𝕯𝗜𝗔 𝗦𝗜𝗘𝗧𝗘 ; bad boys bad boys

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• Lo mismo del día 4 pero al contrario.

"Querido diario...

Últimamente siento mi corazón latir con fuerza cada vez que lo veo pasar... Cuando esa mirada sin expresión me mira, cuando aquellos ojos tan azules como el océano se enfocan solo en mi, cuando todo eso pasa pierdo la noción del tiempo.

Todo en él es perfecto.

Su rostro, su mirada, su cabello negro, sus brazos, su cuello, su piel, sus caderas, su respingado trasero... ¿En qué iba?

Giyuu Tomioka es la persona más perfecta que pude conocer, pero, hay un pequeño problema... Él es mi profesor de deportes; En la academia, todos lo odian al insoportable por su actitud, no obstante, para mí es una de las siete maravillas que pueden existir.

Ese carácter decidido y explosivo lo único que hace es excitarme.

Y enamorarme de paso.

No recuerdo con precisión el día en que comencé a sentir atracción sexual hacia Tomioka-sensei, pero desde entonces no puedo verlo si quiera levantándose de una silla, ya que su pantalón se ajusta y marca aquellas nalgas que me encantaría morder... Dios mío, me iré al infierno si sigo así.

Si bien siento atracción romántica y sexual hacia mi profesor, no se lo he dicho, de seguro me golpeará con su katana de madera.

Y hoy estoy escribiendo en mi diario, triste, enamorado, furioso, excitado y con una mano en mi miembro mientras me masturbo pensando en él.

Lo siento, Tomioka-sensei, pero no puedo evitarlo, tu eres el único que causa esto en mí. Y ya que nunca leerás esto, no tengo porqué preocuparme en ser más disimulado al hablar de ese candente cuerpo que tienes.

Siempre tuyo...

Sabito Urokodaki."

El de ojos lavanda bebió la limonada mientras sentía el líquido frío bajar por su garganta. En la ciudad, la temperatura pasaba los veintiséis grados centígrados y aunque no era algo fuera de lo común, para Sabito y Makomo era difícil adaptarse aún.

-Uff calor. -se abanicó Makomo con su mano mientras se sentaba en la mesa.

Los dos sentían que serían asados si continuaban en la cafetería. Preferían quedarse en su salón de clases con aire acondicionado, pero cuando se trataba de la maestra Kanae, debían salir a "recrearse ".

-Por eso prefería vivir en mi pueblo. -chistó Sabito.

Su hermana adoptiva no paraba de reírse, de cierto modo se le hacía divertida la situación; cuando terminó la clase, se dirigieron hasta su aula, donde el maestro Kyojuro los estaría esperando para el examen, que de seguro aprobarán.

Aunque hubo una gran sorpresa. En vez de encontrarse con una cabellera rubia y de puntas rojas, en su lugar había una persona de cabellera azebache con una característica licra azul para hacer deporte.

Tan sexy, como siempre.

Sabito se sentó en su lugar junto a Makomo y sacó su lapicero de tinta negra, preparado para comenzar su exámen. -El profesor Kyojuro tuvo una emergencia y me dejó a cargo de ustedes. Ya saben las reglas. -habló Giyuu mientras entregaba las hojas.

Se escucharon algunos quejidos por parte de los alumnos, pero no se escuchó ninguno por parte de Sabito. Cuando terminó el tiempo, todos entregaron su exámen, exepto Sabito, que para su desgracia, la hoja se perdió entre el papeleo de su mochila por no entregarla apenas terminó de responder.

-¿Ya casi? -preguntó Giyuu con impaciencia, llegaría tarde a su próxima clase.

-¡Si, si! -Sabito encontró la hoja y sin percatarse, llevó otras dos más consigo, entregandoselas a Giyuu-. Mire, disculpe la demora. -sonrió el chico y dió media vuelta para volver a su lugar.

Sin darle importancia, Tomioka salió de allí con las hojas del exámen en manos.

La jornada terminó y todos ya estaban de regreso a casa. Sabito se encontraba leyendo el periódico escolar, Tanjiro y Zenitsu hacían un exelente trabajo redactandolo. Una parte le llamó la atención: "Posible relación entre Kyojuro Rengoku y Hakuji, un alumno de la academia Upper Moon ¿Se trata solo de una amistad?". ¿Qué hacía un artículo como esos en el periódico de la academia? De seguro fue Inosuke, un amante de los chismes en las instalaciones.

