Capítulo Cuatro:

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Hyunjin entró apenas escuchó el taxi retirarse, yo recogí los últimos platos que quedaban, mis piernas se desplomaron en cuanto los dejé sobre el lavavajillas.

El llanto comenzó a salir y salir, sentía un dolor terrible en mi pecho y la calidez de los brazos de Hyunjin me envolvió dándome algo de alivio.

-Está todo bien, amor, estoy aquí- masajeó mi cabello y posé mi cabeza sobre su pecho para seguir llorando en sus brazos.

Mi hogar.

Me aferré a su camiseta como puse y lloré aún más fuerte, sacándolo todo.

Él sólo se limitaba a abrazarme y acariciar mi espalda, susurrándome cosas como: Calma, ya está bien, estoy aquí, todo estará bien, estaremos bien, sácalo todo, muy bien.

No recuerdo en qué preciso momento fue que Hyunjin me cargó en sus brazos y me llevó hasta mi cama, me recostó en ella y se acurrucó conmigo, seguí llorando en su pecho unos minutos más antes de quedarme dormida.

El siguiente día a la mañana apenas me puse de pie me dirigí a la cocina, encontré a mi fantástico novio preparando algo en el sartén, me dio tanta ternura que corrí hacia él y lo abracé, acomodando mi cabeza en su espalda.

Se sorprendió un poco, pero al deparar de lo que pasaba rio un poco.

-Buenos días, cariño, ¿cómo sigues? - habló suavemente bajando su mano para apagar la cocina, me alejé un poco para que pudiera seguir haciendo lo suyo.

-Buenos días, ya mejor- dije bajito, pero no tanto para que pudiera oírme.

Me dirigí a la mesa en lo que terminaba de servir el desayuno.

Encontré su libreta de dibujos posada en la superficie de madera, abierta y mostrando un precioso dibujo a lápiz de mí durmiendo muy calmada.

Caminó con los dos platos hacia nosotros.

- ¿No dormiste? - le pregunté preocupada.

Hyunjin solía dibujar en las noches cuando no podía dormir y ese dibujo señalaba que anoche no lo había hecho, lo que me dejaba con la idea de que tal vez oyó mi discusión con mi familia.

-Escuché sin querer lo de anoche- bajó un poco la voz., sentí un golpe de culpabilidad en el pecho -Pero ni te atrevas a disculparte, no es tu culpa, cariño- me sonrió de forma tranquilizadora.

-No tienen razón en nada- mencioné.

-Apuesto que quieren cuidarte- había dicho él.

-Me parece que no amarguemos nuestro desayuno- me reí, sonrió y asintió comenzando a comer.

- ¡Mm, ayer olvidé contarte! Hice la presentación de la crema- enseguida levantó su cabeza con una expresión completa de emoción.

Procedí a contarle toda la historia de la junta.

-Buu, es un idiota, qué bueno que no te dejaste cariño- levantó su cubierto haciendo gestos con él.

- ¡Debiste verme! Estuve increíble- presumí.

-No lo dudo para nada, cariño- me levantó el pulgar, me levanté y le di un beso en los labios.

-Y el tipo ese sólo se me había cargado porque le gusté- le dije con molestia.

-Qué rara forma de coquetear, ¿cómo llegaste a esa conclusión? - se rio, entonces le conté el resto de la historia - ¡¿Qué taxista no está pendiente del nivel de combustible?! - se preguntó.

- ¡Lo mismo dije yo! - me exalté de repente, antes de seguir hablando.

-Uhh, cariño, presumiendo ese anillo- sonrió con cierto orgullo, reí y me dirigí a sus piernas para sentarme sobre ellas y darle un beso muy largo -Sinceramente, no sé a qué hombre, o mujer, no le gustarías, mírate- habló en un tono coqueto antes de comenzar a besar mi cuello.

-Si sigue ese camino, caballero, llegaremos tarde a nuestros trabajos- le advertí.

-Más tarde- guiñó un ojo antes de bajarme de sus piernas y dirigirse al baño por una ducha.

-O tal vez debamos ahorrar agua- canturreé corriendo al baño con él.

-Esa idea me gusta más- dijo cuando me vio entrar al baño, por alguna razón ya estaba desnudo.

Rápidamente como pude me deshice de mi ropa y nos metimos a la ducha.

Me puse de espaldas a él y comenzó a besarme el cuello, abrazándome desde atrás y apretándome contra su pecho, giré mi cabeza ofreciéndole mis labios y no tardó en corresponderme, envolviéndonos en un intenso beso, tan salvaje como tierno.

Sus manos acariciaron mi vientre y fueron subiendo hasta encontrarse con mis pechos y mis pezones ya erectos, tomó cada uno de ellos con los dedos pulgar e índice y me los fue amasando y jaloneando logrando arrancarme gemidos que lo excitaban más y más, pues su miembro duro ya estaba apoyado contra mis nalgas.

Fue besando mi espalda a lo largo de mi columna, erizándome por completo, hasta llegar a mis nalgas, le dio un suave mordisco a una de ellas y me dio la vuelta bruscamente, pero sin necesidad de hacerme daño. Levantó una de mis piernas y la puso en su hombro, para acercar su deliciosa boca a mi vagina que ya estaba demasiado empapada, y no por el agua que caía de la ducha exactamente.

Le dio unos suaves besos antes de introducir su lengua, meneándola, volviéndola a sacar, succionaba con cuidado, cada parte de mí.

-Hyunjin... ¡Ya! - le pedí.

Lo sentí sonreír sobre mi vulva.

- ¿Ya qué? - preguntó juguetonamente.

-Ya métela- solté con desesperación para luego gemir.

Bajó mi pierna y se puso de pie para hacer lo que le pedí, y así fue.

Tomó ambas piernas y me levantó, acomodó su pene en mi entrada y se deslizó dentro de mí, arrancándonos a ambos gemidos de satisfacción.

Comenzó a moverse dentro de mí, penetrándome lento, hasta que pudo incrementar la velocidad.

- ¿Así te gusta? - jadeó metiéndose por mi cuello para morder mis clavículas, volviéndome loca.

- ¡Sí, sí! ¡Así! - me retorcí de placer con sus dientes acariciando mi clavícula y su pene entrando y saliendo con rapidez y fuerza.

Levantó su cabeza buscando mi boca, también busqué la mía, enredé mis manos en su cabello y corté toda distancia, besándolo, o por lo menos tratando de hacerlo entre tantos gemidos por parte de ambos.

Hyunjin tenía una manera de gemir que me desarmaba por completo.

Cuando finalmente soltó varios jadeos contra mi boca supe que estaba a punto de terminar, meneé un poco mis caderas y eso fue suficiente para que los dos lleguemos al orgasmo juntos y al mismo tiempo, él descargándose por completo dentro mío y yo aferrándome a sus hombros y cabello largo para pegar aún más nuestros cuerpos.

El sexo con Hyunjin podía calificarlo como un momento perfecto, no era dulce completamente, tenía sus momentos de rudeza que me fascinaban y variábamos mucho, me encantaba cuando él controlaba por completo la situación, pero también cuando lo hacía yo.

Una vez habiendo terminado nos incorporamos para ahora sí ducharnos, con mis piernas aun temblando.

-Hay que bañarnos rápido o querré seguir cogiéndote todo lo que queda del día por verte desnuda- reí ante sus palabras emitidas con un tono agitado por la actividad anterior.

-Por mucho que quiera, debemos ser responsables e ir a trabajar.

Terminamos con nuestro baño entre risas y caricias dulces.

-Que te vaya bien, te amo- le dije plantándole un beso gigante.

-Te amo, cariño. Mucha suerte, bueno, ni siquiera la necesitas, eres increíble- agarró mi nuca para intensificar un poco más el beso, nos separamos y le sonreí antes de subir al taxi, más tarde no lo vería.

No vivíamos juntos, algo que haríamos antes de casarnos, pero antes soñábamos con buscar una casa que nos gustara, aunque él solía quedarse en mi departamento y yo en el suyo sin problemas.

Hizo un gesto de despedida con su mano mientras se dirigía a la parada de bus, hacia el otro lado, lo quedé mirando hasta que lo perdí en la lejanía.

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