Capítulo 16: El estratega

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Me late el corazón a doscientas pulsaciones por minuto. Bueno, quizá exagero un poco pero... se entiende lo que pretendo decir: estoy tan nerviosa que no puedo ni pensar con claridad. ¿Qué demonios hace el hermano de Melody en Alphea? ¿Pretende que me muera de un infarto? Estoy convencida de que sabe que siempre me ha gustado, juraría que desde antes de que mis hormonas revolotearan como mariposas al entrar en la pubertad. 

La verdadera cuestión es, ¿y a quién no le puede gustar? Tiene un cuerpo de infarto. Tanto ejercicio en el gimnasio para pasar las pruebas del Cuerpo de Especialistas de Solaria ha  sido fructífero: está de muerte. Pero no es su físico lo que me hace balbucear como un bebé cada vez que le tengo enfrente. No. Es su carita de niño bueno y sonrisa pícara con la que me obsequia cada vez que me dirijo a él. Me mira con una expresión de confianza y diversión, para decirme alguna gilipollez como: «Menudos pelos, El. ¿Por qué no te peinas?». Lo dice para hacerme rabiar, eso lo sé. El problema es que se me atascan las palabras cuando intento responderle con alguna de mis pullas. Me quedo en blanco. ¡Yo! 

—Oye, ojos serios. —Mierda, me había olvidado de él. 

—¿Sigues aquí, soldadito? ¿O debería decir...?

—No, mejor no digas nada. Guarda un poco de munición para otro día.

Su interrupción me produce una carcajada tan sincera que le sorprende. Ha sido gracioso ver al mejor luchador de los especialistas suplicar clemencia con la mirada. 

—Perdón —me disculpo entre risas. 

—Vaya. Estaba convencido de que tú no eras capaz de disculparte ni aunque te apuntara con el filo de una espada. 

—Desencaminado no ibas. Pero reconozco que no te doy tregua, así que... Perdón. —Me detengo a dedicarle una sonrisa amable—. No lo diré más veces. 

—Ni falta que hace. 

Es evidente que el cuerpo del especialista se desinfla como un globo para adoptar una pose más despreocupada y tranquila. Quién hubiera dicho que el pobre chaval estaba en tensión por mi culpa. 

—¿Qué querías hablar? —pregunto. 

—Bueno... —Se acaricia la nuca y mira a todas partes menos a mi persona—. Y-yo también quería pedirte perdón. No me ha gustado que me acuses de ir a tres bandas pero... bueno, tienes razón. 

—Claro que la tengo. 

Me fulmina brevemente con los ojos, para terminar rodándolos. 

—Rompí con Stella el año pasado. En realidad, ella rompió conmigo. Llevaba todo el verano soltero y...

Escuchar a Sky justificarse me produce una incomodidad indescriptible y, de nuevo, mi corazón late cada vez más rápido. ¿Por qué me da explicaciones? Yo no se las doy a nadie nunca y tampoco las suelo exigir. Me gusta que cada uno vaya a lo suyo, sin ataduras ni compromisos. 

—No-no me lo cuentes —espeto un poco arisca. 

—Claro que sí. He dado la impresión de ser un imbécil y no es cierto. Quiero que entiendas mi postura, yo...

—Lo entiendo, de verdad, lo comprendo perfectamente. —Mentira, ni siquiera escucho sus palabras. ¡Por todas las hadas! ¿Qué me pasa?

—Sé que queda muy feo que tonteara con Bloom antes que contigo pero, simplemente, no te conocía. En cuanto te vi... 

El chico rubio enmudece y, en ese preciso instante, busco su mirada con mis ojos repletos de preocupación para instarle a continuar. ¿Ahora decide callarse? ¿De verdad? Para una cosa que sí que quiero oír... Este chaval es incorregible. 

—Está bien. Todo ha sido un malentendido. —Sigo pensando que no estuvo muy acertado en sus decisiones pero, en fin, los gilipollas no piden disculpas a una chica que conocieron veinticuatro horas antes por darle falsas esperanzas—. Te agradezco las disculpas, pero son innecesarias. 

Él asiente, sonrojado. Es tan tierna su carita de niño avergonzado que me dan ganas de abrazarle y comerme a besos su mejillas. Dado que no procede dejarme llevar por mis impulsos, aprieto los labios y reanudo mi camino a mi habitación. 

