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Mi corazón aún late.

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El regreso de Carl Grimes

Me mire en aquel espejo, mientras que me colocaba aquella camisa con suavidad, tapando la gran cicatriz que yacía en mi abdomen. Suspire, mirando mi cabello y peinándolo con cuidado con mis dedos, lo desenredé. Coloque mi cinturón con fuerza, esperando que mi arma y mi navaja no se cayeran de ahí, mientras que por encima de mis brazos coloqué mi chaqueta color negra con aquel diseño. Tres círculos como símbolos representaban mi comunidad, representaban donde vivía, donde he vivido estos arduos seis años. Visualice cómo vellos faciales empezaban a a notarse nuevamente en mi cara, con molestia me mire, no me gustaba portar barba. Acomode con cuidado aquel vendaje, tapando mi gran cicatriz y hoyuelo ante la pérdida de mi ojo. Con cuidado abrí la puerta de aquella grande habitación, dejando la cama desatendida. Las voces a las afueras se podían escuchar desde aquí, mi comunidad era demasiado activa, no era algo que me molestaba pero rara la vez sucedía algo que afectara nuestro círculo, había mucha paz. Me serví un vaso de jugo de china, sintiendo el gran silencio que había en esa casa donde yo residía. Mis pensamientos cada mañana iban al mismo sitio en cuanto sentía el silencio, en cuanto sentía el vacío dentro de mi, ¿dónde están ahora?

Era lo único que me preguntaba pero la respuesta era agria, ya no están en esta vida. Deje el vaso de cristal aún lado, visualizando a través de las ventanas a las personas, caminando y viviendo su vida plena en una gran tranquilidad. Me quede por un momento visualizándolos, era una rutina que me bombardeaba, que me mataba cada día que despertaba. Las cosas no parecían cambiar pero aquí era donde vivía y no había nada que pudiera ser, la única alternativa era irme pero allá afuera ya no había nada que encontrar para mi, todos los que algún día ame, ya no estaban. Suspire, me había costado seis años poder acoplarme a la idea que estaba solo en este mundo, que no había nada por lo cual luchar o buscar, había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos. Fregué aquel vaso, viendo varios libros tirados en el sofá, fui a recogerlos y ordenarlos, a lo que no tarde en salir de mi hogar, retomando el fresco aire en mi rostro. Pise la acera, sonriendo y saludando a mis vecinos que pasaban por mi lado. Esto era una burbuja, un ciclo que se repetía. Continué caminando, escuchando charlas, escuchando voces hasta que esa chillona voz grito por los alrededores de la comunidad.

—¡Carl no me ignores!—continué dándole la espalda a esa traviesa niña que me seguía a cada rincón que iba, sonriente caminaba pero sentí sus manos atrapar mi chaqueta.—Oye, eso es inmaduro.—visualice a mi lado a esa pequeña rubia, con dos coletas en su cabello.

—¿Por qué nunca vas con los niños de tu edad?—le pregunté curioso, caminando con ella por las aceras.—¿No te basta con que seamos vecinos?—veía en su rostro la molestia de mis palabras pero solo la molestaba.

—Los demás niños no me agradan, dicen que le cuento todo a mi mamá, ya no quieren que sea parte de su grupo.—me comentó algo entristecida por eso.—Están enojados porque mi mamá no pudo salvar al papá de Michelle, dicen que es una perdedora y que yo también lo seré.—me detuve en seco ante esas palabras, visualizando como ella se detuvo cabizbaja.

—Sammy, no sabes lo grandiosa que eres. Ellos se lo pierden.—le anime, colocando mi mano en su hombro y viendo como ella me sonrió.—Cuando ellos vean que sabes usar un arma, te tendrán tanto temor que querrán ser tus amigos de nuevos. Yo me encargaré de enseñarte.—le sonreí, viendo como ella animadamente asintió.

