27

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Lo que la vida da.

───

Sentía algo tibio. Una suavidad pasar por mi mejilla, dándome un escalofrío. No podía abrir mis párpados. La oscuridad estaba presente y en medio de eso, podía oír susurros aclamar mi nombre. Lo que parecía frío, recobró calidez como la luz que alumbró la oscuridad. Mis párpados ya no pesaban, pero era como si pudiera ver a través de ellos lo que se me presentaba. Mi corazón palpitaba, palpitaba aliviado. Oía sus voces, las oía tan lejos que mi corazón empezaba a desintegrarse y más cuando juré oír el clamado llamado de mis hermanos. Lentamente abro mis párpados, sentía aún la pesadez en ellos, pero pude lograr ver un techo. No lo reconocía del todo, aunque sé que ya había estado aquí. Giré mi cabeza para así ver los verdosos ojos de Maggie mirarme con detenimiento. Su mano estaba extendida en mi rostro con ese tibio pañuelo que parecía limpiarme. Me mantuve recostada buscando oxígeno y más cuando visualicé a esa mujer recostada en la pared. Veía a Carol mirarme, mientras que a su lado Michonne yacía. Se veían opacas e incluso exhaustas, pero ahí estaban, conmigo como siempre.

—¿Cuanto tiempo dormí?—pregunte, buscando el confort en su mirada, solo veía a Carol asimilar el hecho de que volvía a verme con vida después de tanto.

—Todo el camino al reino. Llegamos al amanecer.—respondió Maggie, distanciando el pañuelo de mi.

—¿Quienes no llegaron?—fue lo primero que pregunté.—¿Y mis hijos?—cuestione, intentando levantarme, pero todo me dolió hasta arquearme.

—Cuidado.—me pidió Maggie, ayudando a que pudiera caer sentada en la camilla.

—Solo la niña murió. Todos están bien.—solté una bocanada de aire, bajando la cabeza ante el balde de agua fría que me lanzaron.—Alanna y Caleb están con Carl.—anunció, por lo cual el alivio llegó hasta mis músculos tensos, pero la tristeza se quedó pegada a mi como el frío.

—Por Dios... —susurré, observando mis manos las cuales estaban manchadas de sangre seca.

—La han traído hasta acá, pero la han llevado a otro lugar para sepultarla.—contó Michonne, con un tono de voz decaído.—No podíamos hacer nada. Se desangró mediante la herida, su madre se encargó de acabar con el sufrimiento.—indicó, intentando de sonar sensible, la situación era más turbia y dolorosa de lo que se podía imaginar.—No iba a lograrlo.—decayó en decir.

—Fuera de eso, los susurradores se han ido.—interfirió Carol, quien se veía reacia, pues podía entender su sufrimiento y en cómo quizás no pudo defender a Henry como lo hubiera querido.

—Pero nos tomará tiempo reconstruir las comunidades nuevamente. Así que nos quedaremos aquí.—indicó Maggie, mientras asentí.

—No puedo creer que la niña haya muerto.—expresé sentida, restregando mi rostro frustrada.

—No hay nada que pudiéramos hacer, Aliana.—me decía Maggie, sentada aún lado de mi camilla.

—Pudo haberse evitado.—interfirió Carol, mirándome.—Si tu padre no hubiera interferido de esa manera, pudiéramos haberlo manejado.—levante una ceja, denegando rápidamente.

—Tú eras quien querías principalmente acabar con esa mujer. No me digas ahora que no hubieras hecho lo mismo, Carol.—musité.—Se ha acabado, es lo que importa y si hay cola detrás de eso, lo podremos sobrellevar.–indague, intentando de levantarme.

—Espera...

—Quiero estar con mis hijos, quiero estar con Carl.—le dije a Maggie en cuanto toco mi brazo de manera delicada para detenerme.—Sammy era importante para él.—añadí, mirándola de reojo.

—Solo, déjame ayudarte.—pidió para así irse por mi lado para levantarme de manera delicada y mientras puse todo mi peso en ella, Michonne abrió la puerta para que pudiera sobresalir de ahí.—No le hagas caso. Esta aturdida, ver a Carl con vida la he dejado sin aire... —murmuró Maggie, refiriéndose a la hostilidad de Carol.