—¿Te vas? 

—Claro, he de cambiarme las sandalias por un calzado de montaña. Ya sabes, para nuestra aventurita. 

Francamente, para llevar dos días en esta escuela, creo que el tema de poner nuestras vidas en peligro se nos está yendo de las manos. El semblante de Sky parece indicar un pensamiento similar al mío, pues luce algo resignado a soportar el riesgo de morir por complacer a su exnovia. 

—¿Entonces sales con Stella otra vez? —Sé que he dicho que no quería saber nada pero, no es verdad. 

—Eh... Creo que sí. 

Siento una tremenda decepción al escuchar su afirmación. Qué horrible que un chico que conozco desde hace nada me importe tanto. Siempre me ha dado igual que la gente me acepte o no, ni siquiera tengo esperanzas al respecto. ¿Por qué me molesta que Sky no haga cualquier cosa por tener mi atención? Estos pensamientos están resultando ser un poco tóxicos... Ya ni me reconozco. 

—Enhorabuena. —Creía que podía ocultar el sarcasmo, pero parece que no. 

—¿En serio, Ellie? ¿Esto es lo que dura la paz contigo? Me he disculpado hace cinco segundos y... ¡Oye! Si tú también tienes los ojos puestos en otros chicos. 

—¿Qué dices? Si yo no...

—¿Y el armario ese que tiene la carita igual a la de Melody? Se te cae la baba cuando le miras. 

—Se llama Pitt —corrijo—. ¡Y eso es mentira! 

—Por no mencionar a Harvey...

—¿Otra vez igual? ¡A mí no me gusta Sam! Que pesado... 

Inexplicablemente, los dos estamos discutiendo como críos otra vez y, en realidad, no comprendo por qué lo hacemos. ¿No está todo claro? Él sale con Stella y yo me quedo mirando como son felices y comen perdices cual pringada a la que nadie ama nunca. Todo por nacer con los poderes que tengo. Gracias, misterioso ascendiente que me jodió la vida pasándome los genes. 

—No se puede hablar contigo —me reprende. 

—Ni contigo. 

—Pues mejor no hablamos. 

—Pues bien. 

Sky me mira apesadumbrado. Creo que no esperaba que mi orgullo fuera tan tajante pero, lo siento, no me pienso bajar del burro. Tengo razón y él no. Traga saliva, quizá a la espera para ver si hago algo que nos acerque, pero yo no soy esa clase de persona. Tengo los mismos dotes de socialización que un tigre —si no me equivoco, viven solos por la selva—. 

—Crees que no tienes amigos porque eres una pobre hada de las ilusiones a la que la sociedad repudia pero, ¿sabes qué? Eso no es cierto: eres tú quien les espanta con tus pullas y comentarios mordaces. No quieres que nadie acceda a ti, eres como un puto bloque de hielo.

La rabia me invade con una fuerza atronadora y me siento tan vulnerable que reprimo las ganas de llorar o, peor, de pegarle un puñetazo. Así mismo, admiro el valor de Sky para hacer semejante afirmación en voz alta y frente a mí, cuando ambos estamos completamente solos en los jardines de la escuela. Si le mato, nadie lo va a notar. 

—Dijo el sabelotodo de Alphea... —escupo con odio—. ¿Acaso has vivido tú mi vida? ¿Tienes idea de los insultos que he soportado? Tú eres el gran Sky: el soldadito rubio a quien Silva más aprecia; el inmejorable guerrero de la Escuela Mágica más importante del Otro Mundo; el futuro consorte de la Princesa de Solaria... Tienes la vida resuelta solo por ser hijo de quien eres. 

Cegada por mi dolor, mi cuerpo se desplaza hacia él desafiante, sin darme cuenta de lo corto que es el espacio entre ambos cuando, de repente, tengo su nariz a pocos centímetros de la mía. En ese momento me doy cuenta de cuánto deseaba estar en esta misma situación pero sintiendo cosas completamente diferentes. Ahora mismo solo quiero meterle un guantazo, la mirada me brilla reteniendo unas lágrimas que amenazan con salir a saludar y mis labios se contraen en una mueca. Ahora no veo a un chico guapo: veo a un imbécil que juzga tanto como el resto. 