—No vas enseñarle a mi sobrina a usar un arma, mi amor.—giré ante escuchar aquella voz y esos pasos que hicieron que captaran su presencia, sonreí visualizando esos ojos esmeralda mirarme y ese corto cabello rubio estar amarrado en una corta coleta.—No sin mi permiso.—vi como ella se acercó a mi con esa sonrisa, poniendo sus labios en un pico, mientras que ambos los rozamos, en un beso.

—Que asco.—comentó Sammy aún lado de nosotros, haciendo varias muecas mientras que mi pareja y yo nos separamos, viendo como aquella pequeña nos miraba con desaprobación.—¿Donde estabas Stefanie?—pregunto la pequeña con curiosidad ante el paradero de su tía pero un gran silencio se formó entre nosotros tres, entre toda la comunidad.—¿Qué es ese ruido?—pregunto la pequeña, alzando la mirada al cielo. El viento azotaba con ráfagas mientras que sentí mi cabello removerse, alce mi mirada al cielo aunque me opacara la vista, intentando de visualizar lo que ocasionaba ese estruendoso ruido.

—Es uno de los helicópteros que nunca volvieron a dar señal.—comentó Stefanie a mi lado, alto asombrada al igual que yo.—Sammy, quédate en el área.—le pidió ella a la pequeña, quien asintió dándonos espacio para ir averiguar donde estaba el helicóptero.—¿Crees que sea ella? Es imposible.—comentó, mientras que me mantuve en silencio, parándome en seco alrededor de varias personas y logrando captar el helicóptero

—¿Qué sucede?—le pregunté a aquella alta mujer, quien se paró a mi lado. Curioso continuaba viendo como aquel helicóptero intentaba de detenerse en el punto fijo donde siempre se detenía.—¿Quien llegó?—pregunté, viendo como aún lado de aquella rubia mujer se detenía él, aquel joven alto y con su cabello negro azabache.

—En la base dijeron que era Alex, recibimos una señal de radio, me parece irreal.—mire fijamente a Colé, como este parecía afirmar la presencia de alguien que creíamos que ya no existíamos.

—Trajo a alguien con ella, dice que es su hija.—me comentó Sara la rubia que estaba a mi lado; madre de Sammy y hermana de Stefanie, quien miraba el helicóptero bajar sus turbulencias. Confundido la mire, negando ante eso.—Yo también pensé que estaba muerta pero aparentemente no.—me palmeo la espalda Sara, para que saliera de esa leve confusión.

—Vamos Carl, hay que ayudar.—Cole golpeó su hombro con el mío sin mala intención para que pudiese trotar detrás de él, y así ayudar a quienes habían llegado de un largo viaje.

—¿Dónde crees que haya estado todo este tiempo?—le pregunté a Cole mientras caminaba detrás de él, acercándonos al helicóptero junto a Sara, quien abrió la puerta principal de aquel transporte.

—No lo sé amigo pero esto no me agrada, no en lo absoluto.—me respondió este en un tono bajo, ambos llegamos aún lado de nuestra amiga presenciando como principalmente salía de ese transporte aquella mujer, a quien no veía hace años.

—Alessandra.—Sara pronunció su nombre, lo pronunció de una forma perpleja como si no creyera que estuviera ahí, aquella mujer estaba sucia con rasgos de tierra en su rostro.

—Voy a rendirles cuentas después pero este viaje ha sido muy largo, no saben todo lo que me he encontrado y descubierto.—vi aquella científica jalar una camilla que provenía del helicóptero, en donde debía estar su hija.—Ayúdenme chicos, no tengo fuerzas, no se como guié ese helicóptero.—asentí, observando fijamente a Alessandra, mientras que nos abrió paso.

—Yo me adentrare, sostenla desde afuera.—me pidió Cole, quien no tardo en meterse dentro del helicóptero para jalar aquella camilla mientras que yo sostuve las barandas de estas, jalándolas hacia afuera.—¿Es tú hija?—preguntó Cole, mientras que saque junto a él la camilla, visualizando a Alessandra aún lado de Sara y asintiendo.

