Prólogo

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Aunque tuviera miedo, ni te darías cuenta –

La ciudad de las luces ya estaba durmiendo, mientras que yo seguía trabajando arduamente en mi gran proyecto científico, tenía la extraña pero esperanzadora sensación de que esta vez daría resultados.

– ¿Otra vez trasnochando Olive? –pregunta mi amigable compañero de equipo, Luke.

– Oh, vamos ya me conoces, hasta que no llego a donde quiero no paro – le doy una pequeña sonrisa.

– Ya, siempre igual. Bueno, entonces cierra cuando te vayas ¿vale? – me da una última sonrisa y sale por la puerta.

Me doy la vuelta hacia mi ilegal experimento y empiezo a mezclar las últimas disoluciones. El uranio fue muy inestable y difícil de conseguir al igual que el plutonio, así que opté por otros más complejos pero igualmente interesantes, torio, polonio y radón.

La mezcla azul fluorescente que queda al final de la disolución es en parte escalofriante y desafiante a la vez, normalmente suele explotar a los diez minutos, pero esta vez no ocurre nada, me giro hacia mis pequeños objetos de prueba, para darme cuenta de que no hay ninguna y la voz de Luke aparece en mi cabeza.
“ –La doctora Parks me dijo si podía coger tus últimas ratas para su proyecto final, ya sabes que no puede ir a buscarlas al centro y hasta el lunes que viene no... ¿Olive? –
– ¿Qué? Si, si.”

– Maldita doctora Parks – susurré.

Sin embargo ese líquido producía en mi cierta atracción, puede que esta vez fuera lo suficientemente bueno, no como aquel amarillo palo que me dejó en cama por una semana, esta vez, estaba segura de que saldría bien, tenía cierta confianza en ello. De todas formas, si las dos veces anteriores que no había probado los elementos radiactivos en las ratas no me mataron, ¿por qué una tercera sí?

Busqué un espejo y clavé la jeringuilla en la yugular de mi cuello, era importante llegar al riego sanguíneo y que la sustancia se admitiera (si salía bien) en mi cuerpo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y saqué la jeringuilla, me puse una pequeña tirita y empecé a recoger. Normalmente lo efectos de mis "productos" por así llamarlos, tardaban una cuantas horas en hacer efecto.

Escuché abrirse lentamente la puerta del laboratorio y a alguien entrar, era alto e iba aún con su traje de cirujano.

– ¿Otra vez colándose en la sala sin permiso Doctor Strange? – dije burlona.

Él pego un salto del susto, aunque hizo su mayor esfuerzo por hacer que no se notara, y se giró hacia mí.

– En mi defensa objetaré que usted no debería estar aquí – sonrió genuinamente.

– Tú tampoco Strange – le devolví esa sonrisa astuta.

– Venga Dahlian, no podemos llegar a un acuerdo – se acerca lentamente a donde estoy, con los brazos cruzados.

– No vamos a tener sexo hoy Strange – le digo, él levanta las cejas.

– ¿Por qué, ahora tienes miedo? – habla arrogante.

– Aunque tuviera miedo, ni te darías cuenta, y de todas formas, no te pongas nervioso, nuestro trato sigue en pie, pero llevo un día muy bueno y no me apetece echar un polvo – le intento dar mi más cálida sonrisa.

– Vale, esta bien – frunce un poco el ceño – no tendrá esto que ver con tu amiguito Banlled ¿no?

– No, a no ser que tú hayas decidido estar con tu agradable compañera Palmer – le sonrío de forma sarcástica.

–¿Esos son celos? - ríe.

– En absoluto, ya sabes que tenemos nuestro acuerdo, nada de acostarse con nadie del hospital excepto nosotros, fuera soy un alma libre, amigo mío – mi mirada se vuelve desafiante, odio cuando el arrogante Strange quiere quedar por encima.

– Bien, ¿tienes lo que te pedí? – vuelve a su faceta profesional.

– Los papeles de la paciente están en la mesa de Sarah, cierra cuando salgas – paso a su lado, poniendo las llaves en su mano y me despido de él con una mirada.

Salgo del hospital, una brisa fría de otoño me revuelve el pelo, me pongo mi chaqueta, busco mi vehículo, meto la mochila del trabajo en el baúl trasero, y cojo el casco; me lo pongo con cuidado, al igual que los guantes y arranco mi moto.

Unos minutos más tarde llego a mi casa, aparco la moto en mi estacionamiento y le coloco el candado para que nadie la robe. Subo a la planta más alta del edificio con la mochila al hombro y tengo mucho cuidado de no hacer ruido al entrar, pues mi compañera de piso y mejor amiga Chris, estaba durmiendo.

Coloco mis cosas, me doy una ducha caliente, me pongo mi pijama de gatitos, ceno unos cereales y me acuesto en la cama.

Me quedo profundamente dormida y ellas aparecen de nuevo. Siento que estoy flotando en el espacio y a mí alrededor hay seis extrañas gemas de distintos colores, me acerco a una de ellas, trasmiten una sensación extraña, la toco, un fuerte dolor entra en mi cabeza, me despierto de un salto.

– Otra vez no... – suspiro.

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It just beggins... 💙

Darle Love :3

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