—No he querido decir eso... —se excusa—. Yo...

—Si supieras la ansiedad y el miedo que he sufrido en la puta primera clase del curso, entenderías porque soy un bloque de hielo. ¿Sabes qué ha pasado cuando Beatrix le ha contado a todo el mundo que soy un hada del engaño? —Niega suavemente y sus ojos me miran compasivos. No soporto eso—. Murmuraban sobre mí, despotricando a mis espaldas. He perdido el control y ha sido humillante, por no decir que les he dado aún más motivos para temerme. 

—Siento que haya ocurrido eso, Ellie, pero no todos son así...

—¿A no? —bufo—. Hace un par de horas, cuando he acusado a Timmy de haber difundido que tipo de hada soy y he intentado...

—Pegarle. 

—Sí, pegarle. ¿Por qué nos hemos caído? 

El rubio aprieta los labios y se encoge de hombros, aunque es obvio que sabe que le he pillado. 

—Me he sorprendido. 

—No, te has asustado. He dicho que era un hada de las ilusiones y, por un momento, has pensado que no soy como creías. 

—¿Entonces qué hago aquí?

Siento que me queman los ojos y agacho la mirada. No me perdonaré llorar delante de él, así que me esfuerzo en pensar algo bonito y que me evite derramar lágrimas. Intento crear una ilusión, una capa invisible que me proteja del juicio ajeno, pero no estoy suficientemente concentrada, mi mente sigue arraigada al recuerdo doloroso de la primera clase. Calma, Ellie, calma. 

La mano de Sky se desliza por mi mejilla, hasta llegar al mentón e impulsarlo levemente. Me veo alzando el rostro en su dirección, exponiendo mi vulnerable mirada y apreciando como sus bellos ojos azules me contemplan con dolor. 

—Si todo lo que dices es verdad, ¿qué hago yo corriendo detrás tuyo y aguantado cada pulla? —suspira—. Nunca he conocido a un hada de las ilusiones, solo lo que cuentan de ellas. Me ha sorprendido, eso es todo. Puedes creerme o no, pero eso es lo que ha ocurrido. 

Sin embargo, sus palabras solo me alivian un poco. No entiendo lo que siento, no sé ni describirlo. Le miro y quiero lanzarme a sus brazos y perderme en su boca pero... ¿Qué digo? Es que no le entiendo, ni me entiendo a mí. Mi mente es un absoluto caos. Cada vez que recuerdo que la persona que está ahora mismo a menos de diez centímetros de besarme es, en realidad, el novio de la idiota de Stella, me invade un odio atroz y una hostilidad inexplicable. 

Un crujido se abre paso hasta nosotros, rompiendo el hechizo que nos embrujaba e instaurando una alerta que obliga a Sky a alejarse de mí y adoptar una pose defensiva. Por mi parte, aprovecho para limpiarme con destreza las incipientes lágrimas que estaban a punto de caer y sorber por la nariz en un sonido para nada elegante. 

—¿Qué ha sido eso? —pregunto en un susurro. 

Sky niega, pero entrelaza su mano con la mía y me insta a aproximarme a él. Ese gesto hace que me dé un vuelco al corazón.

—Quédate detrás de mí. 

—No es por desprestigiar tus habilidades, pero yo puedo hacer magia y tú no. 

Me mira de reojo, sin soltarme, y mil mariposas revolotean dentro de mí obligándome a sonrojarme. 

—Disculpa mi atrevimiento pero, ¿qué puede hacer una ilusión en una batalla?

Le fulmino con la mirada aunque no me da tiempo a responder, pues, en aquel instante, un rostro sonriente y bien conocido para ambos, atraviesa los arbustos hasta mostrarse frente a nosotros en un aire muy culpable. 

—Que nadie ataque, solo soy yo —dice Sam, adoptando carita de inocente. 

—¡Qué terrible amenaza! —exagero un grito de pavor, mientras me tapo la boca sorprendida—. ¡Sky, sálvame!

El rubio me dedica una mirada asesina y, finalmente, esboza una sonrisa de medio lado. Le queda muy bien sonreír así, parece más duro que de costumbre. 

