17

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Voy a necesitar a Carl Grimes.

───

Ahí estaba. Mirando fijamente a través de la ventana como en la torre de vigilancia rotaban de turno. Podía verlo desde aquí, podía ver a Ethan obtener aquellas armas para hacer el turno. Estire la cortina, cerrándola para abotonar mis pantalones y amarrar los cordales de mis zapatos. Mirándome en el tocador de mi baño, amarre mi cabello fuertemente en una alta coleta, poniendo encima de mis hombros aquella chaqueta que le pertenecía a Ethan Martínez. El olor varonil que se plasmaba ahí, se trascendía hasta mi piel, haciéndome sentir que me abrazaba. Suspire, visualizando como en la cama, Alanna y Caleb dormían plácidamente. Los miré fijamente. Mis hijos estaban creciendo y la única manera de protegerlos, era limpiar el camino para ellos. Y si me quedaba aquí, escondida, no haría nada. Me acerqué a la mesa de noche, recogiendo mi arma, esperando que estuviese cargada para así, dirigirme al margen de la puerta que cerraría a mis espaldas con sutilidad. Un gran silencio se alargó por los pasillos, haciéndome bajar las escaleras para mirar en la primera planta, como en la sala de estar, Michael estaba dormido, envuelto en almohadas y sábanas. Mirándolo, note lo mismo que con mis hijos hace unos leves minutos, él también estaba creciendo.

Salí de la casa, con la misma sutilidad que cerré la puerta, camine en medio de la noche que pronto destellaría un gran amanecer. Las calles estaban vacías, pero eso no me impidió mirar la casa cercana a la mía. Aquel porche estaba vacío. Sin duda, la ausencia de mi hermana continuaba abrumando mi corazón, con una gran pesadez que me impedía poder ver a sus hijos sin sentir dolor. Pasando, pude ver como aquel perro elevó su rostro, notando mi presencia. Daryl estaba ahí, estaba en casa con sus hijos, siendo el padre que nadie creyó que sería y se que él, como nadie más entendería mis próximos movimientos. Sigilosamente camine a la armería, donde ya de seguro no habría nadie, pues Ethan estaba en la torre de vigilancia, esperando el amanecer del día, como también, protegernos de cualquier bruma malévola que no pudiéramos ver. Recogí aquel bolso pequeño, colocando los suministros necesarios para una caminata alrededor de la comunidad. Me detuve en seco, mirando aquella arma. Baje la cabeza, amargamente trague saliva, porque estas eran una de las armas que Jayden solía usar cuando salíamos. Apreté mis nudillos con fuerza, recordando su tenso rostro cuando fue a caer por el acantilado, aquel día.

—¿A donde vas?—me sobresalte, girándome de manera brusca mientras sostuve el arma con fuerza, viendo de manera atónica y sorprendida la presencia de Carl frente a mi, a temprana hora.

—¿Qué haces aquí?—le pregunté desconcertada, viendo como su cabello que llegaba hasta sus hombros nuevamente estaba humedecido, aplastado por ese peculiar sombrero de alguacil que me hizo estremecer por completo.—¿Nuevo look?—le pregunté con sarcasmo.

—Nada que no hayas visto antes.—respondió, con su ronca voz, denotando que aún parecía soñoliento.—Te hice una pregunta.—recalcó.

—Saldré.—respondí, llevando la mochila a mi espalda, para ver cómo Carl me bloqueaba el camino.

—Tengo entendido que no puedes salir, Aliana.—comentó, cruzándose de brazos, para mirarme.

—No creas que porque hayas vuelto, tienes algún tipo de poder aquí.—interferí, fríamente.—No mandas. No aquí.—expresé, con arrogancia para ver cómo Carl se rio de lado, causándome un escalofrío por su manera tan cínica de mirarme.

—No me importa tener poder, pero si quiero, lo puedo tener. Siempre he sido un líder, y lo sabes.—indicó, recostándose del margen de la puerta.—¿Donde están los niños?—se preguntó, curioso.

—Están en la casa, dormidos. Michael está con ellos.—respondí, notando como pareció calmado.—Es por eso que debo salir. Allá afuera, los enemigos siguen y esto, no volverá a ser un campo de guerra. Quiero buscar a mi padre, necesito acabar lo que inicie.—le decía, intentando pasar por su lado, pero Carl apretó fuertemente mi brazo, dejándome sin aliento.

—¿Y lo harás sola?—me preguntó, aún reteniéndome aún lado suyo, mirándome de reojo.