Pero mis manos perdieron la fuerza para balancear aquella camilla cuando mire fijamente la persona que estaba recostada de ella. Sus ojos estaban cerrados, se veía sucia y sangrienta, se veía pálida. Sentí mi mente nublarse ante la visualización que hice, ante no poder procesar de una forma rápida y pasiva lo que yo estaba viendo. Sentí como me empujaron con cuidado, pude visualizar a ese hombre, me miro algo preocupado. Manuel y Cole no tardaron en aguantar la camilla, mientras que sentí un dolor en mi cabeza que provocó que cayera de rodillas al suelo. Todo se volvió lento, sintiendo mi cabeza arder por dentro. Mis hombros fueron sostenidos con fuerza mientras que sentía como el aire empezaba a faltarme, yo podía visualizar enfrente de mi como Stefanie me llamaba pero su voz se escuchaba lejos, tan lejos que sabía que estaba cayendo lentamente en un hoyo del cual no podría tener salvación. Veía como a mi alrededor se detenían personas que conocía, preocupados por mi leve transe ante lo que vi. No podía ser ella, no después de tantos años y tanto tiempo, no después de lo que sabía. Aliana Johnson no podía ser esa mujer que estaba en la camilla que se llevaban, y cada vez que intentaba de procesar que era ella, sentía como mi mente expulsaba dolores a mi cuerpo que detenían que pudiera levantarme.

Los recuerdos, los recuerdos más dolorosos me llevaron a un siglo que nunca pude ser capaz de superar. Lo ojos verdosos de Aliana me miraban, mientras que veía el techo de la iglesia, los muros caídos y el olor a humo entraba por mis fosas nasales. Sus lágrimas se escurrían por sus mejillas, veía cómo sollozaba y negaba la situación que sucedía. Sus manos apretaban mi camisa en negación, esperando que esto fuese una pesadilla de la cual despertaría. Me sentía débil, sin fuerza, mientras que veía a lo lejos de las puertas de aquella iglesia, como mi papá me miraba en negación. Sus ojos transmitían tristeza pero los de mi papá transmitían un dolor inexplicable. Los sollozos de Aliana se desaparecían, se hacían más lejos, mientras que entraba en el presente nuevamente sintiendo como Stefanie me llamaba; me hacía caer en tiempo. Los ojos esmeralda de Stefanie me miraban con suma preocupación, sus labios se abrían, pronunciando mi nombre con gran urgencia. Negaba tembloroso, mientras que yo estaba mareado y sintiendo mi cuerpo de lado, me fui levantando levemente mientras ella continuaba gritándome. A su alrededor podía ver a Sammy, a la pequeña mirándome con asombro. Lleve mis manos a las de Stefanie, alejándola de mi, sintiendo que el aire me faltaba.

Ella me miró confusa, mientras que yo la alejaba de mi, intentando de continuar el camino por donde se fueron aquellas personas con la mujer que se escabullía en mis sueños. No comprendía la situación, no comprendía el por qué ella estaba aquí, mucho menos con vida. Empecé a caminar, sintiendo mi mundo girar de forma lenta. La cabeza me dolía, mientras que recordaba años atrás, en donde me narraban que mi hogar fue destruido y quedó en cenizas. No podría comprender lo que sucedía pero sabía que había una respuesta, una luz de esperanza llegó a mi, una luz que no sentía hace mucho. Camine con más prisa, deseando obtener una respuesta a mis dudas y a la inquietud que estaba sintiendo. Corrí, tomé velocidad mientras los gritos de Stefanie me perseguían, convirtiéndose en gritos del pasado cuando corrí por los pasillos de esta enfermería desesperado con ansias de volver a mi hogar, sin entender el por que estaba con vida; pero eso era otra historia. Corrí, corrí mientras abrí esa puerta de la enfermería con fuerza. Vi personas mirándome pero solo me enfoqué en aquella mujer, en la misma que me había ayudado todo este tiempo y ante su desaparición años atrás, creí muerta.