—Eres muy tonta —dice, soltándome la mano.

Me río a carcajadas y Sam me acompaña. El pobre tiene las mejillas pintadas de rojo y se rasca fuerte en la nuca. 

—¿Estabas espiándonos? —pregunta Sky.

El intruso da un respingo y nos mira con los ojos abiertos como platos. Balbucea incoherencias mientras su mirada salta del especialista a mí y a la inversa como si de una partida de tenis se tratara. Me sabe mal darle la razón al rompecorazones que sale con Stella, pero lo cierto es que no encuentro un chivo expiatorio para justificar la conducta de Sam. Creo que sí nos estaba escuchando a escondidas. 

—A ver, no exactamente. Yo atravieso paredes y estaba haciendo lo propio con los arbustos cuando os escuché discutir.

—Entonces has decidido quedarte a pesar de que está es una evidente conversación privada —le acusa, Sky—. Para mí eso es sinónimo de cotillear, ¿tú qué piensas, Ellie?

—Que la conversación era interesante y nosotros estábamos gritando. 

El chico me mira con el ceño fruncido, en una pose interrogante que demuestra lo sorprendido que le ha dejado mi respuesta. 

—¿Le estás defendiendo? —Se lleva las manos a la cabeza—. ¡Sabía que te gustaba!

No me creo que haya dicho eso en voz alta. Espero que esto sea una puta pesadilla y el rubio idiota no haya mencionado delante de Sam que a mí me gusta. Si esto realmente está ocurriendo, me va a dar un infarto. Ni me atrevo a mirarle la cara al otro. ¡Qué vergüenza!

Estoy a punto de volver a sacar a Stella y a Bloom —creo que es obvio que no tengo mucho más que reprocharle a Sky, así que solo puedo tirar de ese argumento hasta quemarlo por completo— cuando el afectado procede a pasarme un brazo por los hombros aproximándome a su cuerpo. ¿Pero qué coño está haciendo Sam? ¡Ay, por todas las hadas! ¿Y si le gusto yo a él? No, no, no, no. Esto se está malinterpretando demasiado.

Es tal mi sorpresa ante semejante muestra de cariño que, hasta ahora, era impensable, que permanezco quieta mirando la mano del hada intangible asomando sobre mi hombro derecho. Es como si tuviera un bicho sobre mi cuerpo y no pudiera hacer nada por espantarlo. 

—Eh... —consigo murmurar. Es una lástima que eso no transmita ningún mensaje. 

—Me ha contado Timmy que has vuelto con Stella —Muy bien Sam, dilo otra vez, a ver si los celos acaban conmigo de una vez por todas—. Me alegro por ti, tío. El año pasado estabais tan unidos que erais la envidia de todos. Fue una lástima todo lo que pasó cuando... ya sabes. 

No, no sé. ¿De qué hablan estos dos? Yo también quiero saber que pasó el año anterior. Abro la boca dispuesta a interrogarles, pero Sam sigue a su rollo hablando cuál cotorra. 

—De todos modos, estoy seguro de que ella ha cambiado a mejor. En realidad, es una buena persona sometida a muchísima presión y sé que se esfuerza en controlar sus emociones lo mejor que puede. Es una suerte que cuente contigo para apoyarle en todo ese proceso. 

¿Es que eres tonto, Sam? ¿Puedes dejar de fomentar que esa pareja de rubios funcione? No puedo evitar pellizcarle discretamente en el costado. El chico da un saltito y separa su brazo de mí, pero aún así mantiene la sonrisa impecable de siempre y mira la reacción de Sky a sus palabras. 

El especialista no parece contento con lo que ha oído, al igual que me ocurre a mí. Está confundido, dando saltos con sus ojos azules de Sam a mí y de mí a Sam. Quiero decirle que no es lo que parece y que el intangible debe de haberse pegado un golpe en la cabeza esta mañana, porque nada de lo que dice tiene sentido. Sin embargo, enmudezco. Es como si la situación me dominara por completo y las palabras se negaran a formarse en mi garganta. 

—Eh... Gracias, Sam —dice, finalmente—. Debo... debo irme a... eso.

—¿A qué?

—Harvey, cállate —espeto—. Sky no...

—Hasta luego, Ellie. 

Me he quedado cortada. De verdad que no esperaba que el rubio me interrumpiera tan bruscamente y pasara por mi lado a la velocidad del rayo. ¿Pero qué le ocurre? ¿Por qué se ha puesto tan borde? Veo su clara melena fundirse con el paisaje hasta desaparecer por la puerta principal del internado. No dejo de observar ni un momento y es justo cuando le pierdo de vista, que me giro preparada para cantarle las cuarenta al idiota de mi lado. 

—¿En qué coño estabas pensando, Sam? —Mira que curioso, ahora las palabras sí que salen. A toda mecha—. ¿A qué ha venido eso de pasarme el brazo por los hombros? 

—Deberías estar besándome los pies —suelta tan tranquilo—. Te he hecho un favor increíble.

—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? Sky cree que estamos saliendo. 

—Ese era el plan.

—¿El plan de quién? Porque mío no —Nunca pensé que sentiría la necesidad de matar a Sam con la misma agresividad que a Timmy.

—Mi plan, cuando os he escuchado discutir como una parejita de enamorados —Adopta un semblante cómico, haciendo burla—. Que monos sois. 

—Mira Sam, la paciencia no es una de mis virtudes....

—Vale, vale, vale. —Se separa un paso de mí. Como si eso pudiera salvarle de mi ira—. Os gustáis, es demasiado evidente, pero Sky lleva desde el año pasado dependiendo emocionalmente de Stella, así que le va a costar un huevo dejarla por ti pero... Le acabamos de dar un empujoncito, ¿no has visto su cara? Esta celosísimo.

Sam sonríe, divertido, y me mira expectante. Creo que quiere que comparta la emoción con él. Mi problema es que no encuentro sentido a su estrategia. ¿De qué me sirve que Sky esté celoso? En fin, no negaré que me gusta ser objeto de su atención y que sea tan obvio que nos gustamos... me pone contenta, es cierto. Aunque nada de esto me sirve si él sigue saliendo con Stella. 

—Ellie, eres un poco corta de miras 

—¡Oye!

—¿No has visto nunca una película romántica? Es de primero de amor: dar celos al chico que te gusta para que espabile. Así Sky se da cuenta de que no vas a estar esperándole para siempre y sabe que tiene que actuar ya si no quiere perderte. 

Definitivamente este chico es tonto. 

—No necesito que me pases un brazo por los hombros para hacerle llegar ese mensaje. Además, no quiero que Sky deje a Stella porque tema que me vaya con otro tío: quiero que lo haga porque me quiere a mí y no a la Princesa Purpurina. Y nada de eso es posible si le conocí ayer mismo. 

Por no decir, que nada de será posible nunca. Una cosa es que yo le atraiga a Sky y pase algo entre nosotros, pero otra muy distinta, es una relación de verdad. Ningún chico me ha dicho nunca que me quiere y me es difícil creer que está vez, el más popular de la escuela sí lo hará. 

—Ellie, confía en mí. Me apuesto lo que quieras a que en un par de horas te escribe al Instagram. 

Claro que lo va a hacer, pero porque nos vamos en una misión suicida a recuperar el anillo mágico de su novia. Sin embargo, aquí mi amigo el casamentero desconoce esa información. No vale la pena reñir más a Sam, así que me limito a advertirle que la próxima vez que me trate como si fuera su novia delante de Sky o de cualquier otro chico que me guste —eso lo digo por Pitt— en lugar de un pellizco, se llevará un brazo dislocado a su casa.

—Menudo carácter, Ellie.

—Menudas ideas de loco, Sam.

Mi amigo se ríe y juntos regresamos a la escuela. He de cambiarme de calzado y acudir al invernadero con Terra cuanto antes; la pócima para adormecer al Quemado, no se va a elaborar sola. 

Bueno, bueno, bueno...¡NUEVA PAREJITAAA! Es coña, pero lo que no es coña es todo este tinglado que se ha montado en un solo capítulo. ¿Están haciendo lo correcto Sam y Ellie engañando a Sky de esta manera?

¿Y qué os ha parecido la conversación entre el rubio y Ellie? ¿Reveladora? ¿Entretenida como para escuchar detrás de unos arbustos? 👀

💖 Nuevo capítulo y nueva portada 💖

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