—No.—respondí, mirándolo directamente a ese azulado ojo.—Voy a necesitar a Carl Grimes.—afirme, pasándole la mochila con brusquedad para verlo sonreír ante mi acceso a su compañía.

—No iba dejar que fueras sola de todos modos.—indicó, abriéndome paso para ambos salir por la puerta, visualizando que el sol pronto saldría.

—¿Como en los viejos tiempos?—le pregunté, guiándolo a la parte externa de la comunidad, por donde podríamos salir sin que nos vieran.

—Te lo he dicho. Nada ha cambiado, Aliana.—musitó, siguiéndome para ver los muros y detenerse en seco.—¿Es en serio?—me preguntó, notando mi bruteza para treparlos.

—Tú lo has dicho, nada ha cambiado, Carl.—dije, en un tono de burla para verlo sonreír y como él estiraba su brazo para trepar el muro.—Se darán cuenta que no estamos, de seguro enloquecerán, pero he dejado una nota, no pueden seguir reteniéndome.—expresé, llegando al otro lado del muro, para ver cómo Carl caía al suelo, justo en mi misma sintonía.

—Dime, ¿tan peligrosas son estás personas?—me preguntó Carl, caminando conmigo, mientras miraba con recelo por el perímetro, donde ambos nos detuvimos en seco cuando escuchamos el muro resonar, pero tan solo era un caminante.

—Lo son. Realmente lo son.—dije con vagues, acercándome al caminante para ver su manera tan lenta de caminar, notando la diferencia de sus detalles en su rostro, era un caminante de verdad.—Es difícil diferenciarlos, pero creo que se puede hacer una excepción.—dije entre dientes, llevando mi navaja hasta el craneo del caminante.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Iniciar una guerra?—me preguntó, caminando junto a mi, mientras que miraba por la calle, recordando sin duda los días donde él y yo, solíamos salir sin autorización.

—Estoy segura que mi padre ya la inició.—respondí, sintiendo como Carl me miraba.—Quiero que ellos vengan a nosotros. Tenemos que acabarlos, antes que nos acaben primero. A este punto, ya no me importa Alfa, si no, proteger a mi hogar.—esclarecí.—Necesito que mis hijos crezcan en un lugar seguro, aunque en unos años todo se destruya, porque si algo aprendí, es que en este mundo los verdaderos monstruos somos nosotros, Carl.—añadí, viendo como él me escuchaba con suma atención.

—¿Qué cambia que pelees ahora, a después?—me preguntó, curioso, mientras que ambos sosteníamos nuestras armas, uno al lado del otro.

—Que ahora te tenemos a ti.—respondí, dejándolo con la palabra en la boca, para seguir avanzando a pie, en medio del amanecer.

El sol salía, escondiendo la humedad para darnos calidez y alumbrarnos las calles de esta comunidad. Tenía la certeza de que esas personas debían estar rondando por aquí, de que podría haber una manera de hallarlos y enviar un mensaje. Quería una guerra, porque era la única manera de acabar un conflicto. Nada de esto acabaría, hasta que uno de nosotros desistamos y no estaba en negocio que fuésemos nosotros. No, caminando en esta calle aún lado de este hombre, tenía claridad de que nunca fuimos los que perdíamos. Y aunque, estuvimos algún tiempo arrodillados, nos volvimos a levantar, fuimos los ganadores del nuevo mundo. Eso fue lo que me enseñó Rick Grimes, que siempre íbamos a tener que necesitarnos y ahora más que nunca, yo necesitaba a Carl para esto. Aunque ver sus facciones me llenaban de melancolía y tristeza, podía sentir una suma calma por su presencia. Él caminaba en silencio, moviéndose alrededor para matar de un clavado a los caminantes que aparecían por entre medio del bosque, pero un simple recuerdo fue lo que bastó para erizar mi piel y detenerme en seco. Analice el lugar. La calle era amplia, estaba limpia como aquel día cuando me los topé por primera ves con Connor Martínez.

—¿Qué pasa?—me preguntó Carl, pero hice una señal con mi dedo índice, implorando silencio.

—Está zona, ellos la conocen muy bien. Deben rondar algunos por aquí.—le indique a Carl, notando como pareció alertarse ante todo.—Nos atacaron aquí, al menos a mí por primera ves.—musité.—En este lugar comenzó todo, cuando mate a la hermana de Alfa.—esclarecí, mirando como Carl me miró con detenimiento.

—¿Te culpas?—me preguntó, bajando su arma para acercarse a mi, mientras que ambos veíamos las ramas de los árboles removiéndose.

—Posiblemente si no hubiera matado a esa mujer, Natasha no hubiese muerto. Como tampoco Jayden, en parte, esto comenzó por mi.—indique, viendo como Carl me miraba.