—¿Carl?—ella me miró, Alessandra me miró confusa y angustiada ante mi agitación, ante llegar a ella con rapidez y con deseo de buscar el paradero de Aliana. A través de la ventana de aquella puerta, pude ver a Aliana, pude ver su estómago sangriento y como muchas personas estaban alrededor de ella.—¿Carl?—me volvió a hablar, mientras que apretó mi camisa con fuerza cuando observo mis intenciones de querer entrar.

—¿Qué hace ella aquí?—pregunte agitado, viendo como alrededor, la presencia de Cole y Manuel llegaban al pasillo de esa enfermería; mi corazón deseaba explotar.—¡Dime!—le grite a aquella mujer, viendo como ella abrió sus ojos verdosos y viéndola bien, viendo su físico y sus facciones, podía ver a la Aliana que reconocí hace unos momentos.

—Carl, amigo, cálmate.—Manuel se acercó a mi, preocupado y tomando mi hombro mientras que reaccioné con brusquedad ante su tacto, negando y sintiendo todo pesado.

—¿Donde la encontraste? ¿Cómo carajos está con vida?—pregunté tan agitando, gritando y alarmado ante la espantosa situación que estaba viviendo, tantas preguntas y dudas me recorrían la mente sin entender nada.

—¿La conoces?—pregunto Alessandra, pregunto ella con asombro ante mi actitud. Mi pecho subía y bajaba, viendo sus facciones, viendo sus pecas y lunares, no podía ser cierto. Mi única reacción ante el silencio fue llevar mi mano al cuello, sacando aquel collar brilloso y resplandecido en oro, viendo los ojos de plato que Alessandra mostró en su semblante.—Imposible... —susurro, susurro tocando el collar y llevando su mano libre a la boca.—¿Tú eres el padre de los niños?—me distancié por un momento de ella, aturdido ante lo que dijo y creando un silencio más profundo.

—¿Qué?—todo se volvió lento nuevamente, se volvió mucho más confuso mientras veía a Alessandra tapar su boca y negar, mientras que a la distancia pude ver claramente como Stefanie miraba con asombro ante las palabras que Alessandra había pronunciado.—Ella estaba muerta, todos ellos lo estaban.—dije, y lo repetí varias veces, lo repetí muchas veces intentando de que se plantara en mi cabeza.

—Tú eres él.—repetía Alessandra, quien parecía aturdida al igual que yo, mientras que intentaba de procesar lo que decía ella, lo que sus palabras transmitieron.—No puede ser.—pronuncio ella, mientras que me recosté de la pared en negación.

—Amigo ven, debes calmarte.—Manuel nuevamente se acercó a mi, intentando de distanciarme de Alessandra quien llevaba sus manos a su pecho y intentaba de retomar aire.

—¡Me dijeron que estaban muertos!—grite, viendo como Manuel se aislaba de mi, dándome espacio ante mi rabia.—Me dijeron que habían muertos, que las comunidades en Atlanta estaban hechas cenizas. ¡Me mintieron!—grite rudamente, observando a Alessandra alzar sus manos para calmarme.

—Carl, baja la voz. Ten cuidado con lo que dices.—me pidió ella, con sus manos alzadas aun, en tono de que bajara mi volumen.—Yo voy explicarte, pero no puedo hacerlo ahora.—me dijo ella, mientras que observaba sus ojos como platos cuando él gritó estruendoso resonó en ese pasillo, ese grito que erizo mi piel y no tarde en abrir la puerta de aquella habitación con brusquedad. Vi a Sarah, vi como ella al igual que otros enfermeros sostenían a Aliana mientras que veía como intentaban de colocarle un vendaje alrededor de su estómago. Esto era irreal, era irreal. 