Sensei Rengoku-san se molestará.

-¡Hermano, Urokodaki-san dice que traigas tu cuaderno de Biología! -llamó Makomo desde la sala.

Si bien no era obligación mostrarle sus cuadernos al viejo, este le ayudaría con una tarea, así que no tenía problema. El de cabellos melocotón dejó su móvil de lado entre rebuscó en su mochila y el papeleo que había dentro.

-Debería arreglar este desmadre. -hizo una mueca y sacó una libreta.

Huh... Mi diario... Me olvidé sacarlo.

Abrió el cuaderno y comenzó su revisión para que no le faltase ninguna parte, sería mortal para él que alguien se enterara de su oscuro deseo por él. Todo iba bien, hasta que llegó a la última parte, la carta que escribió no estaba, la hoja se había caído o se la quitaron.

No, es imposible, de ser así ya estaría en las redes. Tal vez Makomo...

Sacudió su cabeza, de haber sido Makomo ya le estaría preguntando. Con las manos temblorosas, sacudió su mochila y buscó por todos los papeles, sin éxito. Recordó el momento en que me entregó el exámen a Tomioka y sintió su alma salir del cuerpo.

¡Las hojas que le entregué! Qué idiota.

Su estupidez le permitió entregarle personalmente la carta a su maestro ¿Qué diría de él? ¿Qué pensaría de él?

-¿Estás bien? -preguntó Makomo abriendo la puerta.

-S-si, solo no encontraba mi cuaderno. -rió nervioso. La chica arqueó una ceja pero le restó importancia y se fué.

¿Ahora que haré?

El pelinegro entregó todas las hojas a Rengoku, quién residía en completo silencio, leyendo el periódico escolar. «De seguro ya se enteró» pensó Giyuu, allí se encontraban todos los chismes que quisieras saber de la academia y de otros lugares estudiantiles.

Así que caer en manos de Inosuke, Tanjiro y Zenitsu era mortal para todos si tienen un secreto.

-Gracias. Te debo una. -sonrió Kyojuro mientras secaba el sudor de su frente con la mano.

-No es nada ¿Estás bien? -cuestionó Giyuu.

-Si, estoy muy bien. -Tomioka se percató de la mentira, así que se despidió y salió hacia su próxima clase.

-¡Tomioka, espera! Aquí hay una hoja que tiene tu nombre. -sus ojos azules se enfocaron en la hoja que tenía Kyojuro en manos.

-Estás equivocado.

-¡Es verdad! Ten. -el rubio corrió hasta él y le dejó la hoja en manos- Tal vez sea de una pretendiente. -le guiñó el ojo y se fue.

Las mejillas de Giyuu se tiñeron de un suave rosa. Era imposible, pero el gusano de la curiosidad ya picó en su piel y no tardaría en alimentarlo.

Eran al rededor las doce de la noche, Tomioka terminó de calificar algunas cosas y se dejó caer rendido en el sofá. A veces deseaba dejar la academia, pero de cierta forma le tenía cariño a algunos estudiantes y docentes. Elevó su mano para alcanzar su móvil, al no encontrarlo, se sentó y buscó entre el desastre que había sobre su mesa.

Cuando lo encontró, miró su nombre escrito en una hoja. Tragó saliva y abrió el papel, que venía doblado y arrugado.

-Querido diario... -leyó. De inmediato dejó la hoja lejos de su alcance, tal vez estaría invadiendo la privacidad de uno de sus estudiantes. Así que cuando encontró su móvil se levantó y fue a la cocina.

¿Pero quién se va a enterar?

Caminó hasta la sala y tomó la hoja, sentándose en la mesa y comenzando a leer de nuevo.

-¡Odio la ciudad! -gritó la pelinegra. Makomo se acostó en el hombro de Tanjiro, mientras este escribía en su teléfono.

-¿Periódico? -pregunta Sabito.

-Si... Aunque estoy pensando en dejar esto. -Tanjiro hizo una mueca- Si sigo así, probablemente se enteren de uno de mis secretos. -sus mejillas se sonrojaron.

Sabito lo miró con una ceja arqueada y golpeó su hombro, haciendo levantar a Makomo. -¡Oye!

-¿Quién es la afortunada? -preguntó el de ojos lavanda.

Tanjiro no respondió.

-Oh... Quiero decir -se aclara la garganta- ¿Quién es él afortunado?

El pelirrojo y Makomo casi escupen los pulmones. -¡¿Porqué dices que es él?! -hizo un puchero.

-Solo suponía, pero al parecer acerté. -Sabito se encogió de hombros.

-Bueno... Yo...

-¡Se nos hace tarde para las clases de deporte! -gritó Inosuke- ¡Gompachiro, cara de pescado y la bruja! ¡Vamos!

Tanjiro, Sabito y Makomo intercambiaron miradas. Tal vez el apodo hacia Sabito se debía a su preferencia con el pescado y a Makomo por su obsesión por las series de brujas.

-¡Inosuke! -gritaron al mismo tiempo, el azabache no paraba de reírse. Le gustaba burlarse de ellos.

Tal vez jamás debió haber recibido esa carta...

Tal vez no debió haberla leído...

Y tal vez... No debió ponerse un poco caliente al leerla...

Giyuu mordió su labio inferior con nerviosismo, la clase de hoy le tocaba con el curso de Sabito, y no tenía ganas de mirarle la cara después de leer ese pedazo de papel. ¿Quién diablos siente una atracción sexual por su profesor de deportes? Un hombre amargado, aburrido, estresante y etc... Todo lo negativo ¿De verdad a ese chico él le parecía sexy?

Llevó su mano derecha a su cien, muy pronto sufriría de migraña si continuaba pensando.

Por el campo de fútbol se escuchó el bullicio de los estudiantes al llegar, entre esas voces, estaba la de Sabito, quién se reía junto a sus amigos y su hermana adoptiva, ya que para nadie era un secreto que Makomo y el chico eran adoptados.

-¡Bueno, vamos a comenzar la clase! -habló fuertemente Giyuu, sintiendo sus manos sudorosas al ver la mirada violeta sobre él.

Sabito comenzó a caminar hacia él lentamente, extendiendo su mano en forma de saludo. -¡Buenos días Tomioka-sensei! -sonrió con nervios.

El azebache asintió y sacó el silbato de su bolsillo, alejándose de su Sabito, quién quedó perplejo por el acto de su maestro.

Tal vez ya leyó el mensaje, de seguro le dirá al director Kagaya y después me expulsen. Mierda.

Su cabeza era un lío allí mismo, pero decidió pensar en otra cosa, no quería tener una mala nota por culpa de su torpeza.

Las nubes grises cubrían el firmamento, una gran tormenta se aproximaba y para su desgracia, Sabito no trajo siquiera un paraguas. Su hermana, Makomo, le dijo que hoy se quedaría en la casa de una amiga, ahí la razón por la cual tendría que irse solo a casa.

O al menos hasta que llegar su padre.

-"Sabito, la señal de teléfono está pésima, hoy no podré llegar a casa, la comida queda en el refrigerador, solo ponla a calentar en el microondas, nos vemos mañana, cuídate".

-¡Me lleva la que me trajo! -maldijo y se sentó en las escaleras, con la tormenta que se aproximaba no podría dar un paso sin que le viento se lo llevara o la menos sin que un árbol le cayera encima.

Con sus manos sacudió su cabello melocotón y dejó su cabeza reposar en la fría pared. No le permitirían quedarse en la enfermería, lo sabía.

-¿No tienes a alguien que te lleve? -unos ojos azulados lo miraban fijamente.

-No, Makomo se fue a la casa de una amiga y mi padre no puede llegar a casa, la tormenta lo agarró en el trabajo. -Giyuu soltó un suspiro.

No tenía más opción que ayudarlo, por un momento trataría de ser una buena persona.

-Vamos yo te llevo a casa, tenemos tiempo antes de que llueva mucho. -extendió su mano.

Un brillo surcó por los ojos lavanda del menor, quién aceptó gustosamente la Mano de Tomioka; cuando salieron al estacionamiento, Sabito frotó sus manos mientras entraban la auto de Giyuu. El azebache ajustó la calefacción y salieron de las instalaciones.

Durante el trayecto nadie habló nada, una que otra palabra sobre la dirección de su casa, pero nada más, a Sabito no se le olvidaba la posibilidad de que Giyuu hubiera leído la carta, y aunque estaba en lo cierto, el azebache no quería tocar el tema con su alumno. Tal vez lo dejaría como un secreto que guardar.

-¿Aquí es? -preguntó el mayor, estacionando el auto fuera de la casa. Afortunadamente no les cayó un árbol o incluso un rayo encima, ya que la tormenta estaba comenzando.

-Sí, muchas gracias, sensei. -ambos salieron del carro. Giyuu lo siguió hasta la puerta de la casa y se recargó el la pared- No es necesario venir hasta aquí.

-¿Debo ser un buen docente, no crees? -preguntó el pelinegro, clavando sus ojos en los cabellos melocotón.

Sabito asintió abriendo la puerta. La lluvia se intensificó y el fuerte viento revolvió los cabellos negros de Giyuu. El menor rió y jaló la licra azúl de su maestro.

-¿Quieres pasar? Al menos hasta que la tormenta baje un poco y puedas irte. -un leve sonrojo adornó las mejillas de Sabito.

-Gracias. -Giyuu ignoró el color de Sabito y pasó a la casa, era un poco pequeña, pero familiar.

Sabito cerró la puerta e invitó a tomar a siento a Tomioka, que con gusto aceptó y se dejó caer en el mueble. Era más cómodo que su propio sofá; El Urokodaki preparó chocolate y luego se sentó a beber un poco junto con Giyuu.

-Tomioka-sensei... Yo tengo una pregunta. -susurró armandose de valor para preguntarle acerca de la página perdida de su diario.

-Por favor, dime Giyuu, no necesitamos formalidades cuando estamos fuera de la academia. -Sabito lo miró perplejo, pero sonrió con satisfacción.

Giyuu... Siempre me ha gustado su nombre.

-Mmm, Giyuu, yo quería hacerte una pregunta. -el azebache asintió y dejó la taza de lado, esperando la pregunta.

-Yo... Bueno... Cuando te entregué el exámen, de casualidad... ¿No leíste...? -su pregunta fue interrumpida abruptamente por el apagón que ocurrió.

Aunque eran las seis de la tarde, ya estaba bastante oscuro a decir verdad. -Mierda... Oh perdón. -se disculpó Sabito por su mala palabra.

Giyuu rió un poco con diversión, llenando los oídos de Sabito con hermosas melodías que no hacían nada más que endulzar su corazón.

El chico se levantó para buscar un vela, en cuanto la encontró, caminó a la sala para poder al menos verle la cara a Giyuu; cuando dejó la vela en la mesa, se sorprendió al no encontrar a Tomioka sentado en el sofá. Sin más opción, sacó su teléfono y comenzó a buscar a su superior por todo el lugar.

Las escondidas no eran su juego favorito. Pero, si se trataba de saber dónde se había metido cierto pelinegro no tardaría en buscarlo hasta debajo de las rocas.

-¡Giyuu! -llamó recorriendo los pasillos.

-Aquí estoy, estaba buscando el baño pero me perdí. -el azebache apareció desde una de las habitaciones.

Sabito se acercó hasta su maestro y lo agarró de la mano. -Esa era mi habitación, disculpa el desastre. -rió nervioso y lo llevó hasta el cuarto de baño.

-No es nada, mi apartamento está peor. -admitió el de ojos azules, sorprendiendo a Sabito.

Tenerle confianza a ese hombre era impresionante.

Como Sakonji no llegaría ese día, Sabito decidió dejar a Giyuu dormir en su casa, ya que la tormenta no disminuía y jamás se permitiría dejar que a Giyuu le pasase un accidente por culpa de su imprudencia.

Él le escribió un mensaje que ya le llegaría más tarde al viejo y miró la habitación ordenada. La energía llegó hace media hora, dándole tiempo suficiente para arreglar su cuarto para Tomioka.

Revisó que no faltara nada y cerró la puerta.

-Ahí está todo lo que necesitas, puedes colocarte un suéter que me compró el viejo el año pasado, me queda grande así que te quedará a la perfección -dió un respiro-. Si me necesitas, estoy en la habitación de invitados, queda en la primera planta.

El azebache asintió y llevó su mano a la cabeza de Sabito, revolviendo sus cabellos.

-Gracias, mocoso. -y entró en la habitación, cerrando la puerta nuevamente.

El ojilila sonrió con satisfacción, la palabra "mocoso" era un avance más para su relación no oficial, que siquiera Giyuu sabía; bajó las gradas y llegó hasta la habitación en la que dormiría, se acostó en la cama y cerró los ojos.

Quería soñar con él... Y no podía esperar más.

Sabía que no fue coincidencia llegar hasta la habitación de Sabito. Cuando el chico se marchó, buscó por todas partes con su teléfono hasta encontrar algo parecido a un cuarto de puberto y lo logró. Rebuscó por el lugar hasta encontrar el diario, lo guardó en su licra y salió cuando escuchó la voz del menor.

"Solo no encontraba el baño..." ¡Qué escusa más barata! Pero Sabito se la creyó y era válida.

Giyuu prendió la lámpara y sacó la libreta, dispuesto a comenzar a leer ¿Desde cuándo se convirtió en un chismoso? No tenía idea, pero no podría aguantar más.

Buscó una página random y comenzó leer.

"Viernes 13 de Abril

Querido diario...

Nunca le llegué a dar importancia a las erecciones durante la mañana, lo sé, soy un adolescente y es normal. Solo que es diferente. Últimamente las causas de aquellas erecciones en las mañanas no son involuntarias...

Son malditamente a propósito.

No entiendo el porqué, pero todas las noches tengo sueños húmedos y no con cualquier persona. Se trata de él, el hombre que más me agrada de toda la academia. Mi sensei favorito, Tomioka Giyuu; ¿Cómo explicarlo? me da vergüenza escribir mi sueño, pero al fin y al cabo es mi diario ¿No?

En aquél sueño, estábamos solos él y yo en mi aula de clases. Solo llevaba su camiseta blanca y un jean ajustado, se veía tan bien que lo comencé a besar desesperadamente, el correspondía gustosamente y al final ambos nos quitamos la ropa, yo besando cada rincón de su cuerpo y él gimiendo con descontrol... Se sintió tan bien cuando lo penetré, que sentí lastima al saber que cuando despierte sería solo un sueño nada más.

Al fin y al cabo, solo es eso, un sueño.

Y soñar es gratis.

Ese es mi reporte de hoy.

Sabito Urokodaki".

Giyuu mordió su labio inferior, era extraño leer algo así por parte de un mocoso. Aunque debía admitir que le gustaba que alguien lo deseara, por lo tanto, siguió leyendo el diario.

Miró la hora en su móvil, el reloj ya marcaba la una de la mañana y no tenía ni un gramo de sueño. Sentía algo raro allí abajo.

Se levantó y fue a la cocina en busca de un vaso de agua, para meditar de paso lo que acababa de leer. Cuando terminó de beber el líquido, lo dejó en la mesa y caminó hasta la habitación de invitados. Estaba apunto de hacer algo muy loco, pero en aquellos instantes no le importó en lo absoluto.

Abrió la puerta con sumo cuidado y observó a Sabito durmiendo plácidamente, se veía lindo, sus cabellos duraznos estaban regados por la almohada y su cuerpo era cubierto por las sábanas blancas. Giyuu caminó hasta allí y se subió sobre el chico, besando suavemente sus labios.

El roce de sus bocas hizo estremecer a Sabito, quién aún estaba en un sueño profundo, lejos de la realidad. El pelinegro se acomodó mejor para quitar la sábana del cuerpo de el menor y miró sus pantalones ser pijama.

Se sentía demasiado pervertido.

El sonido de la lluvia había aumentado, y la tormenta era cada vez más fuerte, pero, estaba bien porque así los vecinos no estarían escuchando lo que pasaba en la casa.

Giyuu llevó a su boca el miembro de Sabito, era un poco grande y alcanzaba a llenar casi su boca. Claro que el tamaño aumentó cuando la excitación se hizo presente en el chico, haciendo excitar aún más a su sensei, que no paraba de tener remordimiento de conciencia.

Aún así no se iba a detener.

Cuando Tomioka miró que Sabito estaba lo suficientemente preparado, se quitó la ropa completamente e introdujo el miembro de el chico en su interior. Sentía cierta molestia pero estaba bien. Iba soltando leves gemidos mientras bajaba lentamente por el miembro de Sabito, pero antes de lograr penetrarse completamente, el de cabellos melocotón despertó y lo miró perplejo.

Qué mala suerte.

Sabito había despertado por el sonido de la lluvia y un cosquilleo placentero en su miembro. Y lo primero que vió fue sorprendente, era un situación un poco incómoda, pero pensando que era un sueño, solo se limitó a hacer una pregunta. -¿Es un sueño?

Una sonrisa surcó en la cara de Giyuu. -No lo es, todo es muy real. -mordió sus labios rosados.

Sabito no sabía que responder, estaba sorprendido. Llevó sus manos a las caderas del pelinegro e hizo que este se clavara entero en su miembro; Giyuu comenzó a gemir descontroladamente, sintiendo el movimiento de caderas de ambos.

-Se siente bien. -mencionó entre jadeos el de ojos azules.

El menor fue quien sonrió esta vez al ver la cara de satisfacción de Giyuu. Era hermoso y excitante en todos sus aspectos, su cuerpo, su forma de gemir, sus ojos tan profundos como el océano, ese trasero que ahora podía cogerlo hasta el cansancio. Todo. No hay palabras para describir lo sexy y hermoso que era su sensei.

Sabito llegó al climax, pero no se detuvo. Se levantó y dejó a Giyuu debajo de su cuerpo, habría una segunda ronda.

El agua que caía por montones era lo único que callaba el sonido de sus pelvis chocar y los gemidos de ambos. Sus pieles sudaban y el calor aumentaba considerablemente.

-Sabito, más. -pidió Giyuu, aferrando sus manos a la espalda de su estudiante, que estaba más que complacido con sus ruegos por más y más.

Las embestidas aumentaron y al final ambos terminaron tumbados en la cama. Totalmente satisfechos. -Eso fue increíble. -mencionó Sabito, esperando a que sus respiraciones volvieran a la normalidad.

-Yo... Leí la hoja de tu diario. -habló Giyuu derrepente.

Los ojos púrpuras lo miraron asombrados.

-¿Q-qué?

-No pienses que vine aquí solo por la carta, sinceramente tu has sido mi favorito desde que llegaste a la academia. Y esa carta lo único que hizo fue confirmar mis sentimientos hacia a ti. -el azebache pasó sus manos por el cabello durazno- Tu eres perfecto en todo sentido, pero, sabes que no hay relaciones permitidas entre alumno y docente. -Giyuu besó la coronilla de la cabeza del menor.

-Giyuu, lamento tener esos deseos por ti... -se disculpó Sabito, estaba apenado.

-No importa. De todas formas esto deberá quedarse entre nosotros. -el chico se aferró a Giyuu.

-Lo se, es un secreto para ambos.

Duraron un tiempo abrazados hasta que se levantaron para ducharse. Giyuu volvió a su habitación, ya que al día siguiente tal vez llegaría el padre de Sabito y no querría que los encontrara desnudos y con olor a sexo.

Al día siguiente, ambos volvieron a la academia, preparados para un nuevo día. A Urokodaki le agradó Giyuu y le permitió llevar a Sabito a la academia; la chica con ojos azules miró divertida a Sabito, quién estaba más rojo que un tomate.

-¿Qué tal fue dormir con sensei?

-¡Cállate! Dormimos en habitaciones diferentes. -Makomo arqueó una ceja, ella no era idiota, sabía que ahí había gato encerrado, pero solo asintió y dejó en paz a su hermano, por ahora.

-Mejor vamos a clases, Shinobu tiene un chisme de pelos.

-Y dale con tus chismes. -Sabito se dejó llevar por Makomo.

Uzui y Kyojuro se quedaron viendo a Giyuu, que estaba con una mirada seria mientras leía las calificaciones. Ambos hombres se sentaron a cada extremo del pelinegro y sonrieron.

-¿Qué pasa? -preguntó Giyuu con desgano.

Uzui se acercó la oído de Tomioka y susurró -:A la próxima cubre bien ese chupón, se crearán chismes en la academia.

Los colores le subieron a la cara de Giyuu ¿Cómo no pudo fijarse antes? Maldijo entre dientes a Sabito y miró completamente sonrojado a Kyojuro, que no dejaba de reírse junto con Uzui.

-Bienvenido al club.

¡Capítulo siete! Aquí hecho por mi persona, retrasado pero lo logré. ¡Gracias por leer mi historia! Y Zarada2009, este capítulo fue para ti, me quedó un asco pero hice mi mayor esfuerzo.

¡Nos leemos!

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