—Como tú, odia a mi padre, no hay justificación.—respondí apenada e exhausta, pues sabía que no había manera de enmendar el error que él había cometido años atrás, porque ni siquiera al sol de hoy yo lo habría perdonado.

Maggie no dijo nada, pareció analizar lo que había dicho. No hablaba de eso, pero aún podía sentir la daga en mi corazón cuando recordaba cómo aquel bate de púas se incrustó en el cráneo de Glenn hasta hacer que su sangre cayera en mi. Yo era una niña, estaba consiente que aún en este mundo no merecía ver cosas tan morbosas como las que vi esa noche, pero si no hubiera crecido y avanzando, jamás habría llegado hasta donde estoy. No puedo perdonar a Negan, pero si puedo hacer algo que Rick nos enseño, dar para recibir. Le dimos una oportunidad al monstruo que nos atormentó durante mucho tiempo y él nos dio algo que jamás creímos que nos daría, lealtad. Negan cambió, no solo por la familia que perdió y ahora tenía, fue por el impacto que Rick hizo en su vida sin saber que ambos me hicieron convertirme en la vivencia de la resilencia. Una persona con resilencia era aquella que sobrepasaba cada obstáculo, que lo afrontaba de una manera firme y valiente, sin ellos yo no sería la mujer que hoy soy y es por eso que sigo avanzando. Me detuve en seco un momento. Vi a Carl sentado en el borde del techo.

—Lleva ahí toda la mañana.—indicó Maggie, con quien subí varias escaleras de manera ardua por mi condición para llegar aquí.

—¿Y los niños?—le pregunté curiosa ante su ausencia, notando que no estaban alrededor.

—Estaban con él, deben estar con Negan.—me respondió con sutilidad.—Puedo ir a verlos y volver, si así te sentirás segura.—indago.

—Si, por favor.—asentí sintiendo como ella se desprendía de mi, aislándose.—Maggie.—mi llamado la detuvo en seco, haciendo que ella se girara para verme.—Te extrañaba.—afirme para ver su sonrisa, una sonrisa que pareció sanar el duelo de mi ausencia en ella.

—Y yo a ti.—musitó, para bajar las escaleras y desaparecer de mi campo visual, me giré lentamente notando como Carl continuaba en el borde del techo, sin moverse y tan solo abstenido a recibir la brisa.

—Deberías estar descansando.—musitó cabizbajo, sosteniendo en su mano un lazo rojizo.

—Podría decir lo mismo de ti.—expresé, quedándome de pie aún lado suyo para observar aquella gran comunidad; El Reino prevalecía.

—Debí haber estado ahí para ayudarlas. Si tan solo... —Carl se detuvo en seco en cuanto me incliné para apretar su hombro, oía su impotencia detallar el dolor que sentía.—Era solo una niña.—afirmó.

—Necesitas estar ahí para Sarah y Stephanie, te necesitan Carl.—comente, apretando fuertemente su hombro para que sintiera mi apoyo, mi consuelo.—Ellas también son tu familia.—añadí, haciendo que Carl levantara la cabeza para mirar adelante.

—Aliana.—me llamo, todo mi cuerpo se tenso por su frío nombramiento.—Tú lo sabes. Dímelo, ¿de quien es ese bebé?—pregunto, respire hondo para mirar adelante, con mi corazón latiendo rápidamente.

—Es mío.—baje la cabeza de manera agria ante oír la voz de Ethan atrás de nosotros, mi mano dejó de sostener el hombro de Carl en cuanto él se levantó para girarse y verlo.

—No te pregunté a ti.—le respondió Carl, por lo cual me levante del suelo ante ver como se dirigió a Ethan, con una bruma de enojo en él.

—Te he respondido. Es mío, es mi hijo.—afirmó él, mientras que mis ojos se humedecieron me acerqué para ponerme entre medio de ellos.

—Basta...

—Esto no te corresponde a ti.—le dijo a Carl ante señalarlo con su dedo, mientras que le empujaba para aislarlo.—Me has provocado, has intentado de hacerme quedar mal ante todos, pero tú eres el estúpido que tiene miedo de perderlo todo.—cuestionó.—¿Por qué tanta inseguridad? Sabes que siempre he sido yo.—mascullo, creando en Ethan una sensación fría e impotente.