—¡Necesito que la aguanten, busquen por favor unos sedantes!—grito fuertemente Sarah, mientras que sentí como el hombro de aquel enfermero rozó con el mío, de una forma brusca. Mi corazón palpitaba, mientras que sentía mis manos temblar observando a Aliana gritar, observando sus facciones faciales y su cabello largo, su rostro enrojecido.—Alessandra, ayúdame, por favor.—continuaba hablando mientras que yo negaba lo que veía en aquel margen de la puerta.

—¡Suéltenme! ¡Suéltenme!—gritaba ella, gritaba con rabia y veía su rola tirada en el suelo, ella estaba en ropa interior; le colocarían una bata de enfermería. No podía dejar de mirarla, de mirar como Alessandra se acercó a ella con tranquilidad para no asustarla.

—Aliana, mírame, soy yo. Estás asustada pero vamos ayudarte.—Alessandra se acercó a ella pero esto parecía ser mucho más irreal para aquella joven chica, quien gritaba horrorizada.

—¿Donde está Jayden? ¡Jayden!—gritaba ella con una voz más gruesa, más ronca pero aquel nombre que había pronunciado me dejó mucho más confuso, jamás podría olvidarlo.—¡Suéltenme, por favor!—gritaba ella de una forma cansada, veía como se intentaba levantar de la camilla pero su cuerpo se deslizaba sin fuerza entre los brazos de Sara y Alessandra, mientras que mi corazón se detuvo un instante cuando sus ojos verdosos conectaron con los míos. Esa sensación, llena de miedo y de que ambos cayéramos en la realidad de vernos, fue una muy grande que llenó esta habitación de un sin fin de emociones y más con sus palabras.—¡No¡ ¡No! ¡Vete, no estás aquí, yo te deje ir!—ella empujaba a las dos mujeres que la sostenían, y negaba, veía como parecía estar en un estado de shock, Aliana estaba reaccionando como una loca.—No estás aquí, no estás aquí... —ella disminuía sus fuerzas, su voz se escuchaba baja y veía como negaba con su cabeza mientras que su cuerpo se deslizaba al suelo, como si se colocara en un rincón donde ella no podía escapar.

—¡Los sedantes!—clamó Sarah, mientras que estaba aturdido, observando cómo Aliana tapaba su rostro y negaba, cómo se veía aquel vendaje en su estómago y como su cuerpo temblaba. Susurraba cosas que no podía escuchar, cosas que no podía distinguir, mientras que por mi lado paso uno de los enfermeros con aquella gran aguja.—Sujétala.—pidió aquella rubia mujer, pero Aliana estaba quieta, había quedado en un transe de negación y simplemente la aguja se enterró en su brazo, viendo como ella cerraba sus ojos y sus músculos se relajaban.

Me giré levemente, saliendo por aquel margen de la puerta, saliendo de aquella habitación. Todo estaba lento, no podía distinguir a las personas que me llamaban o que estaban a mi alrededor. Sentía mi mundo dar vueltas mientras que me llevaba a un pasado nublado. Caminaba, sintiendo mi cabeza darme punzadas que dolían y creaban que mis músculos se sintieran tensos, tanto, que podía volver a perder el equilibrio y caerme. Logré salir afuera de esa enfermería, logré retomar el aire nuevamente mientras que continué caminando, sintiendo todo pesado. Las risas, las voces que algún ves temí en olvidar, regresaron a mi mente como ráfagas de balas. Sentí su tacto, sus labios y sus manos acariciarme, su sonrisa y sus mejillas sonrojadas. No recordaba la última vez que fui feliz con Aliana de tantas adversidades que pasamos, me era irreal pensar que después de todo, ella estaba aquí, con vida. Mis piernas sentían calambres, mientras que intentaba de retomar esos recuerdos. Su cabello largo, oscuro. Esas pecas que siempre admiraba y ese semblante de enojo cuando no se tragaba algo que no le gustaba, lo ruda que se veía defendiéndose y en cómo ambos, nos enamoramos.