—No recuerdo a una mujer vengativa y rencorosa.—comentó, haciéndome reír de una manera bufona y baja, por su comentario.

—¿Cuando vas a entender que la Aliana que conociste murió hace siete años, Carl?—le pregunté, con seriedad, viendo como el lamía sus labios y negaba.

—Pues, la Aliana que yo conocí se entregó a mi aquel día en el bosque.—rodee los ojos, para morder mis labios en medio del sarcasmo que mi semblante expresó.—No puedo soportarlo.—admitió, haciendo que mi risa se pasmara, para ver la seriedad en el rostro de Carl.—Soy muy egoísta, pero yo, debo admitir que no puedo soportar que nos culpemos el uno al otro por todo lo qué pasó, cuando realmente, estamos desesperados por estar juntos otra ves.—musitó.

—Para eso viniste aquí, ¿no?—le pregunté.—Esperas que admita que Michonne tuvo razón en esa conversación, pero no lo haré. Carl, no hay nada que debamos perdonarnos, ninguno sabía que el otro vivía, ¿como podríamos culparnos?—volví a preguntarle, frunciendo mi ceño.

—Somos adultos. Ya no somos unos niños.—indicó, de una manera seria y firme.—Pero, si lo hubiésemos sabido, todo habría cambiado.—expresó, por lo cual lo miré detenidamente sintiendo su cercanía hasta que la pisada de una rama, hizo que Carl y yo nos distanciáramos.

—Están aquí... —dije en un susurro, girándome para ver cómo del bosque, de una manera escalofriante, salían cuatro caminantes, con una formal manera de caminar que los delató.

—Espera... —me pidió Carl, apretando mi brazo para hacerme ver como atrás suyo, aparecían varios caminantes.—Enhorabuena, te encontraron.—afirmó, en medio de la tensión que nos recorrió a ambos.

—Tienen cuchillos, están ocultas bajo sus mangas, no pases eso por desapercibido... —le avise, viendo como se acercaban, lentamente.

Me sobresalte, mi cuerpo cayó bruscamente en medio de un desliz en la calle, me habían empujado. La reacción de Carl, sin duda fue espontánea y natural, viéndose obligado a sacar su arma con silenciador para dar una fina puntería a la cabeza de aquel susurrador que cayó en el suelo, envuelto de un bache de sangre con sus viseras alrededor. Era una imagen morbosa que había visto un sin fin de veces. Me levante del suelo, chocando mi espalda contra la de Carl, quien se giró para retener al susurrador que estiró sus manos, las cuales sostenían navajas, para Carl impedir su movimiento, mientras que otro se le fue encima. Mi navaja trascendió por la espalda de aquel enemigo, haciendo que el bache de sangre se deslizara los mis brazos para que mi cabello fuera jalado hasta atrás. Un filó se me rozó en el cuello, así que con pesadez pise fuertemente el suelo para llevar mi cuerpo hacia el frente, creando que el del susurrador cayera en el suelo, para así sacar mi arma del estuche y dispararle, creando que la sangre salpicara en mi rostro. Levante la mirada, Carl cayó encima de mi cuerpo cuando varios caminantes saltaron encima de él, no se donde salieron, pero de un momento a otro, ya no estábamos solos.

—¡¡Carl!!—nos levantamos del suelo, su rostro estaba lleno de sangre, pero él sujeto mi brazo fuertemente, obligándome adentrarme al bosque.

—¡¡Corre!!—me pidió, alentándome a correr, en medio de aquella adrenalina, Carl era ágil, más rápido, así que pasaba por mi lado, pero él intentaba de protegerme la espalda, disminuyendo su rapidez.

El olor a podrido se integró en mis fosas nasales, mientras que Carl corría atrás de mi, escapando de la cantidad de caminantes que se abalanzaron sobre nosotros. Ambos corríamos en diferentes direcciones, bloqueando la posibilidad de que pudieran acorralarlos. La adrenalina me recorría y realmente debía admitirlo, se sentía bien. Me detuve en seco en cuanto de aquel árbol, uno de ellos se lanzó al suelo, mire a la dirección donde yacía Carl, viendo como su cuerpo con el del otro, cayeron deslizándose por el barranco. Abrí mis ojos grandemente, no podía haber posibilidad de perderlo de vista. Aquel susurrador corrió hacia mi, sostuvo mi chaqueta con sus manos para lanzarme al tronco del árbol, corriendo con su navaja la cual esquivé, viéndola como la clavo en el árbol. Me giré, reteniendo su cuerpo contra el mío para caer junto al suyo por el barranco en un gran desliz, donde mi rostro sintió los raspes de las rocas y el suelo, mientras que podía escuchar los gruñidos masculinos. Tendida en el suelo, mareada y con la pólvora metida entre medio de mis ojos, retuvieron mis pies con fuerza, haciéndome reaccionar para buscar una piedra en el suelo. Desesperada, viendo como aquel susurrador se me iba encima, dejándome sin aire, su cuerpo cayó encima del mío, luego de escuchar un leve sonido de un arma.