—¡Eso tampoco lo puedes decidir tú!—exclamo, yéndose casi encima mío, mis labios temblaban por el dolor que esto me causaba, porque era mi culpa.—Yo estuve con ella. La encontré cuando te había logrado soltar, la ame y a sus hijos, no puedes llegar y pretender recuperarlo en un solo momento porque así lo quieres, ¡no es justo Carl!—grito, enfurecido y con sus ojos humedecidos.—No puedes culparme por tener miedo, ¡porque lo he perdido todo igual que tú y lo único que tengo además de mis hermanos es esta familia!—decía.—¡Y si no puedes entenderlo, entonces...

—¿Qué? ¿Me vas a matar?—le preguntó Carl a Ethan, creando un silencio que me estremeció cuando Ethan dirigió su mano hasta su estuche.

—¡Basta!—pedí temblorosa, sintiéndome impotente, estire mis manos para tocar sus pechos y aislarlos del uno al otro.—Por favor. Basta.—volví a pedir en un tono sutil, cabizbaja.—Lamento tener que haberlos puesto en esta posición. Era lo menos que quería, confíen en eso.—indique, levantando mi mirada para verlos con mis ojos envueltos en lágrimas.—Esto no hará que las cosas se faciliten, las empeorará...

—Aliana, escucha...

—No he terminado. Ya los he oído, por favor, denme la oportunidad.—le dije a Ethan cuando note la suavidad en su voz al oírme llorar.—Esto no se trata de ustedes, tampoco de lo que quieren, se trata de mi.—indique entre dientes, señalándome.—Los tres hemos sido egoístas e inmaduros con esta situación, pero más yo ante presentarme como una persona inestable siendo una adulta y madre de dos hijos que necesitan todo de mi, es por eso que no puedo seguir dividiéndome ante ustedes, porque no son unos niños a los que debo preparar para el mundo.—expresé, limpiando mis lágrimas.—Mi hijo es mío. Y aquel que lo ame, lo hará suyo por igual, pero no vendrán aquí a ponerme en esta situación. Y es por eso que lo he decidido, no voy a tomar una decisión de la cual no me siento preparada de tomar, porque los amo, pero no por igual. El amor que siento por ustedes dos es diferente, ¡y si no pueden entenderlo, no me merecen!—exclame, separándome de ellos.

—Aliana, espera, aguarda un momento.—me pidió Carl, quien chocó fuertemente un hombro con Ethan, el mismo que se quedó mirándome.

—No, Carl.—denegué, extendiendo mis brazos.—Mira donde estamos. ¡En medio del fin de un maldito mundo!—grite, exhausta.—Esto es un drama, una maldita broma. Y cuando aprendan a entender que la vida no se tratará de lo que solamente ustedes quieren, pueden venir a mi y les juro que por una vez en sus vidas, ¡les daré cara para decirles que es lo que yo también quiero!—dije entre lágrimas, bajando las escaleras.

Podían matarse, podían derivarse a golpes, verdaderamente en este momento no me importaba en lo absoluto, solo quería irme. Así que vague por la comunidad, me tope con algunos rostros conocidos e incluso con las sonrisas de los niños, pero a excepción de eso no vi a mis hijos por ningún lado. Respire la brisa fresca de la tarde, donde me trajo los recuerdos de un día frío y amargo que me hizo conocer una parte de mi que nunca conocí, el día en que vi a Natasha por última vez. Aún lo recordaba. Ese momento donde sus brazos arremetieron en contra mía de una manera brusca y salvaje. Sus ojos derrocaban la tristeza y desilusión de mis actos, del pecado tan pesado que aún sentía en mis hombros y que no podía olvidar con facilidad. Si algo hubiera cambiado ese día, ese día donde murió Nathan, hubiese sido nada. No me arrepentía de lo que había hecho, porque mi hermano se convirtió en algo que no podía ser enmendado, el mundo lo destruyó y a mi también, por eso mi presagio fue perder a mi hermana. Me senté en aquel banco, lejos de la comunidad donde solo veía a los árboles. Desearía que alguna vez mi hermana me visitara en los sueños, desearía volver a verla, aunque sea solo una vez.

—Me has hecho caminar por todo este basurero encantado.—la voz de mi padre se adentró por mis oídos, él se sentó aún lado de mi, respirando hondo.

—¿Donde están los niños?—le pregunté, intentando de ocultar mis hinchados ojos.

