Preparada

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  Dedicada a la loquita de louismoraj    que le gustan los poderes de Olive.

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— Mierda, rómpete maldito cristal —.

Silencio, eso es todo lo que oía, un silencio que solo rompía de vez en cuando su respiración, era un silencio ensordecedor, y Olive detestaba ese silencio. Dentro de ese gigantesco almacén, repleto de botes, cristales y otros objetos frágiles, con las paredes desconchadas de las humedades y el techo de metal repiqueteando al son de como se moviera el viento, estaba ella, cansada y con dolor de cabeza, respirando fuertemente, llevaba horas allí, de un lado a otro comiéndose el coco, pensando ideas, probando, pero no funcionaba, no conseguía lo que se estaba proponiendo. La frustraba, la frustraba muchísimo, se fijaba en los espejos  en circular que había colocado unos minutos antes, buscando cambiar de enfoque, de ideas, de perspectiva, pero nada.

Se revolvió el pelo, ¿Estaba ya lo suficientemente cansada, adolorida mentalmente e irascible para que esa magia brotara de nuevo de sus manos? ¿para que viera sus ojos brillar en su reflejo? Y si era así, si había llegado al límite, ¿por qué no funcionaba? ¿Por qué no podía hacer temblar su imagen hasta que esta se volviera pedazos?

Supuestamente los seguía teniendo, o quizá los había perdido, daba lo mismo. Se tumbó, dejándose llevar un poco por esa autodestrucción, colocó sus manos enfrente de sus ojos y pasó hilos rojos de una de sus manos a la otra, había pasado bastante tiempo desde ese último y extraño sueño y no había tenido más. Hacía semanas que iba a ese almacén abandonado a entrenar y sinceramente, ya se le estaba volviendo desesperante. Jugó con los hilos, haciendo formas, deseaba ser tan poderosa como la mujer de su sueño, poder hacer lo que ella hacía, cambiar el mundo a su antojo, volverlo mejor y peor según fuera necesario, ¿podría cambiarse a ella misma?

Se sentó, con la mirada fija en uno de los espejos, puso sus palmas frente al suelo, pero sin tocarlo, y cerró los ojos, sintió el fluir tan característico de poder por sus venas, y abrió los ojos, no había cambiado nada excepto sus relucientes iris por unos segundos, se lo esperaba, dió un golpe contra el suelo, que hizo temblar los cristales, si, ese era su tope, “la estúpida que hace temblar las cosas”, se repetía siempre que fallaba. Podía hacer temblar unas cositas y  no romperlas, la enfadaba, mucho.

— Si es que parezco patética — resopló para sí misma, tirándose de pelo — Si es que, miraté — habló a su reflejo — tan vulgar, creyendo que llegaras a ser algo más que una estúpida humana  — soltó mordaz — el poder que tienen los vengadores jamás lo conseguirás, y aunque lo hicieras, no les ayudarías a ellos —.

Un humo rojo que no se reflejaba en el cristal bajó por sus manos, que hacían aspavientos, y llegó al reflejo, cambiando la realidad, cobrándole de vida, haciendo posible responder.

— Como si no lo supiéramos — sonríe el reflejo, de pie, mientras que Dahlian se levanta sorprendida — ya te lo advirtieron, el poder que tienes no lo puedes controlar y tú misma lo admites, sientes que puedes ser más que ese simple cuerpo de mortal pero no es así, te acabarás rindiendo y el papel protagónico se lo llevaran otros —  cruzó sus brazos, haciendo brillar sus ojos, a la vez que Olive se revolvía, indignada a las palabras que ella misma se respondía.

— No se lo merecen — contestó, sintiéndolo en lo más profundo de su ser, como un instinto natural, no sabía el porqué pero lo había visto, algo, sentía algo, no podía explicarlo.

— Oh, pero que lástima, no puedes quitárselo, si no puedes romper un maldito cristal, como vas a romper el traje de Iron Man o el escudo de Capitán América — suelta altanera, y empieza moverse en círculos, pasando por los espejos, como si Olive fuera su presa — ni siquiera puedes cambiar tu apariencia, como podrás alterar su mente entonces, eres inútil, tanto como un simple humano.

— ¡Callate! — suspira, con las manos en un puño, perdiendo lo poco que le quedaba de paciencia ese día —.  

— Soy tú, todo esto lo piensas y lo sabes pero no te atreves a decírtelo, deja ya tu ambición y olvídate de ser más — se burla — a ellos le quiere al mundo y a ti no te quiso ni tu madre — espetó. A Olive le relucieron los ojos de azul — mirate — le devolvió la frase  — apunto de explotar y consumida por dentro, adelante — se quedó parada en uno de los espejos — no eres capaz.

La azabache levantó sus brazos y echó su pelo hacia atrás, no había sentido tantas ganas de destruirse a sí misma desde el colegio, aceptó la amenaza, y olas de poder recorrieron sus manos hasta llegar al espejo, que temblaba con violencia, pero no caía, ni se partía.

— Mierda, rómpete maldito cristal — pidió, con sudor bajando en su frente, tenía que demostrar que podía. Bajó los brazos, cayendo de rodillas al suelo, frente a su reflejo. Este mismo se agachó, e intentó mirarla entre los mechones negros y algunos que se habían vuelto azules.

— Ves, decepcionante — rió orgullosa — tan débil…

— No, eso si que no — escupió, levantando sus ojos para dejar de ver en el reflejo a su persona, si no a otra chica completamente diferente, de pelo castaño y ojos grises, que llevaba una sonrisa de suficiencia — yo no soy débil.

— Ya — el tono de voz era completamente distinto al suyo, si, delante de ella estaba su pesadilla del instituto — eso decías siempre que acababas en el suelo, igual que ahora — sonrió.

— Ya no soy una niña a la que puedas intimidar — se incorpora, irguiéndose.

— Si, quizá, pero una vez lo fuiste, caías bajo el que tenía más poder que tú y es normal, no te culpo por ser frágil  — dijo despectiva — solo, no creas que eres más poderosa, porque ni siquiera puedes controlar tu  propia magia —.

— Para — susurró amenazante.

— Jode que te digan la verdad, no lo niego, pero deberías irlo aceptando — movió las pestañas parpadeando, y alzo las cejas inocente — no puedes hacerme nada, ni en el instituto, ni ahora —.

— Se acabó, no dejaré que me hagas lo mismo de nuevo, si no rompo tu preciosa cara con mis poderes, lo haré con mis nudillos — soltó enfadada, frustrada de que incluso su magia se volvía en su contra.

Se concentró  de nuevo, extendiéndo las palmas de sus manos hacia ella, sus iris adquieren cierto brillo y lo intenta, empieza a vibrar, cierra sus manos, y este no se rompe.

— Patético  — rió la castaña.

Avanza y golpea el cristal, con rabia, una y otra y otra vez, sin parar, incesante, hasta que los trozos de vidrio caen de este, la imagen desaparece y su piel sangra, pero no le importa, sigue golpeando, intentando borrar los recuerdos, una lágrima rueda por su mejilla.

— ¿No has pensando que quizá no deberías depender de la ira? — la voz suena amable, el reflejo de Christine se encontraba en el espejo de al lado.

Olive para de golpear, mirando sus manos ensangrentadas, para después soltar otra lágrima y girar hacia Chris.

— Lo estoy intentando — susurró con voz suave y triste.

— No, Oli, te estás enfadando — le da una sonrisa compasiva — quieres depender de eso para soltarlo, de tu ira y tu frustración, cambia, piensa en dejarlo fluir, poco a poco como la ola de un tsunami —.

— Ojalá pudiera contártelo y que me ayudaras en esto, pero me tomarías por loca — contestó limpiando su sangre en su camiseta negra, quitando antes los cristales incrustados en su piel.

— No lo sabes, de todas formas… — hace una pausa, pensativa — inténtalo, las dos cosas, la mujer que era como tu, en tu sueño… Estaba calmada y tranquila, dejarlo fluir Olive — le guiñó un ojo y desapareció, volviendo a reflejarse ella misma, hecha un desastre.

Su pelo despeinado y lacio le caía por los hombros, algunos mechones sin saber cómo se habían vuelto azules, sus iris brillaban un poco, su camisa estaba manchada de sangre al igual que sus manos, se limpió las sutiles marcas que habían dejado las lágrimas en sus mejillas y apartó la mirada.

Andó hasta el centro del círculo y se relajó, tal y como le había aconsejado Christine. Bajo sus brazos, soltó sus manos e hizo varios movimientos con su cuello para quitar tensión. Cerró sus ojos e imaginó como las ondas de poder azul llegaban hasta los espejos resquebrajandolos, hasta con un estruendo romperlos en millones de pedazos. Ese mismo ruido la sobresaltó, giró sobre sí  para ver los trozos de los cristales por el suelo, sonriente, respiró hondo y volvió a cerrar sus ojos concentrándose esta vez en transformar la realidad para que estuvieran recompuestos de nuevo. Cuando los abrió pegó un grito de satisfacción al verse a sí misma con los ojos brillando en un potente azul marino, se acercó poco a poco y tocó suavemente el espejo, partiéndolo, creando grietas en su estructura y volviéndolo trocitos.

Subió su brazo en alto, cerró un ojo y chasqueó, rompiendo al instante todos de nuevo. Su ánimo mejoró y con un fulgor rojo transformó un bote de madera en una radio, en la que puso su canción favorita.

Colocó suavemente su mano en el suelo y la mantuvo ahí, con los párpados cerrados, como la mujer. Salía humo rojo de ella y transformaba todo en lo que Olive quisiera en ese momento, un circuito de cristales que romper. Tomó una raya como línea de salida y corrió por el almacén, saltando y destruyendo cristales a los que llegaban sus ondas de choque, sus ojos brillaban azul. Terminó en la línea de meta, con el pelo revuelto, volvió a usar el humo para dejarlo como estaba antes de llegar ese día, repleto de objetos antiguos y vidrios, aunque había cosas que no terminaron de cambiar, sí, le costaría perfeccionar ese poder.

Tomó las llaves de su moto en su mano y cerró el almacén, estaba feliz, ya iba siendo hora de no salir de allí frustrada, aunque se mojaría con la lluvia de vuelta.

— En fin — suspiró contenta — no puedo tenerlo todo — sonrió, se puso el casco y montó en la moto.


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Les gustó conocer un poco más a nuestra loca Dahlian?
Perfecto, ;)

Darle love bellas
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