La veía caminar por esas aceras de aquella comunidad, la cual un día fue más que eso, fue mi hogar. Aquel lago, ese donde ella siempre estaba y buscaba paz, cuando ambos nos sentábamos en nuestros balcones a observar las estrellas. Muchas imágenes acorralaban mi mente, entre ellas, todas esas personas que perdí y que ahora estaba seguro que si Aliana estaba aquí con vida, la mayoría debía estarlo y entre ellos, mi papá junto a mi hermana, junto a Michonne o Daryl Dixon, incluso Natasha y Maggie. Intentaba de aceptar esa luz, esa luz llena de esperanza que podía ser mi salvación justo ahora, y que después de tantos años, podría crear la unidad que éramos, porque es lo que somos; una familia. Aguante mi cabeza con mi mano, abriendo la puerta de mi hogar, de aquel hogar que jamás fue mío pero al cual me acoplé. Lance aquella estantería de libros con impotencia, años perdidos, creyendo que todo estaba perdido y que ya no había más nada allá afuera para mi, pero lo había todo. La impotencia se hizo más grande con las palabras de Alessandra frustradas en mi cráneo, era imposible, era imposible que un fruto de amor se haya creado en el vientre de Aliana todo este tiempo, no quería creerlo pero una parte de mi antes de dejarla sabía que ella obtendría ese fruto pero jamás pensé que sobrevivió a eso. No podía distinguir una imagen, no podía distinguir a un bebé que llevara mi sangre, esto era irreal.

Había tirado todo, libros, jarrones de cristales. Mi cada estaba hecha un desastre mientras que me encontraba sentado en aquel sofá, viendo la chimenea y el fuego arder, era ahí donde las supuestas comunidades ardieron después de mi rescate y era la única razón creíble por la cual nunca volví porque pensé que todos estaban muertos, que había perdido a cada una de las personas que me vieron crecer y con las que crecí. No podía emitir una lágrima, no podía emitir un sentimiento de tristeza ante la gran oleada de emociones que estaba sintiendo. Mis músculos estaban tensos y mi mano sostenía aquel collar que fue mi único consuelo estos años, aquel collar que la mujer que vi hoy creyó perdido años atrás, porque ya no era una niña. Aliana era una mujer pero reconocería esas facciones faciales Aquino en mil años, reconocería esos ojos y esas pecas. Era ella y parecí una escultura, el tiempo no se había detenido, era una mujer y no podía esperar a que me diera las respuestas que necesitaba. Alce mi mirada cuando escuche el estruendo lento de la puerta principal abrirse, percatándome que las ventanas transmitían la noche y en cómo aquella chica se quedó parada en medio del margen abierto de la sala observándome apenada, observando con sumo temor.

—¿Quieres hablar?—me preguntó ella, quedándose distante de mi, mientras que los cálidos colores de la chimenea alumbraban la sala en donde yo estaba recostado, intentando de aliviar el calentón que había en mi mente.

—¿Qué se supone que diga?—le pregunté, evadiendo su pregunta sin saber cómo debía reaccionar en una ocasión cómo está.—No sé que debo decir.—hablé, llevando mis manos a mi rostro y restregándolo, observando cómo Stefanie me miraba parada desde su postura.

—Lo que sea, necesito que digas algo porque tengo mucho miedo Carl, mucho.—hablo ella, con una voz en un hilo que estremeció mi corazón y alarmo más mi mente.—Esto parece una pesadilla y no puedo creer que la niña que intentaste superar todos estos años, este aquí, este aquí luego del esfuerzo que he hecho para que estés bien y todo lo que hice para que la superaras.—cínicamente la miré y tragué esas palabras amargas que pronunció, negué ante lo que había dicho aquella chica.

—¿Solo es en eso lo que te enfocas? ¿En que podrías perderme?—pregunté cínico, incómodo ante el único punto en que ella se percató. Me levante del sofá, observándola mirarme de forma entristecida y angustiada.—Estamos hablando de un tema serio, de que los supervisores de este lugar me mintieron personalmente, de que Ralf me mintió, incluso tú hermana cuando me dijeron que las comunidades en Atlanta ardieron en fuego, Stefanie. Eso puede incluir en que tú también me mentiste y estoy ansioso por escuchar lo que tiene que decir tu hermana, porque Ralf murió dos días después de que me rescataron. De que me haya salvado con su propia sangre.—dije entre dientes, quedándome distante de Stefanie ante mi rabia.

—La comunidad donde te localizaron estaba ardida en llamas, yo no te mentí, tampoco te oculté nada Carl. Yo tampoco sé lo que está pasando pero tengo mucho miedo.—ella intento de acercarse a mi, sin intenciones de hacerme pero me impulso fue alejarme.—Carl, por favor, no sabes el temor que sentí cuando vi cómo reaccionaste, cuando supe que era ella sentí una punzada en mi interior. Necesito que hablemos de esto, por favor.—me pidió ella, algo desesperada y asustada, yo comprendía su postura pero ella no comprendía la mía.

—Stefanie no podemos hablar de esto ahora, mucho menos con claridad porque no tengo idea de lo que está pasando. Ni siquiera he procesado el hecho de que Alessandra es su madre, no he podido tragarme la situación porque me voy a terminar despedazando.—pase por su lado nuevamente, acercándome al perchero donde estaba mi chaqueta y colocándomelo.

—¿A donde vas?—me preguntó ella, limpiando las cortas lágrimas que escurrieron por sus mejillas.—Carl.—me llamo, mientras que me acomodaba aquella chaqueta impermeable.

—Voy a ir a esa enfermería, y esperaré toda la maldita noche a que ella despierte porque jamás la superé, aprendí a vivir con su ausencia. Y se que ella es la única en este maldito lugar que no se atrevería a mirarme y llenarme de mentiras.—dije observando los ojos esmeralda de aquella rubia chica mirarme en negación, mordí mis labios abriendo la puerta mientras que la cerré de forma brusca.

—¿Carl?—no tarde en continuar caminando ante aquella voz, sentí la sangre hervirme.—Carl, detente. No vas a ir a la enfermería, no puedes.—su mano sujeto mi brazo de una forma brusca, lo que creo que me incomodará mucho más y no tarde en detenerme y sacarme de su agarre.

—Alessandra te voy a volar la cabeza si me vuelves a tocar, te lo juro.—le hable, viendo como ella pareció tragarse la lengua ante mi amenaza, no había sido literal pero necesitaba mi espacio.

—Carl, no sé como no pude haberme dado cuenta antes pero hay muchas cosas que debemos hablar. Muchas cosas que debemos aclarar antes de que colapses, Carl.—me pidió, mientras que ambos caminábamos, distanciándonos de mi casa.—Entonces me vas escuchar a la mala.—me detuve en seco cuando sentí en mi espalda aquella presión, me detuve en seco y mordí mi labio cuando sentí a Alessandra apuntarme con un arma.

𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐌𝐈𝐄𝐍𝐙𝐎 𝐃𝐄 𝐔𝐍 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋

───𝐩𝐫𝐨𝐭𝐚𝐠𝐨𝐧𝐢𝐬𝐦𝐨───

𝐀𝐥𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐀. 𝐒𝐦𝐢𝐭𝐡 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐬𝐨𝐧

𝐀𝐥𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐀. 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 𝐒𝐦𝐢𝐭𝐡

𝐍𝐚𝐭𝐡𝐚𝐧 𝐂. 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 𝐒𝐦𝐢𝐭𝐡

𝐄𝐭𝐡𝐚𝐧 𝐌𝐚𝐫𝐭𝐢𝐧𝐞𝐳

𝐂𝐚𝐫𝐥 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬

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