—Mierda.—masculle, sacándome aquel cuerpo de encima para ver cómo Carl respiraba de manera agitada, con mucha sangre en su ropa.—¿Estás bien? ¡Dime!—pregunte en el desespero, acercándome a él bruscamente.

—Solo me dio una ves.—indicó, señalando su hombro sangriento, por lo cual lleve mi mano para ver cómo la sangre sobresalía de ahí.—No es tan profundo.—musitó.

—Esperemos que su navaja no esté infectada. Usan esa técnica para asegurarse que mueras convertido en un caminante.—dije, buscando alrededor.—La mochila, ¿donde está?—pregunte, para ver cómo Carl se quedaba en silencio.

—Aliana, soy inmune. Recuérdalo.—pronunció, haciendo que soltara una bocanada de aire, para llevar las manos a mis rodillas y respirar gruesamente, mientras asentía repetidas veces.

—Si, es cierto. Maldición.—apoye, viendo como él yacía bastante calmado, relajado en medio de mi tensión, donde solo miré su rostro y recordé aquel día, aquel maldito día.

—Tenemos que irnos de aquí.—indicó, por lo cual asentí.—Es peligroso volver ahora, nos seguirían.—opinó, por lo cual asentí levemente ante eso.

—¿Estás seguro que eso está bien?—le pregunté, viendo como las gotas de sudor bajaban por su frente, parecía estar sintiendo escalofríos.—Carl.—volví a llamarlo, para ver cómo él asintió.

—Si estaba infectada, posiblemente tenga una reacción. Podría ser rápida, como lenta, pero mi cuerpo bloqueará la mutación para transformarme.—expresó detalladamente, haciéndome entender lo que me decía.

—Salgamos del bosque. Es su zona.—expresé, recogiendo mi arma e incluso, buscando entre las cosas de aquel susurrador.—O mejor aún... —musité, levantando la máscara de aquel caminante, viendo cómo Carl captaba mi idea.

—Eso será algo asqueroso.—afirmó, intentando de sonreír, pero note como se quejó ante su acción tan espontánea.

—No sería la primera ves, ¿o si?—le pregunté, viendo como él asentía.—Entonces hagámoslo.—afirme, viendo como él señalaba, haciéndome ver el otro cuerpo lanzado en el suelo.

—Negan está con ellos.—indicó, haciéndome abrir los ojos grandemente.—Él me lo ha dicho.—dijo, mostrando una voz débil y entrecortada.

—¿Le has preguntado, Carl?—le pregunté, dándome cuenta que pase ese detalle tan importante desapercibido, pero tan solo vi como él, en medio de su sudor, se desvaneció.—¿Carl? ¡Carl!—grite espantada ante su desmayo, debía ser el efecto de su inmunidad.

Mis manos temblaron. Intentando calmar mi respiración, no tarde en llevar mi mano a su sombrero para quitárselo. La sangre salía de su hombro, haciéndome notar que si había sido profunda y que quizás, la infección se destaparía más rápido, provocándole reacciones. Lleve mi mano hasta el pantalón de aquel susurrador, rompiéndolo bruscamente para amarrarlo entre el hombro de Carl, hasta su brazo, reteniendo la sangre para dejar su rostro al aire libre mientras sostuve aquella máscara encima de mi cara, cubriéndome. Era una sensación asquerosa y podrida que me recordaba sin duda al día en que la comunidad de Alejandría cayó, haciendo frente a cientos de caminantes a los que derrotamos en una noche. Carl tenía razón, si volvíamos ahora, podríamos arriesgar a que nos siguieran, quizás si nos camuflábamos y pasábamos desapercibidos por el bosque, podríamos volver a casa, pero ahora, tenía que llevarlo a un lugar seguro. Tenía que desinfectar su herida, voy a necesitar de Carl Grimes y para eso, tengo que protegerlo. Me incliné, sujetando su cuerpo para cargar con todo su peso. Empezando a caminar sin dirección alguna por este bosque, saldríamos de aquí, pero no hasta bajar la alerta de que yo, había vuelto, más fuerte que nunca.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro