🐝 ━ Capítulo 8

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Amanda ha vuelto a la universidad, lo que significa que nuevamente tengo el cuarto para mí pero que ahora tengo que recurrir a nuevas medidas para conversar con ella. Ahora mismo, puse la laptop sobre una pila de libros en el escritorio y me estoy subiendo a una silla para mostrarle mis atuendo a través de una videollamada.

- ¿Está bien? ¿Crees que es adecuado para ir a un concierto?

- Para Metallica, no. Para los Beatles, quizá. Creí que Kade entrenaba esta noche.

- Así es, entrena - me agacho a la altura de la cámara para tratar de acomodar el escote de corazón -. Llevaré a Becky a un concierto.

La cara de Amanda cambia repentinamente.

- Perdón ¿Tienes una cita?

- ¿Es muy escotado? - señalo.

- Demasiado escotado - dice ella rápidamente -. Dado que tendrá tus pechos a la altura de sus ojos...

- ¡Eres insoportable! - le digo.

- Tienes una cita con Becky Armstrong - me reprende con una sonrisa -. Lleva el vestido rojo.

- ¿De verdad?

Su asentimiento es muy firme, así que corro a mi armario para buscarlo y terminar de prepararme. Ya he tomado un baño así que resta el vestuario. Saco mi vestido de satén rojo vintage, ese que me hace una figura de estrella de los cincuenta y nunca me ha hecho sentir mal. Pinto mis labios con un tono a juego y me coloco el pañuelo de seda rosada para cubrir el escote.

Cuando llego a casa de los Armstrong, entro al pabellón y lo primero que me encuentro son los ojos de Richie que se despegan de Rebecca y me miran con asombro. Él sonríe.

- ¡Caramba! - exclama y Becky voltea su silla para poder verme de frente.

Yo me paro tímidamente con las manos al frente mientras sostengo el pequeño bolso de mano.

Los ojos de Becky recorren el vestido de arriba hacia abajo. Solo entonces me doy cuenta de que ahora viste camisa y chaqueta. Con el cabello alisado y los ojos perfectamente delineados. Está sorprendentemente guapa. No puedo contener una sonrisa al verla. No tanto por su aspecto, sino porque se nota que hizo un esfuerzo.

- Sácate el chal - me pide.

- ¿El chal? ¿Por qué?

Pienso que quizá no combina, aunque realmente a mí me gusta.

- Si vas a usar un vestido así, Sarocha, debes hacerlo con confianza.

Y de todas formas me lo quito, deslizando la pañoleta por mi cuello y mirándola con una sonrisa.

- Solo tú, Becky Armstrong... le dirías a una mujer como usar un maldito vestido.

Las comisuras de Rebecca se levantan y pronto estoy admirando su preciosa sonrisa cargada de hoyuelos.

Mientras avanzamos por el vestíbulo de la sala de conciertos, donde se forman grupos de personas elegantes, con el bolso en una mano y el programa en la otra, presiento la misma reacción que tuvimos en el hipódromo. No sé si Becky lo percibe. Sospecho que la única manera que ella tiene de soportarlo es fingir que no lo nota.

- ¿Estoy bien? - me pregunta al llegar a la fila del frente.

- Sí.

Becky coloca el freno y yo me situo en el asiento contiguo al suyo. Estamos cómodas y aguardando, pero entonces le noto hacer muecas de molestia.

- ¿Todo bien?

- Algo me está rozando el cuello.

- Es la etiqueta. ¿Tenemos tijeras en la mochila? - pregunto por lo bajo.

-No lo sé, Clark. Aunque no lo creas, yo no la preparé.

No hay tijeras. Echo un vistazo detrás de mí, donde el público aún se acomoda en sus asientos, entre murmullos y ojeadas al programa. Si Becky no tiene ocasión de relajarse y concentrarse en la música, será
otro evento desaprovechado. No me puedo permitir un segundo desastre.

-No te muevas -digo.

-¿Por qué...?

Antes de que termine la frase, me inclino, aparto el cuello de la camisa y situo la boca contra el cuello de Becky, tomando la molesta
etiqueta entre los dientes. Tardo unos pocos segundos en arrancarla, y cierro los ojos, al tiempo que intento no fijarme en ese aroma tan femenino, el tacto de su piel contra la mía, lo poco apropiado de lo que estoy haciendo. Y entonces, por fin, siento que comienza a ceder. Echo atrás la cabeza y abro los ojos, triunfal, con la dichosa etiqueta entre los dientes.

-¡La tengo! -digo, sacándome la etiqueta de la boca, que tiro entre dos asientos.

Becky me mira perpleja. A nuestro alrededor podemos escuchar algunos murmullos mientras vuelvo a ubicarme.

- Menos mal no era la etiqueta de los pantalones - le digo.

Y entonces, antes de que Becky tenga ocasión de responder, la orquesta sale con sus esmóquines y sus vestidos de gala y el público guarda silencio. Poso las manos sobre el regazo y me siento erguida en el asiento. Comienzan a afinar y, de repente, el auditorio se llena de un sonido único: el sonido más vivo y envolvente que jamás he escuchado. Me pone los pelos de punta y me corta la respiración. Es precioso.

Por ratos echo miradas furtivas a Becky, solo para notarle absorta, totalmente ajena a sí misma, y de repente me pregunto que estará sintiendo ¿Serán emociones y reflexiones tan fuertes como las que estoy sintiendo yo?

Para cuando el concierto acaba, tengo lágrimas en los ojos. Las limpio rápidamente antes de que ella las note y esperamos un momento hasta que el aparcamiento se encuentra vacío. Le ayudo a subir sin incidentes. Entonces, conduzco con la música todavía retumbando en mis pensamientos. No tenía idea que pudiera abrir puertas que no sabía que estaban cerradas dentro de mí.

Aparcamos junto al pabellón. Frente a nosotras, apenas visible sobre el muro, se alza el castillo, que nos contempla sereno desde lo alto de la colina, iluminado por la luna llena.

-Entonces, no eres el tipo de persona que escucha música clásica.

-No me gustó ni un poquito - miento.

-Ya me había fijado.

-En especial, el solo de oboe.

-Me fijé en que no te había gustado esa parte. De hecho, creo que tenías lágrimas en los ojos por lo mucho que la detestabas.

Le devuelvo la sonrisa.

-De verdad, me encantó -digo-. No sé si me gustaría toda la música clásica, pero esta me pareció maravillosa. Gracias por llevarme.

Nos quedamos sentadas en silencio, contemplando el castillo. Hasta que me desabrocho el cinturón.

- Está bien, creo que debemos entrar.

- Espera.

- ¿Qué ocurre?

- No quiero entrar todavía. Yo... Solo quiero ser una chica normal que fue a un concierto con una chica de vestido rojo... Sólo unos minutos más.

Cierro los ojos y apoyo la cabeza en el asiento, y nos quedamos sentadas, juntas, durante un tiempo, dos personas que se dejan llevar por una música recordada, medio ocultas a la sombra de un castillo en lo alto de una colina iluminada por la luna.

Conduje a un campo que nos alejara de casa un par de horas. La mayoría de días improviso mis actividades, pero trato de llevar a Becky a lugares con lindo paisaje y dónde el sol pueda darle por más de cinco minutos. Por supuesto que tuvimos un par de problemas, esos días en los que la fiebre no le deja salir de la cama y se la pasa triste y molesta. Pero sin dejar de lado los demás en los que puedo convencerla de salir. Cómo hoy.

Estamos en un picnic.

Me paro para alcanzarle su bebida a Becky y luego me siento sobre la manta de cuadros extendida en el césped.

- Kade quiere conocerte - le digo.

- ¿La mujer maratón? ¿Por qué?

- Creo que quiere saber con quién estoy saliendo de noche. Mis padres también.

- Me pongo nerviosa cuando una chica me pide que conozca a sus padres - me dice.

- Querían que te invitara a mi cena de cumpleaños el jueves próximo, pero no te preocupes, les dije que no querrías ir.

Becky frunce el ceño.

- ¿Por qué?

- Odias a los desconocidos y comer frente a todos - argumento -. Me pareció obvio.

- Iré. Si tú quieres - me dice.

Sin poder evitarlo, una vez más le estoy sonriendo a Becky Armstrong.

- ¡Claro! Claro que quiero que vayas.

- Entonces ahí estaré, Clark. Ahora, quiero un sándwich. Por favor.

Y así queda decidido. Richie recogerá a Becky, la traerá en coche y se pasará dos horas más tarde para llevarla de nuevo a casa y encargarse
de los cuidados nocturnos. Yo me ofrecí, pero ambos insistieron en que «me soltara el pelo» en mi cumpleaños. Es vidente que no conocen a mis padres.

A las siete y media, ni un minuto más ni un minuto menos, abro la puerta para encontrarme a Becky y a Richie en el porche.
Rebecca trae jeans claros, una camisa blanca y una chaqueta bonita. No sé si sentirme complacida al ver qué se tomó la molestia o sentirme preocupada de que a mí madre le de un ataque por «no haberse arreglado lo suficiente»

- Bienvenidos. Bernard Clark- mi padre estrecha la mano de Richie, y luego intenta hacer lo mismo con Becky, pero no tarda ni dos segundos en retirarla con un súbito ataque de vergüenza - Oh perdona... no me di cuenta...

- Con una reverencia alcanza - dice ella sonriendo.

Mi padre me mira y entonces, al comprender que Becky bromea, suelta una gran carcajada, aliviado.

-¡Ja! -dice, y le da un golpecito en el hombro-. Sí. Una reverencia. Muy bien.

Y así se rompe un poco el hielo.

- Ella es Josie, mi esposa.

- Hola - saluda Becky con amabilidad.

- Encantada. Bueno ¡Pasen!

- Gracias.

Becky los sigue por la cocina. Yo me quedo en la puerta unos segundos más para despedir correctamente a Richie y recordar que en dos horas vendrá por ella de nuevo.

Les sigo los pasos, un poco cohibida de repente por la impresión que nuestra pequeñita y antigua casa tapizada en los años ochenta le pueda dar. Su vivienda tiene muebles elegantes y discretos, aquí las paredes están recubiertas de los dibujos de Thomas. Pero me siento un poco más cómoda porque ella no hace ningún comentario y pronto está charlando con mi padre, ya ubicados en la mesa.

- Ven, Saro, siéntate.

Por costumbre tomaría mi lugar entre mamá y papá, pero esta vez, me siento junto a Becky para poder ayudarle a cenar correctamente.
Estamos orando como es costumbre, luego de que mamá sirva el exquisito pollo que preparó. Becky y yo nos damos pequeñas miradas discretas y evitamos reírnos, porque realmente ninguna de las dos está en el ambiente.

- Amén.

- Amén - repetimos ella y yo.

Tomo una servilleta y la coloco en mi regazo. Hago lo mismo con la servilleta junto al plato de Rebecca.

- Entonces Becky ¿Comprabas y vendrías empresas? - pregunta papá.

- Algo así.

- ¿Conoces al tipo llamado Alan Stonehouse? El que cómo decirlo... Desplumó nuestra empresa.

Yo comienzo a servirle un poco de comida en el plato.

- Sí. Me temo que yo lo entrené.

Ella y mi padre comparten una mirada como diciendo «Oh demonios, vaya». Sin embargo, no hay un ambiente tenso o retador. Se siente demasiado cómodo, tanto que olvido por un momento la razón de la silla vacía junto al abuelo hasta que el timbre suena.

- Yo voy.

Me levanto rápidamente y al abrir la puerta me encuentro con una agitada Kade que se recarga en mi pórtico. Trae su equipo deportivo y el cabello recogido en una banda elástica.

- Diez kilómetros en 28 minutos - me dice sonriente.

- Y...¡ Feliz cumpleaños para mi novia!

- ¡Sí! ¡Feliz cumpleaños! - ella me toma por los hombros y me da un beso en la mejilla.

- Siento llegar tarde.

- No, está bien - murmuro, aunque por dentro deseo que al menos en mi cumpleaños mi novia llegue bien arreglada y a tiempo. No contando los minutos de su maratón -. Sólo fueron 28 minutos - le recalco.

Ya en la mesa, me sirvo un poco de comida. Becky inclina la cabeza hacia mí.

-Si miras tras el respaldo de la silla, he traído una cosilla para la cena.

Me agacho y meto la mano en la mochila. Saco una botella de champagne Laurent-Perrier.

-En un cumpleaños siempre es necesario un buen champagne.

-Oh, mira -exclama mi madre, que trae los platos-. Qué maravilla. Pero no tenemos copas para ello.

-Estas valen -contesta Becky.

-Yo lo abro. -Kade coge el champán, retira el alambre y coloca lospulgares bajo el corcho. No deja de mirar a Rebecca, como si fuera muy
diferente a lo que se esperaba.

-Si lo haces así -observa Becky-, va a salir por todos lados. Creo que suele salir mejor si sostienes el corcho e inclinas la botella.

-He aquí una mujer que sabe de champán -proclama mi padre-. Ahí lo tienes, Kade. ¿Inclinar la botella, dices? Vaya, quién se lo habría imaginado.

-Ya lo sabía -replica Kade-. Iba a hacerlo así.

El champagne se abre y se sirve sin incidentes, y brindamos por micumpleaños.

- ¡Por Saro! - dice mi padre y los demás le siguen.

Después del brindis, comienzo a cortar la comida en trozos pequeños. Le doy parte del pollo a Rebecca, y luego un pedazo de pan cuando le echa un vistazo. Comprendo en este momento, que me he vuelto tan sensible a sus necesidades que basta con una mirada para saber qué es lo que quiere. En ese momento, una migaja escapa por la comisura de Becky y yo se la limpio con el pulgar por mero instinto.

- Está delicioso, señora Clark.

- Oh, solo Josie por favor.

Mi madre y Rebecca se sonríen entre si. Al voltear siento una mirada en mí. Es Kade. Parece furiosa y por dentro comienzo a rogar que deje de mirar.

- Entonces, Kade-dice Becky, que tal vez percibe mi desazón-, Sarocha me dice que eres entrenadora personal. ¿Qué haces exactamente?

Cómo deseé que no hubiera preguntado. Kade se lanza a un discurso motivacional sobre cómo un cuerpo en forma ayuda a tener una mente sana. A continuación, se explaya acerca de
su programa de entrenamiento para el Norseman.

- De hecho, cuando Saro me dijo que ibas a venir, estuve leyendo un poco sobre fisioterapia. Seguro que con un buen programa de fitness podrías recuperar la movilidad.

- Kade...

- Dicen que si ejercitas un poco todos los días y mantienes una rutina...

- Kade.

- ¿Qué? Yo solo trataba de...- dice encogiendo los hombros.

- No Kade, no...

- Está bien. Lo tendré en cuenta - le responde Rebecca con una sonrisa que es más que irónica.

Demonios.

Antes de que la situación se ponga más tensa, mi mamá se acerca a mi novia para ofrecerle más pollo y servir algo más de bebida.

El resto de la cena transcurre sin incidentes. Mis padres están encantados con Becky. Kade, no tanto. Ella y Becky apenas intercambian una palabra más. Pero en algún momento, entre la conversación amena de mi padre y Rebecca sobre eventos de su anterior vida, dejo de preocuparme. Sólo los escucho y me sorprendo de muchas cosas que no se a cerca de ella. Y sin notarlo, estoy con los ojos puestos en ella, tratando e imaginar a una Rebecca despiadada en el mundo de los negocios.
Y creo que mi madre hace lo mismo, maravillada de que de repente, Becky haya pasado a ser una chica guapa sentada en la mesa.

Más tarde nos movemos al comedor. Las luces están apagadas y mi madre aparece cargando una tarta de cumpleaños con muchas velitas de colores.

- ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, querida Saro! ¡Feliz cumpleaños a ti!

Mamá deja la tarta frente a mí y aprovecho para soplar las velitas mientras aplaudo. Los demás hacen lo mismo, y una vez no ha quedado ninguna, Kade enciende la lamparita de está junto al sillón.
Papá se encuentra sentado frente a mí, se inclina y junta sus manos en un gesto tímido y me dirige esa mirada honesta de padre comprensivo.

- Yo... solo quiero decir que nos enorgulleces. No sé que hubiésemos hecho el año pasado sin ti.

No puedo evitar sonreír. Se siente bien saberlo.

- Y Becky - le echa un vistazo -. Gracias por darle empleo, alguien tenía qué..

- ¡Oye! - gritamos los dos al mismo tiempo mientras nos reímos. Ah, papá y sus típicas bromas.

- El placer ha sido mío, en serio - responde Becky.

A continuación, papá saca de detrás del sillón un paquete envuelto en papel de regalo rosa claro y me lo deja en el regazo

- Toma, no es mucho pero...

- El abuelo vio en televisión algo de como hacer tus propios regalos. Él escogió las fotografías- señala mamá.

Es un álbum de fotografías, y en cada página hay una foto de un año de mi vida. De bebé, junto a Amanda, en mi primer día del preescolar. Mi primer día de trabajo. Entre las páginas hay dibujos de la familia hechos por Thomas, cartas que mi madre conservó de las
excursiones escolares, donde, con letra de niña, hablaba de la playa, de helados perdidos y de gaviotas ladronas.

- Abuelo, gracias - le digo con sinceridad y él me responde con un tierno encogimiento de hombros -. Mamá, gracias. Me encanta.

- ¡Ahora el mío! - Kade me acerca una bolsa de regalo con felicidad y me apresuro en tomarla emocionada.

- ¿Qué es?

- Ábrelo.

Saco una pequeña caja de terciopelo azul y comienzo a sentir que el corazón se me acelera. Tengo miedo de que sea un anillo de compromiso. No sabría cómo reaccionar si llega a pasar eso.
La abro lentamente y lo que me encuentro me alivia y desconcierta al mismo tiempo. Hay una fina cadena de oro con un dije en forma de corazón, pero que adentro, tiene grabado su nombre.

Dejo que mis ojos reposen sobre ella mientras decido qué decir.

- Te la mandé a hacer - dice ella.

- Gracias, Kade.

Ella me besa inesperadamente. Lo que me hace dar un salto. Es la primera vez que me besa así frente a mis padres.

Becky me observa impasible.

Yo volteo el collar para que mi padre lo vea y lo noto tragar una mueca.

- Wow - dice sin mucha emoción.

- Hay un obsequio para ti en mi maleta - comenta Becky

Mamá le mira.

-¿Le has traído un regalo a Saro, Becky? Pero que amable eres. ¿No es así, Bernard?

- Sí, mucho.

Me pongo de pie repentinamente emocionada y algo nerviosa. Voy hasta Rebecca y me agacho para tomar el envoltorio que sobresale en la maleta. Es una caja azul muy elegante y con un moño de listón. También hay una carta.

- Uh, que bonita caja - le digo.

Retiro la tapa, hay un papel celofán claro que me da un indicio de lo que hay debajo, y al retirarlo, no puedo creerlo. Me ventilo el rostro mientras doy saltitos de alegría. Me estoy riendo tan felizmente que nadie de la familia puede comprenderlo.

- ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! No puedo creerlo ¡Mira esto!

- ¿Qué? - pregunta Kade un tanto tosca.

- ¿Pero dónde las conseguiste?

Saco las medias de la caja. La lana tan suave que puedo sentirla deslizar por mis dedos.

- Es un secreto - me dice ella riendo.

- ¿Medias? - pregunta Kade.

- ¡Es el mejor par de medias del mundo! ¡Quiero ponermelas ya!

Salgo corriendo para ponérmelas. Pero antes me regreso y le doy una mirada a Becky que me observa más que sonriente.

- No sabes cuánto me encantaron. En serio, gracias...

Ahora sí, me las pongo en el pasillo. Estiro la punta del pie para admirar lo ridículo que parece. No creo que un regalo de cumpleaños
me hubiera puesto tan contenta en mi vida.

Mis padres están encantados con Becky cuando tiene que irse. Richie está en la entrada y nosotros le acompañamos.

- Puse pastel en tu maleta - mi mamá le dice y besa suavemente su mejilla.

Becky le sonríe.

- Gracias, Josie. Fue un placer conocerlos - le dice a papá y al abuelo, pero de repente hace una pausa. - Y Kade, gracias por la... información deportiva.

- Oh, solo ayudo a mi novia a hacer mejor su trabajo - replica-. Eso es todo. -Hace un hincapié evidente en el posesivo mi. Puedo sentir su cercanía.

- Eres afortunada - dice Becky -. Da unos buenos baños de esponja en la cama.

Mi sonrisa cae y entonces la veo reírse mientras se da la vuelta en la silla. A mis espaldas escucho las risas de mis padres y siento la tensión en la mano de Kade alrededor de mi cintura. Ella se aparta y se mete en la casa detrás de mi familia, yo me quedo allí un momento más hasta que Richie me saluda con la mano y se sube a la camioneta.






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