormal y que sus mariposas jamás pudieran volver a estar en su lugar. Ella huía del maltrato y el abuso constante que hizo su ilusión de amor sé quebrara en fragmentos. Seguía el paso del camino donde terminaría en un pequeño lago donde veía dos cabezales rubios estar asomados, sus hijos mellizos fueron producto de su amor por aquel hombre, pero ahora eran la mayor destrucción de su trágica y vil vida.

—Cuando supo lo que nos pasaría, jamás hizo algo para que eso no sucediera, solo guardo silencio entre sus lágrimas.—empezó a contar Neo, algo enfurecido por eso, pero también tranquilo.

Niños, han venido a buscarles.—dijo la voz de aquel ángel que miró a sus dos pequeños llorosos, ambos se giraron a verla confundidos.

¿A dónde iremos madre?—se preguntó el varón con curiosidad, notando como su madre perdía la fuerza de su cuerpo y caía frente a ellos.

No me lo han dicho, pero será genial.—respondió la adulta, abrazando al varón de cabello rubio que quedaba preocupado.

—Solo acepto que no podía ser un igual, que no tenía lo necesario para ser parte del clan, pero jamás creí que por eso Nozomi también sería condenada.—añadió Neo, con resentimiento.

Al menos iremos juntos.—se asomó la pequeña fémina, dejando que su hermano perdiera preocupación con su madre llorosa.

Es mentira.—indicó Neo, apretando la mano de su hermana melliza quien confundida miró a su madre respirar hondo.

—Siempre estuve consiente del rechazo de mi padre y como busco que clanes aceptaran a mi hermana por su energía para poder salvar el linaje, pero nadie lo hizo porque no podía ser una mujer.—decía Neo, aún con la cabeza baja.

—¿Así que ella los dejó ir?—se preguntó Suguru algo abatido por lo que estaba oyendo, para así Neo levantar la cabeza y asentir.

¡Madre! ¡Madre!—fueron los gritos desgarradores de Neo, mirando a su madre con la ilusión de que ella volviera a sostener su mano, pero no fue así.

Lo siento... lo siento... —repetía Nara sin cesar, mirando como Nozomi era sujetada por un hombre fuerte que la sostenía bruscamente.

Entra.—pidió de forma hostil Ito, cuando Nara estalló en llanto y no podía controlarse, pero no avanzaba hacia sus ojos, retrocedía.

Ito, por favor... —rogó Nara en su mirada.—Son mis hijos también... —murmuró en voz baja como si tuviera miedo.

Entra.—dijo entre dientes, sobresaltándola y haciendo que ella asumiera su rol, adentrándose fríamente a la casa.

—Después de ahí no volvimos a verlos, a ninguno de los dos hasta entonces.—contaba Neo.—Nos vendieron a un clan que aportaban con maldiciones, incluso las incitaban a crearse. Nos tenían de anzuelo, hasta que ustedes nos salvaron.—añadió.

—Espera, ¿todo ese tiempo estuvieron realmente secuestrados por estos tipejos?—se preguntó Satoru, algo conmovido por esto.

—Obligaban a Nozomi para que usara su técnica cuando las maldiciones se salieran de control, verdaderamente les hemos mentido, porque ella sabe usar su técnica; solo que no ha logrado expandirla o ser diestra con ella de la forma disciplinada.—admitió Neo, por lo que Nozomi bajo la cabeza.

—No eres tan tonta como creíamos entonces.—afirmó Satoru, con algo de asombro.—Pero bueno, con esa cara de ingenua y debilucha.—añadió con burla, por lo que Suguru volvía a darle un codazo.

—¿Y cuál es el plan?—cuestiono Suguru, mirando a Neo.—No pueden quedarse aquí y hacer de vista larga, no serán como su madre.—dijo, fríamente en una forma de hacerles entender.

—Tienen que regresar al colegio cuando acabe el fin de semana y hablar con el profesor, él puede ayudarlos.—comentó Shoko.—Haría una nueva misión, pero tienen que decidir qué hacer.—les dejo saber, mirándolos a ambos.

—Mi padre debe estar detrás de todo esto y es algo que me preocupa.—musitó Neo.—No quiero tenerlo cerca nunca más, pero si descubrimos la verdad, tenemos que enfrentarlo.—esclareció.

—¿Y no era eso lo que querías? Digo, ¿vencer a tu padre?—se preguntó Satoru.—Es la oportunidad para que puedas enfrentar tus miedos y superarte, si no, ¿qué harás? Quedarte aquí hasta que te crezca barba podría ser una opción, pero decepcionarías a Shoko.—la castaña abrió los ojos grandemente, mientras que Neo sonrió de lado y asintió.

—Ayúdenos.—pidió Neo, mirando al trío.—No hay forma de que podamos descubrir la verdad sin ustedes, los necesitamos.—dijo, no en un tono desesperado; era un amigo pidiendo ayuda.

—Neo.—llamó Nozomi, viéndose negada a la idea de pedir ayuda, porque su hermano y ella siempre contaron consigo mismos y era difícil ver el mundo exterior.

—No podemos ayudarlos si no se dejan llevar.—afirmó Suguru.—Una cosa es que sostengas esa guadaña, pero otra que quieras dar el golpe, si quieres que te ayudemos, tienes que ayudarnos a dar el golpe.—detalló.

—Es la única manera.—añadió Satoru, para así ver la tensión entre los hermanos mellizos y como se veían indecisos sobre esto.

—Somos compañeros, estamos en el mismo barco. Es nuestra misión ayudarles, nosotros los trajimos hasta aquí.—detalló más a fondo Suguru, dando en el punto culminante de la situación.

Neo y Suguru se miraron detenidamente, por lo que hizo que el rubio girara su mirada para ver a Nozomi. Su hermana se veía indecisa sobre esta decisión, más aún con contar con el trío que la veía de forma detenida. Ella solo siguió cruzada de brazos y suspiró, optando por asentir para involucrarse en este recorrido personal. El atardecer se escondía y la noche caía, dejando los rincones de algunas calles oscuros, sin esperanza y sin vida, así como las alcantarillas, donde se oía el llanto de una mujer atrapada en el rencor de su propia existencia. La maldición de Nara Kimura había vuelto a donde se escondía en un principio, pero con la conciencia de buscar a los adolescentes que le perdonaron la vida cuando ella condenó las suyas. Las lágrimas se creaban y se conjuntaban con las aguas que habitaban por ahí, mientras que en el valle con una plantación casi extinguida y flores marchitas, Ito Kimura se veía en el reflejo del pequeño lago donde sus hijos solían jugar cuando niños.

80 votos para el próximo capítulo.
Próximo capítulo: Él siempre estuvo ahí.

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