—Los deje con la viuda. Creo que cree que soy mala influencia para ellos, pero solo les contaba como matar a un conejo si alguna vez se encontraban en la disposición de hacerlo para comérselo.—sonreí por lo bajo, negando ante eso.

—¿Como están?—pregunté curiosa, sin aún mirarlo a los ojos.

—Bueno, Nathan está bastante triste, me decía que Sammy era muy bonita y Alanna, ella estará bien... sólo está un poco traumada.—comentó.—Pero dentro de todo, parecen estar felices de que vayan a tener un nuevo integrante.—su mano acarició mi vientre por un momento, haciéndome sentir grata de poder vivir un momento como este.

—Si, sobre eso... —respire hondo para girar y mirar a mi padre, quien quedó sorprendido por mi aspecto tan deprimente.—No salió nada bien.—afirme, bajando la cabeza entristecida y con mis ojos envueltos de lagrima.

—¿Qué sucedió?—me preguntó, mis lágrimas continuaban derramándose por las mejillas mientras que no podía hablar sin sollozar.

—La única manera de hacer que ellos se sientan como oponentes, es alejarme de ellos.—expresé.

—¿Y eso es lo que quieres?—me preguntó, intentaba sonar sutil, pero su gruesa voz lo continuaba haciendo sonar cortante.

—¡No, pero no puedo ser egoísta! ¡Ellos también están sufriendo!—exclamé en un sollozo.

—Has tomado una decisión. Lo sé porque veo como lo miras cada vez que está cerca, pero no tienes el valor porque tú corazón es muy noble para hacer sufrir a alguien, así que aún así, sigues siendo egoísta contigo misma, porque te haces sufrir para no hacer sufrir a ninguno de esos dos llorones.—indago, cruzando sus dedos mientras veía las ramas de los árboles moverse.

—¿Cómo lo sabes?—le pregunté, con mis ojos humedecidos vi a mi padre sonreír.

—Porque eres mi hija.—afirmó, estrechando su brazo por encima de mis hombros.—No importa lo que decidas. Los dos te aman lo suficiente para entenderlo, pero estoy orgulloso de lo fuerte que eres. Tus hijos te ven como una fortaleza, al igual que yo. Estoy orgulloso de mi hija... y de que también sea una rompecorazones.—reí negando.

—Tú nunca vas a cambiar.—comente, viendo como él tan solo se encogía de hombros.

—Ni en mil infiernos.—añadió, reí ante eso mientras oí las hojas del suelo crujir.

—Que desperdició de hombre eres.—sonreí para ver cómo Alessandra se acercaba a nosotros con recelo.

—¿Quién de los dos crees que es peor padre?—me preguntó papá, sonriendo como si fuera una pregunta normal, su burla hacía detonar la rabia de mi madre quien se sentó aún lado de mi, dejándome entre medio de ellos.

—Ninguno.—respondí, estrechando mis brazos por encima de los hombros de ambos.—Los dos me han demostrado que lo único que importa es el amor, lo único que necesita un hijo de su padre es el amor y me lo han dado, tarde y a su manera, pero es suficiente para mi.—indique, agradecida. Ellos me miraron, pero tan solo giré mi rostro para besar la mejilla de ambos.

No habían sido los mejores, ninguno de los dos y si hablábamos de peor, creo que ambos estaban a la par, pero eran mis padres y los necesitaba. No muchos tenían la oportunidad de volver a retomarse con los que perdieron en el camino, aunque ellos debatían con su propio dolor, se acoplaban a lo que tenían, porque la vida recibe como también da. Sus errores fueron pagados con el dolor, la tragedia envuelta en sangre y pérdida, pero la única manera de enmendarlos, fue toparse conmigo. Vimos el atardecer caer. Era la primera vez que podía tener a mis padres juntos en el mismo lugar. Las lágrimas continuaron saliendo, mientras que dos hojas verdosas se pusieron abajo de mis pies, sonreí. Mis hermanos vivían este momento conmigo, estando aquí o más allá de un lugar que desconocía, mis hermanos aún vivían en mi. Sonreí ampliamente para colocar mi cabeza en el hombro de mi padre, mientras que mi mano estaba entrelazada con la de mi madre. Estaba preparada para volver a vivir esta etapa, estaba preparada para mi familia y para amar a la persona que derretía mi corazón, solo debía darle tiempo al tiempo para recibir lo que le di a la vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro